Capítulo 13

~Gala~

Odio a León.

Sé que quedamos en que nos íbamos a ir temprano, pero nunca perdonaré que me haya hecho levantar un sábado a las cuatro de la mañana. Pese a su insistencia, tanto por mensajes y llamadas, me arreglé con calma porque a esa hora soy una zombi.

Cinco de la mañana. Él conduce, muy animado, pareciendo un modelo de esas revistas deportivas, y yo estoy hecha una mierda en el asiento. Apenas y pude bañarme bien, el sueño me tiene mareada y tonta.

Canta en voz alta una música pegadiza y yo me acomodo más para ver si puedo dormir en todo el camino.

—Las mañanas no son lo tuyo —dice entre risas y le enseño el dedo del medio, esto hace que se carcajee—. Te traje desayuno.

Poso la vista sobre él, quien se ha parqueado en una calle y busca algo en una de las mochilas que tiene en la parte trasera. Saca varios recipientes, entre ellos un vaso tipo termo y me lo extiende.

—Es café caliente —dice y me enseña otro—. Este es chocolate, pero imagino lo que prefieres. 

Le arrebato el café para luego darle sorbos pequeños. Está riquísimo.

—Aquí hay algunos emparedados —continúa mostrándome—. Este tiene frutas y ese hotcakes.

—¿Quién te preparó todo esto? La persona que lo hizo te ama —digo con burla, más animada ahora.

—Sí, yo me amo —alardea—. Estoy despierto desde las dos de la mañana, quería estar preparado a tiempo.

Me quedo boquiabierta ante sus palabras. Joder, él no tiene pinta de mal sueño ni nada parecido. Al contrario, se ve muy bien, fresco como lechuga.

—No te creo.

—Es en serio, ayer me dormí a eso de las ocho por lo mismo. Por suerte llevé a mis mascotas a casa de Marcos temprano.

Sus palabras me hacen sonreír, escuchar hablar a León es como un tipo de terapia. Entonces, la curiosidad me invade y quiero saber cada parte de su vida, por más insignificante que sea.

—¿Cuántos son? —pregunto mientras pruebo los hotcakes y algunas frutas. Él le da un sorbo a su café.

—Tres perros y dos gatos. Conociste a Felipe, Maura y Odín. —Me río al escuchar los nombres—. La gata se llama Oreo y el gato Misuri.

Estallo en carcajeo al escuchar los nombres.

—¿Cómo la galleta? —Asiente—. Qué locura, pobres animales.

—Eso tiene una anécdota chistosa —afirma entre risas.

Empieza a conducir de nuevo y me cuenta que la llamó así porque cuando la adoptó solo quería comer esas galletas y que no sabía qué hacer para evitar que las consumiera.

También me habla de su trabajo, de las cosas que hace y las metas que quiere lograr. León desea tener su propia clínica, pero no en la ciudad, sino en un lugar donde pueda acoger animales como un tipo de reserva.

Es muy interesante su vida, y dice todo con tanta pasión que me entusiasmo con ellas como si fueran la propia.

Quizás se debe a que no he logrado nada en comparación con él, esto me da vergüenza y me hace ver con más claridad que he desperdiciado todo mi tiempo.

—¿Y tú? —pregunta, sacándome así de mis pensamientos.

—¿Yo qué?

—Bueno, sé que estás estudiando medicina, pero ¿cuál especialidad quieres?

—Ah, quiero ser pediatra.

Posa los ojos sobre mí por unos segundos para luego llevarlos hacia el frente. Al parecer le ha sorprendido mi respuesta.

—¿En serio? Es una bonita carrera.

Me quedo en silencio y desvío la mirada hacia el cristal. Me pierdo en la carretera, los árboles y la sensación de paz que esto me proporciona.

León sube más la música, creo captó que no quiero seguir hablando y le agradezco que respete esto. Me acomodo, dándole la espalda y cierro los ojos, dispuesta a dormir en lo que queda de camino.

════ ∘◦❁◦∘ ════

El papá de León me dio una calurosa bienvenida. La alegría que mostró fue genuina, llevándose así el temor que tenía de su reacción. Pensaba que iba a ser diferente por lo que pasó entre mi madre y él.

Se puso muy feliz cuando vio a su hijo; lo abrazó muy fuerte y no paraba de decir lo afortunado que se sentía. León, por su parte, no me dejó de lado en ningún momento, siempre trataba de incluirme en sus conversaciones.

Ahora mismo estoy en la habitación, la misma que utilizaba cuando mi madre y él estaban juntos. Está muy diferente, solo hay una cama y algunos armarios.

Pongo mi bolso junto a las mochilas en el piso y me acuesto boca arriba para revisar el celular. Le mando un mensaje a Leah, diciendo que ya llegamos y verifico algunas notificaciones.

Dejo de lado el aparato, sintiéndome extraña al caer en cuenta dónde me encuentro. Muchos recuerdos me llenan la mente, me transportan y me hacen sentir una inmensa tristeza.

La nostalgia me pega fuerte y me pregunto cómo estará León ahora mismo. No me lo dijo, pero sé que venir aquí es muy difícil. Se justifica por lo lejos que está y por la novia de su padre, mas estoy casi segura de que quiere evitar este sitio por su abuela.

Él aparenta ser un chico feliz, realizado, con muchas sueños por cumplir; sin embargo, nada es perfecto y puede que él sufra cosas que nadie conoce.

¿Será ese su caso? ¿Tendrá León secretos, así como yo, que guarda de todos?

Unos toques en la puerta me sacan de mis pensamientos y me levanto para abrir. La sonrisa de León me deja muda, así como esa camiseta sin mangas y el pantalón ancho que le quedan de maravilla. Está descalzo y con el pelo echo un lío.

—La comida está lista, Gala —dice sin dejar de mirarme a los ojos—. Te juro que mis planes eran salir a almorzar, porque no quiero compartir con su novia, pero él cocinó para todos.

La manera en la que habla me da a entender que, en realidad, no le cae bien su madrastra.

—Es mejor que no lo hagamos esperar, entonces.

Salgo de la habitación y camino hacia el comedor seguida por él, pero me detengo porque me agarra de un brazo.

—Marcos vino, el hijo de puta dejó a mis mascotas con su novia.

Me alegra saber que él está aquí, recuerdo que nos llevábamos bien y él se encargaba de decirme algunas cosas de León.

—Genial, hace muchísimo que no lo veo.

Su rostro forma una mueca extraña al mismo tiempo que se rasca la nuca como si estuviera nervioso. Me suelto de su agarre y camino hacia la mesa donde ya están todos sentados.

—Ah, Galita, siéntate para que pruebes el mejor pollo que has comido en tu vida —expresa con alegría el señor Leonardo.

Sonrío y me siento en una silla al lado de León, ignorando la mirada extraña que me está dando su novia.

Observo a Marcos, y no puedo creer que se trate del mismo chico divertido y despreocupado que conocí. ¿Una persona puede cambiar tanto? Su rostro ha perdido esa aura jovial, lleva el pelo negro cortito hacia arriba y está muy musculoso.

Nuestras miradas se cruzan y quiero abrir la boca para saludarlo, pero hay algo en él que no me lo permite.

—Tu novia es muy bonita, León.

Esas palabras me hacen regresar a la realidad.

—No es mi novia...

—Deisy, Gala es una vieja amiga de León —interviene el señor Leonardo.

Su novia asiente sin dejar de reír con cierta burla, quizás no lo cree o solo quiere molestarlo.

Puedo percibir la tensión que nos va arropando mientras avanza el tiempo y comemos en silencio. Solo el papá de León le hace algunas peguntas, él responde con monosílabos y se da miradas cómplices con Marcos.

—Muy buena la comida —halago al mismo tiempo que me levanto de la mesa—. Voy a hacer algunas llamadas.

No permito que me respondan y me dirijo hacia el patio deprisa.

El jardín de la casa está bien cuidado, hay más árboles de lo que recuerdo. La brisa fresca de la tarde me hace bien, a pesar de todos los recuerdos que me produce y que me hacen sentir de muchas maneras.

—Gala.

Salto en mi lugar ante esa voz grave. Se acerca a mí despacio, mirándome con arrogancia, y se detiene a una distancia prudente.

—Hola, Marcos —saludo por cortesía.

—No me lo creí, quería ver por mí mismo que lo ibas a acompañar.

—No te comprendo...

—Ni yo a ti —interrumpe con molestia—. Dime algo, ¿por qué estás aquí?

Bien, a este punto estoy convencida de que le caigo mal.

—Eso no te importa...

—Sí, me importa mucho. Me parece muy extraño que te hayas aparecido en la vida de León de un momento a otro. Demasiado sospechoso si me lo preguntas.

—¿Quién te crees? Tú no sabes nada, deja de hablarme así.

Si las miradas mataran, yo ya hubiese estado dos metros bajo tierra.

—Te diré una cosa para que no te equivoques con él. —Se acerca más a mí, pero retrocedo—. León tiene una fijación por las chicas en peligro, les atrae porque puede ser ese hombre protector que ellas merece.

—No entiendo a dónde quieres llegar con esto, él y yo solo somos amigos.

Ríe con un cinismo que me descoloca y me hace enojar más.

—Sí, claro. Los dos son unos tontos al usar la misma excusa barata para estar juntos.

El corazón me late frenético ante sus palabras. ¿Tendrá razón? ¿Qué es lo que siento en realidad por él?

—Es mi mejor amigo y no quiero que sufra de nuevo por una mujer, ese imbécil se enamora de mala manera —prosigue, molesto.

—Puedes estar tranquilo, estoy segura de que nada de lo que mencionas va a pasar.

Resopla con cansancio, mira a todos lados para luego posar sus orbes oscuros sobre mí.

—Él me confesó que está enamorado de ti, Gala, solo que no tiene el valor de decírtelo por miedo a que lo rechaces.

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