Capítulo III - Salud (cuarta parte)
Buenos tardes/noches, mi soles, ¿cómo los trata la vida? Aquí vengo una vez más a cumplir con mi palabra y ver si puedo alegrarles el fin de semana.
Comentarios sobre esta parte del fic... bueno, es bastante entretenida. Tiene de todo un poco igual que las demás partes, pero yo diría que es más humor que nada. De verdad espero que esta parte sea de su agrado porque hasta los momentos es mi favorita de toda la historia. No tengo mucho más que decir, sólo lean y disfruten.
Itrio-Hidrógeno + Magnesio (al 38%)
Advertencia: el siguiente trabajo contiene lenguaje inapropiado y escenas sexuales explicitas que pueden resultar inapropiadas para menores de edad.
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Dejar atrás los malos hábitos no es algo sencillo, Mingi lo sabía mejor que nadie, pues él mismo a lo largo de su corta vida tuvo que dar batalla para superar la tentación; romper las cadenas que le retenían a ciertas costumbres no fue para nada fácil. Dicho de otra manera, cada que notaba los indicios de la aparición de una nueva y flamante obsesión intentaba con fervor abstenerse a continuar en ello supliendo a su cuerpo con algo quizá menos substancial, pero a fin de cuentas más saludable.
El regirse por rutinas cotidianas de vez en cuando resultaba acertado, un recurso cómodo y factible para integrar en cualquier momento, cualquier etapa; una solución bastante práctica en términos generales a pesar de comprender una única y significativa desventaja.
A temprana edad Mingi resolvió dar con el punto débil de ello que, de forma escueta, concebía las costumbres típicas de la sociedad: la monotonía. Una palabra aguda que, siendo fiel a su significado, hasta se le hacía tediosa de pronunciar; cuatro pesadas sílabas que Mingi no quería añadir a su vida.
Ciertamente, nuestro protagonista era un chico que sobresalía del resto, no sólo en cuanto a apariencia, sino también por sus gustos y aficiones que de alguna manera cubrían con un halo de luz divina sobre su risueña cabeza. Entonces, sí. Fallaba a favor de sus principios el agregar una palabra tan ordinaria como 'monotonía' a su existir, porque de describirse a sí mismo diría que estaba cubierto de escarcha y ese vocablo de acción soporífera solo opacaba su brillo.
Mingi desechada la posibilidad de agarrarle gusto a la insipidez y, como todo buen muchacho de la 'generación Z' se cernía a las tendencias poco comunes, aunque indudablemente correctas. Le complacía el poder destacar en función de su singularidad.
En muchos casos buscaba la manera de integrar sus extravagantes ideas en su vestimenta, en la decoración, en cada aspecto de su vida que fuera conveniente; Mingi le metía a las modas 'underground' y a lo 'aesthetic' aunque ni siquiera sabía lo que ambas palabras simbolizaban en verdad. El asunto en cuestión resultaba más complejo que sólo mantener al margen un vocablo de uso y sentimiento frecuente, porque quizá a los veintitantos Mingi era demasiado joven (obtuso) para reparar en la abnegada verdad de que, el buscar afanadamente a por una divergencia en la sociedad actual le hacía extremadamente igual a los demás.
Así como todos Mingi era adicto a las novedosas tendencias tecnológicas que surgían con el propósito de facilitar y optimizar la vida de uno como individuo. De hecho también gozaba (y debía) recurrir de vez en cuando a normalidades como pasear en transporte público, quedarse en casa los días de lluviosos, escuchar música mientras se bañaba, y la verdad es que no había nada malo disfrutar de banalidades como esas.
Es más, aceptaba el hecho de que las facilidades se le antojasen placenteras porque -"al mal tiempo, buena cara"-, pensaba Mingi cada mañana cuando se tomaba una taza de jugo de naranja y congeniaba con la idea de hacer la diferencia; a pesar de los conservantes artificiales que se metía en el cuerpo, aquel zumo carente de nutrientes esenciales no le iba a generar una adicción irreversible como la cafeína.
A partir de esos simples, pero significativos detalles, como lo era el despertar y comenzar el día con una insulsa tacita de jugo, Mingi marcaba la pauta para hacer de cada período de rotación algo nuevo e interesante. Y si el jugo no cumplía con su cometido, daba igual porque Mingi siempre tenía un haz bajo la manga: Jeong Yunho.
Sí, así es. Aunque en sí no pudiera desligarse de la realidad que conllevó a ambos a crear modestas rutinas para con el otro, Mingi encontraba dichas prácticas como algo usual, algo aburrido que debiera cumplir por mero compromiso. A decir verdad, siquiera estaba seguro de poder relatar los hechos de su día a día con el pelinegro como una rutina, pues el susodicho le agregaba color, emoción, sabor y ricura a cada segundo de su plena existencia como ser humano en la tierra. Todavía, había un pequeñísimo desbalance respecto a la otra parte de la ecuación que debía corresponder a su igualdad(es decir Yunho). Y se pintaba más o menos así... el pelinegro con el pasar de los años había adquirido tantas mañas que a nuestro protagonista creyó increíble cómo de la noche a la mañana el extrovertido y escandaloso Yunho terminó por convertirse en el recatado y tranquilo estudiante que tenía en frente.
A dónde se había ido el chico desvergonzado que en último año de bachillerato le contaba sobre sus fantasías sexuales, sin preocuparse de estar rodeado de personas o siquiera atender a la clase. En qué momento perdió al hombre que 'sin ton ni son' le decía para coger cada que veía una buena oportunidad sin importar el lugar donde estuvieran. Qué rayos le había pasado al joven con carita de ángel que gustaba de mandarle mensajes sugerentes (para nada sutiles) mientras estaba en el trabajo.
Era extraño pero Mingi de a ratos sentía como si la intrepidez, la audacia de Yunho se hubiese evaporado en algún periodo a mitad de la carrera, y podrían tacharle de infantil por el hecho de desear que su novio se mantuviera estancado en la imprudente etapa de la adolescencia, más aquel juicio no daba lugar a su caso; él no era estúpido, también había madurado. Sin embargo, aún conservaba parte importante de la esencia de la persona que había sido desde siempre, no como cierto hermoso pelinegro que se transformó en una especie de viejo.
Largó un suspiro tras mirar de reojo a su novio envuelto en una sábana, con gafas de lectura y una tacita de té al lado, completamente absorto en el trabajo que hacía en su laptop.
-"Prometiste no decir nada, Mingi. Respira profundo."-
Se recordó a sí mismo, contando hasta diez antes de seguir en lo suyo, escribiendo algunas observaciones en su cuaderno de notas.
Con el paso del tiempo la realidad le fue golpeando en la cara. Con cada semestre se volvía más evidente para él que Yunho solo se estaba perdiendo a sí mismo a favor de encajar en el mundo profesional; según este no había cabida para un muchachito irresponsable en el plano de ingeniería. Pero Mingi sabía mejor, cualquiera con dos dedos de frente estaba en facultad de contradecir al pelinegro porque simplemente los ingenieros estaban locos. Todos, desde la desquiciada de Yoora hasta el resto de los compañeros de curso y los mismos profesores de su novio, a cada uno de ellos les 'patinaba el coco'.
De cualquier manera, Mingi, después de todas las peleas que había tenido con Yunho hasta hacía apenas unas semanas atrás, no podía pedir más. Al fin y al cabo el pelinegro le hizo caso (para por fin, ahora sí, por fin) al renunciar a las horas extra en su trabajo para dedicarle el tiempo necesario a su relación y a sus estudios en un horario más llevadero, y por supuesto más flexible.
-"Pero igual no es suficiente."-
Comentó para sus adentros al tiempo que se pasaba una mano por los cabellos; maldita tendencia del ser humano de ser inconforme.
De momento no le apetecía seguir estudiando, contaba con tiempo de sobra para hacer sus quehaceres; tampoco es como si tuviese evaluaciones en los próximos días, sólo decidió echarse ahí a "estudiar" para hacerle compañía al mayor. Tras llegar a un consenso consigo mismo, cerró el cuaderno y dejó su lapicero a un lado, dando por terminada la sesión de estudio.
-"Hasta aquí. Veré cómo coño le despego los ojos de la pantalla de la laptop, pero no me voy a pasar toda la noche del viernes como un santo."-
Pensó mientras ideaba algún plan maestro para sacar al pelinegro del encierro e ir a disfrutar ambos de su juventud. Y así, como si de una intervención divina se tratase, un ángel, o más bien un demonio, tocó a la puerta del apartamento.
-¿Estás esperando a alguien?
Preguntó al girar su mirada encontrándose con la mueca de sorpresa del pelinegro.
-La verdad no. Podría ser Yoora... aunque ella siempre llama antes para avisar que vendrá.
Respondió Yunho al encogerse de hombros, empezando a moverse de su cómoda posición para ir a atender a la persona que nuevamente llamaba a la puerta con insistencia.
Resolvió hacerle señas al mayor para que se quedase en su lugar, incorporándose rápidamente para cruzar la sala en un par de zancadas hasta la entrada; abrió la puerta sin prisa para encontrarse tras ella la sonrisa de hoyuelos de un muy alegre San.
-¿Me extrañaste?
-En lo más mínimo.
Respondió de inmediato, riendo al ver a su amigo voltear cómicamente los ojos.
-Chévere, yo tampoco te extrañé. Será que me dejas pasar. Dónde está el novio tuyo de paso.
Comentó con altanería el ahora pelirrosa mientras le hacía a un lado para irrumpir en su hogar.
Volvió a reír ante los ademanes de su amigo, cerrando la puerta al tiempo que este terminaba de quitarse los zapatos.
-Yunho está en la sala, estudiando.
Comentó de forma despreocupada acomodando sus anteojos en el puente de su nariz. No iba a decirlo en voz alta pero la inoportuna visita de San le había caído de maravilla y eso no llevaba ni un minuto allí.
-¿Estudiando?... Marico, por favor... es viernes. Qué coño haces que no sacas a tu novio a pasear.
-Ni que fuera un perro, San.
-Con qué cara me vienes tú a decir eso, Mingi. Tu novio se comporta como un Golden retriever desde que lo conozco.
No pudo evitar reírse al oír aquel comentario, moviendo la cabeza en señal de negación al imaginar tal comparación; aunque en el interior estaba completamente de acuerdo en decir que su novio si guardaba muchas similitudes con esa raza de perros, teniendo en cuenta cuán enérgicos y adorables podían llegar a ser.
Mientras pensaba en tonterías, San resolvió caminar hasta la sala haciendo una estará para nada modesta a la estancia; el nivel de seguridad y orgullo de su amigo pelirrosa siempre había sobrepasado las nubes.
-Hola bombón. Llegó por quién tanto llorabas.
-Hola, San.
Respondió Yunho con simpleza viendo de soslayo al aludido, quien frunció los labios en una especie de mohín al ser recibido con tal falta de efusividad.
-Verga pero y a ustedes qué les pasa hoy, andan bien chistositos. Bueno equis... vístanse que nos vamos de farra.
Declaró San con una de sus características sonrisas gatunas llevándose ambas manos a la cintura, viendo a la pareja que tenía en frente.
A los efectos de las palabras del más bajo, Mingi reparó finalmente en la vestimenta del más bajo de los tres. El de hoyuelos llevaba unos pantalones negros rasgados, demasiado ajustados (y demasiado rotos) como para ser considerada una prenda decente, además de un crop-top rojo que no dejaba mucho más a la imaginación, con unas zapatillas converse negras (de plataforma) para completar su atuendo; a Mingi no le molestaba en lo absoluto el que su amigo tuviese la tendencia de vestirse de forma provocativa, de hecho le gustaba.
De cierto modo le fascinaba el hecho de que tanto San como Wooyoung hubiesen dejado los prejuicios de lado hacía apenas un año al declararse bisexuales; el término "heteroflexibles" que usaba Seonghwa no se lo creía convincente. Todavía, aquel detalle no era relevante de momento, lo que exaltó a Mingi de un momento a otro fue la promesa que encerraban las palabras del pelirrosa y la primicia que le facilitaba su atuendo de zorra: aquello significaba que San les llevaría a una fiesta alocada de universitarios y él estaba un 110% seguro de aceptar aquella propuesta indecente.
-Puedes ir con Mingi, yo paso esta vez. Aunque gracias por la oferta Sannie.
Escuchó decir a Yunho, haciendo que todo atisbo de felicidad del rostro de ambos muchachos se esfumara para dar lugar a una mueca de profunda confusión.
-Qué... ¿Cómo que no irás, marico?
Cuestionó San, luciendo indignado además de extrañado por el tan poco habitual de su amigo pelinegro. Mingi no estaba mejor, las palabras se le habían atorado en la boca y, a juzgar por cómo le miraba San su cara debía ser todo un poema.
Decidió acercarse hasta el pelinegro, sentándose a su lado para llamar su completa atención en un intento desesperado por hacerle cambiar de opinión.
-¿Bebé por qué no quieres ir? A ti te encantan las fiestas a las que nos lleva San. Anda di que sí, no quiero ir solo, por favorcito chiquitito con amor.
Murmuró contra el cuello del aludido, inclinándose sobre el este al tiempo que se colgaba de uno de sus brazos, logrando al menos sacarle una corta risilla.
-Yah, bebé lo siento... pero no puede ser esta vez.
-Yunho llevas todo el día sentado aquí frente a tu laptop, ¡es viernes, te mereces un descanso!
Sentenció en una especie de berrinche que no agradó por completo al mayor de los tres. Escuchó el suspiro que soltó el susodicho y no dudó en apartarse sintiéndose de algún modo ofendido por las reacciones que tenía su novio para con él.
-Mi amor, Mingi. De verdad no puedo ir, no he terminado siquiera con la mitad de las cosas que tengo pendientes, sé que te dije que no iba a trabajar de más y no lo he hecho, ¿o sí?... necesito terminar con esto esta noche, es un compromiso que se escapa de mis manos. No me molesta que vayas con San. Anda, ve y diviértete.
Escuchó decir a Yunho; el mencionado solo encontró sus ojos un par de veces al hablar, aun estando demasiado distraído en el informe que continuaba redactando.
Se le estrujó el corazón tan pronto esas palabras se asentaron en su cabeza, el que Yunho rechazara a San era una cosa, pero que este no sucumbiera a sus encantos era algo sumamente serio; qué más hubiese querido que el otro dejara en el olvido su afán de ser un alumno excepcional para ir a divertirse con él. No podía siquiera oponerse a la veracidad de las palabras de su novio.
-Pero yo no quiero ir sin ti...
Intentó una vez más, hablando en un susurro que sabía llegaría únicamente a oídos del pelinegro.
Por un momento se creyó victorioso al notar como el mayor aunque vacilante hizo a un lado la laptop en función de tomarse el debido tiempo para buscar su mirada, sostener su rostro entre sus manos y dedicarle una sonrisa de esas que tanto le gustaban y reconfortaban.
-No te quedes aquí nada más por mí, bebé. Sé cuánto quieres salir desde hace rato, por favor anda y diviértete, ¿sí? Otro día saldremos los dos juntos, lo prometo.
Tras decir aquello, sintió los labios de Yunho contra su mejilla y arrastrando los mismos con sutileza hasta postrar un beso fugaz en su boca. No lo admitiría en voz alta, pero aquellas caricias surtieron su efecto aliviando un poco la pesadez en su corazón con todo y el hecho de recibir una negación.
Le fue difícil escoger, tomar una decisión; se dedujo de forma hipotética entre la espada y la pared porque todavía no vislumbraba si irse de fiesta con San complacería del todo a Yunho. Aún así, reconocía a este último como un pésimo mentiroso y si este le adjudicaba su bendición para irse a pasar la noche rodeado de cuerpos sudoroso es porque confiaba plenamente en él y deseaba verle feliz (sin importar cuánto fuera a costarle).
-Bueno... lamento interrumpir toda la conversación y esto, pero dejé a Wooyoung en el auto esperando y ya está apunto de fundirme el teléfono a punta de quejas, así que... si vas a venir Mingi, ve y mueve tu lindo culito plano y anda a vestirte.
Luego de que el San terminase de hablar, haciendo caso omiso a la bravura de aquel insulto (su culo no era plano, era del tamaño perfecto para Yunho, gracias por preguntar) volvió la mirada a su novio, usando su última arma secreta al mirarle con ojitos de cachorro y un puchero abultando sus labios.
Estaba determinado a usar hasta la última de sus artimañas para intentar que el otro le acompañase. Sin embargo, al igual que él, Yunho estaba completamente decidido a resistirse.
Al recibir un besito de parte del pelinegro en su adorable e infantil mohín supo que había perdido la batalla. Se limitó a bajar la mirada soltando una pesada exhalación mientras marchaba derrotado en dirección a la habitación.
Por su mente cruzó la vaga idea de quedarse en casa junto a Yunho, más conocía de sobra al mayor para saber que eso era exactamente lo que este trataba de evitar a toda costa; de quedarse esa noche probablemente terminaría discutiendo con el pelinegro. Ninguno de los dos aguantaría la pela de morderse la lengua la noche entera en función de abstenerse a reprochar al otro sus decisiones.
Suspiró largo y tendido tambaleando a orillas de su desdicha para segundos más tarde reafirmar su postura, poniendo su cabeza y pecho en alto decidiendo de una vez por todas cambiar su semblante y comprometerse consigo mismo a aprovechar la oportunidad que había tocado a su puerta esa noche; después de todo no iba andar con extraños, una noche sin Yunho en compañía de sus amigos no tenía por qué ser aburrida.
Estando de mejor ánimo, resolvió ponerse lo primero que encontró en el closet: unos pantalones similares a los que le había visto a San (quizá un poco más recatados), una camisa de botones azul rey, la cual acomodó a medias dentro de los pantalones, y sus zapatillas rojas de siempre. No se molestó en maquillarse, total no tenía a nadie a quién impresionar, aunque si pasó al menos dos minutos frente al espejo arreglándose el cabello. Una vez estuvo satisfecho salió del cuarto no sin antes echarse algo de perfume y desodorante (porque si bien no iba en busca de una conquista, oler bien nunca estaba demás).
-Ya estoy listo.
Anunció al pararse en medio de la sala llamando la atención de San quien se había sentado a un lado de su novio; a juzgar por la cara de obstinado de su novio el pelirrosa probablemente estaría como quien dice –'calentándole la oreja.'-
-Te ves riquísimo. Lástima que no andas soltero.
Bromeó el de hoyuelos haciendo que riera avergonzado por tal comentario. Inmediatamente buscó la mirada de su novio quien, a través de sus gafas de lectura le vio de forma inquisitoria.
No le tomó ni un segundo moverse de un extremo a otro de la sala cuando el mayor le hizo señas con los dedos para que se acercara; tendido allí de rodillas junto a Yunho sintió su corazón latir cuando el otro le echó otra rápida mirada de arriba abajo.
-San tiene razón, te ves demasiado bien como para no caerte encima.
Murmuró el pelinegro sin apartar la mirada de su atuendo, alzando ambas manos para abotonar los primeros dos botones de su camisa que procuró dejar abiertos para lucir más tentador. Esbozó una sonrisa ante el ademán del mayor para con él al tiempo que tomó una de sus manos y así llevarla a la altura de sus labios, posando un beso en la palma de la misma.
-Prometo portarme bien y volver a ti, yuyu.
Comentó al tiempo que su sonrisa se transformaba en una coqueta mueca con tintes de superioridad.
-Más te vale que lo hagas.
Respondió el aludido inclinándose para besar su sonrisa y-...
-¡Ajá, sí! Ya entendimos. Mingi te vas a portar bien sino Yunho te va a partir el culo. Deja los celos marico, o sea, tú fuiste quien dijo que no quería venir.
Dejó caer su cabeza al tiempo que soltaba una corta carcajada, elevando la mirada antes de atrapar los labios de su novio entre un beso y un "te amo" atropellado que le obsequió al mayor antes de echar la carrera en busca de su cartera, el teléfono y las llaves.
-¡Diviértete con tu vaina de Investigación de Operaciones, primor!
-¡Más te vale que me cuides al niño San, o si no a quien le voy a partir el culo es a ti!
-¡Tú dime la hora y el lugar y me abro de piernas para ti, bebé!
Gritó San antes de que pudiera cerrar la puerta; el pelirrosa no tenía remedio, mucho menos un filtro entre su boca y cerebro. Esperaba que la vieja chismosa del apartamento de enfrente no hubiese escuchado nada, no quería tener otra nota de conducta inapropiada pegada a su puerta.
-Increíble como llevan toda la vida juntos y Yunho sigue en plan súper sobreprotector contigo.
Comentó San mientras bajaban las escaleras del edificio, haciendo que Mingi se encogiera de hombros sin dejar de sonreír
-Qué te puedo decir. A mí se me hace algo lindo.
-Uy sí, lindísimo... yo todavía no entiendo cómo es que no te pide que le llames 'Daddy'... ugh, no. Eso es lo único que le falta, te lo juro.
Dijo su amigo tras rodar los ojos al notarle tan despreocupado. Una vez más prefirió reír contra su mano antes de ofrecer una respuesta a medias, sintiendo el calorcillo que le trepaba por el cuello hasta las orejas.
Para su suerte San no hizo comentario alguno de su reacción, optando por caminar el tramo faltante de escalones en silencio hasta salir juntos al estacionamiento de la residencia donde les esperaba un muy exasperado Wooyoung. Tan pronto el otro les vio empezó a golpear contra el volante del auto para que sonara la corneta en un claro aviso de que debían darse prisa.
Sin ganas de seguir escuchando aquel infernal sonido, aceleró el paso llegando en un par de zancadas a la parte trasera del auto, abrió la puerta e introdujo su larga figura en el mismo justo al momento que San llegaba y tomaba su lugar en el asiento del conductor, rápidamente abrochando su cinturón de seguridad antes de poner el carro a andar mientras escuchaba los inacabables quejidos de Wooyoung a su lado.
-Por qué coño tardaron tanto y dónde carajo está Yunho.
-Yunho no quiso venir, por eso nos tardamos. Mingi andaba metiéndole una labia intensa ahí para ver si aflojaba, pero no quiso.
Explicó el pelirrosa viendo de reojo a su amigo que iba de copiloto, sentado como la propia diva en su trono.
-Verga, Yunho si es pajuo... se le va explotar el cerebro de tanto que estudia. Ay, hola Mingi. Gracias por venir bebé.
Comentó Wooyoung al girar su cabeza para encararle por primera vez en la noche con una de sus típicas y enormes sonrisas.
-Pues sí, gracias por darte cuenta de mi existencia y decir que mi novio es un pajuo. O sea, yo sé que lo es, pero no para que me lo digas en mi cara.
Dijo con una clara nota de sarcasmo y humor en su voz, haciendo que sus dos amigos rieran a carcajadas.
-Ay bebé, no te me ofendas. Tú sabes que yo te quiero mucho, además esta noche es para volvernos bien perras. Obvio la idea principal era que Yunho despegara la cara de los libros, pero bueno, allá él.
Habló Wooyoung para tratar de aligerar un poco la pesadez que inevitablemente colgaba en el ambiente a razón de la ausencia del pelinegro.
Era un hecho que estaba un tanto triste e incómodo de haber salido sin su pareja, es decir, él y Yunho eran inseparables, más había tomado su decisión y estaba enfocado en disfrutar de la noche; bajo ninguna circunstancia se convertiría en el aguafiestas.
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El viaje en auto además de corto, terminó siendo más ameno de lo que esperaba, aunque teniendo en cuenta tanto a la persona que iba al volante como a su copiloto, le hubiera preocupado que el dúo dinámico no le hubiese hecho reír hasta llorar.
Ya en la fiesta no se preocupó siquiera en reparar en el lugar donde quedaba aquella hermosa casa, tan solo se limitó a dejarse arrastrar por sus amigos y el resto de las almas jóvenes que daban vida al lugar.
Con la música tan alto y el ambiente cargado en un voraz entusiasmo en un abrir y cerrar de ojos ya estaba gritando y riendo entre la multitud de cuerpos que se movían al ritmo de una canción cualquiera de reggaetón. En todo el rato que llevaba en la fiesta optó por quedarse con sus amigos, persiguiendo a ambos como un perro faldero de un lugar a otro por entre los pasillos y los salones de aquel lugar. Había oído de San que probablemente Hongjoong y Seonghwa anduvieran desfilando cerca de ellos, más en las dos horas que llevaba allí metido no fue capaz de encontrar rastro alguno de los susodichos.
No es tampoco como si aquello le pesara en el alma, teniendo más de cuatro tragos encima más bien le pasaba de refilón toda preocupación; en ese momento el único pensamiento al que correspondía su mente era el de seguir sudando las penas.
Se dejaba guiar por las manos de Wooyoung que a una distancia prudente seguía tomándole de la cintura y ocasionalmente del cuello, bailando a la mitad de la barrera que hacían San y él con sus cuerpos; el que hacía de relleno del sándwich se restregaba en inmutable descaro contra la cara del pan que hacía el pelirrosa.
La escena en sí no se le antojaba como algo fuera de lo común, estaba acostumbrado a bailar en fiestas con sus amigos desde el liceo. En realidad los chicos siempre habían sido un punto de apoyo para él y Yunho, porque colgándote y bailándole subjetivamente a un hombre el número de mujeres a las que debía rechazar disminuía considerablemente.
Entonces sí, estaba feliz ahí dándolo todo, moviendo las caderas al ritmo del bajo que retumbaba en las bocinas a pocos metros de ellos y en su pecho. Sin embargo, llevaba ya alrededor de veinte minutos meneando una ligera incomodidad en su corazón.
Mingi podía tener miopía, más eso no le quitaba la habilidad de advertir cuando dos personas se sentían atraídas entre sí, tampoco es como si el 'WooSan' hiciera el intento por enmascarar un poco la realidad; opinaba burda de atrevido el que sus dos amigos estuviesen allí tan intensos delante de él.
-"No coman delante de los pobres."-
Le provocó decir cuando finalmente San se atrevió a capturar la boca de un sudoroso Wooyoung con la suya. Le sorprendió que no cayeran antes en la tentación, si ya de por sí había pillado a San robándole picos a Wooyoung cuando pensaba que nadie le estaba viendo, igual le sirvió para reírse un rato de la cara de 'yo no fui' que ponía el pelirrosa cada que Wooyoung le retaba con la mirada.
Para deleite de otros (o quizá no) acabó siendo el pilar del cual sus amigos se sostenían tanto para 'meter la coba' de que seguían bailando como para sostener el empuje y la fiereza que crearon sus cuerpos unidos en todo el tiempo que movieron sus bocas a favor de devorar al contrario. Rodó los ojos al darse cuenta que estaba haciendo de 'lamparita', resolviendo de inmediato que buscaría un trago para así poder darle un poco de espacio a la nueva parejita.
No le malentiendan, Mingi no tenía nada en contra de lo ocurrido, a decir verdad le hacía feliz el que sus amigos por fin se dignaran a ponerse en acción y acabar con la absurda tensión sexual que desde hacía años venían acumulando; existía quizá la posibilidad de que esos dos estuviesen juntos desde antes y hubieran preferido guardarse el secreto, pero como decía el buen Juan Gabriel... –"Lo que se ve no se pregunta."- y como buen amigo que era, Mingi solo iba a brindar a favor de la unión y la locura compartida de aquel par. Todavía, el verles tan juntos y a gusto con el otro le sirvió de catalizador para asumir su conformidad con la realidad.
Extrañaba a Yunho, o más bien, quería a Yunho.
Atestiguar cuán entregados se encontraban sus amigos respecto al otro, hizo a su cuerpo antojarse de la presencia de su adorado pelinegro, de sus besos, de su tacto, de su risa, de su cariño, de todo. Y sí, el ambiente en esa fiesta de hecho era increíble, pero pudo resultar más ameno si Yunho hubiese decidido venir con ellos.
En el presente que compartía con desconocidos, allí entre la marabunta que le llevaba de un lado a otro dentro de esa casa, teniendo todavía una vista privilegiada del WooSan, más que nunca anheló el estar así con su novio, bailando sobre y contra el otro hasta que sus cuerpos perdieran el aguante.
Frunció los labios en un mohín bastante infantil, mueca que detonó su completa inconformidad a razón del momento que estaba viviendo. Partiendo de donde estaba, decidió aventurarse hasta encontrar el lugar donde guardaban las cervezas, suspirando antes de abrirla y pasarse la amargura de un trago.
No le quedaban ganas de volver junto a sus amigos, mucho menos de encontrar a los que hasta ese segundo no había visto. Decidió echar un vistazo a su teléfono, sonriendo tan pronto notó un mensaje de Yunho.
♥Yuyu
-"Espero estés pasando una buena noche, bebé. No bebas demasiado y no dejes que San se vuelva mierda. Yoora vino a pasar la noche para ayudarme con el informe, espero no te moleste. Te amo."
Leyó el mensaje con detenimiento, casi pudiendo escuchar la voz de su novio diciendo cada palabra en su mente; el simple hecho de que Yunho se hubiese tomado la molestia de escribirle fue suficiente para hacerle sonreír.
Por un momento olvidó dónde estaba, más al sentir como alguien caía aparatosamente delante de él volvió en sí. Estuvo a punto de ayudar al chico que seguía riendo a pesar de llevarse una paliza contra el piso; sin embargo, los que su supuso eran los amigos del susodicho se adelantaron a socorrerlo, llevándoselo en brazos.
Sin más distracciones que las letras con doble sentido de las canciones que llegaban a sus oídos, se sintió tentado a responderle al pelinegro, escribirle cualquier tontería para quizá entablar una conversación. Prefirió desechar tal idea ante el carácter irracional de la misma para no cometer un error; Yunho no debía enterarse de que no se estaba divirtiendo, mucho menos que el otro pospusiera sus quehaceres para mantenerle distraído.
Negó con la cabeza antes de guardarse el teléfono en el bolsillo y empinar la botella en sus labios para dar otro trago a la cerveza. Mientras el frío y espumoso líquido recorría su garganta volvió a encontrar a San y a Wooyoung con la mirada, los dos parecían un poco más 'calmados', es decir, ya no estaban comiéndose la boca, sólo estaban bailando tan sucio como él y Yunho solían hacerlo en sus primeros semestres de universidad, cuando ir a una fiesta el fin de semana o 'echarse palos' en casa de Hongjoong era lo único que parecía importar...
"Hacía calor allí o era él, aunque se inclinaba por la segunda opción. Cualquiera que fuera la respuesta correcta le traía sin cuidado. La garganta le ardía a razón de todos los tragos que había tomado en la última hora, todavía eso no era suficiente para equiparar el ardor que se alojaba en su cuerpo; las ganas que valerosas le cosquilleaban en la piel por mero capricho a sentir algo, más bien alguien.
El ferviente anhelo que cargaba encima privaba por sobre toda eventualidad que le pudiera aquejar. Realmente, tenía un único objetivo presente, escrito en la frente... el de encontrar a un igual para con él fundirse al calor de sus entrañas; y quién más conveniente sino su dulce y alegre novio.
-¡Yunho!
Exclamó al dar con el dueño de sus sonrisas, alargando cada vocal del nombre del mismo para enfatizar su entusiasmo.
Sin perder el tiempo envolvió al aludido entre sus brazos que, cual tentáculos, le rodearon apresándolo contra su cuerpo. A los efectos de ello su novio le correspondió poniendo las extremidades superiores en torno a su cintura para acabar los dos juntos allí de pie junto a la barra de la cocina del apartamento de Hongjoong.
-Dime bebé.
Murmuró Yunho al inclinarse sobre su cuerpo, en un movimiento bastante invasivo que le hizo cosquillas ni bien el aliento del pelinegro chocó contra su cuello.
Se encogió ligeramente por los escalofríos que percibió a consecuencia de los coquetos ademanes de su pareja; estaba quizá demasiado ebrio, demasiado prendido como para dar batalla a un Yunho juguetón, pero estando en sus cinco sentidos tampoco hubiese puesto mayor resistencia.
Una tonta risilla risueña se escapó de su boca y, embobado debido a la cantidad de alcohol en su sangre, acabó por encogerse a cada tanto en su lugar mientras trataba de recordar por qué había querido llamar la atención del mayor.
-¡Ah, ya recordé!
Exclamó apartando al pelinegro tras tomarle por los brazos, notando la expresión de sorpresa que dibujaron sus facciones.
-¡Ven a bailar conmigo!
Agregó sin dar tiempo a que el otro pudiera sacar conclusiones apresuradas, siquiera sentirse mal por tan abrupta interrupción.
-Ay Mingi, pero te dije que no tenía ganas de bailar.
Comentó el mayor, logrando zafarse del agarre del mencionado sin ser demasiado tosco antes de darse la vuelta y emprender su camino al sofá donde Yeosang y Seonghwa parecían mantener una animada plática sobre algo que... sinceramente no encontró relevante; quizá hablaban de cuadres, quizá charlaban de Jongho, es decir, Yeosang últimamente estaba muy pendiente del bebé del grupo, pero esas cosas se las tendrán que imaginar porque al autor le da paja elaborar.
A Mingi le tomó un dos segundos darse cuenta que su novio literalmente lo había dejado con las manos en el aire, más tan pronto reaccionó fue capaz de atrapar al pelinegro impidiendo que este tomara asiento a un lado de un muy cariñoso Seonghwa.
Con sus dedos tanteó a los costados del mayor hasta dar con las trabillas del pantalón del susodicho, enganchando sus dedos en ellas consiguiendo que el pelinegro volviera a su lugar predilecto: entre sus brazos y pegado a su pecho.
-Baila conmigo, Yuyu...
Intentó nuevamente, endulzando el tono de su voz al hablarle al oído a Yunho, quien reaccionó a sus caricias tal como él lo había hecho hacía solo unos minutos.
Teniendo de espaldas al pelinegro y con las manos firmemente afianzadas a la estrecha cintura del mismo no le fue difícil guiarle en un ligero vaivén, tentando al otro a seguir afanosamente el ritmo de la canción que sonaba desde las cornetas portátiles de Hongjoong al otro lado de la habitación.
De a poco fue sintiendo como el cuerpo de Yunho se tornaba dócil, dejándose caer a sí mismo en sus encantos. Esbozó una sonrisa llena de picardía al registrar el movimiento que contagió al susodicho; descubrió como el mayor intentaba arrimarse más a su cuerpo en busca de aquello que desde un inicio ambos estuvieron pidiendo. Pero no era suficiente, el tener a Yunho de espaldas prácticamente adherido a su torso, bailando con cierto deje de insinuación era una divinidad, sí, pero podía ser mejor.
Al ver la oportunidad, le dio la vuelta al pelinegro siendo cautivado al instante por unos espirales cafés repletos de pasión enervante. Aquella mirada nunca fallaba en provocarle los más suculentos espasmos en el cuerpo, sobre todo en la parte tan erógena a la cual indistintamente de la ropa que cargaba Yunho lograba estimular en cada sensual empujón que sus caderas daban deliberadamente contra las suyas al ritmo de un reggaetón lento.
No supo con certeza el momento que pasó la antorcha a manos de su verdugo, le fue indiferente ponerse a indagar para conseguir respuestas al por qué ya sus manos se encontraban tras la nuca de su pareja, es decir, qué tanto podría pensar en su estado delirante cuando tenían lo que quería.
-A-ah... Y-yunho...
Gimió ligeramente, el sonido perdiéndose ante la potencia del bajo que resonaba en sus almas, juntándolos a ambos en cada pulsación a la espera de una hermosa colisión. Yunho le sostenía ahora con la zurda en su espalda baja, controlando por completo el ángulo en el que sus cuerpos se encontraban a mitad de camino en modestas y voluptuosas oleadas que iban tras la indecorosa melodía.
De momento se encontraba con las piernas ligeramente abiertas, y una de las del mayor entre las suyas, bailando en una forma que a cualquier espectador lejos de estar bajo los efectos inhibidores del alcohol, se le hubiese antojado vulgar.
Sí, no existía adjetivo más idóneo para describir lo que Mingi hacía en ese momento con su novio. Era la forma como las grandes y delicadas manos de su novio se acoplaban a su complexión delgada, a los arcos que dibujaban sus costados hasta el nacimiento de sus piernas, de sus glúteos; acechando a la deriva, al final de su espalda donde las manos del susodicho resolvían temblar a raíz del deseo contenido.
Era la provocación mutua que conversaban sus bocas al tocarse con soplidos cálidos de aire que entre jadeos y suspiros iban pronunciando los versos que en vez de actuarlos en besos, se mantenían bajo rigurosos ensayos; Mingi conocía la boca que le sonrió al momento de plantarle un beso más abajo en el mentón. Esos labios no precisaban de un beso real para desarmarse, el deseo y la ilusión eran potentes, más la realidad superaba con creces la ficción.
Asumió su perdición al considerar la temperatura que se alzó desde su vientre hasta su cabeza, hasta difuminar su mirada haciendo que se sintiera ligero ante cualquier ínfimo roce que Yunho dejaba sobre la piel de sus brazos antes de moverle aún en sincronía con la música; su talento innato para el baile permitiendo que el pelinegro no perdiera un solo bit de la canción, instruyéndole en el camino para ser uno con la melodía. Todavía, las acciones que le colmaban de ganas eran el ápice a razón del contexto, pues las palabras que le dedicaba Yunho también tenían un papel protagónico en la situación.
-Shh... no tan alto bebé, van a darse cuenta.
Al oír a su novio, de alguna manera sus neuronas hicieron conexión nuevamente a favor de que pudiera descifrar las intenciones ocultas de su pareja.
Mingi insistía, Yunho se tomaba a pecho su papel de verdugo, sin embargo era algo común que solía resultar de su dinámica con el mayor. A fin de cuentas él iba igual a firmar su sentencia y así llegar al exilio, lejos de ese plano mundano para darse un viaje por los parajes de placer, bien alto donde sus manos tocasen no las nubes, sino a Yunho; porque el pelinegro simbolizaba la inmensidad, su mundo, su paraíso.
-Tienes miedo de que nos descubran, ¿hm?... cállame entonces.
Retó a su novio; su voz se le antojó un tanto grave, rasposa, pero a un volumen lo suficientemente alto para ser registrado por los oídos del más alto.
Sin nada que mereciera la pena objetar, Yunho le fue fiel a sus principios esbozando una sonrisa segundos antes de juntar sus bocas de forma presurosa; besaba a Mingi con ambición, pretendiendo chupar de sus belfos algún tipo de elixir para con este aplacar la sed que sentía su humanidad. El menor ni corto ni perezoso le correspondió con avidez, abriéndose paso en la húmeda cavidad bucal del mayor para juguetear sin reparo, moviendo su lengua y sellando sus labios cuando era necesario; de la manera que le gustaba a ambos.
La rigidez entre sus piernas era un problema evidente, una complicación que valía por dos, pues Yunho no se encontraba en un mejor estado que él. Sentir a su novio tan duro contra la piel sensible de sus muslos era un pecado por sí solo. Quién le había mandado a él a usar esa noche los pantalones rasgados que a duras penas tenían tela para cubrir sus piernas.
Ahogó un gemido con el nombre del pelinegro tan pronto este guió pies para dar una vuelta, simulando todavía algún tipo de danza decadente para aparentar frente a los presentes; el movimiento en sí no había sido nada del otro mundo, pero estando tan caliente cualquier nimiedad, cualquier tacto que de manera furtiva el mayor ofrecía a su piel le bastaba para estremecerse.
Tampoco podía mentir, Yunho era un bailarín excepcional, el pelinegro llevaba el ritmo en la sangre contoneándose como un erudito ante cualquiera al demostrar una buena técnica de ejecución, un balance que (Dios se lo bendiga) era suficiente para remediar el hecho de que tanto sus piernas y sus pies comenzaran a fallarle en medio de aquel lujurioso baile.
Es decir, sí... estaban bailando al ritmo de 'Virtual Diva' del icónico Don Omar, pero hasta en la decadencia existe en la finura y quien no sea capaz de apreciar eso es porque nunca ha puesto en práctica la vieja confiable de –"El orgullo por el cielo y el perro hasta el suelo."- por eso si Mingi tiraba y Yunho se arrimaba, si Mingi se movía Yunho también lo haría; la correspondencia era lo más relevante de momento, algo que malgastaban porque simplemente les sobraba.
-Chequea como se menea...
Canturreó Yunho en su oído tras separarse de un beso arrebatador. Con los labios aún mojados a razón de los besos, modulaba las palabras contra su oreja en un español machucado que, sin lugar a dudas, acrecentó su excitación.
-Mh... bailas muy rico, todo lo haces rico...
Sentenció al echar la cabeza hacia atrás, sintiendo las manos del pelinegro aventurarse bajo su camisa en caricias ascendentes por sus costados, provocándole ligeras cosquillas. Al mismo tiempo la boca del pelinegro emprendió un viaje en sentido contrario, descendiendo por la longitud de su cuello en suaves besos; sólo sus ardientes e hinchados labios presionando tiernamente contra su piel.
-Puedo hacer que se sienta más rico si quieres, bebé.
Como si de un látigo se tratase, las palabras del mayor azotaron con ímpetu en su cuerpo haciendo que se retorciera en el espasmo más delicioso y escandaloso de la noche.
Lo que ocurrió después no supo si fue a modo de reprimenda o un obsequio de parte del mayor, cualquiera de las dos le hubiese funcionado, porque sentir la mano de su novio finalmente bajo su ropa estrujando una de sus nalgas con convicción, como que queriendo decir –"todo esto es mío."- fue sencillamente la gota que rebalsó el vaso. Y sí, obviamente todo eso era suyo y de nadie más, no tenía ni por asomo interés en ofrecerlo a otra persona.
Al abrir sus ojos mientras seguía moviéndose y el mayor continuaba presionando besos aleatorios sobre su piel, Mingi descubrió la mirada curiosa de una personita que sí parecía tener interés en unirse a lo que ellos hacían; en tocar lo que a su novio le pertenecía.
Tiró de los cabellos azabaches del susodicho al caer en cuenta de la audiencia que tenían, forzando al otro a encontrar su mirada antes de expresar su inquietud.
-J-jongho nos está viendo...
Murmuró entre ligeros jadeos que chocaron contra los belfos de su novio dada la cercanía que guardaban.
El menor de todo el grupo por alguna razón todavía no reparaba en el hecho de que su fisgoneo había despertado la atención de las mismas personas a quienes observaba con detenimiento, inclusive era tan indiscreto como para relamerse los labios y sonrojarse ante la acusatoria presencia de un cohibido Mingi.
Ante su declaración, el pelinegro pareció pensarse las cosas por un segundo, transcurrido este tiempo sorprendió a su novio al darle un casto beso en los labios y luego decir...
-Démosle un show apropiado entonces.
Comentó Yunho en un tono rebosante de picardía, la misma que destellaba en sus ojos y en cada minúsculo recoveco de su rostro.
Oh, su novio quería jugar sucio esa noche y qué iba a hacer él, ¿decir que no? Es decir, estaba loco pero no lo suficiente como para discernir del hecho de que, en efecto, ese manifiesto de parte del mayor fue el equivalente a meter el pie en el acelerador en un carro sin frenos.
Se mordió los labios al advertir la mirada del menor sobre ambos, el otro intentando ser prudente al ver nada más de soslayo hacia ellos. La sala del apartamento de Hongjoong estaba iluminada con luces genéricas de navidad, porque al aludido le encantaba poner el 'ambiente' en sus reuniones, y bueno, primera vez que se daba a la tarea de agradecer en silencio aquel detalle porque con ese brillo era suficiente para notar lo que el resto parecía pasar por alto.
Sonrió contra los labios de su novio al tomarle con ambas manos por el cuello, atrayéndole en un beso candente, mojado, que hizo a ambos detenerse por un instante el contoneo que venían trazando.
Percibió el ligero temblor que tuvieron las manos del pelinegro contra su cuerpo cuando se dignó a chupar su lengua, moviendo la cabeza para denotar la obviedad de su acción sólo para exhibirse delante Jongho, tal como Yunho le dijo. Los sonidos de aprobación que soltó su pareja le resultaban tan satisfactorios que hubiese dado lo que fuera porque la poca audiencia también pudiera oírles; en ese momento se sentía caritativo como para permitir algo así, aunque estaba más que claro para él que era sólo cuestión de ver sin tocar.
Total, era un espectáculo después de todo, y uno siendo parte de la fanaticada no se monta en el escenario sin permiso para ir tras los artistas sin que seguridad te alcance primero.
Al culminar el beso continuó sonriendo al ver los finos hilos de saliva que resplandecían a la tenue luz de la habitación, contagiando su alegría al pelinegro quien ahora se inclinaba para unir sus frentes mientras él cruzaba los brazos tras el cuello de este.
-¿Nos sigue viendo?...
Cuestionó Yunho en un susurro tras acabar una de las canciones, dando tiempo a que continuara la siguiente en la lista de reproducción antes de hacer algún otro movimiento, todo con el propósito de no atraer más miradas de las necesarias.
-S-sí... creo que le gusta bastante lo que ve.
Murmuró al robarle un besito de los labios a Yunho, dejándose llevar una vez más por el sensual movimiento que el otro impartía a su cuerpo; qué más sensual y divino para la ocasión que bailar Despacito a las dos y media de la mañana arrimado en un esquina del apartamento de tus amigos.
-Por supuesto que le gusta, bebé. Eres la persona más sexy del mundo, nadie en su sano juicio podría apartar la mirada de ti.
Comentó Yunho como si aquello fuese lo más obvio, como si fuese completamente común gastarte halagos de esa índole con tu pareja, y quizá sí lo era teniendo en cuenta la naturaleza de la relación de ambos, pero eso no detuvo el sentimiento que afloró en Mingi; aquella impresión, mezclada con vergüenza que a su vez se teñía de seguridad porque todo lo que decía su novio en esos momentos era –"Sí, sí, sí."- y si Yunho decía que era la persona más sexy del mundo, iría a la tumba creyéndoselo.
-Tú sólo sigue haciendo lo tuyo. A menos que quieras decepcionar a Jongho...
Agregó el pelinegro al hablar contra su mentón, presionando cada palabra contra su piel.
Como si fuera algún tipo de orden, su cuerpo reaccionó empezando a moverse en libidinosas ondas que emparejaban con las del mayor, sintiendo en cada encuentro la tensión en los músculos de su opuesto disolverse en ligeros temblores involuntarios; una sonrisa juguetona se formó en sus labios al advertir la mirada de Jongho siguiendo su movimiento, como si hubiera lanzado alguna clase de hechizo en el menor para tener su absoluta atención. Rió ligeramente, sonido que en un abrupto choque se convirtió en gemido, en canción para los oídos de Yunho.
-Te dije que bajaras la voz, Mingi... ¿acaso quieres más público?, ¿hm?... ¿quieres que todos los demás noten cuán necesitado estás por algo de atención?
Habló Yunho con un deje muy notorio de desaprobación en su voz. Pese a todo el susodicho continuaba meneando las caderas, siguiendo el compás de alguna canción de Bad Bunny.
En el fondo sabía que todo era un juego, que Yunho estaba tratando de provocarle para alimentar el morbo que sentían ambos por cosas como esa, igualmente conocía los límites que, sin ser dichos en voz alta, ambos tenían en cuenta al pie de la letra. Todavía era la primera vez que hacía algo tan picante con su novio, y la sensación se le antojaba rara, como que sí pero no.
Quería ir tras ello, comportarse como una perra porque sí le gustaba la idea de que el muy recto y heterosexual Jongho le estuviese comiendo con la mirada, más el temor suprimía sus ganas. Seguía bailando a favor de distraer a su novio, apretándole contra su cuerpo para tratar de empujar fuera de su cabeza las inquietudes que tanto le retenían.
A falta de respuestas, Yunho volvió a tomar el asunto en sus manos (literalmente) al explorar por debajo de su ropa haciendo que Mingi soltase una pesada exhalación contra su hombro. Las manos del pelinegro cada vez más cerca de lo único que, sin pena alguna, se mantenía erguido, completamente ajeno al sentimiento de culpa que su propio dueño manifestaba.
De un momento a otro la deliciosa y tibia palma de su mayor se frotó contra aquel lugar y, advirtiendo una catástrofe se apresuró a sellar su boca con la opuesta, enmudeciendo la cuerda de gimoteos que su novio se tragó sin dificultades.
-No tengas miedo, bebé... estás conmigo. Anda, dale a Jongho lo que quiere.
Dijo Yunho una vez logró apartarse de la demandante boca del menor.
Al oír el nombre de su amigo, inmediatamente buscó la mirada del susodicho quien ahora había cambiado de puesto en el sofá con Yeosang, quedando en el ángulo perfecto respecto a ellos para con el menor pudiese ver a detalle lo que Yunho hacía con su mano entre los dos.
Sonrojado y apenado, escondió el rostro a la curvatura del cuello del pelinegro, quien no tardó en llenarle la mejilla y el mentón con besos, pausando el movimiento de su mano para volver a tomarle de las caderas y bailar un poco más lento en función de la canción de pop que sonaba desde las cornetas. Mentiría si dijera que no le molestó que su novio parara, más no quería comportarse como un carajito, aunque al final le salió el tiro por la culata, pues eso fue exactamente lo que hizo.
-N-no, sigue, sigue... te necesito.
-Pero si ni siquiera me quieres ver a los ojos cuando te toco, Gigi.
Se burló su novio al oír el berrinche que el menor le estaba montando.
Ante la veracidad de los hechos, Mingi respiró profundo encontrando valor antes de tomar discretamente una de las manos del pelinegro para llevarla hasta su hinchada entrepierna, presionando contra la palma de aquella mano en busca de algo de alivio. Aprovechando el impulso, buscó una vez más los labios de su novio, chupando el inferior antes de pasear su lengua repetidas veces sobre los mismos, lamiendo superficialmente para ofrecer algo nuevo a su audiencia y dejarle en claro al pelinegro que ahora sí iba en serio.
A los efectos de su acción, Yunho invirtió los papales, dejándole frotarse contra su mano mientras seguía bailando a sabiendas que a ninguno de los dos les importaba realmente lo que estaba pasando a su alrededor; de fondo escuchaba risas, distinguía vagamente el ritmo de una melodía que le resultaba familiar pero nada más relevante que el pelinegro que se movía frente a él y entre sus piernas.
Si los demás ya se habían percatado de lo que pasaba en plena sala, también le traía sin cuidado, de todas formas deseaba creer que estaban lo suficientemente tomados como para no molestarse en separarles, o que al igual que Jongho sólo disfrutaran a complacencia y en silencio del lascivo acto.
La cabeza le daba vueltas, el cuerpo le temblaba debido al placer y por más que lo intentase no era capaz de reprimir todos los gemidos y jadeos que salían uno tras otro de su boca. Mientras sostenía a Yunho de su camisa a los costados del cuerpo, iba empujando sus caderas contra su mano para proveerse a sí mismo de más placer. De algún modo sus cuerpos mantenían de a ratos una humilde sincronización con la música de fondo, mérito que lo atribuía a los intentos de su novio por seguir llevando a cabo esa travesura en frente de sus amigos.
No podía mentir, desde hacía mucho que no estaba tan excitado, que no se percibía tan cerca de un orgasmo a pesar del escaso contacto directo que estaba recibiendo. Sentía lágrimas incluso acumularse en sus ojos a razón del goce que se acrecentaba en su interior, su vientre se contraía como producto de la fruición, y cada vez que Yunho abría la boca para elogiarlo daba un paso más cerca de su liberación; el corazón le latía a millón.
Recordando la razón principal por la cual estaba en medio de todo eso, alzó la mirada y resolvió apoyar su mentón en uno de los hombros de su novio, viendo directamente a los ojos de Jongho por primera vez en la noche. Se mordió los labios al pillar el nerviosismo de su amigo, desde allí los orbes del menor refractaban las lucecillas que iluminaban la estancia, haciéndolos lucir repletos de estrellas. Por el rabillo del ojo pilló al resto del grupo, los susodichos completamente absortos en el desenlace de un juego de cartas mientras hablaban, permitiendo a ellos tres vivir a expensas de su propia fantasía.
-Y-yuyu estoy muy cerca... no p-pares, mhm...
Se atrevió a decir al mover su cabeza de forma que su rostro quedase oculto, su sonrosada mejilla presionando contra el cuello de la camisa del aludido. Esbozó una temblorosa sonrisa al caer en realización de los estragos que hacían pequeñeces como esa a su adorado pelinegro, quien a duras penas trataba de seguir guardando las apariencias.
-Córrete entonces, deja que Jongho vea la hermosa carita que pones cuando no puedes más.
El hecho de que Yunho estuviese dándole un privilegio como ese a otra persona, fuera o no uno de sus mejores amigos, le resultó suficiente para su cuerpo colapsar con gracia en el plano al cual solo su novio (y quizá su mano) le consentía alcanzar; eso y el hecho de que como niño obediente Mingi no se corría sino era con el permiso de su pareja.
En ese mismo instante, mientras se abrazaba y dejaba que las divinas sacudidas de placer hicieran lo suyo, volvió a descubrirse en medio de una sofocante y abrumadora experiencia, topándose con la mirada del menor quien ahora le veía mordiendo sus labios, más exaltado que nunca, apretando las manos hechas puño sobre su regazo; completamente ensimismado en el deleite de su culminación soltó una corta risilla antes de relamerse los labios secos.
Se pasó la diestra por los cabellos al tiempo que recargaba una de sus mejillas en el mentón de su novio, atreviéndose a obsequiar un guiño a la audiencia. Como respuesta el menor pareció terminar de caer en cuenta de lo sucedido, apartando la mirada de inmediato, completamente rojo hasta la punta de las orejas.
Soltó otra tonta carcajada ante la ternura de la escena, prefiriendo dejar al muchacho quieto de modo que pudiera volver a plantar toda su atención en el pelinegro que le miraba con una de sus coquetas sonrisas bordada en los labios.
-¿Te divertiste?
-Mhm... mucho.
Respondió al darle un beso fugaz al mayor, presionando sus cuerpos a favor de reducir toda distancia que pudiera quedar entre ellos.
La música seguía sonando pero sus cuerpos, extrañamente se mantuvieron quietos; ambos respirando la tranquilidad del otro, aunque Mingi sintiese una molesta y pegajosa sensación dentro de sus pantalones. Y hablando de pantalones...
-Vamos al baño para que pueda resolver lo que quedó pendiente.
Murmuró el menor, rozando sus labios contra los de Yunho.
-¿Invitamos a Jongho para que aprenda algo más?
-Yo creo que él ya tuvo suficiente por una noche, Yuyu.
Ante su declaración el mencionado llevó una de sus manos a la altura de su boca tratando de aminorar el ruido de sus carcajadas, mientras entre risas le guió en pasos torpes al baño donde se encerraron para terminar la tarea incompleta a pesar de las protestas de Hongjoong."
Sonrió de forma inconsciente al recordar esa noche. Luego de eso se había encerrado en el baño y prácticamente acabó por chuparle el alma el pelinegro; había estado tan prendido que no se mostró intimidado ante la majestuosa corrida de su mayor.
Con todo lo vivido ni siquiera fue suficiente para menguar los efectos adormecedores del alcohol en su mente. Por un demonio, había concedido a su novio la oportunidad de correrse en su boca, peor aún, se lo había tragado; no es que supiera mal, no es que fuese algo aberrante, sólo que eso nunca figuró en su lista de cosas favoritas.
Se llevó la botella de cerveza a los labios, dando un nuevo trago cuando a razón de sus vívidos recuerdos, su cabeza le jugó una mala pasada recordando el efímero sabor y la espesura de aquello que no le gustaba pasar por su garganta; el que fuese gay no significaba que le gustara la leche, al menos no esa.
Soltó una risilla ante tal tontería, si Yunho hubiese estado allí le hubiese dicho que esas cosas le provocaban ternura, porque al fin y al cabo su novio tenía fetiches raros; por más que intentase negarlo, el pelinegro siempre le salía con un cuento nuevo o le alentaba a experimentar con cosas para nada habituales, el claro ejemplo de ello, esa fatídica noche.
Aún recordaba que tras ese inusual evento, pasó un mes antes de que pudiera volver a ver a Jongho a la cara y viceversa. Nunca habló con el menor sobre el asunto, prefirió dejarlo pasar y, a juzgar por el silencio que le correspondió intuyó que este también optó por olvidarse de la situación; de todas formas no es como si estuviese buscando adicionar a otra persona a su relación.
Honestamente, en definitiva, Mingi no era de esas personas que sueñan con tener un trío con su pareja. Para su suerte Yunho le correspondía el sentimiento, cosa que agradecía a los cielos, porque entre todas las locuras que el otro pudiera llegar a pedirle en vida, aquella sería una que jamás consentiría.
A gusto de otros podía estar 'chapado a la antigua', pero le gustaba acatar la regla de –"Tres son multitud."- sin importar las críticas o malas caras que pudiera recibir de parte de los demás; a él nadie vendría a causarle un malestar por 'aburrido', por 'soso'. Total a nadie más que su persona importaba lo que hiciera o no en la cama con su pareja.
-"Los demás pueden pensar lo que quieran. Mi relación con Yunho no es aburrida."-
Pensó tras soltar una especie de resoplido, para segundos más tarde acabar su cerveza, dejando la botella a un lado sobre una mesa cualquiera. Y por pura casualidad su malévola mente resolvió bajarle la moral al facilitarle una pregunta con la cual hubiese deseado no toparse: -"Y si tu relación con Yunho no es aburrida... ¿qué haces aquí solo en esta fiesta?"-
Cerró los ojos y contó hasta diez mientras intentaba sosegar su alma, no era el lugar ni la hora para perder la calma; pero por más que le doliera aceptar la realidad de los hechos, tenía razón.
Podría haber seguido allí de pie, contra una pared de la casa de algún desconocido, viendo a la gente a su alrededor disfrutando sin medidas de la lozanía en colectividad mientras ahondaba en pensamientos que de una manera u otra le harían sentir mal. En medio de su deliberación, un estruendo llamó su atención haciendo que dirigiera la mirada al grupito de chicos y chicas que se congregaron en torno al gran mesón de la cocina para empezar a hacer 'body shots'.
Oh... bendito el momento que Mingi se atrevió a posar sus ojos en aquella muchedumbre enaltecida; la imagen por sí sola le hizo transportarse en el tiempo para echar un vistazo a la única y significativa ocasión en la cual Yunho se atrevió a alzar el puño contra uno de sus amigos...
"Durante esa velada en casa de San, estando en compañía de sus amistades y alguno que otro conocido, Mingi se encontraba extremadamente feliz. Aunque su felicidad no era producto de la situación, mucho menos del ambiente (al menos no del todo), sino de la cantidad de alcohol que había ingerido a lo largo de la noche y que seguía consumiendo sin miedo al arrepentimiento que pudiera llegar a sentir la mañana siguiente; era el cumpleaños de su buen amigo San y una fecha como esa merecía ser celebrada a lo grande.
Ciertamente habían tenido suerte al coincidir la tan ansiada fecha con la luna de miel de los verdaderos dueños de la propiedad (entiéndase por ello: los padres del festejado), es decir, con una estancia libre de verdaderos adultos responsables los límites se resumían a la altura del cielo; la oportunidad la obtuvieron en bandeja de plata y no hubo razón o motivo ulterior que les dejara desaprovecharla.
Total que Mingi estaba teniendo la noche de su vida, riendo y bailando con su novio, quien no estaba en mejor estado que él. Desde el inicio de la fiesta ambos resolvieron dejar las penas de lado para parrandear como si no hubiese un mañana, sintiéndose seguros al estar en un lugar conocido y rodeado de personas que compartían sus mismos intereses. Claro que dos cabezas piensan mejor que una y, cuando juntabas más de treinta individuos (hombres y mujeres) para beber, a la mente de uno siempre le saltará una idea bastante peculiar que probablemente muchos van a secundar.
Eso, en esencia es lo que los había llevado a donde se encontraban ahora, sentados en un círculo a mitad de la inmensa sala de estar para jugar un clásico de las fiestas: Verdad o reto. El juego se justificaba a sí mismo por más de una razón, las reglas eran simples de establecer y todos los presentes conocían la mecánica del mismo. Entonces, sí. No existía manera de que alguno de ellos resistiera la tentación de seguir al rebaño, ni siquiera los que decidían no participar en la travesura eran capaz de apartar la mirada, es decir, tanto tú que eres lector como el autor y los demás sabemos las encantadoras consecuencias que un juego de esta índole puede llegar a provocar.
La promesa de crear un chisme, anécdotas para para contar y usar como 'black mail' era seductora. Aquel hecho Mingi lo tenía más presente que nadie, más aun teniendo el consentimiento de su pareja; a expensas del entusiasmo del mismo por querer participar en ello, nuevamente el arrepentimiento no tenía cabida en sus cuerpos.
-Me siento bastante considerado en este momento, así que solo te retaré a que corras cinco veces alrededor de la habitación.
Propuso un tal Chan, siendo el reto dirigido a su amigo Jongho, quien con una sonrisa socarrona se puso de pie para cumplir la orden. El resto por otro lado animó al chico, contando en voz alta cada que este terminaba una vuelta. Al finalizar el menor de sus amigos se arrojó de nuevo a su lugar jadeando, pero satisfecho de conseguir su sencilla victoria.
-¡Ay no! Maricos todos, el próximo reto lo pongo yo.
Sentenció el cumpleañero, bastante irritado ante la falta de compromiso de los demás.
Y pues sí, la verdad el juego había quedado estacando en una ronda de retos inocentes y preguntas sencillas que debían romper para no aburrirse, pero no por ello tenía menos miedo a San, su amigo era capaz de lo imposible y las ideas que proporcionaba su tan retorcida (y pícara) cabecilla eran de temer; cruzó los dedos para zafarse de la posibilidad de que la botella que ahora giraba delante de ellos no apuntara por ninguno de sus extremos hacia él, peor aún, hacia Yunho.
Para su suerte, la dichosa botella al detenerse escogió como víctimas a HongJoong y a Seonghwa, los cuales se miraron a los ojos incrédulos, con el mismo miedo que había sentido segundos atrás en medio de la incertidumbre.
Sin unirse al alboroto, observó por el rabillo del ojo la sonrisa malévola que se dibujó en los labios del festejado, como si aquel resultado hubiese sido justamente lo que estuvo esperando; tragó grueso y esperó que lo que sea que pasaba por la mente de San no acabase en un problema garrafal.
-Vaya, vaya... miren lo que tenemos aquí. Hm... bueno, los reto a que se besen, pero con lengua a mí no me van a venir con marisqueras.
Resolvió decir con simpleza el de la sonrisa de hoyuelos, riendo complacido al ver la mueca de estupefacción que apareció en los rostros de sus mayores. El abucheo generalizado del grupo terminó transformándose en el sonido grave ese que hace la gente cuando alguien lanza un insulto y esperan a que el ofendido salga con una respuesta peor, ya saben algo así como –"uuuh..."-
Sin poder creer la intrepidez de su amigo, se tomó la molestia de ver hacia la novia de Hongjoong, quien sentada a un lado del susodicho portaba una amarga mueca en el rostro. La tensión para el momento era demasiado palpable; ya anticipando a los débiles y temerosos antes de comenzar se había establecido que no habría ningún tipo de penitencia y que si iban a jugar era por todo o nada. El orgullo de sus amigos estaba puesto sobre la mesa.
Podía estar muy prendido y lo que fuera, pero no por ello Mingi estaba menos incómodo. Decidió recostarse de Yunho a quien suponía estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano al contener su risa tras la palma de su mano; tenía que admitir que las caras de Hongjoong y Seonghwa eran bastante graciosas.
-Bueno, lo van a hacer o cómo es el beta, es para-...
-Cállate la boca, San.
Dijo Hongjoong en un tono despectivo, soltando la mano de su novia como quien suelta un cable que pega corriente.
Inmediatamente el de pequeña contextura se movió yendo de un extremo a otro del círculo apoyándose en sus manos y rodillas para gatear hasta alcanzar el lugar que ocupaba Seonghwa.
Luciendo una expresión estoica el susodicho sin miramientos tomó del cuello a su mayor atrayéndolo en un segundo hacia sí para unir sus bocas en un beso que a Mingi se le antojó demasiado erótico como para ser calificado como un simple ósculo; a juzgar por la poca resistencia que percibía de parte del par podía jurar que no era la primera vez que esos dos se encontraban en una situación similar, pero aquellas eran sólo especulaciones que se guardaría para sí mismo.
En medio del intrépido acercamiento, el bullicio no se hizo de esperar, las palabras de aliento que el resto de los presentes dedicaban a la pareja le sirvieron a modo de impulso para escalar nuevamente a la cima del entusiasmo. Ciertamente el beso se notaba tan hambriento que hasta a Mingi le dieron ganas de recibir uno como ese. Todavía, se mantuvo al margen de la situación aplaudiendo como foca al presenciar la culminación.
Hongjoong se había separado de un sonrojado y agitado Seonghwa, un evidente hilo de saliva conectando sus labios, hilo que el menor de los dos lamió con atrevimiento antes de retornar a su lugar, ignorando los reclamos de su novia completamente enfurecida; Mingi nunca antes había visto a una mujer tan roja de la arrechera, la chama parecía el bombillo de un semáforo.
Soltó una risotada al ver como Hongjoong se limitaba a rodar los ojos, tomándole de las manos para intentar calmarla; agradecía el no estar en los zapatos de su amigo en ese momento.
-Ustedes ven, eso sí es un reto. Ajá, que le dé el siguiente, y como me vengan con retos marica se me van de la casa.
Sentenció el cumpleañero al tiempo que Wooyoung apoyaba la noción, resolviendo girar la botella para comenzar la nueva ronda.
Cuando la susodicha se detuvo apuntando en su parte más estrecha hacia él, y en el otro extremo a San, sintió quizá no escalofríos, pero si fue partícipe de ver la imagen de una enorme bandera roja hondear frente a sus ojos.
Las manos le temblaron a razón de la anticipación, de la incertidumbre que el silencioso intercambio de miradas que hubo entre el peligroso dúo dinámico; quién iba a salvar su pellejo de las sandeces del WooSan.
A su lado podía sentir a Yunho un tanto tenso, más el pelinegro optó por guardar silencio, sabía que su novio no haría un escándalo como la loca que pretendía a Hongjoong. Además confiaba plenamente en sus amigos como para saber que ninguno le saldría con una broma de mal gusto.
-Ya que es el primer turno del cumpleañero, dejemos que se divierta un poco, ¿no?... Los reto a ambos a que hagan body shots.
Al escuchar aquello en una profunda exhalación liberó toda tensión de su cuerpo.
-"¿Eso es todo?"-
Pensó al esbozar una pequeña sonrisa. Ese reto no era nada del otro mundo, podía cumplirlo hasta con los ojos cerrados, total él no tenía que hacer nada.
A pesar de saberse afortunado, mantuvo la boca cerrada para no tentar a su destino, colocándose de pie al mismo tiempo que San para iniciar con el desafío. Sin embargo, una mano conocida le hizo detenerse sobre sus pasos al ir de camino al mesón de la cocina donde el resto empezaba a preparar las cosas.
-¿Yuyu?, qué pasa mi amor.
Murmuró al acercarse a su novio; Yunho tenía una cara de cañón que Dios lo bendiga, se veía tan adorable a los ojos de Mingi, que el menor no se resistió a besar al pelinegro en los labios, riendo al ver el cambio inmediato que las facciones del otro adquirieron tras esa pequeña caricia.
-No dejes que San se pase la raya, ¿sí?
Comentó su novio al tomarle de la cintura en un ademán posesivo, derritiendo el corazón de un sonriente Mingi; el menor solo asintió.
Tras el breve intercambio, la pareja se separó y el menor de ambos alcanzó a los demás en la cocina, escuchando el barullo de la multitud que le alentaba a iniciar cuanto antes.
Usando aquello de incentivo, se apresuró a quitarse la camisa escuchando de inmediato los silbidos de apreciación; se sentía orgulloso del aspecto de su anatomía, sabía que no tenía nada que envidiar a los demás. Reconocía incluso por boca del pelinegro y otros que, en efecto, estaba riquísimo (así como para chuparse los dedos, según Yunho).
Tras remover la prenda de su cuerpo, la arrojó a su novio haciendo un guiño coqueto con sus ojos antes de dirigirse al mesón. De espaldas a este colocó sus manos en el borde, cogiendo impulso para de un brinco subirse a la superficie para luego acostarse a sus anchas. Al instante fue asistido por un enérgico Wooyoung que no paraba de reír mientras acomodaba meticulosamente un caminillo de sal entre sus pectorales y una rodaja de limón entre sus labios.
No iba a mentir, se sentía un poco nervioso por todo el asunto, pero de esos nervios que uno siente a razón de la emoción que provoca una nueva aventura. La gente amontonada a su alrededor esperaba con las mismas ansias, finalmente estallando en gritos y aplausos cuando Yeosang alzó la botella de tequila vertiendo un poco en su ombligo. Segundos más tarde sintió la ardiente boca de San sorber el líquido en su abdomen, en ese momento la multitud resumió el vitoreo a repetir una y otra vez la misma frase de –"¡Qué perra, qué perra! ¡Qué perra mi amiga!"-
A los efectos de ello, un intrépido San resolvió escalar con bravura por sus pectorales, usando su lengua para lamer la sal de los mismos antes de detenerse a la altura de su rostro ofreciéndole una de sus características sonrisas picaronas; si anteriormente no había sentido escalofríos, el esbozo que le dedicó su amigo le provocó no sólo eso, sino un incómodo vuelco en el estómago.
Sin dar tiempo a que su cerebro de procesar lo ocurrido, el más bajo ya se encontraba besándole de forma despiadada, forzando su lengua al tiempo que conseguía con éxito exprimir el zumo de la fruta en función de la fuerza que imprimía contra sus belfos. Sorprendido y alarmado, no tardó demasiado en reaccionar, tomándole de los hombros para hacerle a un lado; sin embargo, uno de los espectadores le llevó la delantera exponiendo su poderío al quitarle de encima al muchacho de un sólido tirón por el hombro.
De pronto la atención ya no estaba sobre él sino en su novio quien en un chasquido se ubicó acorralando a San contra la pared, listo para atacar como si de una bestia contra su presa se tratara.
Al ver la escena Mingi palideció y tanto el entusiasmo como el alcohol en su sangre se esfumaron dejando un vacío entre sus costillas que solo el miedo pudo llenar. Advirtiendo una tragedia, se arrojó lejos de la mesa para lanzarse contra su pareja, deteniendo al instante el puño que iba directo a partirle los dientes a un sonriente y altanero San.
-Mierda... ¡Yunho, no!
Se atrevió a decir forcejeando con el pelinegro para apartarle de su amigo, quien reía de tal forma que se acentuaban sus ahuecadas mejillas; el otro solo alimentaba la conmoción y el regocijo en su cuerpo a expensas de los buenos resultados que obtuvo tras realizar su travesura.
-¡Te voy a partir la cara, San!
Dijo Yunho entre dientes, la rabia haciendo mella en su cuerpo haciendo que incluso sobresalieran las venas en su cuello.
-¡Ven por mí, pues!, ¡Hazlo si te crees tan arrecho!
Le retó el más bajo mientras él seguía intentando en vano mantener al pelinegro contra su cuerpo diciendo cualquier tontería para intentar aplacar la brutalidad con la que se manifestaba aquel lado nunca antes visto de su pareja.
Se hizo justicia cuando sus amigos se dignaron a socorrerle, sujetando a Yunho mientras Seonghwa mediaba entre ambos mandándolos a callar.
-¡Nadie va a joder a nadie!, ¡Mingi llévate a Yunho de aquí!
No dudó en obedecer Seonghwa, por lo que aprovechando el despiste de su novio le arrastró del brazo escaleras arriba para encerrarle en la primera habitación que encontró.
-¡Qué coño es lo que te pasa!
Confrontó a su novio tan pronto cerró la puerta a sus espaldas, apreciando el iracundo semblante en la que todavía se deformaban las facciones de su pareja; intuía por la mirada de incredibilidad de este, que él también cargaba una cara similar.
-¡Qué coño es lo que te pasa a ti!, ¡por qué dejaste que te besara!
Contraatacó Yunho al mover sus manos en el aire en un ademán que procuraba declarar su cólera con algo más que solo palabras.
-¡Era un juego Yunho, ni siquiera le correspondí!
Exclamó sintiendo como sus ojos empezaban a picar debido al disgusto. Era la primera vez que tenía que enfrentarse a una situación como esa y, sinceramente, en ese momento se supo desprovisto de herramientas y paciencia como para manejar un asunto de tal complejidad, de tal magnitud.
Con cierta desidia se frotó los ojos, impidiendo así que las lágrimas acabasen por empaparle el rostro. Aun estando encerrado en esa habitación era capaz de escuchar la música de la fiesta haciendo coro con sus agitadas respiraciones; daba igual el que abajo todos fingieran demencia y siguieran con lo suyo, su noche ya estaba arruinada.
Sin saber qué hacer o decir, resolvió dejar todo en manos del pelinegro, cuando mucho merecía una disculpa de parte de este.
-Mingi...
Escuchó decir al mayor, advirtiendo su cercanía cuando este intentó tomarle por los brazos, en acto reflejo le detuvo, apartándole en un brusco movimiento que le provocó un intenso remordimiento al ver la centella de tristeza que se apoderó de la mirada de su pareja. Se hizo el rudo al apartar la mirada, conservando el mismo semblante; si quería dar una lección a su novio debía perseverar, mantenerse firme hasta el final.
-Mingi, por favor.
-No. No, Yunho. Qué coño fue lo que te pasó, o sea, qué acaso crees que no me lo iba a quitar de encima, te comportaste como un imbécil frente a todo el mundo. De paso estuviste a punto de partirle la cara a uno de tus mejores amigos.
Escupió con amargura, dejando finalmente que el mayor enjuagara las lágrimas que recién se percataba desfilaban libres por su rostro.
-Pero-... ¡Y qué querías que dejara que se saliera con la suya! Y-yo-...
-Lo siento, ¿sí?... Lamento haber actuado de esa manera, es que no pude contenerme-... San nunca sabe cuándo parar y esa mierda me arrecha; él lo sabe y sigue haciendo lo que le da la gana con todos nosotros.
Confesó Yunho al bajar la mirada, dejando caer las manos en función de poder sostener las de Mingi entre las suyas, rogando por el perdón del menor. A los efectos de ello, el aludido tembló ligeramente acongojado por las palabras de su novio; sí era cierto que San se pasaba de la raya todo el tiempo, aún así no podía justificar enteramente la mala conducta de su novio solo por eso.
-Me disculparé con él y con todos, lo prometo, solo-... no me odies por esto Mingi.
Agregó el pelinegro en última instancia, empezando a sentirse desesperado, al borde de un ataque de histeria fruto de su propia imprudencia.
Se mordió los labios dubitativo de sí debía o no perdonar a Yunho, más al ver la carita del pelinegro su convicción dio un paseo bien lejos, por allá por el quinto carrizo donde se enchufa el sol; estaba tan conmovido, más bien, abrumado y bien sabía en qué quería invertir ese empuje.
Tomó por sorpresa al aludido al sostenerle del rostro y arrebatarle el aliento en un súbito beso de los labios, beso que se transformó en dos, luego en tres, cuatro, cinco, perdió la cuenta después de diez cuando finalmente pudo apartarse de la boca del pelinegro; en el fondo reconocía que su acción había sido un intento de borrar el recuerdo, la fastidiosa estela que habían dejado los labios de su amigo San tras ser besado en la cocina.
-Prométeme que te disculparas ahora y no después.
Murmuró contra la boca del mayor, incapaz de romper con el magnetismo que le atraía de nueva cuenta hasta esta.
-Lo haré, lo prometo.
Respondió el pelinegro apartándose para encaminarse a la puerta, siendo interrumpido en el acto por un exaltado Mingi, quien con entusiasmo volvió a buscar los labios del susodicho.
-Bebé-... Mingi, no puedo-... no puedo hacer nada sino me dejas ir.
Comentó Yunho entre besos, correspondiendo a cada mínimo contacto, yendo tras esos pecaminosos labios de los cuales deseaba borrar todo rastro que no fuera de su pertenencia.
-M-mejor más tarde.
Se limitó a decir tras restarle importancia al hecho de estar contradiciéndose sus propias palabras delante del mayor. Yunho por su parte tampoco perdió la oportunidad de complacerle, como si las palabras que salieran de su boca fueran la constitución y él la persona más recta sobre la faz de la tierra.
-"Qué se jodan."-
Pensó Mingi cuando en un jadeo Yunho le encaminó a tientas hasta arrinconarle contra la primera pared que se interpuso en su camino."
Se pasó una mano por los cabellos, sintiendo como si las imágenes de aquel recuerdo quemaran en su retina. No podía mentir, tuvo miedo incluso luego de bajar la guardia pero después de que Yunho hiciera las paces con San esa misma noche, rápidamente todo volvió a la normalidad y aquel desliz solo quedó como otra anécdota entre amigos; lo que sí resonaría en su cabeza hasta el fin de sus días era la pequeña venganza que con ayuda de su novio decidieron practicarle al ahora pelirrosa.
Soltó un resoplido ante el recuerdo. Nunca en su vida pensó cruzar aquella línea de coger en el cuarto de uno de sus mejores amigos, pero esa noche después de ver a Yunho actuar de esa manera tan masculina, la molestia en algún punto se le transformó en lujuria, y teniendo la oportunidad (sobre todo al darse cuenta de dónde estaban) no perdieron tiempo al fornicar contra el espejo de cuerpo completo de la habitación de San.
Si se concentraba lo suficiente sería capaz de sentir la respiración de Yunho contra su cuello mientras este le forzaba contra la superficie de cristal susurrándole las cosas más sucias y degradantes al tiempo que le insistía en mantener la mirada en sí mismo; en el reflejo corrompido que le devolvía el sucio y empañado cristal.
Cómo le iban a decir a él que su relación con el mayor era aburrida si había hecho atrocidades como esa. Es decir, se había corrido apropósito sobre el espejo de su amigo, aparte de ello el pelinegro había dejado evidencia de su paso al dibujar un corazón y escribir en el cristal un –"Estamos a mano."- con uno de los costosos labiales de San.
Sí, Yunho y él de vez en cuando le metían al loco, por esa misma razón defendía a capa y espada el que su relación fuera todo menos monótono.
Sonrió con autosuficiencia, inflando el pecho con orgullo para luego reparar en lo estúpido que habría de verse allí parado en medio de una fiesta peleando con la nada.
Quizá al final el aburrido no era él, sino la fiesta donde estaba. Por supuesto, o sea, Mingi al final descubrió América en un vaso con agua al caer en realización de que echar la culpa a otros era más factible antes que aceptar que se moría de ganas por volver a su apartamento para acurrucarse con el viejito prematuro de Yunho; qué más daba lo que opinaba la gente y lo que su malévolo pensamiento pudiera elaborar.
Para cuando se vino a dar cuenta de lo que hacía, sus dedos ya se movían veloces por la pantalla de su teléfono. Satisfecho con su acción, solo le quedaba esperar a que su Uber llegara y le sacara de ese infierno y así acabar de una vez por todas con su miseria.
◦
A pesar de los intentos fallidos del WooSan por convencerle de quedarse en la fiesta, Mingi logró liberarse con éxito de sus amigos; no sin antes recordarle a ambos que le avisaran cuando estuviesen sanos y salvos en casa.
Eran pasadas las dos y media de la mañana cuando abrió la puerta del apartamento, demasiado temprano para la hora que estaba acostumbrado a regresar de casa después de una noche de farra.
Al entrar fue recibido por un agradable y reconfortante silencio; el olor y la tranquilidad de su hogar los absorbió a través de cada poro de la piel haciéndole sonreír. Inmediatamente, receloso a perder algo de la magia que le envolvía cerró la puerta, cuidando de no quebrar la serenidad del ambiente.
Con cuidado dejó las llaves, los zapatos y el abrigo en su lugar antes de adentrarse en la sala, encontrándose con una escena enternecedora: por un lado Yoora dormía esparramada cual muñeca de trapo en el pequeño sofá (que ni era tan pequeño en comparación a la enana esa), la cara la tenía tapada con un cuaderno y uno de sus brazos colgaba del mueble, equilibrando un portaminas que amenazaba con caerse en cualquier momento de su mano. La imagen en efecto le resultó bastante adorable, pero nada en comparación a la ternura que le evocó la preciosa carita de su novio.
Yunho se había dormitaba con una de sus mejillas aplastada contra la mesa, un charquito de baba mojando la superficie y saliendo de su boca entreabierta; el muchacho hasta se había quedado dormido con sus estúpidos lentes de lectura y la misma manta de hacía unas horas en torno a sus hombros.
Suspiró, sintiendo el corazón llenito al estar de regreso en su hogar con su novio que, no importaba lo que hiciera o cuántos reclamos le soltase, no terminaba de cambiar. Aún así, qué más daba si el mayor tenía defectos, él no estaba exento de ningún vicio y si Yunho toleraba sus menguas, él le retribuiría el gesto como siempre; dicho de una forma más jocosa, en realidad Mingi amaba sobrellevaba los desperfectos de Yunho porque en esencia, aquellos formaban parte de la persona por la cual desfallecía de amor.
Negó con la cabeza antes de aproximarse a su novio, tomando asiendo a su lado con las piernas flexionadas. En sutil movimiento buscó elevó la cabeza del muchacho, sintiendo de inmediato la firmeza y la voluntad del susodicho para volver a la incómoda posición de antes. Tras encontrar algo de estabilidad, sosteniéndole en su lugar le retiró los anteojos mientras le llamaba en voz baja.
-Yuyu... yuyu, ¿mi amor?...
De a poco vio al mayor despertarse, notándolo un tanto sobrecogido por su repentina presencia. Anticipó entonces la exclamación que el otro estuvo a punto de soltar en medio de estado de confusión.
-Shh... no despiertes a Yoora.
Le indicó a un somnoliento pelinegro al ponerse el índice contra los labios antes de apuntar con el mismo hacia la susodicha. Resolvió soltar al pelinegro para que este terminase de espabilarse. Se mordió los labios para evitar chillar ante la ternura que le indujo la escena de su novio todo despeinado y entumecido, mientras el pelinegro estiraba los brazos se percató de que el mayor todavía tenía impresa la marca de la mesa sobre su mejilla; se mordió los labios para contener otra boba sonrisa.
-¿Qué hora es?... pensé que te quedarías toda la noche en la fiesta con Woo y San.
Murmuró su novio al relamerse los labios, pestañeando como si le pesaran los párpados.
-Van a ser las tres. Decidí volver porque me cansé de ser lamparita de los.
Comentó entre susurros al tiempo que peinaba los cabellos de su novio. Ante su respuesta el mayor enarcó cómicamente una de sus cejas.
-Te cuento en la mañana, ¿sí? Vamos para que te acuestes y duermas bien.
Dijo tras colocarse de pie, ofreciendo sus manos al mayor para que este se levantara. Al tenerle de pie, le obsequió un beso en la mejilla indicándole que se adelantara mientras el terminaba de revisar que todo estuviese en orden.
Una vez vio al mayor desaparecer por el pasillo, tomó la manta que este había olvidado en el suelo para arropar a Yoora. Le quitó el cuaderno, el portaminas y la acomodó con cuidado de no despertarla; si sonrió después de verla acurrucarse no es asunto de nadie. Mingi nunca aceptaría que se había encariñado con la tonta enana de Yoora.
Al terminar en la sala, apagó las luces y se trasladó a la habitación donde encontró a un Yunho hecho ovillo que ya iría por el quinto sueño. El mayor lucía tan plácido y cómodo entre las sábanas, que Mingi no perdió ni un segundo de su tiempo al cambiarse de ropa para ir junto a su novio, acurrucándose junto a este con una sonrisa de oreja a oreja.
Sí. Definitivamente le valía madres el que su mente le metiera cizaña, si su vida se había convertido a la monotonía, al menos no había sido sin compañía.
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Qué les pareció, ¿fue mucho con demasiado o estuvo aceptable?
Admito que la parte de San y Mingi me costó un poco escribirla, pero se me hizo tan graciosa, pero como dice Dora la Exploradora: mi parte favorita fue cuando Mingi le picó el ojito a picarón de Jongho (lol), ¿cuál fue la de ustedes?
Estoy extremadamente cansado y desganado, pero seguir escribiendo/actualizando esta historia es mi única meta corto plazo, también una de las pocas cosas que me hacen sentir bien (creo que ya lo he dicho antes, no sé... estoy como en medio de una crisis existencial por mi edad). Y quizá ya estén hartos de leerlo, pero de verdad agradezco todo el apoyo y el amor que le han dado a este fic.
Espero en sus casas esté todo bien, no olviden seguir cuidando de ustedes y de sus familiares, tomen mucha agua y agarren sol de vez en cuando. Les mando un abrazo virtual libre de COVID, nos leemos en la próxima (ペ◇゚)」
♥Ingenierodepeluche
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