02
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— ¿Una maldición dices? ¿No crees que eso es un poco... extremista? — preguntó Nule en una sesión de estudio con Ledi y Kenna. Dado que cada uno estudiaba una disciplina diferente, era un grupo bastante extraño que no se ayudaba entre sí, sólo se escuchaban y sugerían sin saber bien del tema. Ese día el tema era el sueño de Kenna.
— Tal vez, pero definitivamente hay magia de por medio. Un conjuro, tal vez — respondió Kenna, hojeando rápidamente un libro de conjuros rúnicos (la única clase de libros a la que tenía acceso), su largo cabello cenizo cayendo sobre las hojas. Nule, frente a ella, torció los labios ante la afirmación.
— Opiniones, ¿Ledi? Antes de que rompa el libro — habló la chica con puntas rosas. El mencionado, que estaba cortando tiras de pergamino a fin de preparar un ritual, levantó la cabeza sin saber bien de qué estaban hablando. Nule señaló a Kenna con la cabeza y este entendió.
— El asunto del tercer ojo, claro — murmuró —. Kenna, sabes que no soy un experto, pero tal vez sería buena idea preguntarle a un lec–
— No — respondió ella en tono calmado. Su rostro, por otro lado, no se veía relajado. Nule y Ledi se vieron entre sí, preocupación en sus miradas, antes de volver a hablar.
— Mira, Kenna — empezó Nule —, sé que es difícil para tí y...
— No.
— Pero son sueños, y ninguno de nosotros tiene los estudios para...
— No voy a hablar con mi familia, ni para esto ni para nada — se levantó. Sus uñas se enterraron en los pergaminos y, tan pronto se dió cuenta, trató de relajarse. No era algo sencillo para ella en la situación en la que estaba, mucho menos con esa mención —. Sé que piensan que es lo mejor, pero me las he arreglado sin lectores de símbolos hasta ahora y seguiré haciéndolo. Este solo es un reto más.
Ledi suspiró. — Kenna, una "maldición" no es sólo un reto más — la estudiante frunció el ceño. Lo sabía, no necesitaba que su mejor amigo le recordara algo obvio —. Mira, no te pedimos que vayas con tu familia. Podemos hablar con Kyri y...
El nombre causó algo en Kenna. Su espalda se tensó y pudo, por un momento, escuchar su corazón en los oídos y sentirlo en la garganta. Su expresión cambió totalmente y Nule lo notó, pidiendo en silencio a Ledi que parara. No lo hizo, siguió con una oración que Kenna no fue capaz de escuchar pero tampoco de interrumpir.
— Es lo mismo — respondió un momento después, tratando de calmarse pero presionando muy fuerte sus uñas contra el papel de nuevo —. No voy a-
— Con alguien tendrás que hablar — siguió Ledi, calmado aún —. Sea de tu agrado o no. Si lo que dices es cierto y estás maldita, un lector de símbolos tiene que revisar lo que está pasando ahí.
Kenna podía soportar muchas cosas, ¿Pero a Ledi, su mejor amigo Ledi, diciendo que debía hacer algo que no necesitaba? Simplemente no. Kenna, notablemente molesta, se levantó y, sin recoger los múltiples libros que tenía en la mesa o siquiera dirigir una palabra a alguien, salió de la habitación con pasos firmes. El silencio que dejó tras ella se mantuvo lo suficiente como para que Nule revisara cada palabra dicha en esa pequeña discusión. Una específicamente había quedado en su mente, sea por la reacción que había causado en Kenna o por que nunca había escuchado dicha palabra.
Después de unos momentos, Nule miró a Ledi con intriga. Este, después de haber murmurado algo incomprensible, había seguido con su ritual, tejiendo los pergaminos en silencio.
— ¿Quién es "Kyri"? — soltó la chica, haciendo que el profeta saltara ante la pregunta tan repentina, rompiendo una tira de pergamino en el proceso.
— Un viejo amigo de Kenna — respondió. Un amigo, claro.
— Y si es su amigo, ¿Por qué diablos reaccionó así?
Ledi arrugó el tejido que llevaba con pesadez. No era algo que le correspondiera contar, pero no es como si tuviera muchas opciones ahora que Nule había puesto su nariz en esa idea.
— Porque decidió ser lector de símbolos.
Oh.
Incluso sabiendo que ella no podía...
Proporcionó un golpe al profeta antes de levantarse también, dispuesta a buscar a Kenna antes de que pasara cualquier cosa —. Tu miopía no es sólo respecto a las visiones, idiota — le dijo a Ledi antes de salir. Con suerte, aún vería a su amiga afuera, dolida por lo que había dicho Ledi pero ahí, que era lo importante.
Por supuesto, no era así.
Después de esa desastrosa sesión de estudios, Kenna se decidió a recluirse. No es como si hablara con mucha gente más allá de Nule y Ledi, y no estaba dispuesta a hablar con ellos. No se llevaba lo suficientemente bien con la gente que iba a sus clases como para considerarlos amigos o sentía suficiente apego a dichas clases como para seguir asistiendo, así que se quedó en su cuarto, sin salir a ningún lado y sin hablar con nadie.
"Tal vez no se trata de una maldición" se decía, envuelta en cobijas, revisando los libros rúnicos que tenía en casa sin mucho entusiasmo. "Tal vez sólo fue una... ¿Cómo la llamaban? ¿Pesadilla? Algo sin importancia, en realidad" pensaba y seguía leyendo, trazando runas en el aire, viendo cómo se destruían antes de llegar a ser completadas.
Las runas no eran lo suyo.
Desde el primer semestre se había dado cuenta, cuando todos sus compañeros eran capaces de trazar los símbolos base y mantenerlos por momentos, por más cortos que fueran, mientras ella no era capaz de conjurarlos siquiera. Ahora, a inicios del cuarto semestre, debería ser capaz de trazar esa runa, la más simple de todas, y mantenerla en el aire momentos después de terminarla. Pero no podía. Su mano temblaba y quebraba el hechizo antes de que pudiera hacer cualquier cosa. Sus compañeros lo sabían y se reían, los maestros la señalaban como a un bicho extraño, y ella seguía ahí, tratando de alcanzar a gente que estaba a kilómetros de distancia de ella.
Lo intentó una última vez, poniendo la mano más firme que nunca y tratando de sentirse segura. Un círculo, la base de ese trazo, dos líneas diagonales y...
Polvo.
Su dibujo en el aire se desintegró y cayó sobre el libro donde estaba dibujado. Manchandolo, destrozando la página. Tal vez, si estuviera de humor, pensaría que era parte de una maldición que había caído sobre ella y así, pero no lo estaba y no había una maldición que le impidiera hacer algo que era incapaz de hacer en primer lugar.
Simplemente era inútil.
Tan inútil para las runas como lo fue para abrir su tercer ojo antes de la Ceremonia de Elección. Tan inútil que su padre no la tomó en cuenta en su testamento, tan inútil que era incapaz de levantarse y salir, tan inútil que incluso Kyri la había abandonado.
Ahí estaba, la gota que derramó el vaso: Kyri. Al menos una mención a él, su "mejor amigo de toda la vida". La persona con la que creció, la persona en la que más confió en toda su vida y la persona que la traicionó en su peor momento, que le dejó de hablar cuando más le necesitaba.
¿Y por qué lo hizo? Oh, claro. Porque Kenna Hart no era capaz de estudiar la rama de la magia que quería, porque Kenna Hart no tenía un tercer ojo, porque él sí y porque prefirió dejarla atrás antes que ser igual a ella: Un desheredado, un fracasado. Un inútil.
Lo entendía hasta cierto punto. Si se hubiera tomado la molestia de hablarle de esa decisión o de siquiera insinuarla, no sentiría ira cuando le mencionaran. Pero no hubo diálogo. Solo hizo la ceremonia y cortó lazos con ella en medio de una pelea.
Sin embargo, la conversación que estaba en la cabeza de Kenna desde que había vuelto a escuchar su nombre no era esa última. No, era una mucho más lejana, cuando ella acababa de cumplir trece, Kyri catorce y su hermano menor abrió su tercer ojo esa misma mañana. Su familia había cambiado su celebración por una a su hermano y ella se había escapado a una pradera cercana, lejos del bullicio. Kyri la siguió y se sentó con ella mientras lloraba.
— ¿Qué haré si no se despierta? — preguntó entre lágrimas, sujetando con fuerza su frente. — ¿Me echarán a la calle? ¿Me abandonarán a mi suerte?
El chico la había abrazado, por mucho que sus lágrimas mancharan su traje blanco ceremonial. Acariciaba su cabello corto para calmarla cuando habló.
— Si tú no abres tu tercer ojo, tampoco yo lo haré —le dijo al oído con toda la seguridad —. Los dos nos iremos de este valle y haremos nuestra vida como escritores de runas. A tí te gusta verlos practicar su magia cuando vienen al pueblo, ¿No? Tú serás una de ellos, la mejor de todas, y yo uno de tus muchos ayudantes. ¿Te gusta la idea? — Kenna negó con una sonrisa melancólica, pero sonrisa. Kyri le sonrió y la abrazó con fuerza.
— Pero seriamente — volvió a hablar, con un toque melancólico esta vez —, si tú no llegas a ser una lectora de símbolos, tampoco lo seré. Yo te cuidaré y tú a mí, siempre será así.
— ¿Lo prometes?
— Por mi alma y corazón.
"Nos cuidaremos e iremos a ver la lluvia de estrellas en Xeroba. Solo tú y yo, Kenna."
Se quedaron abrazados hasta que cayó la noche y lanzaron fuegos artificiales en casa de Kenna. Su familia realmente se había esforzado en que su hermano tuviera la mejor fiesta, por más que fuera su cumpleaños. Pero ya no le dolía. Su familia podía ser así siempre, pero con Kyri al lado, estaría bien.
Kyri ya no estaba a su lado, sin embargo. Estaba lejos, en una academia especial para lectores de símbolos, siendo un estudiante prodigio mientras ella era... un fracaso.
Se quedó dormida entre lágrimas, envuelta en sus cobijas y rodeada de libros. Esa noche, por primera vez desde hace mucho, no tuvo ni sueños ni pesadillas.
Sin embargo, si hubieron muchas lágrimas esa noche.
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