Capítulo III - Salud (sexta parte)
Buenas noches, mis soles. Vengo a entregarles humildemente su dotación semanal de Yungi.
Esta parte es mucho más larga, son casi 14 mil palabras de puro amor bien contundente y sustanciosos como sólo puede ser esta OTP. También, esta fragmento es la último del apartado de salud, lo que significa que después de esto entraremos en otra etapa de la historia. La vez pasada les dije que faltaba un capítulo nada más para terminar este fic y muchos de ustedes se pusieron tristes, pero como que se les olvidó que mis capítulos son extremadamente largos (lol). No se preocupen, no sufran por adelantado, todavía les queda mucho por leer de esta historia antes de que se acabe.
Por los momentos sólo diré que este capítulo lo reescribí al menos tres veces porque nunca quedaba satisfecho con el resultado. Al final mi beta reader fue quien me convenció que todo había quedado perfecto, así que pueden agradecerle a él por sus servicios, sino probablemente seguiría estancado en este capítulo. Bueno, no pienso aburrirlos más... ¡disfruten la lectura!
Advertencia: la siguiente parte contiene lenguaje inapropiado y escenas sexuales explícitas que pueden ser inapropiadas para menores de edad.
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Itrio-Hidrógeno + Magnesio (al 100%)
Se encontraba de espaldas al mesón de la pequeña cocina del apartamento cuando soltó un gemido de apreciación ante el magnífico trabajo que estaba haciendo el mayor con la lengua en su cuello; después de dos largas y tortuosas semanas por fin estaba obteniendo un poco de acción. No le importaba lo que su novio tuviese en mente para él, lo aceptaría de todos modos. Tampoco se le antojaba relevante la manera como consiguió que el pelinegro pusiera algo de esmero en su persona, es decir, qué tan malo podía ser mentirle a su novio al decirle la hora incorrecta para que pensara que tenía tiempo de sobra.
-"Total no lo pueden botar del trabajo, no cuando él es el único que hace las vainas bien en esa vaina."-
Pensó al tiempo que su boca emitía un par de lujuriosos quejidos, protestas que el mayor se tomó la libertad de hurtarle al reclamar su boca. Todavía, Mingi al poco tiempo fue capaz de apreciar cuán falsa era la convicción de su pareja en ese momento; lo muy frágil y blandengue que era esa fachada que cubría las intenciones reales de pelinegro. En pocas palabras su novio no estaba enfocado realmente en lo que hacía.
Estúpido no era, podía aplaudirle al mayor la iniciativa de intentar guardar las apariencias, pero qué chiste tenía si Yunho, a nivel del subconsciente, no deseaba estar en ese lugar.
-Mh... mi amor, yuyu...
Le llamó tan pronto advirtió la raíz que entre las piernas de su novio denotaba el problema del mismo; bajo la mirada tras poner distancia entre ellos descubriendo que sus sospechas eran ciertas.
-Tsk... qué pasa ahora, Mingi.
Decidió ignorar el malestar que aquel tono de molestia le generó a favor de buscar respuestas que suplieran su interrogante.
-Ni siquiera estás duro, Yunho.
Apuntó tras relamerse los labios, calmando su agitada respiración mientras el aludido dirigía la mirada al meollo del asunto. No iba a mentir, sí le causó gracia la expresión de asombro y desconcierto que tiñó las facciones del pelinegro, más no tenía ganas de reír; él quería gemir.
-No es nada, ven...
Murmuró Yunho antes de pasar una de las manos de su hombro hasta su nuca, atrayéndole en un nuevo beso que correspondió a medias.
Las ganas que tenía se fueron esfumando de su cuerpo como si Yunho las hubiera ahuyentado agitando los brazos. Intentando no parecer un ingrato desinteresado, decidió mantenerse estático mientras el pelinegro terminaba de aceptar la realidad.
En una larga exhalación Yunho se apartó de él, paseando la mano que anteriormente había estado en el cuello del menor a su propia cabeza para revolverse el cabello. La frustración el mayor la tenía escrita en la frente así como Mingi, más ninguno hizo siquiera hizo el intento de objetar algo al respecto.
-Se te va a hacer tarde.
Murmuró el de los anteojos al revisar la hora en su teléfono como quien no quiere la cosa; daría por concluido ese penoso encuentro. Esperaba en un futuro cercano guardar esto como anécdota para reír y no para llorar como pretendía hacerlo ahora.
Intrigado por la actitud de su novio, el pelinegro revisó en la pantalla de su dispositivo, abriendo los ojos como platos, susurrando un leve -"Joder."- al notar cuán tarde era. Para fortuna de Mingi, el pelinegro pareció tan alterado que ni cuenta se dio de la artimaña que le había practicado.
-No te vayas sin desayunar.
Reclamó el menor viendo a su novio correr de un lado a otro entre la habitación y el baño para vestirse y recoger las cosas que necesitaba. De camino a la puerta, el susodicho pareció internalizar las palabras de su pareja, regresando sobre sus pasos para ir hasta la nevera a buscar una manzana y de paso, besar la mejilla de un malhumorado y herido Mingi.
-Qué tengas un buen día, bebé. Te amo, te escribo antes de volver.
Fue todo lo que salió de la boca de Yunho antes de ver al aludido salir de la puerta con la manzana, la cartera, las llaves, y el abrigo todo milagrosamente acoplado entre los dedos de una misma mano.
Se dejó caer sobre el mesón cuando estuvo solo, con la cabeza entre sus brazos hechos jarras. Así si el mayor regresaba por algo que se le hubiese olvidado probablemente le daría tiempo de cambiar la cara y enmascarar las evidentes ganas que tenía de llorar de la arrechera.
Estaba harto de la universidad, no veía la hora de tener su título en mano y dejar atrás esos días como estudiante, mejor aún, anhelaba el día en el que su novio dejara de quemarse las pestañas estudiando y trabajando, o que al menos solo se enfocara en una cosa, ¿no?...
-¡Es acaso mucho pedir!
Exclamó con desespero, todavía ocultándose en el escudo que se había con sus extremidades.
De no ser por el sonido estridente que hizo el teléfono, seguramente hubiese pasado al menos una hora vacilando en su malestar y en inexistentes opciones que tenía para solucionar ese problema; para seguir adelante a pesar de los tiempos de sequía en los que se veía.
Respiró profundo un par de veces antes de alzar la mirada y ver el nombre de Wooyoung en la pantalla. Se apresuró entonces a tomar la llamada, deslizando su dedo por el dispositivo, llevándolo a la altura de su oreja.
-Por fin te dignas a responder, marico.
Escuchó decir a su amigo al otro lado de la línea; el sonido era muy débil debido a la cantidad de ruido que se escuchaba de fondo.
-Dónde coño estás metido, no te entiendo nada.
Le reclamó sin obtener una respuesta inmediata, tan sólo advirtiendo aquel bullicio disipándose.
-Ajá, lo siento es que andaba ahí en una tienda con San. Mira, te llamaba para saber si andas libre horita.
-Sí lo estoy, por qué... ¿me vas a invitar a una cita?
Bromeó escuchando de inmediato la característica risilla histérica de su amigo.
-Pues si quieres que sea una cita así lo será, mi amor. Te pones bien bonito que San y yo andamos es con ganas de caerte a besos desde hace rato.
No lo diría en voz alta, pero la llamada de su amigo le había caído de maravilla. Una escapada con sus amistades era justo lo que necesitaba para aminorar las ansias, y quizá olvidarse de la impresión tan fea que cargaba desde hacía semanas.
-Si va, yo me llego hasta allá. Nos vemos en un rato.
-Dale mi amor, te esperamos en el café ese que le gusta a Sannie que está cerca de la cárcel, digo de la universidad.
Sonrió al escuchar a su amigo antes de registrar el tono que siempre sonaba al finalizar una llamada. Dejando el teléfono a un lado, estiró sus brazos para aligerar un poco la tensión en sus músculos antes de soltar otro largo suspiro.
-"Ojalá yuyu viniera conmigo."-
Dijo para sus adentros al reparar de nueva cuenta en la soledad que le rodeaba.
Sin dar tiempo a que la tristeza se apoderara del buen ánimo que le generó la breve conversación con Wooyoung, decidió ponerse manos a la obra. Caminó hasta la habitación y una vez allí empezó a escoger lo que se pondría. De camino al lugar alzó uno de sus brazos echando nariz a su axila, resolviendo que no era imperativo tomar una ducha si solo iba a salir con los chicos; entre machos el olor corporal no tenía que importar, ¿verdad?
En el tiempo que le tomó alistarse y verificar que todo estuviese en orden en el apartamento antes de salir procuró no pensar en nada que tuviera relación con su novio. Estaba negado a dejar que esas preocupaciones siguieran teniendo protagonismo en su vida. Sin embargo, ni bien puso un pie fuera del edificio la vida le jugó en contra.
Jamás se planteó el volverse un cascarrabias, uno de esos carajos alérgicos al amor, pero la parejita que tenía en frente le fastidiaba a tal punto de provocarle náuseas. En el fondo reconocía que aquella reacción no era más sino las consecuencias de su descontento, le resultaba difícil no arrugar la cara de los celos cuando veía al muchacho altote (que de espaldas se parecía mucho a Yunho) apretar la mano de su novia, girando de vez en cuando sólo para sonreírle. Antes de hacer alguna estupidez, peor aún, proyectar su ira en esas almas inocentes, apresuró el paso para así esquivarlos y dejarlos atrás.
Se aferró a los bordes de su abrigo abrazándose a sí mismo cuando aún sabiéndose a varios metros de distancia de la parejita, continuaba escuchando sus risas; jodida y cochina envidia, eso era todo lo que sentía Mingi. De todas las cosas que pudieron cruzar por su mente, resolvió dar vuelta al pensamiento de que desde hacía un mes no caminaba así, agarradito de la mano, pegado como una garrapata a Yunho.
-"Quiero a mi novio de vuelta."-
Sentenció al percibir la amargura en sus facciones diluirse en una profunda mueca de tristeza, una que se perpetuó cuando alcanzó el final de su recorrido.
Estando como quien dice en 'automático', entró al local pasando su mirada hasta dar con la mata pelirrosa de San; todavía no entendía cómo a un estudiante de ingeniería le permitían ir a clases con ese 'pelo de piñata'. Aunque admitía que el color le quedaba bien a su amigo de los simpáticos hoyuelos, quizá en un futuro optase también por pintarse el cabello.
Obviando las necedades que pasaban por su cabeza, sonrió ligeramente al ver que Seonghwa, Jongho y Yeosang también estaban con ellos, el único que faltaba en la ecuación (aparte de Yunho) era Hongjoong, pero bueno, igual entre más amigos estuvieran presentes mejor para él.
-Qué te pasó, Mingi, tienes una cara de que no has cogido en un mes.
Tremendo recibimiento el de San; con amigos de este tipo para qué buscarse enemigos.
-Serás pajuo, ¡no me recuerdes mi miseria!
Dijo entre dientes, tomando asiento a un lado de Seonghwa luego de que Yeosang y Jongho le hicieran algo de espacio en la butaca. Desde esa posición podía fácilmente estirar los brazos y ahorcar a su indiscreto amigo si le daba la gana, pero Mingi era una persona centrada y no se rebajaba a esos niveles.
-Yah, Sannie, compórtate... acuérdate de lo que hablamos al salir de la casa.
-Si bueno, dejando de lado el circo. Hola, Mingi, ¿y tú sombra dónde está?
Inquirió Yeosang al otro lado de la mesa antes de dar un sorbo a su café helado.
No le hacía falta explicación alguna de parte de nadie para saber que el otro al decir "su sombra" se refería a nada más y nada menos que su dichoso pelinegro. Soltó una especie de sonido de derrota que se le antojó más como un gruñido de indignación; quizá el haber salido de casa con los chicos no había sido lo más idóneo.
-Está metido en la mierda esa de empresa donde lo contrataron, haciendo las pasantías y la tesis, no sé. No me importa.
Su respuesta más agria de lo usual sorprendió a todos los presentes, más ninguno (ni siquiera San) se atrevió a indagar en el asunto.
-B-bueno, pero... ¡Mira! Ordené tu café favorito.
Indicó Seonghwa al acercarle el vaso de plástico con la bebida que, realmente sí tenía buena pinta. Correspondió el gesto con una sonrisa de agradecimiento a su mayo; Seonghwa siempre destacaba por ser el más atento de todos, lástima que ya no se veían tan seguido como antes.
-Lo siento... es que las cosas han estado muy tensas entre Yunho y yo últimamente porque él no deja de hacer las vainas sin consultarme.
Terminó por decir en un mero intento de cortar la tensión que se había asentado en el ambiente a razón de su presencia.
-Yah, pero tampoco puedes pretender que vaya por la vida tratándote como si fueras su madre, Mingi.
Comentó Jongho al tiempo que se reclinaba en el espaldar del asiento, obteniendo un sonido de aprobación colectivo de parte del resto.
-No, obvio que no puedo y tampoco es lo que quiero, pero aish... el punto es que sigue aceptando más cosas de las que debe y no se da abasto, yo ya no puedo seguirle el paso y me frustra porque igual tengo que verlo y aceptar que se está destruyendo a sí mismo.
Explicó con sinceridad, sacándose del pecho todo cuanto pudiera aquejarle de momento. Su aura sombría cambió dramáticamente cuando finalmente dio un sorbo a su bebida.
-Ugh, suena a que está haciendo lo mismo del semestre pasado.
-Y el que vino antes de ese.
Completó Wooyoung al formar un puchero con sus labios; el menor parecía tan afligido por su historia que le causó ternura.
-Bueno, arriesgándome a quedar como estúpido... ¿ya hablaste con él?
Se rió ante la pregunta y asintió, dejando el vaso sobre la mesa antes de cruzarse de brazos.
-Sí, es estúpida la pregunta, pero igual te lo paso porque hace tiempo que no nos ponemos al día con nada, bebé. Y pues sí, obvio que le hablé, todos estos meses han sido de eterna lucha con Yunho. Ya hasta lloré, le pataleé, y me arreché mil veces pero él sigue comprándome con lo mismo de que esta vez será diferente.
Sentenció al dar una rápida mirada a los presentes, notando el semblante estoico de Yeosang y Jongho, además de la preocupación tan palpable que mostraban Seonghwa y Wooyoung en sus facciones. San era otro cuento, le pana ni siquiera parecía estar prestando atención, estando muy ocupado jugando con unos mechoncitos del cabello de Wooyoung.
-Pero qué tanto, o sea, esto no va a ser para siempre, deja que el hombre haga lo que quiera Mingi.
Frunció el ceño ante la despreocupada respuesta que le lanzó Yeosang, viéndole encogerse de hombros mientras Seonghwa le reclamaba con una mirada puyada su falta de tacto.
-No será para siempre, pero eso no lo hace mejor. Ustedes conocen perfectamente a Yunho y por la cara de Mingi es obvio que el carajo está ahogándose en estrés innecesariamente.
Defendió Wooyoung al inclinarse sobre la mesa mientras movía sus manos en el aire, cayendo de vuelta en su lugar cuando al encarar a su despectivo amigo Yeosang el otro no tuvo con qué contraatacar.
De entre todos, omitiendo a Seonghwa y a un ausente Hongjoong, su amigo Woo era otro que apelaba a favor de él. Wooyoung conocía a detalle todas las vicisitudes relacionadas a Yunho y su carrera, y sobretodo cuán extenuante era para él lidiar con ello; siempre que podía el muchacho le tendía la mano para ayudarle con el pelinegro.
-He imagino que esa también es la razón por la cual no has cogido.
Comentó San como si nada, integrándose por primera vez en la conversación y ganándose una mirada de reproche de parte del resto.
A salvedad de esas palabras, se llevó las manos a la cabeza tras cerrar los ojos con fuerza, dejando que otro gruñido saliera de su boca. Qué ganas las de San de tocarle los nervios y hacerle sufrir ese preciso día y momento.
-Sí, San. Esa es exactamente la razón por la cual no he cogido en exactamente un mes. Gracias por recordármelo, pajuo.
-Y-yah, ya... Mingi. Disculpa que San sea un salido de la verga pero no creo que la situación sea tan mala.
Murmuró Seonghwa tras rodearle con un brazo sobre los hombros, gesto tentativo que realizó a favor de proveerle un poco de apoyo moral. Sin embargo, tal acción no suplió su desvergonzada indignación. Al contrario, en ese mismo instante se descubrió el rostro para mirar al mayor con una evidente expresión de enojo en el rostro.
-Hoy quería que lo hiciéramos en la cocina y ni siquiera se le paró porque el carajo no piensa en otra cosa sino en ir al trabajo.
En otras circunstancias la reacción en cadena de sus amigos le hubiera dado risa, pero hablaba tan en serio que no podía sino regodearse en el hecho de que sí, efectivamente, así de jodida estaba su vida sexual actual (suponiendo que esta existiera todavía).
-Uy, mi pana... eso sí que está chimbo, oyó.
-Coño sí... de hecho esto me hace recordar una vez que estuve con una caraja en el liceo y fue como que, le dije que sí porque la chama me pidió mil veces para coger y yo accedí para que dejara la ladilla, pero no me gustaba y eso fue un proceso mediante el cual tuve que parir para que se me parara.
Comentó Yeosang al compartir su propia anécdota, luciendo por primera vez en todo el rato, verdaderamente afligido por el tema que estaban discutiendo.
-Chamo sí, las carajas creen que porque uno es hombre uno siempre anda con una erección perpetua. No mami, eso requiere concentración, y si tu mente está en otro lado la vaina no hace conexión y el asunto no 'furula'.
Dijo San a lo que todos asintieron, completamente de acuerdo al testimonio del pelirrosa.
-Pero a ti te 'furula' todo ahora que estás conmigo, ¿verdad mi Sannie?
Murmuró un sonriente Wooyoung al inclinarse en el espacio del aludido, quien sonriente le premió con un besito en los labios.
A los efectos de tan meloso acto, vio a Jongho fingir arcadas desde el otro lado de la mesa y al resto torcer los ojos. Por su parte solo se limitó a hacer un puchero, usualmente eran Yunho y él quienes montaban esas escenitas delante de sus amigos, pero desde que el WooSan se había declarado, el peligroso dúo dinámico se presentaban en las reuniones como sus mayores contrincantes; a pesar de la competencia igual estaba feliz por sus amigos, los dos hacían una linda pareja.
-Hm, sí... bueno, volviendo al tema. Creo que solo tendrás que ser paciente Mingi, si te pones a ver es algo que sabes que juntos podrán superar y como dijo Yeosang, esto no será para siempre.
Resolvió decir Seonghwa con tal parsimonia que fue suficiente para alegrar un poco el maltrecho corazón de Mingi. Le sonrió a su amigo, dispuesto a demostrar su agradecimiento al mayor cuando San le interrumpió.
-Sí, y si andas muy desesperado, yo tengo un dildo que te puede hacer sendo examen prostático.
Tan pronto las palabras dejaron la boca del pelirrosa las quejas en la mesa no se dieron a esperar. A ese punto Jongho parecía que saltaría en cualquier momento a golpear al que reía con una sonrisa socarrona, mostrando sus adorables hoyuelos.
-Si sigues con eso me voy de esta mierda.
Advirtió el 'bebé' del grupo, mostrándole el puño a su amigo quien siguió riendo entre los brazos de su novio quien ahora le protegía de la supuesta muestra de agresión a su pareja.
-¡En fin! Cambiemos de tema, ¿ya saben qué harán para navidad?
Exclamó Yeosang cuando por fin pudo amansar a Jongho a su lado, evitando lo que sería la Cuarta Guerra Mundial (técnicamente la cuarta porque si se ponen a ver estamos en la tercera).
-¡Cierto!, esa fue la razón principal por la cual queríamos reunirnos con ustedes. Los padres de San van a estar fuera del país y nos dijeron que podemos hacer algo en la casa, ¿les parece?
Al oír la propuesta, esbozó una sonrisa, asintiendo rápidamente al igual que el resto de sus amigos.
Entre tantos problemas y contratiempos había olvidado por completo que diciembre estaba a la vuelta de la esquina. Aquel descanso les vendría de maravilla a Yunho y a él, tomando en cuenta cuán risueño se tornaba su novio en esa época del año y... en general, el prospecto de todo lo que implicaban las fiestas decembrinas se le antojaba como un panorama ideal.
El resto de la conversación y de su estadía en el café junto a sus amistades fue mucho más amena. Haciendo planes con sus amigos para noche buena y las vacaciones de invierno, aquel momento se desarrolló tal como lo imaginó al salir del apartamento.
El tiempo voló y para cuando reparó en la hora, todos concluyeron que era el momento indicado para partir y atender con sus obligaciones; llenitos de amor y con las pilas recargadas la despedida no se les hizo tan pesada. Sin embargo, antes de siquiera empezar a caminar en la dirección opuesta al resto sintió una mano sujetarle del antebrazo, haciendo que detuviera sus pasos. Extrañado giró la cabeza para encontrarse con el tímido pero comprensivo rostro de Seonghwa.
-¿Oh?, qué pasa Hyung.
Cuestionó con curiosidad al advertir cierta inquietud en su amigo.
-No estaba seguro de si debía acercarme o no, pero... la verdad es que ahora me siento muy preocupado por Yunho y-...
Frunció ligeramente el ceño ante la preocupación que irradiaba el mayor, quien con calma buscó entre las cosas en su cartera hasta dar con una tarjeta que luego le extendió. Dubitativo por la falta de contexto que el otro le estaba ofreciendo, tomó la tarjeta y le echó un vistazo leyendo en voz alta.
-Dr. Son... especialista en medicina general. Hyung para qué-...
Tan pronto terminó se lanzó a por una pregunta directa que el aludido respondió antes de siquiera dejarle terminar.
-No quiero que se repita lo de la vez pasada, Mingi. No fuiste el único que se llevó un susto. De hecho me alegra que los demás no lo sepan porque pueden llegar a ser bastante entrometidos y esto es bastante delicado. Aparte... si hay alguien que puede convencer a Yunho de ir al médico eres tú.
Explicó Seonghwa al tiempo que le guió con gentileza a un lado de la acera de modo que ninguno siguiera entorpeciendo el paso de los transeúntes.
Pasó saliva por su garganta al caer en cuenta de lo que el mayor estaba implicando al decirle aquello; suspiró y asintió para guardar la tarjeta en el bolsillo de su abrigo.
-Es solo por precaución. Confío en que esta vez no pasará nada malo, pero mientras tengas la situación controlada tanto Yunho como tú podrán estar más tranquilos.
Comentó el mayor con una de sus resplandecientes sonrisas, luciendo aquella aura tan jovial y encantadora que de no estar enamorado hasta la médula de Yunho, probablemente se sentiría atraído por el mayor; estando claros, Seonghwa era un partidazo.
-Gracias, Hyung. De verdad.
-No tienes nada que agradecer, Mingi. Llámame si necesitas cualquier cosa, también puedes llamar a Joong. Cuídate, ¿sí?
Habló el mayor tras dar un amistoso apretón a su hombro y despedirse. Le devolvió el gesto con una sonrisa, viendo como luego el susodicho desaparecía entre la multitud.
Suspiró llevándose las manos a los bolsillos caminando por las calles sin un rumbo fijo. En su mano izquierda sentía las esquinas de aquella tarjeta rozarle los dedos; aquel tacto siendo una silenciosa invitación que no tardó demasiado en aceptar.
Así entonces estando a unas cuantas calles del apartamento, sacó el dichoso rectángulo de papel y su teléfono para marcar rápidamente los dígitos sobre la pantalla, una vez estuvo listo esperó pacientemente escuchando el tono hasta ser atendido por la voz de una chica.
-Buenas tardes, oficina del Dr. Son, ¿en qué puedo ayudarle?
-Buenas tardes, sí-... quería saber si puedo hacer una cita con el doctor para mañana en la mañana.
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Todavía tenía tiempo para retractarse y llamar a la secretaría del doctor y anular la cita que había conseguido para la tarde de ese día; correría con suerte si la muchacha se apiadaba de su alma en vez de ponerse obtusa, porque vaya que había tenido que rogarle para que mágicamente la susodicha consiguiera un espacio en la apretada agenda del doctor. Además de eso, cancelar la cita también le iba a doler en el bolsillo porque en definitiva, el precio de una consulta con el dichoso doctor era bien cariñosito (pero no como los ositos).
Cerró los ojos y respiró profundo. No tenía de otra, no podía echarse para atrás, no ahora que los demás sabían y que Seonghwa tan amablemente le había tendido la mano. Realmente estaba en una posición complicada, si bien ya tenía todo listo para llevar a cabo su plan le seguía faltando la parte más importante: Yunho.
Ni siquiera tuvo tiempo de hablar apropiadamente con el mayor por la mañana, el pelinegro para variar se había quedado dormido y tal como el día anterior había salido corriendo con la mitad de un sándwich en la boca y todas las cosas en una mano mientras a duras penas en medio de su carrera se terminaba de poner los zapatos.
Tenía que llamarle y avisarle, más no sabía de qué manera reaccionaría el mayor cuando le viniera con esa noticia; con tanto estrés acumulado su novio tendía a adquirir una conducta volátil y sus ánimos no estaban para que le hicieran desplantes.
-"Ponte serio Mingi, esta vaina es por su bien."-
Se dijo a sí mismo, juntando todo el valor que tenía de momento para tomar su teléfono del bolsillo y escribirle al pelinegro; debía darse prisa para solucionar ese problema porque seguía antes de que se acabara su descanso en el trabajo.
Mingi
-"Mingi ha compartido una dirección."-
De acuerdo, no era la mejor manera de acercase a su novio, pero el tiempo no estaba de su lado y a falta de ello era mejor ir al grano. Si sus cálculos no le fallaban, Yunho debía estar "libre" a esa hora, así que existía una gran probabilidad de que el mayor respondiera y-...
-¡Yah!, ¡está escribiendo!
Exclamó al advertir la indicación en la pantalla; de seguro debió verse como un loco gritando a la nada como un adolescente al que le responde su crush, pero qué más daba. Eso sí, los nervios no le dejaban el cuerpo, prácticamente estaba tiritando de la anticipación allí metido en el depósito del café donde trabajaba.
♥Yunho
-"Hola, sí. Qué bueno que estés bien bb, yo también lo estoy gracias por preguntar."-
-"No ya, en serio... ¿esa dirección más o menos como para qué?"
Se mordió los labios al leer la respuesta de su novio, para luego alentarse al decirse a sí mismo –"Es ahora o nunca, Mingi. Tú puedes hacerlo."- Sin miramientos, escribió un mensaje corto que de alguna manera en la cabeza de Mingi sonó adecuado, más era el epítome de una clara orden para la cual el mayor no podía poner objeción.
Mingi
-"Esa es la dirección del médico al que vas a ir hoy. Ya pagué la cita."-
La aplicación le indicaba que Yunho ya había leído el mensaje, sin embargo, este no escribía, siquiera daba señales de vida.
Largó un suspiro al sentirse más nervioso que antes, caminando de un lado a otro entre las estrechas paredes y estanterías del depósito; decidió no seguir viendo el teléfono de modo que pudiera intentar guardar la calma. De cualquier manera sus intentos fueron en vano una vez sintió el dispositivo vibrar en su mano en los largos intervalos que revelan una llamada entrante.
Echó la cabeza para atrás mientras hacía un pequeño berrinche; después de su arrebato se dio unos segundos y se preparó mentalmente para lo que sea que fuera a decirle el pelinegro.
-¿Aló?
Habló de forma casual tan pronto contestó la dichosa llamada, poniendo empeño para que su voz no temblara por los nervios.
-Bebé, será que me explicas lo del médico, o sea, no entiendo... ¿para qué coño tengo que ir con un médico?
Al escuchar la voz del pelinegro en aquel tono tan despectivo, en un arranque de intrepidez resolvió imponerse dejando atrás sus inquietudes; esto era por el bien de Yunho, no debía titubear.
-Vas a ir porque yo necesito saber que estás bien. Ya hablé contigo y de paso ya pagué la cita. Así que o vas por las buenas o te llevo por las malas.
-Pero-... Mingi qué mierda te pasa, tengo trabajo que hacer y lo sabes.
-Me sabe a culo, Yunho. Puedes pedir permiso nadie se va a morir porque no estés allí por tres horas. Tengo que volver al trabajo, adiós.
De todos los escenarios posibles que se imaginó en cuestión de segundos para el final de aquella llamada, ese, definitivamente, no fue uno de ellos. Todavía no se creía que hubiera tenido la audacia de trancarle al pelinegro, peor aún, dejar una discusión a medias con el mismo por el simple hecho de querer gobernarle.
Algo era seguro, le había contestado muy feo a su novio, debió escoger mejor sus palabras para no parecer una perra porque claramente existían formas más sutiles de decir las cosas. Sin embargo, muy en el fondo Mingi creyó correcto su frenesí. Yunho precisaba de mano dura para terminar de reaccionar y él, como buen novio que era, iba a proveer a su pareja lo que necesitase.
Con la frente en alto, los hombros rectos y el pecho inflado de a razón de un absurdo estallido de masculinidad y poderío, giró sobre sus talones para salir del depósito y terminar su jornada laboral.
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Lo cierto es que Mingi no era bipolar, aunque a juzgar por su estado de ánimo tan cambiante una persona sin colegiatura (por no decir bruta) fácilmente podría llegar a esa conclusión, porque sí a Mingi se le 'volaban los tapones' de vez cuando. En última instancia digamos que el muchacho solo corría con la suerte de tener un alma muy blanda.
En efecto, Mingi era un joven de corazón noble porque ni un minuto le duró en el cuerpo la certeza de haber hecho lo correcto. El resto de su turno de trabajo lo pudo resumir a sonrisas incómodas que dio a los clientes, a trabajar apresurado despachando las órdenes, suspiros largos y pensamientos negativos; él mismo se puso todo el rato a cumplir penitencia por necedades que inclusive se escapaban de los límites de su situación actual.
A los efectos de tal conmoción en el instante que supo culminada su jornada, corrió para cambiarse el uniforme y tomar sus pertenencias 'dejándole el pelero' al resto de sus compañeros de trabajo que entre quejas le permitieron irse más temprano a pesar de ser su turno de limpiar el local.
Debía darse prisa si quería llegar a tiempo para estar con Yunho durante su cita, ese era su único objetivo. No le hacía gracia quedar como el novio desgraciado que obliga a su pareja a ir a algún lugar y ni siquiera tiene el recato de dar la cara en el momento como gesto de solidaridad.
Honestamente, mientras corría las calles que le faltaban para llegar hasta la clínica no podía pensar sino en el pelinegro y en lo mucho que deseaba verle aunque este estuviese enojado; solo quería estar con él, saber que estaba bien.
Sentía fuego en el espacio que alguna vez supuso ocuparon sus pulmones, sus largas piernas también ardían debido a la fuerza con la que seguía corriendo como alma que lleva el diablo, pero no pensó reducir su velocidad ni un segundo ni siquiera cuando le tocó subir cuatro pisos con el coro de voces de las enfermeras de fondo diciéndole que no podía correr dentro de las instalaciones del edificio; el regaño le resultó indiferente.
En el momento que puso final a su carrera fue sólo al alcanzar con la mano la manija de la puerta que en lo alto rezaba lo mismo que la tarjeta que le había entregado Seonghwa el día anterior.
Con una sonrisa de alivio, cerró los ojos al tiempo que tomaba grandes bocanadas de aire para apaciguar lo acelerado que estaba su sistema respiratorio. Se peinó los cabellos para no parecer el loco que era y finalmente giró la manija, empujando la puerta y así poner un pie dentro del consultorio, viendo inmediatamente a los ojos de un confundido y sorprendido pelinegro.
-Bienvenido, en qué puedo servirle.
La voz que le había respondido por teléfono por fin tenía rostro, el de una muchacha de cabello cobrizo en sus veintitantos que le miraba con detenimiento detrás del marco de sus gruesas gafas.
-A-ah... yo solo vine a acompañarlo.
Murmuró sintiéndose un tanto intimidado señalando al pelinegro a pocos metros de él; bajó la guardia al recibir una sonrisa de parte de la chica.
-De acuerdo, si gusta puede tomar asiento. El Dr. Son está terminando con un paciente, en unos minutos le llamaremos.
Asintió aunque para el momento la muchacha ya había desviado su atención al monitor de la computadora delante de ella.
Los nervios le traicionaron cuando fue a sentarse a la derecha del pelinegro; aparte de la chica, ellos eran los únicos dentro de la sala de espera del consultorio. No era fanático del silencio que les envolvía, más no tenía las agallas para quebrarlo, tan sólo escuchaba la pausada respiración de su pareja que desde que entró no volvió a encontrar su mirada junto al gentil sonido de los dedos de la chica tecleando sin descanso.
-"¿Debería disculparme?..."-
Pensó al morderse los labios, pasando la mirada de sus manos al pelinegro que además de cansado lucía igual de inquieto que él. Tragándose su orgullo o las ansias, lo que fuera no importaba, giró su cabeza y abrió la boca para ser correspondido por el mayor.
-Lo siento.
Dijeron ambos al unísono, prontamente riéndose ante tan tierna y agradable casualidad.
-Yuyu... lamento haberme comportado como un idiota cuando me llamaste.
Comentó tras tomar de la mano de su pelinegro, devolviéndole la sonrisa que le había obsequiado.
-No bebé, está bien. Sé que lo hiciste porque estabas preocupado, perdóname tú a mí.
Murmuró el mayor al darle un ligero apretón a la mano de su pareja, resolviendo entrelazar sus dedos después de ello.
-L-la verdad... esto fue idea de Seonghwa.
Dijo en voz baja, desviando la mirada a sus manos enlazadas, tomando luego algo de valor para encontrar el desconcierto en los adorables ojos de su mayor.
-Yo-... ayer me reuní con todos y hablé con ellos sobre lo que estaba pasando, y Seonghwa al final se me acercó para darme el número del doctor. Yuyu, él y los demás están tan alarmados y pendientes de ti como yo, y bueno... quería que lo supieras, el que no estás solo y que si te sientes obligado entonces no debes hacer nada. Es más, nos podemos ir ahora.
Habló ligeramente agitado, dando a entender que la última palabra la tenía el pelinegro. Al final seguía siendo decisión del mayor; tenía que ser a voluntad propia que hiciera eso o cualquier otra cosa.
-Mingi, bebé... tranquilo. No me estás mandando a matar a nadie, es solo una visita al doctor.
Explicó el pelinegro al soltar una risa airosa para restarle importancia a la situación. El carcajeo del mayor tuvo un efecto inmediato en Mingi quien se relajó visiblemente soltando la tensión acumulada en sus hombros.
-Entonces... ¿no estás enojado conmigo?
-Admito que me molesté un poco al principio, pero después lo pensé bien y admití que tenías razón y que definitivamente prefiero ir voluntariamente a una clínica antes de acabar otra vez en emergencias. En todo caso la única que está molesta contigo es Yoora porque la dejé haciendo todo el trabajo.
-Ah, eso me trae sin cuidado. Que se arreche si le da la gana.
Comentó completamente confiado de lo que decía, consiguiendo que el pelinegro riera una vez más.
-Jeong Yunho, el Dr. Son ya está listo para recibirle.
Dijo la chica desde su escritorio, interrumpiendo cualquier otro pensamiento que les pudiera pasar por la mente de ambos.
-¿Quieres que entre contigo?
-No bebé, quédate aquí. No tardaré mucho.
Murmuró Yunho antes de dejarle un beso en la frente al menor, soltando su mano para así dirigirse hasta la habitación que la chica le indicó.
Mingi entonces no contuvo el suspiro de alivio que escapó de sus labios, mucho menos fue capaz de frenar el sonrojo que pintó sus mejillas cuando la recepcionista del doctor le comentó lo siguiente: –"Hacen una muy linda pareja ustedes dos."-
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Cuántas veces el autor no ha puesto ya que Mingi hizo drama por nada, supongo que resulta hilarante porque algunos encontrarán infinidad de motivos para justificar el comportamiento teatral de nuestro protagonista, pero más allá de eso, al pasado pisado. El presente era más relevante y, tanto Mingi como Yunho, lo estaba gozando demasiado.
-Mingi, hijo... llévale esa bandeja a tu tía, por favor.
Ordenó la madre del aludido, apuntando la dichosa bandeja con comida sobre la mesa. Sin rechistar el muchacho se colocó de pie, tomando la pesada fuente entre sus manos para llevarla con una sonrisa hasta donde se encontraba su tía.
Tal como lo idealizó con semanas de antelación, las vacaciones decembrinas habían traído a su vida la tranquilidad que le faltaba a su vida. De cierta forma era difícil no sentir nostalgia, pues a pesar de no haber concluido, la llegada del año nuevo estaba a un suspiro de ellos; faltarían quizá solo tres horas para la cuenta regresiva y con ello sus ansias despegaban a niveles astronómicos.
Después de pasar unos días agradables en casa de San junto al resto de sus amigos, recibir el año nuevo con su familia y su novio se le antojaba como el escenario idílico que anhela cualquier joven al proyectar su vida en plena adolescencia a un par de años en el futuro.
Mingi no lo diría en voz alta, pero exactamente así se había planteado la escena una noche que, teniendo a penas dieciocho, se la pasó en vela demasiado ocupado imaginando mientras el protagonista de sus fantasías dormitaba a su lado. Claro que tuvo que reñirle a Yunho un par de veces por querer pegarse a su laptop en vez de disfrutar de su descanso, aunque igual las discusiones acaban tan pronto el menor le recordaba que –"Tú crees que esa gente está trabajando a esta hora, ellos también tienen familia, Yunho. Suelta esa mierda o lo tiro por la ventana."- Osado se presumía le muchacho, pero justa y necesaria su intervención. Indistintamente, Yunho sí se molestaba pero nada que no se le pasara a la hora, volviendo a las andadas al contagiar a todos a su al rededor con su inagotable y próspera energía.
Tomó asiento a un lado de su novio, a quien descubrió manteniendo una animada plática con uno de sus primos. Tremenda bendición la que tenía él de contar con una familia tan considerada y comprensiva que nunca le había puesto un pero a su relación con el pelinegro, casi podía decir que todos trataban mejor a Yunho que a él (Keyword: casi).
Sí pues, la espera y todo el sufrimiento en resumidas cuentas habían valido la pena. Pensó Mingi al reclinarse sobre el cuerpo de su pelinegro, escondiendo el rostro en su cuello sin la verdadera intención de llamar su atención, al mismo tiempo con uno de sus brazos rodeó al mayor quien no opuso resistencia al acercamiento, demasiado ensimismado en la conversación con su pariente como para atender algo a lo cual ya estaba completamente acostumbrado.
Tan cómodo como se sentía que Mingi no la pensó dos veces antes de hundir el rostro en el cuello de su pareja deleitándose al encontrar un pedacito de piel que olía al aroma más divino y cálido de la navidad: manzanas con canela. Esbozó una sonrisa al tiempo que olisqueaba la piel a su alcance, aprisionando al pelinegro que ahora parecía retorcerse ante las cosquillas que sus pretensiones le provocaban.
-M-mingi, Mingi, bebé.
En plena faena su novio le llamó la atención, haciendo que alzara la mirada para encontrarse un par de ojos radiantes; Dios mío, Mingi podía jurar que Yunho guardaba en sus ojitos las estrellas, la inocencia de los niños, la chispa más intensa de amor.
-Dime mi vida.
Respondió aún medio embelesado. Debido a la cercanía que guardaba con el mayor aquel aroma tan dulce que desprendía el susodicho seguía llegando en ligeras oleadas hasta su nariz.
-Nada en particular. Aunque... oye, ¿podrías traerme otra copa?
Comentó el pelinegro al alzar su copa vacía delante del menor. A los efectos de ello, el aludido asintió, dejando un besito en la mejilla de su pareja al tiempo que este le dedicaba un pequeño –"Gracias, bebé"-.
Con la copa en mano se fue hasta la cocina para buscar más del ponche que suponía estaba tomando el pelinegro; él no era fanático de esas bebidas navideñas, aunque le gustaba el aroma que tenía y lo dulce que podía sentirse la preparación si la probaba de la boca del mayor.
Regresando de su misión le tendió la copa al pelinegro, quien tomó la misma con una sonrisa llevándosela al instante a la altura de sus labios para darle un sorbo. Quedando satisfecho, resolvió volver tranquilamente a su lugar, suspirando al encontrar otro punto álgido de donde brotaba aquella esencia tan gratificante. Sin embargo, cuando intentó ir por más, trepándose con ligereza hasta el cuello del mayor, sintió al otro mostrar algo resistencia. Ante la negativa, frunció el ceño ligeramente, cediendo al colocar un poco de distancia entre ambos.
Extrañado por el cambio abrupto en el comportamiento de su pareja a Mingi no le faltaron ganas para indagar, más se contuvo al apreciar cuán alegre y entregado se mostraba el pelinegro al mantener la plática con su primo.
-"Bueno, si él está tan entretenido iré a ver qué más hago."-
Comentó para sí mismo, encogiéndose de hombros sin percatarse de los ojos que le siguieron hasta desaparecer por el pasillo.
En la cocina encontró prontamente ocuparse con su madre que seguía yendo de aquí para allá atendiendo a los invitados; viendo la escena no pudo evitar sonreír sintiendo algo de orgullo.
Realmente admiraba mucho a su madre por como la mujer lograba mantener a todos tan cómodos y complacidos. Quería creer que algo de ese comportamiento tan servicial lo llevaba en la sangre porque para cuando se vino a dar cuenta ya estaba de nuevo cargando bandejas y preguntando a sus tíos si la estaban pasando bien. Eso... hasta que cierto pelinegro hizo acto de aparición tomándole de la cintura con cierto aire de posesividad llevándole consigo al pasillo que dirigía a las habitaciones de su casa; el extremo de la casa que de momento era el más apartado y solitario.
-Te tengo.
Murmuró Yunho, modulando aquella verdad en la coyuntura del cuello de Mingi, quien contestó a duras penas con una ligera exhalación, consecuencia de las atenciones afectivas de parte de su pareja. Con una mano buscó enredar los dedos en las hebras azabaches del susodicho mientras la otra se dirigía a por las ajenas que con firmeza se anudaban a su vientre.
Viéndole de soslayo en esa grata y tan íntima posición, Yunho siguió repartiendo besos en la expansión de la nuca del menor, aprovechando de someter a sus encantos cada rinconcito de piel expuesta gracias al cuello holgado del suéter de su pareja.
-Hm... ¿ahora sí me vas a prestar atención? Hace rato te pusiste de odioso conmigo.
Susurró al tiempo que inclinaba la cabeza hacia el lado contrario para mayor comodidad y alcance del pelinegro. Se tuvo que morder los labios y cerrar los ojos, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad cuando al otro se le ocurrió empezar a lamer despacio aquel lugarcillo bajo su oreja que, sin importar el contexto de la situación, se exponía como uno de sus puntos más erógenos.
-Lo siento, bebé... pero me estabas haciendo muchas cosquillas y tu primo ya se estaba poniendo medio raro.
Sintiéndose un tanto indispuesto, prefirió dejar las cosas de ese tamaño; no merecía la pena refutar por tales minucias. No teniendo a Yunho tan amoroso pegado a su espalda, rozando deliberadamente contra sus nalgas el fruto de su irremediable descaro.
Con la delicadeza de la brisa invernal que batía la copa de los árboles en el jardín de la casa de Mingi, el susodicho giró sobre sus talones, enlazando sus brazos tras el cuello del pelinegro captando toda la atención del mismo en una mirada, en un segundo que inmortalizó con una sonrisa; en un beso que nunca alcanzó los labios del mayor.
-Mi amor, estás muy excitado, qué pasa...
Ronroneó cerca de los labios ajenos como pronta respuesta al cambio sugerente en la actitud del aludido. Remontaba al otro con su invasiva presencia, inquiría con los labios que los opuestos le hablasen de las salacidades que sabía reservaban para su conocimiento.
-Nada que ya no sepas... mira, por qué mejor no me das un besito.
Comentó el otro luciendo remotamente compuesto, aunque el resto de su humanidad contaba otra historia; el mayor le comunicaba la verdad a través de su lenguaje corporal.
Siguiendo la mirada de su novio, elevó un poco la cabeza hasta toparse en su camino una ramita de muérdago que pendía inmutable sobre ellos.
-"Pero mira nada más... qué oportuno."-
Le facilitó su mente, instándole luego a dar el último empujón para sellar sus labios en los ajenos.
El beso en sí se le antojó a ambos exorbitante, quizá demasiado seductor para la poca acción que venían teniendo desde hacía unas semanas; obviando el hecho de estar en vacaciones, ninguno de los dos había encontrado el momento indicado para invertir de su tiempo en el otro en orden de satisfacer sus a fondo sus necesidades. Matarse a pajas en la regadera y coger en la casa de San mientras todos dormían no fue del todo satisfactorio para ambos.
Notorias eran las ganas que cargaban de pegarse, apretujarse, tirar, rasguñas, besar y marcar a razón de un ardiente propósito. Querían ablandarse las fibras del cuerpo con besos pero entre una vaina y otra el asunto lo fueron postergando, y bueno... qué más daba si a pocos metros de ellos había una reunión familiar; el que la casa de Mingi estuviese llena no era un impedimento real para que la parejita en cuestión malgastara la ocasión.
-¿Te parece bien un rapidito de 'año nuevo'?
Cuestionó Yunho tras liberar de la opresión el labio inferior de su pareja, dando tiempo a un sonrojado Mingi para recobrar el aliento y elaborar una respuesta.
-S-sí, sí... pero no aquí.
Murmuró al sostener el rostro del pelinegro con una de sus manos, rozando con el pulgar la mullida y enrojecida piel de estos antes de que el mayor presionara un beso en la yema de sus dedos.
Con semejante aclaratoria el mayor no hizo más sino reír, encontrando la mirada de Mingi al sembrarse imponente delante del menor, tomándole con firmeza de la cintura tras lograr colar sus manos por la gruesa tela del suéter que vestía a su pareja.
-Obvio que aquí no, tonto. No quiero público, tú eres solo mío.
Sentenció Yunho antes de besar con torpeza los labios de un ofuscado Mingi. De una manera u otra las gafas del menor siempre se interponían entre ellos, tornando algunas caricias algo aparatosas respecto al ángulo de los besos.
Sin más preámbulos, después de examinar con ojo crítico el perímetro en busca de miradas curiosas, al no encontrarse ningún obstáculo y, en función de la fuerza que Yunho procuró inyectar a partir de su boca en Mingi, el aludido estando más que enaltecido tomó de la mano al pelinegro para correr escaleras arriba en aquel trayecto que bien podían recorrer con los ojos cerrados siguiendo las órdenes de su corazón.
-¿Lo hacemos en tu cuarto?
Preguntó Yunho tras de él, una vez más acortando la distancia entre sus cuerpos, no pudiendo estar más de unos segundos sin sentir a su novio. Inmediatamente el menor le respondió con una negativa, encontrando la solución al mirar al mayor y llevarle consigo hasta el baño que quedaba justo al otro extremo del pasillo.
-Es más seguro hacerlo aquí ahorita.
Comentó el de redondas gafas luego de cerrar la puerta y acorralar al mayor contra la pared más cercana, sintiéndole temblar levemente tan pronto encontró la forma más práctica de meter las manos bajo su ropa; los músculos que Mingi tanteaba con la punta de sus dedos parecían latir como causa de una palpable anticipación.
-Si tan solo tu papá no le hubiese quitado el seguro a tu puerta.
Murmuró Yunho, agregando una pizca de humor al momento, consiguiendo que el otro se riera en el descenso que iba trazando por su cuello. Aquel contratiempo les había metido en problemas más de una vez; aunque de adolescentes siempre contaron con la opción de coger cuando los padres de Mingi dormitaban tranquilamente en sus camas.
-Pasarán más de mil años y él nunca aceptará que seguimos cogiendo, pero... no importa porque aquí también nos podemos divertir, ¿verdad que sí bebé?
Canturreó alegremente, exhalando cada palabra con determinación haciendo cada una de ellas la estela de la cual se colgaron sus ganas para pasarles ligeras, en ardorosos soplos a modo de bucles que una vez alcanzaron los oídos de su novio se desenlazaron; en un santiamén, el efecto en cadena producido por tan sutiles insinuaciones tuvo al pelinegro tiritando de placer contra su cuerpo.
Sonrió con modestia a pesar de apreciarse con la potestad de mostrar aires de superioridad, es decir, quién más sino él solo en el mundo podía hacer que las piernas de Yunho flaquearan como si no hubiese hueso alguno para sostener su carne.
Aún así, el que por sus venas despuntara la adrenalina, tanta efusividad entorpecía las acciones de Mingi; era el entusiasmo ligado a las ansias lo que aquejaba la cabeza del menor. No tenía idea de por dónde debía empezar, quería hacer tanto al dócil pelinegro al que continuaba besando con desvelo, todavía el lado racional de su cabeza le insistía en darse prisa.
Siendo amaestrado por una profusa indecisión al sentir como Yunho comenzaba a impacientarse, remedió la solución al buscar la boca del aludido, resolviendo entonces que fuese su instinto quien tomase las riendas del asunto.
Su providencia fue aceptada gustosamente por un pelinegro, quien raudo y veloz irrumpió en su boca moviendo su lengua contra la suya, sorbiendo de la misma el elixir que su cuerpo urgía por probar; el mayor le chupaba y le mordía con tal ahínco que tales acciones surtían a su boca de las dolencias más picarescas. Sentía en su paladar el celaje del ponche que su novio había bebido y el aroma a manzanas con canela alterar más sus sentidos.
De momento solo escuchaba el potente chasquido que hacían su boca tras amoldarse a la de su pareja, el libidinoso chapoteo que apreciaba a cada tanto provenir de la intrepidez de sus lenguas y, como si fuera poco, los jadeos erráticos que tanto él como Yunho liberaban a modo de coro.
Cuántas veces en esa misma semana su mente lo hizo caer en una trampa idéntica, anhelando besarse como ahora lo hacía con Yunho, pero la realidad superaba con creces la ficción y para cuando reparó en los hechos, la codicia se había apoderado de sus manos moviéndolas cual titiritero con hilos invisibles que les prestaban las instrucciones pertinentes para soltar la pretina del ajustado pantalón del mayor. Una vez consiguió remover los obstáculos en su camino, con la palma de su mano refregó la erección del pelinegro consiguiendo al instante que un gemido emanara de los labios del susodicho.
-A-ah... G-gigi... Mingi...
Consiguió decir el más alto luego de apartarse a regañadientes de su boca. De solo escuchar su nombre en aquel tono más de un órgano pulsaba en el cuerpo del aludido, y sí, hacía un calor infernal en el diminuto cuarto de baño donde se habían encerrado, más cada llamado llevaba consigo una orden táctica para con el menor hacer que este pegase sus cuerpos con unas ganas copiosas.
Rozando apenas la 'segunda base' ya las mejillas de Yunho vestían un precioso y saludable color rojo similar al de las manzanas que Mingi imaginaba cada que tomaba una bocanada de aire cerca del cuello del pelinegro.
-¿Rico?, si no hablas no hago nada.
Inquirió estando atento a cada movimiento o reacción de su pareja, preocupado al ver el fruncido en el semblante del susodicho. Tras verle negar, el ademán fue suficiente para detener en seco su acción, inclinándose para besar el rubor en ambas mejillas de su novio como mero acto de complacencia; quería proporcionar a Yunho toda la seguridad que obtenía cuando los papeles entre ellos se concebían (naturalmente) invertidos. En otras palabras, podía no ser el mejor top, todavía era extremadamente considerado con el mayor.
-Dime que puedo hacer por ti, mi amor.
Susurró pausadamente al ir recorriendo la carita sonrosada del pelinegro con besos inocentes, queriendo hacer de ese minúsculo momento de sus vidas un espacio seguro para ambos; no importaba si escaleras abajo había una fiesta, si en pocos minutos sería año nuevo, si Yunho lo precisaba daría con el modo de obsequiarle todo el tiempo del mundo.
-No tenemos tiempos para andar en estas. Dale más rápido, anda.
Reclamó el pelinegro dejando que su rostro mostrase cuán exasperado se encontraba para entonces.
Y bueno, ¡rayos, truenos y centellas!... cierto que debían apresurarse sino querían terminar con eso antes de siquiera intentar quitarse la ropa, pensó el menor quedando un tanto estático, problema que el mayor de ambos resolvió al empujar al susodicho por el pecho, haciendo que este acabase sentado en la tapa del inodoro.
Dios Bendiga la fuerza bruta y la facilidad que Yunho tenía para amaestrar la ineptitud que ocasionalmente se apoderaba de Mingi, porque en caso contrario... oh, el tiempo hubiese pasado volando y no hubieran llegado a ningún lado.
Manteniendo la boca cerrada en pro de no comprometer su suerte, se limitó a acomodarse en su nuevo asiento mientras el mayor revolvía las cosas en el gabinete del lavamanos, emitiendo un sonido de victoria al encontrar lo que el menor supo, era nada más y menos que la botella de lubricante que escondían allí.
Finalmente, mientras Mingi reflexionaba sobre la utilidad de su existencia para con Yunho en aquel plano físico, de un momento a otro el susodicho hizo del regazo del menor su nuevo hogar. Con la misma determinación y empuje que caracterizaban a su pareja, este le atrajo por los hombros a favor de unir sus bocas, sacudiendo de él todo estupor para volver a contagiarle con las pretensiones habituales.
En la medida de lo posible, con un fogoso Yunho sentado a horcajadas sobre sus piernas, sus manos una vez más tomaron posesión de todo a su paso, tanteando la piel de los muslos del mayor que sorpresivamente ahora descubría desnuda.
-"En qué momento-..."-
Sin embargo, no pudo elaborar a profundidad en aquel pensamiento, pues un irritado Yunho volvía a insistirle para que volcara toda su atención en él.
-Mingi, deja de pensar tanto y solo hazlo.
Le reprochó el pelinegro haciendo que el menor se sonrojase de la vergüenza; estaba siendo más lento de lo que acostumbraba y no era precisamente el momento más indicado para ello.
Con las manos tiritando a razón del deseo, tomó la botella de lubricante que le tendió su novio, quitando la tapa de la misma para llenar sus dedos de la resbalosa sustancia. Complacido con el resultado, no dio tiempo al mayor de echarse para atrás cuando sin miramientos empujó el dedo medio a las profundidades del susodicho.
-A-ahg... M-min-Mingi...
Se quejó el pelinegro contra su boca, aunque el sonido a Mingi le supo más como un gemido.
-No voy a ir más rápido, Yunho.
Aclaró al otro cuando este le reclamó al tiempo que llevó una de sus manos para encontrar la ajena que sutilmente se enterraba en sus entrañas. Exasperado y caliente, el pelinegro se removió en su lugar, adelante y hacia atrás, viendo con los ojos permeados de lujuria la mueca de enojo que se acentuaba con el pasar de los segundos en el rostro del menor. A los efectos de la impaciencia de su novio, con la mano que no ocupaba para abrirse paso dentro del cuerpo ajeno, apartó la mano del mayor, dejando su palma caer como lluvia contra los glúteos de su pareja.
-Te dije que no. Haz caso o no haré nada.
Como respuesta sólo escuchó un bufido de parte del aludido quien a duras penas se resignó a su lentitud tras esconder el rostro en su cuello.
-No me hagas rogarte, de verdad te necesito.
Confesó un muy abochornado Yunho, quien en ese mismo instante recibió lo que deseaba.
El propósito de consentir a su novio Mingi lo llevaba escrito en la frente, lo tenía impreso en las etiquetas de su ropa, solo que nadie podía culparle por preocuparse; cuando su novio optaba por ser el que recibía se tornaba si acaso no malcriado, pero sí demasiado descuidado.
-Lo sé, mi amor. Sé también que no tenemos tiempo, pero hazme caso, no quiero lastimarte.
Murmuró contra el costado del rostro ajeno al tiempo que movía aquel solitario dígito dentro del mayor, ensanchando la estrecha cavidad anal al trazar con su muñeca un movimiento circular. La respuesta por parte de Yunho fue completamente positiva, el mayor entonces empujó sus caderas ligeramente contra su mano y lo dejó ser al apreciar el movimiento como algo inofensivo.
Se le había pasado la pendejera y la pesadez de hacía rato, ahora en más sólo quería velar por los intereses del pelinegro que tiritaba cada que aceleraba sutilmente la marcha. Anticipando cualquier protesta, resolvió insertar otro dígito dentro del mayor, esta vez siendo su anular el que acompañó al medio cuando deliberadamente empezó a mover ambos dentro y fuera.
El panorama general que contemplaba en ese momento le dejó sin habla. Yunho no sólo lloraba en silenciosas plegarias, sino que ponía su espalda en arco y tiritaba del placer apretándole para así juntar sus pechos; estaba al tanto de que el pelinegro hacía eso último adrede para que la prominente erección que tenía entre las piernas se rozara con el material de su suéter. Aquel suéter de pareja que el mayor le había obsequiado en navidad y que se habían puesto en esa ocasión nada más para alardear con su familia lo lindos que se veían combinados.
Para entonces él estaba más que feliz de que su novio le usase a su antojo, tragándose sus gimoteos aunque este no alcanzara a besarle de lleno debido a la agitación de sus cuerpos.
-M-más, más... más rápido, Mingi- sí... ahí, mhm...
Obedeciendo aquella pauta, el menor satisfizo los deseos de Yunho arremetiendo una y otra vez en su interior, curvando los dedos hasta encontrar el botón que, alojado en el interior de su novio, hizo al susodicho desarmarse en intensos espasmos y gemidos mudos. A Mingi de cierta forma le avergonzaba cuán ruidoso y lascivo podía llegar a ser el sexo, pero de a ratos el sonido húmedo que hacían sus dedos al abusar de la próstata del pelinegro se le antojaba de mayor deleite para sus oídos.
Le tenía pasmada la entrega que estaba haciendo su pareja delante de él en esos momentos, no resultaba común ver a Yunho tan rojo y quebrado del goce entre sus brazos. Todavía, disfrutaba de la fuerza que las manos del aludido imprimían al empuñar su suéter, al sujetarse de sus antebrazos y utilizarlos como herramientas para empujarse apropósito, cada vez más cerca de un estallido.
Honestamente, el brazo que ocupaba para complacer al mayor lo tenía casi dormido, completamente tenso; le dolía hasta en los ligamentos cada vez que presionaba adentro y hacia el frente pero por nada del mundo iba a detenerse. A menos, claro, que Yunho se lo pidiera.
Mordiéndose lo labios y luciendo una evidente mueca de concentración en su rostro, Mingi se las arregló para mover al otro en una posición que redujera la tensión en sus músculos, obligando al mayor a erguirse un poco, indicándole que se colocara de pie y pusiera las manos delante de él en la pared.
-M-mingi así no-...
-Shh... ya mi amor, tranquilo. Solo aguanta un poquito más a que termine de prepararte.
Interrumpió el menor mientras buscaba a tientas la botella de lubricante para cubrir nuevamente sus dedos, esta vez ingresando tres de ellos en un movimiento limpio y fluido; el empuje de sus falanges bastó para hacer que las piernas del mayor desistieran, más se las apañó para sostenerle y seguir con su labor.
Marcando un ritmo más pausado, con su mano libre se dedicó a trazar la silueta de su novio al tiempo que su boca cubría con besos y mordidas los definidos valles que discurrían a las nacientes de las inmaculadas piernas de su pareja, evitando apropósito toparse con el hinchado miembro del pelinegro que, sin pensar en las repercusiones a futuro, dejó que goteara y empapara la ropa de ambos.
-G-gigi... ¿más?... por favor...
Susurró Yunho al tomarle por el mentón, haciendo que elevara la mirada para encontrarse con la imagen más devastadora de su vida: los ojos de Yunho resplandecían a razón de los finos cristales que se acumulaban en sus lagrimales y como si fuera poco el rubor de sus mejillas se había intensificado hasta ganar territorio en su cuello. Yunho simplemente se veía como el retrato del desespero, del goce eterno y él había sido el pintor, el creador de tan majestuosa obra.
En un arrebato de poder que proveyó la crecida de su ego, movió sus dedos con brutalidad dentro del pelinegro, arrancándole al susodicho un precioso lloriqueo que enalteció su corazón. Como consecuencia de sus actos el mayor volvió a caer sobre su regazo con su ayuda, todavía sentía la palma que sujetaba su cara ardiente y la otra mano que apretaba la tela de su suéter. Yunho entonces, se tomó las libertades que le parecieron, doblando su figura y echando la cabeza hacia atrás al tiempo que caía con determinación contra el menor.
-Yuyu, bebé no te me vayas para atrás.... Ten cuidado.
Habló Mingi cogiendo la delantera al colocar una de sus manos en la espalda del pelinegro para asegurar su posición y mantenerle cerca de su cuerpo.
Olvidando su propósito inicial y el espacio que ocupaban en la realidad, la época que celebraba su familia escaleras abajo y todo cuanto pudiera ser ajeno a su intrépida y solicitada unión, Mingi no pensó en detenerse, siquiera disminuir la velocidad con la que sus dedos atacaban a su pareja, no hasta que en una significativa convulsión sintió al protagonista de sus desvelos dejarle solo en aquella ordinaria dimensión al permitir a su alma trascender a los cielos.
Atónito. Esa era la palabra más indicada para describir cómo se encontraba Mingi, y no era para menos, pues jamás en su vida creyó posible hacer que el mayor se corriera sólo con sus dedos.
Sentía a Yunho tiritar contra su cuerpo, tensando y relajando sus músculos en un parsimonioso declive, le resultaba bastante obvia la cuestión, más ni siquiera con la humedad que apreciaba en la tela de sus prendas adhiriéndose incómodamente a su pecho era suficiente para afirmar lo ineludible.
-Mi amor... ¿de verdad te corriste?
Preguntó escogiendo sus palabras antes de hablarlas, percibiendo el ligero asentir que hizo Yunho con la cabeza antes de descubrir su sonrosado rostro. A decir verdad, Yunho sí lucía destruido, pero en un muy buen sentido; tan sereno y calmo como si hubiese dado el mejor de los paseos con alguna droga alucinógena.
A pesar de todas las confirmaciones, Mingi todavía no podía creerlo, sin embargo, hacer un alboroto por ello, la conmoción que le produjo el ver a su pareja en ese estado le llevó a llenar de besos los labios del susodicho, quien aún se estremecía esporádicamente debido a la sensibilidad que cargaba en el cuerpo.
-Dios mío, Yuyu... mi amor, por qué no me dijiste que estabas tan-...
-Hm, sí te lo dije. Sí te lo dije, tú eras el que no quería apurar nada y-... qué hora crees que sea.
Explicó el mayor estando ya mucho más calmado sobre su regazo, apoyando aún su peso contra el cuerpo de Mingi.
Al oír la pregunta, el menor pareció tener algún tipo de revelación, sintiéndose igualmente removido por el pánico de no saber cuánto tiempo había pasado ahí encerrado con el pelinegro.
En agitados movimientos intentó sacar su teléfono del bolsillo trasero de sus pantalones. Se sonrojó al apreciar que sus dedos seguían hundidos en el calor abrazador de su novio, quien sólo emitió un leve gemido al ser liberado y al mismo tiempo conseguir el pedacito de tecnología que el de gafas intentó alcanzar a ciegas.
-Vaya... pensé que era más tarde.
Comentó Yunho una vez este giró el dispositivo para dejar que su novio viese los preciosos números que marcaban las once con trece minutos. Largó un suspiro, aliviado al ver que tenían tiempo de sobra para arreglarse y limpiar el desastre antes de bajar y actuar como si nada.
-Perfecto, entonces vamos antes de que de verdad se nos haga tarde y que todo el mundo nos empiece a ver raro.
Sentenció apurando a su mayor con unas palmaditas en sus glúteos para indicarle que se levantara para el hacer lo mismo. Dejando el teléfono sobre el mueble a su izquierda, Yunho resumió sus acciones envolviendo sus extremidades superiores entorno al cuello de Mingi, esbozando una sonrisa que hizo al mencionado tragar en seco.
-Y a ti quién te dijo que habíamos terminado.
-Y-yuyu, no podemos-...
-Claro que sí, bebé. Tú acabas más rápido que yo y-... todavía tengo ganas.
Que alguien le pellizcara porque no podía creer lo que sus oídos escuchaban; usualmente era él quien hacía ese tipo de propuestas indecorosas al pelinegro, no viceversa. Sería acaso un milagro de navidad, o quizá el espíritu de la navidad se le había metido por el lado equivocado a Yunho. Sacudió su cabeza ligeramente para apartar aquellos pensamientos insanos, desacomodando sus gafas, las mismas que el mayor volvió a poner en su lugar en una caricia.
Admiraba la paciencia de Yunho en esos momentos, porque a falta de respuestas seguía sonriendo mientras él, se planteaba la idea de estallar por la pena y la excitación que sentía, es decir, era incuestionable que siguiera duro y que teniendo al hombre más sensual de la galaxia postrado sobre sus piernas, haciendo un trono de estas, no estuviese al borde de un colapso emocional.
-Estás pensando mucho de nuevo, ya te estás pareciendo a mí. Así no me sirve.
Se burló Yunho al advertir cuán afectado tenía a Mingi de solo ofrecerle una sugerencia. Tan rojito de la pena y todo acalorado debido a la actividad física previa, el pelinegro lo que quería era encajar sus dientes en aquellos labios y morderlos hasta dejar constancia de su presencia en ellos.
Y así lo hizo, en un álgido descenso encontró la boca del menor que se abrió con simpleza tras tantear con su lengua; era imperativo para el pelinegro sacar cualquier duda de la cabeza de su novio para aprovechar el tiempo que les quedaba.
Ambos intuían que alguno de los familiares del menor ya debía haber ido a buscarles, pero si esa persona se quería lo suficiente y atendió a las señales evidentes de camino hasta allí, estaba seguro de que había resuelto dejarles en lo suyo.
De a poco Mingi iba perdiendo la cuenta de los segundos, de los minutos que volvía a invertir apreciando el eco de la unión de sus bocas, sólo pensaba que –"Se siente rico, caliente y mojado, sí."- y cada vez que Yunho le chupaba los labios o le rozaba con la lengua, su manos reaccionaban por cuenta propia toqueteando hasta dar con un lugar en el pelinegro del cual aferrarse antes de que sus caderas hicieran el resto, refregándose al mayor importándole poco o nada la condena que pudiera resultar de sus actos.
En términos generales todo se sentía tan bien, que no se percató del hecho de que aún estuviese completamente vestido, tampoco fue un problema porque entre gruñidos y tirones el mayor abrió la cremallera de su pantalón, teniendo el espacio necesario para que su masculinidad diera un salto fuera del encierro, quedando a un paso más cerca de la diversión.
-Hm... Yuyu, ¿tienes un condón?
Preguntó algo apresurado, guiando con una de sus manos el vaivén que simulaba el mayor sobre su cuerpo.
-Sí, pero... p-para qué quieres uno.
Inquirió el mayor con intriga, dejando su labor de besar el cuello del menor a favor de prestar la debida atención al mismo.
-Para hacer menos desastre. Si acabo en uno será más fácil limpiar todo.
Resolvió decir Mingi contra la boca del pelinegro, murmurando sus palabras entre cortos y castos besos que surtieron un sincero efecto en el mayor; yunho no lo admitiría en voz alta pero cuando su novio se ponía en esas, sentía las típicas "mariposas en el estómago".
Desprovisto de un argumento válido que pudiera contradecir la lógica del menor, el mayor se apartó apenas unos segundos de la boca ajena para facilitar su respuesta.
-Está dentro de mi cartera, en el bolsillo trasero de mis pantalones.
Ni corto ni perezoso, Mingi paseó su vista por el suelo del baño hasta dar con el ovillo negro que eran los olvidados pantalones del aludido. Con uno de sus pies acercó la prenda hasta alcanzarla con su mano, husmeando entre los bolsillos hasta dar con la cartera del mayor y en menos de lo que canta un gallo encontrar el dichoso preservativo.
-¿No sabes que no es recomendable que los guardes allí?
Comentó al mayor tras descartar todo lo que no le servía, tirando de una de las esquinas del empaque.
-Ni que fuera mujer o le metiera al loco para andar preocupándome por esas mariqueras, Mingi.
Dijo Yunho con cierto deje de impaciencia en su voz, arrebatándole el preservativo al ver que el menor no podía abrirlo por sí mismo. Riendo ante la respuesta de su pareja, el aludido se centró en besar los hombros y toda porción de piel que quedase a su alcance a pesar del estorboso suéter que nunca le quitó al susodicho. Mientras, su novio deslizó el condón sobre su desatendido miembro, tirando con suavidad de este al empuñarlo asegurándose de que hubiese quedado bien puesto.
-A-ah... Hyung, yuyu... date la vuelta así será más fácil para empezar.
Propuso con la esperanza de que el otro le concediera aquel deseo; en el fondo ambos sabían que no se trataba de facilidad sino de consentir el morbo de los deseos carnales de Mingi.
Como último obsequio del año, el mayor se colocó de pie sobre sus temblorosas piernas y volvió a tomar asiento en las del menor, siendo guiado lentamente para hincarse sobre la rígida longitud que se abría paso en sus adentros, sacándole más de un suspiro y uno que otro gemido.
Los labios de Mingi solo pudieron modular una cuerda de improperios intercalados con el nombre de su pareja, que sin él saberlo se hallaba sonriendo. Estando de espaldas en esa posición reconocía que no era lo más acertado; sin embargo, no iba a desaprovechar el que su novio le hubiese complacido.
Apoyando sus manos en las rodillas de Mingi, Yunho empezó a contonear sus caderas, inclinándose ligeramente hacia adelante para dar a su novio la vista que sabía el otro ansiaba tener.
-A-ah... joder-... Yunho...
Gimoteó el menor, pidiendo por un poco de clemencia mientras fijaba su mirada en la unión de sus cuerpos, visualizando desde una posición privilegiada cada vez que su miembro desaparecía al interior de su pareja.
Dominado por la lujuria, una de sus manos alzó el suéter del pelinegro, exponiendo la amplitud de su espalda la cual prontamente decoró con la impresión de sus mordidas y succiones. De a ratos empujaba las caderas, siendo anclado por un irritado Yunho que con la poca fuerza que le quedaba en el cuerpo intentaba satisfacer sus exigencias.
-Lo haces tan bien, mi amor... qué rico se siente estar dentro de ti.
Apremió Mingi, endulzando las palabras que dedicaba al mayor con besos; conocía a Yunho como la palma de su mano, sabía que el otro estaba por estallar en protestas pero se estaba haciendo fuerte.
Agradecido por el sacrificio de su pareja, se deleitó una vez más con la imagen que, en definitiva, inmortalizaría en su mente hasta el final de sus días. No importaba cuántas veces lo hicieran así, a Mingi le causaba la misma impresión siempre que se salía con la suya porque sabía que Yunho detestaba que cogieran sin verse a la cara.
-Me cansé. Esto no es divertido para mí.
Protestó Yunho, obteniendo una carcajada como respuesta antes de sentir las manos gentiles que se posaban sobre su cadera para alzarle.
-Tardaste mucho, ya hasta me estaba preocupando. Ven... vuelve a mí que todavía no acabamos.
Negado a la posibilidad de que Cronos hurtase más de su tiempo con el menor, Yunho volvió a sembrarse en el regazo de su novio, enterrándose de una vez la totalidad de su pareja en una satisfactoria caída que se repitió una y otra vez a razón de su cuerpo que pareció cobrar vida, nutriéndose de cada una de las reacciones que obtenía de aquel bajo sus piernas.
Tan absorto estaba el mayor en el placer ajeno que ni cuenta se dio del concierto que estaba montando hasta que Mingi lo apuntó entre jadeos, poniendo una desalentadora pausa a la libidinosa danza de sus caderas.
-Bebé... estás gimiendo muy alto, no es que a mí me moleste, pero en estos momentos no quiero que nadie más pueda escucharte.
Comentó el menor como si nada, conteniendo una corta risilla al ver el sonrojo que de forma tajante se apoderó de las mejillas de su opuesto.
A los efectos de ello besó los rojizos y ardientes pómulos del mayor mientras resolvía una rápida solución. Estaba al tanto de que el mayor no era fanático de taparse la boca pero si tan sólo tuviera algo que morder mientras-... ¡Oh!
-Mira, así...
Mostró Mingi al alzar el suéter de Yunho por los bordes dejando aquel extremo de la prenda a la altura de la boca del pelinegro, quien inmediatamente atendió a la silenciosa indicación, sujetando el rollo de tela entre sus dientes, mordiendo con fuerza cuando el menor sin previo aviso embistió contra su cuerpo.
-Perfecto.
Murmuró el de redondas gafas al continuar con su labor, echando el torso hacia atrás y recostándose del escusado, de modo que pudiera dar con el ángulo para alzar sus caderas una y otra vez, penetrando sin contemplaciones a la calidez que parecía querer estrangular su hombría.
Sorpresivamente su improvisación resultó de maravilla y, aunque fuese una pena no poder besar los labios de su pareja igual esta hacía su trabajo. Yunho parecía desmayarse cada vez que encontraba su cuerpo a mitad de camino en un vaivén certero que ciertamente fue difícil de controlar; estaba demasiado deseoso de correrse como para reparar el hecho de cuán torpes y erráticas eran sus embestidas. Al menos el sonido que hacían sus cuerpos no era tan descarado como los griticos que venía pegando el mayor.
Se echó los cabello hacia atrás, mordiéndose los labios para no gemir cuando el otro resolvió mover sus caderas en círculos, sujetándose de sus hombros mientras mantenía los ojos cerrados y de sus labios seguían saliendo los soniditos más aturdidores que los oídos de Mingi hubiesen tenido el agrado de escuchar.
Encantado por ello, el menor se centró una vez más en el placer de su pareja, ocupando su boca para estimular los erectos pezones de Yunho, sintiendo de inmediato el cuerpo del mayor retorcerse en espasmos. Con la lengua repasó la piel fruncida al tacto mientras con las manos seguía acariciando las piernas que trabajaban sin descanso proporcionándole el placer más delirante.
Jadeó al sentirse muy cerca de su orgasmo, tomando al mayor en una de sus manos para apresurar el paso.
-V-vamos, Yuyu... no te detengas bebé, a-ah...
-Mhm...
Fue todo lo que escuchó del pelinegro, distinguiendo entre los murmullos del mayor algo similar a su nombre. Aquel erótico sonido fue todo lo que le bastó para eyacular en una última y potente estocada, derramándose dentro del condón mientras su mayor seguía montando su cuerpo.
Sin dejar que su divina liberación privara por sobre su interés principal, siguió moviendo su mano mientras besaba y mordía el cuello ajeno, sintiendo todo el cuerpo de su novio responder de forma positiva hasta romperse hermosamente; el colapso de Yunho fue simplemente apoteósico, algo digno de ser glorificado entre las páginas de una novela erótica.
Inclusive a pesar de su previo orgasmo la humedad que cubrió su mano cuando el otro se vino (o más bien se fue), no tardó en sorprender a un cansado pero satisfecho Mingi quien, se apartó ligeramente, para descubrir la carita cubierta en lágrimas de un muy sacudido Yunho.
Con la mano que tenía limpia, retiró la mordaza de la boca de su pareja, apresurándose a besar las comisuras de sus labios que se mostraban más enrojecidas de lo usual.
-Perdón mi amor.
-Mhm... ¿por qué te disculpas?, hay que hacerlo así más seguido.
Murmuró Yunho aún medio ido, tiritando de vez en cuando entre sus brazos. A los efectos de esa sugerencia soltó una corta risita y asintió no sin antes dejar un beso en los labios del mayor y otro en su frente.
Tras darse unos minutos para disfrutar de la cercanía del otro, al recobrar el aliento se pusieron manos a la obra para tratar de limpiar el desastre que resultó de aquel frenético encuentro.
En medio de arreglarse a sí mismo, Mingi se percató de que, en efecto, el preservativo que habían usado estaba más que roto y bueno, alabado sea el señor porque si Yunho hubiese sido mujer en esos momentos quizá estuviese a punto de desmayarse. Pero ya, en serio, las clases de educación sexual en el liceo a Yunho le entraron por un oído y le salieron por el otro, porque quién en su sano juicio no sabía que esas vainas se dañan por el calor al estar guardadas en la cartera.
Solo cuando se supieron medianamente 'decentes' tuvieron el atrevimiento de chequear nuevamente la hora en el teléfono, sonriendo al ver que el reloj marcaba un cuarto para la medianoche. Y alabado sea el señor por el nivel de estamina de esos dos, ninguna otra persona hubiese salido tan campante, luciendo tan integra y repuesta a pesar de haber tenido dos orgasmos como Yunho; Mingi no entendía cómo su pareja todavía tenía ese aguante, él ya tenía sueño.
De regreso en la sala, fingieron demencia a las miradas indiscretas que se posaron sobre ellos, resolviendo irse cada uno por su lado para no seguir atrayendo más atención. Sin embargo, la madre de Mingi no dudó en tomar del brazo al mencionado, apartándole de la multitud de parientes cercanos para intercambiar un par de palabras con el aludido.
-Tú papá fue a buscarlos.
Murmuró la señora haciendo que Mingi, inevitablemente palideciera de la impresión.
-Tienes suerte de que uno de tus tíos lo entretuvo y de que tu prima y yo pudiéramos evitar que los demás subieran al piso de arriba, pero créeme que no se tragó la excusa de que Yunho y tú estuviesen buscando fotos en tu habitación.
Sonrió por los nervios, bajando la mirada sin saber qué responder a su madre.
-Sabes que yo no te voy a decir nada, pero al menos la próxima vez que les dé una calentura en medio de una reunión familiar procura ser más discreto y limpiar bien la ropa de tu novio.
Se le quería caer la cara de vergüenza cuando su mamá le dijo aquello, dirigiendo la mirada al lugar que apuntó la mujer con su dedo, notando la evidencia que había olvidado limpiar en los pantalones de su pareja; cuando mucho su progenitora se lo estaba tomando con calma, riéndose al verle tan abochornado.
Dejando de lado aquel infortunio, la mujer abrazó a su hijo, dando una palmada gentil a la mejilla del mismo antes de llamar a los presentes para moverse al jardín y así presenciar en primera fila el espectáculo de fuegos artificiales que venía a la par del nuevo año.
Sin ganas de ver a nadie más a la cara, buscó a Yunho, sembrándose a su lado, tapando discretamente la mancha que seguía señalándole acusatoriamente y simplemente respiró del efímero aroma a manzanas con canela que continuaba pendiendo de su pareja.
-¿Qué te dijo tu mamá?
Preguntó el mayor con discreción, pasando un brazo por su cintura para apegarle a su costado.
-Te cuento el próximo año.
Comentó el menor a modo de broma, obteniendo justo la reacción esperada de parte de su pareja; ahí en el jardín de su casa a la escasa luz de la luna y las farolas, Yunho resplandecía más que cualquier otro astro mientras reía.
Estuvo a punto de hacer una observación al respecto, más uno de sus tíos se robó la atención del pelinegro cuando el señor llegó a todos indicando que restaban solo segundos para recibir el año.
Contagiado por el entusiasmo colectivo de sus familiares, se abrazó al cuello de Yunho, posando su mirada en los orbes que sostenían su mundo mientras a sus espaldas su familia cantaba la cuenta regresiva junto con ellos hasta acabar en un estallido que iluminó el cielo.
No pudo evitar dar un brinco de la impresión, alzando su mirada para ver el despliegue de colores que adornaba el paisaje nocturno. Las chipas que surcaban de un lado a otro iluminando sus rostros con la magia y las promesas de una nueva vuelta al sol fueron razones de sobra para estremecer su corazón. Todavía, nada le resultó tan increíble a Mingi como ver aquel espectáculo reflejado en los ojos de Yunho, quien con gentileza le tomó del rostro para así inclinarse y besarle en los labios.
Un beso sin prisa, dulce como el ponche navideño, como las manzanas con canela, nada lujurioso como los besos que compartieron anteriormente en el baño, sólo la agradable presión en sus labios sonrientes que, como de costumbre, era todo lo que ambos jóvenes pudieron desear para sellar con broche de oro el final de un ciclo y el comienzo de otro.
-Feliz año nuevo, mi amor.
Entre todo el bullicio las palabras del pelinegro casi pasan desapercibidas a sus oídos, pero lo que no alcanzó a escuchar fue complementado con lo que sintieron sus labios que más temprano que tarde tomaron su lugar, en una respuesta mucho más (amorosa) sustancial.
Mingi estaba acostumbrado a recibir el año con Yunho, no era una novedad el que sus familias en el pasado se hubiesen juntado para celebrar esas fechas, y bueno, aunque en el presente que vivían no estuviesen rodeados de la misma gente, indistintamente de ello ambos sentían que no les hacía falta más nada.
A la venida de cada año nuevo, en tiempos buenos y malos Mingi continuaba inclinándose a la providencia de que no importase cuán malas fueran las circunstancia o lo resquebrajado que pudiese estar su pasado, mientras él y Yunho estuviesen juntos, sanos y salvos en cualquier parte del mundo para vivir la simpleza del día a día, o celebrar momentos de júbilo, el resto, sería como dicen por ahí... pan comido.
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Qué les pareció, ¿mucho con demasiado o todo al punto?
Personalmente, aparte de la fiesta de navidad, mi parte favorita de todo esto fue la conversación de Mingi con el resto de los chicos. Y hablando de eso, la verdad es que muchos de los diálogos que he puesto en este fic son de conversaciones reales que he tenido con amigos; yo como siempre le saco provecho a todo lo que vivo.
La vez pasada también se me olvidó decir que la idea de lo de Mingi y Yunho de niños regalándose cartas el día de los enamorados fue algo que mi beta reader me metió en la cabeza. Un día estábamos muy aburridos y empezamos a imaginarnos cómo serían Yunho y Mingi de niños y bueno, una cosa llegó a la otra y a los dos casi nos da diabetes.
En otras noticias, el teclado de mi laptop pasó a mejor vida y ahora estoy escribiendo en un teclado de computadora normal, lo cual es mucho más tedioso a mi parecer, pero nada me impedirá seguir escribiendo/actualizando, lo prometo.
Ajá, ya dije todo lo que tenía que decir así que llegó la hora de las despedidas. Recuerden cuidarse, mantenerse hidratados, lavarse las manos y comer bien. Les mando un abrazo virtual libre de covid y... nos leemos en la próxima 。(*^▽^*)ゞ
♥Ingenierodepeluche
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