2

El calor de marzo era sofocante; el aire era tan caliente que nadie se atrevía a salir de casa a menos que fuese necesario, como en el caso de Wonyoung.

Estaba a una semana del cumpleaños número cincuenta de su madre y todavía no tenía su regalo. Al principio dudó en obsequiarle algo, pues después de todo, ella había organizado aquella incómoda reunión con sus amigos a sus espaldas. Realmente no había tenido la consideración de tomar en cuenta su opinión al respecto y terminó mal. Pero luego de repasar los acontecimientos un par de veces más, se resignó a dejarlo pasar. Su madre solo quería verla feliz, lo sabía, y no fue su intención hacerla pasar un mal momento.

Desde que amaneció se dio cuenta de que no sería un día fácil, comenzando porque se le había hecho tarde para la universidad y no tuvo oportunidad de desayunar, por lo que se vio obligada a comprar en la cafetería dentro de su facultad; ahí una estudiante le derramó leche de chocolate. Puede parecer poco o no, pero soportó una olorosa mancha café en su blusa blanca y las miradas de otros estudiantes el resto del día, hasta que llegó a casa.

Se dio un baño rápido para refrescarse, aunque la sensación duró poco debido a las altas temperaturas.

Sus padres estaban trabajando y su hermano seguramente estaba durmiendo, así que en silencio se preparó algo de comer. Cuando se aseguró de que no olvidaba algo y el tiempo suficiente para que el bloqueador solar se asentara hubo pasado, se adelantó hacia la entrada de la casa.

—¿Vas a algún lado? —La repentina voz ronca de Jungwon a sus espaldas hizo que Wonyoung diera un respingo. Su hermano estaba al pie de las escaleras, con el cabello negro alborotado y los ojos medios cerrados. Era fácil notar que recién había despertado.

—Sí, a comprar el regalo para mamá.

Él asintió lentamente mientras caminaba hacia la cocina tambaleándose, Wonyoung escuchó el refrigerador abrirse y cerrarse, entonces Jungwon regresó con una manzana mordisqueada en la mano.

—¿Qué le vas a comprar?

Wonyoung estaba insegura todavía, había muchas cosas que a su madre le gustaban y no tenía idea de lo que sería mejor esta vez. Quería hacerla feliz con un buen regalo de cumpleaños.

—En realidad, no lo sé.

Jungwon se acarició el mentón con una mano y frunció el ceño.

—Ahora que lo pienso, mamá no ha dejado de mencionar que necesita un bolso nuevo —dijo.

—¿Me acompañas a comprar uno? —Wonyoung lo miró con entusiasmo en los ojos—. Estoy segura de que elegirás el indicado.

—No. —Jungwon cortó su emoción de inmediato—. Tengo muchas cosas que hacer.

—Pero no quiero ir sola —balbuceó.

—No te pasará nada, ya has salido sola, ¿no es así? Estabas a punto de hacerlo antes de que llegara.

—Lo sé, pero...

—No pongas excusas.

—¡No estoy poniendo excusas! —chilló. Tal vez si lo hacía pero no le daría la razón a su hermano—. Nunca me ayudas en nada, pero deja que me pidas un favor...

—Bien, bien —Jungwon la detuvo—. Dejemos esta discusión para otro día. De verdad estoy ocupado, debo ensayar para el regalo de mamá.

Wonyoung hizo un puchero que Jungwon ignoró con facilidad. De repente se sentía muy frustrada, incapaz de hacer algo tan simple como salir, comprar y regresar a casa. Tomó una respiración profunda para calmarse antes de ponerse de mal humor por algo tonto. Se masajeo las sienes antes de hablar de nuevo en el tono más relajado que podía.

—¿De qué se trata tu regalo? —preguntó con un deje de molestia.

—Voy a traer a los chicos de la banda para cantarle una canción.

—La banda... —ladeó la cabeza mientras relacionaba los recuerdos, entendiendo entonces a quienes se refería su hermano—. ¿Hablas del trío donde formas parte?

—El mismo.

Aquella «banda» no era más que un grupo de tres chicos, incluyendo a Jungwon. Cantaban canciones de amor y desamor y el único instrumento que tocaban era la guitarra.

Wonyoung no los consideraba una banda porque, desde su punto de vista, una banda tenía más integrantes y cada uno de ellos tocaba un instrumento distinto sin repetirse. Jungwon, por otra parte, defendía a capa y espada a su trío diciendo que no les hacía falta añadir a nadie más cuando ellos eran lo suficiente buenos para destacar a pesar de ser pocos, pero lo había escuchado decir al teléfono que necesitaban a un baterista para añadir algo de contraste a la armonía de las guitarras acústicas.

Miró a su hermano, y no quería pensar que su rostro tenía una nota de cansancio a causa de ella porque solo se sentiría peor, pero fue inevitable contemplar la opción de que podría ser así. Tal vez ya había llegado a su límite, después de todo, fue de los únicos que estuvo a su lado cuando ocurrió el accidente. La vio llorar día y noche, sin intención de moverse de la cama, ni siquiera para ir al baño, la había visto demacrada, hecha pedazos, a pesar de eso nunca se quejó ni la regañó por quedarse sin motivación para la vida misma, en realidad había intentado animarla de todas las formas existentes; insistió hasta el último momento hasta que entendió que Wonyoung avanzaría a su tiempo. Pero quizás estaba siendo más lenta de lo esperado y Jungwon ya creía que no tenía remedio.

Wonyoung lo estaba intentando, era consciente de que no era la misma de antes, pero ya sentía menos presión en el pecho cuando se subía al auto, y cuando veía las fotos de sus presentaciones de ballet no lloraba. Creía que eso era un gran avance, aunque solo ella lo pudiera ver.

Con un asentimiento de cabeza finalmente caminó hacia la salida, despidiéndose de su hermano con la mano. Con el parasol cubriéndola, caminó por la acera sin rumbo fijo; cerca de donde vivía había muchos negocios con artículos de buena calidad y buen precio por lo que era mejor observar alrededor, así tal vez encontraría una tienda que le interese.

Aunque se había preparado antes de salir, después de caminar varios metros tuvo que detenerse en una pequeña tienda para comprar agua. El calor era verdaderamente pesado en ese momento, su cuerpo no paraba de sudar y se estaba deshidratando. Celebró para sí misma cuando divisó al otro lado de la acera una boutique con variedad de bolsos exhibiéndose detrás de los ventanales de cristal. Guardó la botella con agua a la mitad en su bolso de tela y cruzó a saltos contentos la calle.

Una ráfaga de aire frío la recibió al entrar y no pudo estar más contenta de haber encontrado ese lugar. Olía a alguna esencia cítrica, podía distinguir toques de lima y mandarina. Era un ambiente agradable, una mezcla de frescura y limpio, así lo percibía Wonyoung. Estaba un poco llena la tienda; las señoras y unas cuantas chicas se colgaban los bolsos en los hombros y se miraban al espejo modelando. Ella también observó los bolsos, tomando los más elegantes a la vista. Su único problema era que ninguno le convencía, a todos les encontraba una razón para descartarlos; desde el largo de las asas hasta el número de compartimentos.

Suspiró, un poco irritada. Por el rabillo del ojo divisó a alguien acercarse y acomodar nuevos zapatos en el estante a su derecha; colocó la última caja sobre el estante cuando reparó en su presencia, una gran sonrisa apareció en su rostro.

—La chica de la heladería —dijo. Wonyoung se sonrojó con intensidad cuando lo encaró.

Miró la placa en la camisa blanca del muchacho, esperando confirmar su nombre en esta, pero lo que vio solo la dejó confundida.

—¿Sunghoon? —Estaba casi segura de que ese era su nombre, lo recordaba de la vez pasada, aunque quizás la información en su cerebro se había distorsionado.

Sunghoon notó dónde estaba puesta su atención y dejó escapar una carcajada corta.

—Mi nombre es Sunghoon. Estoy cubriendo a mi prima solo por hoy, por eso el nombre —dijo.

—¿Es tu día libre en la heladería? —preguntó Wonyoung en un tono de voz bajo. Sus mejillas se calentaron más al reparar en lo que había dicho y la forma en que lo había hecho.

Su corazón dio un vuelco al imaginar la posible respuesta del contrario. «Se enojará por hablarle como si fuesen amigos. Seguramente le pondrá un límite».

No era su intención indagar en la vida de un extraño, aunque de nuevo obtuvo una sonrisa amplia de su parte.

—Renuncié.

Wonyoung quedó boquiabierta. «Avergonzada» era una palabra muy corta para describir su estado en ese momento. Definitivamente no fue conveniente preguntar.

—Lamento haber preguntado por tu trabajo.

—No te preocupes. Estoy aliviado de haber salido de ahí.

Un carraspeo detrás de ellos los hizo voltear. Una mujer de estatura baja los escaneó a ambos antes de dirigirse a Sunghoon.

—Disculpe, señorito... —La señora de cabello canoso ajustó sus lentes—. ¿Nayoon? Hice una compra en línea...

Wonyoung asintió con la cabeza cuando Sunghoon le dio una mirada rápida que entendió como «¿Me disculpas un momento?». Como si fuese un tipo de lenguaje secreto entre ellos, él le devolvió el asentimiento y guió a la mujer hacia el área de las cajas registradoras.

Wonyoung se quedó en el mismo lugar, simplemente ojeando los estantes a su alrededor, luego decidió matar el tiempo viendo las fotos en su teléfono, aunque se arrepentió un poco. Su galería seguía intacta, había pasado un tiempo desde la última vez que había entrado. La última foto que tenía guardada era una del día del accidente; la tomó en el restaurante elegante al que Chaemin la había llevado para celebrar su protagónico en El Cascanueces. Ese día había comenzado siendo especial.

Cuando era pequeña su madre le enseñó El Cascanueces, el popular ballet. Al principio no entendía nada, ¿qué era lo divertido de ver personas bailando esa extraña música?, ella solo quería seguir viendo su caricatura favorita, pero su madre insistió en que le diera una oportunidad.

Aunque estaba molesta hizo caso. No pasó mucho tiempo para que quedara hipnotizada por las bailarinas con faldas de colores y las piernas más delgadas y largas que jamás había visto en su vida. Para una niña de seis años fue suficiente motivación para proponerse imitar lo que veía en la pantalla. Desde entonces su primera meta en la vida se estableció: iba a representar al Hada de Azúcar, la bailarina principal de aquel ballet.

Trece años después, cuando estuvo en el salón de ensayos practicando para el acto, se sintió irreal. De un momento a otro bailaba pas de deux con Jongseong, su compañero bailarín, interpretando al príncipe. La música que provenía de los chelos y el clarinete le erizaron la piel. Recuerda haber sentido una ráfaga de adrenalina luego del primer Porté, y la sonrisa que debía mantener como parte de la coreografía se hizo más grande en su rostro, totalmente genuina. Se sintió como una princesa cuando Jongseong la levantó de nuevo en el aire y las trompetas y violines resonaron frente a ellos gracias a la orquesta en vivo de esa noche. La celesta durante La Danza del Hada de Azúcar la estremeció.

Diciembre era increíble, la Navidad era tan hermosa. Fue hermosa hasta que no lo fue más.

Parpadeó repetidas veces, regresando así a la realidad. A su alrededor todo seguía como antes, mujeres yendo de un lugar a otro con bolsos en las manos. Sunghoon regresó antes de que Wonyoung volviera a perderse en sus recuerdos.

—Discúlpame por dejarte así. —La sonrisa de Sunghoon se desvaneció al ver la expresión apagada de la chica. Un segundo después suavizó la mirada y en tono juguetón dijo—: ¿Tienes idea de cuántas clientas se han reído de mí hoy?

Wonyoung deseó haber podido reír de la situación, pero lo único que pudo hacer fue forzar una sonrisa. Ni una sola palabra salió de su boca.

—Disculpa. Ni siquiera te he ayudado. ¿Buscas un artículo en específico?

El cambio de conversación trajo devuelta por completo la atención de Wonyoung. Lo miró con vergüenza al recordar que estaba trabajando y probablemente solo quisiera terminar de atenderla rápido.

—Un bolso... —su voz sonó aguda y temblorosa—. Solo busco un bolso bonito.

—¿Para ti?

—Para mamá —dijo—. Ella quiere uno nuevo.

—¿Tienes algún modelo o color en mente? —preguntó. Wonyoung negó—. Veamos... Tenemos algunos muy populares por aquí. —La guió a una sección distinta, más grande, con bolsos que lucían más elegantes que el resto. —¿Qué opinas de este? —Tomó un bolso de mano color café, hecho de charol—. Creo que es bastante básico, combina con cualquier ocasión. Pero estos otros...

Sunghoon comenzó a mostrarle uno por uno, hablando sobre las ventajas que tenían y las razones por las que se vendían más que los de las otras secciones. Esa no parecía ser la primera vez que cubría a su prima, él sonaba como todo un experto y podía apostar que ya había estado en ese lugar al menos unas cuatro veces.

Wonyoung escuchaba con atención, desde hace un rato había elegido el bolso que llevaría, sin embargo, encontraba entretenido ver a Sunghoon tan concentrado.

—Creo que estoy hablando demasiado. —Rio incómodo—. ¿Te doy tiempo para pensarlo?

—No es necesario. Creo que este —señaló el bolso negro con un pañuelo colorido y adornos dorados— está bien.

Oh, olvidé preguntarte esto, ¿cuál es tu nombre?

—Wonyo...

—Disculpe. —Una mujer de vestimenta formal se acercó y señaló el bolso que llevaba—. ¿Tiene este modelo en otro color?

—Deme un minu...

—Ve —interrumpió—. Yo llevo esto —se refirió al bolso que había elegido.

Sunghoon la miró un segundo, indeciso. Terminó cediendo ante el semblante despreocupado de Wonyoung y se disculpó antes de reanudar su trabajo.

A pesar de haber bastante gente en el lugar, la fila para pagar no era larga; su turno llegó después de cinco personas.

Pagó el regalo con el dinero que había ahorrado especialmente para la ocasión. A punto de atravesar la salida escuchó la voz de Sunghoon detrás de ella.

—¡Hasta luego, Onjo!

Wonyoung lo miró de inmediato y agitó la mano despidiéndose de él.

Caminaba de nuevo por las calurosas calles cuando sacudió la cabeza procesando las últimas palabras del chico. ¿Había escuchado mal? Sunghoon la había llamado por otro nombre.

Solo una semana después se encontraba dando vueltas a través de su habitación, desesperada por encontrar el atuendo perfecto. En realidad, no tenía que ser perfecto, con ser cómodo para ella estaba bien.

Su cama estaba cubierta por montones de ropa que había sacado del armario y que se había probado pero al final no parecía ser suficiente.

Resopló frustrada. Se dejó caer sobre las pilas de ropa.

Tocaron a su puerta y, sin moverse de su lugar, gritó: «¡adelante!».

—Pequeñita —su padre se asomó por la puerta—, ¿no vas a salir? Tú madre quiere tomar fotos familiares, solo faltas tú.

—Oh, no. —Wonyoung se enderezó—. ¡Espérenme un momento! Ya casi encuentro qué ponerme.

—¿Qué hay de lo que llevas puesto? Se ve bien.

—¡No! Esto es horrible.

—Cariño, mírate al espejo. —Su padre la guió hacia el objeto—. Este vestido te queda perfecto. ¿Acaso es el que usaste en tu graduación?

Wonyoung miró el vestido que se ceñía a su torso y caía con fluidez hasta llegar a los tobillos. Su padre tenía razón, lo había usado en la fiesta de graduación de la preparatoria solo que no lo había reconocido hasta ese momento.

—El rojo siempre te queda bien —habló de nuevo.

—¿Eso crees?

—Todos los que te conocen estarán de acuerdo —dijo. Wonyoung asintió, se acercó a él y le dio un abrazo—. Te espero afuera.

No siguió perdiendo el tiempo, con el ánimo recuperado se colocó los zapatos, se arregló el pelo y se maquilló ligeramente antes de, finalmente, salir de la habitación.

La ventaja de este cumpleaños era que se festejaba en el jardín trasero de su casa, así que solo debía bajar las escaleras y dar unos cuantos pasos antes de llegar. Lo que podría ser una desventaja era la cantidad de invitados; su madre hacía amistades por todos lados y se veía reflejado en cada una de sus fiestas de cumpleaños.

Entre la multitud Wonyoung logró localizar a Jungwon, este se servía un vaso de ponche; se veía bastante contento en la mesa de los postres.

—¿Qué pasó con las fotos familiares?

Jungwon la miró, aburrido.

—Mamá dijo que después del postre las tomaremos.

—¿Tus compañeros no vendrán? —preguntó al notar que estaba solo.

—Tardaste tanto arreglándote que ellos ya vinieron, cantamos y uno se fue. —Le dio un trago al ponche—. Ven, te presento a Heeseung.

Mientras Jungwon la guiaba por el camino no pudo evitar tener curiosidad y preguntar:

—¿Por qué el otro se fue tan temprano?

—Tiene clases de baile.

¿Huh? —exclamó, confundida—. ¿No es demasiado tarde para eso?

Miró la hora en su teléfono, marcaba las once en punto de la noche.

—Es un adicto a la danza, no lo entenderías.

Se detuvieron detrás de una figura alta y de cabello rojo vibrante, cuando Jungwon le puso la mano en el hombro y este volteó, Wonyoung casi cae de espaldas. El hombre, suponía que del mismo rango de edad que ella y su hermano, tenía un rostro impresionante; ojos redondos que se veían gentiles, nariz respingada y unos labios delgados y atractivos, más cuando se alzaban en una sonrisa como en ese momento.

Wonyoung parpadeó varias veces tratando de no ponerle más atención de la debida al hombre que la mirada fijamente.

—Hee, te presento a mi hermana, Wonyoung. —Señaló Jungwon—. Wonyoung, él es Heeseung, mi compañero de trabajo.

Lee Heeseung —remarcó con una ceja alzada. Su voz armoniosa atrajo de nuevo la vista de Wonyoung sobre él—. Y soy tu hyung, ¿por qué sigues hablándome sin honoríficos?

—Un gusto. —Wonyoung carraspeó.

—El gusto es mío. —El pelirrojo hizo una corta reverencia que ella correspondió—. Puedes llamarme Heeseung, no tienes que usar oppa.

Jungwon tembló en su lugar.

—Ni lo digas, ni siquiera a mí me llama así.

—¿Por qué siempre tienes que decírselo a todos? —Wonyoung le reprochó en voz baja.

—La entiendo. No creo que haya una sola persona que te llame así, no tienes la cara.

—¿No tengo la cara? ¿Cómo es siquiera la cara de un oppa?

—La mía es un buen ejemplo. —Heeseung mostró su perfil—. Tú tienes más bien cara de niño.

—Como de un gato enojado, querrás decir —Wonyoung se unió a la discusión. Heeseung carcajeó.

—Exactamente —le dio la razón—. Vaya, ahora se muy bien a qué se parece.

—Oh, ya veo, los dos se unen para burlarse de mí. Es por eso que no hay que presentar a los amigos y hermanas...

—Termina con el drama, por favor. —Wonyoung rodó los ojos.

Heeseung siguió riendo. Jungwon se quejó.

—Bueno, Hee, —se recompuso el mayor de los hermanos—, ¿quieres tomar algo? Papá tiene un vino blanco buenísimo.

—Claro. —Heeseung enseñó su dentadura impecable con una sonrisa.

—A ti... —se dirigió a su hermana— te traigo agua.

—Muy considerado.

Jungwon se fue a buscar las bebidas, dejando a los otros dos solos.

Wonyoung no sabía hacia dónde mirar, sentía un poco de tensión en el ambiente. Tenía la idea de que Heeseung quería hablar tanto como ella quería hacerlo para disipar la incomodidad.

Quiso sacar un tema de conversación, el que fuera, pero solo se puso nerviosa. Con su hermano acompañándola tenía la valentía suficiente para hablar, pero ahora que él no estaba ahí se sentía tímida. Forzó una sonrisa, comenzaba a inquietarse.

—Estuviste en el festival de música el año pasado, ¿no es así? —dijo Heeseung frente a ella—. Recuerdo haberte visto con tu novio, creo que lo era, y te fuiste temprano.

Oh. Sí, estuve ahí. La verdad es que no recuerdo haberte visto, de todos modos en ese entonces no podía ver más allá de mi novio.

Heeseung soltó una risilla y a Wonyoung le pareció que era una persona risueña. O quizás ya estuviera un poco tomado.

—No te preocupes, lo entiendo. Pero... —él metió las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir—. De nuevo te perdiste nuestra presentación.

—¡Es verdad! Lo lamento tanto, en realidad quería verlos.

—Espero que puedas estar ahí la próxima vez.

La aparición de Heeseung iba a ser bien equis pero al final no pude evitarlo, ESTOY ENAMORADA de este hombre, sepan entender.
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el siguiente, ¡les quiero!

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