→Primera parte←
¡Sean bienvenidos todos a este nuevo fic YunGi! Esta es la primera vez que me arriesgo a escribir algo de ATEEZ, de hecho, soy muy nuevo en el fandom así que espero que puedan darle mucho amor a esta historia. La verdad es que desde hacía tiempo quería escribir algo así, tenía una idea de lo que quería, más no la pareja que encajara con el tema. El chiste de este fic es que parece una historia "seria" pero es realmente algo que está pensado para ser entretenido.
De unos años para acá he visto que varias autoras suben historias aquí a Wattpad escritas con jerga venezolana, por decirlo de algún modo, por esa razón y porque me encanta la forma como habla la gente de mi país fue que decidí hacer este fic.
Bueno, no hay mucho más que pueda decir al respecto, solo que se tomen las cosas con humor porque ese es el único propósito de este fanfic.
¡Disfruten la lectura!
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Fuera de joda, estar en el liceo es problemático por más de una razón, quizá más de las que pudiera llegar a mencionar en esta historia. Para hacer el cuento corto, la mejor forma de explicar tal experiencia de la vida es con la típica comparación de la montaña rusa.
Partiendo de todas las sensaciones que una persona pudiera sentir en función de los profesores malhumorados, actividades extracurriculares, discusiones entre compañeros de clases, regaños de los padres y pare de contar... todas aquellas cosas que caracterizan la vida de un liceísta son, si acaso, no iguales, pero en definitiva muy similares a las vueltas que da el carrito una vez parte de la estación a por los rieles de aquel paseo; sin embargo, el paseo para algunos podría resultar entretenido, como lo es el caso de las atracciones para niños que frecuentan en los parques de diversiones. Por otro lado, para el resto fácilmente podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte debido a la cantidad de vueltas y obstáculos que, en cuestión, pudiera tener el camino.
De cualquier forma, a cierta edad uno empieza a estar consciente de que la mayoría de los problemas adquiridos a lo largo de la adolescencia, es decir, las vueltas que se dan en el recorrido de la montaña rusa, son un efecto colateral directo de los cambios hormonales en el cuerpo. Todavía, hay otro factor determinante al que no todos prestan atención que, también, resulta fundamental para tomar decisiones que bien pueden facilitar o empeorar las cosas: La presión social.
Esa perra desgracia es para la mayoría la razón de todas las desdichas, pero es entendible el que uno se deje doblegar a su voluntad siendo adolescente (incluso siendo adulto), en realidad, en momentos como esos la necesidad de aceptación, el querer encajar ante todo dentro de la sociedad sobrepasa el entendimiento del pobre cerebro, que ya de por sí viene afectado por la cantidad de hormonas que nos nublan el juicio, haciendo que actuemos y digamos las cosas más estúpidas. En otras palabras, nos ponemos en ridículo adrede, pero eso es parte de la maravillosa etapa de crecer.
Ahora, probablemente se pregunten qué tiene que ver toda esta basura con la historia que están por leer, y bueno, quizá sí tenga razón en tirarle hate al autor por escribir una introducción tan larga, pero entender la simplicidad de estas cosas que nos pasa a todos por igual, es vital para entrar en contexto de la situación a la que se enfrentó nuestro protagonista, Song Mingi.
Verán que Mingi así como cualquier otro liceísta tenía sus problemas por aquí y por allá. No obstante, a diferencia de sus compañeros, Mingi ya había determinado algo que a muchas otras personas les toma años descifrar, pero ese es un tema que hablaremos más adelante.
En general, y sin saber mucho sobre la vida, Mingi (adelantándose a los de su curso), advertía la existencia de la presión social y de cómo está actuaba para con sus artimañas poner el mundo a girar, y si no era el mundo en su vasta complejidad lo controlaba esa perra, al menos era su propia vida la que se resignaba a marchar al ritmo de los comentarios, de los prejuicios, de las exigencias y pormenores que todos sus familiares, amigos, conocidos y relativos ponían sobre él.
Siendo un jovencito astuto y atractivo, Mingi en ciertas cosas la tenía fácil, es decir, sus notas no serían las mejores, más aquello no era nada por lo cual el debiera preocuparse. Después de todo, él sabía que no necesitaba de un papel que avalara cuán inteligente era, a pesar de que sus padres le insistieron en ello. Por otro parte, la genética había hecho un buen trabajo con él porque sus rasgos definidos y su sonrisa eran todo un plus a su actitud encantadora; inclusive, teniendo acné era lo suficientemente atractivo como para que más de una chica se pusiera a suspirar por él.
Sin embargo, a Mingi no le importaba tener a la mitad del colegio a sus pies, no cuando todas sus conquistas usaban falda y medias por encima de las rodillas, más bien, esto era una de las cosas que le hacían sentir como si la gravedad le aplastara más de lo normal. Para ponerlos en contexto, la razón por la cual nuestro protagonista percibía la vida de una manera distinta, si acaso más complicada (con más vueltas en la montaña rusa), era por el simple hecho de ser homosexual. Así es, gay, si homo bro, cómo prefieran decirle.
Con todo y eso, Mingi la seguía teniendo fácil en comparación a la gran mayoría de los adolescentes que aceptaban, o que descubrían, sus preferencias sexuales a tan temprana edad; se sabía con la suerte de uno en un millón porque tras haberse confesado delante de sus padres, estos cuando mucho sólo le vieron extrañados, más no decepcionados, si bien la noticia no les había caído de maravilla, igual no le habían botado a patadas de la casa, y eso, hasta cierto punto para él era suficiente. Aún así, aunque no lo dijera en voz alta sí le afectaba el hecho de no poder abrirse con sus padres y conversar sus inquietudes. Entonces, sí pues... a pesar de todo, Mingi deseaba que en algún momento sus padres fueran más comprensivos, en general, aquella era una aspiración bastante común dadas las circunstancias de su caso.
En pocas palabras, lo que hacía a Mingi diferente, al mismo tiempo lo hacía igual a los demás, porque a todos nos pasó alguna vez que nuestros padres no aceptaran o se tomaron de mala manera algún rasgo de nuestra personalidad.
Ahora, en el liceo muy pocos sabían sobre el asunto porque a pesar de ser una persona sociable, Mingi no era de tener muchos amigos. De cierta forma, con todo y que vivía dentro de una sociedad moderna que tendía a aceptar activamente la comunidad LGTB, no veía el por qué hacer de su orientación sexual algo público; simplemente se conformaba con que sus allegados lo supieran y estuviesen bien con ello, pero... y es que para estas cosas siempre tiene que existir un pero.
A Mingi la homosexualidad le ponía más trabas de las que podía contar, de las que quería tener y, está bien, nuestro protagonista no era estúpido, sabía que debía haber un equilibrio porque no era posible ser el único ser humano con suerte en el mundo. Es aquí donde la perra llamada "presión social" cogía mayor protagonismo en la vida de Mingi a razón de un diminuto pormenor que siempre por los siglos de los siglos estaría implícito en las conversaciones que, para cualquier adolescente de 4to año de bachillerato debía ser, si acaso no lo más importante, sino lo más interesante que podía pasarles en sus vidas: los encuentros sexuales, y con encuentros sexuales Mingi se refería a todo, desde besos jugando a la botellita hasta las cogidas que sus amigos, de forma muy explícita, relataban en sus reuniones.
Verán ustedes que ser "abiertamente homosexual" y estudiar en un liceo donde el 99,9% de la población masculina de estudiantes es heterosexual, no era para nada sencillo, pero había maneras de sobrellevar el asunto, y esa manera, ese único rayito de esperanza que hacía la diferencia en los días más difíciles y complejos para Mingi, no era una cosa sino una persona, Jeong Yunho.
Yunho y Mingi, Mingi y Yunho. Total, el orden de los factores no altera el producto.
Estos dos habían estado sobre el otro desde que tenía uso de razón, siendo que el destino había cruzado sus caminos estando ambos en el preescolar, a partir de allí la historia se había escrito a favor de mantenerlos juntos pero no revueltos. En otras palabras, ambos adolescentes tenían ese tipo de amistades que uno ve en las películas y dice -"ojalá me hubiese pasado tener a alguien así en mi vida."-
Claro que, a los efectos de tener una amistad como esa se le sumaba otras cosas, detalles demasiado habituales, tipo que Yunho y Mingi podían diferir en cuanto a la mayoría de los gustos, aun así, la naturaleza se anteponía a ellos basándose en el principio de que los opuestos se atraen. Como resultado, Mingi y Yunho tenían una relación envidiable porque sabían encontrar un equilibrio. Entonces, el mecanismo era más o menos así como que... donde Mingi era despreocupado, Yunho resultaba más centrado, donde Yunho era confianzudo, Mingi era más reservado, entre otros ejemplos.
Todavía, resulta, pasa y acontece que estos mejores amigos tenían algo para lo cual eran muy semejantes, por no decir iguales. Esa misma razón que hacía a Yunho parte de ese 00,1% restante. Así es, Yunho también bateaba para los de su mismo equipo.
Gracias a esto, aunque las demás cosas no fuesen perfectas, Mingi a diario no sentía como si los problemas fueran a rebasar, más bien, Yunho siempre había sido y sería su soporte para enfrentarse al mundo, porque a pesar de no vivir bajo los prejuicios y malas miradas que pudieran propinarle una sociedad netamente homofóbica, Mingi continuaba percibiendo a sí mismo como un estigma, la oveja negra del rebaño.
En el liceo, en la casa, hasta en la tienda de la esquina, a donde fuera los pensamientos recurrentes, el miedo que se había infringido tras años de negación, se acentuaban haciéndole la persona insegura que era nada más a los ojos de su mejor amigo. Dicho en palabras más simples, el Mingi atractivo y seguro de sí mismo, el de brillante sonrisa y espíritu juguetón era nada más lo que deseaba ser a los ojos de otros.
En este sentido, así como todos tenemos una persona a la que permitimos que nos vea en nuestros peores momentos, Yunho era esa persona para Mingi, siendo que ambos se habían sostenido la mano a lo largo del paseo llamado vida, era normal cuando uno o el otro hubiese apretado el agarre en una curva; en todas esas situaciones sin importar el por qué, ambos habían gritado y llorado juntos para luego sonreír al llegar a la zona de calma.
Con Yunho, Mingi no tenía que esconderse, podía ser quien era y decir lo que se le ocurriera sin miedo a ser juzgado, podía hablar sus inquietudes sin problemas porque en el fondo sabía, claro que sabía, que Yunho y él compartían las mismas ideas, las mismas inquietudes y el mismo desespero.
A razón de ello, la inexperiencia en el ámbito sexual sería igualmente compartida, y es que, aunque pudiera pasar la noche en vela hablando sobre lo que le preocupaba respecto a su orientación sexual, aunque fuese normal relatarle sus fantasías a su amigo, al final sería sólo eso, es decir, fantasear con tu mejor amigo era divertido hasta que la perra hace acto de presencia; la presión social hacía que ambos amigos se menospreciaran a diario por algo que no iba a lugar, por el simple hecho de sentirse incompletos al no haber hecho ni experimentado nada, siendo que el resto de sus compañeros y conocidos a esas alturas del partido ya habían hecho de todo.
En el caso de Yunho las cosas eran ligeramente distintas, mientras Mingi se había quedado atrás con las pocas veces que antes de aceptarse se había besado con un par de chicas del liceo, Yunho al menos había tenido su primer beso con un chico que ahora ni siquiera vivía en la misma ciudad que ellos.
Decir que sentía envidia por su mejor amigo no era del todo cierto, más bien, aludía a la curiosidad porque debía haber una diferencia entre besar a una chica o a un chico, tenía que haberla pero él no la sabía y no tenía pista alguna de cómo obtener el chance para conseguir una respuesta a su interrogante.
Por esta y muchas otras razones a Mingi se le hacía realmente difícil sacudirse los prejuicios de encima, pero me dirán ustedes, cómo dejas de pensar en algo que tus amigos sexualmente activos se la pasan comentando incluso durante el desayuno, ni siquiera dejaban al pobre Mingi disfrutar su juguito de naranja en paz.
-Te digo que la chama fue quien me dijo para vernos.
Escuchó decir a Seonghwa desde su lugar.
-No te creo, marico. Esa chama Sofía es demasiado fresa como para que tu vengas a decirme que tú no fuiste quien sugirió la vaina.
Agregó Hongjoong, sus facciones demostrando el escepticismo ante las palabras del mayor del grupo.
-Bueno, cómo sea. El punto fue que cogimos en la fiesta del fin de semana. Nada que valga la pena relatar, o sea, estuvo bien pero he tenido mejores.
Terminó por decir Seonghwa encogiéndose de hombros como si aquello no fuese nada.
Y si iban al caso, aquello realmente no era nada, porque sus amigos se la pasaban hablando de eso, de que si una les había dicho para hacerlo sin condón, de que si la otra tenía los senos pequeños pero el culo del tamaño perfecto, entre otras cosas que Mingi prefería olvidar porque al lujo de los detalles que utilizaban sus amigos el asunto perdía la gracia, si acaso lo percibía más vulgar de lo que ya podía ser el sexo en general.
Hay que ver que las hormonas son vaina seria porque, a los efectos de las conversaciones que su grupo de amigos tenían en pleno patio del colegio, ya fuera que se sintiera o no atraído por las muchachas de las que hablaban, la mente de Mingi se ponía en acción, haciendo que el adolescente terminara fantaseando, imaginando, hacer las cosas que escuchaba con alguno que otro chico que hubiese visto por ahí y que, indiscutiblemente, le hubiera llamado la atención. Todavía, había cosas que los demás hablaban que no le inmiscuía en lo más mínimo ni a él ni a Yunho.
-Yo no sé cómo puedes hacer esa vaina. Estás loco.
Habló San al arrugar la cara, haciéndose para atrás en su asiento, como si lo que sea que hubiese dicho Hongjoong antes le hubiera parecido lo más descabellado del mundo.
-Yo sé que ella se toma las pastillas, así que uno está fuera de peligro.
-¿Y qué si se le olvida tomarse una el mismo día que cogen? No mi amor. Demasiado riesgo para mí.
Volvió a hablar San, negando con la cabeza ante la insistencia del mayor.
Entre una cosa y otra, aunque no pudiera aportar nada a las conversaciones, ya para la fecha Yunho y él podían optar por conseguir un magíster en educación sexual con mención en 'métodos anticonceptivos poco ortodoxos'.
-"Al menos siendo gay no corro el peligro de dejar preñado a nadie."-
Pensamientos como ese eran los que acudían a la mente de Mingi cuando se tocan temas relativos. El adolescente y su amigo frecuentemente se reían estando a solas al tener esa ventaja, porque cuando mucho sólo tenían que preocuparse de no contraer alguna ETS, pero eso no era nada que un tratamiento no pudiese curar.
Ahora, claro que sus amigos también hablaban de otras cosas, por ejemplo: de música, videojuegos, memes, deportes, en fin... la variedad de temas e intereses compartidos que una persona a cualquier edad pudiera tener en pleno siglo XXI, pero había algo en el tema de la sexualidad que hacía pensar a Mingi que eso siempre prevalecía como lo más relevante, como si el perder la virginidad a esa edad fuese el máximo logro, la condecoración más significativa, el nivel más alto que pudieras desbloquear.
Por obvias razones, es estúpido pensar que estás mal por seguir siendo virgen a los diecisiete, que te consideres un fracaso por simplemente no haberte toqueteado con nadie antes y viceversa, es decir, son cosas de la vida y pasan cuando tienen que pasar, a unos les llega primero a otros después, que uno meta la mano para acelerar el paso es problema de cada quién, pero así como había dicho Seonghwa alguna vez...
-"Lo ideal es que un momento tan importante como ese se viva junto a una persona de confianza."-
Porque ok, te puedes lanzar con el primero que se te venga encima, es tu decisión si quieres hacerlo solo por salir del paso, pero tomarse las vainas con calma en la mayoría de los casos es mejor. Su mejor amigo, Yunho era otro de los que se apegaba a ese plan y, por ese motivo, ambos habían llegado hasta donde estaban sin siquiera haberse dado unos besos con algún extraño en una fiesta.
Pueden decir que Mingi es un pendejo, un romántico, incluso alegar que está "chapado a la antigua" por querer imaginarse su primera vez como lo hacían ver en las películas, pero no le importaba porque eran sus preferencias, era lo que él deseaba. Aún así, se encontraba tan desesperado porque ese momento llegara, que no veía la forma de conseguir una manera de adelantar el tiempo a la hora, el minuto, el segundo en el que pudiera estar a solas con chico que le gustara y en el cual confiará para poder hacer... eso.
Por los momentos, a Mingi no le quedaba sino seguir resignado a su realidad y suspirar de alivio al ver que por fin sus amigos se habían dignado a cambiar el tema a algo en lo que Yunho y él sí podían participar.
Finalmente, sentía que la primera curva del recorrido de aquel día la había superado con éxito y, a razón de ello, sin percatarse realmente de sus acciones buscó la mirada de Yunho entre sus amigos, encontrando como siempre el confort que solo los adorables ojos de este podían proveer.
Sí pues, la vida de Mingi era como dar un paseo en montaña rusa controlado por una perra, por su persona y demás cosas ajenas a su entendimiento, pero al menos tenía a Yunho.
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Todos sabemos que ir a mitad del año escolar en el liceo es como estar estancado, es decir, no estás empezando así que las evaluaciones no son tan "importantes", cualquier vaina a uno siempre le queda la posibilidad de recuperarse en los finales y con evaluaciones remediales, pero tampoco estás así como cerca de terminar lo cual te hace sentir impaciente de vez en cuando.
En el caso de Mingi era exactamente esa la cuestión, para colmo, aquel día había sido particularmente difícil porque había tenido que rechazar a una chica delante de todo el colegio con el pretexto de que ya estaba saliendo con alguien, porque obviamente ante la presión social y las miradas de todo el mundo, estando parado a mitad del pasillo con una adorable chica con la pinta de haber salido de algún anime, no se le pudo haber ocurrido una cosa mejor que decir aquella idiotez.
Por consiguiente, además de tener que soportar el llanto de una chica a la que no podía consolar, había tenido que aguantar el bombardeo de preguntas (para nada discretas) que sus amigos le habían hecho, las cuales tuvo la suerte de evadir como todo un campeón al sonar el timbre que anunció el final de receso. No obstante, después de eso se tuvo que apoyar en Yunho para escapar de los interrogatorios que se suscitaron a la hora de la salida.
En conclusión, el día de Mingi había sido una mierda, una vaina loca que bajo ninguna circunstancia quería repetir porque más allá de que no le gustase romperle el corazón a alguien, a Mingi no le gustaba mentir. Aunado a eso, estaba el hecho de haberse sentido expuesto innecesariamente delante de personas que ni siquiera conocía.
-¡Por fin!
Exclamó al dejarse caer de cara contra su cama, importando poco el que no haberse cambiado el uniforme que había estado usando todo el día, y el cual tenía un olor bastante cuestionable debido al tiempo que había invertido jugando fútbol con Yunho antes de la nefasta declaración.
-Todavía no entiendo cómo fue que se te ocurrió decir algo tan estúpido como eso.
Dijo Yunho al entrar a la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Acto seguido, se arrojó a la cama en el espacio libre.
-Chamo pero... ¿y entonces? No ves que lo que quiero es olvidarme de eso.
Respondió indignado por la actitud de su amigo tras haberse incorporado en la cama.
-Ya lo sé, pero es que me sorprendió mucho cuando pasó todo porque te veías tan seguro cuando le dijiste eso a la chama que hasta yo me lo creí por un momento y pensé "Este pajuo no me ha contado nada."
Soltó una carcajada al oír a su mejor amigo, finalmente dándose la vuelta sobre la cama para verle mientras hablaban.
-Sabes que si estuviese saliendo con alguien o lo que sea, serías el primero en saberlo.
Comentó un poco más calmado mientras acomodaba las almohadas bajo su cabeza, colocándose como un rey en su trono, achantado al centro de la cama.
Mingi era fanático de las tardes como esas, en las que no tenían demasiados quehaceres y Yunho decidía ir a su casa e inclusive quedarse a dormir, es decir, se veían a diario en el colegio pero nunca había sentido como si pudiera tener suficiente de la compañía de Yunho. Su mejor amigo era la persona más agradable y comprensible que había tenido la dicha de conocer, por esa razón aunque el otro le recordase su desdicha, al menos sabía que algo bueno saldría de la conversación.
-Ay bueno, pero no te pongas marico, marico.
Escuchó decir al pelinegro a modo de broma. Inmediatamente, tomó una de las almohadas tras su cabeza para arrojarla al pelinegro.
-Verga pero, a ti no se te puede decir nada bonito porque te pones en esas.
Le reclamó con falso resentimiento en su voz, obteniendo como respuesta una alegre risotada de su mejor amigo, al mismo tiempo el otro se acercó para envolverle en un abrazo asfixiante del cual intentó huir.
-No, no, aléjate coño, me despeinas, aparte hueles mal. Anda a bañarte.
-Cállate marico que tú hueles igual, acepta mi amor, no seas pajuo.
Comentó el pelinegro cada vez apretándose más contra su cuerpo; sin querer ni poder objetar nada en contra de los deseos y la veracidad de las palabras de su amigo, se dejó hacer entre risas acabando por corresponder el abrazo.
A decir verdad, no es como si Yunho no lo supiera porque claro que Mingi se lo había dicho en más de una ocasión a lo largo de su vida; todavía, a este último le parecía increíble cómo sin importar la situación los abrazos de Yunho podía ser tan reconfortantes.
Nadie, ni ellos mismos cuestionaban lo afectuoso que eran, es decir, después de crecer juntos era completamente normal el que dos amigos (hombres, mujeres, perros, gatos, lo que sea) expresaran sus emociones y sentimientos tras acciones netamente fraternales, y es que, en el caso de Yunho y Mingi hasta cierto punto consideraban imperdonable el no abrazarse al menos una vez al día. Tampoco es como si se la pasaran encima del otro (aunque el resto de sus amigos y los profesores tenían una opinión diferente al respecto), pero el contacto físico entre ellos era cosa de todos los días, algo necesario para recargar las baterías, porque al final de una dura jornada eran siempre ellos dos.
A los efectos del tranquilizador abrazo, Mingi permaneció inmerso en sus pensamientos, sus ojos rindiéndose al cansancio y a la sensación tan agradable que le provocan los dedos del que por tan solo cinco meses era mayor que él. Por otro lado, el aroma particular de su mejor amigo le sirvió de arrullo, sintiendo aquella nota de sudor contrastando por sobre la colonia preferida del pelinegro, haciendo de su esencia algo revitalizante, tal como su dueño.
-Oye, Mingi...
Escuchó decir a Yunho en el mismo tono gentil de siempre.
Estando tan relajado se limitó a mantener sus ojos cerrados en espera de que el otro continuase; sin embargo, Mingi notó que la pausa de su amigo se había prolongado más de lo habitual, por lo que, abriendo sus ojos buscó la mirada del pelinegro encontrando justo lo que esperaba: inquietud.
-¿Te pasa algo?, ¿pasó algo?
Cuestionó algo alarmado, pues, muy pocas veces había tenido la oportunidad de ver a su mejor amigo tan nervioso como en ese momento, como si Yunho tuviese miedo a decirle algo, y es que a pesar de que básicamente fuesen un libro abierto a los ojos del otro, en medio del pánico les era difícil vislumbrar razones y soluciones.
-No, bueno... No sé, es que...
-Yunho, o hablas bien o te entro a coñazos estás haciendo que entre en pánico.
Respondió cortando al pelinegro, su posición había cambiado por completo, estando ahora sentados en la cama uno al frente del otro.
A partir del lenguaje corporal de su mejor amigo, Mingi podía descifrar muchas cosas, pero qué podía entender de Yunho en esos momentos si este parecía haber quedado petrificado en su lugar.
-¡Yunho!
-¡Ay, bueno! Es que el otro día te pusiste demasiado raro cuando Seonghwa estaba hablando de que se cogió a la tal Sofía y yo solo... solo quería saber si estabas bien, pero no sé por qué me dio pena preguntar.
No es como si hubiese tenido el tiempo para hacerse ideas erradas de lo que podía pasarle al pelinegro, aun así, lo que su mejor amigo le había dicho le tomó desprevenido. Siendo sincero consigo mismo, Mingi se hallaba perdido buscando una razón lógica por la cual Yunho había traído a colación aquel tema, es decir, él lo había pasado como cualquier cosa pero a juzgar por la manera como se comportaba ahora el pelinegro, empezaba a creer que este no le habría dicho lo suficiente.
Algo le decía que había gato encerrado y no le importaba si tenía que sacarle la respuesta a golpes al mayor, Mingi no era persona de dejar que otros le provocaran ataques de ansiedad de gratis.
-¿Qué?... chamo de qué estás hablando tú, por qué de repente me vienes con esta vaina. Habla claro o te jodo, Jeong Yunho.
Habló cada vez más rápido, su voz titubeando como el resto de su cuerpo ante la incertidumbre.
-Coño... ve, o sea... Seonghwa estaba hablando y como que no sé, te pusiste más tenso de usual y me preocupé. No sabía cómo abordar el tema, entonces viene y pasa lo de hoy y de verdad pensé que necesitabas hablar, pues.
A medida que el pelinegro hablaba el panorama se aclaraba, es decir, su amigo había advertido algo distinto en su comportamiento y como era usual entre ellos, el mayor solo pretendía ayudarle. Todavía, siguió sintiéndose insatisfecho por alguna extraña razón.
-Ajá, ¿y entonces?
Preguntó al cruzarse de brazos, poniendo presión al pelinegro para que soltase lo que tanto le costaba.
-Bueno, es que...
Su paciencia se agotó tan pronto el otro empezó a balbucear, más aún cuando este seguía sin verle a la cara.
-Verga, Yunho habla, marico, ¡Habla!
A sabiendas de que nadie, además de Yunho atendería a su pequeño ataque de histeria, se dio el lujo de alzar la voz para reclamar a su amigo hasta que el otro finalmente estalló.
-¡Coño, Mingi que yo también estoy harto!
Si se lo preguntaban, era raro cuando Yunho perdía la paciencia, incluso estando bajo presión su amigo no le respondía de esa manera.
A los efectos de ello, sin siquiera prestar atención a lo que este había dicho se echó para atrás en la cama, estando bastante descolocado por la actitud de su contrario. Acto seguido, Yunho pasó una mano por sus cabellos y antes de siquiera responder le vio cerrar los ojos y tomar aire como si lo que estuviese por confesar fuera el pecado más infame en la historia de la humanidad, y quizá debió prepararse o al menos hubiese agradecido que la vida le preparara con al menos un mes de antelación para lo que estaba por escuchar, porque jamás pensó oír esas palabras salir todas juntas de la boca de su mejor amigo.
-Lo siento, yo... También estoy harto, ¿sí? Todos se la pasan cogiendo y con cada nueva historia me pongo cada vez más... más, ¿incómodo? No, incómodo no. Envidioso. O sea yo también quiero coger y yo qué sé, o sea... se me ocurrió que quizá tú y yo podríamos...
Para Mingi no hacía falta siquiera que Yunho terminara de completar esa oración para saber de qué trataba, no hacía falta dilucidar mucho en el significado de las palabras para encontrar la intención implícita en todo el asunto, aún así, la cuestión se le antojó como algo insólito.
-"Este pana me tiene que estar jodiendo, no puede ser que esté sugiriendo eso..."-
Pensó Mingi, para segundos más tarde dejar que las palabras salieran solas de su boca.
-Tú me estás jodiendo, ¿verdad?... dime que me estás jodiendo marico.
Mientras hablaba, a Mingi se le escapó más de una risilla nerviosa y, entre cada pausa al notar la seriedad con la cual le siguió viendo Yunho, de a poco la veracidad de aquellas palabras fue asentándose en su interior.
-No, Mingi. No te estoy jodiendo te lo digo enserio yo...
-¿Tú eres marico?
Preguntó de repente, al cortar a su amigo pero tan pronto se dio cuenta de lo que había dicho volvió a corregirse antes de que el otro pudiera abrir la boca.
-No respondas.
Respiró profundo un par de veces mientras, irónicamente, el ambiente entre ellos volvía a ser el de siempre, es decir, no es como si todos los días tu mejor amigo de toda la vida viniera con la brillante sugerencia de que pudieran tener sexo para, de una vez por todas, sacudirse la incertidumbre; sin embargo, lo peor había pasado y por algo como eso no iba a botar a Yunho de su casa, mucho menos dejarle de hablar, porque en el fondo quería respuestas, necesitaba oír una razón válida por la cual su amigo le estuviese haciendo tan pecaminosa insinuación.
-Bueno pero, ajá... y tú... ¿más o menos por qué de pronto me sugieres esto?
Habló esta vez más tranquilo, casi escogiendo sus palabras porque como era de esperarse, Mingi nunca se había planteado la posibilidad de que algo así fuera a suceder.
Piénselo de esta manera, no todas las amistades de la infancia tienen que terminar con los finales de película en la cual ambos se dan cuenta de que se aman y que deben estar juntos, casarse y tener cuatro hijos, no. Mingi a sus diecisiete años aceptaba ser uno de los pocos que se había mantenido firme pensando que Yunho era su hermano de otra madre y, hasta la fecha había pensado que Yunho tendría la misma definición respecto a él.
Por esa razón y motivo se sentía incómodo tanteando terreno desconocido, porque tampoco quería decir algo que pudiera terminar ofendiendo o hiriendo los sentimientos de su mejor amigo. Todavía, ni por el coño se atrevió a preguntar si Yunho gustaba de él, porque querer matar la curiosidad era una cosa y gustar era otra, y en caso de que lo segundo fuese parte de su retorcida realidad, iba a necesitar al menos dos meses para prepararse mentalmente antes de que Yunho se lo dijera.
-Es por lo que siempre dice Seonghwa Hyung, que uno tiene que... hacerlo con una persona de confianza, pero ya estoy sinceramente harto de esperar, pero tampoco estoy tan desesperado para coger con el primero que se me cruce por enfrente. Sé que tú piensas igual.
Mientras hablaba, Yunho le miraba a los ojos dejando en claro que sus intenciones para con él en ese momento no eran maliciosas. No obstante, Mingi también percibía que su amigo estaba implorando en silencio por su aprobación y, estaba bien, porque si él hubiese estado en el lugar de Yunho también habría buscado con desespero que su amigo le dijera que, en efecto, no estaba loco por decir, sentir, querer... lo que sea, algo como eso.
Por otro lado, ciertamente en un principio un millón de alarmas sonaron en la cabeza de nuestro protagonista tan pronto su mejor amigo le vino con aquella sugerencia, siendo entonces la respuesta un rotundo No; sin embargo, a medida que meditaba la situación se daba cuenta de que todo podía tener más pros que contras, y eso, más que aterrar a Mingi, le gustaba.
No obstante, siendo un tema tan delicado, se dio el tiempo pertinente para elaborar una respuesta que no sonase igual o más desesperada de lo que había sonado el pelinegro antes, pero tan poco tan despreocupada para que el otro entendiera que el asunto no tenía mayor relevancia para él. Después de todo, es de la virginidad de ambos de lo que estaban hablando.
Verán, para Mingi y Yunho la virginidad tenía un significado complejo que no tendría absolutamente nada que ver con la práctica de religiones y el simbolismo de guardar la castidad hasta el matrimonio. Todavía, era tan importante para ellos el hacer eso con un legítimo propósito, que no daban tregua a la sociedad cuando esta se empeñaba en hacerles cambiar de opinión, es decir, por qué la virginidad no sería un tesoro, por qué razón en el mundo debía compartir algo así con un extraño si podía hacer de ello un recuerdo grato junto a una persona especial.
-"Y qué más especial que Yunho..."-
Pensó al tiempo que mordía sus labios, nuevamente indeciso de si al aceptar aquello estaría haciendo lo correcto.
-Chamo, Mingi... te juro que me vas a matar si no dices algo, puedes decirme que no y hacemos como que no dije nada pero-...
-Sí quiero.
Cortó al pelinegro sin siquiera procesar lo que diría, pues, empezaba a cansarse de darle tantas vueltas al asunto.
-Ah... bueno.
Al ver la mirada incrédula de su amigo no pudo evitar reírse a carcajadas, cayendo de espaldas sobre la cama.
-Ah verga pues... ¿de verdad te vas a reír de mí?
-Es que... es que debiste ver tu cara, te viste súper asombrado como si no te esperabas escuchar eso.
Habló entre risas, llevando sus manos a la altura de su abdomen al sentir como este empezaba a doler a razón de la fuerza de las contracciones que habían acontecido de su risa.
-La verdad es que sí, pues...
Escuchó decir a su amigo, el timbre de inseguridad otra vez presente en su voz.
Sin ganas de hacer que todo volviera a tornarse nuevamente incómodo entre ellos, Mingi se incorporó en la cama tomando el rostro de su mejor amigo entre sus manos para asegurarse de que le mirase a los ojos cuando hablaba.
-De todas las vainas que pudieron salir de tu boca esa fue, definitivamente, una que nunca esperé escuchar, pero está bien. Digo, tienes razón... yo también estoy harto de esperar y eres la persona en quien más confío, Yunho.
Había mantenido una distancia prudente entre ellos al hablar, porque aunque hubiese aceptado, todavía no se consideraba listo para dar otro paso ese día y, a juzgar por la actitud del pelinegro ambos estaban otra vez en el mismo plano. Dadas las circunstancias, le ofreció una sonrisa a su mejor amigo que no tardó nada en contagiarle.
A pesar de todo, Mingi seguía escuchando una voz hacia la parte trasera de su cabeza diciéndole que podía arrepentirse de haber tomado esa decisión; sin embargo, qué podía ser tan malo, es decir ni siquiera habían consumado el acto (todavía), por esa razón, se desligó de sus preocupaciones.
Después de su conversación con Yunho, la tarde transcurrió sin novedades. Los dos mejores amigos ni siquiera volvieron a tocar el tema porque, ya que para ellos lo que se tenía que decir ya se había dicho. De cualquier forma, con tan solo diecisiete años ninguno de ellos estaba realmente consiente de todo lo que implicaba tener sexo con tu mejor amigo.
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Hasta aquí la primera parte, lo que viene después se pondrá más picoso e interesante entre Mingi y Yunho.
Espero de verdad les haya gustado lo que leyeron hasta ahora, porque de verdad que nunca había escrito algo así. Estoy experimentando distintos estilos y distintos temas desde hace tiempo para no ser repetitivo con mis trabajos.
Ah, y como nunca está demás, por favor... no tengan sexo sin protección. No importa lo que les digan, más allá de prevenir un embarazo precoz, las ETS están en todas partes, por favor sean precavidos.
Por último, les deseo a todos mis lectores felices fiestas y que tengan un hermosa navidad en compañía de sus seres queridos.
No olviden cuidarse y tomar agua. Nos leemos a la próxima (๑́•∀•๑̀)ฅ
♥Ingenierodepeluche
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