Capítulo IV - Amor (y más amor) cuarta parte

Buenas noches, mis lunas y estrellas. Esta semana se va a poner bien interesante la cosa con el Yungi. Después de todo lo que lloraron la vez pasada es justo y necesario un momento de calma, ¿no?

Primero que nada, este es el capítulo más largo que he escrito hasta ahora, son más de 16 mil palabras así que les sugiero que se lo tomen con calma. Puede que al principio les parezca que todo va a ir de mal en peor, pero les prometo que el final será prometedor. Bueno, no les voy a dar más spoilers, así que... ¡Disfruten la lectura!

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Itrio-Hidrógeno + Magnesio (al 1.28%)

¿Hasta qué punto ocultar información puede ser considerado una forma de mentir?, es una pregunta interesante si se ponen a ver, y Mingi en cuestión, no era filósofo o jurista para elucubrar sobre ello a profundidad, pero creía tener una respuesta certera para satisfacer dicho dilema.

Llevaba rato dándole vueltas al asunto de dar el siguiente paso a su liberación, no es como si de verdad alguien se lo hubiese pedido, siquiera aconsejado, más en el fondo suponía que quizá... deshaciéndose de las pertenencias que le quedaban del pelinegro podría dar un merecido cierre a esa etapa; que con suerte, haciendo eso, resolvería olvidarse de sus sentimientos.

Una limpieza de verano fue lo que creyó preciso en su apartamento. Tomarse un tiempo para echar a la basura lo que no sirviera y guardar las cosas más significativas para, por lo menos, no seguir contagiándose con esa falsa esperanza de retornar a viejas sus andadas.

En sí, la idea parecía fácil de ejecutar, pese a ello, Mingi no era programa de computadora de manera que pudiera compilar con tan sólo presionar un botón. Al contrario, pasaba la mirada por su habitación y sentía que en todo caso le salía mejor mudarse que guardar, clasificar y descartar el cerro de fotos y mariqueras que Yunho le dejó.

Suspiró tras recargarse en el marco de la puerta con una caja en las manos, desde allí podía ver en su cama la misma sudadera gris que seguía usando para dormir (la que le trajo Yoora aquel día que los dos se pusieron como carajitos chismosos a hablar de sus desdichadas vidas), quizá no era imperativo deshacerse de eso, es decir, era sólo ropa; qué tanto daño puede hacer el conservar una prenda. Se encogió de hombros al resolver dejar la sudadera quieta en su lugar.

Aferrando la caja a su pecho, echó ojo hacia su izquierda antes de emprender camino dentro de la habitación hasta la cómoda donde guardaba la mayoría de sus pertenencias; era la primera vez en días que se acercaba a ese rincón del cuarto.

Tras la partida de Yunho poco le apetecía el acercarse hasta ese mueble, siquiera se atrevía a mirar a esa esquina porque justo arriba, coronando sobre la superficie de madera desgastada, se encontraba la pizarra decorativa que Yunho había comprado para ellos con el pretexto de darle algo de vida a las paredes insulsas de esa habitación cuando recién se mudaron al apartamento. Desde entonces, ese mismo rectángulo de corcho estaba allí, solito e inmutable, colmado de fotos, tarjetas, cartas, dibujos... y recuerdos de ellos.

Encarar aquel tumulto de memorias equivalía a joderse el resto del día, a llorar largo y tendido mientras su mente se atiborraba con las hermosas memorias de su vida pasada; los juegos de su niñez, las experiencias de su adolescencia, las vivencias de su temprana adultez, todas las que consideraba realmente importantes yacían impresas en papel fotográfico y enmarcadas entre palabras y bocetos. Yunho figuraban en todas porque, por supuesto, su pretérito no pertenecía a otro sino a ese bendito pelinegro.

Cerró los ojos con fuerza al pensar en aquello; tenía que ser fuerte para seguir viviendo el presente. Aferrarse al pasado no era una opción, debía recordarse lo que ahora en más importaba y lo demás podía quedarse donde estaba.

Determinado a continuar, en una profunda inhalación tomó el valor necesario para abrir los ojos y enfocar la mirada en la susodicha pizarra siendo azotado por el resplandor de cientos de fotografías, todavía, una imagen en particular captó su atención e hizo mella en su corazón...

"Hacía mucho frío, y cómo no... si sólo a ellos se les ocurría ir en pleno invierno a caminar de noche por la playa. Era un viaje de al menos tres horas desde Seúl hasta la costa más cercana, no tenían idea de cómo harían para regresar al apartamento a esa hora, aun así, no se arrepentía de sus impulsos, pues con tener la mano de Yunho sobre la suya le era suficiente para sonreír a pesar de la helada ventisca marina que le pegaba de lleno en la cara.

-Me encanta este lugar... deberíamos venir más seguido.

Comentó el pelinegro a dar un apretón a su mano mientras seguían caminando.

-Podríamos si cierta personita no se la pasara estudiando.

Le reprochó al mayor tras inclinarse para hacerle cosquillas con la nariz en el cuello; Yunho estaba calentito y olía rico como siempre.

Siquiera teniendo el mar a su costado era suficiente para aplacar el aroma tan masculino y vivaz que exaltaba sus sentidos, si acaso lo que hacía era agregar una nota de profundidad, detalle que apreciaba a tal punto de besar aquel aroma como si fuese tangible; en cambio sus labios sólo tocaron la tersa piel a su paso.

-¡Yah!, estudiar es importante... además, tiene su encanto venir aquí en ocasiones especiales.

Se defendió el mayor en medio de una corta risa a lo que respondió con un sonido que denotaba su inconformidad.

El pelinegro entonces detuvo sus pasos y él, que todavía permanecía con la cabeza escondida en aquel huequito, inmediatamente se alejó dedicándole a su opuesto una mirada de confusión.

Sin explicación alguna de parte del mayor terminó siendo envuelto por unos fuertes brazos, gesto que correspondió al instante acompañado con una radiante sonrisa. Ese momento, en ese lugar, todo se sentía tan íntimo, tan romántico... que casi podía rogar al cielo porque eso durase para siempre.

-¿Acaso me olvidé de una fecha en el calendario?

Cuestionó, para segundos más tarde recibir un beso en su mejilla.

-Hm, no... para nada. Por qué la pregunta.

Expuso el pelinegro con parsimonia, desviando la mirada hasta los sonrientes belfos del menor.

-Es que dijiste lo de venir en ocasiones especiales y me quedé pensativo.

Respondió con simpleza al llevar sus manos a la altura del cuello ajeno; Yunho no se opuso a sus caricias pese a lo frialdad de sus dedos.

Siendo tentado por aquella boca acorazonada, se inclinó para obsequiar tres besos que simultáneamente imprimieron dulces palabras sobre estos.

Ya para él era una costumbre acabar envuelto en esos arrebatos sentimentales con Yunho, pero eran las circunstancias, el ambiente, el pedacito de tierra que ocupaban juntos lo que advertía el estallido de su corazón. Le gustaba el aroma del mar, la sal en sus labios y la húmeda brisa, pero más que nada le gustaba el cómo se sentía eso a través del pelinegro.

-Lo dije porque todos los días que tengo contigo son especiales.

Comentó el susodicho luego de una pausa prudente al obsequiarle una de esas sonrisas que le derretían el hasta el alma.

Arrugó la cara al oír semejante cursilería, más no se contuvo de besar al mayor otra vez todas las veces que quiso.

-No digas esas vainas tan lindas que me enamoras, yuyu.

Murmuró a modo de reclamo poniendo la voz como la de un niño chiquito; entre cortos besos sus labios se iban nutriendo con el amor que ofrecía el aludido.

-Y cómo se hace entonces... de algún modo tengo que convencerte de que te quedes a mi lado todos los días.

Explicó el mayor tras encogerse de hombros, como si aquella respuesta fuese lo más obvio del mundo; como si de verdad necesitase una frase, un... lo que fuera para volver a prendarle.

Él ya estaba enamorado 'hasta los tequeteques' de Yunho, sin importar lo que pasara su corazón seguiría perteneciendo al muchacho al cual se aferraba con las manos y los brazos.

Entonces, resolvió mecerse ligeramente con el otro como si el sonido de las olas rompiendo contra la orilla fuese algún tipo de balada romántica, y mientras, amansaba a razón de la pasión los labios que tanto le gustaban.

Esa noche estaba despejada, con luna llena y estrellas por doquier, salpicando el cielo y el agua a partes iguales, pues a oscuras resultaba imperceptible la división entre ambos; ese mismo instante los dos se propusieron seguir el ejemplo del océano y del firmamento, siendo uno para con ellos.

Cuando tuvo la decencia de apartarse de la boca ajena, hacía un frío desgraciado y estaba temblando, pero Yunho no falló siquiera un segundo en darle el abrigo que estaba necesitando. El mencionado, siendo tan atento, en todo momento buscó ajustar su abrigo y calentarle las manos a punta del amor que exudaba su humanidad.

-Entonces, supongo que estás haciendo un buen trabajo, pero... ¿y yo?, ¿yo también te doy motivos suficientes para que te sigas enamorando de mi todos los días?

Cuestionó con un deje de ilusión en su voz, modulando contra los belfos acorazonados que se moría por besar una vez más; se contuvo estando a la espera de una respuesta, optando por obsequiar a su pareja un besito esquimal.

-Hm... puede ser, quién sabe.

Fue todo lo que dijo Yunho para luego sonreírle de forma juguetona, segundos más tarde el mayor ya corría lejos de él entre risas.

Indignado por tal contestación, se apresuró para alcanzar al otro y darle su merecido (o caerlo a besitos, una de dos)."

Sonrió pese a la melancolía que le evocaron tan vívidos recuerdos; parecía que fue ayer cuando Yunho y él se tomaron esa foto en esa misma playa con su cámara Polaroid antes de caer la noche.

La foto en cuestión salió medio movida y a falta de luz el flash no les hizo justicia, pero ambos se veían tan felices mientras se besaban que era imposible no sentir aunque fuese un gramo de gozo al ver algo así.

Yunho nunca le contestó la pregunta, sin embargo, a esas alturas ya no hacía falta. Los hechos hablaban por sí mismos; en todo caso sentía que el pelinegro le había mentido.

Atendiendo a sus principios, su razonamiento lógico como adulto le instruía que la realidad recaía en la siguiente condición: las mentiras en el mundo son como las personas, de todos los tamaños, colores y formas, no obstante, en lo que respecta a la verdad... la vanidosa sólo se ciñe en la unanimidad.

Fuera o no correspondencia absoluta del pensamiento de un individuo, tanto nuestro protagonista como cualquier otra persona sensata podría entender que la verdad no busca acoplarse a los requerimientos de nadie, en realidad, es solícita e invariable en el tiempo pese a las abstracciones que surgen en consecuencia de asumir como 'verdaderos' testimonios que resultan falsos y, conjuntamente, interpretaciones que se dan por erradas.

Bufó al tomar la fotografía y dejarla de nuevo en su lugar, buscando con qué más distraer su mirada al abrir una de las gavetas de la cómoda; de nada valía tirar a la basura algo tan significativo. Debía recordar que estaba haciendo eso por él, no para demostrar a otros un poco de valentía, así que si no lo sentía correcto, no lo haría.

Decidido a ser fiel a sus instintos, hurgó entre el contenido del cajón esperando encontrar algunos de los accesorios que solía usar el mayor, más, grata fue su sorpresa al no encontrar nada; obviamente Yunho ya había pasado por allí.

Largó un suspiro y cerró la gaveta tras darle un empujón con la cadera, así se movió a la siguiente al tiempo que su mirada se posaba en una de las cartas que estaba en la pizarra, aquella que en puño y letra del pelinegro decía: ―"Te amo con todo mi corazón, de la luna al sol."-

-Sí. Por supuesto que me ama.

Comentó en voz alta luego de recapacitar en cuántas patrañas pudieron salir de Yunho; en cuántas de esas se tuvo que haber creído.

Odiaba la idea de profesarse como una víctima, pero qué otra cosa sería si a fin de cuentas, a Yunho bien podía calificarlo como un estafador; le había entregado prácticamente toda su vida a un embustero, ¿o no?...

Su tiempo es perfecto, tal como el de Dios, la verdad puede sombrearse, más nunca ocultarse cuando se muestra ante los ojos del doliente, del acomplejado, del mentiroso y hasta del buen samaritano. Todavía, lo que hace a la verdad tan única no es la complejidad de su naturaleza sincera, sino la forma como esta se expresa.

Infinitas verdades pueden ser dichas o escritas, pese a esto, un verdadero conocedor (si acaso un letrado, un erudito) demuestra la verdad mediante acciones, sistemas y procedimientos fundamentados en la transparencia, únicamente con la intención de constatar un hecho. Una eminencia que bien puede haber sido víctima de especulaciones, o sea empleada a razón de implantar disyuntivas variopintas; cual fuera el caso, la verdad continúa actuando conforme a su estatus unilateral.

Otra pericia atribuida a la verdad tiene que ver con un derecho ecuánime de la humanidad, cuyo argumento podemos explicar a través del recurso natural más importante de todos: el agua. A pesar de ser una palabra, algo intangible en comparación al elemento vital, bien podemos asumir que la verdad guarda una semejanza con el agua si tomamos en cuenta el siguiente enunciado: ―"El agua no se le niega a nadie."-; desde que nacemos hasta que perecemos tenemos derecho irrevocable a disfrutar del agua, sí, pero también contamos con la voluntad de apelar a la justicia en busca de las verdades que estén a la altura de nuestra edad y entendimiento.

Siguió rebuscando dentro de la cómoda, tomando entre sus manos cada 'perolito', cada minucia que sabía pertenecía al pelinegro, pero cada vez que decidía colocar algo en la caja... se retractaba.

Frustrado, dejó la caja a un lado y se llevó ambas manos al cabello para despeinarse. Entre profundas inhalaciones intentaba mantener la compostura, sin embargo, cada vez que alzaba la mirada y veía otra de esas fotografías un nuevo recuerdo le emboscaba.

Lo más trágico del asunto, es que amargo o no, sus recuerdos con Yunho eran los de una vida perfecta, el tipo esas cosas que sólo crees posible porque alguien más (una persona en la que confías) te las cuenta...

"Soltó una sonora carcajada al tiempo que aplaudía a razón de la cantidad de tonterías que era capaz de hacer su amigo San.

Justo al otro lado de él, el susodicho se encontraba haciendo lo impensable para seguir atosigando a un obstinado Wooyoung, quien no paraba de espantarle como si de una mosca se tratase.

No tenía idea alguna de cómo habían terminado en ese parque los cuarto, pero aquello le traía sin cuidado porque ver a San rogar por el perdón de su novio era todo un espectáculo. Según entendió, el moreno desde que llegaron al lugar andaba con un humor de perro alegando que el de hoyuelos era un abusador por coquetear delante de él con el carajo que los atendió en la tienda de conveniencia. En conclusión... San estaba en modo adulador (por no decir jalabolas).

La cuestión es que San no se medía cuando de sonsacar a Wooyoung se trataba, y quizá este último gustaba demasiado de poner al susodicho en pena y hacerse el digno, pese a ello, Yunho y él se deleitaban con las estupideces que salían de la boca del de hoyuelos y de las viradas de ojos del moreno.

-Ay, San... ¡ya deja la ladilla, está bien! te perdono.

Comentó Wooyoung como si no hubiese tenido al otro suplicando por esas palabras durante una hora entera.

-¿De verdad?... ¡ay, por eso es que te amo, mi cosita chiquita y malhumorada!

Siguió riendo al ver la cara de resignación del moreno cuando recibió a un muy meloso San entre sus brazos; en el fondo reconocía que Wooyoung sólo se estaba aguantando las ganas de sonreír.

-Yah, bueno. Mucho show, se supone que vinimos aquí a... para qué coño vinimos aquí.

Preguntó su novio antes de soltar una risilla antes de tomar una de las galletas de la caja que tenía las manos.

Sentados allí en la grama de aquel parque se sentía como volver a sus tiempos en el liceo, aquellos momentos en los luego de pasar todo el día encerrado en un salón de clases terminaba perdiéndose por ahí con sus amigos, con el único propósito de prolongar la jodedera antes de seguir cada uno por su camino; lo único que le faltaba era su insulso uniforme.

-No sé, la verdad es que sólo quería salir y existir fuera de la casa de San, sus padres me tienen harto. No podemos coger en paz sin que su mamá toque a la puerta, ¡es como si tuviese un radar!... me siento un carajito de quince años.

Sentenció el moreno al echar la cabeza hacia atrás, soltando sus abatimientos en una pesada exhalación. Le vio estirar las piernas sobre la grama y apoyarse contra sus manos antes de retornar la mirada hacia ellos.

-Y por qué simplemente no se mudan. Si Mingi y yo pudimos encontrar un lugar decente en esta vaina, ustedes también. Total, tienen más rial que nosotros.

Comentó Yunho mientras el susodicho continuaba comiendo tranquilamente de sus galletas, disfrutando ambos de la reconfortante sensación de esa tranquila tarde de otoño.

De vez en cuando se tomaba el atrevimiento de limpiar con su pulgar las migajas que quedaban en los labios del pelinegro, recibiendo un besito en su mano como gesto de agradecimiento en cada oportunidad; si San y Wooyoung se sonreían ante tal cursilería no estaban al tanto de ello porque él sólo tenía ojos para Yunho (y para las galletas) en instantes como esos.

-Porque este carajito de aquí no quiere dejar su casa porque su mami le hace toda mierda y yo dije que me rehusaba a ir detrás de él limpiando sus mariqueras. El culo mío le va a lavar la ropa interior a mano, ni que fuera Seonghwa.

Se quejó el moreno para luego soltar un bufido.

San intentó hacerse el ofendido, más al final terminó sonriendo, encogiéndose de hombros al aceptar que no le daba pena la acusación de su novio; todos en el grupo sabían que San familia era el 'hijo pródigo' de su familia y que este gozaba de los beneficios que esto implicaba. Suerte la suya que era hijo único; de una forma u otra toda la atención era sólo para él... y para Yunho.

Negó al tiempo que soltaba una risilla contra la palma de su mano; sus amigos eran todo un caso.

-Qué bolas, San. Vas para los veintitrés y todavía en esas.

Dijo por primera vez en largo rato queriendo molestar a su amigo, obteniendo como respuesta una risa colectiva.

Después de tantas quejas y reclamos la parejita se calmó, dedicándose como Yunho y él a deleitarse con la hermosa puesta de sol.

-¡Oh, qué hermoso el atardecer!, ¡Hay que tomarnos fotos!

Exclamó Wooyoung al tomar su teléfono antes de posar delante de la cámara frontal con su enamorado; los dos parecían los propios tortolitos.

La imagen le provocó tanta ternura que simplemente se quedó contemplándoles por unos minutos mientras seguían en lo suyo. Yunho y él tenían tantas fotos como las que se estaban tomando que ya ni sabía qué hacer con ellas, pero ver a sus amigos en ese plan le llenaba de otra forma; aquel par de verdad se merecía.

-Gi, ponte ahí con Yunho para tomarles una.

Escuchó aquella orden haciendo que saliera de su ensoñación para atender al pelinegro que le tomaba con gentileza de la mano para acomodarse de perfil.

Sin esperar siquiera otra indicación al ver a los ojos de Yunho se inclinó para juntar sus frentes, sonriendo como un idiota sin reparar en los chillidos de felicidad que emitía Wooyoung.

El ocaso delante de ellos podía ser un acontecimiento de excelsa belleza, pero allí en ese parque nada se le hacía más hermoso que los ojitos brillantes de su novio; esos que a su parecer parecían clamar eterno amor a su persona."

Si cerraba los ojos podía escuchar aún los quejidos de Wooyoung alegando que sus fotos a contra luz con Yunho se veían como las vainas que uno consigue en Instagram con el hashtag de "RelashionshipGoals".

Negó con la cabeza, deseando que esa acción fuese suficiente para sacar cualquier idea errada de su mente; no era momento de pensar en cosas que no eran ciertas. Todavía, continuó siendo presa de todos los recuerdos de esa tarde, mejor dicho, de todas las promesas (mentiras, blasfemias) y palabras dulces que Yunho le susurró al oído justo después de tomar esa bendita fotografía que tuvo antojarse de imprimir para poner en esa pizarra infernal.

Qué es una verdad al final del día sino un conjunto de fonemas y gesticulaciones. A simple vista da la ilusión de ser algo escueto, más estas abstracciones del lenguaje en ocasiones especiales pueden valorarse como armas; unas que por muy endebles que aparenten ser, tanto en boca del hablante como a oídos del oyente consiguen transformarse en una inminente amenaza.

En función de resguardar la integridad de otro (a quien debieran proferirle tal manifiesto), la persona (el conocedor de la verdad en cuestión), en ciertos casos decide irse a lo seguro omitiendo información o, en todo caso, modificando la realidad del hecho que le ha sido expuesto con la intención de no herir a su estimado. Visto de esta forma no parece ser lo correcto... pero es una opción al fin y al cabo.

La cuestión respecto a dicha modalidad, es que a pesar de las ventajas inmediatas de su implemento para con un individuo, prescindir de una verdad resulta, la mayor parte del tiempo, en un problema a largo plazo; una retahíla a la cual pueden irse sumando auténticas mentiras.

Aunque parezca una práctica convencional y, hasta cierto punto normalizada por las masas, modificar verdades por capricho y comodidad de un interesado, es desatinado para aquellos que ansían erigir una relación en base a la honestidad, tampoco es conveniente para las familias cuyo sustento debería centrarse en la moral y los valores. Todavía, es menos acertado cuando un individuo pretende implementar esta maña entre amigos y colegas.

Seamos o no parte de este congregación de personas practicantes del "arte de la omisión", un porcentaje considerable de la población mundial al presentarse una situación difícil recurren a esta solución, pues asumen que es su obligación.

No obstante, es importante acotar que dicha aptitud confiere una conjetura equivocada únicamente regulada por y para los de nuestra raza, y en muchos casos es justificada por motivos ulteriores, dígase: estrés, nervios, ansiedad, dolor, etcétera. Indistintamente del caso, es por ello que mentir u omitir información son dos cosas que van de la mano.

Largó un suspiro al sentir que su garganta se volvía un nudo y que sus ojos comenzaban a picar tras el cristal de sus redondas gafas; ojalá aquello fuese una reacción alérgica por el polvo en vez de una insufrible necesidad de llorar a moco suelto por su ex novio.

Tiró la caja vacía a un lado y se abrazó a sí mismo en busca de algo de confort. Se daba por vencido una vez más con eso de tratar de pasar al siguiente nivel, quizá otro día volvería a intentarlo, pero mientras tuviese la cabeza atiborrada de promesas incumplidas y aquel amargo sabor en el paladar, sería incapaz de seguir adelante; aún amaba a Yunho y aquel era un sentimiento que ni las mentiras serían capaces de erradicar.

Obviando entonces el nombre que le corresponda, las mentiras se necesitan para establecer un equilibrio natural como lo es "el bien y el mal", "la luz y la oscuridad". A los efectos de esto, en distintos países idearon formas para convivir en armonía con las susodichas, un ejemplo de ello es Rusia con su antiguo proverbio que reza: –"Confía, pero verifica."-; porque ser escéptico no necesariamente te transforma en un desconfiado, siempre y cuando compruebes una verdad por las razones correctas.

Y quizá allí fue donde falló Mingi. O eso pensó él en ese momento de debilidad al secar de su mejilla las primeras lágrimas de esa mañana, al tiempo que tomaba la sudadera de la cama para abrazarse a esta.

Quizá debió ser más persuasivo e indagar en los hechos en vez de confiar ciegamente en Yunho, pero cómo, es decir, de qué manera sería posible sospechar de las intenciones de una persona que ha dejado todo por otro... quizá la respuesta es similar a la realidad que dicta el que 'si eres infiel una vez, serás un infiel por siempre'; Yunho claramente lo dejó todo por él y volvió a dejar todo... por él.

Ahora, lo curioso respecto a estos dilemas conspirativos, es que cuando la omisión de información se convierte en una mentira, gran parte de los 'mentirosos' se excusan usando la misma frase: ―"Lo hice por amor."-, todavía, lo irónico de ello es que si preguntas a otra persona por qué le confesó un pecado a su amado, probablemente te conteste con las mismas cuatro palabras que leíste arriba entre comillas y después del guión.

Entonces, se torna verídico... mentimos y 'verdeamos' por amor, sin embargo, lo complicado aquí no es hacer una cosa o la otra, sino definir de forma imparcial quién tiene la razón, porque para el honrado y el mentiroso siempre existirán motivos de sobra para justificar su condición.

Con todo y eso –"De qué vale mentir."-, se preguntaba Mingi al mirar por entre la persiana rota de la ventana de su habitación, si de cualquier manera la verdad siempre consigue salir a la luz.

Impoluto como el aire de las montañas, así deseaba Mingi que fueran todas sus relaciones a lo largo de los días. No importaba con quien, así fuese su profesor o simplemente una persona que conociera de paso en la calle, él deseaba ser auténtico y decir la verdad aunque ello implicase el lastimar a otro. Sin embargo, en esas últimas semanas aquella ideología se había arraigado tanto a su joven espíritu que era incapaz de perdonar el que sus acciones no fueran recíprocas.

Dejando atrás la discusión que tuvo con sus viejos, les hizo jurar a ambos que jamás le ocultarían nada (por muy lamentable que fuera) en función de impedir que de su boca salieran palabras de las que pudiera arrepentirse (y viceversa), él sólo quería escuchar y decir la verdad, y nada más que la verdad.

Pasando a otro caso, ahora que hacía dos meses y dos semanas que había terminado con Yunho (él seguía contando los días, y eso qué), resolvió que de tener otra relación amorosa en el futuro, a la primera infidelidad vinculada a su supuesto conflicto, ni siquiera aguardaría por una explicación, simplemente piraría pal'coño porque el con mentirosos (locos) no quería ningún trato.

Estaba decidido enteramente, en cuerpo y alma, que jamás permitiría que volvieran a mentirle en su cara; de que volvieran a aplicarle cortinas de humo con tal de persuadir su sed de funcionar en base a la rectitud. El Mingi del pasado se quedaría donde pertenecía y él, como una nueva y mejorada versión de sí mismo, dejaría de ser un confianzudo (estúpido).

En plena concordancia a lo anteriormente expuesto, como ya no tenía quien le calentara por las noches, su más reciente disposición acaecía enteramente en sus amigos.

Velar por los intereses de aquellos seis muchachos que le conocían de pies a cabeza lo entendía como un mutuo acuerdo instituido desde el comienzo. Es decir, si no alcanzaba a rascarse la espalda con la mano, uno de ellos vendría ayudarle porque para eso estaban los amigos/hermanos/dudes/nohomobro (a veces sí homo bro), ¿no?... Al menos (si no era mucho pedir), lo único que esperaba era una pizca de honestidad al final del día como retribución a su fidelidad.

-"Ni que fuera tan difícil. O sea, por Dios... vienen y me dicen que tengo que comportarme como un adulto, que hable porque no me tengo que guardar nada o si no me voy a morir, y al final son ellos que andan con misticismos."-

Se quejó internamente, tomando un gran respiro para calmar su ansiedad al tiempo que detenía su caminar a un costado de la acera para sacar su teléfono.

Lo que pedía era algo muy simple, nada demasiado escabroso porque también entendía lo que tener una vida privada implicaba; no estaba pidiendo que le dijeran a qué hora iban a baño, sólo quería saber qué se traían entre manos. Porque sí... ya se imaginarán ustedes que ninguno de sus amigos estaba siendo equitativo respecto al acuerdo de amistosa reciprocidad.

Cerró los ojos y contó hasta diez cuando vio el mensaje de Seonghwa en el teléfono. El susodicho llevaba varios días con cara de 'yo no fui', haciéndose el loco delante de él diciendo que estaba inventando cosas y que tanto él como Hongjoong no le estaban escondiendo nada. Todavía, las miradas delatan y su amigo en cuestión, era un pésimo mentiroso.

Había estado intentando tomárselo con calma y darles el debido tiempo para que arreglaran sus diferencias y le contaran de una vez por todas cuál era el problema; porque resultaba obvio que existía uno.

A decir verdad, se le crispaban los nervios cada vez que pensaba en ello porque desde su punto de vista él era la raíz de ese problema. Lo que no tenía en claro era él por qué, pues se suponía que ya había hecho todo para avanzar, que estaba mejorando, entonces... ¿por qué?, cuál era la necesidad de sus amistades para con él hacerle desplantes a razón de una conducta netamente evasiva.

A los efectos de tal reflexión, permaneció orillado en medio del camino frente al parque donde solía caminar por las tardes con Yunho los fines de semana; estaba indeciso de si debía volver a casa.

Como si las palabras de aquel mensaje fueran a cambiar, siguió intercalando la mirada entre la pantalla del celular en su diestra y las bolsas que cargaba en la zurda.

Hwa-Hyung

-"Lo de esta noche no va a poder ser. Hong tiene que terminar algunas de las piezas de ropa que le pidieron para una exposición y necesita que le sirva de modelo. Lo siento, Gi... Otro día será. "-

No podía dejar de leer la patética excusa que Seonghwa le envió para cancelar la cena entre amigos que desde hacía una semana venía conversando, no cuando le resultaba imposible discernir de la evidencia tácita.

Tampoco le cabía en la cabeza cómo podían sacarle el cuerpo de esa manera; tan sencillo que era avisar con antelación. Estaba grandecito para montar dramas por algo así, sin embargo, no le hubiese venido mal que le cambiaran la seña con tiempo, así quizá no se hubiese molestado en comprar todo lo que debía llevar a la supuesta reunión.

En sí no le molestaba haber invertido dinero para nada, sino el trato tan despectivo que estaba recibiendo de sus únicos amigos. Realmente no sabía cómo afrontar la situación, ¿debía acaso interpretar aquel constante rechazo como una manera de pedir un descanso?, es decir, comprendía que tras las últimas semanas todos estuviesen saturados de su presencia (hasta él estaba harto de ello), más no le hubiese molestado que se lo dijeran en la cara, tipo...

"Mira, no. Mingi, ve... yo te quiero mucho, pero pana ya basta. Dame una semana para descansar de todo este peo y después volvemos rela."-

Sí, en definitiva aquello le parecía más conveniente que el que sus amigos le dejasen como novia de pueblo: vestida y alborotada.

-Ay, a la verga todo. Igual voy a ir para allá pa' que sean serios.

Anunció a la nada tras guardar su teléfono en uno de los bolsillos de su pantalón.

Decidido a encarar a los mayores, emprendió su camino por entre las abarrotadas calles de Seúl, decidiendo que iría a pie en vez de tomar el autobús. El apartamento de Hongjoong no estaba demasiado lejos, en quince minutos o menos llegaría hasta allí; además un poco de ejercicio siempre le venía bien a su cuerpo.

Esa noche la ciudad se sentía particularmente viva, la gente a su alrededor le transfería cierta energía positiva, una sensación que le instaba a alegrarse, pese a ello, siendo sábado por la noche las parejas que pasaban de largo eran tan numerosas como los edificios a sus costados.

Siendo honesto, ya no le dolía (tanto) el caminar solo y toparse con personas agarradas de mano (dándose besos en plena avenida como Yunho y él solían hacer), a veces sonreía con melancolía, pero de algún modo aquella emoción le resultaba distinta... como una añoranza que no alcanza a hacer mella en el alma; había dejado de sentir esa urgencia de encerrarse a llorar por cualquier nimiedad que le evocase un recuerdo vinculado al pelinegro.

Podrían llamarle loco, más empezaba a creer que estaba, finalmente, en proceso de superar su rompimiento con el susodicho. Los días malos cada vez eran menos recurrentes y estar en el apartamento si bien no era lo más grato, lo apreciaba menos pesado.

Entonces, sí. Ahora ciertamente podía dar certeza en el hecho de estar reconstruyendo su vida, que él... estaba en camino a ser ese Mingi indestructible que todos esperaban ver.

Entre pensar una cosa y otra el trayecto le fue más corto de lo usual y para cuando reparó en el lugar donde estaba, ya se hallaba a unos cuantos pasos de la entrada principal del edificio donde vivía su amigo diseñador.

Contagiado aún por el potente espíritu de la ciudad, esbozó una sonrisa y hurgó en su bolsillo para sacar su teléfono y así repicarle a Seonghwa, sin embargo, ni bien completó aquella acción un flashazo de rosa intenso llamó su atención.

Creyendo estar equivocado, achicó los ojos para enfocar mejor la mirada, distinguiendo a lo lejos la colorida cabellera de su amigo San.

-"Qué coño está haciendo San aquí."-

Se preguntó a sí mismo, bastante descolocado al ver que el pelirrosa se acercaba hasta él vistiendo un semblante serio; parecía estar muy enojado. Como acto reflejo, mordió sus labios en espera de un inevitable encuentro.

La intriga le hizo permanecer en su lugar, no obstante, su amigo no reparó en su presencia hasta quedar a pocos metros de distancia. Tan pronto cruzó miradas con el susodicho, todo atisbo de seriedad se esfumó de las facciones de este dando paso a una expresión de desconcierto y temor.

-¿Mingi?... Q-qué-... Oye, qué estás haciendo aquí.

Cuestionó el de cabellos rosados tratando a duras penas de parecer simpático, ofreciéndole una falsa sonrisa sin hoyuelos al acercarse hasta él. El tono alarmado en la voz de su amigo no pasó desapercibido a sus oídos.

-Eso mismo te pregunto yo a ti, no sabía que venías. Yo se suponía que había cuadrado con Hong y Hwa para cenar juntos hoy.

Explicó, tratando de no sonar tan escéptico, para luego alzar las bolsas que seguía cargando en su mano izquierda como fiel testimonio a su palabra.

-A-ah, pero-... ¿no te dijeron que iban a estar ocupados con algo de un proyecto de Hongjoong?

Inquirió su amigo tratando de sonar calmado, como si lo que acaba de escuchar fuese lo más evidente; parecía como si el pelirrosa sólo buscase sacarle conversación para que se olvidase del verdadero propósito por el cual había ido hasta allí.

-Sí, de hecho si me lo dijeron... pero y entonces para qué viniste tú.

Respondió a secas mientras escudriñaba al otro con la mirada, tratando de acorralar al de hoyuelos para ver si en medio de un descuido lograba sacarle con cucharilla las palabras.

-Y-yo-...

-Sannie, mi amor... por qué no me esperaste si sabes que yo tengo el pase para entrar-... ¡M-mingi!, q-qué haces por aquí...

En un abrir y cerrar de ojos Wooyoung apareció de la nada, hablando tranquilamente hasta reparar en su presencia. Notó el cambio tan abrupto en la actitud de su amigo, igual al del inquieto pelirrosa a su derecha; cada vez le era más evidente que ambos estaban tratando de encubrir algo.

-¡A-ah, sí! Mingi-... Woo y yo sólo vinimos a dejarle algo a Seonghwa, ¿no es así, mi amor?

Habló San al dirigirse al moreno, buscando algo de apoyo en el susodicho. Mientras ambos discutían en silencio la forma para resolver aquel dilema, Wooyoung no dejaba de verle de soslayo, luciendo bastante inquieto.

Aunque el intercambio de ideas entre la pareja le pareció eterno, duró apenas unos segundos que a su vez le bastaron para reafirmar sus sospechas.

-S-sí, ¡sí!... nosotros sólo vinimos de paso a dejarle algo a Hwa y nos vamos.

Anunció el moreno, riendo con cierto nerviosismo.

-Ajá sí... y yo nací ayer, ¿dónde está eso que supuestamente vinieron a traerle?... o mejor, dígame realmente qué coño hacen aquí.

Se cruzó de brazos al tiempo que pasaba la mirada de un lado a otro en espera de una explicación real, sin embargo, ni siquiera la presión fue suficiente para sacarle palabra alguna a aquel dúo dinámico.

-Ay, Mingi... qué coño te pasa últimamente, nadie está conspirando en tu contra, muchacho marico.

Sentenció San al intentar hacerse el graciosito, recibiendo como respuesta una risilla forzada e histérica de parte de su pareja.

-Dale pues, entonces abre la puerta y subimos juntos.

Retó al pelirrosa al dedicarle un esbozo que resplandecía en autosuficiencia; ya los tenía donde los quería.

Aunque exasperado por la falta de reactividad, estuvo a punto de montar una escenita cuando algo en las manos de Wooyoung llamó su atención.

Al instante su cerebro maquinó un plan maestro, más se contuvo al guardar las apariencias y sonrió para sus adentros. Actuando con naturalidad se deslizó entre ambos para así quedar al lado del moreno, pasando uno de sus largos brazos por sobre el hombro del susodicho de manera amistosa.

-Bueno. Si no me van a decir nada está bien, equis. Me iré porque aparentemente todos ustedes prefieren sacarme el culo antes que decirme la verdad.

Comentó como quien no quiere la cosa, luciendo despreocupado al tiempo que con discreción tanteaba la tarjeta de acceso al edificio en las manos de Wooyoung.

Se mordió los labios evitando que una sonrisa se asomase por estos al ver el semblante de sus amigos, quienes nuevamente deliraban en silencio sus opciones, y así, con el sigilo de un felino, terminó por hurtar la tarjeta de las manos del moreno para luego pegar una carrera hasta la puerta.

Al llegar pasó la tarjeta por el lector escuchando al instante un sonido de aprobación provenir del aparato; lo último que escuchó antes de cerrar la puerta de golpe fueron los incesantes gritos de Wooyoung.

-¡Mingi, no!, ¡Vuelve aquí!

Exclamó el moreno desde la reja.

-¡No, se jodieron!, ¡ustedes no me van a seguir teniendo en este peo!

Profirió con molestia, dejando atrás a un muy enojado pelirrosa y a un quejumbroso y preocupado Wooyoung.

Si bien le pareció hilarante todo el asunto, al llegar al ascensor su semblante cambió por completo, reparando entonces en cuán enojado y confundido seguía a razón del teatrillo que le habían montado sus amigos para esquivarle. Aunque ya no importaba, pues si no iban a decírselo por las buenas, él igual iba a averiguarlo por su cuenta.

Agitado, así fue como llegó a la entrada del apartamento de Hongjoong. Respiró hondo y trató de recobrar la compostura para luego tocar con gentileza a la puerta; sólo le quedaba rezar porque San y Wooyoung no estuviesen de camino hasta allí, peor aún, que le hubiesen echado el pajazo con Seonghwa y este se negase a abrir.

-"Estúpido y paranoico Hongjoong que cambia la clave de acceso todas las semanas, ¡cómo es que no se le olvida esa vaina!"-

Se quejó al ver el dispositivo de seguridad a su lado; de nada le servía empezar a echar números locos para ver si pegaba una y abría la bendita puerta.

Tocó de nuevo con mayor insistencia al no obtener respuesta alguna. Mientras esperaba en el pasillo las manos le sudaban y no podía dejar de apretar los puños; su subconsciente le insistía en que algo estaba por salir mal.

Para distraerse de las malvadas conjeturas, giró la mirada hacia las bolsas en su mano pensando que quizá el contenido de los envases estaría todo revuelto, pero aquel detalle fue lo que menos le importó cuando finalmente el sonido del pestillo llegó a sus oídos.

De improvisto fue bienvenido por un alarmado Seonghwa que intentó cerrarle la puerta en la cara, sin embargo, logró evitar aquello al encajar su pie entre el marco y la puerta, empujando la misma pese a la resistencia que ponía el susodicho tras ella.

Tras un gruñido y un fuerte empujón, de forma exitosa logró colarse al apartamento al tiempo que en un acto vehemente era interceptado desde la retaguardia por su amigo en función de impedir que se adentrara en la sala del recinto.

Con los brazos cruzados sobre el pecho, Seonhwa le tenía sujeto como peso muerto en el piso, imposibilitando que realizara cualquier tipo de movimiento.

-¡Suéltame, joder!, ¡No soy un animal para que me trates así, Seonghwa!

-¡No, Mingi!, ¡No puedes-...!

Empezó el mayor, haciéndose escuchar por sobre los murmullos que provenían de la sala. Su voz sonaba tan estrangulada como sentía a su propio cuerpo; quería hacer fuerza para librarse de las extremidades que le contenían, más no quería lastimar al mayor en medio de su lucha.

-¡Déjame ir con él, Hongjoong!

-¡No, no vas a ir, tienes que calmarte!

Se escuchó al otro lado del apartamento, a pesar de esto ninguno de los muchachos que forcejeaba en la entrada prestó atención a tal pormenor.

-¡Ya basta, Hwa... suéltame!, ¡qué coño es lo que les pasa a todos ustedes últimamente!, ¿¡Qué es lo que están intentando ocultarme!?

Gritó a modo de reclamo en medio de los retorcijones que le daba el mayor; las bolsas con la comida hacía rato habían caído a sus pies.

Después de todo el esfuerzo invertido para llegar a mitad del pasillo principal, a pesar de su contextura ligera, Seonghwa le dio una batalla limpia llevándole consigo a tientas de regreso a la puerta, mientras que con una de sus manos procuraba cubrirle los ojos.

Quería escapar de esa absurda y claustrofóbica experiencia, pero el otro no cedía pese a la intensidad de sus reclamos; empezaba sentirse desesperado y hasta le dolía el cómo las gafas se le clavaban incómodamente en el rostro.

Entre todo el bullicio que resultó de su forcejeo siguió sin escuchar las voces que, tal como él y Seonghwa parecían sostener una discusión a una distancia prudente de ellos. No fue sino hasta que sacudió su cabeza con fervor que pudo agarrar desprevenido al mayor, que consiguió apartar aquella mano de su cara y distinguir algo, más bien, un objeto que redujo a cero todo su ardor.

-"Esas maletas..."-

Pensó al tiempo que el pulso se disparaba por las nubes. Reconocería esas maletas donde fuera, pero más que ello, sabía quién era el dueño de las mismas.

Con la mirada borrosa y el corazón en la garganta en un último empujón acabó por soltarse de Seonghwa, quien por efecto colateral cayó de espaldas al suelo. Sin mediar una disculpa o siquiera chequear el estado del mayor se aproximó rápidamente hasta la sala, quedando de piedra al ver a Hongjoong forcejear con un irritado pelinegro que no paraba de quejarse y jalonear al mayor.

Fue ridículo el cómo su corazón pareció latir con tal arrojo (tanta efusividad que comprimió su angustia al tamaño de una efímera fantasía) cuando su mirada se topó con la de Yunho; después de tanto tiempo sin verle su núcleo volvía a responder de esa forma para con él. Todavía, esa extraña sensación de júbilo en un soplo se transformó en una desagradable mezcolanza que se apoderó de sus sentidos, bloqueando al instante cualquier pensamiento racional. Se profesaba al borde del llanto, más a su criterio esa lluvia no tenía razones de ser interpretada.

-¿Qué coño haces aquí?

Fue lo único que salió de su boca, contemplando al instante el dolor que tal pregunta provocó en Yunho.

-Mingi, yo-... por favor, necesito que me escu-...

-No, ¡no!... ¡Tú te fuiste!... ¡para qué coño vuelves!, ¿¡No se supone que deberías estar en Gwangju con la gente que de verdad quieres!?

Cortó al otro a mitad de su discurso. Vio a Yunho dar un paso atrás ante la fiereza que expedían sus palabras. No sabía si se veía como un perro rabioso, cuando mucho la situación le hacía sentir como uno.

De pronto el malestar se tornó en una incipiente necesidad. Una insuficiencia latente que pedía a gritos el echarse a los brazos de aquel pelinegro y llorar las penurias de los días pasados. Al mismo tiempo, el oír su nombre en boca del susodicho le causó tanta rabia, un dolor que como astillas se le clavaban en la garganta. Su cuerpo y mente estaban en estado catatónico, enteramente liados a razón de una enorme disyuntiva.

Quería exigirle al otro que no volviese a repetir su nombre, que no volviera a dirigirle la palabra y se marchase cuando antes, pero las palabras seguían sin salir de su boca, siquiera un sórdido lamento se vertía de sus labios; estaba privado del dolor y la rabia viendo directamente a esos ojos pardos que en un pasado no muy lejano le sirvieron de consuelo.

Entre ellos, Hongjoong permanecía parado con los brazos extendidos de modo que pudiera poner distancia entre ambos; lucía asustado, más el cansancio privaba por sobre todas las emociones que denotaban sus facciones.

Quiso decirle al rubio que no había necesidad de que hiciera aquello, que a pesar de tener las manos hechas puños no invertiría su fuerza en propinarle un madrazo a Yunho; aunque este se lo mereciera. Igual no tenía idea de cómo recobrar su facultad del habla por miedo a que un sollozo fuese lo primero que emitieran sus cuerdas vocales.

Era en extremo conflictivo luchar contra sí mismo, por más que quisiera mentirse, ver al pelinegro le trajo un tipo de paz instantánea al alma. Un alivio que empujaba a fuerza bruta al fondo de su corazón para mantenerse invicto porque no quería flaquear delante de aquel muchacho que le veía con esperanza; estaba negado a dejarse vencer y perder toda chispa de voluntad que había trabajado hasta el cansancio.

-M-mingi-...

-¡Hwa, por qué mierda no contestas el teléfono!

Escuchó decir a San a sus espaldas, irrumpiendo con el inoportuno sonido de sus pisadas junto al de su laboriosa respiración.

Sabía que Wooyoung también había llegado, más la presencia de ambos le era completamente irrelevante; él sólo continuaba en aquella absurda contienda de miradas con su ex pareja a mitad de la sala.

A esas alturas del partido, Seonghwa sólo rodó los ojos al ver llegar al dúo dinámico, arrojando la toalla al notar cuán tenso era el ambiente en el lugar y cómo todo el 'plan' que había intentado montar a espaldas de Mingi, en cuestión de segundos, se había ido a la mierda.

-¡Tenías un puto trabajo, San!

Reclamó Hongjoong en un arranque de ira.

-¡Le robó la tarjeta a Wooyoung y nos cerró la puerta en la cara, si uno de los dos hubiese atendido el puto teléfono no estaríamos en esto!

-¡Cierren la boca!

Exclamó tras contagiarse del ánimo que cargaban los dos. Exasperado giró a verles y, pese a las lágrimas en sus ojos y el nudo en su garganta, fue capaz de continuar su reclamo.

-Esto fue lo que estuvieron haciendo toda la semana, ¿no?... Querían cubrirlo para que yo no supiera que estaba aquí. Saben qué, no me importa el motivo. Se pueden quedar con él o lo que sea... váyanse todos a la mierda.

Sentenció al tiempo que veía el abatimiento y la impresión en las caras de los presentes; por muy arrepentidos y dolidos que pudieran mostrarse sus amigos él las tenía todas para ganar. Era a él a quien habían traicionado al fin y al cabo.

Aguantándose el resto de los improperios que quiso dedicarle a cada uno, con inteligencia resolvió morderse la lengua y regresar sobre sus pasos hasta la puerta, más una mano le detuvo en el acto.

Aquella gentileza que exudaba el pelinegro le era inconfundible, aquel tacto cálido de esas manos contra su piel sería algo que incluso le perseguiría por el resto de sus días, aún así, al advertir el revuelo de sus sentidos se soltó con brusquedad del otro, como si el toque del mayor fuera impuro y ardiera cual el hierro forjado sobre su carne.

-No me toques.

Murmuró entre dientes al encarar al pelinegro una vez más.

-No me importa una mierda de lo que tengas que decirme o la basura que le hayas dicho a los demás, Yunho.

Masculló en un último intento por hacer ver al mayor que no estaba allí echar vaina con él. Estaba al tanto que podría estar jugando con fuego al preferir una actitud desafiante para con el pelinegro, más el mayor lejos de verse ofendido se profesaba compungido.

Aunque le causase cierta curiosidad la manera en la que Yunho estaba reaccionando, se negaba a pasar su noche develando misterios relativos al por qué el susodicho en vez de darle rosca prefería actuar como un perro regañado con el rabo entre las piernas.

Dejando en claro su posición, todavía hirviendo de la ira le dedicó una última mirada fulminante antes de dirigir sus pasos a la puerta siendo bloqueado por una barrera humana constituida por Seonghwa y Wooyoung.

Cabreado por todo el drama de película que le estaban montando quiso hacerse oír entre esa multitud que parecía acorralarle; qué tenía de difícil dejarle en paz, ¿acaso querían que recurriera a la violencia?

Pensaba en las alternativas que tenía a la mano para librarse de esa situación, más pretensiones se tiraron al precipicio cuando escuchó lo que San tenía para decir.

-Mingi, toda esa vaina es absurda. No vamos a dejar que te vayas sin que hables con Yunho. Ustedes dos aún tienen mucho que discutir y no vas a salir de aquí hasta que le pongan un cierre a esta mierda porque nosotros también estamos hartos.

Comentó un ceñudo pelirrosa al tomar lugar junto a un cabizbajo Wooyoung.

Sin dudas la osadía del aludido le tomó por sorpresa, sin embargo, no dejó siquiera que una pizca de sus verdaderas emociones saliera a flote. Pese a su colérico estado, la ira le jugó en contra al dejarle una vez más sin palabras elocuentes para zafarse de aquel compromiso.

Por supuesto que le molestaba tener que darle la razón a sus amigos, pero más que ello le hastiaba la escasez de poderío que tenía de momento. Quería empujar a San, hacerle a un lado y huir por esa puerta lejos de ellos y específicamente de Yunho, pero más temprano que tarde los únicos que se dieron a la fuga fueron las mismas cuatro personas que le tendieron aquella "trampa" y bloquearon su única salida.

Largó una pesada exhalación y cerró los ojos, sintiendo que le saldrían raíces en los pies sino se movía de su lugar, todavía, el moverse implicaba ver a Yunho, estar cerca de él y no creía tener fuerza para ello; sólo quería intentar conservar un poco de energía porque lo que se venía era candela.

Era incómodo pararse allí entre esas mismas paredes que le habían visto reír y llorar (de felicidad) junto al pelinegro al que ahora le daba la espalda; era complicado guardarse tanto por dentro cuando el diablillo sobre su hombro le provocaba a desahogarse en función de infligir a Yunho el mismo daño que le había causado.

-Mingi... podrías-... ¿podrías girarte un momento?, por favor...

Aquellas fueron las palabras que escogió Yunho para romper el penoso silencio entre ellos.

Bufó un tanto incrédulo ante tal petición, o más bien, por la forma como el otro la efectuó; sin embargo, por un motivo ulterior decidió darle el gusto y concederle aquel simple deseo.

Tras girar sobre sus talones se acercó en tres pasos hasta el otro y cruzándose de brazos se plantó frente a él como el propio carajito malcriado; quería drama, pues eso iba a tener.

-Ya lo hice, ¿contento?... ¿ahora qué vas a decirme?

Cuestionó en retórica tratando de lucir calmado, pese a la ansiedad.

Vio a Yunho desviar la mirada algo dubitativo como si intentase pensar en las palabras correctas para dar el siguiente paso en vez de tirar todo el supuesto "avance" entre ellos a cuestas.

-Escucha, yo-... necesitaba hablar contigo. Traté hacerlo desde hace semanas porque quería explicarte lo que pasó, pero no-... no tuve las bolas para hacerlo, Mingi. Lo siento, de verdad.

Arrugó la cara ante el patético intento de disculpa que le dedicó el pelinegro e inmediatamente negó antes de responderle.

-Qué coño es lo que me ibas a explicar, Yunho, ¿hm?... Para mí dejaste las cosas muy claras cuando te fuiste hace dos meses. Qué haces con venir aquí como si nada, o sea, ¿de verdad piensas que tienes todavía el derecho de llegarte hasta aquí para explicarme algo que debiste decirme antes?

Rió tras acentuar el sarcasmo en su timbre de voz. Se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz y se echó el cabello hacia atrás, queriendo constatar un aire de superioridad; tenía que verse regio delante de Yunho para que el otro no se creara falsas expectativas.

-Es en serio, Yunho. No me vengas tú con tus cuentos chinos porque desde hace rato perdiste tu oportunidad de aclarar las vainas conmigo.

Concluyó sin pelos en la lengua; y eso que apenas empezaba a entrar en calor.

Ya nada podría detener las llamaradas que consumían el dolor que tras largos días de despecho se había apilado en su corazón. Lejos de parecer un indolente, Yunho no le compraría con su arrepentimiento.

Con los brazos hechos jarra sobre su pecho, luchaba contra la urgencia de arrojarse al pelinegro para abrazarle. Era contraproducente sentir tanta empatía por una persona que le había lastimado, pero aunque quisiera negarlo no podía rechazar el hecho de que Yunho siguiera siendo su primer y único amor.

-Mingi-... era demasiado complicado yo sólo-... no supe qué hacer, estaba desesperado. Por favor sólo déjame explicarte.

-¡Te estoy dando la oportunidad de hacerlo y no lo haces, idiota!, qué tan complicado puede ser, Yunho, no soy un carajito de cinco años, ¡yo era tu tú novio, tú mejor amigo!, ¿¡por quién coño me tomas!?

Exclamó en medio de un arrebato, soltando los brazos al dar un paso más cerca del pelinegro. Su intención no era seguir retándole, más su lenguaje corporal dejaba mucho de qué hablar.

Después de largo rato, Yunho por fin volvió a encontrar su mirada y fue entonces cuando notó lo vacía y ultrajada que estaba; el pelinegro se notaba tan triste y cansado que por un instante se arrepintió de haberle propinado tan abrupto rechazo. Quiso abrir la boca para reclamarle una vez más que hablara, pero este le leyó la mente al contestar a sus inquietudes.

-Perdóname, ¿sí?... s-sé que actué como un imbécil y debí decirte todo desde el principio, pero estaba aterrado Mingi. N-no supe qué hacer, yo sólo-...

Por primera vez desde su reencuentro, siquiera en meses, vio al pelinegro quebrarse delante de él; de los rasgados y alguna vez risueños ojos del susodicho ahora únicamente escapaban gruesas lágrimas que hacían juego con sus entrecortadas palabras.

De nueva cuenta la marea en su interior se acrecentaba y a razón de cada ola que rompía contra su corazón su orgullo se quebrantaba. Las ganas de arrojar vanidad paulatinamente fueron renunciando a favor de poner como prioridad su carestía de amor.

-Cuando me encontré con mi padre la primera vez me dijo que debía volver a casa y olvidarme de ti, yo-... no quería hacerlo, Mingi, pero después estando a solas mi madre... ella me suplicó desesperada para que volviera a casa porque mi p-padre-... él-...

A medida que Yunho empujaba aquellas palabras amargas de su boca sus defensas iban cayendo una por una; la coraza que se había armado a razón de la impotencia y el dolor cedían a manos de su naturaleza comprensiva.

Era imposible para él no doblegarse ante la persona que tenía en frente, no cuando el otro lloraba con el corazón en la mano. Todavía, no se atrevió siquiera a poner un dedo sobre el hombro del pelinegro en señal de consuelo, pues quería (precisaba) más respuestas y el confort que pudiera, en un futuro, ofrecerle al otro dependía de estas.

-Después de ese día intenté pensar qué sería lo mejor porque no quería dejarte, pero igual quería ayudar a mi madre, Mingi. No podía dejar que ese maldito infeliz le pusiera una mano encima otra vez...

En esa pausa patrocinada por el pelinegro no le quedó más remedio que contener el aliento del asombro, de la impresión. De todos los escenarios que se montó en su cabeza para dar motivo a su ruptura, jamás pensó que algo como eso pudiera ser el trasfondo de la situación.

Aparte de incómodo, se sintió completamente nulo al lado del mayor que persistía al flagelarse el corazón, sangrando y llorando a mares bajo la convicción de hilar una oración coherente que satisficiera sus ambiciones egoístas.

Tenía que darle crédito a Yunho porque al menos tenía el vigor de continuar con esa plática pese a las circunstancias injustas que le impuso para ello; recién entonces caía en cuenta de lo forzoso que debía ser confesar algo de esa magnitud.

A salvedad de ello, tenía la sensación de estar acongojado, inclusive le comenzaron a picar los ojos de la rabia que le profería imaginarse los torcidos escenarios en los que pudo haber estado la inocente madre del muchacho; se compadecía en el alma de esa mujer por vivir bajo el mismo techo que un demonio. Sin embargo, al oír lo demás por alguna razón su corazón se terminó de quebrar (en el mal sentido claro está).

-Mingi... q-quise hablar contigo lo juro, pero luego mi padre me amenazó con que si no volvía a casa él iba a hacerte daño y yo-... no puedo, ¿sí?... si ese hombre llegase a ponerte una mano encima jamás me lo perdonaría, sólo Dios sabe qué locura hubiese hecho y no quería, no podía arriesgarme a-...

-Qué... no, no. Espérate. Tú me tienes que estar jodiendo, Yunho.

Comentó en medio de una risilla sarcástica viendo al pelinegro que se notaba entre atónito y confundido por su inapropiada interrupción; toda pizca de simpatía evaporándose de su sistema ante la nueva realización.

Aguardó unos segundos en espera de que el otro pudiese reivindicarse, más tras darse cuenta de la veracidad de los hechos contados por su ex pareja, la sangre le empezó a hervir de nuevo.

-No puede ser... ¿Es en serio?... ¡Yunho por el amor de Dios!... Cómo se te ocurre dejarme por esa mierda. Acaso crees-... ¿¡acaso crees que esa patética excusa de hombre que debe pegarle a su mujer para que se quede con él se atrevería a ponerme un dedo encima!?...

-Mingi-...

-¡No, Yunho!, después de todo el tiempo que pasamos juntos-... ¿cómo es posible que te dejaras convencer por esa mierda?... j-joder, por qué... ¿¡por qué coño no me lo dijiste!?

Por primera vez en esa noche se dejó vencer por sus angustias al permitir que su voz se quebrase en un reclamo que les estremeció a ambos.

Alcanzando su estado líquido, la amargura resolvió derramarse de sus ojos; toda aflicción, todo desaire que no alcanzó a afianzarse a sus palabras se volcó por sus lagrimales. Los valles en sus mejillas que con tanto esmero había logrado secar en los últimos días volvía a florecer a costa de un nuevo tormento.

Se sentía tan herido y abandonado como nunca antes, saber la verdad dolía incluso más que la ruptura inicial, pero estar al tanto que pudo prever aquella discordia se le antojaba más letal que cualquier otra sustancia mortífera que pudiera ingerir para acabar con su vida.

-T-tuve miedo de contarte y que hicieras algo que pudiera acabar complicando más las cosas, Mingi... ¡por qué coño no puedes ver que lo hice para protegerte a ti y a mi mamá!... ¡si no te hubiese hecho daño a ti igual se hubiese desquitado con ella!

Cerró los ojos al escuchar los gritos del pelinegro y por instinto sus manos fueron a parar hasta sus oídos; se negaba a cortarse con el filo de aquellas palabras, de esos reclamos. Él no tenía la culpa de todo eso, sólo era la víctima de ese cuento.

En el fondo escuchaba a Yunho queriendo llamar su atención, más hizo caso omiso de ello. No fue sino hasta que el susodicho le tomó por los brazos que volvió a abrir los ojos y calló de nueva cuenta en la realidad.

-Escúchame, Mingi. Sí estoy aquí es por ti... dejé a mi madre en manos de un engendro porque ya no podía soportar un día más sin verte, sin estar contigo, yo-...

-No me importa, Yunho.

Respondió directamente para cortar con aquel pretexto de diálogo romántico. Sin una molécula de remordimiento siguió viendo a los desolados orbes que resplandecían a razón de los diamantes que se vertían de sus lagrimales.

Aunque amarga e impráctica, la verdad es que no podía simplemente discernir de lo ocurrido en los últimos dos meses y tomar en brazos al pelinegro que le había generado tanto desgaste físico y emocional. Quizá si el mayor se hubiese aparecido antes la respuesta hubiera sido otra, lastimosamente, su voluntad hacía rato se habría sublevado al rencor.

-P-pero, Mingi-...

-No... no, Yunho. P-pudiste-... pudiste venir antes y decirme la verdad, me conoces mejor que eso, sabías que habría movido cielo y tierra para ayudarte y aun así-... por qué coño esperaste tanto tiempo.

Respondió dolido al interrumpirle una vez más, completamente estático en su lugar; todavía sentía las manos el mayor sujetarle los brazos como si esa fuese su única manera de seguir allí en la tierra.

-Ya te lo dije, tenía miedo de las consecuencias, además ya no sabía cómo librarme de mi padre-... ¿acaso crees que no estuve triste todo este tiempo?, ¡pasé todas las noches llorando por ti!

-¿¡Y eso qué, Yunho!?... ¡Yo también me volví mierda estos dos meses pero fue por tú culpa!

No supo realmente que lo llevó a gritar una acusación tan mordaz, pero sí de algo estuvo seguro es que hasta en sus labios aquella exclamación se sintió incorrecta; él no tenía el derecho de hablarle de esa manera al pelinegro.

Pasó saliva por su garganta al notar los estragos que empezaba a somatizar en las facciones del mayor, el cómo las lágrimas seguían cayendo por sí solas de esos grandes ojos de forma copiosa a pesar de permanecer abiertos de par en par. El mutismo entre ellos era ahora imperturbable y con él, implícito permanecía el desacuerdo entre ellos, a este también continuaban ciñéndose las ganas, el desespero por cambiar lo que ya estaba dicho y hecho.

-S-sólo... piensa en todas las cosas que pudieron ser diferentes si tan sólo me hubieses dicho la verdad, Yunho. Todas las cosas que podrías habernos evitado si no hubieses actuado así, pero como siempre tenías que ser el héroe de la película.

Habló entre hipidos, sorbiendo su nariz a cada tanto antes de continuar en un afanoso intento por redimirse a sí mismo de toda culpa posible.

-"Tenías que tener todo bajo control porque nadie más puede sino tú... que los demás se jodan, ¿no?..."-

Aunque lo pensó, no tuvo la voluntad de dedicar esas palabras al pelinegro. Soltó entonces una risa desganada al tiempo que más lágrimas surcaban su cara y como pudo se las apañó para limpiarse sin quitarse las gafas.

A esas alturas lo único que le provocaba era irse a favor de velar por la poca dignidad que le quedaba y llorar hasta quedarse dormido, porque muy en el fondo quiso creer que esa conversación llegaría a un lado, pero como siempre... había 'contado los pollos antes de nacer'.

-M-mingi...

Escuchó decir a Yunho, su voz sonaba nasal, mojada incluso, como si su llanto hubiese tornado en agua sus palabras; se negaba a salpicarse (contagiarse de aquel malestar) pese a la inundación que ambos estaban creando.

Sintió una mano tomarle delicadamente del rostro y sólo entonces se percató de que había cerrado los ojos. Tan pronto los abrió la imagen que recibió fue desbastadora, lo suficiente para estrujarle despiadadamente el corazón.

El machismo reza que llorar es de mujeres, que sentir más de lo debido califica como una exigencia superflua, todavía, esa misma ideología arcaica para individuos conflictivos manifiesta que de existir la posibilidad, los hombres únicamente lloran cuando algo les duele de verdad. Así, aunque Yunho ni él respondieran a trivialidades similares a esa, no tenía que ser un genio para constatar el hecho de que, en efecto, Yunho le seguía amando.

Era evidente que el pelinegro seguía queriéndole como siempre, lo sabía por la forma como le tomaba porque desde un inicio pudo huir de su débil pero reconfortante embrace; él no estaba allí porque el mayor le obligase, sino porque quería. Sin embargo, internalizar dichas crudezas le removía las entrañas a razón del disgusto. No es que se sintiese débil por seguir amando y añorando al pelinegro, era que no encontraba motivo alguno para concederle un perdón.

-Mingi, por favor... n-no quiero-... no me dejes, por favor. Te lo suplico...

Aunque ahogado, el ruego llegó fuerte y claro a sus oídos, siendo motivo suficiente para la lluvia continuara; odiaba ver a Yunho tan afligido, anhelaba el poder consolarle pero debía pensar en sí mismo.

Las manos le temblaban, estaba verdaderamente sobrecogido por la intensidad de sus emociones, no reparaba siquiera en el estar sollozando hasta que la otra mano del pelinegro se unió a la primera para intentar resarcir el daño del pasado; en caricias familiares el mayor iba enjuagando el agua que empapaba su cara.

Veía borroso debido a su vidriosa mirada, más le era suficiente para evidenciar la preocupación que derramaban esos preciosos ojos rasgados. Estuvo tentado a inclinarse y besar al mayor, sellar entre sus labios la disculpa que el otro tanto ansiaba (que ambos se merecían para poner fin a su desidia), pero estando a escasos centímetros de consumar el acto, sintiendo el tibio aliento del pelinegro acariciar sus belfos... se apartó.

-No puedo, Yunho... n-no puedo-...

Confesó en un susurro, sintiendo aquellas manos que le sostenían caer como anclas ante el peso de sus palabras. Mantuvo la cabeza baja, sabiendo que de encontrarse la mirada dolida de Yunho no duraría en violentar contra su propia voluntad.

-Mingi... te lo estoy suplicando, por favor perdóname...

Intentó el pelinegro una vez más al buscarle, pese a ello le esquivó en todo momento.

-¡No, Yunho!... y-yo también te supliqué y lo que hiciste fue dejarme... por qué tendría que ser diferente ahora...

Reclamó entre sollozos, librándose del agarre del aludido.

Quiso exponerse en ese momento, sacarse del pecho todo eso que continuaba reteniendo, más el sonido de la puerta llamó la atención de ambos haciendo que girara la cabeza para ver a un incómodo Seonghwa junto a un ansioso Hongjoong aparecer de improvisto en la habitación.

-Perdón que interrumpamos sólo queríamos saber si estaban bien...

Murmuró el mayor de todos en la sala al tiempo llevaba una de sus manos a la altura de su nuca.

-Sí, sí lo estamos. De hecho, llegaron a buen momento porque Yunho y yo ya terminamos de hablar. Me voy antes de que se haga más-...

Afirmó al limpiar las lágrimas restantes de su rostro sin cuido y sonrió como si nada al terminar de hablar para aparentar.

Estaría loco de no aprovechar semejante oportunidad para escapar de allí, total ya no tenía más que decir que no fuera a empeorar la situación para con el pelinegro. Sin embargo, el susodicho resolvió lo contrario al detenerle a mitad de camino al tomarle por el brazo.

-Mingi, por favor...

Escuchó decir otra vez a lo que sólo pudo cerrar los ojos implorando a los cielos por algo de paciencia.

¿Estaría bien continuar esa conversación?, es decir, qué ganaba Yunho con seguir 'sacándole cuadros', él se negaba a persistir con ese tira y encoje si lo único que iba resultar de esa cosecha era un dolor de cabeza y par de ojos hinchados. Rumió con rapidez entre sus opciones y en última instancia, a razón de su templanza y unas solícitas ganas de librar a su corazón de todo mal, le dio una respuesta positiva al pelinegro.

-Sabes qué, está bien. Podemos seguir hablando de-... de lo que sea que no te haya quedado en claro, pero no aquí.

Concluyó al echar una mirada por sobre su hombro a sus amigos que desde su llegada se mantenían a la expectativa.

Sin dar ningún tipo de explicación a sus mayores sobre lo ocurrido en la última hora, se encaminó hasta la puerta, esperando allí a que el pelinegro recogiera sus pertenencias. Ya encontraría el momento de poner en contexto a los demás; aunque no creía a que sus amigos merecieran la verdad después de la tertulia en la cual le involucraron y las consecuencias que de ella resultaron. Con suerte de allí a una semana tendría ánimos de volver a verles la cara.

Pese a su descontento, se despidió de Seonghwa y de Hongjoong y se llevó consigo a un muy esperanzado Yunho que no se despegó de su lado todo el tiempo que estuvieron esperando por el Uber a la entrada del edificio.

Con tiempo de sobra, durante el viaje de regreso al apartamento se dispuso a pensar en todas las cosas que quería decirle a Yunho. Teniendo tantas ideas en mente pensó en acomodar todo de acuerdo a sus prioridades, sin embargo, mientras más ahondaba en ello, más irracional se le antojaba su propio argumento. Lo que no quería era quedarse como dice por ahí: –"Sin el chivo y sin el mecate"-.

Sabía que en situaciones como esa planificar un discurso resultaba una opción desacertada, eran demasiados los giros imprevistos que podían tomar una conversación, demasiadas posibilidades que de tener todo un día para pensarlo igual no estarían en facultad de afrontarlo.

Bien sabía que las cosas nunca ocurren como uno las planifica, aun así quería cerciorarse de que tanto su corazón como su mente recordasen el único propósito por el cual decidió ponerse en esa situación con el pelinegro: dar un cierre real a su relación con este.

-"Él va a tener que aceptar que las vainas cambiaron y que yo no soy muñequita de trapo de nadie para que venga a usarme cuando le dé la regalada gana."-

Deliberó al apoyar el mentón sobre la palma de su mano, echando un vistazo a la ciudad que a pesar de la hora seguía sumida en su enérgico dinamismo.

El silencio entre ellos lo juzgaba modesto, para nada incómodo a diferencia de la sordera que les profanó tras haberse encontrado por primera vez en tanto tiempo. Quizá era porque el conductor estaba presente, o quizá porque así como él, Yunho seguía sumergido en la laguna de sus pensamientos, cual fuera la respuesta correcta agradeció aquella pausa que le sirvió para calmar un poco sus ansias.

Ahora que se le habían bajado los humos, pensó en cuán tragicómica resultó ser esa experiencia, todavía se le antojaba insulso el comportamiento de sus amigos para con él y seguía acurrucando un enojo en su interior a razón de sus actos, pese a ello consideraba que de no concederles el mérito por valentía a sus amistades, sería un verdadero ingrato; no todo el mundo tiene las agallas para hacer de frente una y otra vez a un amigo, peor aún, buscar las mil y un formas de ponerle los pies en la tierra. Desde un punto de vista generalizado estaba haciendo eso por ellos y por supuesto para él.

-"A ver qué sale de todo esto al final de la noche..."-

Comentó para sus adentros al tiempo que daba un suspiro y enderezaba la espalda en su asiento.

Dio una mirada de refilón al pelinegro a su lado, quien parecía estar absorto en las cosas que veía a través de la ventana; de haber un poco más de luz quizá hubiese notado las lágrimas que seguían desfilando una tras otra por su cara.

Sin darse cuenta se mordió los labios mientras jugaba con sus manos sobre su regazo. De la nada comenzó a sentirse ansioso, sentimiento que atribuía al hecho de estar cada vez más cerca del apartamento; de quedarse completamente a solas con el pelinegro.

Por su cabeza jamás cruzó la idea de que esa noche en vez de tener una velada con amigos, estaría regresando a su 'hogar' en un Uber con el objeto de sus (sueños) lamentos. El asunto por mucho le seguía pareciendo surrealista. El sólo tener a Yunho a su izquierda, sentado como si nada, era algo que pensó posible nada más a nivel de sus fantasías.

De cierta forma le causaba curiosidad el cómo sus amigos habrían manejado la situación si no fuera tan zumbado. Por supuesto que estaba al tanto de que de no haber sido esa noche, cualquier otro día se hubiera consumado su reencuentro con el pelinegro. Todavía, 'muchas manos ponen el caldo morado', y el que hubiese actuado de manera impertinente para con sus amistades era culpa de ellos por andar con secretitos.

Más temprano que tarde el drama igual se hubiese desatado, así que por qué aplazar lo inevitable, por qué ocultar la verdad. Sí, sonaba en extremo incongruente, más al final del día aquel tema sólo le competía a Yunho y a él; detestaba contradecirse pero estaba claro en su asunto. Total, mentira sería decir que no quería hablar con el pelinegro.

Su problema principal es que no quería sentir presión (tal como ahora), hubiese preferido encontrar el mismo la forma de ponerse de acuerdo con Yunho para hablar como la gente civilizada en vez de pegarse cuatro gritos en la sala de Hongjoong, pero todo a su debido tiempo; cuando verdaderamente estuviese preparado.

¿Era tan difícil para el universo permitirle ese lujo?, él lo único que quería era hacer las cosas bien.

-"Dios sé que no te hablo seguido, pero por favor... haz que las vainas salgan bien hoy."-

Orar no era lo suyo, pero ante todo lo veía como un recurso plausible a dejar de sentirse fuera de lugar. Tenía la impresión de estar perdiendo el control de su vida, lo cual le generaba un temor irracional.

Temía perder todo el progreso que consiguió en las últimas semanas, todo el tiempo que se dedicó en aceptar que Yunho no regresaría a su lado, pero allí estaba una vez más... sintiendo que el corazón se le saldría del pecho porque a cada dos segundos su convicción se esfumaba dando paso al deseo irrefrenable de querer arreglar las cosas con el mayor; de volver a estar juntos.

Si se lo preguntaban, diría que estaba harto de sí mismo y de lidiar con esas ridiculeces, pero otra de las razones que le hacían dudar sobre todo, era la desconfianza que tenía en él como persona. Jamás pensó pasar por algo siquiera similar, estaba desprovisto de herramientas y por ello le huía al compromiso con tal de no acabar recurriendo en palabras crudas que pudieran dañar más al pelinegro; quería ser egoísta para protegerse, pero convertirse en un verdugo no estaba entre sus afanes.

Continuaba rogando a los cielos para que las cosas en el apartamento fluyeran en vez de ponerse turbias. Todavía, sino le quedaba opción tendría que imponerse porque ya bastante que Yunho había incidido de forma negativa en su vida. Tampoco es como si le pasara por la cabeza dejar al muchacho en la calle si terminaban en una discusión acalorada; aunque derecho tenía porque a fin de cuentas el apartamento estaba a su nombre.

Suspiró largo y tendido tras acomodar sus gafas sobre el puente de su nariz respingada, en ese instante el vehículo dio vuelta en la calle y unos segundos más tarde ya se encontraban a la entrada de la residencia.

Agradeció al conductor y se bajó del auto, dejando que este se arreglara con Yunho y las maletas del aludido. Por un instante creyó conveniente ayudar al mayor a cargar con su equipaje, más descartó la idea de inmediato al pensar que lo menos que podía hacer (después de todo el mal rato que le hizo pasar) era cargar sus propias vainas.

Mentiría si dijera que no se regocijó en la expresión de tragedia que se pintó en la cara del pelinegro cuando internalizó que debía subir cinco pisos con tres maletas encima, pero 'sarna con gusto no pica, y si pica no mortifica'... y si él solito pudo bajar esas escaleras con sus vainas acuestas, bien podía arreglárselas para subir de vuelta.

Sintiéndose victorioso por su pequeña jugarreta, entró con una sonrisita en los labios seguido de un pelinegro que a duras penas intentaba recuperar el aliento; quizá de vivir en el décimo piso el otro se hubiera desvanecido del cansancio.

Se encogió de hombros convenciéndose a sí mismo de que tales hechos le traían sin cuidado. Pasó de largo tras encender las luces de la sala y dejar las llaves y los zapatos en su lugar antes de darse la vuelta para encarar al otro.

-Puedes dejar tus vainas ahí en la sala, yo como que tengo ganas de dormir.

Anunció con simpleza, restándole importancia a la presencia del mayor en el lugar. No quería que el otro sintiera que estaba bienvenido a quedarse porque, en resumidas cuentas, nada habían resuelto en casa de Hongjoong.

Honestamente, después de mucho pensarlo tampoco quería quedarse a seguir hablando de inmediato, así que esperaba que el mayor estuviese en la misma sintonía y le dejase pasar el susto a solas para resolver mejor llegada la mañana.

-Mingi, espera... yo-... gracias por dejar que me quede aquí, pero de verdad quisiera que habláramos ahora.

Rodó los ojos ante la respuesta del pelinegro; por qué sería que Yunho tenía que ser tan denso.

Se peinó los cabellos con una mano y asintió a modo de resignación. En la medida de lo posible, tomó valor de donde no tenía para hacer frente una vez más a ese predicamento, pensando que, qué sentido tenía después de todo el haberse hecho el valiente si sólo iba a evadir al mayor.

-Está bien, pero eso sí, Yunho. Te voy dejando en claro que esto no significa que algo vaya a cambiar entre nosotros. Te estoy dando la oportunidad de hablar conmigo porque creo tener también una o dos cosas que decirte, sólo eso.

Explicó con firmeza haciendo uso de sus manos al hablar para constatar su decisión.

Inmediatamente vio las facciones de Yunho deformarse en una mueca de desilusión, más aquello no fue suficiente para hacerle cambiar de opinión.

Suspiró una última vez antes de indicarle que se sentara a su lado junto a la mesa frente al sofá, encontrando la acción demasiado natural, pese a ello era la primera vez que se sentaba en ese lugar para discutir algo sin el propósito de repararlo; ignoró el jalón que ese pensamiento le provocó en el corazón.

-¿Y bien?...

Cuestionó al ver a un cabizbajo pelinegro tomar asiento frente a él.

-Yo-... no sé por dónde empezar, ya te dije lo más importante... supongo que todo depende de qué quieras saber.

Comentó Yunho en voz baja, casi como si tuviese miedo a hablar o estar a solas con él en ese lugar.

Tratando de no mostrarse tan condescendiente con el muchacho, extendió una de sus manos para dar un apretón en uno de los hombros del susodicho, la sola acción provocó que el otro le viese entre desconcertado y sosegado.

-No te voy a matar, Yunho. Sólo estamos hablando, ya quita esa cara de trauma por favor.

Murmuró sin una pizca de maldad en su voz; su preocupación para con el pelinegro siendo genuina a tal punto de querer hacer sentir al susodicho a gusto. Total, mientras más rápido hablaran, más rápido se acabaría la plática.

Aunque confundido, Yunho pareció un tanto más tranquilo y en un suspiro tomó la palabra esta vez luciendo más seguro, pese a ello no podía dejar de notar cuán hinchado y demacrado se veía el rostro del pelinegro; no le gustaba eso, quería ver la misma vitalidad de siempre en esa carita risueña.

-Bueno, creo que necesitas saber que solo me fui de un momento a otro porque mi padre me hizo sentir que estaba entre la espada y la pared... no sé si lo recuerdas, pero él tiene contactos en la universidad y convenció a un amigo suyo para hacer el papeleo para que me transfirieran a la sede de Gwangju.

Comenzó Yunho, hablando en el mismo tono informal y sereno al que estaba habituado escuchar.

Quedando conforme con el cambio, sintió su propio cuerpo librar parte de la tensión acumulada. No quería tener esperanzas porque sabía que lo que escucharía sería una locura tras otra, aun así, empezaba a creer que esa charla no sería tan mala.

-Yo no lo supe hasta la mañana del día que nosotros-... que nosotros terminamos.

De forma inconsciente apretó los puños al oír al mayor decir eso, sintiendo nuevamente como la rabia se alzaba en su interior, sin embargo, se mantuvo en silencio y asintió a modo de indicarle al pelinegro que continuase con la anécdota.

-Ya me había dicho que su plan original era que cuando volviera nos iríamos allá, y que desde allí podía terminar la universidad para después ayudarle haciéndome cargo de su compañía de mierda, pero yo en lo único que pensaba era en lo que eso implicaba...

A medida que Yunho hablaba le era imposible no sentir más empatía por el muchacho que tenía enfrente.

Se le ponía el corazón chiquitito cuando el pelinegro hablaba entre ceños fruncidos y pucheros como cuando estaba realmente agotado y frustrado porque algo no le salía bien; como se ponía sólo estando con él.

Yunho no era una persona particularmente abierta, se caía de maduro que el muchacho estaba empepado con la idea de poder solucionar todos sus problemas sin tener que pedir consejo de nadie. Sin embargo, con Mingi las cosas siempre habían sido distintas, el pelinegro siempre fue como un libro abierto con dibujos y palabras en letra grande para Mingi leer e interpretar cuanto se le antojase. Quizá por eso el aludido se sentía más dolido que nada, porque en el lenguaje de ellos no venían incluidos los secretos.

Seguía escuchando con atención las verdades que supuraban de la boca ajena, oraciones que una en una iban quitando los ladrillos del primer muro defensivo que se hubo creado.

-Obviamente al principio le dije que no lo haría, pero mi mamá seguía diciéndome que la ayudara, ni siquiera que lo intentara, más bien era como una orden, una súplica, no sé... sólo quería que la ayudara para escapar de él y yo-... yo sólo me volvía a ir. Me siento como un malagradecido de mierda, Mingi... dejé a mi madre sola, pero es que ya no lo soportaba, no podía estar ni un minuto más en esa casa.

Confesó el pelinegro al alzar la mirada en busca de un gesto de confort de su parte.

La silenciosa petición le tomó por sorpresa, haciendo que permaneciera estático en su lugar sin saber qué hacer o qué decir. A los efectos, Yunho simplemente sonrió con melancolía, bajó la mirada a sus manos y prosiguió con el resto de su relato.

-Hace una semana hablé con Hongjoong y con Seonghwa... pensé en llamarte, pero tenía miedo a escuchar lo que podías decirme, peor, que me trancaras. Sé que fui un cobarde, lo siento...

-No-... no lo eres, está bien.

Murmuró sin siquiera premeditar sus palabras, mordiéndose los labios al notar la ilusión que pareció florecer entre el abatimiento del pelinegro. Suspiró y echó la cabeza hacia atrás en señal de derrota, maldiciéndose internamente por abrir la boca.

-Mira... sinceramente no sé qué hubiese pasado si me llamabas, estas semanas fueron muy duras para mí aunque no tuve la misma cantidad de problemas que tuviste tú.

Se sinceró por primera vez, tratando de ser comprensivo y evitar sonar como la perra egoísta que pretendió ser al inicio.

-Está bien... yo sé que todo lo que hice debió ser una mierda para ti, por eso... por eso también quise venir cuando antes para explicar lo que estaba pasando porque me arrepentí justo después de salir de esa puerta hace dos meses y dos semanas, Mingi, pero la única oportunidad que tuve fue hoy...

Oír el testimonio de Yunho sin dudas ya le estaba ablandando las fibras del corazón, no obstante, seguía necesitando de más; no le bastaba con eso para... la verdad no tenía ni remota idea de qué era lo que quería ahora.

Obviamente el que Yunho llevase la cuenta de los días que llevaban sin verse no le provocó efecto alguno, para nada (es decir, solamente sintió que el corazón se le saldría del pecho de la felicidad, pero nada en especial).

-Cuando hablé con Hong y Hwa la semana pasada era para decirles que me escaparía hoy porque mi padre iría de regreso a Gwangju para cuadrar las vainas de la mudanza. Necesitaba un lugar donde quedarme antes de encontrar el valor de hablarte, pero las cosas nunca salen como uno las planifica, ¿o sí?

Sin querer (queriendo) una risilla se escapó de sus labios poniendo fin a la seriedad del momento y del argumento del pelinegro.

Pasaron los segundos y siguió riendo a expensas de un acomplejado Yunho que le miraba con atención. No fue sino hasta notar el asombro en sus facciones que se detuvo al instante, bastante apenado por su pequeño desliz.

-L-lo siento, es que-... justo hace rato estaba quejándome de eso y me pareció gracioso y-... sí, lo siento.

Dijo tras aclarar su garganta, previendo entonces el inicio de otra situación incómoda.

Para su fortuna, la respuesta de Yunho fue todo lo opuesto. Al elevar la mirada se encontró con una pequeña, pero hermosa sonrisa estrechando los labios del pelinegro, quien en última instancia rió como siempre llevando una mano a la altura de su boca.

Ver aquello le trajo un soplo de calma al cuerpo, una sensación tan optimista que sin necesidad de meditar en el significado de ello se unió de nueva cuenta a la risa del mayor; se reían juntos simplemente porque querían y podían.

Obviando los compromisos posteriores al acto, las conjeturas maliciosas, los arrepentimientos y vicisitudes adyacentes al presente que discurría entre ambos, Mingi por primera vez en mucho tiempo se sintió completo. Era como si el tiempo fuese en contra de las manecillas del reloj, como si nunca hubiese existido un problema entre Yunho y él. Seguía sonriendo entre carcajeos, llevándose las manos a la panza al ver al pelinegro reír abochornado por cualquier tontería porque así lo concebía su corazón.

Llámenlo instinto o como prefieran, pero Mingi en ese instante cayó en cuenta de que así como en los días pasados antes de su ruptura, seguía reaccionado de la misma forma. Le resultaba imposible estar enojado con Yunho por tanto tiempo, no importaba el cómo o el qué adjunto a la razón de su ira, el susodicho siempre encontraba la manera justa de meterse bajo su piel, de tocar más profundo que cualquier otro para desarmarle y volver a hacerle... feliz.

Sí, exactamente. En ese momento se sentía feliz. Allí mientras reía en compañía de ese muchacho por el cual todavía daría su vida, pese a los malos entendidos y el calvario que resultó de decisiones erradas, en ese preciso instante se profesaba en inmutable plenitud.

El profundizar en los hechos resultaba redundante, a Mingi no le apetecía rebuscar entre cosas obvias porque sabía que donde hubo fuego, cenizas quedan; mucho hizo con hacerse el duro por tanto tiempo. Demasiada batalla dio para librarse de algo que iba a ocurrir, pues así lo sentía en el cuerpo. Él quería estar con Yunho porque, arriesgándose a sonar jocoso, aquel pelinegro era su destino, su universo.

De momento las dudas se dispersaban como las nubes en esa noche estrellada, dejaba entonces la forzosa idea de querer actuar como un mandamás en función de obtener respeto delante de ese que jugó con sus sentimientos, y sí, lo hacía por confianzudo pero teniendo razones de sobra para ello; motivos que pudo reafirmar con un breve intercambio de palabras.

Sonrió como un tonto al acercarse al mayor para tirar de su camisa en una silenciosa petición que fue correspondida por el aludido. En segundos se vio envuelto por un par de brazos que, pese a estar más delgados, hicieron un sólido refugio para él. Se aferró al mayor como si su vida dependiera de ello, le abrazó tan fuerte que ambos protestaron por su actitud vehemente; no le afectaba porque ese dolorcito de cuando te sacan el aire al darte un fuerte apretón para él y Yunho lo valía.

-Eres un imbécil, Yunho... de verdad que sí.

Murmuró entre sollozos a razón de liberar las últimas gotas de angustia que ostentaba en su humanidad; quería con el vacío restante colmarse entero del amor que Yunho tenía para dar.

Cada lamento, cada golpe y reproche que se le ocurrió lo dijo en voz alta, permitiéndose el gesto ante la docilidad del pelinegro que le escuchaba y aceptaba cada gramo de culpa que cargaban sus palabras.

De a ratos sentía las manos del susodicho ir y venir por su espalda, por sus brazos mientras él hacía de su hogar el hombro izquierdo del muchacho, dejando que su llanto mojara la tela de su camisa.

Su desahogo duró más de lo que había planteado, pero ya al finalizar se sintió mejor consigo mismo, sobretodo al alzar la mirada y ver el amoroso esbozo que le obsequió el mayor. Estuvo tentado a besarle, más no le creyó propicio. En cambio sólo se dedicó a contemplar su reflejo en aquellos orbes que una vez más le robaron el sueño.

-Perdóname por haber hecho las cosas tan mal, Mingi... yo-... no te estoy pidiendo otra oportunidad, sólo-... espero que de verdad puedas perdonarme, quizá no ahora pero en otro momento quizá...

Habló el mayor con un deje de nerviosismo en su voz; mientras hablaba su mirada danzaba de un lado a otro.

En un intento por ser reciproco, tomó de las temblorosas manos del pelinegro entre las suyas y simplemente le sonrió.

-No pienses-... no pensemos más en eso por hoy, ¿sí?... mañana podemos seguir hablando o algo, no sé yo-... sólo estoy cansado, Yunho.

Comentó igual de ansioso y dubitativo que el aludido; aquello no era precisamente lo que quería decir, pero seguía vacilante ante la idea de tomar una decisión por mero impulso.

A Yunho su respuesta no le hizo mucha gracia, sin embargo, ambos optaron por pensar que aquello era mejor que nada. Un avance era eso después de todo, y aplicar la de: –"Como vaya viniendo, vamos viendo."-; ninguno de los dos sintió la necesidad de apresurarse.

Aunque lucía verdaderamente fatigado Yunho le devolvió el gesto sonriendo, todavía, lo que le sorprendió no fue aquel hecho sino la acción que luego llevó a cabo.

Como si el tiempo se detuviera y todo a su alrededor se desvaneciera, el pelinegro le besó en el dorso y en las palmas de sus manos; justo de la manera que haría cualquier otro día tras obsequiarle una caricia. Fue entonces cuando internalizó que aquel muchacho delante de él, seguía siendo el mismo Yunho al que juró seguir en las buenas y en las malas, sin importar los prejuicios y las incongruencias de por medio. Ese seguía siendo su Yunho, su mejor amigo, su primer (y único) amor.

Entre otras verdades... si bien las cosas nunca salen como planeas, Yunho y él eran la prueba viviente de que convertir una situación desfavorable en un motivo de celebración era por mucha opción viable.

De camino al apartamento no se imaginó que terminaría comiendo ramen instantáneo junto al pelinegro (si en un principio maldijo el haber desperdiciado la comida que compró esa noche para llevar a lo de Hongjoong al final le dio igual, porque comer comida instantánea con el pelinegro 'le recordaba a la casa'), que tal como cualquier otro día acabarían entablando una animada plática para ponerse al día.

Claro que prefirió dejar de lado algunas locuras que hizo, que al contar otras Yunho le vio con el ceño fruncido, pero lo que no te mata te fortalece y ambos, prontamente, encontraron un equilibrio para balancear los descontentos y seguir hablando como nunca se hubiesen distanciado.

Jamás pensó factible el llegar a sentirse a gusto dejando inconclusa una conversación tan importante, pero había sido su decisión y sorprendentemente se opinaba satisfecho con los resultados que consiguió.

Poco importaba estar dentro del ojo del huracán con tal de ser feliz por el resto de la noche; le era inverosímil pensar siquiera en renunciar a esos minutos de tranquilidad. Qué más daba el mañana si de momento disfrutaba la vida junto a su alma gemela.

Qué importaba la posibilidad de estar creando nuevas mentiras, esa realidad cuando mucho se sentía distinta, se sentía genuina, cruda... tanto como para creer que realmente el pelinegro nunca tuvo la intención de mentirle, pues todo era y había sido real (verdad).

Poniendo cerrojo a su mente, detuvo a fuerza de una nueva (y pasajera) convicción el diluvio de ideas negativas que llovían sobre su cabeza. No quería que su corazón se alimentase con otra cosa que no fuera el amor de ese pelinegro que sin siquiera pedirlo igual le cedía el honor de acabarse la caja de galletas que decidieron compartir como bocadillo nocturno.

En esos minutos, en esas horas, fue partícipe de todo el confort que esperó sentir alguna vez mientras lloraba en brazos de Seonghwa, mientras veía la tele acurrucado con San, mientras comía junto a Wooyoung y pare de contar... porque sus amigos eran especiales, sí, pero ningún otro como Yunho para restablecer la armonía en su mundo.

Quería quedarse toda la noche despierto, agradeciendo a la luna y a todos los astros por tan maravillosa providencia, codiciaba los segundos, los minutos que restaban de esa velada para seguir alimentándose de esa templanza, sin embargo, la ambición de Morfeo pudo más que su interés y antes de siquiera saberlo ya se encontraba rendido a sus encantos, dormitando sobre la palma de su mano con una sonrisilla en los labios.

Lo último que escuchó esa noche fue al mayor contarle uno de esos chistes para ingenieros que no podía entender a menos que el pelinegro le explicase el contexto; a él no le causaban gracia, pero gozaba de sólo ver al mayor reírse a carcajadas por un par de coincidencias matemáticas. Todavía, siguió rendido allí, apoyado con los brazos sobre la mesa en un profundo sueño mientras Yunho existía a su lado viéndole con profunda admiración.

Quizá Mingi no lo recordaría a la mañana siguiente y a Yunho le traía sin cuidado que resultase de esa manera, igual el pelinegro no perdió la oportunidad de tomar a su amor en brazos para llevarle hasta la cama.

Si se sintió afligido cuando al cargarle le notó más delgado y descuidado, no lo dijo en voz alta, más continuó cavilando en los métodos que tenía a la mano para devolver a Mingi toda la vitalidad que le había hurtado. Pese al tironcito incómodo que a razón de la culpa hizo doler su corazón, aquel lamento rápidamente se convirtió en la musa que lo llevó a depositar su más preciado tesoro bajo las sábanas.

Ya en la cama, le retiró las gafas y las dobló con cuidado, dejándolas en la mesa donde el menor pudiese encontrarlas por la mañana. Permaneció unos minutos allí, bebiendo de la calma que esa imagen tan apacible le transmitía; era dichoso de poder vivir ese momento de nuevo.

No le cabía la menor duda de que amaba a Mingi, de que podía hacer lo impensable con tal de verle seguro y feliz, pero más que nada sabía que su corazón no se iba a rendir y cual fuera el costo intentaría pagarlo con tal de volver al lado de ese muchacho con corazón de oro que a sus ojos portaba un par de alas tras la espalda y un halo brillante sobre esa cabellera castaña.

Se aseguró de que Mingi estuviese bien cubierto y cómodo antes de irse de la habitación, más al llegar a la puerta se detuvo y volvió sobre sus pasos nada más para depositar un beso en la frente del menor. Complacido, esbozó una sonrisa y retornó a la salida, apagando las luces para irse a pasar la noche en el sofá. 

.

.

.

¿Les gustó o todavía nos odian a Yunho y a mi?

Tanto melodrama hasta a mí me dejó por el piso, la verdad ni siquiera he podido empezar con la siguiente parte porque esto me tomó una semana entera desarrollarlo, escribirlo y corregirlo.  Les cuento que este capítulo está siendo todo un reto para mí por más de una razón, más allá de lo que les he comentado antes, estas son emociones y situaciones con las que nunca he tenido que lidiar en mi vida y estoy dándolo todo para poder escribirlas al pelo, espero que ustedes puedan sentirlo tan "natural" como yo lo percibo, y si no es así, díganme para bajarle diez y escribir sin tanto trabalenguas. 

Recuerden que sus opiniones y comentarios son muy valiosos para mi, así que si tienen una crítica para dar, no duden en pasar por el departamento de quejas y reclamos. 

Me siento particularmente cursi así que voy a aprovechar este momento para hacer un comentario motivacional(?). Ninguno de ustedes lo sabe, pero yo tengo dos cositas que se llaman disgrafía (para los que no tienen conocimiento del término, es un trastorno del aprendizaje que dificulta las habilidades motrices para escribir) y dislexia. Estas dos cosas me dan mucho trabajo a la hora de escribir porque confundo demasiado las letras y a veces estructuro las cosas de una manera que no tiene coherencia. Sin embargo, la única cosa que me ha gustado hacer en la vida es escribir y constantemente estoy buscando la forma de sobrellevar estos obstáculos para seguir haciendo lo que amo. 

Arriesgándome a sonar como una de esas personas con positivismo tóxico que incitan a otras a cumplir sus sueños, de verdad les digo que si les gusta algo, sólo háganlo. Crezcan y sean mejores, no se estanquen o repriman porque alguien más les dijo que no servían, otra persona más adelante valorará el esfuerzo y el sentimiento que le pusieron. 

Dicho esto, me despido porque ya hablé mucha paja. Les mando un abrazo de oso y una dotación de cariñitos virtuales para acompañar. Nos leemos en la próxima ♪(┌・。・)┌


♥Ingenierodepeluche

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