Capítulo 15
~León~
—¿En serio te vas? —pregunta mi padre por enésima vez.
—Sí, lo siento.
Me muevo con rapidez, recogiendo mis cosas y echándolas en la mochila ante la mirada exhaustiva de papá.
—Quiero saber algo, León, y necesito que seas sincero conmigo. —Hace silencio por unos minutos—. ¿Tú y Gala tienen algo?
La pregunta me deja tan aturdido que se me cae todo lo que tenía en mano.
—¿Qué?
—Sé que no me debo meter en tu vida, y que eres bastante maduro para las decisiones que tomas, pero no creo que sea prudente.
—¿De qué estás hablando? —cuestiono casi en la histeria—. Gala y yo no somos nada, creo que ni amigos...
Hago silencio ante la mirada confusa que me da.
—¿En serio? —Asiento—. Es que ustedes parecían... Olvídalo.
Hay algo de lo que mencionó que me causa mucha curiosidad.
—¿Por qué dijiste que no es prudente? En caso de que tenga algo con Gala, ¿estarías de acuerdo o no?
Me observa de una manera extraña, suspira y se sienta en la cama. Me acomodo frente a él, con el cuerpo tenso debido a lo que vamos a hablar. Debo reconocer que mi mente es un revoltijo ahora mismo, necesito desahogarme y que alguien me entienda aunque sea un poco.
—Es que no los imagino como una pareja; pero si llega a pasar algo entre ustedes, sí les daría mi apoyo —dice con seguridad.
Sus palabras me llenan de alivio, se siente bien saber que puedo contar con él para lo que sea. Así que, sin omitir nada, le relato todo lo acontecido desde que Gala y yo nos reencontramos. Asimismo, le hablo de lo que pasó hace años en la playa.
Agradezco que no me interrumpe ni cambia su postura relajada. Su cara se mantiene neutra, serena y muestra un interés que me sorprende. Le cuento todo, incluso le explico lo confundido que estoy en torno a ella y lo que siento.
Termino de vomitar mis inseguridades, lo mucho que me está afectando querer hacer cosas y no poder. Él, por su parte, se queda en silencio mientras me mira directo a los ojos.
—Vaya, no sé ni qué decirte —expresa con sinceridad.
—No te culpo. Ahora ella cree que me interesa salvarla, pero...
—Te gusta —termina por mí.
—Sí, me gusta —confieso sin ningún titubeo—. El problema es que no sé si eso es suficiente. Además, dudo mucho que ella sienta lo mismo por mí.
—¿Por qué no le dices? —pregunta y lo miro como si le hubiese crecido otra cabeza—. Sé sincero, dile la verdad y así dejas de suponer cosas.
Agacho la mirada con pesar y vergüenza.
—Tengo miedo de que piense cosas de mí que no son.
—Lo va a pensar si no le dices la verdad. La comunicación es algo hermoso que tenemos, ¿sabes cuántos malentendidos se podrían evitar si la gente hablara de lo que siente? Nadie lee mentes, León, ni puedes andar por la vida pretendiendo que las cosas sucedan porque sí.
—¿Le digo que me gusta?
—Sí —responde de inmediato—. Tú siempre has sido directo con las chicas...
—Tengo miedo a que me rompan el corazón de nuevo —confieso—. Me propuse a no enamorarme por lo mismo, pero todo ha salido mal.
No me contesta, solo posa una mano sobre mi hombro y lo aprieta levemente.
—Muchas gracias por escucharme, y perdona que me tenga que ir tan pronto —prosigo para después levantarme y agarrar la mochila.
Él hace lo mismo, posa los ojos por toda la habitación hasta que llega a mí.
—Este lugar se siente sin vida —expresa con tristeza—. Extraño ese tiempo de tu adolescencia, León, y todas las locuras que hacías con Marcos.
La nostalgia me golpea fuerte, todos los recuerdos me torturan porque sé que nunca van a volver.
—La extraño a ella —continúa con la voz entrecortada y mirada perdida.
Me acerco y nos abrazamos, me aprieta como si no quisiera soltarme. Sé que mi padre le teme a la soledad, y que es por esto que salta de una relación a otra.
—Volveré pronto, papá —prometo mientras me alejo.
—Que no se te olvide llamarme para contarme qué tal te fue con Gala. Espero que puedan arreglar sus diferencias.
No le respondo, solo hago gestos con las manos en señal de despedida.
Entro al vehículo y tiro las mochilas en la parte de atrás. Saco el teléfono, busco el número de Gala y le marco. Ella no me contesta, pero insisto varias veces porque necesito hablarle.
Me rindo luego de algunos intentos, así que entro a su chat y le escribo. Ni siquiera pasaré a buscar a mis mascotas, primero iré a su casa a que hablemos y dejarle claro qué es lo que en realidad siento por ella.
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Esto es una mala idea.
No sé en qué demonios estaba pensando cuando vine. Llevo aquí casi una hora y Gala no ha contestado ninguna llamada ni los mensajes que les he enviado.
No hay que ser un genio para saber que ella no desea hablar lo más mínimo conmigo, así que es hora de que recoja mi orgullo y me marche.
Golpeo el volante con impotencia y me recargo de este. El cuerpo me duele por el tiempo que estuve manejando y por la mala noche. Necesito un buen baño, una rica comida y mi cama.
El timbre de mi celular me asusta, pero no tanto como ver su nombre en la pantalla. Demonios, ¿qué debo hacer?
La llamada se corta y entra un mensaje. Es Gala y pregunta si aún estoy aquí. Como un rayo, le respondo que sí y salgo del auto.
Me paso las manos por el pelo varias veces y reviso que mi ropa está en orden mientras me acerco al portón del edificio.
Gala sale de este con lentitud, y se paraliza cuando sus ojos verdes se cruzan con los míos. El pelo lo tiene desordenado, una maraña rojiza que, increíblemente, se le ve muy bien.
Me da ternura la pijama que está usando; una camiseta de Minnie Mouse a juego con un pantalón cortito. Llevo la vista hacia sus hermosas piernas y sonrío ante las uñas de sus pies color rosa claro.
Es una chica demasiado hermosa, aún con este aspecto desaliñado y lo tímida que luce. Es tan Sirenita.
—¿Y bien?
Sus palabras me sacan de la ensoñación, y tengo que parpadear varias veces para poder concentrarme. Enfócate, León.
—Perdona que te moleste, Gala, necesitamos hablar.
Ella no responde, esto hace que me ponga más nervioso aún.
—Pensé que ibas a venir en la noche, tenías varias cosas que hacer.
—Sí, pero decidí estar aquí mucho antes.
Asiente, pero no dice nada y esto me hace sopesar si debo sincerarme con ella o dejar las cosas así.
—Gala, estuve pensando mucho lo que hablamos anoche y quiero decirte que tienes razón.
Su cara es todo un poema ahora, se nota que no comprende lo que dije. Demonios, ni yo mismo lo hago.
—¿Cómo así? No entiendo nada.
Su pelo vuela debido a la brisa mañanera y ella no hace nada para apartarlo. Quizás la sorpresa de verme aquí no se lo permite.
Corto la distancia entre nosotros y la agarro de las manos sin despegar mis ojos de los suyos que están más claros que siempre. Los labios de Gala, rosados y apetitosos, se encuentran entreabiertos.
—Es que... —suspiro, no sé por qué me cuesta tanto decir esto— me gustas mucho.
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