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—Maestra —pidió la palabra Stephanie, esa era la última intervención que la profesora permitiría puesto que el tiempo se estaba terminando—. Si hubiese un caso aquí ¿Qué pasaría con el alumno? ¿Podría continuar estudiando o no?

Cecilia se tomó unos minutos para pensar, luego una sonrisa adorno su rostro y contestó:

—Todos tenemos derecho a las mismas oportunidades, si a las chicas se les permite, no veo porque a un chico se le debería castigar por ello, es cierto que no es un hecho que debamos de aplaudir, pero tampoco es correcto darle la espalda a alguien que probablemente esté en el momento de su vida en que más necesito apoyo —Frank volvió a prestar atención a las palabras de la mujer—. Para un muchacho es mucho más difícil estar en esta situación, toda la vida se nos ha inculcado que la mujer es la encargada de dar vida, pero realmente no es así, aunque son pocos en el mundo, los hombres también pueden hacerlo y eso, queridos alumnos, es maravilloso.

El timbre sonó interrumpiendo la charla que la maestra impartía, interesante para toda la clase porque todos tenían su atención puesta en ella como nunca, todos excepto Gerard, que sentía en su pecho una pequeña angustia, que tomaba la forma de una delgada y afilada aguja que poco a poco se incrustaba en su corazón, llenándolo de un miedo que nunca antes había experimentado, un temor que comenzaba a abrazarle y lo asfixiaba.

—Bueno, eso sería todo por hoy, solamente les dejo como tarea leer, tengan una bonita tarde chicos —Ceci se despidió, recogió sus cosas y abandonó el aula.

Todos guardaron sus libros y cuadernos, luego comenzaron a salir murmurando sorprendidos y extasiados cual pequeños descubriendo algo por primera vez.

—¿Nos vamos Gee? —le preguntó Frank, haciendo que Gerard saliera del trance en el que estaba, notó que casi no quedaba nadie en el salón y él ni siquiera había cerrado su cuaderno.

Asintió y guardó sus cosas en silencio, Frank comprendía lo que Gerard estaba sintiendo, él también tenía miedo y nervios aunque nunca se compararía en la intensidad que lo sentía Gerard.

—¿Estás bien? —le preguntó una vez estuvieron fuera de la escuela y ya nadie podía escucharlos.

—Escuchaste lo que dijo Ceci, Frankie —suspiró.

Frank entendía a la perfección a lo que Gerard se refería, así que su mano y entrelazó sus dedos para darle confianza y que continuara hablando, una corriente de mariposas los embriagó a ambos, más no dijeron nada.

—Se que he estado muy cambiante, a pesar de dormir bastante parece que no lo hago y estos vómitos que no me han dejado tranquilo solo me hacen pensar que talvez yo... yo... creo que... tendré un bebé —murmuró despacito, bajando la mirada.

Frank apretó más su mano y de un momento a otro lo jaló a la par suya y lo abrazó por los hombros, sin dejar de caminar, Gerard correspondió el abrazo un poco tímido pero a la vez agradecido.

—¿Quieres que te compre una prueba? Así salimos de dudas.

—Tengo miedo —le confesó.

—También estoy aterrado mi Gee, pero pase lo que pase estaré contigo, nunca te voy a abandonar.

—Gracias Frankie.

Siguieron caminando hasta encontrar una farmacia, Frank entró solo mientras Gerard lo esperaba afuera, decidió pedir dos pruebas para evitar cualquier margen de error, la muchacha que lo atendió le entregó las pruebas con desinterés, después de todo no era raro ver a un adolescente comprando pruebas de embarazo o pastillas del día siguiente.

Con las pruebas en mano decidieron que era mejor ir a la casa de Frank, Linda estaba trabajando y la casa estaba sola, tendrían más privacidad.

Llegaron en absoluto silencio, Frank sentía que no podía coordinar sus palabras y hacerlas fluir, Gerard solo sentía que en cualquier momento se desvanecería.

Leyeron juntos las instrucciones y luego Gerard fue al baño del cuarto de Frank, sus manos temblaban al momento de romper las cajas para sacar las barritas, con mucho cuidado las ubicó y orino un poco en ellas, una simple gota era suficiente para cada una. Las dejó sobre el lavabo mientras esperaba que pasaran los 3 minutos que indicaba la cajita para saber los resultados.

Sin ser capaz de ver el resultado él solo, pasó de largo y fue a la habitación en busca de Frank, quien yacía sentado sobre la cama mordiendo sus uñas, acción que solamente hacia cuando estaba demasiado nervioso.

—Ven Frankie, no quiero estar solo cuando lo vea.

Frank asintió y volvieron a ingresar juntos al baño, se acercaron despacio y con cuidado apreciaron las pruebas.

Si era una barrita era negativo, sin embargo en las de Gerard habían dos marquitas de un rojo muy llamativo, no pudo hacer más que lanzarse a los brazos de Frank y abrazarlo dejando que las lágrimas escaparan de sus ojos, inevitablemente las de Frank también hicieron su aparición.

Los sollozos de Gerard eran demasiado audibles, su cuerpo temblaba y tenerlo en esa situación entre sus brazos a Frank solo le destruía más el alma, no era justo que alguien como Gee sufriera; Iero respiró profundo y borró sus lágrimas con el dorso de su mano, no era el momento de ser débil, debía apoyar a Gerard, ya luego buscaría la forma de consolarse a él mismo.

—Vamos Gee, vamos al cuarto.

Con cuidado lo llevó hacia su cuarto y lo recostó en su cama, se sentó a la par suya y con suma delicadeza limpió sus lágrimas, acomodó su cabello negro hacia atrás y le dedicó un pequeña sonrisa para tratar de tranquilizarlo.

—Te iré a preparar un té, no tardaré nada —con sollozos ahogados Gerard asintió.

Varios minutos después entre las manos del pelinegro yacía una taza de té de manzanilla, sus ojos rojos veían el humito que salía de la bebida, no pronunciaba palabra alguna, Frank sabía que no era bueno que se guardara lo que pensaba, por tal razón se arriesgó a hablar.

—Sea lo que sea que decidas Gee, estaré contigo —entre el remolino de probabilidades y acontecimientos que recorrían la mente de Frank, el hecho de que Gee pensara en abortar estaba presente, no estaba en contra de esa opción, pero sería difícil verlo pasar por esa situación, aún así, si él lo decidía, Frank lo apoyaría.

—Tendré a mi bebé Frankie— contestó luego de largos minutos—. Es alguien inocente que no merece que yo lo sacrifique por mi culpa, además él ya es parte de mi, no podría hacerle daño.

—¿Le dirás a...? Ya sabes quién —preguntó con dificultad, la sola idea hacia que su estómago se apretara.

Gerard negó despacio.

—Es mi bebé Frankie —bebió un poco de su té—. Pero me preocupa la escuela, la universidad, yo no se que va a pasar, no se como le diré a mi madre, también tendré que conseguir otro trabajo.

—Shu no te alteres Gee, con calma —le dijo acercándose más frente a él—. Seguirás en la escuela, seguirás siendo el mejor, conseguirás la beca y todo estará bien.

—Pero tengo mucho miedo ¿qué pasará si no me aceptan?

—Ellos se perderán a tan maravilloso ser humano —le sonrió—. Además no estarás solo, yo estaré junto a ti siempre Gee, que vayas a tener un bebé no significa que yo me alejaré de ti o que vaya a romper mis promesas, muy por el contrario, ahora más que nunca son más fuertes.

Gerard lo escuchaba atento mientras las lágrimas volvían a emanar.

—No llores —le pidió con voz calmada.

—No hubiese querido que las cosas fuesen así, apenas cumplí dieciocho Frankie y estoy esperando un bebé, sé que lo tendré, lo voy a amar, pero ¿qué le podré ofrecer?

—No pienses en eso ahora ¿si?, podría afectarle, ya veremos como resolver cada cosa, pero tienes que prometerme que pase lo que pase o digan lo que digan, no tomarás en cuenta esas cosas —Gee agachó la mirada y Frank lo tomó del mentón—. ¿Me lo prometes?

—Si Frankie.

Con cariño Frank le dio un beso en la frente a Gerard, rodeando después su cuerpo con sus brazos en un cálido abrazo, si bien ni él sabía como lo iba a ayudar a salir adelante estaba seguro que quería seguir a su lado, aunque fuese como un amigo, porque el amor que sentía por él era tan fuerte, que arriesgaría todo sin pensarlo dos veces.

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