20: Búsqueda

Desperté de golpe, con una extraña sensación. Eso que a veces se decía que uno sentía cuando algo malo había pasado. Claro que yo no creía en esas estupideces, las cosas pasaban porque pasaban y punto, nadie se enteraba.

Algo me molestaba, tenía una extraña necesidad de buscar luz como fuera posible. Pero ya había quedado en que me olvidaría del tema, y me concentraría ya en tratar de seguir con mi vida al lado de esa cosa. Claro que estaba el detalle en que quería que acabara con alguien cada viernes o martes trece porque así se le daba la gana. Aunque ahora que podía controlarlo mejor, quizá ya no iba a poder afectarme.

Me puse de pie y jalé mi laptop, iba a hacerle caso a mi subconsciente o lo que fuera que me estaba jodiendo para que buscara a la luz. Abrí el Facebook, y aunque era bien temprano y no había nadie, tuve que eliminar mi etiqueta de una foto de una de las putitas de cuarto año que creía que etiquetando gente le iban a comentar o piropear.

De un momento a otro me puse a buscar en google, hasta que sin querer di con un texto que me atrajo.

"Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el amor. Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor. (Albert Einstein)"

Vaya, el sujeto estaba loco. ¿Siendo científico anduvo diciendo esas payasadas? Pero era casi lo que Herminia me había dicho. Y no solo era amor, era conocimiento, tiempo, matemáticas y etcétera cosas mariconas.

Seguía intranquilo, pero le quité importancia. Ya era hora de alistarme e ir al odioso colegio.

***

—Recuerden que para su examen les vendrá todo lo que hemos visto desde inicio de año.

Todos se quejaron ante el comentario del profesor. Salió porque tocaba cambio de clase.

—Oye —volteó Joel a hablarme—. Dicen que la Stephanie no ha venido porque algo le ha pasado, estuvo en el hospital pero no dieron con lo que tiene.

—¿No ha venido? —Miré por toda el aula—. Bah, ni cuenta me había dado.

—Conchudo, te la agarras y luego ni atento estás.

—No jodas, no soy su padre.

Sentí la mirada de Diane encima. Uch. ¿Cómo era que eso sí lo sentía? La miré de reojo y le fruncí el ceño al verla lanzarme un beso. Argh.

El día fue largo y aburrido como siempre, y con la inquietud extra que tenía sin saber por qué, no me quedó otra opción que ir a molestar a Herminia después.

Antes de que tocara su puerta, Lucero ya ladraba desde el otro lado. La puerta se abrió, tétrica como siempre, y el perro vino a saludar, mientras Sirio como siempre solo observaba.

—¿Hola? —pregunté.

—Ya voy —respondió de algún lado.

¿Por qué era tan rara siempre esta mujer?

Suspiré y me senté. Lucero trajo su pelota y sonreí. Se la aventé al otro lado de la sala, la trajo. La aventé como para que cayera a la cocina, y la trajo. Miré de reojo al otro que seguía sentado observando a su compañero descerebradito.

Dejé de sonreír pronto. Ese, ese perro no había dado señales de ser un perro normal y común, casi siempre estaba bastante observador. Se dio cuenta de que lo miraba y sacó la lengua para jadear y hacer lo que los perros hacían siempre. Entrecerré los ojos. Quizá había estado lo suficientemente ciego como para no haberme dado cuenta de que tal vez ese perro no era un perro, mientras Lucero servía de distractor.

—¿Y ahora qué te trae por aquí? —Herminia me hizo dar un respingo.

—Eh. —Se sentó en el otro sofá, y Sirio se le acercó moviendo la cola a que lo acariciara. No quería quitarle la vista de encima—. Es que... No sé si siendo como soy, pueda sentir si algo va mal. O si algo malo le ha pasado a alguien, porque de verdad siento eso y no sé por qué. Nunca me ha pasado y no creo en eso, está demás que lo aclare.

—Si no crees entonces no sé qué haces aquí.

—Bah, pero si tú eres la sabelotodo, por eso vengo.

Rió un poco mientras le sobaba la espalda al perro.

—Solo digo lo que creo o he maso menos comprobado.

—Um... —seguía mirando al animal—, y dices que los ángeles también están aquí, ¿no? Aunque yo no he visto ninguno.

—Pues sí.

—¿Tú has visto alguno?

—No.

Qué mentira. Estaba casi seguro de que ese bicho al que acariciaba era uno.

—¿Segura? Porque.... No sé, quizá tienen forma de personas... O animales... Igual que los demonios...

Me di cuenta de que había hablado demás.

—¿Has visto más demonios?

—Eh... Sí. Pero no me son importantes ahora, solo estoy intranquilo.

—¿Te sigue persiguiendo ese del que me hablaste?

—Obvio sí.

—¿Y qué esperas para hacer lo que te dije?

—Es que no es fácil. —Me recosté y deslicé sobre el sofá como si estuviera en mi casa—. Además, este mundo está jodido, oscuro, si un ángel se aparece sería devorado por los demonios. Eso creo yo. —Volví a ver al perro—. Por eso se ocultan...

—No lo sé. Creo que estás equivocado. —Le empezó a rascar la panza. Maldito bicho, sí que gozaba—. Se necesita mucha energía negativa para formar un demonio que tenga un buen nivel de poder. Pero así como los pensamientos, que necesitan muchos y constantes para ponerte mal y aumentar tu nube negra mental, tan solo un poco de bondad, un poco de esperanza, un poco de felicidad, es capaz de aplacar todo eso. La luz siempre brilla en la oscuridad, recuerda.

¿Qué significaba?

—¿Me estás diciendo que a pesar de ser posiblemente más poderosos, no son capaces de presentarse?

—No es eso. Podrán ser quizá más poderosos pero no sabemos cuántos son.

—Ja.

—Ni cuáles son sus intenciones. Si es que tienen alguna.

—Yo creo que son mitos. Si es que están, solo están por estar. Pero ya vez que no hay ningún plan, no está Dios diciendo: "ah, sí, a ti te daré este problema para que entres en desesperación luego abras los ojos, y encuentres tu camino. Porque me dedico a planearle la vida a cuanto ser miserable hay en la tierra".

Soltó una leve risa y se aclaró la garganta, deteniéndose.

—Bueno. Debes irte. —Se paró casi de golpe—. Si dices que algo está mal, algo debe estar mal. Y si no, pues imagino que tienes tareas, que aun estás con el uniforme del colegio. Vete.

—Uch, bieeen. —Me puse de pie de mala gana.

Tiró de la corbata de mi uniforme haciéndome soltar una exclamación de sorpresa.

—Ten cuidado, no noto buena aura cerca de ti.

—Tranquila, nena.

Me empujó asqueada y reí.


***

Así que un pensamiento positivo era más poderoso que uno negativo. La luz brillaba en la oscuridad. El problema era que era difícil andar de bueno, con lo que la gente se esmeraba en darme ganas de insultarlos y hablar mal de ellos.

Suspiré. Ya había pasado un día, y seguía con la molestia de que algo había pasado, pero seguía terco. Stephanie no había ido hoy tampoco, así que pensé en ir a verla, quizá era eso lo que me tenía fastidiado, aunque no sentía nada por ella, ni por nadie, no había motivo para que estuviera con el fastidio.

Ya qué.


Cuando llegué a la casa de Stephanie, su madre me recibió con cara de preocupación y me hizo pasar a verla. Estaba en su habitación, y aunque fue raro subir, tuve que hacerlo.

—Traeré algo...

—No, no se preocupe, gracias.

La señora me dejó con ella. Apenas la había visto, ya sabía lo que tenía. Energía negra en su cuerpo. Estaba algo pálida, mirando a la televisión y a la vez a la nada.

—Oye...

—Alex —murmuró—. Mi madre no me quiere creer, pero ¿puedo decírtelo sin que me creas loca?

Sonreí. Ya lo sabía.

—Claro. Mientras tanto cierra los ojos.

Lo hizo, parecía hipnotizada o algo así. Extendí las manos e intenté mover esa masa negativa que podía detectar.

—Vi un demonio.

—¿Qué más?

Fruncí el ceño, la cosa no quería salir así nomás. El gato se asomó por la ventana.

—Estaba con alguien, ella era diabólica, no sé qué pasó, no sé por qué. —Le brotaron lágrimas.

Se quejó de dolor por lo que yo estaba tratando de retirarle lo que tenía. Empezó a salir, ya que había puesto toda mi voluntad en ello. No entendía aun porqué se me dificultaba un poco si la horrible de Diane podía muy bien, y yo ya era más fuerte que ella.

Stephanie se curvó quejándose otra vez y la masa de energía salió por completo. Quedó dormida. Mandé la masa negra hacia el gato y la absorbió. Respiré con alivio.

Ya suponía que había sido Diane, había hecho bien en venir, o Stephanie habría muerto por eso. Salvo que la hubieran llevado con otro brujo, pero dudaba que sus padres supieran de eso o que siquiera creyeran en eso.


***

Un día más, y a pesar de haber ayudado ya Stephanie y saber que se estaba recuperando de su "rara" enfermedad, no me sentía tranquilo.

Ya era sábado y tocaba que llegara Jenny con su séquito de religiosos, sin embargo cuando abrí la puerta, ella no estaba, solo su madre y hermano loco, que me miraba como si ahora yo fuera peor que el anticristo.

—¿Qué pasó con Jenny? —quiso saber mi madre.

—Ay señora Carmen, no sé —dijo con angustia.

—Yo estoy seguro de que alguien la ha convencido de que se escape y peque contra el señor —aseguró el hermano, plantándome la mirada de rencor.

—Si lo hizo, bien por ella —me burlé.

—Ella no es así, ya hemos rezado y rezado para que vuelva...

—Siga rezando y la verá en su cielo cuando usted muera de anciana —volví a burlarme.

—Alexander. —Mi madre callándome otra vez.

Me encogí de hombros y caí sentado en el sofá.

—Yo sé que tú te la llevaste a algún lado —me señaló el gordo.

Lo miré de reojo y con el ceño fruncido.

—¿No sabes dónde puede estar? —preguntó su mamá—. Por favor, si tú la has hecho irse a algún lado, o alguno de tus amigos. ¿A dónde la llevaste? Entiende que significa mucho para mí, es mi hija...

—Ya, ya, señora. No. No habló con mis amigos y casi ni la vieron por... —Mi cerebro hizo una especie de clic.

Diane.

—¡Te lo dije! ¡Él le ha hecho algo! —empezó a reclamar el hermano.

Me levanté de golpe y los dejé en medio de su griterío. Corrí y corrí hasta que llegué a la casa de Diane, toqué la puerta con algo de desespero, la chiflada abrió y se colgó de mi cuello para besarme pero la aparté.

—¿Qué le has hecho? ¡Habla ya!

—No sé de qué hablas —respondió como si nada.

Entró y la seguí.

—A mí no me engañas. Atacaste a Stephanie, y estoy seguro de que también le has hecho algo a Jenny solo porque me viste con ella. ¡Loca! —Rió y la tomé por los hombros dándole la vuelta para que me viera a los ojos—. Habla, no estoy jugando.

—¿O qué harás?

Apreté los dientes.

—Esto no es gracioso. Las cosas son entre nosotros, no tienes porqué meter a más gente en esto.

—Yo hago lo que se me dé la gana. —Me dio un rápido beso en la punta de la nariz y la empujé.

Volvió a reír.

—¡Dilo ya!

De un segundo a otro pasó a mirarme con profundo odio y cruzó los brazos.

—Tanto te importa...

—Es una persona, y no ha hecho nada malo como para que merezca que una loca le haga daño.

—Pues es tarde. Eres mío, y no debió tocarte.

—¡Ya basta! ¡Ya te dije que eso no es así, dime dónde está!

Soltó una enfermiza carcajada, ya empezaba a asustarme.

—No está —dijo sonriente—. La maté.

El aire se me escapó y sentí que mi presión arterial junto con mi temperatura corporal bajaban de golpe.

—¿Qué?

Empezó a reír de nuevo.

—Uh, no me gusta cómo te has puesto —se acercó y acarició mi rostro—, es mejor así.

No. ¿Qué le diría a su madre? Creerían que había sido mi culpa. Llevé mis manos a mi cabeza.

—¿Qué le hiciste? —pregunté con cautela.

—Tranquilo, no la encontrarán.

—No. ¡Dime qué le hiciste ahora mismo! —Volvió a reír. La sacudí por los hombros—. ¡Ya! ¡Ya deja de jugar!

Eso la hizo reír más. Gruñí y bufé completamente frustrado mientras ella apretaba su estómago con sus brazos y caía sentada en su sillón.

—Maldita sea —susurré entre dientes.

Gato apareció a mi lado en su forma de demonio listo para combatir. Ella dejó de reír y se mordió el labio inferior. Cruzó las piernas y llevó su dedo índice a su mentón.

—¿Sabes que te ves súper sexy así todo enojado?

—Cállate. —Apreté los puños. Darky apareció—. Sabes bien que puedo vencerlo ahora, y te quedarías sin él.

Cambió de expresión nuevamente. Ahora parecía chica víctima, inofensiva y abusada.

—No sé por qué haces tanto drama —se quejó—. Ja. Bueno, es verdad... Como sea. No, no la he matado, pero pronto.

—¿Dónde está?

—No sé...

—¡¿Otra vez te pondrás con lo mismo?!

—Ya te dije que está viva, pero para saber dónde, debes hacer algo...

—No estoy dispuesto a jugar con alguien que hace trampas.

—Dame un beso, y prometo que te lo diré. —Levantó la mano como si estuviera jurando.

¡Argh, esto no podía estarme pasando!

—Júralo por Darky —refunfuñé—. O te despides de él si me mientes.

—Lo juro. Pero no solo debes darme el beso, debes además alejarte de las perras. Creí habértelo advertido ya antes. Y no daré terceras oportunidades.

—Y yo te juro que si haces algo desapareceré a Darky —la amenacé apuntándola con el dedo.

Rió y me hizo señas para que me le acercara. Me quejé y di una rápida mirada al techo, como preguntándole al tal Dios si se estaba divirtiendo con eso. Joel tenía razón, era como una mujer abusada.

—Sabía que aceptarías, eres tan fácil —susurró antes de tirar de mi brazo y hacerme caer sobre ella mientras me recibía con un apasionado y algo salvaje beso.

—Rayos —logré decir, separándome un poco—. No vuelvas a decir eso de mí, lo hago porque no me dejas otra opción.

Asintió satisfecha consigo misma y volvió a tirar de mí. La besaba pero no sentía nada, no la deseaba, solo quería largarme. Me hizo meter la mano debajo de su camiseta y tocarla, y aunque no quería estar cerca, no me negué a eso, jugué un poco con su pecho. Mordió mi labio y se curvó contra mí.

Recordé que cada hora que pasaba era crucial, así que intenté ponerme de pie.

—Oye —reclamó.

—No. Oye tú. Solo quedamos en un beso, no armar una escena porno. Ya debo irme.

—Bueno —aceptó a regañadientes, liberándome, ya que me había atrapado con brazos y piernas—, ¿pero para la próxima? —Logró darme un par de besos más.

Ahora parecía novia normal y melosa.

—Dime dónde está —insistí poniéndome de pie.

—¿Pues dónde más? En el cementerio. Tontito.

Negué. Qué pintoresco. Me fui casi corriendo de su casa, sintiéndome usado y tonto de verdad.


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