2: Estas son las reglas

Salí corriendo con todas mis fuerzas del lugar. Quería olvidar el asunto, eso tenía que ser un sueño, ¡Era un sueño, el gato no podía haber hecho eso, era imposible! Eso era un sueño, no me cabía duda.


****

Me encontraba semi dormido y abrí los ojos por culpa de un ruido en mi habitación. Apenas había logrado conciliar el sueño gracias a la noticia del niño esparcido en la pista. Divisé un bulto en la esquina y no quise ver mejor para no lograr distinguir lo que era. Lo debía admitir, estaba asustado, era un cobarde. Después de unos minutos el bulto ya no estaba.

Pasé toda la noche despertándome de rato en rato por una extraña risa que se escuchaba en mi jardín. Tampoco quería asomarme a ver qué la producía. Era chillona y malvada.

Me desperté de golpe por otro ruido, ya era de día. Mi vista se dirigió enseguida hacia el animal negro que salió corriendo de mi habitación.

—Ese gato roñoso.

Salí disparado detrás de él y lo perseguí hasta el jardín, donde trepó por la pared y desapareció de mi vista. Me alisté para ir al colegio, pero al llegar ahí, las clases habían sido suspendidas por ese día, por el niño muerto de ayer.

Suspiré con pesadez, me había propuesto retirarme e ir a vagar por ahí cuando mis amigos se unieron a mi caminata.

—Lástima lo del niño —dijo uno a mi costado.

—No quiero hablar de eso —le dije.

—¿Van a ir al velatorio? —preguntó otro.

—Sí, vamos por ahí...

Suspiré con pesadez y me dejé arrastrar por ellos.

La familia estaba en la iglesia "la consolación", en una de las salas especiales para estos eventos. Se encontraban muchos profesores y alumnos también. Me angustiaba pensar que quizá la culpa de todo esto la tenía yo. Yo había golpeado al gato y por eso había sido atropellado.

El nudo en mi garganta no me dejó hablar bien cuando tuve que darle el pésame a su madre a quien ni conocía. Mientras le daba el abrazo vi con el rabillo del ojo al gato asomándose por la entrada, me separé casi de golpe para ver mejor y ya no estaba. Nos fuimos a sentar.

—Dicen que el conductor está desaparecido.

—Seguro, sabe lo que le espera.

Yo estaba en silencio sepulcral mientras oía lo que decían. Si supieran que quizá el principal culpable era yo. Yo, que de algún modo, había atraído a un demonio. Nunca debí ir a esa capilla, seguro por mi malcriadez, Dios se había enojado y me lo había mandado como castigo. ¿Para eso sí sirves, eh?

—Debes tener más cuidado con tu hermanita —dijo uno y me sacó de mis pensamientos.

—Cruza las calles sin mirar —murmuró Joel.

Mi media hermana, Melody, de siete años. Iba en otro colegio pero nunca me había detenido a preocuparme por si llegaba bien o caminaba con cuidado. Vaya, qué mal hermano era. Me caía odiosa pero no era motivo.

Me dirigí a casa. Había intentado contarles a mis amigos lo que había pasado pero terminaron riéndose por mi buena "historia de terror". Sí claro, si supieran los malditos, los envidiaba.

Al entrar a casa me espanté. Mi pequeña hermana estaba jugueteando con el desgraciado animal ese.

—¡Aléjate! —grité.

El animal salió disparado hacia el jardín. Ya estaba harto, lo peor era que si le hacía algo alguien más podría pagar. Esto era una maldición. Me dirigí a mi computadora para averiguar lo que podría ser esa cosa infernal. Mi hermana se acercó a darme quejas.

—¿Por qué lo botas? —me reclamó— Lo he adoptado...

—Cállate, no aguanto tu voz chillona —abrí el Google y este demoraba en cargar, ¡basura!

—¡Es muy bonitooo! —zapateó— ¡Siempre quise un gato negrooo! ¡Mamá!

—¡Que te calles!

Se abalanzó a apagar la computadora y empecé a forcejear con ella, mi madre apareció y empezó a gritar.

—¡Oye manganzón, suelta a tu hermana! —gritó como loca.

—¡Mamaaaaa! —chilló la enana— ¡Alex botó a mi gatoooo!

—¡Alexander!

—¡Tengo motivos para desechar a ese animal! —me defendí.

—¡Estás loco, no te ha hecho nada! —Interfirió mi hermana.

—¡Ve a traer al gato! —ordenó mi madre.

—¡Nunca!

—¡Mamá, míralooo!

—¡Alexander, contaré hasta tres!

Me levanté de golpe y tiré la silla lleno de furia.

—¡Bien! ¡Iré por el bicho, y que te mate si quiere! —le grité a mi media hermana.

Ambas quedaron viéndome espantadas mientras me iba. Salí de la casa y azoté la puerta al cerrarla. Caminé hacia el parque más cercano, busqué al animal pero no había por ningún lado. ¿Pero en qué estaba pensando? Probablemente el zarrapastroso volvería, total, estaba seguro de que estaba poseído.

—Alex —dijo una fina voz.

Me di vuelta.

—Diane...

—Supe lo del niño del colegio —murmuró apenada—, esas cosas pasan supongo.

Ella siempre había sido mi amiga, vivía cerca además. Quizá si le contaba lo que me estaba pasando, me creería. Ya iba a abrir la boca cuando vi un cuervo posarse en la banca más cercana y quedé frío. Ella pareció notarlo y volteó. ¿Qué hacía un cuervo aquí?

—Algo raro, ¿no? —dijo ella— Los cuervos no son de aquí...

—Debo irme...

Me alejé de prisa. Quizá el demonio no sólo podía presentarse en forma de gato negro. ¿De cuántas formas habrá estado presente antes? Algo me decía que había intentado decirme que esto nadie lo debía saber o lo pagaría también. Eso no lo soportaría.

Entré a casa, mi hermana estaba llorando y siendo consolada por mi madre, quien me miró con mucha molestia. Le retiré la vista y fui a mi habitación. Me dejé caer en el colchón, mirando fijamente hacia el techo.

—¿Quieres que tu hermana muera? —murmuró una horripilante voz.

Abrí los ojos como platos mientras escuchaba esa baja risa endemoniada que no me había dejado dormir, me reincorporé con lentitud y pude divisar al hombrecillo sentado contra la pared. El mismo de globos oculares negros y cara arrugada, en una milésima de segundo su forma cambió y se convirtió en el gato negro.

—Lárgate —le dije entre dientes.

—Responde, ¿quieres que muera? —habló el animal.

—¡Por supuesto que no!

—Lo suponía. Para la próxima debes tener más cuidado con lo que digas...

Escuché un grito y salí disparado.

Mi madre se había resbalado y caído, pero estaba bien y ahora le estaba pidiendo a mi hermana que la ayude a ponerse de pie. Sentí que le presión me bajaba por el susto.

Volví a mi habitación hecho una furia.

—Humano tonto...

—Qué es lo que quieres de mí —le escupí las palabras.

—Solo que sigas algunas reglas ahora que estaré contigo...

—¿Tú aquí? ¡Quiero saber qué hacer para que te largues!

—Lo siento, desde que me viste en mi real apariencia no podré dejarte. —Llevé las manos a mi cabeza completamente angustiado. Esta cosa se creía que podía jugar conmigo por el resto de mi vida—. Seré específico. Estaré aquí y harás lo que yo diga...

—Sí claro, ¿y qué te...?

—Si no lo haces, alguien de tu familia morirá —me interrumpió. Me quedé frío— No es todo, cada martes trece tendrás que ser responsable de la muerte de alguien, serán trece también. Va una...

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