Capítulo 30

~León~

El cansancio me tiene aturdido, tanto que no entiendo cómo logré manejar y mantenerme despierto en todo el camino. Odio que mañana deba ir a trabajar, así que me pienso dar una rica ducha y meterme a la cama temprano.

Entro a la casa y tiro las llaves sobre la mesita de centro, doy pasos erráticos hacia mi cuarto con la mochila y bolsas a rastras. El timbre de mi celular me paraliza, pero bufo con fastidio porque ahora mismo no quiero hablar con nadie.

El sonido se detiene, así que saco el dichoso aparato del bolsillo para ver quién me llamaba. Sonrío por inercia al ver el «Sirenita» en la pantalla. Decido devolverle, pero un mensaje de ella misma me lo impide.

[Necesito que vengas].

Lo leo varias veces, no entiendo por qué me pide esto si acabamos de pasar unos días juntos y la dejé en la seguridad de su hogar hace menos de media hora.

Una sensación de incomodidad se instala en mi estómago, algo así como lo que llaman un "mal presentimiento". Decido marcarle mientras camino de nuevo a la sala y agarro las llaves del auto.

Gala no me contesta, y esto solo provoca que me ponga nervioso.

Conduzco con una mano y con la otra le marco, mas no responde. Decido concentrarme en el camino, sería desastroso que provocara un accidente. La manos me tiemblan sobre el volante y mi mente no deja de recrear diferentes escenarios sobre ella. Todos desastrosos.

Trato de relajarme... ¡Maldición! Freno de golpe para evitar un choque.

—¡Conduces igual que una maldita perra! —vocifera un tipo, quien me rebasa como un maldito loco.

La ira, acompañada de frustración e impotencia, me hace ver rojo. Pese a mis deseos de matar a alguien, hago ejercicios de respiraciones profundas y calmadas para poder llegar vivo al departamento de Gala.

Pude avanzar sin ningún inconveniente y ya estoy frente al edificio donde vive. Aparco el auto, me tiro y corro hacia la entrada. Me detengo al reconocer a la persona que está parada en medio de la puerta, y que me mira de arriba abajo con un aire de arrogancia.

—Quítate de mi camino —escupo con rabia.

El estúpido ex de Gala sonríe con suficiencia, sin dejar de recorrerme con la mirada. No recuerdo bien su nombre, ¿Luan?

—Yo fui quien envió ese mensaje y te estaba llamando, León. No me parece bien que sigas engañado...

—¿De qué demonios hablas? ¿Por qué tenías el celular de Gala? —pregunto, enojado y confundido.

—Gala y yo somos amigos... muy íntimos —remarca la última palabra—. Tanto que sé todo lo que te oculta.

Hace silencio, eso solo aumenta la desesperación que siento.

—No te entiendo, ¿qué es lo que sabes de ella? —inquiero, interesado.

Me parece un chiste de mal gusto que este idiota la conozca mucho, me molesta que él sí sepa lo que le aqueja y yo no.

—Absolutamente todo —afirma, satisfecho—. No me parece bien que sigas engañado...

—Déjate de mierdas sin sentido y habla de una buena vez.

Mis palabras le causan gracia, porque se carcajea como un psicópata.

—Gala no es una santa. Nosotros fuimos buenos amigos por unos años, pero eso cambió cuando empezamos a follar cada vez que nos veíamos.

Tengo que apretar las manos para no partirle la cara a este imbécil. Yo sé que ellos estuvieron juntos, pero escucharlo hablar de esta manera me molesta en demasía.

—Déjame adivinar, ahora estás celoso de que ella ya no quiere nada contigo porque está enamorada de mí —contraataco con cinismo—. Puedes tragarte tus palabras de mierda, no me interesa lo que ustedes tuvieron.

La tranquilidad que mostraba se esfuma, ahora su rostro se ha tornado en una mueca de desagrado y su cuerpo está rígido. Sonrío con suficiencia, casi igual a la manera en que él lo hacía.

—Si estuviera enamorada te hubiese dicho las razones del porqué mató a tu hijo.

No entiendo lo que ha dicho, aun así la sonrisa que tenía se convierte en una mueca. Abro mucho los ojos y la boca al repetirse esas palabras en mi mente. Un frío me recorre entero y tengo la sensación de que se ha movido el piso.

—¿De qué demonios...?

—Gala estuvo embarazada de ti, León.

Niego con la cabeza porque soy incapaz de emitir alguna palabra. Entonces, cada uno de los recuerdos llegan a mí como un balde de agua fría. Lo que hicimos en la playa, cuando fue a verme. La manera en que me culpa de su desgracia, los ataques de pánico, el querer alejarme...

—Es tan puta que, a pesar de lo que hizo, quiere mantenerte a su lado. Es una zorra esa mujer.

—¡No hables así de ella! —grito y me abalanzo sobre él hecho una fiera.

Descargo toda la ira, dolor e impotencia que estoy sintiendo. Lo golpeo con saña, le doy puñetazos en el rostro una y otra vez. Cae al piso, pero se levanta deprisa y trata de devolverme los golpes.

Esquivo como puedo cada uno de sus intentos y lo agarro por el cuello con fuerza. Él se retuerce y me patea, pero no aflojo el agarre.

—Solo te hice un favor, no es justo que sigas engañado —masculla con dificultad—. ¿No me crees? Ve y pregúntale.

Sus palabras provocan que lo suelte. Estoy aturdido y él aprovecha esto para irse como el cobarde que es.

Me paso las manos temblorosas por el cabello y las dejo sobre mi cabeza. Siento que me asfixio, el pecho me duele y unas ganas de gritar me embargan. Quiero creer que es mentira lo que me dijo ese idiota, pero hay algo en mí que sabe que es cierto. Tiene mucho sentido ahora el comportamiento de Gala.

Ella me odia.

Por esto es que no quería tener nada conmigo.

Me culpa de su desagracia.

Nada de lo que pasó entre nosotros fue real, quizás solo quería enamorarme para hacerme sufrir.

¿Novio de tres días? Soy un completo imbécil. Con la vista nublada por el enojo, camino a pasos rápidos y subo las escaleras de dos en dos. Toco la maldita puerta con rudeza una y otra vez.

—León, ¿qué haces aquí?

La amiga me mira con cara de espanto.

—Vine por un mensaje de Gala, pero me encontré a su amigo o novio.

—¿Viste a Liam? Sabía que él tenía que ver. —No entiendo a qué se refiere, pero no tengo ánimos de indagar en eso ahora—. Debes irte...

—¡Y una mierda! Dile a Gala que necesito hablar con ella.

Leah me observa con los ojos muy abiertos, se nota que le sorprende mi presencia.

—Ella no puede, está durmiendo.

Hay algo en sus ojos que me da escalofríos, quizás es la manera en que trata de evitar mi mirada o lo nerviosa que se encuentra.

—No me voy a ir de aquí hasta verla y que me aclare por qué no me dijo que estuvo embarazada de mí.

Sus ojos y boca de abren por la sorpresa, su rostro está distorsionado en una mueca extraña. En silencio, se hace a un lado y entro deprisa antes de que se arrepienta. Recorro cada rincón del pequeño apartamento en busca de ella o de algo que no tengo idea.

—Gala no está bien, sufrió una de sus crisis —dice con tanto pesar que me desarma—. Ahora está dormida gracias a una pastilla. Vete, por favor. 

Sus palabras provocan que el pecho se me encoja y una sensación de angustia se apodera de todo mi sistema. Es increíble lo mucho que me duele saber que ella está mal por mí, que su vida es un infierno por todas las estupideces que dije e hice en el pasado.

La ira se ha esfumado casi por completo, ahora es la culpa y decepción que me torturan.

—¿Puedes decirme lo que pasó? —pregunto casi como una súplica.

Puedo notar la indecisión surcar su rostro, pero suspira y asiente varias veces. Camina hacia el sofá, se sienta y me señala el sillón que está frente a ella.

—¿Qué te dijo Liam? —pregunta de inmediato.

—Cosas horribles, que Gala se deshizo del bebé que llevaba...

—Eso es mentira —me interrumpe casi gritando—. Ella no quería perderlo, pero tuvo algunas complicaciones.

No le contesto, es imposible para mí emitir algún sonido. Estoy tan conmocionado que siento que floto y que esto puede ser una pesadilla. No puedo ni imaginar todo lo que tuvo que sufrir Gala.

—¿Por qué no me lo dijo? —cuestiono con la voz entrecortada.

—Lo lamento, León, esas cosas te las tiene que aclarar la misma Gala. Por favor, dale tiempo.

—¿Tiempo? ¿Más del que se ha tomado? —La rabia hace que me levante de golpe—. Han pasado siete malditos años desde lo que sucedió y yo pensando que lo nuestro fue algo de adolescentes, que habíamos superado ciertos recuerdos.

Me paseo de un lado a otro por el salón, no sé cómo reaccionar a todo lo que estoy sintiendo. Es nuevo para mí y ni siquiera puedo ponerle un nombre, solo reconozco que me duele mucho. Es difícil de entender que le arruiné la vida a alguien. 

—Es cierto que debió decirte, pero tú la alejaste.

Sus palabras provocan que me paralice. Es increíble lo mucho que ella sabe sobre nosotros.

—No hables de cosas que no entiendes...

—Sé lo suficiente como para comprenderla, al fin y al cabo todo es tu culpa.

Siento que la fuerza me ha abandonado, pero no me puedo derrumbar en este lugar.

—Mira, dale unos días a Gala y yo misma haré que vaya a verte para que hablen —dice más calmada. Me da una mirada de lástima que me fastidia.

No le respondo, es imposible para mí decir algo coherente ahora mismo. Camino hacia la salida, bajo su atenta mirada, y salgo casi corriendo.

No entiendo cómo, pero logro entrar al auto y me cubro la cara con las manos. Grito de impotencia, el dolor que siento me hace sollozar mientras lágrimas pesadas corren por mis mejillas.

Iba a ser papá.

Ese pensamiento me tortura por la ironía de que eso no estaba ni está en mis planes, pero me duele de una manera inexplicable la pérdida. Imagino todo lo que sufrió Gala y comprendo completamente el porqué me quería lejos.

No sé qué voy a hacer de ahora en adelante, pero respetaré cualquier decisión que ella tome en cuanto a nosotros.

Quizás nunca debimos volver a vernos.

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