→Segunda parte←
¡Feliz navidad!
Iba a esperar hasta mañana para actualizar, pero tengo mucho trabajo de último momento. También me he estado sintiendo bastante pésimo y pensé que esto podía subirme un poco el ánimo.
En fin, no hay mucho que decir, solo que en esta parte todo escala bastante rápido y el asunto se pone caliente, porque Mingi y Yunho adolescentes al fin y al cabo. Lean bajo su propio riesgo(?)
¡Disfruten la lectura!
.
.
.
☀
Las dos semanas que siguieron después de aquel fatídico día que terminó por cambiar la perspectiva de ambos amigos, pasaron como quien dice –"por debajo de la mesa."- Entiendan ustedes, no es como si lo hubiesen hecho adrede pero estando en el liceo la atención de uno como que se desvía para todos lados y para ninguno al mismo tiempo y, para ambos adolescentes eso era lo usual, es decir, tampoco es como si hubiesen dejado de lado el hecho de sentirse como fenómenos andantes por seguir siendo vírgenes a los diecisiete años; sin embargo, había cosas más importantes en las cuales poner su atención de a ratos.
El destino les estaba dando esa pausa para recobrar las fuerzas en lo que venía la siguiente curva, porque inclusive el resto de sus amigos no volvieron a tocar el tema en el transcurso de esos utópicos días, por lo que, tanto Yunho como Mingi tuvieron la oportunidad de volver a las andadas y relajarse, compartiendo con sus compañeros tal como lo habrían hecho siendo niños, antes que la nación del fuego atacase sus cuerpos en desarrollo. Todavía, un jueves por la tarde, estando todos reunidos a la sombra de los árboles en el patio del liceo, la racha de suerte de los dos mejores amigos se fue en picada cuando el menor de todos en el grupo hizo una importantísima revelación a la hora del receso.
-Bien, creo que ya es momento de que lo sepan.
Sentenció un muy decidido Jongho, llamando la atención de todos los presentes.
-¿El qué?
Preguntó Hongjoong, despegando la mirada de la pantalla de su teléfono, viendo extrañado al menor a razón de su seriedad.
-Ya no soy virgen, pues.
Respondió el chico al encogerse de hombros, recibiendo un rotundo silencio de parte de todos; silencio que prontamente se hubo quebrado a los pies de todos con la llegada de los gritos de Wooyoung.
-¿¡Cómo que no!? La semana pasada lo eras, ¿quién fue?, ¡exijo saberlo!
-Wooyoung, Dios mío. Relaja la raja. Tarde o temprano iba a pasar.
Respondió San, quien parecía el más calmado con todo el asunto.
-No pero igual, si ya abriste la boca ahora tienes que decir con quién fue.
Alentó Seonghwa, picando los costados del susodicho.
-Y-yah, ya cónchale para, Hwa. No la conocen, es una chama de otro colegio.
Se rió el menor contando su anécdota como si estuviese diciendo a los presentes lo que había desayunado esa mañana.
-No sí, y tú desde cuando te juntas con gente de otros colegios, ¿vas en serio con ella?
Habló esta vez Hongjoong, haciendo una mueca de inconformidad por la respuesta que había dado el chico.
-No creo que vayamos por algo serio, o sea es linda... se mueve bien y todo, pero no es mi tipo.
-¿Al menos te la pasaste bien?
Preguntó Seonghwa tras peinar sus cabellos hacia atrás.
-Si pues, se sintió muy bien. Mejor de lo que esperaba, y no fue incómodo después.
-Bueno ajá. Eso es lo importante marico.
Comentó Yeosang con una sonrisa llena de picardía.
-Sí, qué bueno que no te encontraste una loca, porque hay chamas que después de coger se ponen intensas.
Agregó San antes de darle unas palmadas en el hombro a Jongho, su sonrisa transformando sus ojos en dos simpáticas lunas menguantes.
A todas estas, los únicos que no habían abierto la boca en todo el rato eran Mingi y Yunho.
Ciertamente, la noticia de Jongho les cayó a ambos como un balde de agua fría, es decir, saben cómo cuando una persona menor que ustedes viene a corregirles y quedan como un inepto en frente de todo el mundo, bueno, algo así les pasó a ellos porque Jongho apenas tenía quince años y ya había dado aquel paso tan importante. El niño, el bebé del grupo se les había adelantado a pasos agigantados haciendo de su inocencia un simple recuerdo, mientras, ellos solo podían quedarse allí sintiéndose (como siempre) los rezagados del grupo.
A los efectos del malestar que aquella noticia había causado en ambos, nuestro protagonista buscó nuevamente la mirada comprensiva de su mejor amigo, hallando rápidamente la salida, el refugio que necesitaba.
Allí, echados en la grama, al mismo tiempo que Yunho utilizaba como almohada sus piernas, la mente de Mingi corrió a mil por hora, recriminando cosas que no iban a lugar en esa situación, porque al resto de sus amigos no le importaba en lo más mínimo que ni él o Yunho fueran vírgenes, mucho menos homosexuales, lo sabía, más, su subconsciente ya había adquirido el mal hábito de sucumbir a la perra de la "presión social", presión que después de todo sólo era producto de su imaginación.
°
Más tarde, ese mismo día de camino a casa ninguno de los amigos había dicho más de lo necesario, siendo que ambos estaban más interesados en sufrir en silencio siempre y cuando el otro estuviese ahí para darse apoyo moral.
No fue sino hasta que Yunho dejó caer su mochila como un costal en el piso de la habitación de Mingi, que este último estalló aflojando la corbata del uniforme con desespero antes de tirarla al suelo, como si aquel accesorio tuviese la culpa de sus pesares.
-No puede ser que el santurrón de Jongho se nos haya adelantado.
Escupió casi con amargura, pero no por su amigo sino por el hecho de no poder hacer nada para cambiar su actual estado, la fehaciente realidad de que su cuerpo siguiese prístino.
-Si pues, yo tampoco me lo creo. Hace qué... ¿Seis meses que cumplió los quince?... y ya está.
Respondió su mejor amigo tras soltar un bufido, su voz sonando más que distante, rebosante de ironía, pues, qué más daba si aparentemente para otros coger era como chasquear los dedos. Acto seguido, el pelinegro se echó de espaldas en la cama tras quitarse la chaqueta del uniforme; el paradero de esta siendo la silla del escritorio de su mejor amigo.
Por su parte, Mingi seguía con la mirada clavada en el piso donde yacía la corbata toda malograda, la cual terminó por recoger antes de arrojarla en el canasto de ropa sucia e ir a la cama junto a Yunho. Sinceramente, el prospecto de poder ahogar sus penas con el pelinegro siendo lo único que necesitaba en ese momento.
-Es absurdo... me molesta que solo porque somos gays no podemos hacer un coño. No digo que las mujeres sean fáciles, pero siento que nosotros los hombres tenemos un pero para todo.
Habló a modo de desahogo, arrojando un brazo por sobre sus ojos. A su lado sintió la cama moverse con el peso de su amigo mientras este se acomodaba para estar de costado a él.
Por un momento no obtuvo respuesta alguna del pelinegro, hasta que escuchó su nombre en el mismo tono que Yunho usaba cada vez que se refería a su persona para hablar de algo de gran importancia.
-Mingi...
Más curioso que nada, se destapó los ojos e imitó al mayor al colocarse de costado de frente a su mejor amigo.
Por suerte, la cama era lo bastante grande para dejar una brecha cómoda entre ellos, así que, más que sentirse intimidado por la cercanía o la mirada de Yunho, se sintió indudablemente atraído al susodicho.
-¿Qué pasa?
Tal como aquella otra tarde hacía ya dos semanas atrás, nuestro protagonista advirtió el nerviosismo de su amigo. No obstante, esta vez no le hizo falta a Mingi poner más presión en el pelinegro porque más temprano que tarde el otro habló, confirmando por dónde iban los tiros de la siguiente conversación.
-Lo que hablamos el otro día, yo... sigo queriendo, tú sabes...
De forma inconsciente, tras oír aquello apretó las sábanas de la cama bajo su mano.
El que su mejor amigo reafirmara su decisión era cuando mucho lo más tentador del mundo, o sea, me dirán ustedes, no es que el autor esté loco pero si se ponen en los zapatos de Mingi más que tomar una decisión en el momento, en tu subconsciente ya tendrías la respuesta lista desde hacía rato, porque cuántas razones podía necesitar Mingi para no hacer aquello con Yunho, si es que la vida le estaba dando en bandeja de plata la solución para callar de una vez por todas el eco que hacían las voces imaginarias en su cabeza. Por supuesto que tenía dudas, claro que tenía miedo de estar cometiendo un error por mero capricho, pero qué más daba, si era Yunho de quien hablaba. Además, no le estaba obligando, no es como si algo como eso fuera a dañar su amistad, ¿verdad?
De pronto, Mingi se dio cuenta de lo seca que estaba su garganta y de lo mucho que había hecho esperar al mayor a por una respuesta, pues, el pelinegro iría lentamente alejándose de él en el cama; sin embargo, reaccionó en el momento indicado para detenerle, sosteniendo con la zurda una de las manos del mayor.
-E-espera... lo siento, yo... es que... coño, por qué es tan difícil hablar de esto.
Se quejó, su voz grave transformándose al final de la oración en la de un niño cuando hace berrinches a su madre.
A los efectos de su malestar por lo menos consiguió que su amigo se riera, aligerando un poco la tensión que había en el ambiente, pero más allá de eso, por primera vez en su vida Mingi se dio cuenta de algo que no había tenido la decencia de notar antes.
No es que no hubiese reparado en el atractivo de su mejor amigo, al contrario, estaba completamente seguro de que Yunho era un buen partido, pero había algo diferente en la manera como el mayor se rió en ese instante delante de él, algo que, podía constatar nunca antes se había manifestado.
Sin meditar demasiado en el aterrador hecho de que por primera vez hubiese visto a Yunho como algo más que su hermano, aquel impulso le llevó a decir finalmente lo que tanto quería.
-Si quiero hacerlo también...
Respondió sin titubeos, llamando la atención del pelinegro.
Inmediatamente, advirtió en la mirada del otro el asombro, pero más que nada el alivio. El mismo alivio que él sintió al darse cuenta de que pasara lo que pasara, Yunho y él siguieron juntos, como fuera pero juntos.
-Entonces... ¿quieres que lo hagamos ahora?
Impactado por la audacia del pelinegro soltó una risotada.
-No sí, al menos invítame un café antes marico.
-Chamo pero, ¿ves que tú no eres serio?
Contraatacó el mayor tratando de no reírse.
-Bueno, no sé... la verdad. Digo... si tu quieres.
Se encogió de hombros, los nervios volviendo a su cuerpo cual imán atrayendo virutas de hierro.
-Yo lo digo porque sabemos que tus padres no van a volver pronto, entonces... podemos aprovechar si quieres.
En ese momento, el partido se resumía a esa parte fastidiosa en la que ambos jugadores van a la par y no pasa nada interesante pero si descuidas la mirada uno de los dos gana. En otras palabras, estarían pasándose el globo para ver a quién le explotaba primero, para ver quién tenía las agallas de dar el primer paso porque, Yunho tenía razón, el tiempo era algo que estaba a favor de ambos gracias a que sus padres no volvían sino hasta la tarde-noche del trabajo, y qué mejor lugar para hacer cochinadas por primera vez en la vida sino en la comodidad de tu cama.
-Pero primero, no sé... ¿nos damos unos besos a ver qué tal?
Cuestionó Mingi algo dubitativo de ser el primero en aproximarse al pelinegro, pues, no quería quedar como salido.
No obstante, las cosas eran muy distintas a como Mingi las percibía porque desde hacía rato, sin darse cuenta, los dos amigos habían ido acercándose el uno al otro en la cama, acortando la distancia, encontrándose en el medio del lecho, casi enredando las piernas.
Por otro parte, a nuestro protagonista se le estarían cruzando los cables porque la idea de besar a Yunho, ahora, si acaso no era lo más conveniente, pero sí lo más tentador del mundo, y es que, desde su lugar podía apreciar la preciosa y tentadora forma de corazón que tenían los labios de su mejor amigo; palpar con su mirada aquella suavidad porque, si bien nunca le había dado un beso en la boca a Yunho, el pelinegro siempre se la pasaba cuidando sus labios con aquellas barras protectoras que olían a niñita bonita, o sea, a chicle.
-"Pero... ¿será que de verdad saben a chicle?"-
Se preguntó aún sin moverse de su lugar, pasando la mirada de los ojos a los labios del mayor, acariciando los últimos con el filo de la curiosidad.
-Me parece bien.
Murmuró Yunho por primera vez en largo rato, despertándose de su letargo.
Recién entonces, Mingi advirtió la cercanía de sus rostros, siendo que desde su posición podía quizá, incluso, contar las pestañas del mayor.
De pronto nuestro protagonista cayó en cuenta de lo que estaban por hacer, de la barrera que estaban por cruzar y, de que una vez que pusieran un pie fuera de la zona de confort no habría marcha atrás, pero... a quién le importaban las repercusiones de sus actos cuando tenía a un joven tan apuesto a centímetros de sus labios. Quizá le hubiese importado a muchos, pero no a Mingi, porque en el instante que el pelinegro tuvo el atrevimiento de colocar la diestra sobre su rostro y posar la mirada en su boca, mandó su consciencia al carajo tras coger impulso y juntar sus labios.
Por alguna razón, su primer beso con Yunho le causó una sensación extrañamente familiar. Verán que, a pesar de ser adolescentes y estar un 80% del tiempo como unos calenturientos, el primer encuentro de sus bocas no fue algo fogoso, mucho menos un contacto húmedo, sólo sus labios presionando cómodamente contra los ajenos como si hubiese sido ayer la última vez que hubiesen hecho algo como eso.
Era extraño, quizá demasiado extraño para Mingi el pensar lo cómodo que se sentía besar en la boca a su mejor amigo, tantear con sus labios a modo de caricias los contrarios. En algún momento en los pasados minutos llegó a pensar que todo aquello sería un fracaso, que tan pronto besara al pelinegro se sentiría asqueado, pero allí donde estaba, con los ojos cerrados, sintiendo la respiración pausada del mayor en su mejilla y el peso de su mano contra su cuello y mentón, no podía sino querer más, descubrir cuántas partes más del cuerpo de Yunho eran tan gentiles como su boca; sin embargo, antes de siquiera poder llevar a cabo alguna acción, el pelinegro ya se había alejado de él.
De a poco abrió los ojos encontrándose con la mirada expectante del mayor y sin querer dejarle esperando por una respuesta, siendo el cuerpo de Mingi poseído por un nuevo deseo se arrojó a sí mismo contra el pelinegro, uniendo sus bocas de nuevo.
A los efectos de su intrepidez, sintió la vibración que hizo la exclamación de su amigo al morir contra sus labios, más, no le dio la más mínima importancia a ese detalle porque estando tan ensimismado en disfrutar del nuevo placer descubierto, que tan sólo puso en práctica lo que sabía, moviendo su boca contra la adversa en besos gentiles que con el paso de los segundos fueron cobrando fuerza.
Su primer y segundo beso con Yunho no fue como lo suelen describir algunas personas, que sí sintieron fuegos artificiales y tal, no. Todavía, la vaina fue algo trascendental porque causó tanta conmoción en el interior de Mingi, que nuestro protagonista sintió como si una llama se encendiera en su interior. Un fuego que iría consumiendo de a poco todo lo que consiguiera, sintiendo el desespero, las ganas de aprovechar para dar una probada con su lengua el sabor verdadero de Yunho.
-"Bueno, no sabe a chicle, pero igual me encanta."-
Se dijo para sí mismo, no volviendo a pensar en el asunto, simplemente disfrutando del juego de tira y encoje que hacían sus lenguas al encontrarse dentro y fuera de sus bocas.
A razón de las tantas cosas nuevas que Yunho le estaba haciendo experimentar, no pudo contener el ligero temblor que le recorrió el cuerpo entero cuando el mencionado le chupó la lengua con lentitud, dando luego el mismo tratamiento a su labio inferior, para después acabar con besos húmedos y cortos que fueron trazando un camino al descender por la línea de su mandíbula, y de regreso a su boca.
A decir verdad, estando más lúcido, a Mingi no le hubiese sorprendido la necesidad con la que besaba a su mejor amigo, porque hacía ya tanto tiempo que no besaba a alguien que todas las ganas se le habrían acumulado. A todas estas, todo el asunto se le hacía incluso mejor que en otras ocasiones, pues, ya no eran los labios delicados de una chica los que besaba, sino los toscos y delirantes de un hombre.
Por fin podía dar testimonio de que toda su vida había hecho mal al besar al género opuesto, porque los labios de alguien de su mismo sexo, más específicamente, los labios de Yunho se sentían como el cielo sobre los suyos.
A razón del placer que hacía estremecer su cuerpo cada vez que Yunho rozaba con la lengua su paladar, o hacía algo particularmente agradable con la misma, las manos de nuestro protagonista había ido a parar a los cabellos del susodicho, los brazos en torno al cuello del mismo, siendo que, inexplicablemente, su cuerpo ahora estaría de espaldas a la cama con un eufórico Yunho prácticamente sobre el suyo.
Por otro lado, a criterio propio, Mingi pensó que el sonido húmedo que hacían sus bocas al encontrarse se asemejaba a un poderoso eco que enmudeció su juicio junto a cualquier pensamiento lógico. En otras palabras, se había resumido a la facultad de su gusto y tacto, de sentir y gozar porque tan sólo eran Yunho y él en ese momento, disfrutando de la compañía del otro como siempre habían hecho, por tanto, no hubo nada de malo cuando se le ocurrió la brillante idea de atrapar la lengua del mayor entre sus labios propinándole un par de suaves succiones, como si aquello se tratase de alguna felación.
-Mingi...
Gimió Yunho roncamente contra su boca, incapaz de apartarse por más de tres segundos de los belfos del nombrado.
-Yuyu...
Respondió estando más ido que nunca, llamando al otro con aquel mote que solo utilizaba en privado para referirse a su mejor amigo; el seudónimo siendo algo tan íntimo entre ellos que dado el contexto de la situación, el nombrado no hizo más sino temblar sobre su mejor amigo, como si su cuerpo estuviese conteniendo la fuerza con la que quería atacar a Mingi.
-Te juro que si me llamas así otra vez me corro.
Incrédulo ante las palabras del pelinegro, parpadeó varias veces mirando al mayor en espera de que este hiciera algo más o desmintiera lo que acababa de decir.
-Tú me tienes que estar jodiendo. Yunho, por Dios.
-Pero qué quieres que haga si es cierto.
Le reclamó el otro entre risas, haciéndole suponer que ni él mismo aguantaba sus ocurrencias, sin poder evitarlo se contagió con la risa de su amigo.
Recién entonces, Mingi advirtió lo rojos e hinchados que estaban los labios de su amigo, antojándoles imposiblemente más apetecibles que antes.
-Eres increíble, de verdad.
-Lo sé, ya me lo habían dicho.
Rodó los ojos al oír a su opuesto y negó con la cabeza antes de acomodarse un poco en la cama para ver mejor al pelinegro, cuidando de guardar la misma cercanía que tenían desde hacía rato.
-Bueno, ajá... solo para que sepas, besas mejor de lo que esperaba.
Comentó Mingi en voz baja, sintiendo su cara más caliente de lo usual.
-Cónchale vale, no empieces con el "ajá" qué te escuchas igualito a Yeosang y yo ahorita no quiero pensar en-...
Sin querer oír más quejas del pelinegro le ahorró el discurso al robarle un beso.
-Porque mejor no le das un mejor uso a tu boca, yuyu, ¿hm?... Menos charla y más acción.
Comentó de forma coqueta al insinuarse con descaro a su mejor amigo, notando el trance en el que esté pareció haber caído tan pronto le escuchó decir aquel apodo.
No tuvo que esperar mucho más para que el pelinegro se pusiera en acción y volviera con más ganas que nunca a asaltar su boca con besos que, más temprano que tarde le tuvieron jadeando y con una erección en progreso. Si lo pensaba mucho, sabía que el excitarse al besar de esa manera a su mejor amigo estaba muy mal, es decir, mal a tal punto que a razón de la relación que había roto hacía sólo unos minutos atrás, eso de alguna manera lo podía considerar como una clase de incesto porque, después de todo, Yunho seguía siendo su hermano de otra madre y, aunque ese título no tuviese ningún tipo de valor real en la sociedad, para él guardaba un significado. Todavía, no le importaba nada el ir en contra de su naturaleza y principios porque para Mingi, besar a Yunho era una divinidad de la cual no se iba a privar nunca más.
-M-más... Yuyu, quiero más...
Demandó al pelinegro entre jadeos, sintiendo sus labios entumecidos de tantas veces que el mayor se los había mordido.
A esas alturas el partido estaría más interesante que nunca, dado que ambos jugadores estarían a punto de obtener la victoria compartida con cada nueva jugada, con cada nueva habilidad demostrada, y es que después de haber besado con tanta devoción a su mejor amigo, Mingi no sentía vergüenza alguna de pedir por más a Yunho, de todas formas ese era el objetivo, ¿no?
Con todo y eso, el mayor pareció meditarlo un poco antes de recorrer con la diestra los costados de su cuerpo, acariciando por sobre la ropa con manos ligeramente temblorosas todo lo que prontamente deseaba que Yunho marcaron con su boca.
De pronto el pelinegro le tomó desprevenido al descender con besos del mentón al cuello, besando y mordisqueando su piel, dejando a su paso una estela que durante largo rato le había hecho cosquillas. Por su parte, Mingi echó la cabeza hacia atrás para facilitarle el trabajo al mayor y al mismo tiempo sus manos se dieron a la tarea de tantear encima de su camisa cada músculo perfectamente definido de la ancha espalda de su mejor amigo.
Haciendo uso de las manos guardó en su memoria cada lugar especial que al apretar o acariciar superficialmente hubo sacado algún sonido aprobatorio de la boca al mayor; sin embargo, ya nada le parecía suficiente y de alguna forma la temperatura había incrementado tanto que empezaba a sentir la necesidad recurrente de arrancar el estúpido uniforme que le impedía sentir con plenitud al que por tan sólo un centímetro era más alto que él.
-Y-yuyu...
Gimió tímidamente cuando el otro descubrió sus pezones entre sus dedos, estimulando ambos por sobre la tela de su camisa antes de aventurarse a usar su boca en uno de ellos. Quizá antes la idea de que alguien le acariciara en esa área se le hubiese antojado foránea, pero ahora que lo vivía en carne y hueso, la experiencia más que desagradable, acrecentaba las ansias en su interior.
-M-mhm... más, más, Yuyu...
Repitió aquel mantra mientras el pelinegro se dignaba finalmente a batallar contra su ropa.
De cierta forma, se sentía extraño el que alguien más le desvistiera, pero más que el acto en sí, lo que lo hacía tan diferente era la razón. Esa misma razón que contribuía al impulso de hacer, pero que al mismo tiempo sería tan potente que volvió más torpe a sus jóvenes cuerpos, haciendo incluso que la coordinación de ambos fuese casi un chiste; sin embargo, Mingi consideraba que eso tenía su propio encanto, suponía que de seguir adelante todo eso se tornaría adictivo, es decir, todo cuanto pudiera tratarse o estar relacionado a esa razón, porque mientras Yunho le quitaba la camisa y florecían sus manos sobre la piel de su abdomen, la mente de Mingi no concebía que eso, lo que estaban haciendo ahora pudiera tener un final. No era posible que en un futuro cercano pudiera desviar su atención a otra cosa de mayor relevancia, porque nada se sentía tan bien, nada era tan importante, ¿o sí?
Dicho de otra forma, estaba negado a la idea de que eso pudiera terminar porque necesitaba más de esas cosquillas en su vientre, en sus labios, en todos los lugares que alguna vez Yunho pudo haber tocado sin intención, pero que ahora se volvían paradójicamente erógenos.
Siendo que el mayor estaba acomodado a horcajadas sobre su cuerpo, supuso que estaba bastante incómodo, por lo tanto buscó arrimarle, pegarle a su cuerpo al tirar de la corbata que este todavía llevaba puesta. El acto en sí se le antojo sensual, aunque desde el punto de vista de un espectador podría incluso verse como algo descuidado a razón de que, como efecto colateral, sus bocas colisionaron sin gracia contra la otra, pero le valía madres ponerle atención al detalle en los besos que daba al pelinegro; la pasión y el deseo ahora encontrando más de una salida en sus cuerpos.
Entonces, fue el momento en el que se separó para buscar algo de aire, aquel momento cuando a Yunho se le ocurrió pasar la lengua tortuosamente lento por sobre uno de sus pezones para después chuparlo, ese mismo instante en el que sus caderas se alzaron y chocaron contra las del mayor, fue cuando advirtió la excitación de Yunho, tan o más marcada como la suya entre sus piernas.
-A-ah... Min... Mingi... hazlo de nuevo.
Escuchó decir a su mejor amigo entre cortos jadeos tras haber escondido el rostro en su cuello, haciéndole cosquillas cada vez que respiraba.
Tras lo que acababa de suceder, percibió una extraña fuerza para crecer en su interior, unas ganas brutales de tener el control de aquella situación y de su amigo.
-¿Qué cosa, Yuyu?
Comentó como si nada, sonriendo al quedarse quieto sobre la cama, todavía abrazando al otro por los hombros. Inmediatamente, su amigo alzó la mirada haciéndose el molesto a lo que solo ensanchó su sonrisa cargada de falsa inocencia.
-No te pases de pendejo conmigo, Mingi.
Murmuró el pelinegro contra sus labios antes de tomarle por los muslos con determinación, haciendo que abriera las piernas para acomodarse entre ellas. Acto seguido, su mejor amigo aprovechó la oportunidad para hacer lo que le vino en gana, frotándose contra su cuerpo, más específicamente, estimulando aquel lugar confinado entre sus piernas que parecía palpitar con cada beso y con cada "embestida" que el mayor le daba.
Sin darse cuenta, Mingi respondió imitando con la experiencia de un novato los movimientos del mayor, tan solo persiguiendo el mismo placer que suponía sentía su amigo al someter la parte inferior de sus cuerpos a esa presión; el prospecto de dominar al pelinegro ya quedando olvidado tras haberse arrojado (inconscientemente) de brazos abiertos a la sumisión.
Era extraño el giro inesperado que había tenido todo para con ellos, la decisión de haber cruzado la línea de la amistad y el cariño fraternal para transformarse en el par de jóvenes calenturientos que eran en ese momento sobre la cama y entre las sábanas de Mingi. Claro que eso que estaban viviendo no les hacía más diferentes, mucho menos superior a otros, porque el hacer cochinadas con tu mejor amigo debía ser algo normal; aun así, Mingi y Yunho no prestaban atención a nimiedades como esa.
Recién entonces entendían por qué sus amigos sólo querían hablar y hacer eso, porque sentía como lo más cercano al cielo, se sentía tan caliente, tan húmedo, tan...
-Rico... mierda. Se siente tan rico, no pares Yuyu...
Comentó en voz baja, sus labios rozándose despreocupadamente contra los del pelinegro, de vez en cuando dejando besos en las comisuras y el mentón del otro mientras sus cuerpos seguían persiguiendo aquel placer que nunca antes habían experimentado.
De entre todas las conversaciones que tuvieron sus amigos, en las cuales no participaron, una de las cosas que más le llamó la atención a Mingi era el hecho de que todos concluían que después de hacerlo la primera vez ya no había vuelta atrás, masturbarse por cuenta propia dejaba de tener chiste y lo que deseabas estando caliente era que alguien más viniera a atenderte. En un principio, algo así no le pareció posible a Mingi, es decir, pensar en ello era una locura porque cómo otra persona iba a saber lo que le gustaba a la primera. En pocas palabras, quién mejor para complacerse que él mismo.
Le podían llamar loco, pero Mingi a lo largo de su adolescencia a falta de personas con las cuales practicar había convertido a su mano en la herramienta perfecta con la cual sabía podía alcanzar un orgasmo decente, pero a medida que iba descubriéndose con Yunho le era indiscutible el hecho de que había estado perdiendo el tiempo, de que había pasado todos esos años viviendo una mentira auto inducida, porque Yunho (sin siquiera saber lo que le gusta) ni siquiera le había quitado toda la ropa y él ya estaba viendo estrellas tras sus ojos.
Hablando de ropa, de un momento a otro nuestro protagonista se percató de la cantidad de prendas que el pelinegro llevaba encima y de lo innecesarias que eran en ese momento. Así que, sin previo aviso y valiéndose de su nueva y flamante voluptuosidad, invirtió las posiciones dejando al otro bajo su cuerpo. A continuación, se incorporó para sentarse en el regazo de su mejor amigo y ponerse manos a la obra llevando sus intrépidos dedos a los botones de la camisa ajena para deshacerlos, prácticamente arrancando la tela y la corbata del mayor cuando tuvo la oportunidad, siendo ayudado por su amigo en medio de su desespero, terminando ambos por arrojar la prenda lejos de ellos.
Justo entonces, tras acabar se tomó un momento para apreciar la persona que tenía bajo su cuerpo, lo atractivo que se le hacía el cuerpo tan bien formado del otro adolescente y de lo mucho que quería recorrerlo entero con la boca, apreciando el ascenso y descenso del pecho ajeno bajos sus manos, así como el frenético latir del corazón del pelinegro el cual le hizo sentir, quizá no poderoso, pero tan complacido, porque él había dejado a Yunho así, así de acabado con los labios hinchados y llenos de saliva, con el pelo revuelto y una erección entre las piernas.
Por su parte, Yunho también pareció meditar la situación, solo que a diferencia de Mingi, el mayor se valió no solo de sus ojos para recorrer y acariciar el cuerpo de su opuesto, sino de sus manos para apretar y atraer al otro cuando finalmente se incorporó quedando sentado en la cama, usando la pared cercana para apoyarse.
-¿Quieres seguir?
Escuchó decir a su amigo haciéndole salir de su ensoñación. Acto seguido le dedicó una mirada indescifrable.
-¿Qué clase de pregunta es esa marico?
Cuestionó, incrédulo de que el otro si quiera hubiese pensado en dejar las cosas hasta ahí cuando era obvio que ambos querían continuar. Vio a su mejor amigo encogerse de hombros y recién entonces advirtió el adorable sonrojo en sus mejillas.
-Solo quería estar seguro de que quisieras continuar.
De repente sintió como si las nubes se disiparon en su cabeza y una luz divina iluminase su mente, peor aún, su corazón. Como cualquier otra persona cuyo juicio está siendo sacudido por las hormonas, Mingi no quiso reparar en porqué ahora, en ese preciso instante, su corazón latía desbocado contra su pecho (como segundos antes había sentido el de Yunho), es decir, era estúpido porque Yunho siempre había sido gentil con él, siempre se había preocupado por su bienestar, y no era una sorpresa que estando en esa situación el otro se comportarse de esa manera, pero...
¿Y entonces?
Sintiendo el rostro arder y sin ganas de afrontar sentimientos que nunca pensó sentir por el otro, envolvió de nueva cuenta el cuello del pelinegro, al mismo tiempo se inclinó para besarle con las mismas ansias de hacía un rato, enredando sus largos dedos en los cabellos del mayor, sellando así un muy importante acuerdo entre ellos.
Prontamente, sus caderas parecieron cobrar vida al coger impulso sobre el regazo del otro, retomando las cosas donde las habían dejado; de vez en cuando se atrevería a más poniendo en práctica cosas que no sabía si había escuchado de San o había leído en algún blog, daba igual, el caso es que siguiendo un patrón de círculos también pudo estimular la erección del mayor, la cual sintió retorcerse y crecer entre sus nalgas.
Verán ustedes, que Mingi estaba atravesando por un gran conflicto porque, no sabía si era bueno el sentirse tan bien cuando su mejor amigo le tomaba por la cintura con posesión, guiando el movimiento de su cuerpo sobre su regazo, siendo que de vez en cuando encontraban juntos el ángulo justo que le arrancaba sonoros gemidos de los labios, quizá era que todo estaba rebasando su entendimiento, peor aún, su aguante, porque apenas restregándose contra el cuerpo de su amigo, sintiendo la piel desnuda y caliente del torso del pelinegro contra la suya, al tiempo que recibía besos en su boca, en su cuello, en los hombros, en las clavículas... teniendo a Yunho en todos lados a la vez aquello fue suficiente para empujarlo al precipicio y en un gemido quebrado, alcanzar el orgasmo más intenso de toda vida.
-Mmhn... Y-yunho...
Dijo en voz baja al sentir como su miembro aún bajo el confinamiento de sus pantalones escolares parecía palpitar cada que soltaba un chorro de viscoso semen, humedeciendo la tela de su ropa interior.
A los efectos de tan cegadora experiencia, el cuerpo de Mingi copió la acción de su órgano sexual al temblar de manera involuntaria, haciéndole creer que caía por un pecaminoso abismo. Acto seguido, ante la amenaza imaginaria sus extremidades se aferraron al pelinegro, con los brazos en torno al cuello del susodicho, con las piernas apretando los costados del cuerpo ajeno, con las uñas enterrándose en la expansión de su espalda.
Como otro efecto colateral de sus acciones, nuestro protagonista de pronto experimentó algo insólito, la sensación de que toda la energía de su cuerpo hubiese sido drenada dejando atrás la impresión plena de satisfacción, es decir, estaba cansado, sentía la garganta seca y los labios entumecidos, le dolían las piernas de tanto estar en esa posición pero estaba tan satisfecho, tan relajado que hizo caso omiso de todo cuanto pudiera parecer un problema.
De hecho, estando tan ido, Mingi ni siquiera se dio cuenta de todo el tiempo que duró suspirando y tratando de calmarse hasta que su mejor amigo le llamó la atención besando su frente empapada en sudor, sus pómulos rosados y por último su tembloroso mentón.
-Eso fue demasiado sexy.
Comentó el mayor, su voz escuchándole dos octavas más grave de lo normal.
-¿Hm?...
Alzó la cabeza del hombro del otro y se acomodó tranquilamente en su regazo, como si el haber tenido su primera experiencia sexual con su mejor amigo de toda la vida fuese algo completamente normal.
-Digo que... te ves demasiado sexy cuando te corres.
Murmuró el mayor esta vez contra sus labios, a lo que le respondió con un casto beso, sonriendo luego.
Para Mingi, en ese momento, decir que tenía pena por lo que había acontecido hacía solo escasos minutos era parcialmente una verdad, es decir, todavía sentía su estúpido corazón latiendo cada que el mayor abría la boca para elogiar su acciones y, a razón de ello sentía que el rostro le hervía por la temor de haber dejado, por primera vez en su vida, que alguien le viera en ese estado.
La parte contradictoria de todo el asunto, es que podía percibir cómo su cuerpo lentamente recobró las fuerzas, empujando la pena y el cansancio fuera de su persona, como si aquel orgasmo que le dejó ciego por una milésima de segundo le hubiese sido insuficiente.
No obstante, más temprano que tarde cayó en cuenta de algo importante.
-ya va, marico... ¡No te corriste!
Exclamó sin preocuparse de haber alzado la voz. Acto seguido, su mejor amigo le cubrió la boca con una mano, y el rosa de sus pómulos floreció en un rojo anaranjado que inexplicablemente se le antojó besar.
-Coño pero, Mingi... un poquito de discreción, ¿no?
-Discreción mi culo, acabamos de meternos mano y tú me vienes con esa.
-Bueno pero, ¿y entonces?... Cuál es la falta de respeto, soy mayor que tú.
-Como por cuatro meses, pajuo. Yah, de verdad, déjame ayudarte.
Habló esta vez intentando usar el mismo tono gentil que Yunho usaba para con él en momentos como ese.
Aún así, se mantuvo sin hacer nada a la espera de la aprobación de su amigo porque dentro de todo el pelinegro parecía reacio a decir cualquier cosa, completamente distinto a él porque de ser por cuenta suya volvería a correrse mil veces restregándose al cuerpo de su amigo mientras le besaba.
-Yuyu...
Susurró Mingi en un tono meloso queriendo llamar la atención del pelinegro tras juntar sus frentes, sus manos acariciando los brazos del otro hasta posarse sobre sus hombros. Tan pronto le llamó, sintió el cuerpo del mayor tensarse bajo el suyo, y cómo el miembro ajeno pareció dar un brinco de interés, estando todavía erguido como el asta de una bandera bajo su cuerpo.
Sonrió para sus adentros al saber que aún tenía a Yunho en la palma de su mano, pero más allá de querer dejar eso como algo libre a la interpretación, tuvo ganas de volverlo literal.
-Deja que te ayude...
Comentó con simpleza obteniendo por fin una afirmación de parte del pelinegro.
Sin poder dejar de sonreír se inclinó para juntar sus labios en un beso calmado, pero lleno de intención. Con la lengua delineó lo que ya conocía de la boca ajena sin querer detenerse, pues, ya era adicto al sabor de su amigo; no tardó nada en amansar los labios del otro entre los propio haciendo que el susodicho ahogara suspiros en su boca y jadeaba cada vez que, de manera desvergonzada, descendía con besos por su cuello, chupando hasta dejar constancia de sus actos.
Queridos lectores, no se me hagan los sorprendidos, recuerden que hace rato nuestro protagonista mandó al carajo las repercusiones que pudieran tener sus actos. A parte, cómo no le van a dar mérito a Mingi si lo único que deseaba era llevar a su amigo a perderse por los mismos parajes que él había conocido recientemente. De cualquier manera, no es como si Mingi, inclusive Yunho, fueran unos adolescentes inocentes. Ahora, volviendo al tema...
Con su nueva convicción, Mingi aunque estuviese un poco nervioso se alentó a hacer lo que deseaba, llevando finalmente sus manos a los pantalones ajenos para desabrocharlos, soltando la hebilla del cinturón para después colar sus largos dedos por entre la tela y el cuerpo ardiente del pelinegro, y así poder palpar con propiedad lo que él mismo había creado. Como resultado a su acción, percibió los espasmos en el cuerpo del mayor, los mismos que le sacaron una sonrisa. Seguidamente, el susodicho se apartó de su boca, para gemir su nombre de la manera más sensual que se pudo imaginar jamás.
-Mingi... ngh, sigue... por favor, sigue.
Se mordió los labios al ver la escena que se desplegaba delante de él, siendo que nunca antes había visto algo tan... ¿Único? , es decir, claro que se masturbaba viendo pornografía, qué adolescente no lo haría a su edad, mucho más sin haber vivido antes ningún tipo de experiencia sexual, pero es que Yunho... su mejor amigo era lo más caliente que había podido ver; las facciones dulces del pelinegro corrompidas por el placer, desdibujandose en la satisfacción que con sus propias manos podía proveer.
Era la manera cómo Yunho se mordía los labios para evitar gemir muy fuerte, el cómo esté de vez en cuando encontraba su mirada nublada ante una particular caricia, y como este parecía querer desarmarse bajo su cuerpo, echando la cabeza hacia atrás y dejando el cuello a merced de sus besos.
Quién podía culpar a Mingi por adorar lo que tenía enfrente, si ya de por sí amaba a Yunho por ser la persona que era. Ahora, teniéndole a punto de un desmayo no podía hacer sino enamorarse.
-M-Mingi...
Llamó a su opuesto, tomándole por los brazos haciendo que parara en seco.
-¿Hice algo mal?, ¿no te gusta?
Preguntó ciertamente preocupado, olvidando todo lo demás para atender a su amigo.
-No, no... Es que...
En otro momento le hubiese reclamado al pelinegro por no hablar con claridad, pero allí estando en esa posición y haciendo cosas tan íntimas, le dio tiempo a su amigo para ambos decirse y hacer las cosas con calma.
-Es que me cuesta correrme...
Confesó el otro en voz baja, encontrando su mirada.
-¿Qué?, marico, ¿cómo así?
-Tsk... Me cuesta correrme, no sé... ¿duro mucho? O sea, se siente bien pero no puedo correrme rápido y por eso no te dije nada porque todo es un problema y no quiero que te canses o vayas a frustrarte.
Sin poder evitarlo soltó una carcajada.
-Verga pero tú... no te cuento un coño más nunca. Anda, quítate.
Exigió el pelinegro, su rostro y orejas más rojas que nunca mientras le tomaba de las manos para hacerle a un lado.
-Hey, no, no Yunho. Espera, espera.
Se apresuró a decir Mingi tras soltarse del agarre del mayor, permaneciendo en su regazo, tomándolo del rostro para así verle a los ojos.
-Escúchame, ¿cuál es el peo con eso?... no sé pues, yo soy como un carajito precoz, cada quién con su vaina. Deja que te ayude anda, perdón.
Sin darle tiempo a su amigo de pensar más las cosas, volvió a besarle pero solo por un instante, riendo al ver que el pelinegro buscaba sus labios tras separarse. Acto seguido, a diestra y siniestra se enderezó en su lugar y como pudo retiró las prendas del otro para dejar libre la erección de su amigo.
En ese momento, más que interesado por la erótica imagen, a Mingi le llamó la atención lo distinto que era el pene de Yunho en comparación con el suyo. Claro que sabía que no todos eran iguales y que los de los actores porno probablemente tenían retoques, además que el que Yunho no se depilara allá abajo tenía mucho más encanto para Mingi de lo que pudo haber imaginado alguna vez, porque si vamos al caso siempre pensó que el vello púbico en otro hombre le produciría asco, pero en Yunho no le molestaba en lo más mínimo. Todavía, aquella parte privada del cuerpo de su mejor amigo también se parecía a su dueño, es decir, era proporcional al tamaño del pelinegro y deseaba poner su boca en él.
-"Epa... mi pana, bájale dos."-
Le reprochó su conciencia, cayendo en cuenta de que quizá si estaba adelantándose demasiado a los hechos. Ya sería en otra ocasión que se aventurarse más con Yunho porque aunque no hubiese culminado siquiera su primer encuentro sexual, planear el próximo no estaba demás (porque era obvio que eso no pasaría solo esa vez y ya).
Entonces, sin esperar más, escupió en su mano antes de tomar el asunto entre la humedad improvisada, escuchando de inmediato el siseo que escapó de los labios de su amigo, no tomando en cuenta el que el pelinegro fuese si acaso más sensible que él o que sus manos ahora estuviesen frías. Así que, sin mediar palabra alguna comenzó a mover su mano de arriba abajo, jalando de vez en cuando a un ritmo conocido que sabía, le complacía a él mismo.
Ciertamente, en el pasado cuando aún no podía coexistir en paz con la idea se ser homosexual, en aquel entonces, cuando Mingi se forzaba a sí mismo a besar aquellas chicas, sus manos no habían reaccionado por sí solas como lo hacían ahora. Era cuestión de darse cuenta, de saberse en su elemento al estar con alguien de su mismo género, alguien a quien realmente deseaba.
Por esa misma razón y por otras que ni se atrevía a internalizar, para su cuerpo todo parecía ser natural, como si hubiese entrenado toda su vida para masturbar a su mejor amigo en la tranquilidad habitación, una tarde como la de aquel jueves por la tarde después de haber rechazado a una de las chicas más populares del liceo, es decir, no importaba porque si lo sabía, si le gustaba (si a Yunho le gustaba), no iba a parar.
Así que, Mingi continuó moviendo su mano de arriba hacia abajo, cada vez más rápido, ayudándose del líquido pre-seminal del mayor para hacer de la acción más fluida.
Delante de él Yunho era la vivida imagen del significado de lo indecente, pero no tanto así como para ser obsceno, es decir, es de eso que te prende pero lo encuentras indiscutiblemente estético, como un post de Tumblr, una vaina así, porque Yunho siempre reaccionaba positivamente y de la mejor forma a sus estímulos; si bien el susodicho no se percataba de lo que hacía, a Mingi poco le importaba, porque le encantaba que su mejor amigo le apretase los muslos y embistiera cada tanto contra su mano, tensando y relajando los músculos de su abdomen cada que con el pulgar rozaba despreocupadamente por sobre la punta antes de volver a descender, inclusive cuando con su mano libre acariciaba los testículos del otro, sintiendo la tensión en los mismos, cuidando de ejercer mucha presión en aquel lugar.
-¿Te gusta?
Preguntó, su voz había salido en tono que advertía la exaltación de sus sentidos.
-Si-í... no pares... mierda, Mingi... no pares.
Siendo que la sangre de Mingi estaba a punto de hervor por las sensaciones que le provocaba su mejor amigo, además de la soberbia que aparentemente había bebido al retomar el control de la situación, estaría a mil años de querer detenerse. Al contrario, buscó la manera de incrementar el ritmo de su mano a pesar de que ya empezaba a sentir un tironcito incómodo en su muñeca. No obstante, a razón de los sonidos eróticos que hacía su mano y que al mismo tiempo se vertían de la boca del pelinegro... se le ocurrió otra brillante idea.
-Yuyu, ¿te vas a correr para mí?
Se arriesgó a decir, no sabiendo si su amigo sería de los que les agrada charlar en ese plan en medio de... situaciones como esa.
Todavía, se llevó una grata sorpresa al notar como el pelinegro tembló contra su cuerpo al oír aquello.
-Anda... déjame ver cuando te corras, Yuyu.
Pidió entre besos húmedos que fue dejando desde el cuello hasta el mentón de su mejor amigo.
A los efectos de la voluptuosidad que expedía el cuerpo del mayor, resolvió volver a besarle con el mismo desespero con el cual movía su mano, jalando aquel miembro que palpitaba con la misma intensidad que lo hacía su corazón.
A medida que los segundos pasaban se tragaba los gemidos y los jadeos erráticos del pelinegro, sintiendo que de seguir así por mucho tiempo más podría volver a correrse con solo ver aquella imagen tan devastadora y sensual que era la de un Yunho sudoroso y agitado, con los ojos vidriosos a causa del placer.
De pronto, Mingi quiso lucirse al hacer un particular movimiento con su muñeca y, para su sorpresa, aquello fue suficiente para empujar al pelinegro a su límite.
-¡Min...!
Exclamó, gimió, no lo sabía tan sólo podía prestar atención a las facciones de Yunho que ahora se diluían el placer, su cuerpo temblando de forma incontrolable tal como lo había hecho el suyo hacía un rato, mientras el miembro que aún reposaba en su mano continuaba vertiendo la pasión líquida de Yunho sobre sus nudillos, llegando en una sacudida incluso hasta su mentón.
-Min... Mingi-i...
Repitió el otro notablemente abrumado ante la sacudida de su apoteósico orgasmo.
-¿Estuvo rico?
Preguntó con cierta ironía en su voz, porque claramente sabía la respuesta. No obstante, el pelinegro no le prestó demasiada atención, sorprendiendo a Mingi cuando tomó con ambas manos el rostro para atraerle hacia sí y arrebatarle un beso de los labios.
-Sí, estuvo increíble... demasiado increíble.
Respondió su amigo, sonriendo medio atolondrado tras reposar la frente salpicada en sudor contra la suya.
Con una sonrisa, peinó un poco los mechones empapados del pelinegro, dando tiempo a que este recobrara la consciencia.
De cierta forma, ya después de haber acabado le estaba incomodando la pegajosa sensación que había quedado en su ropa interior, más aún, el semen que ahora se secaba en su mano cansada, pero esas eran nimiedades porque no era nada que el agua no pudiera lavar.
-Qué bueno que las cosas resultaron bien.
Comentó en voz alta, pensando que había hablado para sí mismo mientras seguía jugando con el cabello de su amigo.
-Sí... es un alivio.
Respondió Yunho sacándole de su estupor y arrancándole un sonrojo que posteriormente fue besado por los labios del pelinegro.
La verdad, es que sí era un enorme alivio el saber que después de haber cruzado la línea seguía en terreno seguro y que no habría incomodidades entre ambos, porque un error como ese no podía ser lavado con agua ni con nada. Todavía, la estúpida sonrisa de Yunho causó un arrebato en el corazón de Mingi, haciendo que el mencionado por impulso se inclinase a besarle, siendo correspondido al instante.
.
.
.
¡Qué vivan los mejores amigos!
Nos leemos la próxima semana cuando actualice. Se me cuidan y de paso... ¡Feliz año nuevo por adelantado! ヽ༼>ل͜<༽ノ
♥Ingenierodepeluche
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top