22: Pistas


*Ya tengo internet, ya arreglé el capítulo anterior, si no les sale bien aún, retiren la historia de sus listas de lectura y vuélvanla a poner, eso arregla y hace que se actualice.

Me encontraba leyendo un libro, sentado en la mesa mientras mis padres comían, al parecer.

—Urgh —renegué—. Cómo detesto este curso, no puedo creerlo. De nada nos va a servir saber las derivadas de estas porquerías. Ni siquiera lo veré en la universidad, porque no estudiaré nada de ingenierías.

—Busca en la computadora algún tutorial —murmuró mi papá.

Detecté con el rabillo del ojo una sombra negra sentada en un lado de la mesa, cerca de mi padre que estaba a la cabecera. Le resté importancia.

—El examen para quinto de secundaria se acerca, y de todos modos, como voy a una carrera distinta, no creo que me vengan muchas preguntas de números.

—Quizá deberías buscar la luz.

Alcé la vista con desconcierto ante lo que había dicho mamá.

—Ja. Es tarde, ¿no lo ves? —refutó mi papá—. El chico es un tonto, no lo logrará a tiempo.

Pude ver bien a la sombra, tenía la forma de una persona, pero solo era eso, sombra, no había facciones ni nada por el estilo, y parecía mirar a algún punto en la sala. Solo estaba ahí, inmóvil.

—Hijo, debes buscar la luz —insistió mamá, y yo seguía mirándolos confundido.

—Es tarde —volvió a decir mi padre, volteando a mirar a la sombra—. No hay tiempo ya. Se hizo lo que se pudo.

—Los sentimientos son lo único que nos llevamos a la muerte...

—¿Y de qué sirve? —hablé al fin—. No hay nada después de la vida, así como no recordamos nada antes de esta, antes de nacer. No hay nada...

Desperté con un leve sobresalto. Otro de los sueños raros sin sentido de siempre, suspiré, estaba en el sofá, ahí había quedado luego de que se llevaran a Jenny. Reaccioné otra vez, debía ir a ayudar a Herminia con lo de su madre, pero recordé que ni siquiera tenía su número de teléfono, si tenía, claro, quizá no, con lo rara que era.

Renegué por eso, quejándome y revolviéndome en el sofá.

—Ya levántate a estudiar, has estado todo el día perdiendo el tiempo —escupió mi padre esas palabras.

Gruñí.

—¿Qué haces aquí? —refunfuñé.

—Haz lo que tu padre dice, que tiene razón.

—¿Qué? Fui a buscar a Jenny. Y lo siento pero aún tengo cosas que hacer —avisé mientras me ponía de pie.

—Almuerza al menos. Ya es tardísimo.

Resoplé. Tuve que almorzar mientras mis padres veían las noticias y escuchaban sobre una mujer que había caído en coma, pura cosa deprimente les gustaba a estas gentes.

***

Estaba cerca de la casa de Herminia, ya casi empezaba a oscurecer, esperaba a ver si llegaba, pero no, y no sabía siquiera si tenía amigos para preguntarles, no sabía casi nada de ella en realidad. No me había quedado ahí afuera por si Darky estaba cerca, y aunque no lo sentía no iba a arriesgarme. No quería que la descubrieran antes de que pudiera hacer algo contra ellas.

Par de desquiciadas. ¿Quién sería la otra bruja loca? Las mujeres sí que eran el colmo.

La vi al fin dar la vuelta por la esquina y fui. Se asustó un poco cuando se percató de mí, pero luego negó en silencio. Abrió su puerta y los perros estaban ahí esperando.

—Solo voy a sacar algunas cosas y luego debo comprar más, para llevar a donde se está velando el cuerpo de mi madre.

—Bueno, ayudaré.

—Sabes que no es necesario.

—No tengo nada que hacer. —Me miró arqueando una ceja—. Está bien, no quiero estudiar...

Soltó una leve y corta risa y se fue a su cocina. Acaricié a Lucero mientras ella empacaba un termo con agua caliente, algunas galletas y cosas así. El perro apoyó su cabeza sobre mis piernas para que siguiera rascándole. Asumí que íbamos a ir a ese lugar, así que me había puesto una de las tantas camisas negras de distintos modelos que tenía.

—Tuve un sueño raro...

—Cuenta —pidió de manera casual.

—Estaba sentado con mis padres, y había una figura negra también ahí, no se movía ni nada, solo estaba ahí. Mi madre dijo que debía buscar la luz, y mi padre dijo que era tarde. —Me miró raro, con algo de intriga y a la vez sospecha—. ¿Significa algo malo? ¿Acaso no fue solo un sueño raro?

—Podría ser, pero también no. —Tomó las cosas que había alistado—. Vamos, luego me cuentas a más detalle si es que hay.

Pasamos por uno de los supermercados que estaban cerca, comprando café, vasos y platos descartables, y más galletas. Recordaba cuando fue el velatorio de mi abuela, mi madre había comprado las mismas cosas, por unos segundos me hizo recordar a ese entonces.

Nos formamos en la cola para pagar.

—Lo que te dijeron en tu sueño ya lo sabes, sabes que debes buscar la luz. Quizá solo era un recordatorio de tu mente, pero también una señal de algo más. Lo que preocupa, pues si fuese así, esa sombra negra no puede ser nada bueno, podría ser el demonio que te persigue... o podría ser tu propia alma.

Eso me sorprendió y asustó un poco, pero no quise que lo notara.

—¿Mi alma? No creo que tengamos alguna alma, ya lo sabes. Justamente dijeron que los sentimientos se van con nosotros al morir, pero les dije que no había nada, ni antes ni después.

Llegamos a caja y pagó, quise ayudar con eso pero no me dejó. También se mantuvo en silencio en el taxi, hasta que llegamos al salón de la iglesia en donde estaba el cuerpo de su madre, y algunas pocas personas.

Me sentí raro. Recién me daba cuenta de que quizá aparecería ante su familia como alguien cercano a ella. Me presentó como un amigo a un par de señoras raras que estaban en la parte de la pequeña cocina que estos locales solían tener.

Las escuché murmurar sobre lo lindo que era al ayudar y esas cosas que mujeres de edad como ellas apreciaban mucho. No pude evitar sentirme avergonzado, y aun me preguntaba por qué había insistido en ayudar.

Las pocas personas que recién llegaban, buscaban a Herminia y la abrazaban para darle el pésame, luego iban a ver el ataúd. Nunca entendí ese gusto por ver al muerto, a los poquísimos funerales a los que había ido, nunca me acerqué a ver al ataúd. Me dijeron raro por eso y hasta marica, pero para mí los raros eran ellos. ¿Para qué ver al muerto, si ya no era lo que fue?

—Crees que no hay alma en nosotros, pero en algún momento temiste que se te hiciera negra, ¿o no? —murmuró ella a mi costado.

—No vuelvas a hacer eso, casi salgo disparado.

—Ja...

—Bueno, a veces lo he creído, otras veces no.

—Recordé que la figura de mi padre estuvo apareciendo de vez en cuando. —Asentí, también lo recordaba—. Quizá estaba avisándome de esto... Lo cual no pensé que pasaría.

—Me parece que te dije algo así, que venía a verte.

—Yo creo que sí tenemos un alma, una energía en nuestro interior. Todos los seres nacen con esa pizca de luz, que como te dije, es una forma de Dios, que está en todo y de muchas formas. Ya dependiendo de los sentimientos que la embargaron, es lo que será luego. Luego de salir de nuestro cuerpo. Pero no creo que guarde los recuerdos, los recuerdos se quedan en nuestro cerebro, que es materia, que muere y se desintegra.

—¿Dices que el alma sale al universo como la energía que es, y todo lo que somos en cuerpo desaparece?

—Algo así. Nuestra misión quizá es enriquecer esa alma para que cuando muramos, salga luminosa. Mientras que muchos cometen el error de ennegrecerla, y una vez que mueren, esas malas energías se vuelven los demonios que causan estragos, como el que te persigue.

—Quizá sí guardan recuerdos, después de todo, las cosas pueden quedarse grabadas de muchas formas.

—Sentimientos, los sentimientos. Ya te lo han dicho en tu sueño, debes buscar luz, y eso se logra con buenos sentimientos, te lo he dicho yo también. Y esperemos que esa sombra negra no esté siendo parte de tu alma.

—Uh, todavía a quién se lo pides —me burlé—, ya dije que la gente se esmera en que los insulte en mi mente.

—Sí, ya me di cuenta que contigo va a ser difícil, la sociedad ya te ha corrompido.

—Gracias —dije con sarcasmo.

—Trata al menos. Trata de hacer las cosas bien, trata de querer. Por ejemplo quieres a tu hermanita, ¿verdad?

Me hice el que dudaba y me dio un leve golpe en el hombro.

—Sí, sí, supuestamente la quiero —admití luego de reír un poco.

—Y a tus padres.

—A mi mamá. Mi papá es idiota —dije con rabia—. Antes creía que las cosas se solucionaban si me golpeaba con su cinturón. Mi mamá lo dejó, aunque a veces va, por ver a la niña supuestamente. Y yo que crecí, ya no le permití seguir abusando.

Eso la hizo bajar un poco la vista.

—¿Cómo aquella vez que terminaste en el hospital?

—Me tomó desprevenido, eso es todo. —Miré a otro lado frunciendo más el ceño.

—Vas a tener que perdonarlo y aceptarlo.

—¡Pf! Ni que fuera religioso.

—Quizá también logres algo enamorándote...

La miré asqueado.

—Iuujj, no. —Se rió—. Eso sí que no.

—Bueno, bueno, te ayudaré a ver si controlas de algún modo eso.

Terminé semidormido en una de las sillas, no había mucha gente, al parecer la señora no era de tener amistades, y Herminia tampoco, solo quedaba unas pocas personas.

—Si gustas ve a tu casa —me dijo.

Estaba bastante cerca.

—Descuida, estoy bien.

—Bueno, entonces vamos a comer algo aquí cerca.

Cerca de estos locales siempre había alguna cafetería o chifa que se mantenía abierto toda la noche para que las personas gastaran su dinero ahí, y claro, desahogar sus penas por el muerto. Pedí una sopa wantan, era lo que más me gustaba de la comida china, entre otros platos.

—Sería bueno que vayas a dormir de todos modos, ya mañana te veré en el entierro si es que aun quieres venir. De aquí los pocos familiares que están ahí, dormirán en las sillas.

—Umm... No tienes mucha familia, ¿eh?

—¿No te llamará tu mamá, no se preocupará? —continuó sin responder.

—No creo. —Encogí los hombros.

—Pues deberías probar, llamarla, y decirle que llegarás tarde.

La miré con pesadumbre, pero al verla fruncir el ceño e insistir, suspiré y saqué mi móvil para marcar el número de casa.

—¿Mamá? Sí. Estoy en el velatorio de la madre de una amiga así que... Sí... ok. —Colgué.

—¿Ya vez que se siente uno mejor así?

Torcí los labios.

—Jum. —Crucé los brazos. Rió y negó en silencio—. Manda sus bendiciones... como siempre.

—Pues gracias.

Llegaron los platos y empezamos a comer.

—¿Y tú? No sé casi nada de ti, solo algunas cosas, como que tienes veintisiete años.

—Yo, nada.

—Vamos, no te hagas la difícil. ¿Estudias, trabajas?

—Estudié. O bueno, pronto entraré en prácticas. Estudié medicina.

—Aah... interesante. Angelita en todos los sentidos.

Me miró fijo.

—Vuelve a decirme así y tu sopa estará en toda tu ropa.

—Wow. ¿Por qué la mía y no la tuya?

—Aprecio mi comida.

—Jummm. Bueno, prefiero no comprobarlo.

La vi reír en silencio mientras jugueteaba un poco con el cubierto. Noté con más claridad las pocas pecas que tenía sobre su nariz, y fue raro, porque nunca antes se me había cruzado el pensamiento "bonitas" al verlas. Estaba sensible por haber estado junto con tanta gente triste.

—¿Te ha golpeado alguna vez una chica?

—Aunque quizá no lo parezca, nunca he sido tan idiota con ellas.

Asintió.

—Me parece bien. —Se percató de mi vista en su rostro—. Qué.

—Las estaba contando —me burlé al tiempo que le daba un leve toque en la nariz. Frunció el ceño y enrojeció. Sí que se había molestado, temí por mi sopa. Levanté las manos a modo de rendición—. Ok, ok. No más bromas.

***

Mi vista se mantenía fija en dos figuras oscuras al lado de mi cama. ¿Quiénes eran? No eran técnicamente nadie en realidad, solo eran dos sombras, inmóviles ahí.

—Largo —gruñí aún con efectos del sueño.

Me removí y terminé con el rostro enterrado en la almohada.

Abrí los ojos luego de un sobresalto, y estaba en mi habitación, sí, pero mirando al techo, sin entes a mi lado. Había sido otro sueño. O quizá no, quizá eran aquellos demonios, pero no supe si uno de ellos había sido Darky.

Era domingo, y en la tarde era el entierro de la mamá de Herminia, así que aproveché la mañana para estudiar algo.

Mi móvil sonó cerca del mediodía, y bufé al ver quién era.

—Hola, amor.

—Hola, bruja loca —le respondí a Diane.

—¿Encontraste a tu amiguita?

—Sí, claro, sino ya te habrías despedido de Darky.

Guardó silencio unos segundos.

—¿Te dijo algo?

Fruncí el ceño, algo le preocupaba.

—Pues no. ¿Tenía algo importante para decir?

—No nada —rió—. Solo que como la hice alucinar cosas.

—Ummm... Seguramente. Pero no, no dijo nada.

—¿Salimos hoy?

—No, gracias.

—Ay vamos, ¿qué clase de novio eres? Quiero que salgamos y... mi madre no estará esta noche.

—No haré nada contigo si eso es lo que quieres.

—¿Y tú lo quieres?

—No.

—Ayyyyy —se quejó, y al parecer rodaba en su cama—. Sabes que veré la forma de hacer que cedas... mejor por las buenas que por las malas.

—Hazlo y liquido a tu demonio, loca —amenacé entre dientes. Volvió a reír, regocijándose, al parecer le gustó mi amenaza, y eso me enfermó. Recordé que de todos modos tendría que citarla para acercarla a Herminia, y ver si su Darky se esfumaba—. Ah, pero sí quiero verte, no en plan de salida de noviecitos, sino... para ver a nuestros demonios, ver cómo están... En caso de que te interese que estemos a la par...

—Tú no vas a controlar lo que haga o no haga con mi demonio. Si yo quiero hacerlo más fuerte, lo haré.

Rayos.

—Como sea, entonces olvídalo, no me verás más.

—Nooo —reclamó en modo infantil—. Bueno te veré, pero solo si luego tenemos una cita.

Le reclamé al techo con la mirada.

—Ya qué.

Chilló emocionada.

—Te digo un secreto... Encontré a otra mujer que tiene un demonio más fuerte. Podemos más bien unirnos y acabar con ese.

Abrí mucho los ojos ante ese dato.

—Sí, sí, eso podría ser interesante.

La escuché regocijarse.

—Está bien, en ese caso entonces sí te veré. ¡Besitos!

Colgó dejándome asqueado.



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