Capítulo 16
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Y cómo último acto de amor, acepté la realidad y te dejé ir.
—Bueno, Álvaro sabe quien soy ahora—se recargó Kathleen en la mesa de la habitación después de contarme que la descubrió por una foto de Instagram.
Mis ojos estaban puestos en la pantalla de la computadora mientras le daba los últimos toques a mi artículo.
—¿Y como reaccionó?
—Como un idiota, pero era justamente eso lo que se esperaba—comenzó a sacar el maquillaje de su bolsa y se retocó los labios, todo eso con una elegancia experta—. ¿Donde te metiste anoche?
—En ningún lado.
—Por Dios, llegaste casi al amanecer y no contestaste ninguna llamada, ¿donde estabas?
—¿No tienes que mandar tu artículo?
—Lo mandé anoche, no me cambies el tema.
Levanté la vista de la pantalla y la miré continuar con su maquillaje.
Esa mañana al despertar algo en mí se sintió diferente. Algo pesaba menos, y aunque dolía, ahora sabía que esa luciérnaga que navegaba en mi estómago era esperanza.
Así que tomé mi corazón, suspiré y le respondí con los ojos de nuevo en el artículo, recordándome que aquello ya no me incumbía:
—Jenn está embarazada.
—¿Me estás jodiendo?
—No, ella me lo dijo.
Kathleen me arrebató de un tirón la computadora y me miró como si examinara cada uno de los gestos de mi rostro.
—Mírame.
—Lo hago.
—¿Cómo te sientes?
Esa era una buena pregunta.
Negué levemente y le quité la computadora de las manos.
—Eso ya no me incumbe, Kathleen.
Siguió mirándome como si no creyera lo que salía de mi boca.
—Entonces... ¿todo bien?—cuestionó con las cejas alzadas.
—Sí, todo bien—mentí a medias mientras le ponía el punto final a mi artículo y lo agregaba a mi correo para enviarlo.
Frente a mí, el último párrafo decía:
" Te esperé durante lo que pareció toda una vida y me enamoré tan profundamente de tus ojos que pude seguir amándote durante mil vidas más. Pero dolías, y aún cuando me aferré a ese dolor como el único sentimiento que me recordaba que eras real, una mañana volteé la vista sobre mi hombro y me di cuenta de que tú continuaste con todo como si ya no existiera un nosotros, mientras yo estaba en pausa, esperando a que volvieras.
Entonces arranqué mis entrañas de árbol de la tierra donde sembraste tú amor y avancé buscando otro lugar para echar raíz, deseándote buena suerte porque eso se hace con quien se amó.
Y aún cuando dolía, porque te juro que lo hacía, una primavera volví a tener flores; y rosas; y mariposas; y luciérnagas."
~•~
Cuando me arreglé esa noche para la despedida de soltera no paré de repetirme que el día de mañana saldría mi vuelo de regreso a casa. La boda sería temprano, la recepción se daría en la hora de la comida y por la noche dormiría en mi cama esperando el correo de mi jefa con la ganadora del artículo en la revista.
Todo volvería a ser como antes y tendría tiempo de olvidarme de toda esa experiencia.
Me coloqué unos tacones altos, un vestido a juego y los labios los llevé lo más rojos posibles.
Sentía que me estaba convirtiendo en la luciérnaga.
Esa noche se llevarían a cabo dos despedidas de soltero. Jenn tendría la suya en un salón de fiestas del hotel mientras los amigos de Santiago habían decidido llevarlo a un antro en la ciudad.
Por las circunstancias pensé que lo de mi prima sería algo tranquilo, pero no pude estar más equivocada. La música inundaba el lugar como un estruendo, las luces mareaban y para donde volteara encontraba a alguna de mis tías bailando con un collar de flores y alguna bebida en la mano.
Yo también necesitaba algo fuerte.
Y para mi sorpresa, no tardé en estar igual que ellas.
Jenn se pasó gran parte de la noche bailando en la pista y si yo no supiera que estaba embarazada, habría jurado que estaba un poco ebria.
—Eso no te incumbe—me dije a mí misma mientras iba a la barra a rellenarme la bebida.
Estaba decidida a pasar mi última noche en Cancún de la mejor manera posible.
Sin amarguras.
Sin tristezas.
Pronto todo aquello acabaría.
—¡Me besó!—llegó Kathleen a mi lado con un festejo que me hizo alzar las cejas con confusión.
—¿Quien?
—Bueno... yo lo besé, ¡pero él me correspondió el beso!
—¿Álvaro?
—¡Siiii!—festejó tomándome de los hombros y dando saltitos. En mi mano la bebida tembló derramándose ligeramente—. ¡Fue fantástico!
—¿Estás ebria?—pregunté con su aliento a alcohol en la nariz.
—Bastante, pero eso no importa. Te tengo que contar algo.
—¿Que cosa?—quizás yo también estaba ebria porque me costaba un poco procesar las palabras que salían de su boca.
—Álvaro me contó que harán el robo de la novia.
—¿Él qué?
—El robo de la novia. Los amigos de Santiago se llevarán a Jenn fuera del hotel para que pasen una noche clandestina antes de la boda.
—¿Y eso que tiene que ver conmigo?
—Bueno, uno de los tipos guapos y rudos que estaba con Álvaro, específicamente el que tenía un tatuaje en el pecho... ay por Dios, su pecho.
—¡Concéntrate!
—Amargada. Bueno, él estaba diciendo que...
—¡Únanse a la fiesta!—gritó una de mis tías por encima de la música, y antes de darme tiempo a terminar de escuchar lo que decía Kathleen, de un tirón nos unieron a ambas a la fila que formaban todos dentro de la pista de baile.
Hice malabares para no derramar la bebida mientras todos empujaban y jalaban, meneando las caderas, los hombros y todo lo que tuviera articulación. La mayoría cantaba a todo pulmón, y yo también pude hacerlo, pero la frase sin terminar de mi amiga me construyó una enorme duda en el pecho.
Pocos segundos después... las luces se apagaron, y la música se sustituyó por un sonido tenebroso típico de una película de terror.
Todos gritaron espantados, abrazándose entre ellos.
Seguro habían llegado por Jenn.
Busqué a Kathleen para tomarle la mano, pero estaba tan oscuro que me fue imposible encontrarla. Comencé a gritar su nombre, por encima de todos aquellos que se quejaban, pero no obtuve respuesta.
De pronto, las puertas se abrieron de par en par, y unos diez hombros vestidos de negro entraron. La única luz era la que se colaba con su llegada, y al cerrar la puerta, de nuevo todo fue oscuridad.
Los gritos volvieron, probablemente nadie sabía que todo aquello se trataba del robo de la novia.
Ni siquiera yo sabía a ciencia cierta qué era todo lo que pasaba, pero cuando unos brazos fuertes me tomaron, me taparon la boca y me apresaron, supe que algo no estaba del todo bien.
Yo no era la novia.
Se estaban equivocando de chica.
Pero por más que luché, no me soltaron hasta que me sacaron de ahí.
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