Capítulo 21

~Gala~


Todo esto es muy extraño.

Su comportamiento, la manera en que me trata, el que yo haya aceptado ir a su casa a pasar el rato. ¿Qué es lo que está sucediendo? No me entiendo, se supone que debería alejarme, olvidarme de él y tratar de buscar la manera de sanar mi corazón de una vez por todas.

Incluso le dije que sí iría con él a la granja.

Pensar en no volverlo a ver me duele. Por más que quiera aparentar y seguir negando mis sentimientos, la realidad es que, quizás... sigo enamorada de León.

Aceptar esto no es fácil, y más con ese pasado tan desastroso que tuvimos. Lo peor es que él lo superó, siguió su vida y está tranquilo. Para León solo son recuerdos locos de su adolescencia.

Pero yo estoy estancada, vacía, rota. A veces lo envidio porque deseo pasar página y sanar mi corazón. Entonces, ¿por qué me hago esto? Estúpidos sentimientos que me controlan.

—Gala, ¿estás bien?

La pregunta de Leah me saca de mis pensamientos.

—Sí —respondo y ella hace una mueca extraña.

—Es que estabas... Olvídalo.

Me río por lo confundida que luce y recuerdo algo. Me siento en la cama y le hago una seña para que termine de entrar. Rueda lo ojos, ya se imagina la conversación que tendremos, y se acomoda a mi lado.

—Quita esa cara, fue desastroso —dice deprisa—. No debí darle mi número, ahora no para de mandarme mensajes.

Me río por la manera en la que habla. Leah aceptó una salida con Emil y aún no me ha dicho los pormenores.

—Vamos, estoy segura de que no fue tan malo. Cuéntame todo —expreso, emocionada, mientras aplaudo.

Ella niega varias veces, noto que está aburrida y desganada.

—No volveré a salir con ese chico, él fuma.

Eso es suficiente para entenderla, solo un milagro hará que ella tenga algo con Emil. Leah aborrece los cigarrillos y no solo porque es muy sana, sino porque su padre fumaba mucho y murió de cáncer cuando era una niña.

—Bueno, quizás no lo hace tanto —intercedo por él—. A mí me parece una buena persona.

—Eso no lo niego, se mostró bastante caballeroso y es inteligente...

—Pero —la interrumpo, segura de que va a meter algún defecto.

—No salgo con tipos que parecen badboys —sentencia.

Me río por la elección de esa palabra, pero sí, Emil se viste y luce como esos hombres que salen en las películas. Estoy segura de que tiene una motocicleta y todo.

—¿Y tú? —pregunta, seria, y dejo de reír—. Estás muy de amiga con León.

Siento reproche en su voz, o solo es cosa mía. Pero es cierto, él y yo nos estamos viendo más en estos últimos días.

—No, solo nos vemos en el gimnasio. Te cuento que ya domino casi todas las posturas —cambio de tema de manera "sutil".

—Y te busca en la universidad, te trae a casa...

Sus palabras me dejan muda, en serio, no tengo idea de qué decirle porque no miente. León y yo hemos estado saliendo mucho, incluso a veces me espera cuando salgo de clases.

—¿Cómo sabes eso? —pregunto, sorprendida porque yo no le he dicho. 

—Gala, ya no me llamas para que te recoja y los he visto fuera del edificio —dice, obvia—. No entiendo por qué no me dices que ya son pareja.

—No, no, no. Nosotros no somos nada —aclaro casi gritando—. Sabes que eso es imposible.

Ella rueda los ojos con fastidio ante mis palabras.

—Imposible es que no lleguen a algo pronto —espeta muy segura—. Me alegra porque hace tiempo no te veía tan bien, se nota que eres feliz a su lado.

El corazón me late con fuerza, me tiemblan las manos y una extraña sensación se apodera de mí ante lo que ha dicho.

—¿Crees que estoy mejor? —pregunto con miedo, pero ya sé la respuesta.

—Sí, Gala. Créeme que se nota a leguas lo diferente que estás.

La realidad es que, al hacer más ejercicio, estoy comiendo y durmiendo muy bien. Hace tiempo no me da ningún ataque ni tengo pesadillas como antes.

—Voy a ir a su casa —confieso en un susurro—. Él me invitó, dijo que va a cocinar algo rico.

Los ojos de Leah se abren tanto que creo se saldrán de sus cuencas.

—¿A su casa? —Asiento—. Ten cuidado...

—Lo sé —la interrumpo para que no termine la oración—. Puedes estar tranquila, tengo muy claro cuáles son nuestros límites.

Ella me mira, dudosa, pero no dice nada más. Se levanta de la cama y camina hacia la salida.

—Cualquier cosa me llamas.

Es lo último que dice antes de atravesar la puerta.

════ ∘◦❁◦∘ ════

León quería pasar a buscarme, pero me había negado. Así que me mandó su ubicación y ya estoy frente a su puerta con los nervios a flor de piel. Él vive en un residencial exclusivo, donde hay casas grandes que se parecen todas.

Muchos jardines bien cuidados, árboles por doquier y poco tránsito. Se puede respirar paz porque no hay ruidos, solo el cantar de algunas aves. Algo tan él.

Toco el timbre con manos temblorosas, no tengo idea de qué estoy haciendo ni entiendo por qué Leah no me convenció de no venir. Es extraño que me haya dicho que se alegra de que esté saliendo con León, aunque no es de la manera en que ella cree.

—¡Llegaste rápido! —Me exalto al escuchar su voz, demasiado alta en contraste con lo tranquilo del barrio—. Pasa que la cena está casi lista.

León sonríe, luce muy feliz y emocionado. Lleva un delantal de estampado de animales, pero lo que más llama mi atención es la venda azul claro que tiene en la cabeza y que retiene sus rizos hacia atrás. Es increíble lo fantástico que luce de esta manera, descalzo y con un pantalón de pijama.

—Vamos, Gala, que tengo una salsa a medio hacer.

Salgo de mi trance y su sonrisa se amplía mucho más. Idiota.

—Oh, hola. Debí traer algo —digo, apenada, mientras entro al salón.

—No te preocupes por eso, espérame aquí.

Desaparece hacia donde creo es la cocina y me quedo paralizada en medio de su sala. Huele muy bien, lo que sea que prepara debe estar rico. Miro a mi alrededor, es una casa amplia con ventanales de cristal grandes y cortinas claras. Todo bien decorado, algunas fotografías y dos enormes sofás blancos.

Me sorprende lo limpio y ordenado que está cada rincón. Recuerdo que León tenía un desorden en el que era su cuarto, bueno, el sótano donde dormía.

Me llama y camino despacio hacia la cocina. Una música suave ambienta este espacio acogedor. Hay un comedor de cuatro sillas, un par de taburetes frente al desayunador y está repleto de gabinetes. Noto varios platos de animales en un rincón y me pregunto el porqué no he visto a ninguno.

—¿Y tus mascotas? —cuestiono y él se gira hacia mí con un recipiente lleno de vegetales.

—Los gatos están en mi habitación y mis perros en sus casas en el patio.

—Oh, me gustaría verlos —digo y él sonríe, complacido.

—Sí, los traeré más tarde. Son un poco celosos...

Recuerdo la vez que los vi, son enormes y ahora me da miedo. ¿Podrían atacarme?

—Quita esa cara, ellos no son agresivos —me aclara y ahora coloca los platos en la mesa.

—Quiero ayudarte.

Me muevo deprisa antes de que él se niegue y ordenamos la mesa. León hizo unos camarones con papas fritas y ensalada. Todo se ve tan rico que mi estómago reacciona de inmediato.

Comemos entre anécdotas divertidas y charlas de cualquier cosa. La cena está tan deliciosa que terminamos rápido y recogemos los platos sin dejar de reírnos.

Me he olvidado de quiénes somos, de mis problemas y de las consecuencias que puede traer el estar aquí. La realidad es que estoy disfrutando junto a León, casi tanto como para dejar de pensar en el pasado.

—Deja eso ahí, Gala, luego los lavo —dice y me hala de un brazo. 

Dejo que me guíe, entre risas, y nos sentamos sobre la mullida alfombra que hay en medio de su sala. León se levanta, pero vuelve casi de inmediato con una botella de vino, dos copas y un cartón de jugo.

Mi cara debe parecer un poema, esto le divierte y estalla en carcajadas.

—El vino es para mí y el jugo es tuyo —aclara de lo más normal mientras se sirve la bebida.

—Eres un exagerado, no me voy a embriagar por una copa —digo, fingiendo ofensa.

—Bueno, pero solo una.

Ruedo los ojos por lo tonto que es. ¿Qué podría pasar si me paso de copas? Eso sería agradable...

—Gracias por la cena —digo y le doy un sorbo al vino que está exquisito—. ¿Acaso haces todo bien? Debes tener algún defecto oculto.

Su risa es la respuesta y me pierdo en sus brazos fuertes. Le doy otro sorbo al vino bajo su atenta mirada y él hace lo mismo. El silencio nos arropa, pero no se siente incómodo. Al contrario, no dejamos de mirarnos a los ojos ni de tomar de nuestras copas.

—Tengo muchos defectos, Gala. Por eso estoy soltero.

La manera en la que habla me provoca un hormigueo en la piel. Entonces, me imagino de novia con él y cómo sería estar sobre sus piernas mientras nos besamos. Joder, debo estar borracha ya.

—¿Por qué no jugamos a las preguntas? —propongo sin pensarlo.

—Pero que sean de esas bien incómodas, vamos a hacer esto divertido —contesta con picardía mientras llena las copas de nuevo.

La manera en que me mira me descoloca por completo.

—¿A qué te refieres? —pregunto con miedo, ganándome una risotada de su parte.

—Serán diez y si no queremos responder, tendremos que quitarnos alguna prenda. ¿Qué dices?

Trago saliva al escuchar su propuesta, pero asiento. Le doy otro sorbo a la bebida, necesito más de esto.

Yo empiezo con las preguntas, el pobre responde a puras penas y ya está semidesnudo. Su cara está toda roja y no sé si es por la situación o por el vino.

—¿Cuántos novios has tenido? —pregunta, interesado.

Esta es fácil, pero no sé qué responder.

—Nunca he tenido un novio —confieso, apenada, y él me observa como si no puede creerlo—. Y tú, ¿cuántas novias has tenido?

Se queda pensativo, seguro contando en su mente. Es obvio que León tiene una lista larga de mujeres. 

—Oficiales, tres novias —responde y bebe de su copa—. Mi turno, Sirenita. ¿De qué me culpas?

—¿Perdón?

Las manos me tiemblan y sé que el color ha abandonado mi rostro. ¿De qué está hablando?

—La vez que nos vimos en la disco mencionaste que soy culpable de que tu vida es un infierno, ¿por qué? Necesito que me digas la verdad.

Directo y sin piedad, así siento sus palabras. Me observa de una manera tan profunda que creo puede ver mi alma y todos mis secretos.

Me levanto, bajo su atenta mirada, y me quito la blusa. Me río por la cara que tiene, él no se esperaba esto.

—Me toca a mí —expreso, divertida. Creo que el alcohol está haciendo su efecto—. ¿Cuándo fue tu primera vez y con quién?

Sonríe de lado, pensativo, para después beber de su copa. Me da risa que está sopesando quitarse el pantalón, que es la última prenda que le queda.

—Es algo que me da vergüenza y, aunque me da lo mismo desnudarme, te voy a responder.

—Ajá...

—Tenía quince y fue con una compañera de la escuela. Te juro que fueron los mejores dos malditos minutos, aunque no puedo decir lo mismo de ella. Demonios, hay alguien en algún lugar del mundo que me recuerda como su peor polvo. —Estalla en carcajadas ante esto.

Me contagia su risa escandalosa y la manera en que se encorva, parece un loco.

—¿La tuya? —pregunta, pícaro.

Todo rastro de diversión se esfuma. Los recuerdos de aquella vez en la playa pasan por mi mente como una película.

—¿Mi qué? —Me hago la desentendida porque es imposible que él lo haya olvidado.

—Tu primera experiencia sexual, Gala. ¿Cómo fue y con quién? Te estoy haciendo la misma pregunta.

El asombro, acompañado de la duda, me hace abrir y cerrar la boca. No sé qué decir, se supone que él... ¿Acaso no se dio cuenta de que fue mi primera vez?

—Horrible —respondo sin pensarlo mucho—. Tenía dieciocho.

Un silencio nos arropa, pero este sí que es muy incómodo. Puedo notar la confusión surcar su rostro y luego abre los ojos en demasía.

—¿Fue conmigo? —inquiere en un hilo de voz.

No le contesto. Me levanto del piso y recojo mi blusa que había dejado sobre el sofá.

—Tengo que irme.

—Gala...

—Gracias por todo, León, la pasé muy bien esta noche.

No permito que me responda y corro hacia la salida. La vergüenza y cada uno de los recuerdos me tienen aturdida. Al final sí fue una mala idea venir.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top