Capítulo 32
~Gala~
He decidido ser mi prioridad.
Y llegar a esta conclusión me ha costado mucho, más de lo que me puedo imaginar. Mi doctor siempre me ha hablado del amor propio, de soltar, de tratar de hacer las cosas que me hacen feliz. Pero la verdad es que nunca me he esforzado siquiera en detenerme a pensar qué es lo que realmente deseo en la vida.
Siempre tratando de encajar, de hacer feliz al otro. Me había negado a eso y mi manera de actuar, a simple vista, era lo contrario porque quería demostrar cosas que no eran ciertas. No obstante, me dejaba rebajar y hacían de mí lo que querían. Por eso tuve ese estúpido "romance adolescente" con un tipo que solo pensaba en sí mismo y no dudó ni dos veces en estar con otra cuando me mudé.
Pero las cosas no quedaron ahí. Me fijé en un chico con más problemas que vida, que me veía como la villana y la intrusa que llegó a su casa para fastidiarle la existencia. Ahora todo está claro, me rebajé y tiré mi dignidad a la basura desde el momento en que besé por primera vez a León.
A pesar de que me lastimaban sus rechazos, yo seguía ahí, dispuesta a que volteara a verme o se diera cuenta de que existía. Me duele recordar todos los momentos en que la cagué, que fui una intensa de mierda, una impulsiva que cometía muchísimos errores.
Entonces, como si no fuera poco lo que sufrí con el tema del embarazo fallido, me involucré con un narcisista de mierda que solo alimentaba su ego con mis defectos. No sé cómo pude sucumbir a los falsos encantos de Liam, lo único que hacía era hundirme un poco más en mi desgracia y recordarme el porqué nunca iba a ser buena para ningún hombre.
«Una mujer que no puede concebir es un cero a la izquierda», había dicho.
Y lo repetía en cada conversación, en todo momento. Era el recordatorio para que yo me aferrara a la falsa esperanza de que él me hacía un favor al quedarse a mi lado. Por un buen tiempo creí que Liam era lo que necesitaba porque me había aceptado con mis "defectos".
Huía de mí misma; intentaba resurgir, pero siempre había algo que me sumergía de nuevo en la miseria. El dolor no se iba, solo aprendí a soportarlo y a lidiar con toda la mierda que arrastraba. Quizás vi en León un bote salvavidas, puede que esa fue la razón por la que decidí darle una oportunidad.
Me equivoqué, de nuevo.
Pensaba que si me sinceraba con él, que me entendiera y no me odiara, iba a ser suficiente para poder sentirme en paz y feliz. La realidad es que todo está en mí, en cómo me veo.
¿Estoy enamorada de León? Creo que sí.
¿Estoy lista para una relación con él? La respuesta es no.
Debo dejar ir una parte de mí primero. Necesito sanar, amarme, valorarme.
Y por eso, días después de que vino a verme, cuando se enteró de la verdad, le escribí. Le expliqué cómo me siento, conmigo y con él, le dije lo mucho que temo perderme y no poder regresar.
Tuve que enviar varios mensajes, y agradecí que no me interrumpió, para dejarle saber lo que no me atrevía a contarle en persona. No recibí respuesta de inmediato, de hecho, pasaron días y pensé que no los había visto o no le interesaba.
Fueron dos semanas después que me escribió una corta frase, nada pretencioso:
[Entiendo lo que estás pasando y te apoyo. Sabes cómo contactarme si me necesitas, Sirenita].
Y no volvimos a hablar nada más después de eso.
════ ∘◦❁◦∘ ════
La habitación está llena de bolsas, ropa y accesorios por doquier. Bob corre de un lado a otro mientras sonrío y Leah trata de que no dañe ningún paquete. Estos últimos días han estado muy locos porque la tienda virtual ha crecido bastante y hay muchos pedidos.
—¡Basta, Bob!
Su grito provoca que mi sonrisa cese y que el pobre bebé se esconda debajo de la cama.
—Lo asustaste, ¿te sucede algo?
Ella no responde, pero niega frenética con la cabeza. Noto que no está de humor, y esto me lo confirma la manera en que recoge la mercancía y la echa en las cajas sin ningún cuidado.
—Puedo encargarme de esto si estás muy cansada —prosigo con voz amable.
—No es eso, yo...
Hace silencio, se dirige hacia la cama y me hace señas para que me siente junto a ella. Esto es muy extraño, aun así, le hago caso sin cuestionar su comportamiento dudoso.
—¿Y bien? —pregunto al caer en cuenta de que se ha perdido en sus pensamientos.
—¿Cómo es estar enamorada? —cuestiona en un susurro.
Las palabras hacen eco en mi mente y me quedo como boba, sin saber qué responderle. Es extraño esto, porque nunca me he planteado cómo es ese sentimiento.
—No te entiendo...
—Nunca me he enamorado, Gala —me interrumpe. No me sorprende lo que ha confesado, yo sé que ella no es buena con eso de los sentimientos—. Pero tengo la sensación de que estoy confundida.
Asiento a sus palabras, comprendiendo un poco lo que quiere decirme. Leah ha salido en varias ocasiones con Emil, aunque ella me ha dicho que no son citas como tal, pero no le creo. Sé, porque la conozco, que ella está tratando de negar cualquier sentimiento que está aflorando.
Eso también me ha beneficiado en cierta forma, porque me ha informado algunas cosas de León. Me trae chismes, por decirlo de alguna manera. Me he hecho la desentendida, porque fui yo que puse una distancia entre nosotros y ella me ha apoyado en eso, pero sé que le gusta traerme información de él. ¿Por qué? Quién sabe.
Me enteré de que León tiene una hermana, y por esto se fue unos días a donde su papá. No puedo negar que me imaginé a la bebé y qué se sentía tenerla en brazos. También me ha contado que Emil vive con León, que lo acompaña al gimnasio y que este último está haciendo esa especialidad que deseaba.
León me contó que quería ser cirujano, en una de las tantas charlas que tuvimos, y me alegra que lo esté estudiando al fin.
Un carraspeo me hace regresar a la realidad. Leah me observa con cierta diversión y niega con la cabeza.
—Ya te fuiste lejos —dice entre risitas, lo cual me alegra porque se nota que está más relajada—. ¿Y bien?
Me toma unos segundos entender su pregunta, pero recuerdo de qué hablaba y ahora me siento mal por haberme distraído.
—Te gusta Emil —afirmo y ella hace una mueca extraña—. Creo que debes dejar que todo fluya, él es un buen chico.
—No lo sé, siento que es muy intenso.
La miro, confundida por sus palabras.
—¿Intenso? ¿A qué te refieres?
Me causa gracia la cara que ha puesto, así que me río.
—Tú sabes, de esos que quieren besarte en público y saber cada detalle de tu día.
—¿Y eso es malo? —pregunto, pero me arrepiento al segundo por la manera en que arruga la cara.
—No quiero encariñarme, sé las intenciones de hombres como él.
Su respuesta no me sorprende, pero sí me confunde un poco. No sé qué decirle, yo soy un desastre cuando se trata de estas cosas.
—Si te soy sincera, creo que debes dejar tus prejuicios a un lado y darte la oportunidad de conocerlo a fondo.
Nos quedamos en silencio. Me siento rara, porque es la primera vez que tenemos una conversación como esta con ella de protagonista. Siempre es a mí que me aconseja.
—No quiero enamorarme, Gala, ni estar en ninguna relación —dice muy segura—. Es más, no hablaré más con él. —Se levanta de la cama y empieza a buscar algo, asumo que su celular.
Me da risa la frustración que muestra mientras revisa el desastre que hay en el cuarto y no logra encontrar su teléfono. Me pongo seria al caer en cuenta de que hay algo que no cuadra, quizás ella no me ha dicho el cuento completo...
—Leah, ¿ha pasado algo entre Emil y tú? —pregunto de repente y ella se queda quieta.
No me responde, y puede que no sea necesario hacerlo por la manera en que me mira.
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