Capítulo I - Amor

Finalmente, he regresado con lo que les prometí, ¡una segunda parte de mi fic venezolano Yungi!

Debo decir que tan pronto terminé la primera parte empecé a maquinar cómo haría la segunda. Obviamente en un principio todo me pareció que sería sencillo, pero a medida que me iba adentrando en la trama de los capítulos me di cuenta de que no había manera de hacer que esto fuese simple. Es decir, literal puse la barra super alta con este fanfic, porque creo que jamás había escrito algo tan crudo y a la vez hermoso. Por ese motivo, les pido que lean con discreción y que estén preparados para leer escenas bastante fuertes porque aquí la opción para mayores de edad está activada no sólo por el contenido sexual. 

Otra cosa que me gustaría acotar es que la historia está escrita en base al presente de la vida de Mingi, pero a medida que transcurre el tiempo todo va tomando forma de acuerdo a los recuerdos que tiene Mingi. 

Por último, me gustaría decir que los capítulos de esta historia van a ser largos, es decir, largos en el sentido de que los tuve que colocar por partes porque iba a ser demasiado, pero les prometo que todo vale la pena porque este trabajo de verdad es hermoso

Bueno, ya. Sin más que decir... ¡Disfruten la lectura!

Itrio-Hidrógeno + Magnesio (al 48%)

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Fuera de joda, la vida promedio del adulto responsable es lo más extenuante y desgastador que debe afrontar un joven tras salir del colegio. Dejando de lado los dramas de secundaria, los problemas que podría enfrentar cualquier individuo no corresponden siquiera como punto de partida a las cosas, los escenarios en los que se ve envuelta una persona cuando tras haberse graduado, teniendo la cabeza y el corazón llenito de sueños y aspiraciones, la vida te hace darte un trasvase con vinagre justo después de azotarte contra una pared.

Para hacer el cuento corto, la forma más fácil de explicar las desventuras que implican la temprana adultez es desprendiéndonos de la desgastada analogía de la montaña rusa y, asumir, que una vez fuera del liceo el paseo lo tienes que hacer a pie, descalzo, y de paso caminando sobre vidrios rotos y guijarros. Quizá se pregunten, ¿será que el autor volverá a marearnos con una introducción innecesariamente larga otra vez? Pues, me complace decirles que esta vez no será así, porque con estas palabras a Mingi le bastaba para describir a la perfección lo que había sido su vida hasta la fecha, partiendo desde el momento en el cual se volvió mayor de edad.

A decir verdad, Mingi concluía que podía estar sobreactuando toda la situación, que quizá no había abandonado por completo su lado dramático tras dar por finalizada su educación secundaria, pues dentro de todo, no había queja ni penuria que pudiera eclipsar su fortuna; porque seguía siendo el quejica más dichoso de la humanidad sólo por la providencia de tener a Jeong Yunho junto a él.

Así es, Mingi se había quedado con el Príncipe del cuento, mejor aún, se lo había estado gozando todos esos años. No obstante, entre todo el rosa pastel que implicaba el mantener una relación romántica con el pelinegro, por cada transacción exitosa que se jugaban como los propios magnates al azar del destino, la vida les apremiaba al cobrar un impuesto que, en más de una ocasión, era significativamente más grande de lo que ambos podían cubrir. De cierta forma, para Mingi aquello se sentía como cuando tu mamá te insiste todas las noches en dar las gracias a Dios antes de irte a dormir y, aunque así lo hiciera, igual no concebía porqué la vida, tan ingrata y pajua como ella sola, no le bastaba con verles llorar al menos una vez por semana sino que tenía que venir a volver añicos sus aspiraciones y sueños, porque yendo al grano, la vida del adulto promedio es difícil, pero la vida del estudiante universitario Mingi la consideraba un tormento exponencial, así como decía Yunho... -"algo malo elevado a la enésima potencia por cuatro."-

Entre los estudios, los turnos de medio tiempo en el trabajo, las clases, las reuniones con amigos y compañeros de clase, las fiestas, los compromisos con la familia y pare de contar... Mingi no entendía cómo tantas personas en el mundo habían sido capaces de lograr lo que él y Yunho ahora afrontaban, es decir, viéndolo desde un perspectiva remota entendía mejor por qué algunos adultos, ancianos incluso, podían tornarse tan amargados, si acaso insípidos. Inclusive comprendía por qué el matrimonio de algunas parejas mayores suplía un deterioro progresivo en dirección a una catástrofe inminente, no era por otra cosa sino por aquel minúsculo fragmento en la línea de tiempo (que para colmo era su presente), aquel cuyo nombre bordaban a una repugnante frase: "La mejor etapa de la vida."

Si bien nuestro protagonista no era científico, Mingi podía decir con certeza que allí residía el gran problema de la humanidad, y es que, aunque sus mentes no estuviesen más a merced de un subsecuente bombardeo hormonal, ni en el liceo y mucho menos en la comodidad de tu hogar te enseñaban lo suficiente para afrontar las adversidades que implicaba el madurar.

-"No deberían dejar que uno decida cosas tan importantes cuando apenas está definiendo quién es en realidad."-

Pensó mientras se acomodaba las gafas sobre el puente de su nariz respingada.

Quizá Mingi de verdad era más pesimista de lo que aparentaba, sobre todo tomando en cuenta la buena vida que se había gastado durante su adolescencia, pero quejarse de pequeñeces es parte de la naturaleza del ser humano, y aunque no lo dijera en voz alta, Mingi amaba su vida, porque si bien lo consideraba como caminar por una cuerda floja sobre lava hirviendo teniendo ojos vendados, él amaba vivir simple y llanamente puesto que antes de tomar una decisión o llevar a cabo una acción podía prescindir de Yunho, tenerlo a su lado.

-No quiero más.

Murmuró Mingi al sacarse la chupeta de fresa que llevaba ya varios minutos remojando dentro su boca; la rasposa sensación que había dejado el azúcar contra su lengua había terminado por repugnarle. Daba igual todo el tiempo que tuvo que rogar a su novio para que se lo comprara. Total, este último sabía muy bien que Mingi no haría siquiera el intento por terminárselo, más, no había manera de que Yunho no cediera a los tontos caprichos del menor.

-Qué novedad.

Respondió Yunho con ironía mientras daba vuelta a la página de su libro de Mecánica de Fluidos. Acto seguido, tomó el caramelo de las manos del moreno para llevarlo a su boca y comérselo.

Sin querer interrumpir más al pelinegro se inclinó sobre la banca donde estaba sentado para dejarle un besito en la mejilla, notando la impresión roja que había dejado en al moflete del otro debido al residuo azucarado que había quedado en sus labios. Atendiendo al detalle, aunque su novio no se hubiese inmutado, igual se tomó la libertad de limpiar la mejilla del otro con la manga de su sudadera.

Ese día hacía un calor infernal, pero Yunho le había insistido en ir a la plaza de la universidad para ir a estudiar, alegando que ninguno de los dos tomaba suficiente aire fresco y que en vez de leer los libros en formato electrónico por medio de sus laptops, debían darle uso a las enormes guías y enciclopedias que habían en la biblioteca, y bueno, él no era fanático de estar a la sombra de los árboles sudando ahí mientras su novio leía sobre un tal "Bernoulli", pero quién era él para negarle algo a Yunho cuando este le sonreía con aquella ternura que enaltecía su corazón.

Suspiró por enésima vez posando su mirada en la mesa, notando el mismo libro que le había pedido al pelinegro sacar de la biblioteca el día anterior, postrado ahí, inerte en el mismo lugar donde lo había arrojado sin cuidado al llegar; no tenía pero ni el ápice de estudiar estando sometido a esas condiciones tan... deplorables.

Y se preguntaba, por qué su novio no podía ser más comprensivo y entender que la polución de aquella plaza los mataría más rápido que el estar encerrados en casa.

-Yuyu...

Llamó al pelinegro al arrimarse contra su cuerpo, recostando su cabeza en el hombro del mismo mientras paseaba su mirada del libro hasta el rostro del mencionado; el marco de sus gafas se interponía en el alcance de su visión periférica, cosa que le irritaba bastante. Tras tantos años de usar la pc como un maníaco y ver el televisor a un metro de distancia se había calcinado los ojos, cuando mucho, al menos Yunho le decía que se veía lindo con ellos.

-¿Mh?, ¿qué pasa bebé?

La respuesta tardó un poco en llegar, pero tan pronto el otro le preguntó no pudo evitar aguantar más su descontento. Tampoco es como si Yunho no hubiese reparado en lo incómodo que se veía el menor, pero no podía permitirse que Mingi le controlara cuando le viniera en gana.

-Tengo mucho calor, ¿nos podemos ir ya?

Rezongó un tanto exasperado, apartándose del pelinegro para abanicarse el rostro con la mano.

-Mingi, llevamos menos de una hora aquí. Además te dije que San y Wooyoung vendrían para hacerme unas preguntas sobre una tarea que tienen que entregar.

Habló Yunho entre dientes al ser su boca ocupada por la tonta chupeta, sin despegar la mirada de lo que parecía ser una gráfica con un montón de trazos dibujados por un niño de cinco años.

Tras oír aquello chasqueó la lengua y rodó los ojos; si no se iba de ahí pronto acabaría por hacer combustión espontánea debido al calor, ni siquiera entendía cómo su novio podía estar tan concentrado allí con todo el bullicio que hacía la gente a su alrededor.

-¿Por qué San y Wooyoung no pudieron ir a nuestro apartamento?, podríamos incluso haber ido a la biblioteca, o no sé, cualquier lugar donde hubiese aire acondicionado.

Sin decir palabra alguna el pelinegro retiró el dulce de su boca y se giró para encarar la expresión de fastidio que nuestro protagonista le obsequió. Acto seguido, esbozó una sonrisa encantadora para luego plantar un beso en el puchero que adornaba los labios de Mingi.

-Pórtate bien, después te recompensaré.

Sentenció el pelinegro antes de volver su atención al libro de mil seiscientas páginas, tarareando alguna cancioncilla de pop al tiempo que seguía disfrutando de la chupeta.

Y, ok. Estúpido Yunho con su sonrisa ahí toda principesca, estúpidos los labios del susodicho ahí todos rojitos y tentadores con sabor a fresa, porque ahora Mingi sentía más calor que nunca en la cara a razón del rubor que le arrancó el pelinegro, peor aún, estúpido él por estar enamorado del muchacho más hermoso del mundo, es decir, quién se creía Yunho para hacerle sonrojar como quinceañera en plena plaza de la universidad a las tres de la tarde de un martes.

-Recompensa mi culo.

Murmuró por lo bajo, tratando de mantener la compostura aunque sabía que su novio podía leerle tan (o más) fácil que a un procedimiento matemático.

-Pues sí, tu culo está implicado en el asunto.

Escuchó decir a Yunho en medio de una risilla airosa. Inmediatamente, Mingi soltó un gruñido al sentirse avergonzado y sin tener ganas de que su novio le siguiera jodiendo, se apartó del susodicho para buscar en su bolso el termo de agua que Yunho siempre se acordaba de empacar para él.

-¡Ahí están!

Escuchó la inconfundible voz de Wooyoung a lo lejos, al tiempo que tomaba el primer sorbo de agua de su termo. Acto seguido, alzó la cabeza en la dirección que provenía la voz de su amigo, sonriendo al igual que su novio al ver a Wooyoung y a San caminando hacia ellos.

-Te juro que esta es como la tercera vez que le damos la vuelta a la plaza buscándolos.

Habló Wooyoung tras soltar una pesada exhalación, pareciendo incluso más abatido por el calor que Mingi.

-Ni que esta vaina fuera tan grande, ¿cómo están?, ¿qué tal las clases?

Respondió Yunho mientras los recién llegados se acomodaban en los bancos libres delante de ellos.

-No pues, pero como que todo el mundo se antojó hoy de venir para acá. Las clases bien, o algo así, mira marico no sé, o sea... estoy tan perdido con esa vaina de mecánica de fluidos que quiero llorar. Ay, hola Mingi.

Dijo Wooyoung al tiempo que se pasaba una mano por el cabello.

-Hola, y sí pues, no tengo ni puta idea de lo que están hablando pero gracias por tomar en cuenta mi presencia.

Murmuró con cierto tinte satírico, arrancándole una risa a los presentes; cuando mucho parecía un nerd, pero definitivamente se vestía demasiado bien como para parecer un payaso.

-Lo siento Mingi... es que de verdad... esta mierda nos tiene la vida triste. Ayer Wooyoung se puso a llorar y tuve que consolarlo, y luego él me tuvo que consolar a mí.

Habló por primera vez San, soltando un suspiro mientras comenzaba a buscar entre sus cosas su cuaderno de apuntes. Sin poder evitarlo soltó una carcajada debido a la imagen mental de la escena; no es como si se regocijara en la desgracia ajena, pero después de haber estado en el lugar de sus amigos tantas veces no podía sino reírse de esas pequeñeces, porque de una manera u otra los cuatro siempre se las arreglaban para salir adelante en la carrera.

De hecho, si lo pensaba bien, su último episodio crítico de ansiedad había sido apenas un año atrás...

"Siendo honesto consigo mismo, ese día tenía sendas ganas de morirse. Literalmente era capaz de ir al parque y abrir un hueco en la tierra para enterrarse vivo, quizá... arrojarse del edificio de seis pisos de la facultad de medicina, y es que no podía más con el tumulto de emociones y decepciones que cargaba encima.

Desde que el profesor de Redacción II le había dado la nota del informe que pasó cinco noches seguidas en vela escribiendo, se había tenido que morder la lengua, aguantándose los improperios que deseaba gritar y que posteriormente se cristalizaron en sus ojos. Tanto esfuerzo y tiempo invertidos para que un profesor recién egresado le viniera con la flamante noticia de que había reprobado la asignación, no sería una tragedia, pero a juzgar por el malestar en su cuerpo se sentía como una. Todavía, había logrado salir del salón con la frente en alto, simulando como todo un campeón que aquel hombre barbudo con pinta de hipster no le había dejado al borde del colapso.

La fachada que había logrado mantener todo el camino de regreso a casa se desmoronó a sus pies tan pronto cerró la puerta a su espalda y tiró del cerrojo. Jamás pensó que fuera capaz de llorar tanto, pero le era imposible seguir conteniendo las lágrimas y los sollozos que salían de sus labios. En su mano aún estrujaba el susodicho informe que, a pesar de estar arrugado seguía exhibiendo con altanería los enormes números en rojo sobre la esquina superior izquierda del papel; esos nefastos dígitos que continuaban mofándose de él.

Estaba harto de aquel día, estaba harto de su carrera, estaba harto de los profesores abusivos y de las materias, pero por sobre todo estaba harto de mentirse a sí mismo por haberse puesto la soga al cuello al pedir a la universidad una media beca que no era capaz de mantener, es decir, ni siquiera era lo suficientemente inteligente para solicitar una beca completa como Yunho, qué le había hecho pensar que podía mantener sus notas en alto para conservar aquel estúpido subsidio del cual ahora dependía su título, aún más, su futuro como profesional.

Aunque no pudiera ver más allá de sus propios pies debido a la intensa lluvia que caía de sus ojos, era capaz de seguir leyendo el "10/100" que rezaba el estúpido papel, que más temprano que tarde terminó por arrojar al otro lado del pasillo con rabia; sin darse cuenta, en aquel impulso dejó ir lo poco o nada de energía que quedaba aquella noche en su cuerpo y, como efecto colateral, sus piernas fueron cediendo haciendo que lentamente se deslizara contra la puerta mientras seguía llenando la sala, comedor, y cocina de su pequeño apartamento compartido con el eco de su patético llanto.

-¿Mingi?

Tan pronto escuchó su nombre alzó la mirada encontrándose con un confundido Yunho que no tardó nada en ir a su encuentro, arrojándose de rodillas al suelo para sostenerle entre sus brazos.

Odiaba mostrarse tan afectado delante de su novio, en realidad, le molestaba que en momentos como ese no tuviera la facultad de reprimir sus debilidades, pero al menos era Yunho quien le veía ahora en el estado más frágil de su persona; exponiendo su humanidad a los ojos que tanto amaba y resplandecían contemplándole aunque estos fuesen opacados por la densa neblina que creaba la preocupación.

-N-no sabía que... no sabía-a que ibas a llegar temprano, pensé que estabas trabajando.

Comentó al tratar de desviar la atención del pelinegro, obligándose a sí mismo a entablar una conversación para aludir a su pensamiento en función de aplacar la desdicha que le consumía por dentro. A todas estas, no fue capaz de volver a ver a Yunho a la cara, no cuando sabía cuán nervioso estaba el otro por su estado; no creía tener fuerzas para afrontar más emociones, no después de soportar el calvario que había sido su camino de regreso al apartamento.

-Libré mi turno de hoy porque mañana tengo un parcial.

Musitó el pelinegro con parsimonia, aunque Mingi igual era capaz de distinguir el desasosiego en la voz del otro. Todavía, Yunho no le presionó en ningún momento para que le diera una explicación inmediata, más bien, el susodicho se mantuvo en su lugar simplemente peinando los cabellos de Mingi aguardando mientras le dejaba drenar lo que le aquejaba; sin embargo, no por ello era menos devastador para el mayor ver y sentir a su novio temblar en los espasmos de un llanto desconsolado.

-P-perdón, yo... anda a estudiar, yo me las arreglo. Estaré bien, s-sólo fue un mal día.

Murmuró al tratar de sonreír, haciendo el amago de ponerse de pie aún sin poder ver a Yunho a los ojos.

-No, no... Mingi, espera...

Intentó forcejear con el pelinegro, pero no había caso, no al advertir la tensión generada por aquel nudo en su garganta, mientras sus ojos volvían a picar a razón de las nuevas lágrimas que estaban por derramar; manteniendo la mirada gacha conservó una postura dócil al lado de Yunho, quien se tomó la libertad de enmarcar el rostro empapado de Mingi entre sus cálidas manos.

-Mi amor, ¿qué pasó?... Dime, sabes que puedes confiar en mí.

Por más tiernas que fueran las afecciones ajenas, el dolor en su faringe y la sensación de angustia no le dejaban hacer más que negar con la cabeza, sacudiéndose las lágrimas en el camino, impactando sobre el cristal de sus gafas, al tiempo que otras continuaban sin vergüenza su recorrido por entre los húmedos valles de sus mejillas; aunque apretase con fuerza los parpados no podía dejar de llorar.

-Mingi... por Dios... dime qué ocurre, estoy seguro de que podemos solucionarlo juntos. N-no me dejes así, mírame a los ojos... sabes que me rompe el corazón verte de esta manera... yo-...

-V-voy a raspar Redacción...

Logró decir en voz baja, sintiendo el ligero alivio que acarreaba el librar aquella confesión de su organismo.

A criterio de Mingi, el lapso de tiempo que transcurrió después de su manifestación pareció una eternidad, largos segundos en los que Yunho no emitió sonido alguno, como si contemplara cuidadosamente lo que diría, como si buscase las palabras adecuadas para abordar la conversación ahora que tenía conocimiento del tema. Mingi por otro lado, se debatía si huir para encerrarse en el baño y llorarle al espejo del lavabo era una mejor opción que nadar en la angustia que le producía el ensordecedor silencio del pelinegro; porque tenía miedo de alzar la mirada y descubrir en los ojos que amaba aquel afecto diluirse a la sombra de la decepción, y es que, quién era él en comparación al alumno estrella Jeong Yunho.

Su novio siempre había sido un estudiante excepcional, el pelinegro ni siquiera debía esforzarse en el colegio para pegarle un diez por el pecho a los profesores; las únicas veces que este se había tropezado en el camino había sido por su culpa, porque al demandarle tanta atención a su novio el otro había descuidado sus notas. Él no era sino una piedra en el camino para Yunho, una mala influencia que no podía siquiera levantarse del suelo para afrontar con buena cara sus propios problemas.

-Mingi...

Escuchó decir a Yunho devolviéndole los pies a la tierra. Acto seguido, intentó aprovechar el despiste del mayor para salir corriendo, más, el otro supo leer sus intenciones y, tras sostenerle con firmeza por los brazos le hizo quedar en su lugar. Sin previo aviso Yunho volvió a sujetar su rostro con gentileza, y así como estaba, tan sediento de cariño, no pudo sino rendirse a la voluntad del pelinegro, descubriendo los grandes y hermosos ojos de su novio entre las gruesas lágrimas que empañaban su mirada.

Lo primero que notó Mingi al ver a Yunho es que en la mirada del susodicho seguía colmada de amor, de devoción, pero ni una pisca de desilusión.

-Mingi, bebé... ¿por qué dices eso?

Habló Yunho con calma, al tiempo que retiraba las gafas redondas del rostro de Mingi, colocándolas a un lado; tan ensimismado había estado en su llanto que ni siquiera se había dado cuenta que aún las llevaba puestas.

-E-el informe que estuve haciendo toda la seman-na... el profesor nos entregó hoy las notas y y-yo... reprobé. Raspé esa mierda Yunho, y lo peor de todo es que ese informe vale como la mitad de la nota del curso y-...

Murmuró entre hipidos, ahora sin ser capaz de apartar la mirada de los compasivos orbes del mayor; sentía su corazón ir a mil por hora ante la angustia de volver a quebrarse delante de Yunho, de fallarse a sí mismo.

-Ya, ya... Mingi, bebé... respira, ¿sí? Tranquilo... a todos nos pasa reprobar, es algo normal, no puedes exigirte siempre sacar las mejores notas. No es necesario que hagas eso para demostrar cuánto sabes.

-Tú no entiendes, o sea, si repruebo esta clase me van a quitar la beca, n-no puedo permitirme esa mierda Yunho, sabes que-...

-Mingi, Mingi... de verdad, respira conmigo... no va a pasar nada, ¿confías en mí?...

Verán ustedes que en ese momento si todavía quedaba una célula o microorganismo vivo dentro del cuerpo de Mingi que permaneciera escéptico a la idea de confiar (o amar) a Yunho, ya no sería así, porque ni bien el pelinegro dijo aquello su cuerpo actuó por sí mismo haciéndole asentir. A los efectos de su respuesta el mayor esbozó una hermosa sonrisa antes de inclinarse a dejar un beso en frente.

-Todo va a estar bien... te ayudaré con lo que necesites, estudiaremos y haremos juntos el próximo informe si hace falta, y si no... conozco a un carajo que estudia sistemas que se puede meter en la base de datos de la universidad para cambiar las notas.

Comentó Yunho haciéndole reír al imaginar aquel absurdo escenario.

Todavía después de tantos años siendo su amigo, y posteriormente novio del pelinegro, no entendía cómo Jeong Yunho era capaz de resolver todos sus problemas de manera tan simple, de hacerle ver el mundo a través de un filtro de esperanza. No entendía cómo Yunho se las ingeniaba para dar siempre con la respuesta indicada, como si chasqueando los dedos tuviese al instante la fórmula para arreglar todas las adversidades, pero más aún no concebía cómo eso podía ocurrir sin hacerle sentir que se había estado ahogando en un vaso con agua, porque las respuestas y las soluciones de su novio, de algún modo, siempre le hacían sentir que lo que a él le dolía igual importaba.

-Yah... ¿me regalas un besito? Creo que merezco uno después del susto que me diste.

Objetó el pelinegro mientras enjuagaba el remanente de sus lágrimas cariñosamente con sus pulgares.

-Estoy todo asqueroso y lleno de mocos.

Murmuró apenado, dándose cuenta del estado en el que se encontraba, intentando apartarse del otro para intentar cubrirse.

-Ay sí, gran verga... he puesto mi lengua hasta en tu culo y piensas que me van a dar asco tus mocos.

-¡Yun-!...

Sin darle tiempo a Mingi de terminar su reclamo, se inclinó tomándole de las mejillas para juntar sus labios en cortos besos que sirvieron para derretir el corazón de ambos; sus labios curvándose en pequeñas sonrisas mientras seguían rozándose entre las milésimas de segundos que duró cada beso mojado.

-Mhm... moquitos.

Se burló Yunho al apartarse de Mingi, haciendo al susodicho arrugar la cara mientras reía. Acto seguido, el pelinegro estiró su camisa para limpiar la nariz de su novio, importándole poco que esta quedase manchada.

-¿Tienes hambre?, puedo hacer la cena si quieres.

-Dijiste que tenías que estudiar.

-Sí... pero me puedo hacer una excepción si es por ti.

Terminó por decir el mayor con una amplia sonrisa bordada en sus labios de corazón al tiempo que tomaba de las manos de Mingi para colocarse ambos de pie."

Demás está decir que Mingi había hecho drama por nada, porque aunque hubiese sido justificado, fue capaz de vencer sus propias expectativas al sacar la máxima nota en el informe siguiente, recibiendo no sólo los elogios de su novio sino los del profesor y, lo que era más importante, conservando su tan preciada beca.

Luego de esa noche Mingi se percató finalmente que, no importaba el contexto de la situación, su confianza en Yunho era tan ciega y significativa que sin siquiera saberlo, tanto su mente y su corazón concluían en arrojarse de brazos abiertos a Yunho, porque aquel muchacho era todo lo que estaba y estaría bien.

-¡Yunho!

Exclamó tras salir de su estupor y percatarse de que su novio se había acabado la chupeta sin guardarle el chicle de la misma, como usualmente hacían; si pues, es que Mingi no es que fuera muy "dulcero", por decirlo de algún modo, pero de vez en cuando le daban sus achaques y le pedía a Yunho una chupeta solo para que este se la comiera y le diera el chicle porque (cito textualmente en palabras de Mingi) –"El chicle normal no sabe tan rico como el de las chupetas.-", o algo así, es decir, quién sabe... quizá Mingi lo que tenía era una adicción a las babas de Yunho.

-¿Qué pasa?

Preguntó el pelinegro con calma.

-Te comiste el chicle de la chupeta.

Comentó Mingi al señalar el palito que reposaba en la mano de su novio.

-¡Oh! Lo siento bebé, me olvidé por completo. Ven.

Tras decir aquello el pelinegro le tomó de la nuca gentilmente para luego inclinarse sobre su cuerpo, atrapando sus labios en un beso; sin miramientos Mingi le correspondió moviendo su boca y su lengua con parsimonia contra la opuesta hasta sentir como su novio empujaba aquel trozo de goma de mascar dentro de su boca.

Con un último besito Yunho se apartó, sonriendo tras tomarse la libertad de acomodar el marco de las gafas de Mingi en el rostro de este; la tibia sensación que había dejado el pelinegro en el menor, seguía arremolinándose desde su estómago, alcanzando su garganta con euforia mientras en la lengua y en los labios percibía el remanente de la dulzura que era el sabor natural de su pareja y del caramelo que habían compartido.

-Qué asco me dan ustedes dos.

Dijo San quien, sin ganas reales de interrumpir, había sido testigo de todo el intercambio de saliva entre los novios.

-Ay, cállate que si de verdad te molestara no te quedarías mirando como el propio pajuo.

Contraatacó Wooyoung haciendo a reír a la pareja, mientras que San se sonrojaba y volvía la mirada a su cuaderno.

Si se lo preguntaban a Mingi, era extraño el cómo las cosas habían evolucionado con sus amigos respecto a su relación con Yunho, es decir, al enterarse todos, ninguno estuvo en contra, más bien, todos celebraron el hecho de que finalmente hubieran dado el paso, cosa que les hizo pensar a ambos lo mucho que otras personas habían estado esperando por la tan dichosa noticia. En otras palabras, se habían pasado de densos toda su vida al pensar que ante el resto todavía podían catalogarse como el término de "solo amigos". Todavía, la actitud de San en momentos como el de hacía unos minutos le causaba gracia, pues, sabía que el chico de los encantadores hoyuelos había tenido sus encuentros por ahí con personas de ambos sexos.

Tener el conocimiento de cosas como esas, y regocijarse en recuerdos como aquellos era un placer para Mingi, porque noches como la de su confesión habían sido épicas por más de una razón...

"Tras salir del liceo uno va organizado las prioridades y dándose cuenta que unas cosas valen más la pena que otras. De un momento a otro también te puedes encontrar a ti mismo reflexionando frente al espejo (después de coger tremenda pea), que las reuniones con tus amigos ya no son una simple excusa para caerte a coñazos con los mandos del Play y jugar como unos enfermos hasta que llegara el amanecer. Al contrario, reunirse con los amigos era sinónimo de ahogar las penas en el mágico elixir que sostiene en sus hombros al pueblo: el alcohol.

Y me dirán ustedes, para qué otra vaina servirá cumplir dieciocho sino es para tener el derecho de bajarse media botella de vodka, al menos Mingi y sus amigos lo pensaban así. De paso qué... de qué otra manera podían celebrar ellos que el papá de Hongjoong le había regalado un apartamento al susodicho sino era bebiendo, es decir, podían existir mil excusas para beber y volverse nada, pero esa ocasión era verdaderamente especial, porque no todos los días tu padre viene y te despierta dejando las llaves de tu nuevo y flamante hogar en tu mano diciendo algo tipo –"He visto que te has esforzado mucho por cumplir tus sueños y quise recompensarte por ello, hijo."- O sea, Hongjoong tenía suerte por ser un carajito con plata, más, igual se lo merecía. Es más, el mencionado podía jactarse y acreditar sus méritos a su propio nombre todo lo que quisiera, pues quien había recibido los golpes para alcanzar sus sueños y costearse él mismo su carrera como diseñador de modas no había sido otro sino él.

Total que su amigo Hongjoong era sendo potro que a sus veinte años tenía el mundo a sus pies, viviendo la buena vida y, aunque no hubiese llegado por completo a la cima, todo lo que había logrado merecía la pena celebrarlo a lo grande, y con eso me refiero a que Mingi y Yunho se gastaron el dinero de esa semana para comprar todo el alcohol de la "fiesta privada" que tuvieron para bautizar el bellísimo apartamento de dos habitaciones, dos baños, una sala y comedor, cocina, lavandero y hasta balcón que el llamado líder del grupo se ganó.

-Estoy tan orgullo de ti Joongie.

Murmuró Seonghwa tras recargar su cabeza en el hombro del mencionado, luciendo más ido que el aludido.

-Creo que es la quinta vez que lo repites esta hora, Hwa. Ya debió haberlo entendido.

Comentó Jongho viendo a los mayores con desaprobación; en realidad el menor era el único medio sobrio entre los ocho, porque como todavía no había alcanzado la edad legal para ingerir bebidas espirituosas insistía en ser el designado chaperón. Sin embargo, era pura palabrería sin sentido porque al fin y al cabo, Mingi más de una vez lo había pillado bebiendo del trago de Yeosang.

-Pero es que necesito que lo sepa, es que Joongie es muy importante para mí. Todos ustedes son muy importantes para mí.

Habló Seonghwa alzando la voz al final para reiterar su testimonio, provocando que San soltara una risilla.

-Estás completamente ebrio, Hyung.

Dijo antes de dar un trago a la bebida en su mano, arrugando la cara al ver que ahora todo era más agua que vodka.

-Mira quién lo dice, no has dejado de beber desde que llegaste.

Contraatacó Wooyoung quien había tomado posesión del pequeño sofá de la sala, acostándose a sus anchas, boca abajo en el mueble, sin importarle el que los demás tuvieran que sentarse en el piso.

-A pues, ¿tú no que estabas dormido? Tú te bajaste media botella de lo que trajo Yunho.

Reclamó San al darse la vuelta para ver a Wooyoung, mientras el susodicho se acomodaba en sus antebrazos.

-Porque me gusta el vodka con sabor a fresita.

Chilló Wooyoung al inclinarse sobre el sofá luciendo una expresión notoria de fastidio en su rostro, acercándose a su agresor para intentar intimidarlo, aunque a juzgar por la cara de San, este parecía estar más cabreado que Wooyoung.

-Porque eres una fresita mariquita.

-¡A verga pues!, ¡bésense entonces!

Exclamó Hongjoong haciendo a los dos pegar un brinco del susto, mientras el resto de los presentes se echaron a reír.

Por su parte, nuestro protagonista en medio del bullicio pareció meditar la situación, dándose cuenta de que desde hacía rato algo le estaba faltando. De forma automática giró la cabeza para ver por sobre su hombro a su novio, pillando el momento exacto en el cual los labios del mismo hacían contacto con el vaso de vidrio que contenía aquel liquido entre amarillo y verde que había resultado de la mezcla que Seonghwa había hecho horas antes para tomar entre todos (la razón principal por la cual estaban rascados).

Entonces, advirtió la constricción que el conjuro de aquellos belfos habían hecho en su persona, la incipiente necesidad de probar el licor en los labios de su pareja, de morderlos hasta dejarlos tibios e hinchados contra los suyos y, como si no hubiese tenido suficiente con aquel sufrimiento su mirada descendió a las profundidades de las tentadoras fosas que hacían los arcos de las clavículas en torno al cuello del pelinegro, encontrando encantador cómo la manzana de adán de Yunho subía y bajaba con cada trago que este daba.

Nuevamente su cuerpo actuó por cuenta propia cuando se arrimó hasta el mayor, acomodándose a su costado para así reposar su mentón en el hombro del susodicho haciéndole cosquillas con el aliento para atraer su atención.

-Mhm... ¿Qué pasa bebé?

Comentó Yunho tras dejar el vaso sobre la mesa del centro, sonriendo tras rodear a Mingi con sus brazos en una posición un tanto incómoda para ambos.

-Quiero un besito.

Murmuró aún contra el cuello de Yunho percibiendo de inmediato como sus palabras causaban tensión en el pelinegro.

-¿Aquí?...

Cuestionó el aludido tras echar una rápida mirada a su alrededor como si recién hubiese caído en cuenta de la cantidad de personas que les rodeaban.

-Sí, por qué no.

Susurró con parsimonia mientras rodeaba a su novio por la cintura con ambos brazos, sintiendo el agradable calorcillo que irradiaba el cuerpo del pelinegro.

-Mingi, nos pueden ver...

-Pero yuyu... yo quiero un besito.

Soltó en una especie de berrinche que pasó desapercibido ante la mirada del resto.

En ese momento fue cuando decidió abrir los ojos, encontrándose con las dilatadas pupilas de su adorado pelinegro; Mingi estaba lo suficientemente lúcido para entender que ambos se habían pasado de copas esa noche, pero lo poco o nada que clarecía en su pensamiento le instaba que de haber bebido menos igual estaría en aquella posición, porque sinceramente estaba harto de no poder besar a su novio cuando le viniera en gana delante de sus amigos.

No es tampoco como si anteriormente no lo hubiese conversado con Yunho, los dos habían tomado la decisión de decírselo al resto de su círculo de amistades porque era el deber ser, pero era extraño, porque aunque sabían que era casi imposible que sus amistades les rechazasen por algo como eso, igual sentían el miedo de confesar aquel secreto por ser la primera vez que daban testimonio de ello en voz alta a otra persona; miedo que les había hecho postergar durante meses la relevación de aquel acontecimiento, de aquella unión que habían consumado ambos.

Hasta cierto punto era entendible todo el asunto, pero se habían mantenido callados durante tanto tiempo que, inclusive habían optado por la opción de que los demás lo sacaran por contexto y se dieran cuenta del asunto por cuenta propia, más aquel par seguía sintiendo el incómodo jaloncito en el pecho, en el estómago, esa vocecita que desde el lado derecho les susurraba que sus amigos merecían algo mejor que eso.

Todavía, Mingi esa noche había alcanzado su punto de quiebre, deseando acabar con ello de una vez por todas para poder 'zamparse' a Yunho con el ímpetu que aconteció de la inhibición de su juicio por el alcohol; lo único que podía ver más allá de su nariz y desear más que un vaso de agua para bajarse el mareo que sentía, eran los labios de su novio sobre los suyos para traerle plenitud a su febril ser.

-Yuyu...

Le insistió al mayor tras no obtener respuesta del susodicho. Acto seguido, tiró con suavidad de la sudadera de su novio para volver a llamar su atención, haciendo que este volteara a verle casi rozando sus labios en el proceso.

Sin poder esconder sus propios nervios, Mingi se mantuvo quieto a la expectativa de lo que Yunho haría, interesado en saber si su opuesto tendría el valor para mandar a la mierda los prejuicios y dar aquel gran paso; sentía los latidos del corazón en la garganta, el rico ardor del alcohol en su boca, veía la difusa imagen del rostro del pelinegro a través de sus redondas gafas, a escasos centímetros del suyo, sintiendo el aliento del mismo hacer cosquillas a sus labios y quería más, mucho más... Fue entonces que percibió a Yunho acercándose, acortando más la distancia entre ellos; acabó por cerrar los ojos en espera de un beso que jamás alcanzó sus belfos, pues el pelinegro decidió posar los labios en su frente.

Insatisfecho por cómo resultaron los acontecimientos, volvió a hacer otro berrinche entre los brazos de Yunho.

-Te dije que quería un besito.

-Y ya te lo di.

Respondió Yunho como si nada; aunque el rubor en sus mejillas le delataba.

Fastidiado por el poco interés que su novio mostraba hacia su persona, decidió reacomodarse para darle la espalda pero antes de siquiera llevar a cabo la acción, sintió una mano tibia tomarle por el mentón y prontamente unos mullidos labios acoplarse con convicción a los suyos.

Tras uno o dos segundos en lo que su mente pareció haber hecho corto circuito, finalmente, Mingi se dio cuenta de lo que pasaba y sin perder más tiempo correspondió a las ternuras que los labios de Yunho le ofrecían, moviendo sus labios con la torpeza encantadora que sólo un joven de dieciocho años se puede gastar estando tan ebrio y falto de afecto, de contacto físico, porque lo que comenzó como un leve roce entre los labios de la pareja, acabó por cobrar cada gramo de fuerza contenida en ambos, tornándose en una sensual danza entre sus lenguas las cuales se frotaban sin descaro; el sonido que producían sus bocas como música para sus oídos. Esa fantástica melodía a la cual estaban tan acostumbrados que, cuando se convirtió en la música de fondo para la festejo y todo mundo guardó silencio para contemplar tan lascivo cántico de sus bocas, no les importó en lo más mínimo, al contrario, siguieron con lo suyo mientras Mingi se trepaba a horcajadas sobre una de las piernas de Yunho y este último le rodeaba por la cintura, colando sus curiosas manos por entre la camisa que el adolescente llevaba, tanteando la suavidad que tantas veces había recorrido con sus falanges, degustando en la lengua de Mingi el pecaminoso sabor de la pasión.

Importándoles poco o nada la escena que estaban montando delante de sus amigos, Mingi fue a por todo al morderle los labios a su adorado novio, quien emitió un leve quejido que no tardó en inmolarse en el calor de los labios contrarios. Ambos estaban demasiado prendidos, demasiado tontos, demasiado calientes como para atender a cualquier cosa que no fueran sus bocas y los jadeos que salían de estas, y si no hubiese sido por el grado de indignación al cual habían llegado sus amigos, quizá las cosas se hubiesen puesto más picantes entre los dos.

-Me pueden explicar qué coño de la madre está pasando aquí.

Dijo Hongjoong en un tono que denotaba claramente su desespero por respuestas.

Inmediatamente, Mingi se separó a regañadientes de los labios de su novio, dando la cara por primera vez en largo rato a los presentes.

-Será que me dejan besarme con mi novio en paz.

Habló claro y raspao', sintiendo la garganta más seca que antes y los labios entumecidos al igual que sus piernas por haber pasado tanto tiempo en aquella comprometedora posición.

Estaba seguro de que no se veía como el protagonista de un dorama en aquel momento, pero no entendía por qué sus amigos le miraban con aquel asombro, con aquella cara como si le hubiese crecido una segunda cabeza y al mismo tiempo les hubiesen dicho que les habían depositado un millón de dólares en la cuenta bancaria.

-¿El qué?

-Qué tú qué.

-¿Aló?

Escuchó decir a Yeosang, Seonghwa y Wooyoung al unísono mientras San, Hongjoong y Jongho permanecía en silencio recalculando la situación; casi pudo escuchar el sonido que hacen las computadoras de Windows cuando algún programa te indica que ocurrió un error.

-Mi novio, ¿qué se los tengo que deletrear?... Yunho, este hombre escultural que ven aquí, con el que cojo al menos cinco de los siete días de la semana.

Explicó Mingi sin pelos en la lengua, sintiendo finalmente como el valor corría por sus venas a razón de los apasionados besos que se había dado con el pelinegro hacía apenas uno minutos, y por qué no también, del alcohol que seguía haciendo estragos impidiendo a su cabeza pensar antes de soltar la lengua.

-¡M-mingi!

Exclamó Yunho al tiempo que veía a todos contener el aliento ante tan reveladora noticia.

Inmediatamente, sonrió al notar el color que salpicó desde las mejillas hasta las orejas del pelinegro, quien no tardó en esconderse soltando una especie de gruñido en su pecho; no se inmutó entonces a lo que los demás pudieran pensar, pues, a Mingi en aquel momento le bastó con saber a Yunho entre sus brazos.

-C-chamo pero... ya va, o sea, desde cuándo ustedes están en ese plan.

Preguntó San, moviendo la cabeza de un lado a otro como si intentase reorganizar sus ideas, luciendo más confundido que el resto.

-Digo, no es que a mí me moleste, no sé los demás... pero de verdad, desde cuándo ustedes dos andan juntos.

Agregó Wooyoung en espera de una respuesta de la recién declarada pareja.

-P-pues... llevamos que si seis meses de novios, ¿no?

Comentó Yunho tras pasar un poco la pena, saliendo de su escondite para notar los seis pares de ojos que les miraban a ambos con curiosidad.

-¿¡Seis meses!?... ¿y por qué coño no lo dijeron antes?, me siento ofendido.

Comentó Hongjoong, llevándose una mano al pecho tal como Wooyoung.

-Bueno no sé, es que no sabíamos cómo abordar el tema y como que teníamos miedo de decirles las vainas.

Explicó el pelinegro buscando la mirada de su novio tras rascarse la nuca con la zurda.

-Son un par de pajuos ustedes dos, la próxima vez que se guarden una vaina tan importante les juro que los voy a joder.

Sentenció Seonghwa a lo que todos soltaron una estruendosa carcajada mientras el susodicho les veía indignado, alegando que su amenaza no era un chiste.

-Ajá, bueno... cualquier vaina, Hwa. El hecho es que sí se pasaron de pendejos por creer que les íbamos a decir algo malo, o sea, creo que es más que obvio que no los vamos a hacer a un lado por eso.

Habló Yeosang esta vez meneando en su mano el vaso del cual había bebido más Jongho que él mismo.

-Sí pues, de hecho es como que lo veíamos venir, entonces es más la molestia de que no nos lo dijeran antes porque obviamente íbamos a estar felices por ustedes.

Agregó Wooyoung acurrucándose con San como siempre.

Luego de eso, la nueva y proclamada pareja sintió la calma diluirse en el peso que le suscitó la pequeña traición, la incertidumbre que les hizo temer a un rechazo que nunca estuvo siquiera cerca de existir, pero aquella impresión rápidamente fue desplazada por una sensación grata, como si se hubieran sacado una piedra al saco de problemas que llevaban a cuestas. Quizá no era mucho, pero para el momento era más que suficiente. Era suficiente saberse queridos por sus amistades en el pasado, en el presente y en lo que a simple vista parecía ser un futuro prometedor. Quizá no tuvieran padres millonarios como los de Hongjoong que les llegaran de sorpresa con obsequios costosos, quizá siguieran siendo jóvenes que continuaban pensando en puro coger, comer, beber, estudiar y dormir, pero había algo mágico que Yunho y Mingi percibían al estar sólo en compañía de sus amigos y era que sin importar el cómo, el cuándo ni el por qué, estando allí el resto del mundo se hacía distante y podían ser quienes eran y olvidarse de las adversidades.

-Bueno, ahora que esto se transformó en una noche de confesiones es buen momento para decir que San y yo también cogimos una vez.

-¡El coño de la madre Wooyoung!, ¡Dijimos que nunca íbamos a mencionar eso!

Exclamó San luciendo más abochornado que nunca, viendo a Wooyoung con los ojos abiertos como platos mientras el mencionado tenía la osadía de reírse, retorciéndose en el sofá hasta caer aparatosamente sobre un atónito y malhumorado Seonghwa.

-Esa vaina sí que no me la esperaba.

Agregó Yunho antes de sumarse al coro de risas, viendo como Mingi buscaba reconfortar a un apenado San entre sus brazos.

-Y-yah, pues... es en serio. Fue cuando teníamos que si... ¿diecisiete?... andábamos ladillados y como que nos besamos y una vaina llevó a la otra y lo hicimos. Fue chévere, San coge rico.

Comentó Woonyoung, dejando en claro que en aquella encantadora velada ya no habría secreto alguno entre ellos.

-Chamo pero ajá, bien por ustedes que tuvieron un final feliz, pero yo no quiero los detalles.

Se quejó Jongho, quien por primera vez en largo rato abría la boca para decir algo.

-Bueno pero si quieres, tápate las orejas o vete a dormir, de todas formas ya pasó tu hora, bebé. Además, yo sí quiero escuchar de Mingi qué tan rico coge Yunho porque a mí nadie me va a venir con el cuento de que Mingi es el de arriba.

Sentenció Yeosang al esbozar una amplia sonrisa, siendo secundado por todos menos por un cabreado Jongho que se paró de su lugar para ir a la cocina."

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Den vuelta a la página para seguir leyendo el resto del capítulo 

♥Ingenierodepeluche

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