→Tercera parte (100%)←

Tal como les prometí ayer, decidí subir la última parte hoy aprovechando que me tomé el día libre. He pasado todo el día frente a la pc escribiendo y sinceramente, lo adoro, más si es escribiendo cosas como esta. 

Estoy muy agradecido con todos los que han leído esta historia, espero en un futuro cercano poder seguir haciendo fics que sean de su agrado. Muchísimas gracias por haberme acompañado hasta aquí.

Por cierto, este es el capítulo más picante de todos, si son menores de edad lean bajo su propio riesgo.

Ahora sí, ¡Disfruten la lectura! 

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Al final, lo que pareció ser el fin del mundo para nuestro protagonista, de a poco cambió para mejor, los días grises quedaron en el pasado donde pertenecían, mientras el color y la vitalidad volvieron a llenar sus sonrisas.

Ciertamente, Mingi había hecho un drama por nada.

Claro que de vez en cuando le daban sus achaques, como a todos nos pasa al menos una vez por semana, pero había logrado sobrellevar las cosas, había soportado aquel paseo infernal con la cara en alto y teniendo la mano de Yunho firmemente sobre la suya.

Por supuesto que lloró tras la graduación de Seonghwa y Hongjoong, pero al menos no fue el único. Por supuesto que sus notas no fueron las mejores de la sección, pero al menos sus padres se veían complacidos. Por supuesto que todavía seguía teniendo inquietudes y por más que lo intentase, aquel miedo de perder a Yunho seguía latente, pero todos los días se levantaba y se miraba al espejo pensando –"por qué razón tener miedo a eso, si en todo este tiempo él no se ha ido de mi lado."-

Estaba demás sentir y pensar cosas que no iban al caso, porque si de algo se había dado cuenta mientras sufría en silencio a mitad de los exámenes, es que Yunho nunca antes había estado más comprometido para con él ayudarle. Tal era el caso, que hasta los demás en el grupo llegaron a burlarse de ellos porque ya la frase de -"son como uña y mugre"- no les hacía justicia. A sus diecisiete años se sentía más comprometido con Yunho, de lo que sentía a sus padres al estar juntos, y eso que él y Yunho no estaban casados (todavía).

Es más, sus ganas de estar con Yunho se habían disparado a niveles astronómicos, ya no le alcanzaban los besos, los toqueteos, y demás mariqueras que hacían estando los dos a solas enredados en las sábanas de su cama, detrás de las gradas de la cancha, e incluso en el baño (en el de su casa, en el de la casa de Yunho a escondidas de su mamá y en el del colegio, por supuesto), no. Necesitaba más de Yunho porque en definitiva estaba listo, se sentía tan listo para darle lo más valioso que poseía de su persona a su mejor amigo, que la vaina era hasta abrumadora, es decir, el sentimiento, el querer entregarse en cuerpo y alma a Jeong Yunho le sobrepasaba a tal punto de hacerle llorar como una quinceañera en plena fiesta sin chambelán.

Estaba tan eufórico por vivir aquello junto a Yunho que irónicamente su entusiasmo, yendo de la mano con los nervios, le traicionaron en más de una ocasión cuando teniendo al susodicho en bandeja de plata, buscó las excusas más estúpidas para posponer algo que tarde o temprano sería inevitable.

-Min-Mingi...

Escuchó el llamado de Yunho, atendiendo a este inmediatamente, dejando a mitad de camino las caricias que daba con sus labios en el cuello del más alto.

-¿Qué pasó?

Cuestionó ciertamente alarmado, viendo a los ojos de su amigo, pues la voz de este había sonado acusatoria a sus oídos.

Estaban una vez más en su habitación, sus padres habían salido, hacía calor porque ya era verano pero el calor de afuera no quemaba como el de su piel contra la del mayor. Tenía unas ganas colosales de hacer algo, lo que fuera pero que involucrara a Yunho, a sus labios, a sus manos, todo. Finalmente el pelinegro suspiró e incorporándose para quedar sentado en la cama le indicó que hiciera lo mismo, ya estando ambos de frente fue que habló.

-Eso... es lo que te pregunto yo a ti, ¿qué pasó? O sea... Hace como mes y medio, dos meses, no sé, no soy reloj ni calendario, me dijiste que estabas listo para ya sabes, y hemos tenido todas estas oportunidades, te lo he insinuado y me sigues haciendo a un lado.

Avergonzado, así se sintió Mingi cuando su mejor amigo por fin le había confrontado.

Desde siempre Yunho había estado paradójicamente un paso delante de él, siendo un centímetro más alto, siendo mayor que él por unos meses, estando primero en la lista de asistencia, y pare de contar... no es como si le molestara aquello, porque no lo hacía. El hecho es que, Mingi simplemente a veces llegaba a sentirse como un niño caprichoso, porque quería llenar las expectativas de su amigo y no sentía que ese fuera el caso en algunas ocasiones, lo cual le frustraba. Todavía, Yunho era la persona más paciente del mundo, y sabía, el pelinegro solo le decía las cosas para ayudarle a pasar la página y hacerle ver que esos prejuicios que creaba su mente carecían de sentido.

-Sabes... no quiero presionarte a nada, solo que me preocupa porque ya no sé si seguimos en la misma página, no sé si es que me quieres decir algo y no sabes cómo hacer-...

-Tengo miedo de no ser suficiente para ti.

Soltó de repente, interrumpiendo a su amigo al por fin verle a los ojos, ocasionando que ambos quedaran por unos segundos en silencio, segundos que se le hicieron eternos.

Estando a punto de tomar la palabra, ya tras haber tomado una bocanada de aire para continuar lo que sería una larga explicación, su mejor amigo fue el que le devolvió el gesto de hacía unos meses atrás al pararle en seco.

-¿Tú eres marico?

Dijo Yunho para luego alzar la mano en señal de que guardara silencio.

-No respondas.

Inmediatamente, la ira se apoderó de su persona y con las manos hechas puño, contempló la posibilidad de propinarle un golpe al pelinegro, más, se contuvo al sólo pegarle en la cabeza con una almohada.

-¡Qué coño es lo que te pasa!

Exclamó, bastante herido por lo que su amigo le había dicho, más aún al escucharle reír. Cegado por su arrebato (más bien, el resentimiento), siguió golpeando al otro con la almohada mientras éste continuaba riéndose y esquivando sus golpes. De pronto sus ojos se nublaron sin poder controlarlo, haciendo que bajara la guardia, hasta que Yunho pudo quitarle el "arma" de las manos.

-Mingi, Min...

-No, aléjate.

Sentenció cuando el otro intentó tomarle por los brazos, intentando zafarse de su agarre para luego ser tomado con firmeza del rostro.

-Suéltame o te jodo, Yunho. Estoy hablando en serio.

-No, escúchame... ¿sí?, por favor.

Aunque lo intentó (sí que lo intentó), Mingi no pudo evitar prestar atención al pelinegro cuando este le volvió a hablar en el mismo tono gentil de siempre.

-Qué tonterías dices... cómo que tienes miedo de no ser suficiente para mí, Mingi. ¿Acaso no te has visto?... eres perfecto. No quise ofenderte antes, solo quería restarle seriedad al asunto, de verdad...

Ante la disculpa del mayor no dudó en volver a verle a los ojos, llenándose con la tranquilidad y la ternura que solo esos enormes orbes le proporcionaban.

-Sé que es estúpido pero tenía miedo de decírtelo, es sólo que no quiero que lo hagamos y te decepciones de algún modo o pienses que pudo haber sido mejor, es decir, todo lo que hemos estado haciendo estos meses ha sido increíble y...

-Y ha sido increíble porque lo hice contigo.

Ante las palabras del pelinegro intentó volver a objetar algo que pudiera al menos continuar con lo que iba a decir, aunque realmente ya nada iba al caso después de lo que su amigo había dicho.

No obstante, una vez más su amigo le llevó la delantera al decir algo que pensó jamás escuchar de él, y le hubiese gustado estar nuevamente preparado, pero más temprano que tarde Mingi aceptó que sí le gustaba cuando Yunho le tomaba desprevenido.

-Me gustas Mingi. De verdad, me gustas... así como gustar en plan de que quiero tener una cita contigo y llamarte por nombres bonitos de pareja porque así de mucho me gustas.

De repente, Mingi sintió como si los planetas se alinearon a su favor, como si una estrella fugaz hubiese pasado delante de sus ojos, como si el tiempo se hubiese detenido allí para ellos. Una vaina tan insólita que hasta se le olvidó cómo respirar y, estando tan ido como Yunho le tuvo en ese momento, apreciando el adorable sonrojo que adornaba los pómulos del mayor, a su cerebro no se le ocurrió nada más sino decir...

-¿Tú eres marico?

Acto seguido, su mejor amigo estalló en carcajadas y aun estando tan cerca de él se acercó para luego juntar sus frentes y responder.

-Sí, lo soy, pero quizá... sólo por ti.

Cuán estúpido había sido al temerle a algo que nunca existió, cuán estúpido había sido en gastar tanta energía en pensar en cosas, escenarios que nada tenían que ver con la realidad, cuando pudo, simplemente, haber invertido todo ese tiempo y esfuerzo en besar a su Yunho con las mismas ansias y necesidad con las que lo hacía ahora.

Verán ustedes que para ese momento del paseo Mingi quiso ir a toda velocidad con Yunho. Era como si ambos a partir de esa confesión no necesitaran más, sino presionar juntos el piloto automático, como si finalmente su cuerpo se hubiera puesto de acuerdo con su mente para compensar todo el tiempo que había gastado, pero mientras el otro le comía la boca con extraña ternura, mientras sentía las manos de Yunho tocar por sobre sus pantalones, tanteando sus piernas y él, por su parte, se dedicaba a soltar los botones de la camisa ajena, se detuvo en seco una vez más para hacer una importantísima declaración.

-Espera... yo... tú también me gustas mucho... como para tener citas contigo y llamarte con motes bonitos porque así de mucho me gustas. Me gustas mucho, Yunho.

Y fue entonces que Mingi quiso meterse un coñazo a sí mismo por haber pasado tanto tiempo privado de ver aquel brillo intensificarse, por privarse de ver la tan radiante sonrisa que ahora adornaba la carita preciosa de Jeong Yunho.

Sin nada más que aclarar, los dos amigos se pusieron en acción, como el equipo perfecto que eran para todo (excepto para los talleres de matemáticas).

Con ágiles manos Mingi terminó por quitarle la camisa al pelinegro. Acto seguido, este último no tardó nada en copiar la acción de su mejor amigo (o su "novio no-oficial") para luego arrojarle en la cama y acomodarse entre las piernas del susodicho, arremetiendo contra su cuerpo en falsas embestidas que resultaron en una cuerda de jadeos que salieron de la boca de menor.

Nuestro protagonista tampoco no se quedó atrás al besar el cuello del pelinegro, dejándole no una, sino tres marcas que el otro tendría que ver después cómo escondería de la mirada curiosa de su madre. A continuación, siendo que la ropa seguía siendo un estorbo para los dos (como siempre), Mingi tomó la delantera, invirtiendo las posiciones, quedando sentado sobre el regazo del mayor, inmediatamente sus manos hicieron un trabajo rápido al desabrochar con maestría el cinturón que el otro vestía, llevando sus dedos al borde de los pantalones y la ropa interior ajena para arrancarlos de aquellas piernas esbeltas de un solo jalón.

A consecuencia de sus actos, la excitación de su amigo rebotó libre sobre el abdomen de este, más, no permaneció allí por mucho tiempo porque, sin previo aviso Mingi tomó de esta entre sus manos, empezando a masturbar al pelinegro con ganas, al tiempo que este se incorporaba, tomando asiento al centro de la cama, terminando por acomodar la fiera que era Mingi en esos momentos sobre sus regazo. Posteriormente, llevó la boca a la altura de uno de los morenos pezones de su mejor amigo, chupando y enroscando su lengua hasta sentirlo erecto, copiando el mismo proceso con el otro al tiempo que erráticos gemidos salían de la boca de ambos.

-Yun-... ¡Yunho!... lo quiero hacer. Hagámoslo ahora, ¿sí?

-Sí, sí a todo.

Murmuró el mayor al alzar su cabeza tomando los labios de Mingi entre los suyos para besarlos con devoción; segundos más tarde se apartó, juntando sus frentes.

-¿Quieres ir arriba o prefieres que yo lo haga?

Cuestionó el pelinegro, antes de soltar un sensual gemido contra la boca de su opuesto, pues la mano de este último no había parado de moverse sobre su miembro en todo el rato. Agitado así como estaba, Mingi se peinó los cabellos hacia atrás con su mano libre, indeciso de la posición que debía ocupar en su primera vez, es decir, no es como si en todo este tiempo los dos no se hubiesen aventurado a meterse los dedos entre ellos, llegando a la conclusión de que ambos eran completamente versátiles. Todavía, no había pensado hasta ese momento el rol que deseaba tener una vez llegado el momento del acto. A decir verdad, hasta le daba igual porque de todas formas sabía que lo iba a disfrutar, por ese motivo decidió ofrecer una solución bastante práctica.

-¿Hacemos piedra, papel o tijera?

Murmuró mientras dejaba cortos besos en los labios del mayor y la comisura de los mismos. Seguidamente, su mejor amigo dejó ir una corta risa que se perdió entre gemidos tras Mingi mover su muñeca con lentitud, jalando y estimulando al pelinegro tal como a este le gustaba; los sonidos lascivos que hacía su mano empuñando aquel ardor siendo música para sus oídos.

-M-me parece bien.

Sin nada más que objetar, alzaron cada uno una mano e hicieron una sola ronda de aquel juego, siendo el resultado: Mingi "tijeras" y Yunho "piedra".

La verdad, nuestro protagonista se sintió aliviado porque, sinceramente, no le gustaba ponerse condones y siendo el de abajo podía limitarse a disfrutar mientras Yunho hacía el trabajo. Entiendan, no es que Mingi fuese flojo, para nada, es que veía más conveniente que Yunho fuera el de arriba porque total, lo que quería era sentir al mayor en todas partes.

Así, sin más preámbulos, Yunho ayudó a Mingi a salir de su ropa, sonriendo complacido cuando le vio completamente desnudo, mejor aún, cuando sintió la piel ardiente de su mejor amigo contra la suya.

Por un momento, se limitaron simplemente a disfrutar de su compañía, dando tiempo al otro para terminar de sacudirse los nervios. Igualmente, las "mariposas" seguían revoloteando en los estómagos de ambos haciendo que sonrieron cómo estúpidos entre cada par de besos, el asunto siendo tan intenso, tan absurdo que ni siquiera les importó cuando sus dientes chocaron por el simple hecho de que no podían dejar de sonreír.

Más temprano que tarde, la mano de Mingi se estiró para tantear dentro de su mesa de noche a por los preservativos que su padre le había obsequiado hacía quizá unos seis meses, cuando el hombre pensó que, más que una charla prudente sobre educación sexual era mejor darle a su hijo los medios adecuados para que este se guardara las espaldas. Al dar finalmente con la pequeña caja cuadrada, la arrojó a un lado de la cama y siguió buscando la botella de lubricante que él y Yunho habían comprado el mes pasado, en un día particularmente caluroso en el que entraron a la tienda de conveniencia a comprar dulces y de paso lubricante, porque Mingi estaba harto de usar la loción de su madre; demás está decir que la cajera los vio como una fuyoshi ve su manhwa o drama tailandés favorito. Aparte de eso no hubo ningún otro detalle que mereciera la pena contar.

-¡Mhm!... ¡dónde coño está esa mierda!

Exclamó Mingi, frustrado al no poder dar con el paradero de la pequeña botella, su brazo empezó a doler por la incómoda posición que tenía. Inmediatamente, Yunho fue a su rescate, estirando el brazo para hurgar a ciegas dentro de la mesa de noche hasta dar con la susodicha, sonriendo triunfante.

-No te desesperes, bebé... tenemos tiempo suficiente.

Murmuró Yunho a su oído, chupando el lóbulo de su oreja para luego seguir con besos a lo largo de su cuello y clavículas; el mote por sí solo haciendo que su cuerpo experimentará una placentera sacudida.

De pronto Yunho se incorporó en la cama, no sin antes dejar un corto beso en los labios de hinchados de Mingi.

-¿Cómo quieres hacerlo?

-A-así está bien, quiero verte.

-Pásame una almohada ahí entonces.

El saber que cada vez estaba más cerca de perder la virginidad con su amigo, si acaso no le hacía sentir miedo, sino más bien curiosidad y unas ansias increíbles por querer experimentar en carne propia el éxtasis del que sus amigos tanto hablaban. Claro que, aquello iba a hacer un tanto distinto porque todos ellos hablaban de lo húmedas que eran las chicas, porque obviamente la anatomía de las mujeres estaba hecha para recibir; aun así... por algo el "punto G" de los hombres está en el ano, ¿no? O al menos eso pensó Mingi cuando le tendió la almohada al pelinegro, ayudando después a que este la colocara bajo su espalda, teniendo así fácil acceso a su entrada.

Afortunadamente, Yunho no era un adolescente de muchas palabras, decía las cosas cuando se tenían que decir y ya, cosa que Mingi agradeció en el alma porque de lo contrario habría hecho combustión espontánea en ese mismo lugar si Yunho comentaba algo sobre su culo, o el hecho de que se hubiese rasurado allí abajo, porque a decir verdad, si le había dado pena la primera vez que Yunho le metió los dedos y él se había presentado "al natural".

De cualquier forma, no siguió pensando cuando Yunho, luciendo tan compuesto a los ojos de Mingi, aprovechó su distracción y deslizó un primer dedo lleno de lubricante en su interior; el líquido no estaba tan frío, pero aún sentía algo extraño aquel intruso dentro de su cuerpo.

-L-lento.... por favor...

Pidió en medio de un suspiro, echando uno de sus brazos por sobre su rostro para cubrirse. Acto seguido, Yunho le detuvo, descubriéndolo con cuidado para luego sonreírle.

-No te tapes, dijiste que querías verme.

Sin querer o poder objetar nada a la lógica de su... ¿novio? (casi novio), asintió y siguió viéndole a los ojos tan pronto el otro comenzó a mover aquel dígito solitario en su interior. A los efectos del estímulo, sus piernas se cerraron de forma involuntaria, provocando que el otro se riera, volviendo a separar sus muslos para después acomodarse entre ellos, empezando a llenarlos con besos y caricias que provocaron un temblor involuntario en Mingi.

-A-ah... Yun-mhm... yuyu.

-¿Sí bebé?

Respondió el pelinegro tras dar una succión particularmente fuerte a la cara interna de los muslos de ajenos, tan cerca y a la vez tan lejos de la hinchada y palpitante erección de su opuesto.

-¿M-más?...

-No sé bebé... tú dime.

Se rió Yunho, su dedo abriéndose espacio dentro de las cálidas paredes del otro, moviéndose dentro y fuera lentamente.

-M-mh... sí, más, más...

Sin previo aviso Mingi sintió la presión de un segundo dígito en su interior y, a pesar de estar nervioso y algo tenso, aquel dedo entró sin mayor dificultad gracias al lubricante. Todavía, Yunho dejó sus dedos quietos por un momento antes de empezar a moverlos simulando el abrir y cerrar de unas tijeras, tanteando cuanto podían en busca del punto erógeno más íntimo dentro de su cuerpo. Aquella búsqueda no duró demasiado, pues, más temprano que tarde nuestro protagonista soltó un gemido ahogado.

Tras su hallazgo, Yunho se dio a la tarea de abusar de aquel punto, curvando sus dedos en el ángulo que pudiera resultar en más de los deliciosos espasmos que sabía a Mingi le gustaba sentir, porque aunque este último no lo dijera en voz alta adoraba que Yunho se saliera con la suya con él y le hiciera llorar del placer.

-Y-yun... si sigues así me voy a correr, marico.

Murmuró o más bien lloriqueo, sintiendo las lágrimas que se acumulaban en sus lagrimales. Se sentía caliente y apretado en tantos lugares, tan lleno e insatisfecho, pero extrañamente todo eso le resultaba adictivo.

-Qué pasó con yuyu, ¿por qué de repente tan rudo conmigo?

Comentó entre risas el pelinegro, demasiado distraído con los besos que repartía sobre el abdomen ajeno, sintiendo las contracciones del mismo cada vez que rozaba intencionalmente ese punto en el interior de su mejor amigo.

-Vete al... a-ah... carajo.

-Solo si vienes conmigo.

Murmuró Yunho para finalmente darle algo de atención al miembro de Mingi, usando su lengua para trazar círculos en la punta antes de cubrir con su boca el falo y descender un par de veces sobre el mismo, ahuecando sus mejillas, al tiempo que se ayudaba con su mano libre para masturbarle y mantenerlo erguido.

Sin querer perder detalle alguno de las reacciones de su opuesto, mantuvo la vista clavada en su mejor amigo, viendo el rostro de Mingi deformarse en las muecas más sensuales y contradictoriamente adorables que había visto en su vida.

Para cuando ambos se remediaron en la situación, Mingi ya tendría tres dedos de Yunho estrechando su entrada y el calor sería tanto que una fina película de sudor cubrió su cuerpo de pies a cabeza. Por otro lado, Yunho tendría la mano acalambrada y la mandíbula cansada, más, el susodicho hizo caso omiso, debido a que su convicción de satisfacer a Mingi era mucho mayor que apuntar a su propio placer. Se sentía morboso hasta cierto punto, y quizá nunca llegaría a confesárselo a Mingi, pero le gustaba tener poder sobre él (en la cama).

Por otro lado, Mingi estaría al borde de un colapso nervioso siendo la tercera vez que Yunho le negaba un orgasmo.

-Te odio...

Lloriqueó Mingi, sus ojos cerrados por el placer y el sonrojo en sus mejillas floreciendo hasta su pecho.

Sin decir nada, Yunho retiró sus dedos de la comodidad del interior de Mingi y buscó la caja de preservativos, abriendo la misma con los dientes, empezando a sentirse demasiado impaciente. Finalmente, cuando logró abrir el envoltorio retiró el condón y se aseguró de colocarlo bien, masturbándose con ligereza delante de un expectante Mingi.

-¿P-prefieres hacerlo así o...?

-N-no... yo... leí que era mejor para la primera vez si te doy la espalda.

Tan nerviosos como estaban el cuerpo les temblaba sin razón aparente, mientras se movían cayeron en cuenta de que ese era el último paso para llegar a donde tanto había querido.

Por fin lo que habían hablado se hacía realidad y ninguno de los dos sabía cómo tomarlo, es decir, las palabras se sentían pesadas en la lengua y todo parecía una escena en cámara lenta.

Ya luego de acomodarse boca abajo, y sentir a Yunho posicionarse tras su espalda, solo escondió el rostro en una de sus almohadas cuando el pelinegro le besó en uno de los hombros y tomándole por la cintura, empezó a empujar en su interior.

Desde el punto de vista del espectador, la sola imagen más que atractiva quizá hubiese resultado demasiado obscena, siendo que los dos eran todavía unos novatos, el primer intento le dolió un infierno a Mingi, terminando por empujar al pelinegro fuera de sí. Al segundo y tercer intento, el dolor sería un poco más manejable, pero ya para el cuarto (después de usar apropiadamente el lubricante), Mingi pudo respirar, hecho un manojo de temblores bajo el cuerpo de un delirante Yunho que estaba igual o peor que él con los sentidos a flor de piel.

-¿T-todavía te duele?

-U-un poquito... no te muevas pajuo.

Le advirtió a su mejor amigo, su voz sonando quebrada, si acaso desesperada.

Fue entonces cuando tanto Mingi como Yunho se dieron cuenta de lo poco agraciado que era el sexo en sí, al menos la primera vez. En todo caso, Mingi todavía no se estaba arrepintiendo, Yunho tampoco, pero no por ello les estaba doliendo menos a ambos: Mingi por tener algo abriendo inhumanamente sus entrañas y Yunho por soportar la necesidad, las ganas de arremeter brutalmente contra las paredes calientes que parecían querer arrancarle el pene.

No fue sino dos o quizá cinco minutos después, (no sé ni ellos ni el autor contaron el tiempo) que Mingi empezó a empujar ligeramente sus caderas contra las de Yunho, dándole la señal al pelinegro para empezar a moverse. Por su parte, el último se había pasado el rato distrayendo del dolor a su mejor amigo, dejando besos por toda su espalda y hombros, acariciando los costados de su cuerpo, procurando mantener la calma, pero ya no más.

Lo que había empezado como un ligero vaivén, ahora era una danza descoordinada entre ambos, embestidas que iban cogiendo ritmo a medida que Mingi y Yunho se acomodaron para sentir más de ellos mismos. En cuanto a Mingi, la sensación todavía no era adictiva como había leído en foros de internet, pero de a poco el placer florecía como ellos, esas deliciosas cosquillas que ponían al límite sus sentidos.

-Yuyu... joder, más rápido...

Pidió en voz baja a su... ¿pareja?, el susodicho atendiendo velozmente a su mandato, moviendo su cuerpo a un ritmo más considerado pero sustancial, escuchando finalmente el eco que hacían sus cuerpos al chocar, y cómo el esfínter de su mejor amigo se estaba contrayendo ante una que otra embestida.

A todas estas, Mingi si pensaba que se estaba sintiendo rico, pero no le veía chiste alguno a estar en cuatro por tanto tiempo, es decir, las rodillas le dolían al igual que su espalda de estar todo el rato encorvada, por ello decidió acostarse de a poco en la cama, su mejilla presionada al colchón al igual que su miembro que con cada embestida que daba el pelinegro, le sentía rozar de forma divina contra su colcha; poco le importó el estar babeándose sobre las sábanas.

-Y-yuyu, asi-í, más... más...

Gimió Mingi, sus manos haciendo puños tras el pelinegro encontrar el punto que tanto ansiaban ambos en una gloriosa embestida. Acto seguido, Yunho intentó replicar con desespero su acción, logrando su cometido tras un par de intentos fallidos.

Por su parte, el pelinegro también empezaba a notar que... hacer eso requería de más estamina de la que su cuerpo tenía, porque sentía como que el cuerpo no le daba para más, y al mismo tiempo no podía detenerse. Quería vivir dentro de Mingi si se podía porque aquello se sentía tan bien, tan...

-Rico... mierda... qué rico estás Mingi...

-Q-quiero, quiero verte...

Dijo el mencionado entre suspiros y gemidos quebrados, su voz gruesa viéndose cada vez más afectada por el placer.

Sin esperar más, Yunho le acomodó dándole la vuelta en la cama y tomando las piernas de su mejor amigo, se arrojó una vez más a su cuerpo, llenándole con su delirio en una sola estocada que hizo al otro temblar bajo su cuerpo, arqueando la espalda y echando la cabeza hacia atrás en un grito ahogado, la escena siendo cuando mucho lo más erótico que Yunho había visto.

Bueno, tenía que contar el hecho de que le prendía bastante haber visto su miembro entrar y salir de Mingi, o sea, era como lo más sucio, interesante, sensual e intenso que había tenido la dicha de ver en su corta vida, pero esas eran otras vainas que Yunho se iba a guardar para sí mismo porque sabía que si las decía en voz alta Mingi explotaría, y él quería aunque fuera tener una cita con él y pedirle apropiadamente que fueran novios antes de que el otro deliberadamente muriera de placer entre sus brazos. Si pues, Yunho era todo un romántico. Ahora, regresando con Mingi.

Nuestro protagonista se encontraba sin poder escoger si tener sexo dolía o le gustaba, o si le gustaba porque le dolía, era una cosa inexplicable todo el asunto porque lo que quería era echarse a llorar de lo abrumado que estaba, pero en el buen sentido. Todavía, aquello no era suficiente para empujarlo al límite, necesitaba más, quería más, mucho más de Yunho pero...

-Ah, ah... ¡Hm!... Yun-... Yunho, para. Para, para...

Habló Mingi al sostener a su mejor amigo por los hombros, haciendo que el otro frenara de golpe en medio de una embestida que le hizo contraer todo por dentro y que una lágrima se le escapase de los ojos.

-¿Te lastimé?, ¿te duele algo?, ¿Mingi?

Dijo Yunho buscando la mirada del otro con desespero entre jadeos, las preguntas saliendo una tras otra de su boca atropelladas debido a la preocupación.

-No, no... no, es que... es que se siente demasiado bien y creo que me voy a desmayar.

Verán que, así despeinado, sonrojado y con lágrimas asomándose por los ojos Mingi se veía como el mejor sueño húmedo de Yunho. No obstante, a los efectos de las palabras de su mejor amigo, el antes mencionado no pudo sino soltar una carcajada.

-Coño Mingi... me asustaste, no seas marico.

-Marico tú, no te puedo decir nada porque siempre te ríes de-...

No es que Yunho no quisiera escuchar las dulces palabras que Mingi tenía para decirle, al contrario, le encantaba hablar con su mejor amigo, pero en esos momentos estaba tan desesperado por continuar que mandó todo al carajo y le cortó, besándole con las mismas ganas bestiales que tenía de seguir arremetiendo contra el cuerpo ajeno.

-Se supone que ese es el punto de toda esta vaina, Mingi. Cállate y disfruta.

Sin más preámbulos el menor de los adolescentes se resignó a su "muerte" cuando una vez más el pelinegro se dio a la tarea a embestir con brutalidad contra su cuerpo, cada estocada siendo más larga y profunda, empujando su cuerpo de a poco sobre la cama. Mingi sentía que con cada golpe, Yunho le dejaba un poco más ciego, un poco más estúpido, como si el otro le estuviese atrofiando las neuronas de tanto placer, pero estaba bien, Yunho tenía razón, eso se sentía demasiado bien y él se lo iba a gozar tanto o más de lo que su mejor amigo lo hacía.

Fue entonces, que la última neurona que le quedaba viva pareció estallar haciéndole recobrar la conciencia y en medio de ese pequeñísimo momento de lucidez, invirtió las posiciones de ambos, dejando a un atónito Yunho bajo su cuerpo. Sin poder evitarlo le sonrió al pelinegro y se inclinó para besarle en los labios mientras buscaba a ciegas la manera de montar al otro. Por suerte, su mejor amigo pareció leer sus intenciones y tras incorporarse para quedar sentado contra el espaldar de la cama, le ayudó a sentarse en su regazo y sobre la razón de su "sufrimiento". Acto seguido, ambos soltaron una pesada exhalación al tiempo que Mingi, ansioso, se apoyaba sobre los hombros del más alto para empezar a moverse, dando brincos cortos que arrancaron más de un suspiro de los labios del pelinegro, suspiros que Mingi se tragó entre besos. Aunque a esas alturas más que besarse, sólo mantenían sus bocas unidas, queriendo respirar el mismo aire que el otro, queriendo estar tan cerca como les fuera posible.

-¡Ah!, b-bebé... te mueves tan b-bien, Mingi...

-¿S-sí?... ¿te gusta?

-Me encanta, todo de ti... m-me encanta...

Sonriendo complacido, Mingi continuó con su labor hasta que sus piernas se rindieron a la tensión que esa posición tan poco usual le causaba. Frustrado como se sentía, volvió con besos por el cuello del pelinegro hasta su boca para después juntar sus frentes.

-Pues sí, muy rico y todo pero me vendría bien que me ayudaras.

-Dios mío, eres una princesa, te cansas de nada.

Comentó su mejor amigo sin malas intenciones, atendiendo rápido a la petición de su amigo al tomarle por la cintura, y plantar los pies en la cama antes de alzar sus caderas en un ritmo rápido, embistiendo una y otra vez contra el cuerpo del otro, sin notar el hecho de que aquel mote hubiese hecho sonrojar a su opuesto.

Por otro lado, Mingi estuvo a punto de decir algo, su capacidad de habla se redujo a emitir puros gemidos tras perderse en el placer. O sea, literalmente se perdió porque sintió como si Yunho lo hubiese follado a otra dimensión donde no tenía control alguno de su cuerpo y mucho menos de lo que salía de su boca. De pronto sus manos y pies las sintió dormidas y sus mejillas empapadas mientras seguía llorando el nombre de su novio (definitivamente tenían que ser novios) contra el cuello de este, su miembro frotándose en cada embestida contra el abdomen del pelinegro. Entonces, sin poder siquiera avisar sintió el cuerpo inexplicablemente más tenso y su corazón latiendo tan rápido y todo ardiendo y... nada.

Verán, quizá Mingi no hubiese llegado a otra dimensión pero quizá sí había alcanzado el cielo cuando la intensidad de su orgasmo le golpeó, y si no fue el cielo, al menos el equivalente de ello; tan sólo pudo gemir de forma ahogada mientras todo su cuerpo convulsionó con intención sobre el de su amigo, sobre todo sus piernas que aprisionaron al pelinegro imposibilitando que su movimiento continuase siendo tan salvaje como desde hacía rato venía.

-Mm-mhm... Y-yunho, Yun-ah... m-mierda...

Alucinando con estrellas detrás de sus párpados, siguió repitiendo incoherencias al tiempo que sus manos rasguñar la espalda del mayor, su miembro pulsando una última vez al soltar la carga más grande de hubiese concebido jamás.

Entendiendo el mensaje, Yunho se mantuvo estático mientras veía a su mejor amigo descender de la nube a donde lo había mandado, sus labios besando todo el rostro húmedo por el sudor y las lágrimas que corrían por la cara del otro.

-E-espera bebé, déjame acomodarte.

Murmuró, escuchando un sonido aprobatorio salir de los labios de un exhausto Mingi. Acto seguido, le dejó nuevamente en la cama y salió del delirante interior de su mejor amigo antes de echarse a su lado en la cama, llevando una mano a su miembro para masturbarse a lo que su mano diera mientras veía a Mingi, el otro devolviéndole la mirada y dejando un beso sobre su hombro antes de ayudarle con su tarea, demás está decir que no hizo falta mucho para que Yunho también alcanzara el más intenso orgasmo de su vida, cayendo de vuelta en la cama tras arrojar el condón a la papelera junto a la cama de Mingi.

-Mierda... ¿qué acabamos de hacer?

Preguntó Yunho, la voz de este antojaba sensual y rasposa a Mingi. Ambos recién cayendo en cuenta de lo que acaban de ocurrir y de lo increíble que había sido todo el asunto, es decir, en boca de otros cuando te hablan de la vaina te quedas como –"vaya, yo también quiero."- pero lo que vivieron esos dos esa tarde fue cercano una proyección astral.

-No tengo idea, pero se sintió demasiado bien, aunque me duele el culo.

Escuchó al mayor reírse a su lado y sin poder evitarlo se contagió con su risa.

-Ah, pobrecita mi princesa. Más tarde vemos en internet qué podemos hacer por tu culo.

-Sí, pero primero me abrazas y me das besitos, ni que yo fuera tu puta para que me eches a un lado después de cogerme.

-Verga Mingi, si te quejas. Ven acá.

Sonriendo ambos como imbéciles, se acercaron al otro para abrazarse y darse los correspondientes besos. Estaban tan satisfechos que hasta parecía que se habían fumado un porro de lo despeinados e idos que lucían, pero no les importaba, sólo querían estar entre los brazos del otro porque eso se sentía bien, porque eso estaba bien.

-Mingi...

Dijo Yunho de pronto, haciendo que el mencionado alzara la mirada.

-¿Está bien si te pido que seas mi novio ahorita o me aguanto por lo menos hasta mañana?

Preguntó su mejor amigo viéndole a los ojos, luciendo imposiblemente más inocente y jodido, haciendo al corazón de Mingi latir desaforado.

-Coño pero no me mires con esos ojitos que me enamoro, Yunho.

-Si eres marico Mingi.

Respondió el otro entre risas tratando de esconder su sonrojo.

-Sí quiero, ser tu novio digo. Ahora tendrás que soportarme de por vida.

-Ah, soy la persona más afortunada del mundo entonces.

Comentó el pelinegro, robando un beso de los labios de su novio (ahora sí nojoda).

La verdad es que sí pues, la manera más fácil de describir la vida en la adolescencia es con la analogía de la montaña rusa, siendo que cada decisión hace el paseo más ameno o más complicado. No obstante, teniendo siempre a la persona indicada sentada a tu lado en el carrito, así fuera que estuvieras cayendo al vacío, sin cinturón de seguridad y sin frenos, puedes estar seguro de que llegarás bien al final; Mingi podía dar fe en ello porque Yunho siempre sostuvo su mano en esos momentos.


Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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Les juro que hasta yo estoy triste porque esto se acabó muy rápido. Definitivamente, en el futuro seguiré escribiendo fics cortos de esta pareja porque hasta yo me quedé con ganas de más. También, les cuento que hasta mi beta me dijo que envidiaba la relación que describí de esto dos a lo largo de la historia. 

En fin, espero les haya gustado. Les deseo una linda semana y que puedan cumplir todas sus metas este año. Cualquier queja que tengan pueden dejármela en los comentarios. 

Nos leemos en otra oportunidad ໒(◉ᴥ◉)७


♥Ingenierodepeluche


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