Capítulo I - Amor (segunda parte)
Les dije que los capítulos serían largos, ah.
Itrio-Hidrógeno + Magnesio (al 100%)
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Apoyando el mentón entre sus manos dejó que un nuevo suspiro se derramara de sus labios. Sinceramente le gustaba recordar los viejos tiempos, esos que quizá no llegó a atesorar en su totalidad y en los cuales sólo había hecho uso de su tiempo para puras pendejadas, no es como si en el fondo realmente odiara su vida como universitario (mentira, con todo lo que ha dicho el autor 'se cae de maduro' que Mingi sí lo hacía), pero anhelar tiempos más simples como esos de alguna manera también le hacía sentir vivo; recordar todas las etapas que había quemado y lo mucho que había crecido era agradable, sobre todo porque lo había hecho en compañía de Yunho.
Echando una rápida mirada a la mesa notó el grado de concentración que tenían San y Wooyoung mientras su bello y precioso novio les explicaba algo sobre una fulana conversión de unidades que ni siquiera haría el amago de entender.
A decir verdad, nunca sería capaz de comprender cómo Yunho podía meterse esas cosas en la cabeza e incluso disfrutarlo. Claro que había visto al pelinegro más de una vez estresado por alguna asignación de matemáticas, por algún parcial de física, pero Yunho no se rendía, y esa... era una de las tantas cosas que amaba de su pareja.
Todavía recordaba el momento en el que Yunho le dijo que se había decidido a estudiar Ingeniería Mecánica, en un principio la idea le había sonado tan descabellada que terminó por reírse, debiendo disculparse luego al notar que había herido a su novio, pero es que, en todos sus años conociendo al pelinegro este jamás le había manifestado que deseara estudiar algo así, más bien, le resultaba muy compleja la idea, pues, siendo ambos unos niños su novio siempre se había inclinado por el mundo artístico; sin embargo, ahora que vivía ese presente y veía a su novio con una sonrisa de oreja a oreja explicando a sus amigos, sentía que este al final había tomado la decisión correcta.
Y ver a Yunho tan feliz le traía paz al alma, porque a diferencia del pelinegro, muy a su pesar, él aún luchaba por acoplarse al estilo de vida que había decidido tomar; estudiar Comunicación Social nunca había estado siquiera entre sus primeras opciones, más, a razón de la insistencia de sus padres y las pocas oportunidades que le habían ofrecido en la universidad, no había tenido remedio. Sus lamentos incluso discurrían a las profundidades de un abismo, porque a pesar de ser un pésimo mentiroso, igual guardaba un oscuro secreto, algo que nunca sería capaz de contar a nadie, ni siquiera a Yunho, y es que, entre una cosa y otra mientras decidían qué hacer con sus vidas, Mingi había conseguido una oferta de estudio en otra universidad para estudiar la carrera de sus sueños, más, tan pronto se percató de la distancia que pondría aquello entre Yunho y él no le dolió en lo más mínimo declinar la propuesta.
Verán ustedes que nuestro protagonista no estaba loco (al menos no lo suficiente), Mingi había puesto las cosas en una balanza, decidiendo que algo tan banal como un título no merecía la pena si implicaba el echar por la borda los años que podía pasar junto a Yunho, no cuando podía buscar otras opciones y quizá permitirse uno que otro capricho cuando fuese mayor, es decir, la vida es dura, pero más dura es la verdura.
Entonces sí, hacía un calor brutal aquel día y ya sentía su camisa empapada en sudor pegarse de forma incómoda a los costados de su cuerpo, le dolía la cabeza por el bullicio que hacía la gente en la plaza y el enredo de palabras que salía de la boca de su novio y sus amigos; sin embargo, seguía sonriendo porque el sólo escuchar la pasión desbordándose de la voz del pelinegro era recompensa suficiente para seguir adelante y, quien sabe, al final también terminaría enamorándose de su carrera tanto o más que Yunho.
-Por qué el profesor no puede explicar las cosas como tú, o sea, te juro que sólo me lo dijiste una vez y ya lo entendí todo.
Habló Wooyoung con un tono de entusiasmo palpable en su voz.
-Sí, chamo... no sé si es que el profesor no sirve o yo no sirvo, pero cualquier vaina que me explica Yunho la entiendo al pelo.
Agregó San mientras hacía unas anotaciones en su cuaderno sobre las cosas que recientemente le había indicado el mayor de los cuatro.
-No eres el problema Sannie, eres completamente capaz de esto. Lo que pasa es que el profesor que les tocó les enseña vainas muy metódicas y hay maneras más flexibles para explicarlo y entenderlo, por así decirlo.
Comentó Yunho como todo un experto; tan seguro de lo que decía que si tratase de mentir a la corte para ganar un caso, estaba seguro de que su novio hubiese logrado convencer al jurado.
-Ahora que lo pienso... ¿no has pensado en meterte a tutor? Yo creo que ganarías incluso más que en el trabajo que tienes ahora.
Comentó Wooyoung luciendo más calmado que cuando llegó, a pesar de arrugar la cara por el calor.
Aquel comentario hizo a Mingi fruncir el ceño, adoptando una posición defensiva al volver las manos puños mientras su novio reía, pero antes de siquiera soltar las desagradables palabras que se acumularon en su garganta, Yunho habló, aplacando la bestia en su interior.
-No, la verdad es que me gusta ayudarlos a ustedes, pero ser tutor no es lo mío. Además tuve una mala experiencia en segundo semestre por andar en esas.
Explicó el mayor de los cuatro con una media sonrisa mientras organizaba sus pertenencias sobre la mesa, dando por terminada la sesión de estudio.
-¿Cómo así?, echa el cuento pues.
Exigió San viendo con interés a la pareja, alzando una ceja al percibir la tensión que ahora colgaba en el ambiente a razón de la amargura en el rostro de Mingi.
-Pues... en segundo semestre mientras veía matemática dos, el profesor me pidió que le hiciera la tutoría a una caraja que le iba quedando la materia porque estaba teniendo problemas en su casa, una vaina así. Total que accedí y eso, pero la caraja-...
-La zorra esa se tiró encima de Yunho porque pretendía pagarle el favor con una mamada aún sabiendo que Yunho estaba conmigo.
Escupió con amargura, tomando el dichoso libro que no había abierto ni una sola vez de la mesa para arrojarlo sin cuidado alguno dentro de su bolso, advirtiendo luego el peso de la mano de su novio sobre su hombro a modo de confort. Acto seguido, cedió a la voluntad del pelinegro, encontrando la mirada del mismo y una sonrisa reconfortante que hizo calmar la tempestad que tan amargos recuerdos avivaron en su interior.
-Verga... qué vaina tan fea. Pero... no me jodas, o sea, ¿qué hiciste Yunho?
Cuestionó Wooyoung tras pasarse una mano por los cabellos, despejando su frente sudorosa al tiempo que se inclinaba sobre la mesa, luciendo interesado en el desenlace final de la anécdota.
-Nada, es decir, la aparté y le dije que no quería nada de eso, pero ella siguió insistiendo y bueno, es una mujer, no sabía qué hacer porque capaz la caraja después salía diciendo que la había agredido físicamente, entonces en eso llegó Mingi y... chamo, les juro que hasta a mí me dio miedo, se la iba a comer viva de lo arrecho que estaba.
Explicó Yunho mientras mantenía a su novio cerca, viéndole de reojo para verificar que Mingi estuviese bien mientras seguía contando la historia.
-No, pero es que no es para menos, o sea, esa caraja estaba loca.
Apuntó San al terminar de acomodar sus pertenencias en su bolso.
-Verga sí... al menos no llegó a mayores.
-Si pues... bueno, Wooyoung y yo nos tenemos que ir porque tenemos clase de Termodinámica, gracias por ayudarnos. Nos has salvado estamos agradecidos, Yunho.
Comentó el de hoyuelos antes de levantarse, mientras Wooyoung soltaba un chillido desesperado antes de resignarse a su destino, tomando su bolso y yendo tras su amigo. Acto seguido, tanto Mingi como el pelinegro se despidieron moviendo su mano.
-A ver si nos vemos este fin de semana con Hwa y los demás. Bye mis amores, cuídense y usen condón.
Agregó Wooyoung antes de alcanzar a San, desapareciéndose entre la multitud de estudiantes.
-Hm...
-¿Qué pasa bebé?
Preguntó Yunho al sentir a su novio todavía un poco tenso, más bien, insatisfecho.
-Recordar a esa caraja me puso de mal humor.
-Bueno, eso ya pasó. Deberías contentarte porque nosotros no tenemos clases.
Sin poder evitarlo sonrió a su opuesto y sin decir palabra alguna le tomó de la mano para llevarle consigo lejos de aquella mesa, de aquella plaza y de todas las estúpidas chamas que se comían a su novio con la mirada.
El caso es que, no es que Mingi fuera celoso, no es que Mingi fuera posesivo, en realidad, era todo lo opuesto porque el confiaba ciegamente en Yunho y dejaba a su novio vivir su vida, pero de vez en cuando a nuestro protagonista se le metía por debajo de las uñas el hecho de saber que su novio era un imán de miradas, peor aún, un imán de mujeres.
Mientras caminaba de la mano de Yunho de regreso al pequeño departamento que habían rentado a las afueras de la universidad, no pudo evitar el que su mente divagara entre el mar de pensamientos negativos e inseguridades que sabía el pelinegro conocía a la perfección; aquellos defectos de su persona en los que había trabajado para mejorar desde que había dado el paso de consumar aquel noviazgo con el pelinegro, esas cosas que le daban escalofríos y que le hacían sentir un increíble repelús.
Aunque su relación con Yunho se fundamentaba en una confianza legítima, no podía dejar de pensar que alguien pudiera llegar a intentar quitarle a su novio. Le tenía miedo a las mujeres que veían al mayor con fuegos artificiales en sus ojos, porque después de aquella experiencia de Yunho como tutor, había reparado en la cantidad de pretendientes que el mayor tenía tras de sí. Quizá en el colegio no había sido tan notorio, porque tanto Yunho como él habían estado muy ocupados devanándose los sesos a razón de los temas ligados a su sexualidad y la adolescencia en general, tanto así que ninguno había tenido el tiempo ni la intención de prestar atención a las caricias que las muchachas del liceo dejaban en Yunho al batir sus largas pestañas. No obstante, estando en un ambiente nuevo, rodeado de personas con mentalidades tan diversas, le era imposible pasar por alto lo subjetivos que eran ciertos escenarios en los que se veía envuelto su inocente novio.
Y en lo que a Mingi respecta, todo el asunto iba de mal en peor, porque si bien tenía que guardarse las espaldas el mismo, aunque Yunho fuera capaz de defenderse de forma justa, el susodicho no caía en cuenta de la mayoría de las cosas, y no le culpaba, pues el pelinegro había sido criado incapaz de percibir la malicia que ciertas personas exudaban. Por ese motivo había tenido tanto miedo cuando después de un tiempo de haber llegado a la universidad, los de administración le habían dicho a Yunho que para conservar su beca completa, además de mantener su promedio debía trabajar a medio tiempo en la biblioteca de la facultad (al menos ahora le habían empezado a pagar por ello también).
Podrán imaginar que ese día a Mingi se le cayó el mundo de la cantidad de cosas que pasaron por su mente. Era el simple hecho de que su pareja con aquella aura principesca estaría expuesto a las hambrientas miradas de aquel poco de jovencitas alborotadas y, ¡oh!, vaya que tuvo razón al preocuparse porque ni bien el mayor llevaba una semana trabajando allí, ya las carajas hacían fila nada más para verlo; era inescrutable el hecho de que le llovían los pretendientes a Yunho, era imposible no darse cuenta de ello cuando tantas chamas (¡he incluso hombres!) se le insinuaban de la forma más vulgar y descarada.
Vivir con aquel tormento era parte de su día a día, más, no podía meter a Yunho en una caja de cristal. No concebía la acción de privar al otro de su libertad, mucho menos cuando aquel trabajo que le exponía era parte de lo que ayudaba al pelinegro a pagar la renta, más aún, a cumplir sus sueños.
Sin darse cuenta nuestro protagonista inmerso en un pensamiento turbado, había caminado todo el trayecto en silencio apretando el agarre en la mano de su novio quien, bastante intrigado y preocupado por la actitud de Mingi prefirió guardar la calma e indagar en el asunto cuando estuvieran a solas; cuando llegaron al apartamento tras cerrar la puerta, dio tiempo a ambos de quitarse los zapatos y dejar sus bolsos a un lado de la entrada antes de disponerse a hablar.
-Mingi... ¿Te pasa algo? Yo-...
Tras haber agotado su paciencia a expensas de una ideología bastante tóxica, se abalanzó sobre el pelinegro tomándole del rostro con la diestra mientras, con su mano libre envolvió la cintura del otro al tiempo que juntaba sus labios para besarle con un ímpetu que hasta la fecha había desconocido; sus gafas le estorbaron en el camino, más, no se creía en facultad de apartarse de aquella boca para atender a una nimiedad como esa.
En un principio sintió a su novio tensarse bajo su agarre, más, al reconocer la pasión con la que amansaba sus labios, la resistencia en el cuerpo ajeno fue mermando haciendo que el otro se disolviera entre el agarre de sus brazos, agarre que afianzó tan pronto le sintió tan tibio y obediente, correspondiendo a sus besos con desespero, como si hubiese contagiado al otro con la misma necesidad que alimentaba para sus adentros.
-M-mingi...
Escuchó su nombre en una sensual exhalación tan pronto sus manos se colaron bajo la camisa holgada que el pelinegro llevaba puesta. Acto seguido, sintió las manos de su novio ir desde su nuca hasta plantarse sobre sus hombros, llamando así su atención entre besos cortos que fue dejando Yunho sobre sus labios intentando apaciguar sus ansias.
-Hey, Mingi...
Volvió a escuchar, sintiendo las palabras a modo de caricia cuando los labios del mayor modularon a las susodichas contra la piel de su mentón. Finalmente fue capaz de volver en sí y abrir sus ojos para ver la incertidumbre que privaba por sobre la pasión de aquellos orbes pardos que tanto amaba.
-No es que me moleste que hagas esto, pero... de verdad siento que te pasa algo y quiero saber qué es para ayudarte o lo que sea. Por favor, háblame, ¿sí?...
Insistió Yunho al tomarle del rostro para así asegurarse de que siguiera mirándole.
Todavía sentía la respiración agitada del pelinegro a la par de los frenéticos latidos de su corazón; intuía que debía estar igual o más afectado que el otro, más las palabras de Yunho le hicieron reflexionar, percatándose en última instancia del nudo que se había formado en su garganta tras haberse llenado la cabeza con tantas bobadas.
-Yo sólo... me molesta recordar que hay tantas personas tras de ti, tengo miedo de que alguien venga con malas intenciones, con una actitud de mierda y te aparte de mi lado sólo porque no puede tenerte.
Confesó sintiendo el inconfundible picor en sus ojos que avisaba el inminente descenso de sus lágrimas, pero Yunho no se inmutó a sus palabras. No, el otro como siempre haciendo gala de su perfecta compostura le tomó el rostro entre las manos a nuestro protagonista y juntó su frente a la opuesta antes de hablarle con calma.
-Nadie me va a separar de ti, ¿sí?... nadie.
Como si de alguna proyección astral se tratase, como si él y Yunho hubieran tenido el poder de leer la mente del otro en ese instante, cerró sus ojos y buscó nuevamente los labios que encontró a mitad de camino; aquellos belfos con forma de corazón que le recibieron y devoraron con ansias.
Sabía que era realmente estúpido de su parte adoptar esa posición cuando llevaba tantos años junto a Yunho sobrellevando infinidad de mariqueras que por culpa de terceros perturbaban la paz de su hermosa relación con el pelinegro, pero escuchar a Yunho, tener a Yunho de esa manera y con aquel propósito tan claro escrito en el alma era algo que de vez en cuando necesitaba permitirse; sentir en cada fibra de su cuerpo los testimonios del otro era algo que simplemente le encendía de la mejor manera, y así, mientras ardía aprovechó sus nefastos recuerdos como leña para avivar las llamas de su incipiente pasión.
De a poco fue colando sus manos dentro de la camisa de su novio, sintiendo la piel erizarse al tacto, haciéndole sonreír como el pendejo enamorado que era mientras Yunho temblaba y se aferraba a su cuello, rogando por más en silencio, en suspiros ahogados que morían dentro de su boca antes de ser escuchados por sus oídos; lo único que rebotaba en las paredes era el ruido que hacían sus laboriosas respiraciones y sus labios al colisionar en roces profusos, mientras sus lenguas se enredaban dentro y fuera de sus bocas al tratar de hablar un idioma que conocían desde la temprana adolescencia.
Sin darse cuenta, nuestro protagonista fue guiando los pasos de ambos hasta acorralar a Yunho contra la pared más cercana, dejando a sus manos repartir caricias por la amplitud de la espalda ajena antes de tomar los bordes de la camisa de Yunho arrebatando la prenda del otro en un jalón, olvidando la misma en el suelo a un lado de los zapatos. Acto seguido, sintiendo el magnetismo de la boca ajena se inclinó para besarle otra vez, juntando sus cuerpos en un sensual movimiento que, al igual que sus bocas, fue diluyéndose en una trágica y tan erótica danza cuya fuerza fue capaz de arrancar un gemido de la boca del mayor.
-Te amo. Te amo tanto... mierda, Yunho...
Murmuró al descender con besos húmedos, lentos, por el cuello del mencionado, sintiendo las manos de su novio enredarse en sus cabellos, tirar de su cintura, pasearse por sus brazos, de todo un poco; sentía a Yunho palpitando a la par de su persona, buscando más de aquel placer que su propio cuerpo había conjurado al empujar sus caderas contra el mayor esporádicamente, tan sólo queriendo llevarse al límite para ver cuánto podían aguantar él y Yunho de esa manera; viendo de qué manera le era más práctico levantar el asta donde próximamente izaría su bandera.
-Mmhm... te amo más... a-ah, Mingi...
Escuchó decir al pelinegro sintiendo en la voz del susodicho el grado de necesidad, la densidad de su desespero por conseguir más de él.
Siendo incapaz de pasar por alto los deseos de su novio le tomó de la mano, entrelazando sus dedos y tras dejar un beso en sus labios le llevó consigo a la única habitación del pequeño departamento, lugar donde volvió a tomarle por la cintura, enterrando sus dedos en el calor de la figura ajena, pegándole a su anatomía para hacer gala de la fuerza que le había poseído de modo que su novio no tuviera otra alternativa sino ceder su voluntad.
Aunque normalmente la dinámica entre ellos fuese a la inversa, de vez en cuando a Mingi le gustaba ser el que daba, y bueno, a Yunho no le molestaba en lo absoluto recibir todo lo que le ofrecía Mingi, porque cada que su novio se ponía creativo con aquella actitud de Dominante, Yunho se derretía por sus encantos, sediento por descubrir de qué manera Mingi podría sobrepasarle las expectativas en dicha ocasión.
Ansioso por más, Yunho se dio a la tarea de quitar la camisa de su novio, cuidando de que las gafas de Mingi no salieran volando por la habitación. Más tarde solo pudo contemplar la maravilla que había dejado al descubierto, aquel torso perfectamente trabajado, cuadriculado como un cuaderno de matemáticas, como una tableta del más fino chocolate; al pelinegro se le hacía agua la boca de sólo pasear su mirada por las hendiduras que trazaba con sus dedos, deteniéndose justo al filo del caminillo de la pasión que tantas veces había insistido a su novio en conservar, porque había algo en la naturaleza de la anatomía de Mingi que Yunho encontraba insoportablemente irresistible; porque incluso aunque no fuera un fanático de lucir en su persona el vello púbico, Mingi era un adonis en su estado original.
Mientras dejaba a su novio explorar a su antojo iba descendiendo con caricias por los costados de este, colando sus dedos a penas por entre los pantalones ajustados del pelinegro para sentirle estremecer contra su cuerpo; la piel ardiente e inmaculada de su pareja siendo el lienzo que deseaba manchar cuanto antes con la tinta de su exaltación, más, quería llevar las cosas con calma en aquella ocasión porque deseaba invertir ese tiempo en llenar cada recoveco de Yunho con su pasión. Por ese motivo cuando sintió las delicadas manos del pelinegro hacer el amago de soltar sus pantalones, le detuvo en el acto.
-No, no... yo soy quien está a cargo esta vez bebé.
Murmuró con una sonrisa, llevando una de las manos ajenas a la altura de sus labios para besarla sintiendo el peso de la intensa mirada del aludido sobre sí.
Teniendo el control de la situación, empujó a Yunho con suavidad sobre la cama, haciendo a este arrimarse al centro con la cabeza en las almohadas antes de treparse sobre su cuerpo, encajándose divinamente entre las largas piernas de su pareja al tiempo que buscaba sus labios en un nuevo beso; apenas acariciaba los belfos del otro con la lengua, incitándole a abrir su cavidad bucal para después rozarle el paladar con la punta del sinhueso, sosteniéndole por el mentón de un momento a otro para que permaneciera de esa manera antes de separarse dejando caer una generosa cantidad de su saliva en la boca del mayor. Inmediatamente apreció la sacudida placentera que removió el cuerpo de Yunho y, estando complacido sonrió al ver a su novio tragar gustoso el obsequio que le había entregado, advirtiendo la lascivia que ampliaba las pupilas ajenas y el rubor tan intenso que se regó de sus pómulos hasta su pecho, tan acentuado como el rosa brillante de sus hinchados labios.
-Eres un fetichista de mierda.
Comentó su novio tras relamerse los labios, sin poder aguantarse las ganas de sonreír.
-Mira quién habla.
Dijo al intentar parecer ofendido, simplemente siguiendo adelante mientras se deleitaba con la risa de Yunho que pasó a convertirse lentamente en suspiros cuando sus labios se dieron a la tarea de trazar un sendero de besos por el cuello ajeno. Acto seguido, acarició con la lengua el camino de regreso sintiendo en sus papilas el ligero sabor salado del sudor del pelinegro; tan adictivo como el olor característico de la colonia de su novio.
-M-mhmin... Mingi, bebé... quiero más...
Escuchó decir a Yunho antes de propinarle una mordida, para luego succionar hasta dejar constancia de sus actos en la piel de porcelana. Sin apuro alguno se acomodó en su lugar para descender con besos por uno de los hombros ajenos, abriéndose paso entre que se propagaban como el fuego ardiente por el brazo del mayor hasta llegar a su mano, la cual sostuvo con una de las suyas para así besar la muñeca, el dorso, la palma de la misma hasta llevar dos de aquellas delicadas falanges a su boca, chupando con delicadeza y determinación mientras veía a su novio retorcerse bajo sus estímulos.
Se tomó su tiempo para dar el mismo tratamiento al otro brazo de su novio, llegando a la mano de este la cual lleno de mimos y caricias, al tiempo que tanteaba con sus manos los muslos del mayor; estrujando con firmeza cuando teniendo el índice y medio en la boca, el mayor presionó contra su lengua arrancándole un gemido de satisfacción.
Verán ustedes que al pasar los años (arriesgando todo a que esto resulte un estúpido cliché), la intensidad con la que Yunho y Mingi hacían el amor, hacía años que había trascendido a niveles insospechados, es decir, por supuesto que ya no eran principiantes tanteando en terreno inexplorado, pero seguían guardando cierto recelo durante cada encuentro sexual, porque cada momento de pasión era idóneo para descubrir algo nuevo del otro; era entonces la manera cómo las cosas podían escalar de una simple caricia a un rasguño, de un apretón a una embestida. En lo personal, Mingi pensaba que no había nada más hermoso que perderse en el cuerpo de su mayor, mientras este le suplía de palabras y acciones que le llevaban a la gloria, pero aquel día se lo dedicaría a Yunho.
Con una nueva meta que cumplir, finalmente guió sus manos a los pantalones del pelinegro, notando el prominente bulto que había al frente de estos, rozando sus falanges deliberadamente contra el mismo mientras le liberaba de aquel confinamiento. Al instante de terminar su acción recibió la ayuda de las manos ajenas, las cuales tiraron de la ofensiva y ajustada prenda, atorándose a mitad de sus muslos.
-Joder... pero bueno... ¿y entonces?, cómo coño te metiste aquí, Yunho.
Se quejó al tiempo que tiraba de aquellos pantalones que parecían aferrarse por su vida a las piernas de su novio. Soltó un bufido antes de incorporarse, escuchando de fondo la risa del pelinegro al tiempo que volvía a tirar de la ropa del susodicho, terminando por arrancar la dichosa prenda, arrojándola con molestia al otro lado de la habitación.
-Si no fuera porque te ves sexy con ellos, voy a la cocina y los quemo de una.
Murmuró ahora más calmado, repasando con sus manos los pálidos muslos del pelinegro, besando una de sus rodillas en el proceso. Acto seguido, su novio se cubrió con las manos intentando esconder el sonrojo que había tintado su rostro al tiempo que seguía riendo.
-Uy sí, qué malote... ¡Y-yah!, no me hagas reír ahora.
Soltó el mayor y tal como si fuera una invitación, Mingi hizo exactamente lo opuesto, llevando sus manos a los costados de su adverso para empezar a hacerle cosquillas, encantado por como Yunho intentaba huir de su lado entre risillas. El mayor se retorcía como un niño bajo el poder de sus manos y los besos que dejaba en el escarlata de sus pómulos; parecían los propios carajitos en aquel momento, habiendo olvidado por completo el propósito original por el cual se estaban desvistiendo, más eso no importaba.
Mingi no tenía cabida para tanto amor en su corazón como el que tenía para Yunho, por ello no dudaba en profesarlo hasta de las formas más extrañas, como en ese momento en el que soplaba sobre el estómago de su novio ocasionando que el otro riera con más fuerza ante las cosquillas y los sonidos de sus acciones.
-Verga pero tú sí eres bello... Dios mío, cómo amo tu risa.
Comentó entre risas, besos presurosos y sonrisas que fue dejando por el pecho del pelinegro hasta llegar a los belfos que le atraparon bajo el hechizo de siempre, haciéndole caer en la tentación; se dejó enredar una vez más entre esas esbeltas piernas de dueño.
-Yo amo todo de ti.
Confesó Yunho al separarse de sus labios y recuperar el aliento, viéndole a los ojos con la misma pasión de siempre al tiempo que peinaba los cabellos de Mingi hacia atrás; empujó sus gafas nuevamente por el puente de su nariz, pensando que quizá debía quitárselas, más, si lo hacía no sería capaz de ver a Yunho en detalle y él no deseaba que algo como su malograda visión se interpusiera en el camino de cumplir con su objetivo.
-¿Nos pusimos mariquitos?
-Siempre andamos mariquitos, bebé.
Respondió Yunho antes de llevar su boca una vez más a la suya, mordiendo y chupando el labio inferior ajeno, provocando así que un jadeo se escapase de los labios de Mingi y las caderas de este comenzaran a moverse por cuenta propia, rozando así sus prominentes y olvidadas erecciones en un vaivén que no pretendía sino reavivar la llama entre ellos.
Como era de esperarse, tales esfuerzos hicieron su trabajo y más temprano que tarde los dos se encontraban jadeando contra la boca del otro, Mingi siendo el que llevaba el ritmo de aquel sensual vaivén de sus cuerpos, sosteniendo el cuerpo de Yunho contra la cama imposibilitando su movimiento hasta que el susodicho, sin previo aviso, invirtió las posiciones acomodándose sobre el regazo del menor, echando sus cabellos hacia atrás con la zurda mientras retomaba con intensidad el meneo de sus caderas; para Mingi era un tanto extraño tener al pelinegro de esta manera pero no por ello era menos atrayente, al contrario, era tan excitante que podía sentir como su miembro pulsaba de interés cada que Yunho empujaba contra su cuerpo buscando más fricción.
-Mírame... no es divertido si no me miras.
Le reprochó el mayor, haciendo que abriera los ojos, reparando en el hecho de que ni siquiera se había dado cuenta de cuándo los había cerrado; inmediatamente observó la sonrisa que adornaba los labios de su novio.
-Así está mejor.
Sentenció Yunho al tiempo que le tomaba de las manos ajenas para guiarlas a sus muslos tras haber acomodado el marco de los anteojos de su opuesto; no entendía en qué momento había acabado por ceder nuevamente la batuta a Yunho, pero tampoco podía quejarse, no cuando tenía al hombre más bello sobre la faz de la tierra mordiéndose los labios para no gemir cada vez que se movía sobre la dolorosa erección que encerraba en sus pantalones, dirigiendo aquella orquesta como el más habilidoso músico.
En aquel momento no supo siquiera qué se le metió en el cuerpo, pero su mano actuó por cuenta propia al alzarse e impactar contra uno de los glúteos ajenos, haciéndole sentir el ardor contra su palma y la piel de Yunho, quien soltó un gemido ahogado a razón de aquella nalgada; sin embargo, más que parar, aquel erótico juego sólo terminó por desatarles.
Sin miramientos, Mingi siguió estrujando y acariciando la piel expuesta de su enamorado, escuchando su nombre salir de aquellos pecaminosos labios que anhelaba volver a probar, más, al mismo tiempo deseaba permanecer cuanto pudiera en esa posición contemplando a su novio caer paulatinamente en la decadencia del placer, usando su cuerpo para satisfacerse mientras se aferraba a él por los hombros.
-Por Dios... Yunho, a-ah... bebé, me vas a matahmm-...
Gimió tras echar la cabeza hacia atrás, se sentía cada vez más incómodo dentro de sus pantalones, pero no tenía la potestad de pedirle al mayor que parara porque él era medio masoquista y le gustaba cuando Yunho le llevaba al borde de las lágrimas.
Volviendo en sí, se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz antes de incorporarse un poco, acomodando la parte superior de su cuerpo sobre las almohadas antes de llevar ambas manos a los bordes de la ropa interior ajena, deslizando la misma hasta asegurarla bajo los testículos de su novio. De inmediato la voluptuosa imagen hizo que se le hiciera agua la boca mientras contemplaba sus opciones; resolvió no hacer esperar más al otro, pero ni bien alzó su mano el pelinegro le hizo detenerse en el acto.
-A dónde coño crees que vas con esa mano, Mingi.
Le reprochó el pelinegro haciendo que hiciera un chasquido con la lengua.
-Ay, yuyu... por Dios.
-Ningún yuyu. Ya no soy un carajito de diecisiete para que vengas tú a matarme a pajas secas, mueve el culo y busca el lubricante, Mingi.
Sentenció Yunho aunque no hubiese molestia real en su voz. Acto seguido, el antes mencionado se apartó de Mingi, dándole tiempo a este para hurgar entre las cosas de la mesa de noche en busca del dichoso lubricante mientras terminaba de desnudarse.
-¿Seguro que está aquí?, ¿dónde fue que cogimos la última vez?
Preguntó al alzar la mirada, encontrándose a un Yunho desnudo y sonriente al otro extremo de la cama, el cual sólo se encogió de hombros al oír la pregunta.
-Bueno, qué verga... voy a revisar en el baño a ver si consigo la otra.
-Dale pues, me quiero correr hoy, no mañana.
Le apresuró su novio al darle una juguetona nalgada, acción que le devolvió al tiempo que le plantaba un sonoro beso en los labios antes de irse a por la búsqueda de la bendita botella.
Queriendo acabar cuando antes con ese imprevisto, al entrar al baño encendió la luz y rápidamente revolvió entre las cosas que tenían en el gabinete tras el espejo, sonriendo victorioso al encontrar lo que buscaba. Acto seguido, cerró el gabinete, apagó la luz y de un brinco volvió a la cama con su novio quien le esperaba con una sonrisa de rodillas al borde de la cama.
Yendo al encuentro con su novio, lanzó la botella sin cuidado sobre la cama y llevó una de sus manos para quitarse las gafas, siendo detenido en seco por un atractivo pelinegro.
-Déjatelas... que después no puedes ver nada.
Murmuró Yunho tras rodearle el cuello con ambos brazos, trepándose nuevamente a su regazo luego de que Mingi se sentara en el lugar que segundos antes había ocupado el mayor de los dos.
-¿Estás seguro que es por eso y no porque tienes un fetiche con verme en la cama con ellas?
-Ay, cállate Mingi.
Comentó un sonrojado Yunho, quien a pesar de sus palabras seguía sonriendo.
-Cállame pues.
Le retó mientras acariciaba los costados del pelinegro, sintiendo al mismo arquear la espalda debido a sus caricias.
-Es que ahora te ves demasiado sexy... y me dan ganas de...
Comenzó a explicar su novio, hablando contra sus labios entre suspiros mientras le acariciaba los cabellos; sabía que a Yunho le gustaba jugar, seducirle hasta reducirle a escombros y él no era quien en esa vida y en ninguna otra para escaparse de aquella trampa.
-¿Ganas de...?
Preguntó bastante interesado, viendo con los ojos entrecerrados como el pelinegro se postraba allí en su regazo, luciendo como la materialización erótica de todos los sueños húmedos de nuestro protagonista.
-De que me hagas tuyo...
Finalizó Yunho al rozar a penas sus labios, provocando que un gruñido saliera de la boca del menor. Acto seguido, Mingi le tomó con gentileza de la nuca, besándole con pasión desmedida, usando su lengua para profanar el lugar del que salía la voz más hermosa que había tenido la dicha de escuchar, así como los jadeos que ahora extasiaban a sus oídos.
En un rápido movimiento volvió a dejar a Yunho sobre la cama, asegurándose de dejarle lo más cómodo posible antes de tantear sobre las sábanas a ciegas hasta dar con la botella de lubricante; siendo dominado por sus instintos primitivos, decidió abrir la tapa del envase con los dientes y tan pronto lo logró esparció un poco del líquido sobre dos de sus dedos, llevándolos a la entrada del pelinegro.
-Quédate quieto que hace rato que no te hago esto y no quiero que te duela.
Comentó mientras esparcía besos húmedos en la cara interna de los muslos de su novio, sintiéndole temblar e ir de a poco soltándose para recibir el primer dígito dentro de sí, jadeando tras sentir aquel largo intruso dilatando sus paredes con parsimonia.
-A-ah... M-min... Mingi...
Escuchó gemir a su novio, atendiendo inmediatamente a su llamado.
-Dime bebé, ¿qué pasa?
-M-más, más...
Pidió el pelinegro haciéndole estremecer a razón del tono tan seductivo de su voz. Inmediatamente buscó la botella de lubricante y colocó un poco más en sus falanges antes de ingresar dos de los dígitos por entre el estrecho anillo de músculos; de a poco sentía aquel esfínter permitirle ahondar en las profundidades de su pareja entre mimos, desistiendo de la idea de expulsarle fuera de aquel calor así como su novio iba perdiéndose entre la marea del placer.
-Pon tus piernas sobre mis hombros bebé.
Indicó al mayor, al acomodarse a horcajadas sobre el cuerpo ajeno, asegurando las piernas del otro sobre sus hombros antes de comenzar a mover los dedos en busca del punto erógeno del mayor; con un movimiento en ángulo ascendiente dio con el susodicho arrancando un gemido ahogado de la boca ajena, algo semejante a una risa airosa, al mismo tiempo Yunho se encorvó por completo en la cama.
Encantado con lo que veía, decidió abusar un poco al estimular la próstata de su novio, obteniendo más lloriqueos de parte del aludido, haciéndole temblar del goce, pero... no era suficiente. Determinado a ablandar con placer cada fibra del mayor, acercó su boca a la ingle del susodicho, besando y lamiendo en descenso hasta el pene hinchado de su pareja, chupando la punta apenas tuvo la oportunidad. Acto seguido, Yunho cerró las piernas atrapando la cabeza de Mingi entre estas, sacándole una corta risilla antes de volver a su labor.
-Ten cuidado, yuyu.
-L-lo siento es q-que-mhm...
Sin prestar atención a las incoherencias que decía su novio se mantuvo a la par, disfrutando del peso de aquella longitud ardiente contra su lengua, sintiéndola convulsionar al igual que su dueño cada vez que movía en círculos su lengua o ahuecaba las mejillas al succionar. Todo mientras seguía moviendo sus dedos dentro y fuera del pelinegro, quien empezaba a aproximarse peligrosamente a un maravilloso orgasmo; el asunto era toda una hazaña para Mingi, que debía balancear su peso y procurar que sus anteojos permanecieran en su lugar.
-M-mingi, Mingi, Mingi...
Escuchó decir a su novio, apartándose un tanto alarmado al oír la urgencia en su voz; con la mano que no ocupaba dentro del mayor se acomodó las gafas para ver mejor al otro.
-¿Qué pasó mi amor?
-Y-yah, no me quiero correr todavía. Anda, anda.
Le apresuró tras ayudarle a librar sus dedos de aquel erótico lugar, tomándole el pelinegro por los hombros para atraerle sobre su cuerpo, llevando las manos a sus pantalones para retirar las prendas insulsas con maestría entre besos y sonrisas.
-Alguien está emocionado.
-No eres quién para hablar.
Comentó el pelinegro con aires de grandeza al empezar a masturbarle lentamente con la zurda.
-¿Trajiste un condón?
Cuestionó Yunho mientras Mingi moría del placer que las tibias y habilidosas manos de su novio le proporcionaban a su olvidado y dolorido miembro.
-N-no... a-ah... puedo ir por uno si quieres.
Logró decir mientras embestía ligeramente contra la mano del otro; su novio tenía razón, las pajas a secas perdían el encanto cuando uno crecía pero no podía hacer sino querer más porque sin darse cuenta había alcanzado un punto sin retorno al haberse privado por tanto tiempo de atención.
-Ay no... después me baño y ya, anda.
Soltó una ligera risotada al oír a su pareja antes de tomarle delicadamente del rostro para besarle múltiples veces; se sentía no sólo feliz de que Yunho le dejara metérsela sin condón, sino también henchido de júbilo de tener un novio tan adorable, tan hermoso, tan...
-Perfecto. Eres perfecto.
-Te aseguro que me veré más perfecto cuando me hagas tuyo.
Murmuró Yunho con una sonrisa juguetona danzando en sus labios.
Ante esas palabras, Mingi sintió como si el otro hubiese presionado una especie de interruptor en su interior que le hizo actuar a mil por hora, lubricándose antes de volver a encajarse entre esas piernas que le recibieron tan cálidas como lo hizo el interior de Yunho abriéndose lentamente para él; mientras se enterraba dentro del mayor no perdió detalle alguno de las atractivas facciones del otro, adorando el rosa que salpicaba por completo el cuerpo de su tembloroso pelinegro.
-A-ah... Y-yunho... te sientes tan bien, se siente tan rico estar dentro de ti.
Susurró contra el cuello de su pareja una vez estuvo completamente dentro del mismo, acomodándose a penas mientras le daba tiempo a acostumbrarse, tiempo que pasó más rápido de lo que esperaba, porque más temprano que tarde tuvo a un eufórico Yunho moviendo sus caderas contra las suyas para alentarle a continuar.
-¡Mm-mh!... Mingi-í... ¡ahí!, justo así... dame más, bebé...
Los gemidos y jadeos de Yunho eran la sinfonía más hermosa que quería poner en repetición eterna por el resto de su vida, siendo además lo que le impulsó a embestir más rápido contra el cuerpo ajeno; acomodado sobre uno de sus antebrazos, con su mano libre sujetaba la cintura del mayor, enterrando sus uñas en aquel lugar antes de descender con rasguños superficiales a los glúteos acentuados de su pareja, propinando una que otra nalgada al lugar.
Bajo su cuerpo Yunho temblaba esporádicamente, se encorvaba y apretaba su esfínter de tal forma que podía ver destellos blancos tras sus párpados. En ese momento tenía mucho más calor que cuando habían estado en la plaza, pero ese calor abrazador tenía la particularidad de ser un afrodisiaco natural, al cual su cuerpo se sublevaba a tal punto que perdía la compostura; arremetía con la fuerza y convicción de un amante desaforado que desea bajar todas las estrellas a los pies de su pareja, porque si no lo hacía de esa manera, sino a amaba a Yunho con esa intensidad no valía la pena.
-¡M-min...! P-para, para... d-detente.
El llamado desesperado de su novio le hizo detenerse en seco y con el corazón a millón, sostuvo el rostro sudoroso y ruborizado de su pareja en busca de alguna señal de inconformidad o dolor.
-Qué pasó, qué pasó...
Escuchó a su novio reír mientras ambos recuperaban el aliento; el temblor de aquella risa llegando incluso a su pene que seguía imposiblemente más profundo dentro del pelinegro.
-Que vas como si no hubiera un mañana y ok, se siente rico, pero tampoco es para que me partas en dos.
Explicó el pelinegro al dar largas inhalaciones entre risas y jadeos, acabando por envolver sus brazos y piernas en torno al cuerpo de Mingi.
Ante la observación del otro pasó saliva por su garganta y se reprendió mentalmente; sentía algo de vergüenza pero su novio al darse cuenta de esto buscó reconfortarle con un par de besos, los cuales correspondió sintiendo de inmediato como Yunho le daba la pista de que retomar lo que habían dejado a medias.
-S-sabes que me gusta cuando me lo h-haces lento... mhm...
Comentó Yunho en un tono que quizá no había resultado en esa intención, pero a Mingi igual se le antojó imposiblemente más sensual. Continuó con su labor trabajando de a poco el cuerpo de Yunho con besos y caricias en su cuello y clavículas mientras empujaba sus caderas al ritmo complaciente que el otro pedía, sintiendo los efectos arrebatadores que toda acción tenían en la anatomía ajena.
A decir verdad, no es que Mingi fuese un amante descuidado, pero eran tan pocas las veces que tomaba el papel de activo que a veces se le traspapelaba el hecho de que Yunho prefería lo opuesto a él, es decir, todo más lento, más suave, más intenso. Pero que se le olvidara no significaba que no podía hacerlo, de hecho, sabía que lo hacía bien porque ahora que alzaba la mirada y veía a Yunho, el pelinegro se veía tan o más acabado y complacido que él mismo, le sentía vibrar contra su piel, encendido como nunca antes.
Siguiendo el vaivén propio del cuerpo de su pareja, siguió arremetiendo en estocadas pausadas, tan profundas como los alaridos de placer que Yunho soltaba; cada vez las piernas del otro le pegaban contra su cuerpo impidiendo que pudiera moverse con tanta autonomía, pero si eso complacía a Yunho, él estaba feliz de suministrar al otro lo que necesitara.
-M-mi amor... ¿estás cerca?
Murmuró con una sonrisa al ver una lágrima recorrer la mejilla de Yunho, atrapándola con su lengua al acariciar la mejilla del susodicho en una lamida, el otro se veía tan privado del placer, a punto de un delirante estallido y, aunque él pareciera compuesto, estaba al borde de su propio colapso nervioso, porque la manera como Yunho le apretaba le quemaba con la intensidad de mil soles era más de lo que su joven cuerpo podía tolerar; de por sí no tenía él aguante de su pareja.
-S-sí, si... m-muy cerca, a-ah... M-mingi, lo haces también, tan rico...
Tras una violenta sacudida y un jadeo ahogado, Yunho capturó sus labios en un beso sensual, más bien, pareció una lucha sin sentido entre sus lenguas, todo muy húmedo; demasiado divino para sus sentidos que desde hacía rato los percibía a flor de piel.
-M-más, Mingi... dame m-más...
Pidió el pelinegro contra la boca de su novio entre suspiros y jadeos erráticos, manteniendo al otro tan cerca como le era posible, presionando su cuerpo para así hacer que su erección se rozara desvergonzadamente entre sus cuerpos.
Siendo esa la señal que necesitaba, no hizo esperar al pelinegro cuando retomó el ritmo que hacía minutos atrás había dejado, sacando todo el aire de los pulmones de su pareja entre potentes embestidas que le hicieron rodar los ojos a ambos; tan ensimismados en el placer que ni una sola palabra volvió a salir de sus labios, solo el sonido de sus laboriosas respiraciones, el choque sus pieles y el golpeteo de la cama les hicieron de coro celestial cuando ascendieron a las alturas, llegando al orgasmo casi a la par: Mingi corriéndose en las profundidades de Yunho, y este último vertiendo la constancia de su excitación entre sus cuerpos.
-C-creo que ahora si estoy ciego...
Dijo Mingi entre jadeos, quedándose quieto en su lugar mientras recuperaba el aliento. Escuchó entonces la risilla airosa de su novio, y las manos de este pasando por sus omóplatos hasta sus cabellos.
-No quedaste ciego, pendejo... es que tienes los ojos cerrados.
Murmuró Yunho entre besos que plantó por el mentón y mejillas del menor; este último riendo al tiempo que finalmente abrir los ojos, encontrando la mirada de un satisfecho y encantador Yunho.
-Ah, cómo es posible que te veas tan perfecto cuando acabas de correrte. Es injusto, yo siempre luzco como un desastre.
-Mi desastre favorito.
Reiteró el pelinegro al robarle un beso de los labios a su novio para que dejara de refunfuñar.
Sintiéndose sudoroso, pegajoso y un poco incómodo, decidió salir de su novio, notando ya su pene flácido y todo el desastre de semen y lubricante que cubría los preciosos muslos de su pareja; arrugó la cara ante esto y, aunque perezoso, se dignó a buscar las toallas húmedas que guardaban en la cómoda antes de volver para limpiar a un sereno Yunho. Al terminar su labor y recoger todo el desastre, se echó a un lado del susodicho, usando de este brazo que rodeaba sus hombros como almohada.
-Qué fue lo que se te metió por dentro, andabas como una fiera, parecías una máquina.
Se burló su novio, haciendo que un rubor floreciera en sus pómulos. Acto seguido, le dio un ligero golpe en el pecho y buscó acurrucarse a la tranquilidad del otro, besando su mentón antes de esconder la cara en el cuello del mayor.
-No sé, sólo quería hacerte mío. Me entraron como unas ganas horribles de demostrarte... no sé qué la verdad, pero algo.
Intentó explicar al mayor, sintiendo la resistencia que ofrecía su cuerpo y mente de volver a maquinar sobre esos asuntos que prefería olvidar. Para su suerte Yunho tan comprensivo como siempre, le concedió aquel deseo al callarle con un beso, acomodando sus posiciones para acurrucarse mejor a su lado; soltó un suspiro de alivio tras aquel beso y tan pronto su novio le quitó los anteojos, buscó acurrucarse con él, envolviéndole la cintura con una de sus piernas.
-Tengo que trabajar, hoy me toca el turno de noche.
Musitó contra la piel del pecho de su novio, sintiendo las caricias que este dejaba en sus cabellos.
-Puedes dormir un ratito, yo me aseguro que te despiertes con tiempo para arreglarte.
Murmuró el pelinegro tras besar su frente.
Así como decir que su vida era perfecta quizá era algo arriesgado de atestiguar, más, estando con una persona como Yunho a su lado el miedo, la incertidumbre, el desasosiego, la molestia y demás emociones negativas no duraban demasiado; siempre que se arropaba con Yunho en la cama era como cerrar el día con broche de oro, porque allí entre los brazos de su novio nada podía lastimarle.
Y quizá tuviera que atender más tarde otras responsabilidades, pero Yunho siempre estaría ahí para él, dispuesto a enredarse entre las sábanas de la cama que a veces era muy pequeña para dar cabida a los dos, pero estaba bien... no necesitaba de lujos para amar su vida junto a Yunho, pensó mientras se iba quedando dormido con una sonrisa en los labios y el arrullo del mayor.
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Bueno, hasta aquí el primer capítulo. Espero de verdad les haya gustado, recuerden dejarme sus comentarios porque adoro leerlos.
Estaré actualizando una vez por semana, dependiendo de qué tan ocupado me encuentre con el trabajo.
Aprovecho también de darle las gracias a mi nuevo Beta reader @Angl1911 por su paciencia y excelente trabajo corrigiendo mis fics. Sin él probablemente no me hubiese decidido a publicar nada, so... gracias desde el fondo de mi corazón de peluche.
Ya saben, cuídense mucho, tomen mucha agua y así. Nos leemos en la próxima (ノ*゜▽゜*)
♥Ingenierodepeluche
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