Capítulo 14

~Leon~

Agarro el pomo, pero me quedo quieto, es como si una fuerza invisible impide que me mueva. Recargo la cabeza en la puerta mientras trato de recordar cada momento hermoso que teníamos dentro de ese cuarto.

«Eres mi nieto favorito».

Esas palabras se repiten en mi mente una y otra vez, solo que no sé si es su voz o ya la memoria me está fallando.

Es duro estar aquí y saber que no queda nada de ella, salvo algunas cosas materiales. Mi padre me comentó que había donado gran parte de sus pertenencias a un asilo de ancianos.

Me duele el no poder entrar y el hecho de que no he ido al cementerio desde que me fui a la universidad. Pero ahora estoy aquí, a un paso de buscar alguna prenda y descubrir si aún queda su olor impregnado. No tengo idea de qué cosas dejó mi padre ni lo duro que debió ser para él deshacerse de ellas.

—Pienso decirle a Leonardo que quiero esta habitación para nuestro bebé.

Me doy la vuelta de repente ante esas palabras. Deisy, la novia de mi padre, está a unos pasos de mí. Me observa de arriba abajo mientras se acaricia su, no tan abultado, abdomen.

—¿Perdón? —cuestiono con una molestia que me es imposible disimular.

Ella, por su parte, sonríe con diversión y se me acerca más.

—Quiero remodelar la casa —dice, mirando a todas partes—. Tu padre guarda muchas cosas viejas y la decoración no me gusta.

Posa sus ojos grises sobre mí y lleva una de sus manos a mi hombro.

—No me toques —advierto, molesto, al mismo tiempo que me alejo como si fuera la peste.

La manera en que me recorre el cuerpo con la mirada hace que me sienta muy incómodo.

—No entiendo por qué te caigo mal, León, tu padre me vive hablando maravillas de ti...

—No es correcto que coquetees con el hijo de tu novio, Deisy —la interrumpo y ella ríe, complacida.

—No te coqueteo, creo que estás malinterpretando mi buen trato. Pero sabes cómo es, las madrastras siempre son las malas del cuento.

Abro la boca para decir algo más, pero los pasos de mi padre no me lo permiten.

—León, ¿qué pasó con Gala? —pregunta, agitado.

El corazón me da un vuelco ante sus palabras.

—¿A qué te refieres?

—Ella se despidió de mí, dijo que se iba. Pensé que pelearon por algo...

No dejo que termine de hablar, porque corro hacia mi antigua habitación.

—¡Gala! —vocifero al entrar, pero no hay nada aquí.

Me llevo las manos a la cabeza y miro a todos lados sin saber qué hacer. ¿Cómo demonios se va a ir sola y a esta hora?

Corro hacia el salón y salgo, mirando para todas partes mientras grito su nombre. Logro verla, ella camina por la calle, apenas iluminada, pero se detiene al escucharme.

No me importa si estoy descalzo, con un pantalón de pijama y sin camiseta; lo único que me interesa es saber qué sucedió con ella para que quiera irse ahora.

—Gala, ¿qué estás haciendo?

Se gira para encararme y deja caer el bolso que sostenía.

—Necesito irme.

—¿Ahora? Teníamos algunos planes para mañana —replico, dolido.

Se supone que saldríamos con mi padre y su novia temprano, luego me iba a acompañar al cementerio.

—Lo siento, León, no puedo seguir aquí —habla con pesar.

—Gala —me acerco más a ella y llevo una mano a su rostro con dulzura—, ¿qué pasó?

Me martiriza que la luz tenue no permite que note el verde de sus ojos.

—Eso quiero saber yo, ¿qué hago aquí? No entiendo qué pretendes con esto.

Sus palabras me hacen retroceder un poco, estoy conmocionado por la manera en la que habla.

—Se supone que viniste a acompañarme.

—¿Por qué? ¿Cuál es la razón por la que me quieres junto a ti? ¿Por qué ahora, León?

—No comprendo...

—Tú siempre me rechazaste —replica con ira y cierto reproche—, me tratabas como si yo era una carga.

—¿Te estás escuchando? Ya no soy el mismo chiquillo inmaduro que no tenía idea de lo que quería. Pensé que el pasado estaba superado.

Un silencio incómodo se instala entre nosotros después de eso. Ella desvía la mirada mientras niega repetidas veces.

—¿Qué quieres ahora, León? —pregunta, pero no tengo idea de a qué se refiere ni a dónde quiere llegar—. ¿Qué es lo que sientes por mí? ¿Por qué me quieres cerca?

El golpe a la realidad, y lo que significan sus palabras, me ha dejado noqueado. Un sinnúmero de cosas me pasan por la cabeza, pero ninguna explican qué es lo que siento por ella.

—Somos amigos...

—No quiero ser tu amiga... ni nada —dice casi vociferando—. Es mejor que dejemos esto hasta aquí.

Recoge el bolso del piso y se gira, pero le agarro un brazo para que no se vaya.

—Quiero ayudarte, tú misma me dijiste que practicar calistenia te estaba haciendo bien. No comprendo por qué cambias de parecer ahora.

Me encara, y odio todo al no poder ver con claridad sus gestos.

—Sé que solo lo haces por lástima, por la fijación a mujeres con problemas...

—¿De qué demonios hablas? No tengo ninguna maldita fijación, ¿quién te dijo eso?

No responde, pero estoy casi seguro de quién es el responsable.

—¿Marcos habló contigo? —continúo, pero ella sigue callada.

Los minutos se vuelven eterno ante nuestro silencio, daría lo que fuera por entender el porqué estamos en esta situación.

—Me voy, León, lo siento.

El pecho se me encoge, las manos me tiemblan y unas ganas inmensas de llorar me invaden.

—Sé sincera conmigo, ¿sientes algo por mí aún?

—Tú no sabes nada...

—¡Dímelo, entonces! —grito con impotencia—. Ayúdame a entenderte, por favor. ¿Me odias?

Ella no habla ni mueve un solo músculo, esto es muy frustrante.

—Por lo menos déjame llevarte —propongo con voz amigable—. Solo será ir por mis llaves. A esta hora no hay trenes disponibles, Gala 

—No me importa. Tú no eres sincero conmigo ni me quieres aclarar por qué ahora sí me tomas en cuenta. —Suspira—. Estoy hastiada de todo.

Dicho esto, se da la vuelta y corre por la acera.

Quiero ir tras de ella, que me explique las cosas y hacerla entrar en razón. El problema es que debo respetarla, ha decidido alejarse y sé que nada de lo que diga o haga la hará cambiar de opinión.

Además, no sé qué decirle. La realidad es que ni yo mismo entiendo qué siento por ella, solo sé que me preocupo y quiero que esté bien.

Camino hacia la casa, con las manos en puños por la rabia e impotencia.

—León, ¿qué sucede?

Marcos me observa con cautela y a cierta distancia. Me acerco deprisa y lo empujo con fuerza, esto provoca que él casi se caiga.

—¿Qué diablos te pasa? —cuestiona, molesto.

—¿Qué le dijiste a Gala?

La voz se me entrecorta por lo enojado que me encuentro.

—¿Por esa mujer me tratas así?

Sus palabras solo hacen que mi enojo crezca.

—¿Por qué te metes en mi vida! —grito y me le acerco, dispuesto a atacarlo.

—Cálmate, solo me preocupo por ti.

—¿Preocuparte? Métete en tus asuntos de mierda. ¡Maldición! No tienes una idea de lo que ella está pasando.

La ira me hace temblar, quiero golpear algo...

—Es increíble que te pongas así por ella, no puedes negar que estás enamorado.

—¡Ese es mi maldito problema, Marcos! Tu novia no me cae del todo bien y no me meto en esa relación.

Entro a la casa como un loco, una mantra de maldiciones sale de mi boca a la vez que pateo lo que voy encontrando a mi paso.

—¿Qué te sucede? —pregunta papá, quien me observa atónito.

—Se dio cuenta de que está jodido —responde Marcos por mí.

La furia me hace ver rojo y, en un movimiento rápido, le doy un puñetazo con todas mis fuerzas. El impacto es tan grande, que Marcos cae al piso mientras se cubre el rostro con las manos.

—Si algo le sucede a Gala, te juro que me voy a olvidar de que hemos sido mejores amigos durante tanto tiempo. Ruega para que ella llegue a casa sana y salva.

Dicho esto, camino hacia mi antiguo cuarto deprisa.

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1/3

Les traje un pequeño maratón de 3 capítulos. ❤

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