Capítulo III - Salud (segunda parte)

Buenas noches estrellitas, ¿cómo va la cosa? Les dije que iba a actualizar pronto y prácticamente me eché una semana; soy un caso perdido.

A pesar de todo igual he venido a traerles su dosis semanal de Yungi para que estén contentos el fin de semana. Como les mencionaba la vez pasada, esta parte es como una continuación de la otra y es para cerrar uno de los puntos que quería dar a entender (cuando lean entenderán a lo que me refiero). 

Advertencia: el siguiente capítulo contiene lenguaje inadecuado y escenas sexuales explícitas que pueden ser inadecuadas para menores de edad.

Itrio-Hidrógeno + Magnesio (al 38%)

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Con los ánimos renovados, al saber que todo iba una vez más 'viento en popa', Mingi se paseó por la pequeña cocina del apartamento meneando las caderas, creyéndose uno de esos cantantes de 'Kpop' a los que veía en la televisión, estando a punto de caer de espaldas en medio de su danza tras perder el equilibrio; a diferencia de esos chicos de la tele nadie estuvo para grabar lo que pudo haber sido la caída del siglo.

Tras reponerse del pequeño desliz y dar gracias a sus reflejos ninja por permitirle sostenerse del mesón de la cocina, continuó buscando en la alacena los ingredientes para las panquecas. Entiéndase por ello: una flamante caja de mezcla para 'Hotcakes' (y lo que sea que indicaran el resto de las instrucciones del empaque), después resumió buscar los utensilios que suponía debían usarse en la preparación. Siendo honesto, se considera ignorante de todo el proceso que conllevaba preparar las susodichas tortitas; siquiera estaba al tanto de si Yunho usaba un batidor manual o prefería dejarle el trabajo pesado a la licuadora.

Con la varilla para batir en mano frunció los labios viendo de reojo el electrodoméstico que parecía llamarle desde postrado al final del mesón de la cocina, incitándole a depositar su confianza en su frío corazón de metal. En medio de reconsiderar sus opciones para solucionar tan complicada disyuntiva, se llevó una mano a la cintura reparando entonces en el silencio que le rodeaba.

-"Ya va... no escucho ni siquiera el agua del baño."-

Remedió empezando a sentirse desconcertado para luego entrecerrar los ojos, como si tal acción fuera a agudizar su sentido de la audición de tal modo que pudiera escudriñar y encontrar una respuesta sin tener que moverse de su lugar.

El asunto se le antojaba por todos los medios como algo inusual, Yunho siempre solía hacer demasiado ruido incluso cepillándose los dientes; cosa que para otros podía ser molesto, más a él no le molestaba en lo absoluto. Amaba ser el silencio para que Yunho fuese la música, el ruido, el sonido de su entorno; adoraba que el otro pusiera ritmo a su vida en función de sus para nada discretos ademanes. Todavía, aquel momento no estaba obteniendo la retroalimentación que esperaba y mientras más silencio provocaba, más silencio le devolvía el espacio.

Terminó por soltar un suspiro antes de caminar de regreso a la habitación aún con el batidor en la mano, cansado del enmudecido ambiente y de no saber en qué andaba metido el mayor; algo en su interior le decía que Yunho se había quedado nuevamente dormido. Y así, como si hubiese sido partícipe de una proyección astral, al entrar al cuarto lo primero que advirtió fue exactamente lo que su instinto le anticipó: desde su lugar podía dibujar perfectamente la silueta de un pelinegro hecho ovillo entre las sábanas, abrazado a su almohada.

Intentó no sonreír ante la dulce escena, tratando de mantenerse firme, pero tan pronto alcanzó a echar un vistazo a la carita de su novio su corazón resolvió estrujarse de gozo a tal punto que le fue difícil ahogar el quejido que pretendió escapar de sus labios.

Movió la cabeza de lado a lado desaprobando aún lo que veían sus ojos. Acabó por echar los brazos a los costados de su cuerpo en señal de derrota antes de inclinarse a dejar un besito en la frente descubierta de Yunho y, guardando silencio, se cercioró entonces de que el otro estuviera bien abrigado antes de retirarse una vez más de la habitación. Esa mañana Yunho le había prometido panquecas para compensar un desplante, y bueno, como todo en la vida, las cosas no siempre pasan como una las planifica; se conformaba con el pensamiento de que su novio estaría soñando con lograr su cometido.

De regreso en la cocina, examinó sus opciones y decidió que si Yunho tenía la voluntad de despertarle y llevarle el desayuno a la cama para hacer de cualquier día común una maravilla, él también podía y lo haría; a pesar de carecer de experticia en el arte culinario, estaba seguro que se saldría con la suya al hacer unas insulsas panquecas, después de todo, por algo la mezcla venía en una caja con instrucciones a prueba de tontos. Sin miramientos tomo el empaque de la dichosa mezcla y se puso manos a la obra con una sonrisa de oreja a oreja.

-Ajá... Esta vaina no es tan difícil.

Afirmó tras leer las indicaciones con detenimiento, empezando a echar los ingredientes en un tazón para batir todo a mano, porque claro que había pensado con antelación que si usaba la licuadora terminaría por despertar a Yunho. Es decir, obviamente no había colocado todo en la licuadora y, teniendo el dedo sobre el botón a último segundo fue recapacitó, terminando por volcar todo el contenido en el tazón que ahora sujetaba con un brazo contra su pecho. No, cómo creen.

En ese momento le convenía más tener al mayor dormido para poder lucirse y darle una linda sorpresa a su novio. Pero verán que mientras Mingi más se adentraba en su labor, más discurrió a por los callejones de la preocupación.

De alguna forma seguía picándole el bichito de la preocupación debido al asunto que ocurrió en la cama, el que Yunho se hubiese quedado dormido a mitad del sexo no le incomodaba en el sentido peyorativo de la palabra, tampoco hostigaba la inquietud que primeramente removió su corazón al instante que descubrió al otro dormido, no. Aquella molestia iba dirigida únicamente para con las causas fatigosas que resultaron en el abrupto colapso de su pareja.

Ya se lo había comentado al mayor, el desagrado que le provocaba ver cuántas cosas el pelinegro se ponía a cuestas con tal de acabar más rápido una tarea, un trabajo, lo que fuera. Llevaba meses pisándole los talones a Yunho para que este aligerara la carga sobre sus hombros, como dicen por ahí –"para que le bajara dos."- ; intentaba aflojar la cuerda que parecía ahocar a su novio de a ratos, sólo para darse cuenta que el mayor era el causante de dicha tensión.

Yunho como buen estudiante de Mecánica se las ingeniaba para inventar cualquier excusa, métodos nuevos para persuadir a su persona que, al final del día no podía siquiera contradecir o refutar porque el hombre se defendía a capa y espada para hacer de ellas lo más ineludible del mundo; sabía el mayor le esquivaba olímpicamente cada reproche y daba la razón al decir que era pocas las veces cuando conseguía ganarle en una batalla.

No era tan despreocupado e irresponsable como para forzar a su novio a menoscabar su excelente promedio; después de todo, la carrera de Yunho dependía de que esas notas estuviesen siempre como luceros sobre el cielo. Todavía, no podía quedarse de brazos cruzados mientras observaba como su novio con el paso del tiempo se tornaba cada vez más adicto al trabajo.

Largó un suspiro de frustración al tiempo que terminaba de batir la mezcla de las panquecas; le dolía la mano de tanto mover aquel utensilio contra la mezcla que, a juzgar por la textura, quizá estaría más espesa de lo que debía. Se encogió de hombros tras decir para sus adentros –"Lo que no te mata, te engorda."-, y bueno, quizá Yunho luego de todo el trajín de esa semana, lo único que necesitaba era un desayuno contundente, hecho con amor, para empezar el día con energía.

Asintió al dar con aquel veredicto final acomodándose los anteojos sobre el puente de la nariz para luego decidirse a probar la mezcla, sólo cerciorándose de que ésta cumpliera con sus estándares.

Hundió entonces el dedo índice en el tazón y lo llevó a su boca, dando una probada a la preparación, dejó ir un leve sonido de aprobación mientras sus labios seguían cubriendo parte de su dedo y su lengua seguía relamiendo el dulce que envolvía su falange.

Ajeno a lo que pasaba a su alrededor, jamás pensó que una acción tan inocente surtiera tal efecto en su cabeza, haciendo que su cerebro terminase por obrar de forma 'misteriosa' menoscabando en su memoria hasta dar con un recuerdo bastante desgarrador...

"Todo comenzó tras aparecer una semilla en forma de idea que tanto Hongjoong como Seonghwa sembraron, sin ambición o conocimiento alguno, en su cabeza. Idea que de haber profesado en voz alta probablemente hubiese prestado a sus amistades un motivo por el cual ficharlo como al pagano de la congregación.

Ciertamente, Mingi podía aspirar a un cargo, un título, una eminencia, básicamente podía afanarse hasta conseguir que se refiriera a él por el nombre o la palabra que fuera... más en definitiva, no esperaba que nadie le narrase o describiese como a un ángel. Quizá no fuera fiel practicante de los siete pecados capitales, tenía una noción y un apego básico a la religión que le habían inculcado desde niño; sin embargo, desde su adolescencia le había sido suficientemente claro que era más sencillo recaer en la pecaminosa tentación de la libídine antes que resguardar su castidad.

Bien podía realizar un listado con las cosas que había hecho, con todos los escenarios que había protagonizado, con cada fetiche que se acoplaba mejor a sus preferencias instintivas, de las palabras que aceleraban su pulso en dirección hacia el sur, de las acciones y los ademanes que surtían un espléndido efecto en su cuerpo a la hora de para con este, a modo de instrumento, entonar las sinfonías más decadentes.

Desde que Mingi había perdido la virginidad, acabó por transformarse en una persona bastante abierta respecto a esa cátedra; la relacionada al coito. No le molestaba hablar de temas que suponían una papable connotación sexual, podía fácilmente continuar el hilo de una conversación subjetiva y hasta proporcionar su punto de vista en base lo que hubiera aprendido a partir de su experiencia propia. Ahora, Yunho... el pelinegro, él... era un caso especial.

Yunho no hablaba de lo que le gustaba hacer en la cama a menos que fuese estrictamente necesario (o que tuviera ya varios tragos encima), el mayor de hecho concluía enmudecer siempre que el tema emergía a la superficie; inclusive siendo el caso de una simple y amistosa plática con su círculo de amigos. En función de esto, Mingi concluía que no existía una diferencia significativa entre el Yunho adolescente con el cual había decido intimar por primera vez en su vida, y el Yunho a quien al presente conocía al derecho y al revés.

Era toda una hazaña el sacar detalle alguno del pelinegro respecto a sus gustos y aficiones sexuales, aquel que lograba arreglárselas para lucrarse a base de un diminuta confesión por parte de Yunho, Mingi lo aplaudía como a un héroe porque incluso a él, su novio, amigo, compañero de vida y confidente del pelinegro en cuestión, a veces le resultaba una verdadera proeza hacer que Yunho le hablara de esos temas.

Por supuesto que la cosa no era tan exagerada como realmente puede llegar a parecer, es decir, Yunho y él mantenían una buena comunicación dentro y fuera de la cama. Claro que guardaba con recelo ciertos trucos infalibles para hacer que el mayor soltase la lengua, pero verán que... a pesar de las apariencias, Yunho era una persona naturalmente tímida, retraída.

Por más chistes eróticos y bromas insinuantes que pudieran salir de la boca del pelinegro, Mingi reconocía la fehaciente verdad, el que su novio realmente tenía el alma de un puritano y se acomplejaba a sí mismo por dejarse tentar más allá de la conducta sanamente responsiva del ser humano; particularidades que a los ojos de un individuo cualquiera pudieran interpretarse como el límite entre lo normal y lo bizarro.

Y bueno, Mingi tenía unos cables pelados por ahí que de vez en cuando pegaban corriente, y uno que otro tornillo flojo que de a rato le ponía a funcionar sus dos mentes, pero Yunho... Oh, Yunho. El pobre tenía todo el cableado eléctrico cruzado y ni siquiera estaba en facultad de atender a ello, demasiado asustado como para confrontar algo que Mingi se moría de ganas por indagar.

Más allá de saber que a Yunho le gustaba hacerlo contra una pared porque al muchacho le fascinaba hacer gala de su fuerza y empotrar a Mingi contra cualquier superficie, aparte de estar al tanto que a Yunho le prendía el que usara sus camisas o suéteres por el apartamento sin nada más que su ropa interior debajo, además de ser partícipe de cuán excitado podía llegar a sentirse Yunho si le veía llorar en plena faena... al infinito y más allá de las cosas que, concretamente, suelen poner a un hombre 'a toda mecha', Mingi en última instancia tras una acalorada plática con Hongjoong y Seonghwa, a punto de pasarlo por alto, fue premiado por un instante con una erudición trascendental.

De cierta forma le resultaba estúpido el no haberse percatado de ello con anterioridad, más no malgastaría su energía en reprocharse nimiedades; merecía la pena darse una palmada en el hombro por su descubrimiento.

La cuestión era simple, Hongjoong y Seonghwa estaban hablando de cómo Jongho después de cumplir los veintiuno había perdido los estribos negándose a continuar refiriéndose a sus mayores con honoríficos, exponiendo razones de sobra para las cuales ninguno de los aludidos encontró un inciso que resultase factible para usar en contra del intrépido jovencito. A raíz de ello tanto Hongjoong como Seonghwa arrugaron las caras alegando que solo el bebé del grupo había preferido apretarse a la suntuosa figura del impávido y atrayente cuerpo de la insubordinación, pues tanto él (Mingi) como el resto seguían refiriéndose a los dos mayores, a los "padres" del grupo, con sus nombres bordados a un prístino honorario: Hyung.

A Mingi el ser educado no le pesaba en el alma, más bien, le gustaba referirse a sus superiores cómo debía; tampoco es como si le molestase la actitud de Jongho, el menor simplemente no vibraba en esa sintonía y aquello también era aceptable. Todavía, Mingi no empleaba honoríficos o palabras similares con personas que, a pesar de ser "mayores", tuviesen su misma edad, el mejor ejemplo de ello... Yunho. Jamás en su vida se había referido al pelinegro con un honorífico como "Hyung" o algo por el estilo, creía en ello como algo incoherente, es decir, referirse al otro de esa manera cuando lo que les diferenciaba en edad eran cuando mucho cuatro o cinco meses. Aún así, Mingi nunca esperó el poder que la dichosa palabrita pudiese tener para con su adorado pelinegro.

Vuelvo y reitero, a nuestro protagonista le resultaba confusa toda la situación, pero lo que había comenzado como un simple juego le surtió de una idea que había echado raíces y hasta flores en su cabeza. Tan sólo le bastó esa misma noche en medio de esa conversación, susurrarle un meloso y quejumbroso "Hyung" al oído a Yunho para tenerle tan tenso y tan... agitado, como para estar al corriente que sin querer había dado en el blanco.

Ahora, qué iba a hacer Mingi con este nuevo e importante dato, a decir verdad la posibilidades eran infinitas. Al menor se le antojaba meter las manos en la maraña de claves que era la cabeza de su novio, para tirar y presionar cuanto pudiera hasta electrocutarse con una suculenta descarga de información que pudiera suministrarle el pelinegro de manera inconsciente; lo demás podía descubrirlo por sí mismo, pero necesitaba la primicia. Precisaba estar completamente seguro de que no había estado alucinando cuando advirtió el sonrojo que manchó los delicados y prominentes pómulos de su novio al referirse a este con tan corta y frívola palabra.

Pero Mingi era impaciente. Habían pasado quizá tres días desde su descubrimiento y no podía sino pensar en las formas para llegarle en ese plan al pelinegro, no concebía enfocarse en nada más que no fuera ver hasta donde un simple honorífico podía empujar a su pareja. Quería arrimarse junto a Yunho a la abismo de la incertidumbre y explorar con el susodicho hasta acabar exhausto y satisfecho, porque Mingi no dejaba de tener la corazonada de que aquel vocablo le abriría las puertas a las tierras prometidas, a la utopía.

Por esa razón aquel sábado por la mañana había estado todo el día tras el pelinegro, mostrándose en bandeja de plata, seduciendo al otro con sus encantos y jugadas de siempre para ver si este caía entre sus redes; procuraba tenerlo bien sujeto a la esbeltez de su cuerpo antes de hacer su última y arriesgada su jugada. Sin embargo, para su infortunio, Yunho se había mantenido ocupado quemándose las pestañas, con la cara de lleno en sus libros de Estática y Dinámica haciendo caso omiso a las insinuaciones y a las tersas caricias que un cauteloso Mingi le proporcionaba.

Frustrado por el miserable 'plot twist' que había resultado en su día, para cuando cayó la noche ya había desistido por completo de sus planes y, estando resignado a una noche sin atención y sin mimos, se plantó al lado del mayor en el piso de la sala simplemente hacerle compañía mientras disfrutaba de una barra de chocolate; si el mayor no le endulzaba la vida el mismo lo haría.

-¿Te falta mucho por estudiar?

Preguntó al echar un vistazo a las anotaciones del cuaderno de su novio, arrugando la cara al ver tantas letras y números combinados.

-La verdad no, sólo estoy practicando unos ejercicios que no dieron en clase porque sé que irán en el examen.

Comentó Yunho al soltar su lápiz y la calculadora sobre la mesa, estirando luego los brazos y la espalda antes de mover el cuello.

Observó al mayor desde su lugar, escuchando el leve crujido que hicieron algunas de las articulaciones del mismo tras haberse estirado las extremidades, siguiendo en la tarea de deleitar a su paladar con el chocolate que ya llevaba por la mitad. Finalmente su mirada encontró la ajena al tiempo que se llevaba otro trocito de chocolate a la boca, terminando por ofrecerle el resto del dulce a su novio quien, a su parecer se mostró bastante inseguro antes de resolver tomar el resto de la golosina.

Encogiéndose de hombros, procedió a relamerse los labios, volviendo la mirada a los libros del pelinegro al notar unas palabras que llamaron su atención. Sin embargo, ni bien se inclinó hacia la mesa para leer con detenimiento aquel enunciado, sintió una mano tomarle con gentileza por el mentón haciendo que volteara la cabeza en la dirección que le era impuesta. De pronto se quedó estático al descubrir la vertiginosa cercanía de su novio respecto a su rostro, advirtiendo el chisporroteo deseoso en aquello orbes que miraban sus labios como si fuesen el manjar más suculento de todos.

-Tienes chocolate en toda la boca, bebé.

Sentenció Yunho antes de acariciar con su pulgar la comisura de sus labios, apreciando al instante como aquel dígito parecía limpiar los residuos del dulce que el mayor había mencionado. Como resultado a los ademanes de su pareja, sintió entonces la mirada un tanto nublada y su pulso ligeramente más rápido de lo normal; estaba emocionado del avance que estaba teniendo el otro para con él. Había pasado demasiado tiempo del día fantaseando y ahora que le tenía a una pulsación de sus labios no podía sino estremecerse y sentirse inevitablemente caliente.

Paseaba la mirada del corazón que formaban los belfos del pelinegro hasta sus ojos y de regreso, suspiraba permaneciendo anclado a su lugar, sentado en el suelo de piernas cruzadas y con las manos sobre el regazo, sintiendo su aliento entre mezclarse con el del mayor al este ir inclinándose cada vez más. Quería mantenerse estático, estaba a la expectativa del siguiente acto que su novio llevaría a cabo; ya venía de haber invertido tanto de su tiempo y esfuerzo en seducir al otro, era lo justo si intentaba hacerse el fuerte para que el pelinegro acabase por ser el primero en ceder.

Así, mostrando en alto su convicción el mayor pareció entenderle, sin ofrecer explicación alguna, resolvió arrebatarle el aliento con una caricia que dejó en su boca al pasar la punta de su húmeda lengua sobre sus labios sellados, llevándose consigo cualquier remanente de chocolate que pudiera haber en los mismos.

A los efectos de tan seductor mimo, sintió sus brazos temblar con ligereza al tiempo que escuchaba la risilla airosa que surgió de la boca que le provocó tal estremecimiento. Demasiado avergonzado como para abrir nuevamente los ojos, soltó un quejido que incluso a él le supo a protesta y más temprano que tarde Yunho volvió a tomar las riendas del asunto al repetir su acción, esta vez ejerciendo más presión con su lengua forzando el cierre de sus labios hasta deshacerlo, regocijándose con la cálida condecoración que tras sus belfos le esperó al mayor.

Sin poder suprimir más el vigor que aquel húmedo beso le había inyectado, buscó arrojarse a los brazos del pelinegro, siendo recibido con gusto. Aún podía sentir una de la manos de Yunho enmarcar delicadamente su rostro, su pulgar acariciando contra su pómulo mientras la boca inclemente del aludido le devoraba como si no hubiese un mañana, marcando la pauta para que continuara aquel acto, los pasos de aquella danza que constantemente visualizaba en su remembranza.

Con ambos brazos cruzados tras el cuello del mayor de vez en cuando se tomaba la libertad de acariciar los hombros del susodicho, antes de acabar enredando los dígitos en las hebras azabaches hacia la nuca del mismo. No importaba si el aire se agotaba entre ellos, Yunho siempre sabía cuándo detenerse volviendo en el momento indicado al ataque, chupando su labio inferior para luego explorar en las profundidades de su boca, obteniendo como respuesta un tenue gimoteo de su parte; sonido que no alcanzaba a rebotar en las paredes, dada la avaricia del pelinegro por querer tragar los dulces recompensas que Mingi dejaba a su alcance.

-Era esto lo que habías querido todo el día, ¿no es así?

Cuestionó el mayor tras poner un fin abrupto al sabroso beso que había iniciado apenas unos segundos atrás. En aquel momento a Mingi le resultó difícil comprender lo que el otro quería decirle, más tan pronto descifró aquellas palabras, su reacción fue inmediata. Sin contemplaciones golpeó con ligereza uno de los hombros del pelinegro.

-¿¡O sea que todo este tiempo si me estuviste prestando atención y decidiste fingir demencia porque te dio la gana!?

Sentenció al recuperar la voz, frunciendo el ceño en una mueca que distaba mucho de todo el placer que hacía un momento habían dibujado sus facciones.

-Mi amor, mi bebé... no te molestes, claro que lo sabía pero tenía que estudiar. Yah, mira... ahora soy todo tuyo.

Escuchó decir a un sonriente pelinegro mientras él rodaba los ojos. Terminó por largar una leve exhalación antes de volver a encaramarse en el mayor, decidiendo que no valía la pena molestarse por pequeñeces cuando finalmente estaba teniendo lo que había anhelado; poco importaba si no cogían esa noche, lo que codiciaba era el calor, la cercanía de su opuesto.

-Entonces menos charla y más acción, yuyu.

Murmuró contra los labios ajenos para luego repasar el contorno de los mismos con su lengua, siendo la misma atrapada entre esas mullidas almohadillas antes de que el mayor le propinó una ligera y repetitiva succión.

Una vez más volvía a las andadas y toda la irritación que pudo haber atacado su cuerpo acabó por evaporarse, tornándose prontamente en la emanación que nubló su mente. Estaba tan caliente como los besos que plantaba Yunho desde su mentón a la base de su cuello, pasando por su manzana de Adán antes de volver de regreso a su boca donde se pasaría el rato moviendo sus labios en sincronía, tomándose todo el tiempo del mundo para besarle como le gustaba.

-Te amo...

-Y yo a ti...

Respondió con prisa, las palabras chocando al igual que los jadeos contra la abrillantada boca del mayor; tenía saliva hasta en el mentón, en la comisura de sus labios, pero aquel detalle más que asquearlo, lo gozaba. Yunho le besaba con tanta determinación, que los movimientos del pelinegro se le antojaban angustiosos, desesperados... pero así era todo más gustoso, adoraba cuando podía palpar las ansias del mayor, le hacía sentir vivo, le hacía sentir...

-D-deseado... había deseado hacer esto desde que te sentaste a mi lado hace rato. No podía dejar de ver tu boca, te veías tan adorable cubierto de chocolate, todo dulce y divino para mí...

Escuchó decir a Yunho, sintiendo la misma soltura que aquella lengua tuvo al repartir caricias contra la suya, manifestarse esta vez en forma de palabras, de afanes que en el momento se convertían en realidad. Fue entonces cuando lo recordó, la razón original por la cual estuvo tras el mayor todo el día. Esa era su oportunidad perfecta para efectuar su maléfico plan, debía aprovechar el tiempo y la exaltación de su novio para que de una manera u otra el viento siguiera soplando a su favor. Porque claro que estaba nervioso, aquello era algo nuevo después de todo, algo que no había conversado con Yunho y para lo cual estaría arriesgando quizá más de lo que a simple vista pudiera captar, pero estaba determinado a ofrecer todo; se sentía confiado, era ahora o nunca.

En medio de una batalla liderada por sus labios, se permitió un momento para degustar más del adictivo sabor del pelinegro para segundos más tarde apartarse súbitamente al posar ambas manos sobre las mejillas ajenas. Mantuvo la cercanía juntando sus frentes, cerciorándose de que la atracción y el hilo de la pasión, permaneciera tan tenso como venía estrujándolos desde hacía rato. Entre jadeos intentó regular su respiración mientras de manera inconsciente equilibraba su peso en el regazo del mayor, arrimándose al centro, chocando sus torsos para finalmente con un último aliento largó la palabra que ambiciosamente había reservado entre sus labios.

-H-hyung...

Ni bien terminó de hablar prontamente cualquier indicio de duda que restaba en su cuerpo fue consumido por la vasta distancia cuando el mayor en un largo suspiro se apartó echando la cabeza hacia atrás, resolviendo echarse los cabellos hacia atrás antes de atreverse a encontrar su mirada de nueva cuenta, luciendo ante sus ojos, bastante alterado. Sentía el cuerpo de Yunho más tieso que nunca, apreciaba en la rigidez de las piernas que usaba como asiento la fuerza que ejercía el mayor para reprimir un instinto desconocido, y tal acción no le resultaba del todo satisfactoria en lo absoluto; era incuestionable que el otro sólo estaba conteniendo las ganas que precisamente había estado esperando crear en él.

-Hyung...

Insistió en tono petulante, refiriéndose al aludido a través de ese honorífico que a razón del contexto, de la situación, adquirió un significado más importante, más lascivo, más decadente.

-Mierda... Mingi, no me llames así...

Terminó por decir Yunho sonando tal como se veía, a punto de tener un aneurisma de lo excitado que estaba a razón de una simple e inofensiva palabra. Se mantuvo al marguen, impidiendo que sus labios se curvaron hacia arriba, más la sonrisa que nunca dejó nacer la sintió en sus palabras que, prontamente acariciaron al mayor en una nueva insinuación.

-¿Por qué no?... a mí me gusta, yuyu... decirte Hyung se siente bien.

Murmuró con más honestidad de la que su opuesto fuese capaz de pillar, presionando cada palabra contra la superficie tan sensible y calidad que resultaban ser en ese preciso instante las mejillas y el cuello del mayor. Empezaba a sentir las manos del otro recorrerle la cintura, acción que fue gratamente recibida; denotaba cuán necesitado estaba por aquel contacto superficial al arquear su espalda en el acto.

Se supo perdido cuando una de esas manos comenzó a repasar el fino arco que formaba su anatomía hasta posarse nuevamente sobre la piel desnuda de sus piernas; quizá lo del chocolate había sido mera casualidad del destino, pero el que estuviese vestido nada más con sus bóxers y una de las sudaderas preferidas del pelinegro no era una coincidencia.

-Hyung-...

Tras emitir aquel sensual ronroneo y, antes de siquiera poder agregar algo más, su boca se vio atacada por la fiereza de los besos del mayor. En conclusión, Yunho había soltado el extremo de la cuerda y dejaba a la misma desinhibir sus gemidos tras esta azotar contra su ser.

-"¡Bingo!"-

Pensó por un instante para luego olvidarse de cualquier conjetura que anduviera rondando por su mente, tal como el pelinegro se limitó a sentir adentrándose cada vez con más ansias en la ilusión que ambos se dibujaban, en ese "sub-space" que juntos ansiaban experimentar. Claro que no había mucha diferencia a cómo se comporta normalmente, más Yunho por alguna extraña razón se sentía más caliente contra su piel, más deseoso, más imponente de lo que acostumbraba y tales conmociones las disfrutaba en demasía.

Estaba gozando más de la cuenta por cómo esas cálidas manos de largos dedos le tomaban guiando su cuerpo en un vaivén ligero, pero conciso, lo suficientemente delicado y placentero para dejarle sin aliento, gimiendo el nombre de su novio junto aquella palabra cada que el susodicho le abandonaba a favor de marcar su piel con rosetones que estaba seguro tardarían días en borrarse; y qué más daba si debía usar cuello de tortuga o una bufanda, todavía estaban en primavera.

-A-ah... ¡Hyung! Yunho-Hyung...

Resolvió decir tan pronto los dientes del pelinegro se encajaron aleatoriamente en su piel, el dolor difuminándose a la frontera de la mano con la fruición. Escuchó entonces como prácticamente Yunho soltó un regio gruñido contra su cuello antes de ser tomado por el mentón mientras el otro brazo del mayor le obligaba a conservar su posición, impidiendo cualquier tipo de movimiento; no estaba acostumbrado a los actos restrictivos de este tipo, más le empezaba a agarrar el gusto a ese nuevo nivel de sumisión.

Siempre había encontrado increíblemente placentero dejar a Yunho al mando y que este en cuestión supiese manejarse perfectamente dentro de los límites que ni él mismo se había planteado. Sin ambos tener constancia de ello, el mayor era todo un artista innato en un arte que ambos estaban descubriendo, sabiendo con excelencia hasta qué punto gobernar en su persona para disfrutar ambos de la práctica.

-Dime qué quieres, princesa...

Sin poder evitarlo un pequeño gemido escapó de su boca y estando tan avergonzado por tal resultado, llevó una mano al lugar para solventar que nada más pudiera salir de la misma. Sin miramientos Yunho se inclinó para besar el dorso de la temblorosa mano que siguió presionando contra su cara, para segundos más tarde apartar la misma con gentileza y así dejar una efímera caricia sobre sus humedecidos e hinchados belfos.

-No hagas esperar a Hyung por una respuesta, princesa. Dime qué es lo que quieres o no podré dártelo.

Sentenció el pelinegro al tiempo que ascendía por el ardiente talle de Mingi en caricias, permitiendo a sus manos acoplarse a cada línea y ángulo que encontrasen en su camino. Mingi para el momento no lograba hilar un pensamiento coherente, sus neuronas habían quedado tan (o más) pasmadas a razón del constante estímulo que entorpeció sus sentidos; quería chillar y tirarse del cabello porque no sabía cómo explicar lo que deseaba. Y es que obviamente quería algo, le venía fastidiando aquel antojo desde hacía rato, más por alguna extraña razón tenía pena de manifestar sus deseos en voz alta delante del mayor.

Cansado de luchar contra sí mismo, aprovechó el que su novio estuviese actuando de forma considerada para con él, resolviendo hurtar algo de valentía del pelinegro a través de unas cuantas caricias y besos; a dónde sea que se hubiese ido su bravura esperaba con ansias a que esta retornase cuando antes. Se debatía el cómo decir aquello, pensando que quizá sería algo tonto, que quizá el mayor no se fijaría en el inuendo sexual superpuesto en la oración. Pensamientos como ese le daban escalofríos, no quería acabar como un depravado (aunque sabía, nunca llegaría a ser el caso), peor aún, quedarse con las ganas.

En medio de su disputa se las arregló para seguir desarmando a Yunho con besos suaves, para nada similares a los de hacía un rato, puramente la acción de sus labios rozándose entre ellos, frotándose entre sí para deleite del otro, más en medio de la complacencia le era muy sencillo dilucidar que la paciencia de su novio comenzaba a mermar debido al postín que se estaba dando para responder; lo sabía por cómo este suspiraba y dejaba las manos quietas en su cintura pretendiendo hacer uso de una inexistente paciencia, hasta acabar en la protesta.

-Mingi, bebé... solo dime-...

-Q-quiero más... más chocolate, H-hyung.

Dijo finalmente tras abrir un poco los ojos, siendo partícipe del momento exacto en el cual las pupilas del otro parecieron dilatarse ligeramente a favor del placer que tales palabras le surtieron.

-Por qué no lo dijiste antes, mi amor.

Respondió Yunho con simpleza, una sonrisa ladina deformando sus mullidos labios.

Estirando una mano tras el menor, a ciegas tanteó sobre la mesa donde permanecían los libros y cuadernos abiertos al olvido. Escuchó el alboroto que hacía el mayor mientras movía las cosas hasta llegar a sus oídos el inconfundible sonido que hacen los envoltorios de las golosinas al estrujarse. En ese momento la sonrisa de Yunho se ensanchó, provocando a su vez que el sonrojo en el rostro de Mingi se acentuara, a tal punto que el susodicho parecía lucir dos pompones en su cara.

No tenía muy claro lo que el mayor estaba por hacer, es decir, no había sido específico en su manifiesto respecto a cómo o de qué manera quería que el otro satisficiera su antojo. Sin embargo, Yunho pareció leer su mente cuando tras partir un trozo generoso del chocolate, se lo llevó a la boca bajo la atenta mirada del menor; la acción hablaba por sí misma, ofrecía una invitación tácita a Mingi. Invitación que de ser el fin del mundo, inclusive así, jamás tendría la osadía de declinar.

No derrochó ni un segundo más de su tiempo cuando finalmente se aventuró a juntar su boca a la del pelinegro, lugar que cedió como por arte de magia a la presión inmediata. Al serle concedido el permiso, se tomó entonces el atrevimiento de colar su lengua en aquella cavidad, ahogando un pequeño gemido cuando su lengua la dulzura que cubría la opuesta. Trazando ligeros círculos fue rozando aquel músculo con el del mayor, tragando con gusto el exceso de saliva que el otro empujaba prácticamente hasta su garganta; era excesiva la cantidad de lujuria que segregaban sus bocas, la sentía escurrirse de la comisura de sus labios hasta su mentón.

Probablemente la escena desde otro punto de vista resultase desagradable, lasciva e incluso abrumadora para los más débiles de corazón, pero en el arrebato del momento Mingi sólo repetía un mantra de –"Sí, sí, sí."- cada que Yunho le dejaba beber de sus manjares y chupar su lengua con ahínco, yendo tras el delicioso sabor a chocolate que hacía rato se había derretido en sus paladares.

-Mh... Hyung, más... por favor.

Pidió casi sin aire, respirando entre jadeos erráticos para calmar la incipiente necesidad y el ardor en sus pulmones, siempre manteniendo la cercanía respecto a su novio, cuidando de no quebrar el ambiente pasional entre ellos.

-Te estás portando tan bien, princesa... si sigues así Hyung te dará todo lo que pidas.

Escuchó decir al pelinegro esas palabras que indudablemente endulzaron su oído, para segundos más tarde tomarse la libertar de acariciar con ternura el lóbulo de su oreja; los besos que plantaba con modestia sobre su sensible tez cargaban consigo el dulzor remanente de aquella promesa.

Al instante su novio complació sus deseos al llevar el último trozo del chocolate a su boca, sembrándose nuevamente a su disposición. Sin miramientos fue al ataque, arremetiendo con una fuerza tal que hasta sus dientes chocaron aparatosamente con los ajenos, más ninguno le dio importancia. Siguió besando a su novio entre suspiros esta vez advirtiendo las manos que se colaban dentro de su ropa interior estrujando sus nalgas, presionando sobre las mismas para que el bulto que ahora ostentaban ambos entre las piernas buscase a tientas algo de fricción que les aliviase el dolor.

Apreciándose demasiado agitado y abrumado, se apartó de la boca que le hacía entrar en decadencia tan sólo lo suficiente para liberar la cuerda de gimoteos que venía reteniendo. Con los ojos entrecerrados y sus sentidos más o menos colocados, fue capaz de advertir el hilo de saliva que seguía conectando sus bocas y, ante el efecto de tal realidad su novio sonrió antes de terminar de llegar a su último y más intenso nivel de su faceta dominante. Mientras con una mano le tomaba ligeramente por el cuello, sin presionar alzó su otra mano recogiendo la saliva que se había acumulado en su mentón con el pulgar antes de forzar ligeramente aquel dígito en su boca y presionar sobre su lengua obligando así a que cerrara dicha cavidad. Como efecto colateral su cuerpo resolvió quebrarse ante la lascivia del momento, disfrutando de chupar aquel dígito que continuaba en su boca al tiempo que veía de soslayo un pensativo y sonriente Yunho; el mayor parecía contemplar con fascinación la escena, extasiado por cada minúsculo gesto y sonido que concebía al llevar a cabo su labor.

-Joder, Mingi... eres mi perdición.

Sonrió para sus adentros al oír tal confesión de parte del pelinegro quien, en última instancia retiró el pulgar de su boca para luego presionar un casto beso en sus labios mojados y entumecidos.

Sintió unos fuertes brazos afianzarse a su figura y de pronto el ambiente lujurioso fue menguando hasta tornarse en una densa atmósfera romántica; no por ello menos pasional.

-Yah, párate. No puedo más.

-¿Qué?

Preguntó algo aturdido y confundido por tan repentino cambio en la actitud de su pareja, encontrando su mirada en medio del estupor para encontrar el deseo aún latente resplandeciendo en sus pupilas del susodicho.

-Te voy a dar tan duro que hasta vas a olvidar tu nombre.

Afirmó Yunho antes de cargar a Mingi, no dando tiempo a que el otro siquiera pudiese protestar o acomodarse cuando ya estaba tendido a la seguridad del embrace de su mayor. Entre risas rogó porque el otro no chocase con nada tras pegar la carrera hasta la cama. "

Qué inoportuno el momento para que su mente se la quisiera tirar de comediante, remedió mientras cerraba los ojos con fuerza, tratando de esfumar aquel recuerdo antes de que fuera demasiado tarde.

-"Hace calor aquí o soy yo."-

Pensó tan pronto logró disipar la densa bruma que aquel recuerdo le puso delante de los ojos. Sentía demasiado calor, las mejillas le ardían de sólo pensar en los detalles de aquel momento, en lo que había visto, sentido y probado. Cómo no iba a resultar desgarrador aquel importantísimo pedacito de su memoria, de su pasado, si ese día tanto él como Yunho habían encontrado algo que nunca pensaron les había hecho falta.

-Nos merecemos porque los dos somos unos fetichistas de mierda.

Dijo para sí mismo al tiempo que dejaba ir un nuevo suspiro al ver la mezcla que continuaba en el tazón; era una lástima que no hubiese chocolate para agregar a la masa de las panquecas.

Resolvió pensar que la llegada inesperada de aquel recuerdo debía ser sólo un efecto adverso del remanente de pasión que Yunho había inyectado en su sistema antes de quedarse dormido esa mañana. Sí, correspondía al hecho de que todavía andaba caliente y falto de atención porque su novio prefería el trabajo antes que invertir parte de su tiempo en volverle trizas del placer; soltó un ligero resoplido al advertir la irritación que volvía a envenenar su sistema.

Estaba harto de los quehaceres, de las evaluaciones, de las estrictas horas de estudio y de los pesados turnos de trabajo del pelinegro, pero por sobre todo estaba harto de ese estúpido intensivo de verano que se había metido a la cama con ellos sin su permiso. Sabía en el interior que sólo estaba haciendo un berrinche por una bobada, y quizá para otros podía ser un tanto excesivo tomando en cuenta la vida sexual tan saludable que mantenía con Yunho, pero he allí el problema. De qué otra manera se suponía que reaccionara si toda la vida no había tenido que hacer sino darle un par de besitos a Yunho para aclimatar al mencionado, ahora el que viniera a quedarse dormido en medio del coito era simplemente... frustrante.

-"Yah, cálmate Mingi. Relaja la raja, se supone que dado por muerto el tema. Mira que yuyu ya se disculpó contigo y se supone que le estás haciendo el desayuno para sorprenderlo."-

Meditó un poco, respirando con lentitud para calmar sus ansias. Definitivamente era estúpido ponerse así por algo que sólo había pasado una vez; aunque su mente resolvía instaurar en él la idea que quizá si hubiese sido más estricto, más perspicaz, hubiese podido prever todo el asunto.

-"Supongo que igual tengo parte de la culpa y el haberme quedado con las ganas es el castigo que me merezco por pajuo."-

A pesar de ser proporcionarse a sí mismo justificaciones reales, no renunciaba a la idea de que aquel verano forzoso resultaba una injusticia divina. Es decir, qué tenía que hacer un hombre en pleno siglo XXI para que su pareja le cogiera hasta que se le olvidase el nombre. Quizá debía acostumbrase a que su nuevo modus operandi sería refunfuñar, andar caliente y fantasear hasta tener una erección por cosas tanta simples como abrir el refrigerador.

-Coño de la madre, Mingi, basta. No te vas a morir por esta pendejada.

Se regañó a sí mismo antes de dar un respiro y mostrar una sonrisa. Retomó su quehacer justo donde lo había dejado, yendo directamente a la estufa para colocar una sartén y empezar a colocar la masa de las panquecas en el mismo; permitiría que su objetivo de ver feliz al pelinegro privase por sobre sus angustias e ideas erradas. Tras cambiar el batidor de mano por una espátula se sembró al lado de la sartén mientras esta hacía su magia. Sin embargo, tras pasar unos minutos y ver la masa exactamente igual rascó a un lado de la cabeza con los dedos. Extrañado por tal ocurrencia, terminó cayendo en cuenta que había pasado por alto encender la estufa.

-Estas son las cosas que pasan cuando uno anda molesto por mariqueras o enamorado, pensando en pajaritos preñados.

Se reprochó a sí mismo al tiempo que ponía en marcha la estufa, sonriendo complacido al notar como las panquecas finalmente empezaba a cocinarse.

En el rato que estuvo allí parado dando vuelta a sus ahora amorfas panquecas, continuó cavilando respecto a Yunho y su adicción al trabajo. La razón le decía que debía buscar la manera de dejarle en al pelinegro que el camino que había escogido no era factible, mucho menos beneficioso para su salud, más se sabía improvisto de astucia para idear planes maestros en situaciones como esa. Nuevamente, se reiteraba el hecho de no poder ir y pedirle a Yunho que dejara de hacer o deshacer, pero le desesperaba se comportase como el propio adepto ante la situación, tan imprudente y ciego como para no ver el daño que se estaba haciendo.

Chasqueó la lengua, tratando de apaciguar la irritación que amenazaba con anteponerse a su razón; sería como la quinta vez que estaría a punto de perder los estribos ese día y todavía no eran ni las diez de la mañana. Tendría que ver cómo se las apañaba para salirse con la suya y así convencer a Yunho de una vez por todas que dejase de creerse Superman, o en todo caso, buscar la manera de ayudar realmente a su novio para así repartirse esa carga tan pesada entre ambos, tal como había hecho antes; nada nuevo que no pudiera resolver o soportar si era por y para el pelinegro.

-Aunque, pensándolo bien... Yunho si se vería muy bien en un disfraz de Superman...

Dijo en voz alta, sonriendo ante las divinas imágenes que asaltaron su mente al instante; quizá convencería a su novio de disfrazarse de aquel superhéroe el próximo Halloween.

Volviendo al problema inicial, definitivamente tendría que sentar al pelinegro y tener una merecida charla (otra vez). Asintió con la cabeza al tiempo que le daba la vuelta a algunas de las panquecas que se cocinaban en el sartén; empezaban a gustarle sus panqueques con formas abstractas. Decidió entonces que haría una en forma de corazón, que acabó siendo más un óvalo deforme con dos alas; en fin, un corazón deforme hecho con amor. Se volvió a encoger de hombros al ver la tortita medio quemada y medio amorfa, afianzándose al pensamiento positivo que rezaba –"La intención es lo cuenta."-

Para cuando ya estaba terminando con la estufa, tras dar la vuelta a la última de sus creaciones, sintió unos largos brazos envolverse a en su torso y unos curiosos labios reposar tranquilamente en su cuello. De la impresión dio un brinco en su lugar, sintiendo como si su corazón fuese a salirse de su pecho; había estado tan ensimismado en su tarea que ni cuenta se había dado del rato que llevaba su novio observándole desde la entrada de la cocina.

-A qué debo este milagro de que me estés cocinando. Por cierto, huele muy rico, bebé.

Escuchó decir a Yunho, sintiéndole sonreír contra su cuello mientras seguía repartiendo besos en la longitud del mismo, besos que le hicieron temblar ligeramente.

-¡Y-yah!... Se supone que tú debías hacer las panquecas porque fuiste quien me las prometió.

Exclamó tras apagar la estufa; no confiaba en lo que pudiera pasar teniendo a Yunho tan cerca provocándole mientras hubiese fuego en la cocina. Inmediatamente sintió el cuerpo de su novio vibrar ante su risa, ocasionando que una sensación de indignación volviese a atestar su interior.

-Y todavía tienes el descaro de reírte. No, sabes qué. Anda, vete de nuevo al cuarto porque yo ya tenía planeado ir a llevarte el desayuno a la cama y tú no me vas a joder mis planes.

Explicó al lograr zafarse de los brazos que seguían intentando atraparle, poniendo una distancia prudente entre él y un quejumbroso Yunho que no paraba de hacer berrinche como si se tratara de un carajito al que le quitan su juguete preferido.

-Pero bebé... Mi amor, no te pongas bravo. Igual me voy a comer todas las panquecas que me hiciste.

-No, ya hablé. O vas y te haces el dormido o no hay panquecas.

Amenazó al pelinegro, apuntándole con la espátula que todavía tenía en su mano. Tras imponerse, vio al pelinegro actuar de forma teatral, llevándose ambas manos al pecho como si sus palabras hubiesen sido dagas que dolorosamente fueron enterradas en su carne; rodó los ojos ante el dramatismo del otro.

-Que conste que me estoy yendo por las panquecas y no por ti.

Comentó el pelinegro antes de irse, no sin antes robarle un beso de los labios pegando una carrera a la habitación antes de que Mingi pudiese echarle una reprimenda debido a su jugarreta. Dejó ir una pesada exhalación tras ver al mayor desparecer por el umbral de la puerta, no pudiendo contener más la boba sonrisa que quería formarse en sus labios desde hacía rato.

No es como si Yunho no estuviera al corriente de ello, pero adoraba la dinámica tan sencilla y amorosa que compartían; la rutina no se sentía como tal cuando estaba en compañía del pelinegro. Sin ganas de ponerse más cursi de lo normal, se centró en llenar la bandeja que ocupaban para comer en la cama con dos platos repletos de panquecas que terminó bañando en mantequilla y sirope; esa pegajosa combinación era la preferida de Yunho.

Creyendo todo listo, acabó por percatarse de que pasó por alto hacer el café para el pelinegro. Frunció los labios mientras debatía si merecía la pena poner a funcionar la vieja cafetera, decidiendo omitir esa parte del desayuno al simplemente servir dos tazas con jugo de naranja. Esbozó una sonrisa al ver el resultado de su esfuerzo en la bandeja, tomando la misma para ir de regreso a la habitación.

-Ahora, sí... Buenos días, mi rayito de sol. Te hice panquecas amorfas con mucho amor.

Dijo tratando de sonar lo más adorable que pudo, advirtiendo al instante el sonrojo y el adorable fruncido que adoptaron las facciones del rostro ajeno.

Con cuidado dejó la bandeja en la cama a un lado del mayor y se acomodó entre las piernas de este cuando el otro se lo indicó, recostando la espalda del pecho ajeno.

-Gracias, mi amor. Sabes que no tenías que molestarte, podías haberme despertado de nuevo.

Apuntó el pelinegro mientras besaba ambas mejillas de Mingi, sonriendo tras notar la nueva sonrisa que alzaba las comisuras de los labios que, posteriormente, acabó por llenar de besos igualmente.

-Quizá... pero estabas demasiado cansado y tú siempre me traes el desayuno a la cama, así que quise hacerlo esta vez.

Respondió Mingi al tiempo que tomaba una de las tazas entre sus manos, viendo como el pelinegro comenzaba a comer animadamente. La sonrisa en sus labios se mantuvo intacta aún cuando dio el primer sorbo al jugo que tanto le gustaba; se sentía satisfecho con su labor al ver a Yunho relamerse los labios mientas continuaba disfrutando de su desayuno.

-Tus panquecas son las mejores del mundo, mi bebé precioso.

Escuchó decir a Yunho antes de ser atacado por un par de labios que impactaron contra los suyos en un beso pegostoso. El rostro le hervía a razón del rubor que le cubría hasta los hombros por aquel hermoso cumplido de parte de su novio, más no se atrevió a objetar nada al respecto, resolviendo permanecer tranquilo, silencioso y sonriente. Era dichoso de poder regodeándose en la felicidad que traía el hacer pequeñas cosas cotidianas para su pareja.

-¿Vas a estar muy ocupado hoy?

Cuestionó antes de animarse a probar una de sus creaciones, notando de inmediato en el bocado que ahora masticaba que las panquecas habían quedado medio crudas. Le pasó por la cabeza señalar aquel detalle, inclusive hacer que el otro dejase de comer los consabidos panqueques, más su novio seguía devorando plácidamente lo que había en su plato; reparó entonces que Yunho había dejado la panqueca con forma de corazón a un lado y que su sonrisa parecía ensancharse cada vez que el mencionado miraba en dirección a la misma.

-Pues sí... quedé en ir a lo de Yoora para terminar el proyecto de Ingeniería Económica.

Escuchó decir a su novio, sintiendo la agradable vibración que provocaba el susodicho al hablar a sus espaldas. Acto seguido, se acomodó para verle a los ojos, pillando a su novio cuando terminaba de devorar la última panqueca en su plato, la del corazón amorfo; Yunho tenía que amarlo mucho porque de verdad que su intento de panqueques había quedado horrible. Eso o el pobre de verdad estaban a punto de morir de inanición. Fuera cualquiera la respuesta, nada de eso le resultó relevante para el momento, no cuando el nombre de aquella chica salía a colación.

-Hm... ¿Puedo ir contigo?

Preguntó tratando de guardar las apariencias para no parecer receloso ante los ojos de su novio.

-Claro que puedes, bebé. Sabes que ni ella ni yo tenemos ningún problema con eso, nos encanta tu compañía, aunque... pensé que dijiste que no querías ir más a lo de Yoora porque su novia te incomoda mucho.

Le molestó el mayor mientras le envolvía la cintura con un brazo, teniendo su otra mano ocupada en la taza que llevaba a sus labios.

-Joder... la había olvidado por completo. Coño, es que esa caraja no tiene escrúpulos, no tiene pena, no tiene nada. O sea, cómo va a venir ella a preguntarme que cuáles son las posiciones en las que cogemos más a menudo, ni que yo le lavara las pantaletas para que me venga de una tan confianzuda.

Habló con un deje de irritación e indignación pendiendo de su voz al recordar cuán escandalosa y atrevida había resultado ser la novia de la mejor amiga de su novio; para ser sinceros, no entendía cómo Yoora podía soportar a una mujer tan... ordinaria.

Siguió tomando de su jugo de naranja tranquilamente mientras escuchaba al mayor reír a sus espaldas. A esas alturas había desistido de intentar comer más de sus propias panquecas, el horrible sabor de las mismas no terminaba de borrarse de su paladar. Hizo una nota mental de agradecerle más seguido a Yunho por cocinar; resultaba más factible el que este llevara el mando en la cocina, no fuera a ser que acabase por envenenar a su novio.

-Bueno, bebé... cada loco con su cuento. A mí por ejemplo me gustas tú.

Ante aquel comentario no pudo evitar girarse por completo, casi derramando el jugo que quedaba en su taza. Observó al pelinegro a los ojos con el ceño y los labios fruncidos en un evidente gesto de enojo.

-Qué coño quieres decir con eso, Yunho.

Masculló al tiempo que su pareja soltaba una risotada, procediendo a dejar ambas tazas en la bandeja antes de tomarle por el mentón y así estamparle otro pegajoso beso en los labios, enmudeciendo velozmente la protesta que estuvo a nada de gritar.

-Nada en especial, solo... que eres lo más lindo y tierno de este planeta. Que eres inteligente y tu corazón incluso más grande que tu mente. Que adoro cada parte de ti, sobre todo tus ojitos y tu nariz, y tus labios porque cuando besas doy fe en ser la persona más feliz de la tierra.

Una pausa, un respiro y una sonrisa que provocó un arrebato mortal a su corazón.

-... que eres, simple y llanamente, el 'punto y coma' que siempre he de precisar para hacer compilar este programa que se titula 'vida', del cual tú y yo somos protagonistas.

Al oír al pelinegro no pudo evitar soltar una especie de chillido y tras propinarle una serie de golpes falsos en el pecho, acabó por esconderse en la amplitud del mismo, sintiendo al instante cómo los cálidos y reconfortantes brazos de su pareja resolvían acobijarle.

-Eres un tonto, yuyu. No digas esas cosas cuando he estado toda la mañana tratando de buscar una razón por la cual enojarme contigo.

Confesó en voz baja antes de alzar la mirada encontrándose con las ventanitas que le observaban entre curioso y pasmado.

-Ya veo... pues, entonces no me queda de otra sino darte motivos para que te sigas enamorado de mí.

Arrugó el ceño ante la cursilería del pelinegro, dando por terminado aquel empalagoso intercambio de palabras y sentimientos al juntar su boca a la del mayor.

Le besó con intención, sintiendo en su lengua el sabor a la mantequilla y al sirope de las panquecas entremezclándose con la nota inconfundible del sabor de los labios ajeno. Peinó los cabellos de su novio mientras seguía deshaciéndose en besos, susurrándole pequeños y airosos –"te amo"-, sonriendo ante la júbilo de saberse correspondido por su persona favorita en el mundo entero.

Quizá fuera a arrepentirse de acompañar al pelinegro ese día a casa de Yoora a ver como ambos se caían a golpes con sus calculadoras, peor aún, a tener que soportar a la entrometida novia de la susodicha. Quizá en un rato su mente volviera a amargarle la existencia al recordarle que seguía con ganas de coger. Quizá y sólo quizá muchas cosas podían pasar, pero si Yunho se había comido sus horribles panquecas y todavía ostentaba el deseo de encantarle con aquella elocuencia empalagosa, él haría ese y el sacrificio que fuese por ver a su novio sonriente. 

.

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¿Qué les pareció? Se aceptan quejas y reclamos. 

En estos días estaba pensando que no sé, díganme loco pero me hice la idea de que quizá piensen que escribo de esto basándome en experiencias personales y... la cuestión es que no (no del todo), ah. Es decir, siempre intento darle la vuelta a un asunto sencillo porque me encanta complicarme la vida, pero aunque los escenarios se sientan muy reales no es necesariamente algo que haya vivido en carne propia, sólo son cosas que me he imaginado y me he planteado a profundidad (nadie me lo preguntó pero igual ahí tienen la respuesta). 

Otra cosa que quería decir es que, creo que nunca hice hincapié, pero la razón por la cual me estoy afincando en la vida sexual de estos dos es porque, realmente, el apetito sexual es un indicativo de que la persona está completamente saludable. De hecho, este asunto de los fetiches y los 'kinks' sólo funciona si las personas involucradas se encuentran aun nivel considerable de 'madurez emocional', así que téngalo en cuenta para futuras referencias(?)

Bueno ya saben el resto, cuídense mucho, manténgase hidratados y quédense en casa para proteger a sus seres queridos. Gracias por todo el apoyo, nos leemos en la próxima (,,๏ ⋏ ๏,,)


♥Ingenierodepeluche





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