Capítulo 5
~León~
—Déjame ver si entiendo, León —dice Marcos, confundido—. Viste de nuevo a la chica que llamabas engendro, la que te follaste y después mandaste a volar, ¿y estás insinuando que has ido al gimnasio con la esperanza de hablar con ella?
—Dicho de esa manera suena muy mal...
—¿Y qué crees, genio? Estoy seguro de que tu exhermanastra te odia.
No le respondo porque sus palabras tienen mucho sentido, quizás por eso es que no ha regresado al gimnasio. Hace una semana desde que nos encontramos y la he buscado con la mirada cada vez que voy, pero ha sido en vano. Puede que ella esté yendo en un horario distinto al mío o que Marcos tenga razón.
—Ahora entiendo tu empeño de ir todos los días a "hacer ejercicios" cuando solo entrenabas tres veces a la semana —continúa con ironía.
—No sé hasta dónde quieres llegar...
—Y encima alejas a Mera, la chica perfecta para ti.
Mi amigo siempre ha querido lo mejor para mí, de eso no tengo ninguna duda, pero lo que me molesta es que él está empeñado en hacer de Cupido a toda costa. Odio su insistencia para que no esté solo, no entiende que estoy bien así.
—No sé por qué tienes que mencionar a Mera en esta conversación.
—¿Sabes qué creo? —Niego con la cabeza—. Que siempre te gustó Gala, solo que por alguna razón estúpida te negabas a ello.
No contradigo lo que ha dicho, sé que entre nosotros hubo cierta química que nos hizo acercarnos como lo hicimos. Pero no era suficiente para decir que me gustaba, yo amaba a otra chica.
¿Eso era amor? Demonios, estoy confundido.
—Si lo que tratas de decir es que quiero hablar con ella porque me gusta, estás equivocado. Solo me da curiosidad su vida, qué ha hecho. Además, no le veo problemas a ser amigos.
—Ay, León, eres demasiado tonto y terco. Mi consejo, aunque sé que no te importa, es que te mantengas alejado de ella.
Me revuelvo los rizos varias veces y me masajeo la nuca debido a la frustración de no saber qué hacer. Marcos tiene razón, es mejor alejarme de Gala y dejar las cosas como estaban. El problema es que me causa mucha curiosidad su vida, quiero saber si es cierto que me odia o ya pasó página.
Demonios, ni siquiera me reconoció y tiene novio. Uno muy desagradable.
—Es cierto lo que dices, estoy loco —admito al fin, causándole una sonrisa de satisfacción a Marcos.
—Lo eres —dice entre risas—, también un alma buena que quiere quedar bien con todos.
—Cambiemos de tema —alego a la defensiva—. ¿Cómo está Kim?
Los ojos de Marcos se iluminan cuando menciono a su novia. Es increíble, nunca pensé que él se enamorara de esta manera.
Me cuenta todos los detalles de los planes de su boda, menciona cada cualidad que ella tiene y lo afortunado que se siente de tener a una mujer así en su vida.
Me cuesta un poco emocionarme con todo lo que dice, es que es demasiado perfecto para ser real, debe haber algún fallo.
Asiento a lo que dice y sonrío para que no se dé cuenta de mis pensamientos pesimistas en torno a su hermosa relación. Soy un amargado, quizás estoy mal y sí se puede tener un amor bonito sin contratiempos.
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El calor se extiende por todo mi cuerpo dándome esa sensación dolorosa, pero a la vez satisfactoria que me impulsa a seguir adelante. El pelo se me pega en la frente y el cuello debido a los sudores, mas sigo elevando todo mi peso mientras sujeto la barra que me sostiene.
Amo este deporte por los múltiples beneficios que proporciona, también porque puedo practicarlo en cualquier lugar donde me encuentre. Esto es muy importante para mí, ya que mi trabajo demanda mucho tiempo y a veces no puedo venir al gimnasio.
Me dejo caer al piso, satisfecho de estas dos horas de entrenamiento. Como ya es costumbre, muchos me miran con la sorpresa plasmada en sus caras. Me parece divertido, no voy a negar que disfruto la atención que algunas veces me dan.
Con una toalla pequeña me seco el sudor y saco de la mochila una botella de agua. Es en automático que recorro cada rincón de esta lugar en busca de ella. No la veo, quizás está en otro sitio fuera de mi visión o simplemente no vino.
¿Será que no quiere volver a verme? Puede que Marcos tenga razón y ella me odia.
Decido no seguir con estos pensamientos, la realidad es que no me llevan a nada bueno. Es mejor así, dejar el pasado tranquilo y hacerme a la idea de que no existe y yo no existo para ella.
Con esto claro, me engancho la mochila y camino con rapidez hacia la salida.
—León.
Detengo mi andar y me doy la vuelta despacio. Un escalofrío me recorre entero al ver de quién se trata. Es raro escuchar esa voz decir mi nombre después de tanto tiempo. No le respondo, pero es porque no me sale el habla ni puedo mover un solo músculo.
—Me gustaría preguntarte algo —prosigue al ver que me he quedado mudo.
Carraspeo para no tartamudear como un tonto, aunque no sé qué decirle.
Gala está frente a mí, vestida con unos pantalones ajustados y un top que solo le cubre parte del pecho. Está ligeramente sudada, se nota que acaba de hacer ejercicios, y su espesa cabellera rojiza en una coleta desordenada.
No puedo explicar cómo me hace sentir las diferentes tonalidades que se pueden apreciar en sus ojos ni por qué me resulta tan atractiva de esta manera.
—Ah, hola.
Maldigo en mi mente una y otra vez, de seguro parezco un maldito retrasado.
—Es que quiero saber de dónde aprendiste a hacer eso... la calistenia.
Juro que la tensión se puede palpar, y no entiendo el porqué o quizás sí. Gala y yo no terminamos bien, sería tapar el sol con un dedo creer lo contrario.
—Lo vi en una película y me llamó la atención. Me obsesioné a tal punto de buscarlo en videos y lo empecé a hacer en casa.
—¿Solo? —Asiento—. Vaya, es increíble.
Nos quedamos en silencio sin dejar de mirarnos, perdido cada uno en nuestros pensamientos. Me da la impresión de que ella quiere decir más, pero hay algo que se lo impide. Reconozco que también deseo preguntarle muchas cosas y no me atrevo.
Miro a nuestro alrededor, percatándome de que los demás continúan en sus cosas sin ponernos la más mínima atención. ¿Dónde estará el tipo que la acompañó la otra vez? ¿Será que vino sola?
—Tengo que irme, un gusto verte de nuevo —me despido al fin.
Salgo del lugar a pasos lentos y con una sensación extraña que no me deja pensar con claridad.
—¡Oye! León, espera.
Corre hasta llegar a donde estoy, el esfuerzo ha provocado que el pelo se le desate. Las hebras largas carmesí son como cortinas que le caen por la frente hasta las caderas.
—¿Pasa algo? —pregunto al percibir la batalla mental que está teniendo.
—Es que, yo... —Suspira profundo—. Quiero saber si me puedes enseñar la calistenia.
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