19: Ataque

Diane

A pesar de haber tratado de alejar a la perra de mi Alex, otra vez se le había pegado, y peor, ¡lo besó en mi cara!

Mi móvil sonó.

—¡Qué!

—Te traigo el chisme —habló una amiga—. Alex volvió luego de irse con esa rara que se había llevado, y adivina, te estuvo buscando.

Mi corazón brincó.

—Ah... ¿Sí?

Rió un poco.

—Pero al no encontrarte, se agarró a la Stephanie y se dieron un encierro en el baño.

¿Qué?

Jadeé por la amarga sorpresa.

Colgué con el pulso ya acelerado. Aventé el aparato contra la pared y no me importó lo que se hiciera. Caminé furiosa de un lado para otro, tomé mi almohada y empecé a golpear todo lo que pude, gritando como desquisiada. Mi almohada se destrozó, pero seguí, tiré de mis sábanas, las aventé lejos, tiré mis cosas.

Caí en mi cama y solté una baja risa, ella no sabía con quién se había metido. O mejor dicho, con quiénes.

Las noticias sonaban desde la sala.

"—Los vecinos dueños de negocios aseguran que ya no se siente pesadez en la casona, incluso al entrar se respira paz.

—Yo estoy seguro que la mano de Dios pasó limpiando."

Bufé. ¿La mano de Dios, o el idiota de Alex?

"—En otras noticias, familia trujillana llora el extraño incidente. Su hijo apareció inconsciente y al llegar al hospital, los doctores luego de atenderlo lo declararon en estado de coma. Dicen que no es el primer caso.

—¿Será una enfermedad... " —El televisor fue apagado.

Suspiré aun tendida en el colchón.

—Darky. —Apareció a un costado—. No sé cómo pero llama a ese otro demonio. No voy a darles la información de esa bruja positiva hasta que me ayuden con un par de asuntos.

Se esfumo con una siniestra sonrisa. Él sabía a qué me refería.

Bajé a comer algo. Ahí estaba mi madre, y un tipo, el mismo de hacía poco, en el sofá. ¿Qué se creía, que ya podía aplastarse aquí?

—¿Qué hace ese aquí? —prácticamente escupí las palabras mientras agarraba un pan.

Mi madre abrió mucho los ojos a modo de advertencia.

—Él va a quedarse aquí te guste o no.

—¿Que acaso no tiene su propia casa? ¿No tiene a dónde llevarte? Yo puedo quedarme aquí.

—No te vas a quedar sola desde que —se silenció unos segundos—, desde que tu tío dijo haber visto un espíritu demoniaco.

Rodé los ojos. Ningún tío había visto a Darky, sino otro de sus amantes. Ja, había salido despavorido, y con este no sería la excepción. El sujeto vino a sentarse a la mesa y arrugué la cara.

—Diane. Sé que no me creerás quizá, pero lo mío con tu madre es serio.

—Hace unos días no me conocías.

—Ya pero es que ella no me había dicho... —Guardó silencio al darse cuenta de lo que decía—. No había venido aquí antes, pero llevamos varios meses juntos.

Fruncí más el ceño.

—Mamá tiene más de cuarenta y...

—¡Diane! —me calló ella.

Sonreí de lado. ¿Por qué no les gustaba que dijeran sus edades? Si se les notaba a las muy perras.

—Bueno, como sea, ya que decidiste aplastarte aquí, espero contribuyas económicamente.

Mi mamá bufó pero él no.

—Pues sí, mitad y mitad.

—Qué miserable.

—Diane, no puedes esperar a que un hombre pague todo.

—Claro que sí. Mi novio, él paga todo —aseguré con orgullo.

—¿Cómo es eso? —reclamó ella—. No me lo has presentado, jovencita.

—No te interesa.

—Claro que sí. Si tienes novio, hazlo venir. Nada de estar saliendo a escondidas por ahí, o haciendo espectáculo en la calle.

—No eres nadie para darme esas órdenes. Y tú —miré al tipo—, no pretendas ser mi padre, no tengo padre, hizo bien en dejar a esta zorra... —No pude seguir hablando, mi madre loca me había dado una bofetada. No muy fuerte pero lo suficiente.

El sujeto extraño le tomó la mano y empezó a decirle cosas pero yo no escuchaba. Miraba hacia abajo, con mi mejilla caliente y ardiendo.

—Déjame, Mario, yo no sé qué he hecho para que esta niña me pague así —empezó a lloriquear—. Malcriada, mala hora, mala hora en la que la tuve.

Se fue y él la siguió.

Darky apareció a mi lado, casi no podía verlo pero ahí estaba. Mis apretados puños temblaban sobre mis muslos, pero al estar él cerca, el dolor era reemplazado por rabia, eso solía ser así. A pesar de que su energía negra era mala para mí, era lo único que tenía que podía considerar "amigo" aunque no fuera un ser vivo, aunque yo para él no fuera nada, nada más que un simple buen trato para seguir creciendo.

—Está por llegar.

Eso me bastó para volver a la realidad. Retomé mi expresión de frialdad y me puse de pie, como si mi mamá no estuviera por la sala siendo consolada por un sujeto que no conocía, como si nada pasara, y subí a mi habitación.


No pasó mucho tiempo, me había entretenido haciendo algunas de las tareas de fin de semana, cuando ese demonio apareció.

—Mi dueña está interesada en acabar con la mujer de energía positiva que encontraste.

—Ya, pero ella va tener que ayudarme primero con algo.

—No está interesada en tus cosas personales. —Sus ojos parecieron hacerse más negros y vacíos de lo que eran.

Me sorprendí, su poder tenía más alcance.

—Entonces que la busque sola.

—Da la casualidad de que la ha visto, pero se protege bien, así que ayudará. —Se puso de pie—. ¿Qué hago primero?

Sonreí.

—Quiero que sigas a una chica en particular. De la otra me encargo yo.

El ente sonrió con malicia.

—Conozco a Alex, también la he visto a ella. Descuida, la tendrás.

Parpadeé varias veces, confundida. Así que ya conocía a Alex, de seguro esta cosa patrullaba la ciudad. ¿Cómo era que no me lo había topado antes? O quizá no le interesaba hacerse más fuerte, quizá me había visto pero no me había importado, ni Alex. Y así como ese quizá había más.

No era momento para preocuparme.

—Muy bien. Cuando la tengas me dices, la quiero en el cementerio, tú sabrás cuál. Aunque —tensé los labios—. No sé cómo harías para llevarla...

—Es fácil. —Me espantó al tomar la forma de un niño.

Bien podía ser confundido, si esa persona no era de las que podían sentir el aura, o la energía de alguien.

—Claro, lo había olvidado.

Y era cierto, ellos podían convertirse en casi todo, dependiendo de su poder. Siempre dispuestos a hacer cosas negativas para quien fuese, sin embargo los otros... A esos nunca los había visto por más que había rogado de niña, nunca dieron ni una señal de existir, eran unos malditos remilgados.


***

Toqué la puerta, Alex me abrió con el ceño fruncido, le sonreí.

—¿Qué pasa?

—Me estuviste buscando anoche...

—Sí, pero... ¿Cómo sabes? Ah, seguro tu monstruo ese.

—Maldito. —Apreté los puños. Él se asustó.

—¿Qué?

—Maldito, me estás engañando.

—Oye, oye. Loca. —Salió y cerró la puerta—. No me vengas con esas cosas, tú y yo no estamos, ya te lo he dejado bien claro. ¡No sé cómo hacerte entender!

—Te vas a arrepentir.

—Pues no veo cómo, mi gato ahora es más fuerte que tu pajarraco ese —sonrió arrogante—. Somos los reyes de la ciudad, ¿cómo te quedó el ojo?

Sonreí y lo miré con dulzura, confundiéndolo.

—Mi rey —me pegué a su cuerpo—, yo que tú no estaría tan feliz. Yo podría sin problemas buscar más energía y hacer más fuerte al mío.

Eso no pareció gustarle.

—¿Qué ganarías con eso? Sabes que hagas lo que hagas no voy a estar contigo así porque sí, el amor apesta.

Me aparté de golpe.

Nos miramos por varios segundos. Aunque no quisiera admitirlo el muy tonto, él siempre me había mirado de forma distinta, conmigo se juntaba seguido en el receso, hablábamos mal de varias cosas, criticábamos a las personas o nos burlábamos de alguno que otro compañero. Era mío.

—Ya verás... —Me fui.


Muy de noche, usando un suéter negro con capucha, fui directo a la casa de Stephanie.

Quedé observando cómo la muy perra al parecer estaba en su habitación. Darky se elevó y fue a su ventana, así pude verla también, por primera vez él me permitía eso, antes solo me decía las cosas.

Hablaba por teléfono, echada en su cama como marsopa la muy maldita, con las luces apagadas quizá esperando dormirse. Volteó a mirar hacia Darky, era casi imposible que con tremenda carga negativa nadie lo notara. Sonreí al saber que seguro estaba sintiendo esos escalofríos, esa sensación de que indudablemente algo te observaba.

Con evidente temor se puso de pie y cerró las cortinas, pero eso no le serviría.


A la siguiente noche fuimos a observarla otra vez. Y a la siguiente. Ya empezaba a ponerse incómoda, eso me encantaba, ver su miedo. Sus padres saldrían, así que la cuarta noche la pasaría sola, era perfecto, era el momento. Darky me había pasado las imágenes de su casa. Tenía un buen jardín trasero, era medio adinerada, y eso me hacía odiarla más. No había tenido que pasar por las cosas que yo, y mucho menos tendría problemas ni preocupaciones, no como yo que a veces mi madre decía que no había mucho para comer, o que no podía salir a alguna reunion para no gastar.

Apreté los puños. Las luces se apagaron, la chica se acomodó en la cama luego de dejar algunas luces encendidas.

Por alguna razón, la madrugada le daba más fuerza a la oscuridad. Eran aproximadamente las tres de la mañana. Mi madre una vez dijo que era la hora mala, la hora del demonio, no le creí, yo creía que Dios nos cuidaba siempre.

La verdad era que él estaba más lejos de lo que quizá pude haber temido alguna vez. Mi abuela dijo que los ángeles existían, que los había visto. ¿Cómo era que yo no? No le creí tampoco a ella. Pero al parecer en las madrugadas las personas buenas dormían, por lo tanto los entes oscuros podían moverse y actuar mejor.

Me escabullí al jardín. Darky se volvió mis ojos otra vez y desapareció de mi lado, dejándome ver lo que él hacía.

Entró a la habitación, posicionandose al lado de su cama. Ella pronto empezó a recibir el ataque de su energía. Empezó a incomodarse y de seguro tener algún mal suño. Ja. Pesadillas le daría por el resto de su vida, por haber estado con mi Alex.

Abrió los ojos con susto.

—Stephanie —susurró Darky con el viento.

Aguanté mi risa al verla espantarse con ese simple truco de miedo. Se reincorporó de golpe y miró a su alrededor.

—Vete al carajo —murmuró.

También creía que hablando así se iría la entidad, pero no sabía que no dependía de una mala palabra sino de cuán acertivo eras, de tu fuerza, y de tu mente. Su tembloroso murmullo no alejaba a mi poderoso demonio.

Darky se hizo levemente visible, haciendola abrir los ojos como platos. Sonreí, y él también. Con fuerza se lanzó a ella y tiró de sus piernas haciendola chillar como loca. La arrastró hasta afuera de su habitación mientras ella solo lloraba y arañaba el piso en su inútil intento de escapar.

Solté una corta risa cuando se puso a rezar en voz alta y llorando aun. Darky la había soltado cerca de las escaleras, eso me hizo recordar a la ex amante de mi padre, la tonta que se cayó por miedosa.

Stephanie pareció calmarse al ya no verlo pero seguía temblando.

—Esto es por haber sido mala.

Eso la volvió a espantar. Volteó y me vio de pie cerca de la mampara de vidrio que daba a su jardín. No la dejaba ver mi rostro, la luz de la noche hacía contra luz en mi silueta, y la capucha ayudaba también.

—¿Eres el fantasma? —preguntó con la voz quebrada—. Vete o rezaré.

Reí.

—¿Ya conociste a Darky?

Este se apareció detrás de ella y no tuvo que voltear a verlo, con solo sentirlo bajó corriendo las escaleras. Quizo correr a la salida de su casa pero le di encuentro y la tiré de los cabellos con fuerza desmedida, haciendola chillar otra vez. Reí de forma intensa al escucharla implorar y llorar mientras la arrastraba por el piso hacia el jardín.

—Llora más, maldita puta, llora. ¡ANDA, HAZLO! —La sacudí con violencia.

Ella chillaba, gritaba. Así estaba bien.

De un último tirón la aventé contra la hierba. Por andar con dietas la tonta era muy ligera y débil.

Chasqueé los dedos y Darky flotó sobre ella, haciendo que se perdiera en el espanto de sus ojos negros y vacíos, quitandole la respiración. Empezó a luchar por conseguir algo de aire siquiera.

—¿Qué pasa, no respiras? —me burlé.

Darky se alejó y ella tomó toda una bocanada de aire, poniéndose a toser luego y llorar.

—Toma lo que quieras y vete —pidió en sollozo.

—Lo siento querida, lo que a mi me gusta es tu sufrimiento.

Su llanto se agudizó y aumentó, pero Darky volvió a acercarse y la empezó a asfixiar otra vez. Mi sonrisa se ensanchó, podía estar toda la noche así, pero algo más se presentó.

Volteé. Del lado más oscuro salió el demonio de la mujer desconocida. Sus alas habían sido la oscuridad de esa esquina. Tenía una macabra sonrisa de lado.

—La tengo.

Eso me sorprendió. Ya tenía a la cucufata, era perfecto. Mi rabia se fue enseguida con ella, quería venganza por haberse atrevido a besar a mi Alex frente a mí. Miré a Stephanie, Darky también y sonrió con malicia. Abrió la boca llena de filosos dientes y soltó su chillido infernal, el cual a mi parecer no se diferenciaba del que ella también soltó al verlo así.


***

El otro demonio me guió por las oscuras calles de la ciudad.

¿Para qué querer inútiles ángeles, si con dos demonios nadie se me acercaba? Bastana con sentirlos, todo ser huía. Animales y personas, muchos de forma inconciente incluso.

Ángeles. De nada servían, si es que existían. Ellos permitían que las cosas malas pasaran, si es que alguna vez alguien dijo verlos era porque les había convenido.

Ángeles. Inexistentes en este mundo sucio, podrido, lleno y repleto de energía negra.

Alcé la vista y vi el cementerio.

—Muy exótico, ¿no? —le comenté a Darky cuervo que estaba en mi hombro.

El otro animal volteó a verme.

—Ella vendrá pronto con tu víctima. El guardia se ha ido... gracias a mí. —Tensé los labios. ¿Ella? Al parecer era alguien en quien una tonta cucufata confiaría, y claro, siendo religiosa de seguro confiaba en cualquier mujer—. Recuerda que luego de esto, nos dirás quién es la mujer de energía blanca.

Pronto me encontre sola con Darky en aquel lugar. Escuché voces.

—Anda, ahí está —escuché que decía una mujer—. En la sección de niños... Espero así le reces para que pueda pedirle perdón por mi pecado...

La vi asomarse y tomar el camino hacia donde estaba yo. Sonreí satisfecha.

A mí me encantaban los gritos, los de ella no serían excepción.



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