Capítulo II - Dinero (segunda parte)

¿Alguien me extrañó?, ¿no? Bueno, igual les traigo una flamante actualización. 

Por cierto, si lo que leyeron con anterioridad les dolió, les advierto que lo que leerán a continuación les va a doler más. Pero tranquilos, recuerden que esta historia siempre acaba en un final feliz. Sin más que decir... ¡Disfruten la lectura!

Itrio-Hidrógeno + Magnesio (al 75%)

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-¡Ya te las verás conmigo cuando salgas del baño!

Gritó Yunho desde el otro lado de la puerta.

-Uy sí, qué miedo.

Respondió antes de ir a hacer lo suyo en el escusado. Segundos más tarde se acercó al lavabo para lavar sus manos y cepillar sus dientes. Quizá no era demasiado tarde aunque igual quería darse prisa para no dejar a sus padres esperando. Tras culminar su labor, volvió a dejar el cepillo de dientes en su lugar, sonriendo inconscientemente al ver la escobilla justo al lado del de Yunho.

Ciertamente, aunque nunca lo hubiese manifestado, los pequeños detalles cotidianos eran algo que le llenaba el corazón a Mingi, cosas como colocar sus cepillos de dientes en el mismo lugar, separar su ropa tras traerla de lavandería y doblarla para que al final quedase toda mezclada en el closet, tener cada uno su lado predilecto en la cama, en fin... cosas que comúnmente las parejas viven en el día a día, pero quizá no aprecian del todo. Esos pequeños detalles a Mingi le refrescaban el espíritu, pues, constantemente le recordaban que al final del día tenía un lugar al cual podía llamar hogar, un lugar que había construido junto a Yunho.

Sonriendo y con actitud positiva (a pesar de que su novio le hubiese dejado con las ganas) se desvistió y dejó su ropa a un lado para recogerla cuando saliera del baño. Acto seguido, se adentró en la ducha rápidamente y abrió la llave del agua caliente de a poco hasta dar con una temperatura que fuera de su agrado.

Tan pronto la cálida lluvia azotó su piel desnuda soltó un suspiro de satisfacción, echando la cabeza hacia atrás mientras dejaba que el agua le recorriera el cuerpo por un momento. Así fue adentrándose a su mundo, tallando su cuerpo con parsimonia; su objetivo de terminar rápido para salir antes de casa prontamente siendo expulsado fuera de su mente, yéndose por el drenaje. De hecho, estando tan ensimismado en el placer que le proporcionaba su momento a solas bajo el agua templada de la regadera, a Mingi le saltó a la mente la brillante idea de masturbarse, algo muy conveniente si se ponen a ver, porque el tiempo es oro y, siendo un muchacho multifacético, fácilmente podía jalársela mientras terminaba de bañarse para reducir la frustración que Yunho le había metido en el cuerpo al dejarlo insatisfecho; sin embargo, más temprano que tarde desechó tal opción una vez que se permitió escuchar las sabias palabras que le aportó su consciencia.

La verdad es que, después de tanto tiempo estando en una relación a Mingi no le causaba gracia alguna pajearse en la ducha, siquiera tocarse si el pelinegro no estaba cerca; no era que ahora fuese incapaz satisfacerse con sus propias manos, era el hecho de que bien podía esperar a que el pelinegro y él estuviesen en la misma sintonía para hacerlo juntos, porque todo con Yunho se sentía mejor. En realidad, se sentía correcto, no en un sentido como si la circunstancia adversa le hiciera sentir culpable, como si masturbarse fuese algún tipo de infidelidad contra Yunho, no. Era el hecho de que su mano no le proveía la misma pasión, el mismo amor que el pelinegro le profesaba con el cuerpo. Esas cosas, esos detalles eran los que, al final del día siempre marcaban la diferencia.

-Tonto Yunho...

Masculló sin estar realmente molesto, sonriendo como un idiota mientras se terminaba de lavar el cabello.

A todas estas, sí era cierto que el mayor a veces se ponía medio obtuso con cosas relacionadas al sexo, es decir, entre los dos, Yunho era el más compuesto, siempre sugiriendo que mejor aguardaran a llegar a casa en vez de hacer despliegues afectivos en público, y bueno... no es que tuviese una tendencia a ser exhibicionista (mentira, sí la tenía pero no es tan grave como piensan), pero igual su novio a veces era demasiado aburrido en ese sentido, por ejemplo... nada de malo tenía el hecho de que hicieran cochinadas en la casa de sus padres teniendo en cuenta que allí era donde habían consumado su relación, por decirlo de algún modo pomposo.

Tampoco es como si pudieran seguir dándosela de santos o fingir demencia delante de los progenitores de Mingi (tal como el pelinegro pretendía hacer cada vez que iban de visita a quedarse por unos días), aquellos días de inocencia se habían postrado en el olvido desde hacía demasiado, por lo que no le molestaba en lo absoluto el que sus padres supieran que llevaba una buena y saludable vida sexual con su pareja. De cualquier manera, comprendía la procedencia de la inhibición de Yunho, entendía el por qué su novio había caído en esas andadas, pero más que dejarse llevar por su influencia no podía evitar que todo el asunto le pareciera chistoso, porque la razón principal por la que su novio era de esa manera ahora en el presente, era por el acontecimiento que había hecho a sus padres descubrir que ambos estaban juntos.

Soltó una risilla amarga tan pronto su mente se hizo cargo de traerle de vuelta aquellos recuerdos tan trágicos y gratos a la vez...

"Aquel día habían llegado tarde del colegio porque San y Wooyoung les convencieron de saltarse el módulo de Biología para quedarse procrastinando detrás de las gradas de la cancha del colegio; nada malicioso si se lo preguntaban a cualquiera de los cuatro adolescentes, aún así, el conserje no ofrecido ni una pizca de clemencia al encontrarlos, arrojándolos luego como carne fresca a la coordinadora del liceo alegando que los había encontrado demasiado relajados escuchando música mientras el resto de sus compañeros estaban atendiendo a sus responsabilidades en el aula de clases. Como resultado, los cuatro fueron a parar a la sala de detención a final del día, porque entre cumplir con un castigo de tres horas y llegarle a tus padres con una flamante boleta de citación, desperdiciar la tarde babeando en un pupitre era, por mucho, la mejor opción.

A todas estas, Mingi pensó que estar castigado no sería la gran vaina, es decir, era perfectamente capaz de sentarse allí en un pupitre viendo por la ventana durante tres horas sin decir nada, siquiera llegar a moverse, total eso era precisamente lo que hacía habitualmente mientras los profesores hablaban durante las clases regulares. Todavía, nuestro protagonista se llevó una no muy grata sorpresa al descubrir que su descanso forzado sería todo menos eso, en realidad, terminó viviendo una tortura y todo por culpa de su novio pelinegro.

Tal como lo leen, ahí donde ven a Yunho como un ángel que no rompe ni un plato, al mayor a veces se le cruzaban los cables y en vez de quebrarte toda la vajilla, si te descuidabas era capaz de quemarte la casa. Aquella era una característica peculiar de Yunho que Mingi usualmente pasaba por alto, más hasta ese día se creyó adepto al carácter inofensivo de rasgo distintivo del dichoso pelinegro; estaba a punto de descubrir los límites a los cuales el mayor podía llegar cuando se la quería dar de travieso. La cuestión es que, al tan íntegro y honrado Yunho cuando se le metía una idea en la cabeza o quería hacer algo, eran muy pocas las veces en las que simplemente discernía de ello y lo hacía a un lado, en este caso, el objetivo que se fijó esa misma tarde de castigo, había sido provocar a Mingi. Y vaya la manera en la que lo había conseguido.

En pocas palabras, Yunho se había pasado las tres horas toqueteándose superficialmente delante de la inquisitoria mirada del menor con el firme propósito de frustrar al aludido. Aprovechado que tanto WooYoung y San habían sido colocados de espaldas a ellos, el pelinegro se pasó largo rato exhibiéndose frente a su novio en posiciones bastante sugerentes, mordiéndose los labios e incluso abriendo los botones de la camisa de su uniforme escudando su acción al decir que hacía demasiado calor dentro del salón. De más está decir que Mingi era una persona muy débil a los encantos del pelinegro, tanto así que fue incapaz de apartar la mirada cada que Yunho le llamaba con el pensamiento para hacer alguna nueva y silenciosa insinuación, todo por la satisfacción de provocarle hasta ocasionar un quebranto en el menor, porque cuando Yunho quería ser malo... se lo tomaba en serio.

Y el pobre Mingi, ahí todo quieto en su silla quedando inepto ante la intrepidez del otro adolescente, sin poder siquiera emitir algún sonido de queja, a sabiendas de que si hacía el amago de levantarse, con la mala suerte que se cargaba en situaciones como esa las probabilidades apuntaban a que terminaría siendo pillado en pleno acto por una profesora de guardia, peor aún, por la coordinadora; incluso si no era atrapado con las manos en la masa por alguna figura de autoridad, San o Wooyoung serían capaz de verles o escucharles. En dos platos, lo que pensó sería una tarde aburrida, había terminado en un verdadero castigo que jamás se le olvidaría.

-Te pasaste de la raya.

Murmuró al empujar a Yunho contra el escritorio de su cuarto, para segundos después acorralarlo entre el mueble y su cuerpo; se mantuvo todo el camino a casa tratando de idear su venganza contra el pelinegro y ahora que lo tenía donde lo quería no había manera de que el otro le detuviera. Sin embargo, no es como que el susodicho estuviese dispuesto a poner resistencia al tan temido "castigo" que Mingi procuraba llevar a cabo en función de sus fechorías; no pecaba por ignorante al conocer la naturaleza de su novio, siendo que este en esencia podía llegar a ser de todo menos un vengador y, que de todas formas, si no hubiera provocado al otro en detención igual hubiesen terminado en una posición similar. Por Dios, es que esos dos de los siete días de la semana, cogían por los menos de cinco a seis.

Aun así, era el querer sentir algo diferente sirvió de combustible para poner a toda máquina el lado oscuro, la impávida parte de la mente de Yunho que le proporcionaba ideas para llevar a cabo su maléfico plan. Desde hacía rato venía con el loco deseo de que debía sacarle provecho al potencial que Mingi escondía de ser dominante. Era algo que habían conversado, obviamente, más Mingi seguía a reacio a realizar alguna movida con el pelinegro, siempre tan apenado e inseguro de sus propias habilidades como para querer dar el primer paso. A todas estas, Yunho sabía mejor, estaba al corriente de que a Mingi lo que le faltaba era un empujoncito para soltarse y callar de una vez por todas las inquietudes que habían en su mente. Y como él era tan benevolente con su adorado novio, qué más iba a hacer él sino proveer felizmente al otro el impulso requerido.

Y está bien, o sea, ninguno de los dos era el carajo de las 'No sé cuántas sombras de Grey', pero eran adolescentes que llevaban a cabo una ardua exploración sexual y Yunho no estaba errado por querer presionar un poco a Mingi, porque el otro le había dado su consentimiento y ambos estaban calientes y dispuestos a intentar cualquier guarrada que se les ocurriera o vieran en internet.

-¿Ah así?, ¿y qué vas hacer al respecto?... ¿me vas a castigar?...

Dijo Yunho retando a Mingi, sonriendo al notar como este último parecía morderse la lengua para no hacer algún tipo de berrinche; le sentía nervioso pero con las ganas a punto de caramelo por mantener la actitud dominante que había adquirido desde hacía apenas unos minutos.

-Qué coño es lo que te pasa hoy.

Preguntó un cabreado Mingi, torciendo los labios en una mueca de disgusto ante el cinismo de su novio. Como respuesta el otro sólo se encogió de hombros, sacando a relucir su lado más altanero y arrogante; dos cosas que en definitiva Mingi no toleraba. Aun así, más que provocarle molestia aquello solo incentivó al menor de los dos a ir por todo, queriendo despojar al otro de su acentuada petulancia.

En un arrebato Mingi se abalanzó sobre su novio, uniendo sus bocas con el mismo frenesí que llevaba su sangre al correr por sus venas, importándole poco que sus dientes chocaran en el proceso o que sus labios se vieran magullados debido a la intensidad de sus besos. Teniendo a Yunho encajado al filo de su escritorio, siguió presionando contra su cuerpo, frotándose deliberadamente mientras toqueteaba al otro con necesidad por sobre la tela de su uniforme, arrancándole más de un gemido ahogado al susodicho, gemidos que se tragó gustoso mientras le iba desarmando a razón de la fiereza que ostentaban en cada falange, cada apéndice de su cuerpo.

-M-mingi-í...

Escuchó decir al pelinegro en un suspiro al tiempo que sentía las manos de este alborotar y tirar de sus cabellos con suavidad.

-Esto era lo que querías, ¿no?

Cuestionó contra el cuello ajeno, encajando sus dientes justo en la coyuntura del cuello con el hombro, sintiendo rápidamente el temblor que su acción había provocado en el mayor.

-¡A-ahmm!... Sí, justo así... a-ah... Mingi...

Sonrió satisfecho cuando sólo escuchó jadeos erráticos y gimoteos deseosos salir de la boca del pelinegro. Fue entonces cuando se apartó apenas para contemplar el panorama que se desplegaba ante sus ojos; el fulgor en las mejillas de Yunho combinaba a la perfección con su agitación. El mayor estaba tan excitado que no le sorprendió en lo más mínimo lo dilatadas que estaban las pupilas del otro, lo incoherente que a pesar de todo le parecía aquella escena nunca antes apreciada al no haber tomado posición semejante. Resolvió darse una palmada en el hombro al advertir el desespero con el cual siguieron buscándole las manos ajenas, su creación entonces siendo la viva imagen de la lascivia, imagen que le hubiese gustado inmortalizar en un lienzo, en una fotografía, más, se tuvo que conformar con echarla a la suerte en su mente, rogando porque jamás se olvidara de la preciosa carita de su pelinegro todo ofuscado por el placer que él le proveía; material idóneo para reforzar el contenido de su galería de 'spank bank'.

-Tan desesperado estabas que no pudiste contenerte, ¿hm?, ¿acaso querías que te cogiera delante de San y Wooyoung?, delante de la profesora quizá...

Habló tan seguro de sí mismo que se desconoció por completo, su voz sonando tan grave y complaciente al mismo tiempo que de no haber sido por el fuerte agarre que tenía en torno a la cintura del mayor, podía jurar que el temblor en las piernas de Yunho habría hecho que este terminara cayendo al suelo.

-T-te necesito... haz algo, por favor... prometo portarme bien.

Murmuró Yunho al buscar sus labios entre cortos y arrebatadores besos, que en realidad eran más una batalla lasciva entre sus labios y sus lenguas.

La verdad es que experimentar con un Yunho tan dócil era una de las cosas más nuevas e interesantes que le habían pasado en toda la vida y, ciertamente, le resultaba agradable tener el control total sobre la situación y el pelinegro.

-Shh... yo soy quien está al mando y decido qué hacer, como te portaste mal no tendrás nada hasta que yo me corra primero.

Demandó al pelinegro al callarle con un beso que plantó hacia la comisura de los labios del mayor, sonriendo al escuchar el sonido de irritación que soltó el susodicho ante su declaración.

-Eres un idiota. Mingi eso no es justo.

Sentenció Yunho mientras seguía temblando entre sus brazos a razón de los besos húmedos que nuevamente iba dejando al recorrer su cuello. Acto seguido, soltó un bufido y se apartó a penas del pelinegro para mirarle a los ojos, arrinconando por un momento su convicción de ser el macho dominante de la relación.

-No me jodas, Yunho, tú fuiste quien me provocó durante todo el castigo.

-Aish, pero... no, no... sabes qué, enfócate de nuevo, anda, anda. Qué quieres que haga.

Pidió su novio de manera suave, rozando sus bocas al hablar para inducirle nuevamente en el rol que había adoptado con anticipación, cosa que logró con facilidad, pues a esas alturas no necesitaba demasiados incentivos para continuar; Mingi ya le había dado una provadita al adictivo manjar que ostentaba el poder, no había punto de retorno a partir de ese lugar. Estando tan excitado sólo ansiaba con creces el seguir viendo hasta que nivel podía elevarse la sumisión del pelinegro.

Soltando un suspiro volvió a abrazar al susodicho contra su cuerpo, colando sus manos dentro de la desarreglada camisa del uniforme ajeno para así recorrer con estas la espalda baja del otro, sintiendo como el pelinegro de a poco volvía a caer en la decadencia; tan manso a sus caricias que Mingi se vio ceñido a la pecaminosa esbeltez del deseo de poseer a Yunho desde la cabeza a los pies. Aquel grato sabor que registraba en su boca tras el mayor empujar contra la suya era el poder en su estado líquido, envenenando su libido a tal punto de crearle un hambre insaciable. Jadeó contra sus labios ajenos al sentirse abrumado, sintiendo cada nervio que componía su humanidad vibrar a razón de su entusiasmo, segundos después se dejó hacer por el pelinegro cuando este se atrevió a tomar su lengua entre sus labios, chupando lentamente, ocasionando que la densidad de un gemido quebrado se derramase de sus labios.

-Y-ya que estás en esas, por qué mejor no me haces una mamada...

Sugirió en voz baja, sonriendo a la par del pelinegro que en un abrir y cerrar de ojos le dio la vuelta para dejarle en su lugar.

-Tus deseos son mis órdenes, 'gigi'.

Murmuró el mayor para luego depositar un beso en su boca entreabierta, deslizando sus manos por su torso mientras iba descendiendo hasta quedar de rodillas en el suelo. El hecho de que el mayor se hubiese referido a su persona con aquel mote le bastó para mandar lo que restaba de su raciocinio bien largo al carajo.

Siendo honesto consigo mismo, Mingi no daba crédito a lo que Yunho hacía, más no se quedaría a reparar en dónde el mayor podría haber aprendido todas esas cosas, simplemente las disfrutaría.

Sin importar cuántas veces hubiese visto a Yunho en esa posición, no podía dejar de sentirse como si fuera la primera vez, era una locura, pero su cuerpo siempre reaccionaba de forma positiva cuando veía a Yunho ponerse en un plan similar, tan falto de atención como si nunca antes el pelinegro le hubiese tocado. Inclusive le causaba algo de pena el que su anatomía respondiera sin miramientos tan pronto el otro empezaba a soltar el cinturón y los botones de su pantalón, tan pronto se aproximaba con besos a su ingle haciéndole cosquillas al respirar sobre los trazos que dibujaban vagamente simulaban el extremo convexo de una curva en torno a su joven cintura; tan sensible le era aquel lugar que tan pronto el mayor tiró sin ceremonia alguna de su ropa interior descubrió el mástil que se alzaba orgulloso entre sus piernas. Era tal el poder que siempre habría de sostener la erótica escena, que Mingi en todas las oportunidades apartaba la mirada o cerraba los ojos, pensando que de quedarse viendo por mucho rato al pelinegro, acabaría por correrse de inmediato, y es que los ojos de su novio, la mirada tan intensa que este le tendía cuando arrimaba su boca a su carne palpitante era simplemente devastadora.

-Y-yunho... ngh...

Gimió al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás, sintiendo como el mayor empezaba a recorrerle con la lengua, desde la base hasta la punta, presionando justo al llegar a la cabeza para después sellar sus labios en dicha parte.

Con sus manos se sostenía de los bordes del escritorio al notar como de a poco sus piernas parecían volverse gelatina, debido al placer que el pelinegro le hacía sentir en todo el cuerpo. Sin poder evitarlo echó una mirada al susodicho quien parecía demasiado ensimismado en su labor como para darse cuenta de quien le espiaba con curiosidad. De pronto, un jadeo errático se le escapó de los labios cuando el otro empezó a mover su cabeza de arriba hacia abajo, encerrando la mayor parte de su virilidad en la calidez de su boca, ahuecando las mejillas al succionar provocando los sonidos más voluptuosos que podría haber escuchado jamás.

-J-joder... y-yuyu...

Lloriqueó tan pronto sintió al otro jugar con su lengua en torno a las segmentos más sensitivos, provocándole pequeños espasmos y gemidos que calló contra su mano al darse cuenta de que quizá estaba haciendo mucho escándalo.

-Mhm... no. No te tapes o no continuaré. Cómo sabré si lo hago bien si no me dejas escucharte.

Sentenció Yunho, sonando como un carajito malcriado tras haberse apartado, tomando de la mano que Mingi todavía mantenía sobre su boca para guiarla hasta sus cabellos azabaches; el brillo en la contemplación que le dedicó su novio en ese preciso instante llevaba implícito un mensaje bastante claro.

La cuestión es que, aunque él tenía reflejos de 'jeva', Yunho no, y por supuesto este último usaba eso a su favor cada que podía para desarmar a Mingi hasta dejarlo al borde del llanto, y es que, por qué no iba a permitir él que Mingi se follara su garganta si eso era algo de lo cual ambos podían sacar provecho y disfrutar.

Sin ningún tipo de contemplaciones Mingi asintió y, creyéndose tan nervioso como siempre, enredó sus dígitos en los cabellos de su novio con suavidad, mientras que Yunho por su parte le volvía a recibir en su boca, relajando su garganta para que Mingi pudiera empezar. Tentativamente embistió contra aquella húmeda cavidad escuchando el sonido de aprobación que hizo vibrar la boca del mayor y posteriormente su cuerpo, incitándole a mover sus caderas a un ritmo gentil, arrancando de sus cuerdas vocales un cántico lujurioso cada que el otro tragaba el exceso de saliva y líquido pre-seminal que iba acumulando en su cavidad bucal.

Tan envueltos estaban en la situación que a Mingi no le importó más hacer de su placer algo público, gimiendo el nombre del pelinegro cada vez que este le estrujaba los muslos y le proveía el coraje que necesitaba para seguir adelante, arremetiendo con ímpetu contra su novio como el propio egoísta persiguiendo solamente su liberación. No obstante, a los dos les hubiera parecido justo si el destino les hubiese dado una advertencia, si tan solo la vida hubiese tenido la decencia de avisarles lo que les vendría encima, o quizá, al menos... el que Mingi dejase sus manos sobre su boca, de esa manera hubieran sido capaces de escuchar el auto que se estacionó en el garaje de la casa de Mingi y de la persona que se acercaba por el pasillo. La misma que luego abrió la puerta de la habitación donde se encontraba de forma estrepitosa, alarmada por la cantidad de ruido que recién escuchaba procediendo del cuarto de su ya no tan inocente hijo.

-¿¡Mingi!?... Cariño, qué es todo ese ruido-...

Estando en esa posición con Yunho, a Mingi le hubiese encantado que la tierra se lo tragara abriendo un hoyo bajo sus pies. En una milésima de segundo pasó de experimentar el placer más divino a ser azotado por la ola de miedo más grande, más poderosa jamás registrada en la historia de la humanidad. A los efectos de su estupefacción ni siquiera sintió el movimiento de Yunho a su lado, ni siquiera pestañeó, tan sólo era capaz de repetir una y otra vez el momento en el que su mirada se cruzó con la tragicómica mueca de horror que dibujó el pálido rostro de su madre dos segundos después de cerrar la puerta al pillarlos en plena faena.

En el tiempo que transcurrió luego de ello ninguno de los dos movió un dedo, no respiraron, siquiera pestañaron, completamente petrificados debido al giro inesperado que había acontecido en la trama de sus vidas, más, ni bien pasó un minuto el pánico les azotó en una segunda oleada. En la medida de lo posible se arreglaron la ropa entre ellos antes de caminar cada uno con inquietud en todas direcciones dentro de la habitación de Mingi, este último maldiciendo a su confianza por haberle traicionado en un momento tan importante; si tan sólo hubiesen reparado en la hora hubiesen tenido más cuidado a sabiendas de que el castigo en el colegio les había reducido sustancialmente el tiempo que invertían en las tardes para hacer sus guarradas.

-M-mierda, mierda, mierda... ¿Yunho q-qué vamos a hacer?

Fue lo primero que pudo decir, notando el semblante pálido que cargaba su novio para el momento, sus pupilas ahora dilatadas por la aprensión tan grande que estaban experimentando. Estando tan nervioso como el otro intentó hacer que este reaccionara al zarandearle repitiendo un par de veces algo similar a un –"Marico reacciona me estoy muriendo, por favor."-, cuando de pronto... un firme golpeteo en su puerta les sacó a ambos de su estupor.

-Mingi, Yunho. Bajen, tenemos que hablar.

La voz del padre de Mingi hizo que a los dos adolescentes les corrieran el sudor frío por la espalda. Si antes habían querido huir despavoridos, ahora estarían cada uno pensando en la forma más fácil de acabar con sus vidas, porque de entre todas las cosas que pudieron pasarles tenía que pasar exactamente esa.

Entiendan que, no es como si anteriormente no hubiesen discutido la idea de ser honestos con sus padres, pero había todavía cierto estigma que colgaba respecto al tema de la orientación sexual de ambos y que, a pesar de todos los intentos que habían hecho Yunho y Mingi por conseguir una aceptación absoluta, ambas familias seguían reacias a doblegarse a la voluntad de sus hijos. De cierta forma ambos lo entendían, sabían que no era fácil digerir algo de tal magnitud, rechazar la posibilidad de que todo siguiera el curso "natural" de la vida porque simplemente un día tu hijo llegó diciéndote –"Hey, adivinen qué... Me gustan los tipos."-, todo lo relacionado a ese tema eran palabras mayores que debían ser discutidas con horas de previa planificación y, aunque ellos ya hubiesen superado ese paso hacía mucho, igual les quedaba la última y tan temida confrontación de decirle a sus padres que estaban juntos. Quizá no era una tragedia, pero sus mentes lo hacían ver como una; la incertidumbre que alimentaba la imaginación de ambos, hacía a los adolescentes temblar por la cantidad de escenarios disparatados que podían resultar de la reacción de los adultos al saberles unidos en ese contexto. Todavía, ya no les quedaba más remedio sino ir con los padres de Mingi con el rabo entre las piernas a decir lo que con tanto recelo habían tratado de cubrir en los últimos meses.

-Estamos jodidos...

Murmuró Yunho, luciendo al borde de las lágrimas, haciendo a Mingi tiritar despavorido ante dicho testimonio.

Soltando una pesada exhalación, el pelinegro terminó por tomar de la mano a su novio, trasmitiéndole en una mirada la poca seguridad que restaba en su cuerpo. Acto seguido, enlazó sus dedos a los de Mingi y le atrajo a su cuerpo en un reconfortante apretón.

-Todo va a estar bien, ¿sí?

Comentó el mayor tratando de parecer optimista, aunque Mingi estaba a un paso delante de él en esa situación, le era muy fácil palpar la inquietud que opacaba el brillo en los ojos de su novio. Sin embargo, decidió darle la razón, obsequiándole una temblorosa sonrisa antes de tomar aire y dejar que el otro le guiase a la puerta para salir juntos de la habitación.

De camino a la sala, Mingi terminó por quebrarse, dejando ir en gruesas lágrimas la ansiedad que le rebasaba, su mano se aferraba cada vez más fuerte a la de Yunho, más, no podía encontrar un consuelo verdadero en el pelinegro quien, aunque aparentaba de forma impecable una actitud serena, para el momento estaría a punto de desmayarse a razón de sus nervios; ambos adolescentes estaban sudando en frío, respirando con dificultad, sintiendo como la vida se les iba en cada exhalación.

Al terminar de llegar al lugar donde suponían se llevaría a cabo la ejecución, los padres de Mingi estaban esperándoles de brazos cruzados, con aquella 'cara de cañón', luciendo tan enojados como confundidos, absortos en sus propios pensamientos. Fue entonces cuando ambos se miraron por unos segundos y asintieron antes de dirigirse en pasos cortos hacia el sofá de la sala de estar, tomando asiento uno al lado del otro sin soltar sus manos en ningún momento.

Reparando una vez más en el tiempo y espacio que ocupaban dentro de la realidad, Mingi fue capaz de encontrar la mirada de su padre, hallando solo desaprobación en los orbes de su progenitor. Su madre por otra parte lucía un poco más compuesta, con más color en rostro que cuando la vio por última vez al abrir la puerta y descubrirles en tan comprometida escena. Todavía, aquello no le reconfortaba en lo más mínimo, ya que el silencio sepulcral que se había instaurado en la habitación les dejaba a la expectativa de lo que probablemente sería la reprimenda más grande de sus vidas.

-Entonces... ¿les molesta explicar qué fue lo que vio tu madre, Mingi?

Sin poder evitarlo Mingi sollozó y negó con la cabeza, indeciso de qué debía decir para arreglar el asunto, o por lo menos no empeorar tanto las cosas.

-N-nosotros... sólo...

-Saben qué, entiendo todo el asunto de que sean gays y adolescentes y quieran experimentar y cuanta mamada de los carajitos de hoy en día, pero al menos tengan un poco de decencia.

El tono tan severo con el que se dirigió el Señor Song hacia ellos les hizo sostener la respiración, y en el caso de Mingi, la cuerda de hipidos que acumuló en su garganta.

-Un poco de decencia es todo lo que pido. Es mi casa, es mi techo y actúan como si esto fuese una especie de prostíbulo, ¿qué sigue?, ¿ahora me dirán que también hacen orgías cuando tu madre y yo no estamos en casa?, ¡responde Mingi!

-¡N-no, papá!, N-no es como tú piensas... ¡Yunho y yo somos novios!

Se atrevió a decir Mingi, alzando su voz, quebrándose de inmediato al notar como su padre no parecía ablandarse en lo más mínimo debido a su testimonio, siquiera a su estado.

-¡Qué carajos les pasa a ustedes dos!

-¡E-espera!, Cariño... por favor, no hagamos de esto algo más complicado de lo que ya es.

Sin decir nada más la madre de Mingi se llevó al iracundo señor Song del brazo hasta la cocina, esperando poder aplacar un poco de la furia que su esposo expedía en el momento para así ayudar a los dos adolescentes que seguían viendo para los lados como venado a mitad de la carretera a punto de que lo atropelle un carro.

-¿Qué me vas a decir ahora?, que tengo que aceptar que los dos forniquen cuando les dé la gana bajo mi techo y en mis narices, ¿es eso?

Escucharon ambos la voz del padre de Mingi; a pesar de los metros que les separaban y del intento de sus padres por bajar la voz, sin hacer mucho esfuerzo los dos podían atender perfectamente la discusión que los adultos tenían en la cocina.

-No, pero igual te pido que recapacites. Dime, acaso estás molesto por eso o por el simple hecho de que tu hijo es gay, ¿acaso estaríamos en la misma situación si lo hubiese encontrado con una mujer?

Las palabras cortantes de su madre hicieron mella en el tembloroso cuerpo de Mingi, quien nuevamente sucumbía a la presión dejándose caer sobre el pelinegro que le recibió con los brazos abiertos, sollozando contra el pecho del mismo para aminorar el ruido de su llanto.

Tras su madre decir aquello no habían escuchado palabra alguna de su padre. La inseguridad les comía por dentro, sentían sus entrañas retorcerse del miedo hasta que una vez más la tan temida voz de aquel hombre en sus cuarenta y tantos quebró el ensordecedor silencio.

-No pienso aceptar que nuestro hijo vaya por la vida haciendo obscenidades, ¿¡qué se supone que va a pensar la gente de nosotros!?

-¡La gente va a seguir hablando de una manera u otra!...

Tan pronto escuchó a su madre alzar la voz en su defensa contra tu padre, Mingi sintió como si una parte muy íntima de él hubiera muerto; no estaba entre sus planes de vida el crear una enemistad entre sus padres a razón de su sexualidad, en realidad, todo el asunto le estaba descompensando más de lo que podía soportar, porque jamás en su vida (aunque no estuviese viendo aquello con sus propios ojos) había sido testigo de semejante conflicto. Sollozando con fuerza se aferró con las manos echas puño al uniforme de Yunho, su larga figura doblándose en cada doloroso espasmo del llanto, siendo que ni siquiera el confort de su novio era capaz de apaciguar la tempestad en su interior. Estaba sufriendo el peor de los castigos y todo por qué... ¿por amor?, ¿acaso tanto mal hacía el amar a alguien?...

La pregunta le caló profundo en el alma, sintiéndola hasta en los huesos, cuando después de otra pausa prolongada, su madre se atrevió a volver a abrir la boca.

-Yo sé que es difícil... pero Mingi es nuestro hijo y algo como sus preferencias sexuales no lo hacen un engendro.

A pesar de haber sido casi un murmullo, tanto Mingi como Yunho habían sido capaces de escuchar las últimas palabras que tuvo para decir la Señora Song; aquellas remarcables palabras que marcaron el inicio del fin.

De pronto, la puerta de la cocina se abrió dejando ver nuevamente la figura de los adultos, sus rostros inexpresivos no alentaron a Mingi ni a Yunho a razonar en base a pensamientos positivos, mucho menos cuando su padre se acercó para colocarse de frente a ellos, indicándole a Yunho que le siguiera. En ese instante, la primera reacción que tuvo Mingi fue la de tomar la mano de Yunho con fuerza, temeroso de lo que pudiera hacer el hombre con su amado pelinegro. Padecía del mayor estado de desconcierto que hubiese experimentado en su vida, pero Yunho... el pelinegro siempre tan amable y cariñoso le había logrado convencer con una sola mirada de dejarle ir a probar suerte con el destino.

Ni bien su novio y su padre se desaparecieron en el pasillo, Mingi se echó a llorar en brazos de su madre, esperando solo lo peor; el desconsuelo de su hijo haciendo que la mujer se contagiara con sus ánimos, derramando un par de lágrimas mientras intentaba consolarlo a punta de palabras que eran parcialmente verdades.

Quizá fueron minutos, quizá fueron horas, el tiempo en esa ocasión fue completamente relativo para Mingi, pero así pasaran mil años jamás olvidaría la sonrisa de tranquilidad que vio en los labios de Yunho cuando el susodicho emergió nuevamente del pasillo en compañía de un mucho más sereno Señor Song."

Se apoyó con ambas manos del azulejo de la regadera, sintiendo el chorro de agua tibia caer sobre su cabeza al tiempo que esbozaba una sonrisa.

Yunho jamás le había dicho lo que su papá le dijo aquella vez, sin importar cuántas veces le rogó al pelinegro, este siempre le daba la misma respuesta...

–"Le hice una promesa a tu padre y ambos sabemos que soy hombre de palabra. Es todo lo que necesitas saber.-"

Era tonto quizá, seguir pidiendo explicaciones cuando era mejor dejar las cosas como estaban, es decir, al final de todo habían conseguido salir a delante con su relación e incluso obtener la bendición de sus padres, pues, al poco tiempo su padre, aquel hombre tan regio y estricto había conseguido aceptarles a ambos. Sí era cierto que el señor Song no les había dejado las vainas en bandeja de plata, de hecho, les había puesto demasiadas restricciones a él y a Yunho; recordaba los momentos en los que su progenitor le llegó a negar varias veces un par de peticiones que involucraban al pelinegro, pero siempre que todo parecía ir en camino al desastre, el hombre volvía sobre sus pasos para evitar el daño y por ello, era que no podía mentir cuando decía que no le importaba lo que Yunho y este habían conversado aquel día.

Indistintamente, la historia ya estaba escrita y procuraba dar las gracias a su novio por lo que sea que hubiese salido de su bendita boca para contentar a su padre, daba gracias a su madre por tener la valentía que él nunca creyó tener para confrontar a su esposo, pero por sobre todo... agradecía el apoyo que había recibido de parte de los dos, porque de no haber sido por eso, estaba completamente seguro de que ni Yunho ni él serían la sombra de lo que eran hoy.

-Ay bueno, ya... no voy a andar ahora como un marico triste por vainas que ya pasaron.

Se regañó en voz alta, dándose unas palmadas en las mejillas para terminar de disipar la densa neblina que había en su mente; no era el momento más oportuno para traer a colación recuerdos que seguían abriendo heridas parcialmente abiertas de su pasado y presente.

Dando un largo suspiro, concluyó con las ideas y los pensamientos errados al darles senda patada fuera de su mente y, tras cerrar la llave de la ducha, salió de la misma al terminar de colocarse una toalla alrededor de la cintura. De camino a la puerta, recogió la ropa sucia y se dio una última mirada al espejo medio empañado, sonriendo con amplitud a su reflejo para cerciorarse de salir de allí con la mejor actitud posible; por nada del mundo dejaría que Yunho se enterara de lo que había estado pensando, no ese día, no ese mes, simplemente no. Aquel día quería vivirlo en paz.

-Pero miren nada más quién se bañó. Ahora sí pareces gente, bebé.

Comentó Yunho desde la cama, recibiéndole con una sonrisa al verle entrar a la habitación.

-Si eres pajuo.

Dijo tras soltar una risilla sarcástica, aventándole la ropa sucia en la cara, cosa que a su novio no le molestó en lo más mínimo, al contrario, terminó por deleitarse con la estruendosa y adorable risa del pelinegro.

-¿Tú no planeas bañarte?

Cuestionó al otro, alzando una ceja luego de notar lo cómodo que este parecía estar achantado sobre la cama con el teléfono nuevamente en su mano y la ropa cambiada.

-Yo me bañé anoche, bebé. No como tú que te quedaste dormido.

Dijo el pelinegro en un tono de burla antes de arrojar la ropa sucia al cesto al otro lado de la habitación, haciendo un gesto de victoria al encestar el tumulto de prendas como todo un campeón.

Sonrió por la ternura que le produjo el gritico de victoria que hizo el mayor al tiempo que se paseaba en toalla por la habitación, apresurándose para llegar hasta la cómoda donde guardaban la mayor parte de la ropa, escogiendo las prendas más básicas para su atuendo de ese día: una camiseta, unos pantalones rasgados (porque Mingi es un chamo cool) y por supuesto, su ropa interior. Maldijo por lo bajo el frío que hacía en el cuarto, pensando que quizá debía dignarse a convencer a Yunho para llamar al conserje del edificio y ver si este accedía a resolver el problema de la calefacción. Resolvió entonces dejar aquello para otro día y comenzar a vestirse, cuando unos tibios brazos le detuvieron al rodearle por el torso.

-Hueles rico.

Murmuró Yunho luego de olisquear su cuello. La sola acción le hizo apartarse de un brinco debido a las cosquillas que le provocó el pelinegro, haciendo que casi cayera al suelo; el mayor como todo buen príncipe azul le atajó al instante entre sus brazos sosteniéndole contra su cuerpo.

-Y-yah... Deja que me termine de vestir.

Protestó tratando de sonar molesto, fallando miserablemente en el intento.

-Deja que te ayude entonces.

Comentó el mayor, paseando sus manos por sus costados, provocando más de esas cosquillas que le hacían torcer hasta los dedos de los pies.

-Ay no, no vengas tú ahora con eso después de que me dejaste con las ganas antes. Anda, sale pa'llá.

Dijo empujando al pelinegro entre risas, esquivando los besos que este intentaba dejar en sus labios tras haberse dado la vuelta. A todas estas la toalla en su cintura pendía de un hilo a punto de soltarse y caer al piso.

-Pero bebé, no te me pongas así... mira, ve que tienes frío, déjame darte calorcito.

-Que no, Yunho. B-basta, basta.

Murmuró entre risas ahogadas, sintiendo su rostro arder ante las acciones del pelinegro, teniendo aquellas hermosas y cálidas manos recorriendo la piel erizada de sus brazos. Sentía que el corazón se le iba a salir por la boca a razón de su frenético latir; en realidad, estaba demasiado abrumado, pero en el mejor de los sentidos habidos y por haber.

-Dame un besito y te dejo en paz.

Sentenció Yunho al parar en seco, viéndole directamente a los ojos con esa sonrisa, aquella sonrisa tonta y acorazonada que hacía a Mingi delirar.

Incapaz de negarle aquel deseo a su novio, se inclinó para posar en los belfos ajenos un casto beso. Inmediatamente, sintió al mayor cumplir su parte del trato al liberarle del confinamiento que eran los largos brazos del pelinegro en torno a su cuerpo; al menos ya no tenía tanto frío, pero tan pronto el mayor se alejó le fue inevitable extrañar el tacto de su piel contra la ajena.

-Eres tan molesto.

Comentó en voz baja, aunque aquello fuese una completa y absoluta mentira. Sin decir nada más, y sin saber si el pelinegro le había escuchado, se dignó a vestirse de espaldas al mayor sabiendo que si le veía a los ojos de nuevo en medio de eso empezaría de nuevo el 'chalequeo'. Pues verán sí, los dos actuaban como carajitos en torno al otro, pero me dirán ustedes, sino quieren tener una relación así en la que prácticamente nunca han sido capaces de superar la etapa de la 'Luna de miel'.

Estando a punto de terminar, cuando iba a tomar la camiseta para colocársela, el pelinegro apareció en su campo de visión, arrebatándole la prenda para abrir la misma delante de él.

-Anda, manos en alto vaquero.

Le indicó Yunho, sonriendo como siempre.

-Te dije que soy completamente capaz de vestirme solo.

Murmuró al tiempo que terminaba por obedecer, demasiado enamorado del otro como para pelear por algo que no tenía sentido al fin y al cabo. Con gentileza Yunho guió la prenda por sus brazos y cabeza, terminando de acomodarla en su torso.

-Verga, tú sí te quejas, Mingi. No has escuchado por ahí ese dicho que dice "quédate con el que después de quitarte la ropa te ayude a vestirte", ¿no?

Dijo el pelinegro mientras paseaba las manos aplanando arrugas imaginarias sobre la tela de la camiseta, todo el tiempo sosteniéndole la mirada embobado.

Estando cegado por el sentimiento que tal frase le produjo en el pecho, acabó por tomar al pelinegro por las mejillas con la misma gentileza que sus labios tuvieron al acariciar los ajenos.

Mingi entonces, le besó la boca a su novio con la misma ansiedad que un adolescente tiene al momento de su primer beso, con las mismas ganas de aprender los trucos que sólo la persona que te gusta te puede enseñar; porque Yunho sin siquiera tenerlo como propósito volvía a enamorarle en lo que dura una exhalación. El florecía hasta doler en cada frase que el mayor le dedicaba, le besaba para hablar en el único lenguaje que dominaba a la perfección porque la vida era bella y Yunho le hacía ver estrellas.

-Te amo... tonto.

Murmuró ya al quedarse sin aliento, advirtiendo entonces la cercanía del otro a su cuerpo; ni siquiera se había dado cuenta de cuándo había pasado sus brazos por el cuello ajeno, mucho menos cuando Yunho le había rodeado por la cintura tan fuerte, tan cálido y seguro.

-Yo te amo más.

Pero nada más importaba si podía escuchar esas palabras.

El trayecto a casa de sus padres había sido más tranquilo de lo normal, no es como si esperase que un domingo a pleno medio día hubiese demasiada gente en la calle, es decir, a esa hora lo que quiere uno es estar echado almorzando viendo cualquier pendejada en 'TLC'. Todavía, a Mingi se le antojaba aquel día como algo más sereno de lo usual; aquella tranquilidad era casi surreal. Quizá era solo idea suya, quizá era el hecho de que tenía a Yunho a su lado, porque obviamente montarse en un autobús era mil veces mejor si tenía al pelinegro a su lado, pero había algo en el aire, en el cielo, quizá incluso en su ropa que definitivamente le estaba haciendo sentir diferente, como si el universo intentase que se diera cuenta de algo. En todo caso, capaz lo que tenía era hambre porque si se ponía a pensar, lo único que había en su estómago era el jugo de naranja que se había tomado esa mañana.

Largó un suspiro al descubrir el vacío en su panza, lamentándose de no haber hecho caso a su novio de desayunar apropiadamente antes de salir de casa, aún faltaban al menos diez minutos de recorrido en autobús y otros diez caminando de la parada hasta la casa de sus padres, eso sin contar el hecho de que llevaban cinco minutos sin moverse debido al tráfico; resolvió que a ese paso probablemente moriría de inanición o quizá algo incluso peor, esperaba al menos no tener que recurrir al canibalismo porque no quería comerse a su novio (al menos no de esa manera). Hablando de novio...

Giró su cabeza para reparar en la mirada perdida del pelinegro, su cabeza inclinada ligeramente contra la ventana del autobús; parecía casi como el susodicho estuviese viendo algo con detenimiento a través de la ventana, pero Mingi sabía mejor, conocía ese gesto del mayor, aquel que le advertía que el otro estaría complicándose la existencia con alguna idea. Frunció el ceño ante el silencio y la extraña expresión que el mayor tenía en el rostro, decidiendo interrumpir al otro de la mejor manera que conocía para traerlo de vuelta a la tierra cuando este parecía estar reflexionando sobre la inmortalidad del cangrejo. Así que, inclinándose ligeramente sopló con suavidad sobre la oreja del otro haciendo que el susodicho se encogiera en su lugar riendo.

-¡Te he dicho que no hagas eso!

Le reclamó en voz baja, propinándole un golpe en el hombro.

-Yah, es que estabas pensando muy fuerte, hasta yo podía oírte.

Comentó entre risas, logrando contagiar al mayor; aquella mueca de desasosiego esfumándose lentamente de la cara de su novio.

-Lo siento, es que... la verdad no sé, como que se me juntaron las vainas en la cabeza.

-¿Cómo así?

Cuestionó al tiempo que enarcaba una ceja.

Por alguna razón, no le gustaba el tono que había usado su novio para hablar, pues, de cierta forma entendía que el otro estaría por soltar algo que particularmente no estaría listo para hablar. Al menos el autobús por fin había empezado a moverse de nuevo.

-Es... es que no puedo evitar sentirme... ya sabes...

Inmediatamente su semblante cambió a uno de preocupación al notar como su novio parecía luchar por sacarse aquellas palabras del pecho; por más que quisiera presionarle en aquel momento, resolvió era mejor dejar a Yunho para que tomara el valor de hablar lo que le aquejaba. Aún así, había algo en la temblorosa mirada del pelinegro que le decía más o menos por dónde iban los tiros.

-Sólo... extraño a mis padres, Mingi...

Acabó por decir el mayor tras soltar una pesada exhalación. Acto seguido, se pasó una mano por los cabellos, tratando rápidamente de recobrar la compostura.

De pronto el hambre y cualquier otro de sus problemas o malestares pasaron a segundo plano. Aquella confesión había confirmado lo que se temía y había estado tratando de evadir desde la mañana; ese algo terminó siendo parte del tan delicado tema que entre ellos habían concluido hacer a un lado, sin importarles que todo el asunto quedase inconcluso.

A pesar de que quizá no era precisamente la mejor semana, el día o la hora para hablar de ello, Mingi entendía por qué Yunho se sentía de esa manera, y jamás sería capaz de recriminarle algo de semejante importancia. Todo lo opuesto, Mingi estaba decidido a seguir como siempre se había mostrado cuando a su novio caía en uno de sus achaques de nostalgia.

-Yuyu...

Susurró Mingi al momento de envolver al mayor con los brazos, dejando un besito en uno sus pómulos, sintiendo de inmediato la sonrisa que alzaba esas mejillas.

-Está bien bebé... todo está bien.

Aunque tales palabras en parte fueran verdad, igual no podía apegarse por completo a ellas. Esas sílabas de pronto se sentía tan inseguras, pero ese era el tema, si le faltaba convicción a esa oración, él se la pondría porque bajo ninguna circunstancia dejaría de apoyar a su novio, mucho menos en un momento tan importante como ese.

-Sí, todo estará bien, mi amor. Ya verás que sí... no estés triste ahorita, mira que vamos a comer comida rica.

Comentó mostrando una amplia sonrisa al mayor, sintiendo su corazón latir desenfrenado al ver el resplandor de esperanza apoderarse de los orbes ajenos tan pronto sus palabras llegaron a oídos del otro. 

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Considero que mi vida es un verdadero desastre en estos momentos, pero al menos actualizar esta historia me alegra un poquito el día. 

Quiero agradecer a todos mis lectores por su apoyo incondicional. Espero poder actualizar pronto y bueno... ya tengo parte del tercer capítulo hecho. No daré spoilers de nada(?)

Por cierto, ¿vieron que Yunho llamó a Mingi durante su Vlive de cumpleaños? Me muero de amor, esos dos son demasiado lindos. No me cabe dudas que son almas gemelas. 

Bueno ya, les deseo una buena semana. Tome mucha agua y hagan ejercicio, nos leemos en la próxima ▽・ェ・▽ノ"


♥Ingenierodepeluche

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