Capítulo 19

~León~

Nos besamos.

Con desesperación y mucho deseo. Las ganas de llevar esto al siguiente nivel me dan el valor de levantarla para que ella enrede sus piernas en mis caderas.

La sostengo con una sola mano mientras que con la otra atrapo su rostro para inmovilizarla contra la pared. Sus gemidos ahogados me aceleran mucho más el pulso, el placer me tiene mareado, quiero...

—Necesito hacer algo —dice con la voz entrecortada.

Se baja de mí; quiero protestar, pero no lo hago al entender sus intenciones. Gala se arrodilla sin dejar de mirarme con esos enormes ojos verdes que me vuelven loco.

Desde aquí puedo apreciar lo pequeña que es comparada conmigo, y lo poderoso que me siento al tenerla en esta posición. Sin dejar de mirarme, ni de reír con malicia, hurga en mis pantalones hasta que libera mi erección.

—Dime que esto es real, Sirenita.

Ruego con dolor, pero eso cambia cuando siento su boca, húmeda y suave, alrededor de mi pene.

—Tu mejor sueño.

Abro los ojos de repente al escuchar el timbre, junto con ladridos, de una manera espantosa e insistente. Me siento en la cama, los sudores se escurren desde la frente hasta el torso desnudo.

Respiro con dificultad, tengo la vista nublada y una sensación de aturdimiento que no me permite darme cuenta de dónde estoy. Poco a poco, salgo del trance de ese sueño tan intenso y real. Estoy mal, muy mal. No es la primera vez que me pasa, he hecho de todo con Gala, y en muchas posiciones, mientras duermo.

El ruido proveniente de la sala de mi casa me hace levantarme, aún desorientado, y camino como un zombi hacia allá. Los perros empiezan a ladrar y saltar frenéticos cuando me asomo, pero estoy muy ido como para ponerles atención.

Enojado, frustrado y sin una gota de paciencia, abro la puerta. Los ojos de Marcos se encuentran con los míos y me hago a un lado para que entre. No se mueve, se queda paralizado sin dejar de mirarme con intensidad.

—Sé que hace tiempo no hablamos, pero necesito a mi mejor amigo —dice, afligido.

Entonces, me percato de que algo anda mal con él porque su pelo está más largo y sin peinar, lleva una bata blanca arrugada y su rostro demacrado con unas ojeras prominentes.

—Te ves como la mierda.

—Me siento como una —responde en automático.

Le hago una seña para que entre y camina despacio hacia el sofá. Mis mascotas se abalanzan sobre él, entre ladridos y saltos llenos de emoción.

—Ves, León, estos sí me quieren.

Ruedo los ojos y cierro, para después encaminarme hacia la cocina.

Me sorprende que Marcos haya venido, nosotros nos distanciamos un poco por lo que pasó en la casa de mi padre aquella vez. Es un alivio que esté aquí porque lo echaba de menos a pesar de nuestra pelea.

Llamo a mis mascotas, mientras agito sus croquetas, y les echo a cada uno en sus platos.

Preparo café, pan tostado y coloco todo en una bandeja. Me acerco hacia donde está Marcos, percatándome de que sigue tirado como si se trata de un indigente en una esquina.

—Pudiste venir más tarde, sabes que me gusta dormir mucho los domingos.

—Es que estaba de servicio toda la noche y no quería ir a casa —responde medio adormilado.

—Toma, esto te hará bien.

Le extiendo una taza de café caliente y él se endereza para agarrarla. Bebe sorbos pequeños mientras degusto la tostada que hice. Puedo notar que quiere decir algo, pero no lo hace.

—¿Y bien? —pregunto porque lo conozco demasiado.

—Perdón, León —habla, serio—. No debí meterme en lo que sea que tengas con Gala, yo solo...

—Lo sé, puedes estar tranquilo —lo interrumpo y su rostro muestra alivio—. Además, ella no siente lo mismo que antes. Me lo ha dejado claro varias veces ya.

Me mira como si no lo puede creer.

—Qué raro...

—¿Qué te pasa? —inquiero a la defensiva, no quiero hablar de ella ni de lo loco que me está volviendo.

Tanto como para tener sueños sexuales muy explícitos e intensos.

Marcos suspira, deja la taza encima de la mesa de centro y fija sus ojos en algún punto de la pared.

—Kim me pidió tiempo...

—¿Qué! —interrumpo, alarmado y sin poder creer lo que ha dicho.

Él asiente, su rostro se distorsiona de dolor y amargura.

—Pospuso la boda, mencionó que es demasiado rápido y todas esas mierdas.

Mi cara debe parecer un poema. Ellos eran la pareja modelo, de esas que demuestran mucho amor y empalagan todo a su paso. Aunque, viéndolo de manera objetiva, ella tiene algo de razón. Siempre pensé que él se precipitó al pedirle matrimonio.

—Puede que solo sean los nervios, he escuchado que las mujeres  sueñan con ese día y se ponen muy intensas.

Él agita la cabeza en negación varias veces.

—No es eso. Me preocupa mucho porque ella se había mostrado muy rara, distante —menciona, angustiado—. Creo que Kim ya no me ama, León.

Quizás nunca lo hizo.

—Creo que debes enfrentarla para que te diga la verdad y aclarar la situación —propongo, pero él hace una mueca de dolor que me parte el alma.

—Se fue de viaje, dijo que tenía que disipar dudas y descansar de mí.

Una ira me recorre entero al escucharlo. Me transporta a hace años, a un parque y una maldita excusa de por qué me rompían el corazón sin más.

—No vale la pena.

Las palabras salen de mi boca sin siquiera pensarlo.

—No sé qué hice mal, te juro que pensaba que todo iba de maravillas. Hasta hablábamos de hijos.

Me hace sentir mal, Marcos cambió mucho su forma de actuar cuando se enamoró de ella.

—No te precipites —aliento con voz suave—, espera a que ella regrese y así no armas una película en tu cabeza. Eso sí, dale su espacio que te conozco.

Su mirada me da a entender que ha hecho todo lo contrario. Puede que su intensidad haya cansado a Kim, quién sabe.

—Hablas como si tuvieras mucha experiencia en el área, León —dice con burla y cierta malicia.

—No, solo te doy un consejo porque lo considero prudente. Puedes hacer lo que quieras con tu vida y tu novia, Marcos, sabes que no me gusta meterme en eso.

Baja la guardia y vuelve a mostrarse decaído.

—Creo que me iré de viaje, yo también necesito despejar la mente.

—¿Y el trabajo? —Se encoge de hombros—. Bueno, haz lo necesario para sentirte bien.

Se termina de tomar el café y se acomoda más en el sofá, dándome a entender que se va a quedar ahí por un largo rato.

Recojo las tazas para llevarlas a la cocina y decido que es mejor que tome una ducha porque es seguro que no voy a poder dormir más.

El agua fría me hace bien, pero recuerdo cómo se sentían los labios de Gala y mi cuerpo empieza a reaccionar. Cierro los ojos, pero los abro antes de que mi juicio se nuble por completo.

No, esto no está bien. Debo dejar de pensar en ella o voy a terminar en un manicomio. Salgo del baño deprisa, espantado y con el corazón latiendo a mil por horas. Es obvio que me gusta, no, esto es mucho más que una simple atracción, algo que no había sentido antes.

Creo que estoy enamorado de Gala.

════ ∘◦❁◦∘ ════

Pensé que el día iba a ser aburrido, con un Marcos en casa quejándose de la vida, pero me llamó Emil, mi hermano, para decirme que le gustaría verme.

Nosotros mantenemos una buena relación, aunque nos juntamos poco, y hablamos mucho por teléfono. A diferencia de nuestra madre que se mantiene viajando todo el tiempo a causa de su trabajo. A pesar de eso, ella y yo llevamos la fiesta en paz y sé que puedo contar con su apoyo en lo que sea.

Es lo que me ha demostrado.

—¿A dónde vas? —pregunta mi amigo desde mi cama y mis gatos sobre su regazo. 

Me da risa verlo de esta manera, con mi ropa puesta y comiendo toda la chuchería que encontró en la cocina. 

—¿Cuánto tiempo vas a durar aquí, Marcos?

—No sé, pero no pienso volver a esa casa aún.

Ruedo los ojos ante sus palabras.

—Me voy a ver con Emil, ¿quieres venir?

—¿A dónde? —inquiere, interesado.

—Una disco, creo.

Me siento ansioso, deseo llegar y beber todo el alcohol que pueda para disipar un poco la mente.

—Gracias, pero me voy a quedar aquí.

Me preocupa un poco cómo actúa, no quiero ni imaginar qué va a hacer Marcos si la novia lo deja definitivamente.

Sacudo la cabeza y decido irme para no hacer esperar a mi hermano. Él me envió por mensaje el lugar donde nos vamos a encontrar.

El letrero grande y luminoso se vislumbra desde lejos. Me parqueo y reviso mi celular, dándome cuenta de que él ya llegó.

Me introduzco al club. La música no es tan alta y eso me agrada. Quizás no fue buena idea venir a un sitio así hoy porque mañana tengo que trabajar, pero estoy dispuesto divertirme como hace mucho tiempo no lo hago. Me lo merezco.

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