→Tercera parte (50%)←

Ahora sí... ¡Feliz año nuevo! 

A veces no me doy cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, siempre pienso que fue ayer que actualicé y resulta que ya pasó una semana. En fin, no hay mucho que decir, sólo que me salí de control escribiendo la tercera parte de este fic y tuve que dividirla en dos porque no iba a hacer un capítulo de más de 10.000 palabras. 

Espero disfruten de esta última montaña rusa de emociones tanto como yo. 

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Verán, no es como si Hongjoong o Seonghwa fuesen un par de genios, pero razón tenían al haberle advertido a nuestro protagonista acerca de una pequeñísima desventaja que ocurría tan pronto tuvieras tu primera experiencia sexual. En aquel entonces, tanto Mingi como Yunho, habían atendido a la advertencia con cierto escepticismo, porque no era sólo el hecho en sí lo que les causaba desconfianza, sino la manera como Seonghwa había descrito todo el asunto.

"-Chamo, ve... eso es como cuando abres un pote de nutella y agarras una cuchara confiado de que con eso es suficiente, pero después te quedas con las ganas y vuelves a meter la cuchara en el pote y para cuando te das cuenta de lo que hiciste, ya te bajaste la mitad de la nutella tú solo.

Explicó el mayor de todos, peinando su cabello hacia atrás al tiempo que sus labios se curvaban en una sonrisa llena de satisfacción, como quien saca la máxima calificación de la sección en un examen de matemáticas.

-Verga, Seonghwa... no sé ni por qué somos amigos. Lo que quiere decir este pendejo de aquí es que el sexo es adictivo.

Reafirmó un malhumorado Hongjoong, haciendo que Seonghwa rodara los ojos al ver que el de menor estatura ponía en duda su sapiencia."

Como bien sabemos, uno no aprende por experiencia ajena y, Mingi no fue la excepción a la regla porque me dirán ustedes, cuánto valor podían tener las palabras de otro par de adolescentes (aunque ambos estuvieran de acuerdo en lo mismo), es decir, sólo porque habían cogido antes que Mingi y Yunho no significaba que de verdad fuera a pasarles lo mismo. Total, cada persona es diferente, ¿no?

Sin embargo, prontamente Mingi se supo errado en su suposición. Dios mío, cuán equivocado había estado al creer que algo como eso no le afectaría en lo absoluto a él o a Yunho. Cuán equivocado había estado al pensar que tras años de acumular ganas, las mismas no le iban a azotar el cuerpo haciendo que perdiera el control sobre sí mismo (igual en el caso de Yunho).

-Mingi, t-tenemos... tenemos que volver a clases...

Comentó Yunho en voz baja, las palabras saliendo atropelladas debido a los jadeos que le suscitaron, siendo que apenas había logrado despegar su boca de la ajena.

-Ajá, ¿y entonces?... por no entrar a un módulo de física no nos van a botar del liceo.

Habló Mingi al tiempo que se encogía de hombros, luciendo despreocupado mientras se daba a la tarea de recorrer con besos el cuello del pelinegro.

-No nos pueden botar por eso, pero sí nos pueden botar por andar de calenturientos besándonos en el patio del colegio.

Le reprochó su mejor amigo tras llamar su atención al tomarle con gentileza por la nuca. Acto seguido, Mingi hizo un chasquido con la lengua, dejando ver en sus facciones el descontento que la veracidad de aquellas palabras le causaban.

Si bien los dos mejores amigos no habían puesto nombre a lo que tenían (no es como si pretendiera hacerlo tampoco), desde aquel día por la tarde en casa de Mingi, cuando finalmente ambos descorcharon juntos la botella, todo había pasado delante de ellos en un abrir y cerrar de ojos. Lo que en un inicio había comenzado como un simple favor entre "hermanos", había dado lugar a un apetito voraz que, frecuentemente, se veían en la necesidad de satisfacer a cualquier hora y en cualquier lugar, siempre y cuando estuviesen seguros de que no hubiese moros en la costa.

Un mes entero de besos, caricias, jaladas y hasta mamadas que, indistintamente de la inexperiencia que se gastaron en cada uno de los encuentros, de una forma u otra forma, igual acabaron disfrutando entre risas todo el rato.

Desde el punto de vista de Mingi, aquello era una vaina loca porque cada que veía a Yunho se le antojaba besarlo, agarrarlo y apretarlo contra su cuerpo, y sabía su malestar era compartido, pues, a ni a él ni a su mejor amigo les había costado nada sincerarse con el otro respecto a lo que ahora ocurría en el interior de cada uno. No obstante, a pesar de la confianza, Mingi seguía preguntándose cómo algo así podía ser posible, cómo podía ahora querer hacer ese tipo de cosas con alguien que consideraba básicamente parte de su familia.

De cierta forma, se sentía como los tiburones que aparecen en Buscando a Nemo cuando estos dicen –"Los peces son amigos, no comida."- Bueno, en su caso era más bien tipo –"Yunho es familia, no comida."- pero tan pronto el otro le sonreía y le tomaba de la mano con el mismo cariño de siempre, no podía sino mandar todo a la mierda y comerse a besos al pelinegro. Por otro lado, lo mejor del caso es que a Yunho siempre le correspondía el arrebato.

-Ay bueno, está bien. Vamos a clase, pero después continuamos en mi casa.

Respondió al resignarse a cumplir su deber de estudiante para con el mayor. A continuación, ambos amigos se ayudaron mutuamente para acomodarse el uniforme y lucir lo más decente posible a los ojos de los profesores.

-Si no fuera porque nos conocemos de toda vida mi mamá ya estaría sospechando que tengo algo contigo.

Habló el pelinegro tras robarle un beso fugaz a los labios de Mingi, una vez terminó de arreglar los cabellos alborotados del susodicho. Seguidamente, pasó uno de sus brazos por los hombros de mencionado para así empezar a caminar hasta el salón.

-Tú mamá me ama más que a ti.

-Ya quisieras pajuo.

Respondió el pelinegro para luego soltar una carcajada ante la expresión de indignación de su amigo.

Al final les tocó correr hasta el salón huyendo del castigo que les iba a poner el guardia de seguridad si los pillaba caminando por los pasillos.

Aunque a nuestro protagonista no le gustase mucho pensar bien las cosas, Mingi no podía evitar que su mente se plagara con pensamientos que le involucraron tanto a Yunho como todo lo que había hecho en las últimas semanas con el pelinegro. Estando solo, a su mente acudían nuevas ideas, cosas que quería intentar y sabía que tanto a él como a Yunho le gustarían, si bien no eran nada del otro mundo, Mingi pensaba que estaba bien ir paso a paso y tomarse un tiempo para disfrutar de lo simple, porque al fin y al cabo, lo simple podía ser mágico. Tampoco le parecía tan malo el quedarse fantaseando a mitad de la clase de matemáticas, es decir, San siempre podría volver a explicarle.

A todas estas, a pesar de haber cambiado su dinámica para con su mejor amigo, todo lo demás seguía prácticamente igual. Ninguno de sus otros amigos parecían haber notado el cambio entre ellos, y si lo hacían no les importaba en lo más mínimo comentar algo al respecto; cosa que Mingi agradeció porque, sinceramente, no era bueno dando explicaciones, más aún cuando ni él ni Yunho tenían claro de a dónde iban o a dónde querían llegar con todo ese asunto.

No obstante, era ese otro detalle por el cual Mingi agradeció desde un principio haber prestado atención a la sugerencia de su amigo, es decir, la tenían demasiado fácil porque ni sus padres ni sus amigos ni los profesores ni a nadie más que a ellos mismos les afectaba que ahora estuviesen, si acaso no encima del otro, pero sí un tanto más cariñosos.

En pocas palabras, aquello era la jugada perfecta, lo mejor que se les podía haber ocurrido porque no tenían que rendirle cuentas a más nadie sino a ellos mismos.

-¡Mingi-í...!

Gimió Yunho al sentir como su mejor amigo hacía estragos en su cuerpo usando nada más que su boca.

-¿Ya te vas a correr?

Cuestionó Mingi tras alejarse de la erección del pelinegro haciendo una cantidad de ruido innecesario en medio de la acción. Tan innecesario como la saliva que cubría el miembro de Yunho, siendo esta el puente de unión entre los labios hinchados de nuestro protagonista y la carne palpitante de su mejor amigo; sin embargo, a ninguno de los dos le importaba tal detalle, sobre todo a Mingi, cuyo rostro era adornado por una perlada sonrisa.

-Mmh... n-no, todavía no.

-Entonces solo sigue disfrutando.

Dijo antes de retomar su labor, acomodándose entre las piernas de su mejor amigo, tomándole con gentileza por los muslos que anteriormente había acomodado en sus hombros.

Inmediatamente, queriendo darle un espectáculo digno al pelinegro, delineó solo con su lengua la longitud ardiente frente a él, antes de ir a por todo, decidido a hacerle la mejor felación de su vida a Yunho. Acto seguido, sintió el ligero espasmo que recorrió el cuerpo entero del susodicho, haciéndole sonreír nuevamente para sus adentros, sintiéndose ya todo un experto en el arte del sexo oral.

Aunque, todavía podía recordar la primera vez que había intentado hacerle un oral a Yunho, era como si hubiese sido ayer... Bueno, más bien había sido que si hace dos semanas como mucho. El caso es que entre una cosa y otra los dos mejores amigos sentían que había pasado ya una eternidad desde que habían empezado con todo eso. Quizá para otros pudiera parecer absurdo la cantidad de anécdotas que ambos lograron acumular en tan poco tiempo; sin embargo, eso no le restaba gracia a ninguna de ellas.

Por ejemplo, Mingi recordaría por siempre lo patético y divertido que había sido la primera vez que fue hasta abajo con Yunho, porque ni bien había intentado cubrir todo con su boca, estando tan ansioso se olvidó por completo de sus delicados reflejos. Conclusión, había terminado corriendo al baño para vomitar todo el almuerzo; suerte que el baño quedaba cruzando la habitación y que sus padres no estuvieran ese fin de semana en casa.

Y cómo olvidar cuando Yunho intentó dársela del más dominante al susurrarle cosas sensuales al oído. Demás está decir que el pelinegro acabó rojo de la vergüenza y nuestro protagonista, en vez de correrse quedó privado de la risa. Pero es que, me dirán ustedes... a quién se le ocurre decir, y cito: -"Eso, gime como perra en celo."- cuando estás tres dedos más profundo que nunca dentro de tu mejor amigo.

Si pues, no es como si fueran expertos en todo el tema pero los errores seguían teniendo su encanto, es decir, ambos lo sabían y en parte era por ello que querían compartir esos momentos con alguien especial, pero era diferente estar consciente de algo y luego experimentarlo y, en el caso de Mingi, experimentar cosas nuevas con Yunho siempre había sido lo mejor del mundo.

-Y-ya... Mingi, Mingi... para-ah...

Habló el mayor al tiempo que tiraba con suavidad de los cabellos del mencionado, anunciando a este la proximidad de su orgasmo. Inmediatamente, Mingi atendió al llamado, incorporándose en su lugar para así continuar el asunto pendiente con su mano, deleitándose con la imagen tan caliente que tenía delante de él.

Por su parte, Yunho solo se limitaba a mostrarse dócil a las atenciones de su amigo, su cuerpo incapaz de reprimir los espasmos y los sonidos que salían de su boca, esos ligeros -"ah, ah, ah, mmm..." - que sonaban más como un lloriqueo persistente de parte del mayor de los dos, los mismos que causaban que el raciocinio de Mingi se fuera a pique tan pronto llegaban a sus oídos.

Entre tantas cosas que nuestro protagonista había aprendido al satisfacer a su amigo, era saber cuándo este estaba más cerca de llegar al orgasmo. Era una cosa bárbara porque, Yunho mientras más cerca estaba, más callado se volvía, más errática se tornaba su respiración y de repente, siempre pasaba lo mismo, su mejor amigo soltara un jadeo similar a una risa ahogada, luego justo tras apretar los puños y arquear la espalda, ya estaría corriéndose. Por otro lado, Mingi era todo lo contrario, más ruidoso y con más movimiento. Inclusive, había llegado a llorar en más de una ocasión cuando Yunho se salió de control e hizo lo inexplicable llevándolo a una quinta dimensión.

En fin, el caso es que a los ojos de Mingi, su mejor amigo era mejor que cualquier actor porno porque todas y cada una de sus reacciones se notaban que eran genuinas. Por esa razón, al darse cuenta de lo que pasaba, decidió apurar el movimiento de su mano, torciendo la muñeca de tal forma que pudiera abarcar las áreas más sensibles y al ascender en cada movimiento terminase por rozar la hinchada y tan húmeda punta. Durante todo el rato el pelinegro intentó embestir de manera descoordinada contra su mano y para evitar incidentes lamentables, Mingi se tomó la molestia de sostener el cuerpo ajeno al ubicarse sobre su regazo. Finalmente, Yunho se corrió como siempre, manchando la camisa escolar que le había dado flojera quitarse antes de comenzar.

-¿Rico?...

Cuestionó al reír con suavidad viendo a los ojos cristalizados de su mejor amigo. A continuación, Yunho movió la cabeza para asentir siendo que no podía hablar al estar todavía recuperando el aliento.

Sin muchas ganas de ir a lavarse las manos, Mingi tomó su colcha y se limpió los dedos contra esta, importando poco si quedaba una mancha blanca en el azul oscuro de la tela. Acto seguido, buscó acomodarse al costado del pelinegro mientras este volvía a ponerse la ropa interior.

-Estás mejorando, marico.

Comentó su mejor amigo al quedar de costado sobre la cama, sonando tan complacido a los oídos de Mingi.

-Coño, qué milagro... es la primera vez en mucho tiempo que me haces un cumplido, mejor no me acostumbro.

Dijo Mingi entre risas, recibiendo un golpe (o al menos un intento de ello) de parte del peligro.

-Qué hablas, si eres ridículo, yo que me la paso hablando bien de ti.

Murmuró el mayor fingiendo estar afligido por las palabras de su mejor amigo.

-Ay, mariquita. Qué pasó, ¿te vas a picar?, ¿hm?

Dijo Mingi en un tono burlón, acercándose cada vez más a su amigo, rosando su nariz en el cuello y las mejillas de este, notando como el otro se cohibía bajo su estímulo, acabando por soltar una ligera risa apenada que combinaba a la perfección con el rubor que habían adquirido sus mejillas.

-Yah... no seas pajuo.

-Cállame pues.

Y no hizo falta que Mingi lo pidiera dos veces, porque si quiera antes de poder procesar lo que había dicho, ya tenía los labios del pelinegro sobre los propios.

Si antes las tardes libres con Yunho le parecían de las mejores cosas de su vida, con la nueva adición que habían hecho a su relación, Mingi creía que aquello era lo más cercano a tener el cielo en la tierra.

Es que le parecía increíble el hecho de que no necesitaba nada más para pasarla tan bien, para sentirse tan bien, porque tan pronto Yunho le besaba el mundo le daba vueltas, el estómago le hacía cosquillas y sentía que el corazón se le saldría del pecho. No tenía idea (o quizá sí la tenía, pero no quería decirlo en voz alta) de por qué se sentía así, pero le daba igual cómo se le llamaba a eso o si había que nombrarlo, porque mientras él y Yunho estuvieran en el mismo plano no había necesidad de andarse complicando.

También, era igualmente extraordinario como Yunho podía adormecer su pensamiento, empujando todas las dudas y preocupaciones fuera de su cabeza con tan sólo un par de caricias, justo como ocurrió en aquel momento, cuando paseando una mano por sobre su pierna le tomó con firmeza haciendo que envolviera la cintura ajena con dicha extremidad. Acto seguido, respondió a la acción presionando en la espalda baja del pelinegro para atraerlo más a su cuerpo, al mismo tiempo le encerró entre sus brazos, dejando que el otro continuase esparciendo tibios besos por su mentón hasta llegar a su manzana de adán, cosa que le hizo temblar; los efectos de su reacción, sintió contra su piel la sonrisa que se había dibujado en los labios ajenos.

-Anda, déjame ayudarte y después hacemos la tarea.

Murmuró Yunho al dejar un beso en sus labios, mientras palmeaba su trasero.

-¿Y si me mejor me ayudas y luego nos vamos a dormir?

-Ayer hicimos eso, sí seguimos en ese plan nuestras notas van a valer verga.

-Ay, pero tú siempre con tu negatividad.

-Verga, te juro que cada día te pareces más a Yeosang cuando hablas.

-Cállate que así me amas.

De pronto la conversación dio un giro inesperado con sus palabras, y con ello un extraño silencio se instaló entre ellos. Se quedaron estáticos mirando a los ojos del contrario en espera de alguna reacción, alguna otra palabra, una broma, algo que no llegó (al menos no pronto).

El asunto es que, no es como si Mingi no le hubiese dicho a Yunho que lo amaba, obvio que lo amaba, Yunho era una de las personas más importantes en su vida (por no decir la más importante), pero ahora con todo ese rollo que se gastaba era distinto cuando alguno de ellos traía a colación una oración tan significativa como la que acaba de escapar de la boca de nuestro protagonista. Todavía, el asunto no era lo suficientemente incómodo para que alguno de los dos dijera algo o se moviera fuera de aquella confort, más bien, sin decir nada Yunho se volvió a inclinar sobre su mejor amigo para tomar sus labios en un casto beso que a Mingi le supo a gloria.

Sin prisa alguna los dos adolescentes se dieron a la tarea de desarmar al otro entre besos, dejando a sus lenguas tantear lo que ahora sentían como su segundo hogar, mientras, las manos buscaban tomar cuanto pudieran del otro, acariciando con un propósito más que nada complaciente, y es que, ninguno de los dos iba a detenerse a remediar en el hecho de que el desespero no existiera para con ellos en esa ocasión.

Total, daba igual que tuvieran acumulada la tarea de tres días, no era nada que no pudieran resolver desvelándose un día antes de la fecha límite de entrega; cualquier cosa, siempre podían contar con los apuntes de Wooyoung. Sin mediar palabra alguna, Yunho con la zurda tanteó en la erección que desde hacía rato se marcaba entre las piernas de Mingi.

-Mmhm... yuyu...

Dijo Mingi en un susurro al abrir los ojos, advirtiendo la cercanía de su mejor amigo, quien mantuvo los ojos cerrados.

-Shh... bésame.

Pidió al pelinegro, quien no le hiciera esperar tras volver a atacar su boca esta vez con una clara intención, algo que para ambos quedaba sobreentendido.

Si le hubiesen dicho a Mingi hace unos meses atrás que se iba a volver adicto a Yunho, se hubiese reído. Pero las cosas eran diferentes ahora, es decir, no podía vivir sin las de caricias Yunho, sin su calor, sin sus labios, sin su risa, sin su aroma, sin su persona... no cuando el pelinegro sabía dónde tocar para reducir a un manojo de lloriqueos y temblores.

-M-más... ¡Ah!... Yunho, m-más...

Pidió Mingi con desespero, moviendo sus caderas contra la mano que le traía éxtasis, una caricia a la vez. Sin decir nada, el pelinegro sacó su mano de aquel confinamiento para escupir rápidamente sobre la misma antes de devolverla a su lugar, la acción haciendo que el cuerpo de Mingi diera una sacudida involuntaria, que prontamente le hizo echar la cabeza hacia atrás en un gemido ahogado.

Nuevamente sintió la húmeda presión de aquellos labios sobre su piel, esta vez desfilando despacio por sus clavículas hasta su pecho semidesnudo, para luego cerrarse en uno de sus pezones. Lo que Mingi no supo ni sabrá jamás, es que Yunho más que nunca, en esa ocasión, dejó el corazón en cada caricia que sus labios dieron al posarse estratégicamente sobre cada lunar que se había encontrado a su paso.

No se me hagan los desentendidos, todos sabemos lo que pasa entre estos dos, pero no es como si decirlo lo haga más real, es mejor no decir nada y disfrutar. No vaya a ser que el sentimiento se espante al mencionarlo.

Por ello, no es de sorprender que más temprano que tarde Mingi acabase en la mano de su mejor amigo con el nombre de este danzando sobre sus labios, mientras su cuerpo continuaba moviéndose cada vez más lento hasta detenerse al haber alcanzado la plenitud. Todavía, el pelinegro le sostendría tan cerca como para que ambos sintieran en el pecho los latidos del otro, detalle que prontamente les hizo sonreír como estúpidos.

Más tarde cuando Mingi hubo recuperado un poco el aliento, saliendo del escondite que había hecho en el cuello del mayor, este último retiró su mano de aquel lugar, cuidando de no tocar demasiado a su contrario porque sabían cuán sensible podía ser Mingi después de un orgasmo. Acto seguido, llevó la mano cubierta en los fluidos del otro a la altura de su boca para limpiar con su lengua los rastros sin vergüenza alguna, provocando que Mingi arrugar la cara. No es que le diera asco, pero tampoco compartía el mismo gusto que Yunho por tragarse aquello, por esa razón es que siempre le pedía al pelinegro que le avisara antes de correrse cuando le hacía un oral.

-Eres asqueroso.

Comentó Mingi con molestia fingida, su ceño aún fruncido en una mueca que a Yunho se le antojó adorable.

-No es mi sabor preferido, pero no sabes mal. Peor es limpiarse de las sábanas.

Contraatacó el mayor para luego reír, rápidamente contagiando a su contrario.

-Mmhm... estoy muy cansado, yuyu... vamos a dormir.

-Te dije que tenemos que hacer tarea.

-La hacemos después.

-¿Después cuándo?

-Pues... después.

Murmuró Mingi sonriendo al rozar su nariz con la adversa, tratando de hacer que el pelinegro cayera una vez más en su artimaña.

-Mhm... me suena a que vamos a tener que copiarnos de Wooyoung otra vez.

-Si funcionó las primeras... ¿veinte veces?, por qué no habría de funcionar ahora.

Sin tener cómo refutar aquello, Yunho se limitó a guardar silencio, prefiriendo concentrarse en las caricias que Mingi daba a su espalda por debajo de su camisa.

Viendo a los ojos del otro sentía una calma indescriptible y toda inquietud que podía llenar su cabeza se volvía cada vez más lejana.

Recién entonces, Mingi advirtió la hora por el amarillo anaranjado que se colaba por entre las persianas de la ventana del cuarto.

-"Aún es temprano, podemos dormir la siesta sin problemas."-

Se dijo a sí mismo, sonriendo al notar como Yunho se acurrucaba imposiblemente más cerca de su cuerpo.

No obstante, de un momento a otro el pelinegro le haría salir del estado de somnolencia en el que había estado cayendo en los últimos minutos al decir algo que, sin dudas, le removió más de una cosa por dentro.

-Mingi... ¿crees que ya estemos listos para hacerlo?

Tal como la primera vez que hablaron del tema, a Mingi no le hizo falta que el pelinegro elaborara para entender a lo que se refería.

Y es que, aunque no lo crean posible, los dos mejores amigos en todo el tiempo que llevaban conociendo el cuerpo del otro no habían hablado sobre hacerlo como tal. En otras palabras, no habían hablado sobre tener sexo en todo el sentido de la palabra, y no era porque les diera miedo (mentira, sí tenían miedo), pero quizá todavía tenían un par de inquietudes que no podían hablar con nadie más que con el primo Google porque no conocían a ninguna persona que estuviese jugando en el mismo equipo que ellos. Todavía, las ganas de hacerlo estaban, la intención también, de vaina no la tenían ambos escrita en la frente.

-Yo creo que sí...

Respondió Mingi, sus dedos enredándose entre los cabellos del mayor.

Pero tal como la primera vez el asunto se quedó en el aire, dado que los mejores amigos prefirieron sucumbir al cansancio y dejar aquello para otra ocasión.

Total que al día siguiente le tuvieron que pedir prestados los apuntes a Wooyoung. De paso, la mamá de Mingi le regañó por andar comiendo en su habitación con Yunho, porque había encontrado manchas blancas en su colcha cuando la metió a lavar.

Es cierto eso que dicen de que cuando uno piensa estar en la cima, cuando uno cree que no puede ser más feliz... viene la vida y te lanza una reprimenda por donde nunca pensaste que te atacaría, por donde nunca pensaste que te dolería.

En el caso de Mingi, no es como si hubiese ocurrido una calamidad en su vida. No obstante, justo después de aquella tarde tan mágica que había vivido en compañía de Yunho, las cosas se habían puesto un poco turbias entre ellos. No me malentiendan, no es que estos dos se hubiesen peleado o algo por el estilo, no. Todo el alboroto en sus vidas era a razón de que el año escolar estaba por terminar y todo cuanto pudieron haber aplazado a mitad de camino ahora se las cobraba dejándolos a ambos un tiempo muy reducido para compartir juntos. En conclusión, cero salidas, cero escapadas y cero revolcadas en la cama.

Tampoco es como que no hubiesen tenido tiempo para verse, más bien, siguieron metidos en casa de Mingi, pero para desgracia de ambos no sería besuqueándose, sino quemándose las pestañas entre teoría y práctica de temas que ni siquiera les agradaban.

-Te juro que todavía no tengo ni puta idea de lo que es una función.

-Ay no tú, estoy harto de repetir esa pinga. Dile a Wooyoung que te explique mañana.

-Pero si tú sabes que yo a él no le entiendo nada marico.

-Entonces busca un vídeo, no sé, no es peo mío.

-Tampoco es para que me trates así pues.

Terminó por decir Mingi, bajando la mirada nuevamente a sus cuadernos llenos de apuntes y gráficos fuera de su entendimiento; la concavidad de las curvas en las gráficas pareciéndose mucho a la mueca que se dibujaba ahora en sus labios.

-Lo siento... es que ya no lo soporto. Me estresa que uno tenga que hacer toda esta mierda para poder ingresar a una buena universidad.

Escuchó decir a su mejor amigo, viendo de reojo como este alborotaba sus cabellos negros debido a la frustración.

-Sí pues, pero no hay de otra.

En momentos como ese, tanto Mingi como Yunho deseaban volver aunque sea a tener la edad de Jongho. Con quince años al menos las responsabilidades no son atosigantes y la idea de entrar a la universidad parece tan lejana... en cambio a los diecisiete, ya estando a un solo paso de convertirte en mayor de edad, las cosas se vuelven tan reales que da miedo, es decir, a Mingi le daba miedo pensar que al año escolar siguiente ya no tendrían los consejos diarios de Hongjoong y Seonghwa, siendo que estos dos ya estaban en su último año y se preparaban para su graduación. Daba miedo todo el asunto de no ser escogido por cualquier universidad y terminar siendo un fracaso para sus padres, pero más que nada en el mundo... A Mingi le daba miedo que después de acabar el colegio por una razón u otra la vida terminara por separarle de Yunho.

Entre las poquísimas cosas que nunca le había contado al pelinegro estaba esa, y la vez que no tuvo el valor de decirle que él había dañado su control favorito del Play porque se le había ocurrido la brillante idea de lavarlo en el baño con agua y jabón, aquel día tuvo que usar todos sus ahorros para comprar un control nuevo y hacer como que nada había pasado. De cualquier forma, en ambos casos, a pesar de simplemente omitir información al pelinegro, igual sentía como si le estuviese traicionando, es decir, podía poner sus manos al fuego por Yunho, porque sabía que este último jamás le había mentido, mucho menos esconderle algo como eso, pero tenía miedo de que por abrir la boca su peor pesadilla se volviera realidad.

Simplemente, no podía dejar de pensar en lo peor porque la vida era así siempre. Se sentía entonces como si estuviese por entrar en un bucle interminable de la montaña rusa y su carrito además de no tener una barra de seguridad estuviese por soltarse de los rieles. En palabras más simples, estaba tan asustado por el futuro, que no podía siquiera concentrarse, disfrutar que todavía tenía a Yunho en el presente.

-¿Mingi?...

Al escuchar su nombre salió de su estupor para buscar la mirada del mayor, notando luego el deje de preocupación en los adorables ojos de su amigo.

-¿Estás bien?

-Yo...

Se relamió los labios, indeciso de si debía finalmente sincerarse o no con el pelinegro, y es que era tan débil ante el brillo de aquella mirada... pero debía ser fuerte por su cuenta, por Yunho. Así que, en vez de tomar una decisión arriesgada, se fue por el camino fácil, esperando así preservar el brillo de aquellos ojitos.

-¿Me das un beso?

Atinó a decir, no sabiendo ni por qué había pedido algo como eso, si nunca antes lo había hecho, quizá era a razón del desespero que sin saberlo seguía creciendo en su pecho. Total, no recordaba siquiera la última vez que había besado al pelinegro en los últimos días. Por su parte, Yunho se mostró sorprendido por la pregunta, más no hizo ninguna observación al respecto.

Quedando ambos adolescentes en silencio, se encontraron a mitad de camino en un beso tan significativo como ningún otro.

A pesar de haberlo intentado, Mingi no pudo evitar lo melancólico que se le antojó aquel contacto; era una estupidez sentir nostalgia por algo así, por extrañar cosas que ni siquiera había perdido. Sin embargo, por primera vez en todo el tiempo que llevaba besando a su mejor amigo, ese fue el único momento en el que los labios del otro no llegaron a empujar las preocupaciones fuera de su cabeza.

-"Ojalá decir las cosas fuera tan fáciles como hacerlas."-

Pensó Mingi mientras Yunho le seguía complaciendo al dejar cortos besos sobre sus labios, sosteniéndolo cerca de su cuerpo y lejos de los cuadernos. 

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Bueno, hasta aquí la primera parte de la última parte. Probablemente actualice mañana, o pasado mañana, depende de cómo me sienta. 

Por cierto, un dato curioso sobre este fic es que se suponía iba a ser un fic corto de 3.000 palabras como mucho, pero a mi me encanta complicar las cosas. 

Cuídense, tomen mucha agua. Nos leemos a la próxima (ノ)ʘ﹃ʘ(ヾ)

♥Ingenierodepeluche

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