Capítulo 1 - Un mago curioso llega a otro mundo - Parte 1

—¡Señor Fazil...! —gritó alguien mientras tocaba la puerta de la habitación privada del ya mencionado.

Era una joven mujer vestida con un traje de maid. Su cabello rubio estaba recogido para evitar problemas al realizar las tareas, dejando solo su flequillo suelto; los finos rasgos de su rostro denotaban su gran belleza. Ella portaba unos lentes de un fino armazón, cuyos cristales no opacaban la hermosura de sus ojos esmeralda.

—¿Alguna señal de él, Ametsa? —preguntó otra chica.

Ella también vestía un conjunto de maid, aunque el suyo no se veía tan tradicional como el de la otra chica. Su cabello anaranjado estaba peinado con dos coletas. Sus ojos eran del mismo tono que su cabello y encajaban bien con el aura alegre que transmitía. Su apariencia era la de una chica de quince años.

Ametsa solo suspiró en respuesta antes de hablar.

—Sabes cómo es cuando se trata de investigar libros antiguos, Kara —dijo en un tono desalentado.

Para ellas esto no era algo nuevo. Su señor siempre había sido así, y más tratándose de libros escritos por "ellos".

—Pero ahora sí se superó —contestó asombrada—. Lleva dos meses ahí dentro. ¿Cómo hace para ir al baño?

Kara se puso una mano en la barbilla mientras analizaba lo que acababa de decir. Ametsa, por su parte, decidió no decir nada; sabía por experiencia que Kara a veces decía cosas sin sentido.

—¿Y si abrimos la puerta? —mencionó Kara.

—Ya lo he intentado varias veces. ¿Qué te hace pensar que...?

—¡Mira...! —exclamó con sorpresa—. Abrió...

Ametsa veía cómo Kara levantaba su pulgar en señal de victoria mientras empujaba la puerta.

«¿Es en serio?», se preguntó internamente. Había intentado varias veces abrirla y nunca pudo. ¿Por qué con ella fue distinto?

Esto le hizo deducir que tal vez su señor ya había terminado su investigación. Sintió como si se hubiera librado de un gran peso, si esa era la razón. Aunque siempre mostrara una actitud seria, para ella, el bienestar de su señor era lo más importante.

Al abrir por completo la puerta, un pútrido olor las atacó.

—¡Qué asco, Ametsa! —gritó Kara. Sus ojos estaban llorosos.

Ametsa se tapó la nariz e intentó ver de dónde venía ese olor tan nauseabundo, cosa que no fue difícil.

—Tan descuidado como siempre, mi señor —dijo al ver la escena frente a ella.

Una inmensa cantidad de platos a medio comer, apilados sobre unas mesas, eran la razón de tan horrible olor. La mayoría de las comidas estaban ya negras por lo putrefactas que estaban. Los hongos ya hacían su labor e incluso había cucarachas caminando por ellas.

El olor era terrible, pero después de unos breves minutos, las chicas lograron acostumbrarse.

—¡Señor Fazil! ¡¿Aún sigue aquí?!

Kara no dudó en gritar para saber si había señales de su señor. Igual, no sería la primera vez que lo encontraran inconsciente por algún error en sus investigaciones.

—¡Señor Fazil!...

—Ya te oí, ya te oí —contestó alguien que abría la puerta de otra de las habitaciones del lugar.

Un hombre de cabello rubio algo desaliñado y ojos carmesí salía de ella. Vestía una simple camisa blanca y pantalones cafés. Él era Fazil, el considerado salvador del mundo.

La alegría de las chicas se hizo notar, pero rápidamente fue cortada por Ametsa, quien miró furiosa a Fazil.

—Y bien, ¿cómo me explica eso? —Sin dejar de mirarlo, ella apuntó a la fila de platos al hacerle esa pregunta.

Fazil parecía algo desconcertado y miró los platos.

—Vaya, esa es mucha comida para haber estado solo unos días.

—En realidad lleva dos meses aquí —dijo Kara con una sonrisa despistada.

—En realidad, Kara, el señor lleva aquí ocho semanas, dos días, catorce horas, veintiocho minutos, cuarenta y cinco segundos, y contando —dijo Ametsa con precisión.

A Fazil le aterraba esa forma de ser de Ametsa, aunque sabía que solo era su manera de mostrar preocupación.

—Está bien, sé que me excedí y entiendo que estés molesta —dijo a modo de disculpa—. Pero lo que acabo de descubrir pondrá fin al eterno sufrimiento que he pasado en estos últimos años —mencionó con euforia.

La mirada acusadora de Ametsa desapareció. Su señor nunca había hablado de esa manera sobre sus descubrimientos. «¿En serio esto era algo de esa magnitud?», pensó.

El libro que su señor investigó por tanto tiempo fue encontrado en unas antiguas ruinas ubicadas en unas remotas montañas del país Dracon, el lugar donde habitan los dragones.

Ella recordó la cara de felicidad de su señor cuando supo el idioma en que fue escrito y cómo se encerró en su habitación cuando llegaron a su mansión.

Desde ahí, se encerró durante todo este tiempo hasta el día de hoy. La comida y el aseo personal no eran problema; incluso pensó en cómo a Kara se le ocurrió mencionar lo del baño, si sabe perfectamente que adentro tiene uno.

A Ametsa ya no le quedó otra que resignarse a seguir acusando a su señor y suspiró amargamente. Él siempre había sido así, y sin importar las veces que se repitiera esta escena, para ella, lejos de molestarle (contrario a lo que mostraba), le encantaba la pasión que mostraba su señor; era algo que admiraba.

—Si no fuera por nosotras, usted ya estaría perdido desde hace tiempo —dijo Ametsa sonriendo.

Fazil, en respuesta, palmeó la cabeza de Kara, quien era la que tenía más cerca.

—Y es por eso que cada día que me levanto, agradezco que ustedes aún permanezcan a mi lado —contestó el mago.

Kara solo mostró su alegría al ser palmeada por su señor, sin necesidad de haber hecho algo.

—Dado que el señor ha terminado su investigación, vaya a tomar un buen baño. Le informo que la comida tardará un poco más en estar lista. Estaremos con usted en cuanto terminemos de limpiar todo este desastre.

Por la postura y forma de hablar de Ametsa, uno pensaría en lo elegante y seria que debía ser. Sin embargo, el rubor en sus mejillas no contrastaba bien con lo mencionado anteriormente. Las palabras de Fazil parecieron tener un mayor impacto en ella.

Fazil notó esto y decidió no hacer mención alguna. Palabras como estas no salían de él con frecuencia, aunque eso no significaba que no lo sintiera de verdad.

Antes de salir, Ametsa mencionó algo más.

—Por cierto, hoy tenemos la visita de unos invitados.

Fazil volteó de reojo y levantó una ceja en señal de incertidumbre. No le dio más importancia y fue a tomar un baño.

Terminando su baño, Fazil caminaba hacia el comedor mientras Ametsa iba delante de él.

—Su invitado no lo esperó y se encuentra comiendo en este mismo instante.

El rostro de Fazil solo transmitía desinterés. Si su invitado tenía esa clase de modales, ya tenía una idea clara de quién era. Y lo confirmó en el instante en que entraron al comedor.

—Hey, Fazil. Ametsa cada día cocina mejor, este estofado es increíble —dijo el hombre que comía gustosamente.

Era un tipo de complexión robusta. Comparado con el esbelto cuerpo del mago, la diferencia era notable. En altura, los dos estarían parejos. Sus ojos eran azules y su cabello corto y negro. Lo más llamativo en él era la imponente armadura que portaba, con minuciosos detalles que denotaban una calidad superior a la promedio.

—Geoffrey, ¿se puede saber qué quieres? Si es otra petición del viejo, sabes perfectamente que no cooperaré.

Su actitud no parecía amigable hacia él. Por su parte, aquel hombre con armadura sorbía el tazón. La alegría en su cara reflejaba lo bien que debía saber su platillo.

—Si vine personalmente, es porque el rey te quiere sí o sí en el castillo —dijo con una sonrisa llena de confianza.

La atmósfera se puso tensa entre ellos, siendo rota por Kara, quien llegaba con un carrito donde transportaban la comida.

—Tome asiento, por favor, mi señor —dijo Ametsa cortésmente.

Fazil no contestó ni hizo referencia a lo mencionado por el llamado Geoffrey. Él solo esperó a que le sirvieran su comida y comenzó a comer.

—Oye... al menos respo...

Geoffrey detuvo lo que tenía que decir ya que Fazil lo miró. Pero en vez de responder, solo se limitó a mencionar el nombre de Kara.

—Como ordene, señor Fazil —contestó con una gran sonrisa. Acto seguido, tomó una bocanada de aire—. El Rey es solo un idiota que piensa que el señor Fazil está a su servicio solo porque el señor Fazil nació en este reino. Pero debe tener en cuenta que la única razón por la que el señor Fazil derrotó al señor demonio dista mucho de la de ayudar al reino, la nación o al mundo. Y si hay algo que el señor Fazil debería tener con el reino, ese sería el hecho de tenerle un odio masivo debido al pasado... —La chica se quedó sin aliento después de decir todo de corrido.

Geoffrey puso una cara seria ante la postura del mago.

—Odio o no, me ordenaron que te llevara aunque fuera a rastras —dijo poniéndose de pie y desenfundando su espada, la cual estaba recargada en la silla.

Él puso la punta cerca de Fazil.

—Así que el reino ahora quiere obligarme a trabajar para ellos. ¿Quieren iniciar una guerra contra el "Salvador"? O mejor dicho, ¿puede el mejor guerrero de la humanidad llevarme a la fuerza? —Los ojos de Fazil emitieron un tenue brillo del mismo color por un breve momento.

Geoffrey, lejos de sentirse intimidado, pareció emocionarse.

—Bueno, dicen que el mejor guerrero de la humanidad equivale a un ejército. ¿Será un ejército suficiente para llevar ante el rey a aquel que dicen es un dios entre mortales? —En sus ojos también pudo percibirse un tenue brillo de similar color, justo como había sido con Fazil.

Ametsa y Kara colocaban otro plato más en la mesa; este plato, junto con los cubiertos, era más lujoso que los que habían usado Fazil y Geoffrey, e ignoraban lo que pasaba frente a ellas.

Ambos, tanto Fazil como Geoffrey, se miraron fijamente por unos instantes. De repente, ambos comenzaron a reír descontroladamente.

—¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¿Equivalente a un ejército? ¿De dónde sacaste eso? ¡Ja, ja, ja, ja! —La risa de Fazil era notoria; incluso golpeaba la mesa en repetidas ocasiones.

Geoffrey volvió a guardar su espada después de terminar de reír.

—Me alegra que estés bien —dijo tranquilo—. Pero deberías visitarme a mi casa de vez en cuando —añadió mientras le aplicaba un candado a Fazil con su brazo.

Fazil se sentía bien, aunque Geoffrey lo estaba molestando. Amigos desde la infancia, el destino los separó cuando Geoffrey partió a la capital para empezar su formación como caballero. Años después, se reencontraría con su mejor amigo.

—¡¿Dónde está?!

A lo lejos, se escuchó una voz femenina. Había algo que Fazil pasó por alto; si solo estaban Geoffrey y él, ¿por qué las chicas estaban preparando otro plato más? Fue hasta que escuchó esa voz que lo entendió: ella también estaba allí.

—Lo siento —dijo Geoffrey, quien soltó a Fazil y juntó sus manos en señal de disculpa—. Cuando se enteró de que venía hacia acá, aprovechó para venir también.

Fazil volteó hacia la entrada del comedor, y ahí estaba parada, con las manos en la cintura, una joven de unos veinte años que también vestía una armadura. Su cabello largo y sus ojos eran de un tono rosa, y sus facciones hacían que su belleza estuviera a la par de la de Ametsa.

Su armadura, a diferencia de la de Geoffrey, aunque también presentaba detalles minuciosos, tenía adornos extras que la hacían resaltar más, siendo el más destacado una pequeña capa.

—Darl...

—¡¿Cómo osas abandonar a tu esposa todo este tiempo?!

Ante ese comentario, Fazil solo se limitó a soltar un suspiro amargo.

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