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No sintió dolor, al menos no físico.

Fue sorprendida por los rayos de luz artificial que la cegaron por unos milisegundos antes de que su cabeza comenzara a dar vueltas. Antes de que pudiera reaccionar siquiera.

Su cuerpo debió entumecerse, seguro a causa de la adrenalina, porque aunque estaba siendo golpeada y sacudida con fuerza no sintió ni un rasguño. No recuerda mucho después de eso, sabe que los paramédicos la sacaron del vehículo, y que de camino al hospital preguntaba por Chaemin, recibiendo como respuesta únicamente: "necesitamos que se tranquilice". Se enteró por parte de sus padres que en realidad no dejaba de llorar y gritar, también forcejeó, lanzó algún par de patadas a las enfermeras que solo querían ayudar, entonces (viendo la severidad de su conducta) tuvieron que sedarla antes de proceder con los exámenes y radiografías para ver su estado tras el accidente. Wonyoung se sentía aliviada de no recordarlo, porque entonces viviría con eso en mente y la culpa de haber causado un escándalo en la sala de emergencias. Para ella, si no lo recordaba, no había pasado nada.

Aquel accidente marcó su vida. En cuestión de unos instantes pasó de ser una talentosa y destacada bailarina de ballet, a una chica que debía caminar con muletas pues una de sus piernas estaba cubierta de una dura capa de yeso.

Le había ocurrido la peor pesadilla de una bailarina: romperse una pierna.

«Pudo haber sido peor», pensó.

—De nuevo estás perdida, Wonyoung.

Cuando alzó la mirada se encontró con la expresión de miedo en el rostro de su madre.

Había estado sucediendo seguido, se perdía en sus pensamientos, se desconectaba de la realidad. Pero no podía reparar en ello, lo hacía sin darse cuenta y regresaba de nuevo solo para ver la misma expresión que la de su madre en ese momento.

—Lo siento.

—Debes salir, hija. Llama a tus amigos y ve a divertirte, te vas a distraer.

—Tu madre tiene razón, Wony —dijo su padre, alentándola—. Estar encerrada en tu habitación no es vida.

Dejó escapar un suspiro. ¿Cómo le explicaba a sus padres que ya no le gustaba salir con sus amigos? Era tan incómodo, de pronto su aspecto le preocupaba más de lo normal cuando estaba con ellos; llegó a tal punto de hacerse el flequillo porque de esa forma sentía que evitaría que los demás se fijaran en ella, en las cicatrices que el accidente había dejado.

Sus padres solo querían verla contenta, lo sabía.

Desde hace unos meses su rutina había cambiado, antes la mayor parte de sus días eran ocupados por sus clases de ballet, no conocía más que eso. Ahora escuchar música clásica en su habitación oscura, mientras bailaba en su mente, era lo que más hacía. Iba a la universidad, pero se sentía un poco (demasiado) inútil allí, porque le costaba concentrarse en sus clases, y era desagradable cuando su padre debía ayudarla a bajar del auto y colocarle el bolso en el hombro; entonces ella sentía la mirada curiosa de todos los que pasaban, en cada uno de sus movimientos.

—Iré al centro comercial, entonces —dijo, resignándose.

Pudo haber elegido un mejor lugar para ir a perder el tiempo pues era cansado caminar con muletas, también muy molesto. Habría optado por ir en silla de ruedas si no fuera porque necesitaría más ayuda de parte de sus progenitores y lo único que ella quería en ese momento era estar sola. Decidió que cumpliría su deseo de salir de casa un rato y luego regresaría a su patética rutina como si nada.

Se despidió de su padre en cuanto estuvo fuera del auto, invitándolo a marcharse lo antes posible para poder dejar de pretender que no quería echarse a llorar de la frustración, tal como lo haría una niña de cinco años. Entró a las tiendas de su interés, vio cada uno de los productos exhibidos por un largo rato y salió sin comprar nada. Estaba matando el tiempo, mirando a todos lados, incluso al rincón donde solo había polvo, con tal de distraer la mente del llanto. Esperaba que su familia pensara que estaba teniendo un día increíble gracias a su motivación, nada más.

Hasta ese momento en que sus ojos se encontraron con unos zapatos de diseño peculiar. Eran una réplica de las zapatillas de ballet, solo que estilizados, brillantes, elegantes, en perfecto estado. La nostalgia le llegó de golpe al corazón.

—¿Le gustaría probárselas?

Dio un respingo al escuchar aquella voz áspera. Su burbuja de absoluta concentración reventó a causa de alguien que decidió hablarle. Cuando miró a su derecha se encontró con un chico bastante alto, que portaba una camisa blanca con el nombre de la tienda, unos pantalones negros de vestir y zapatos brillantes del mismo color.

Era un empleado, nada más.

Wonyoung abrió la boca para responder, sin embargo, las palabras nunca salieron. Se sintió vulnerable por la situación, un nudo se formó en su garganta de repente.

—¿Está bien? —El chico alzó sus espesas cejas negras—. Puede sentarse aquí. —La llevó a un asiento acolchonado sin preguntar. Wonyoung posó una mano sobre su pecho, sintiendo el corazón acelerado.

¿Por qué una simple pregunta había provocado esa reacción en ella? Tenía los nervios a flor de piel, si algo más incómodo ocurría, no creía poder contener el llanto. Pero ¿por qué iba a llorar siquiera?

Era tan extraño cómo ahora todo lo que tuviera que ver con el ballet le provocaba un huracán de emociones.

—Puedo llamar a emergencias —continuó, a lo que Wonyoung negó.

Lo último que necesitaba era terminar entre las frías e insípidas paredes del hospital de nuevo.

Inhaló y exhaló tantas veces que perdió la cuenta. Todavía tenía la mirada asustada del chico sobre ella, parecía que incluso él estaba haciendo los ejercicios de respiración a la par.

Pobre, le había hecho pasar un mal rato.

—Estoy... bien —su voz sonó débil y agitada, como si hubiera estado corriendo una maratón—. Perdón.

El chico suavizó su expresión rígida, Wonyoung pudo notar cómo de a poco el color regresaba a su rostro pálido.

—No hay problema.

—Sobre los zapatos... La verdad es que sí me gustaría probármelos —dijo con timidez.

«Después de tremenda escena, actúas como si nada hubiese pasado»

Las zapatillas en su talla llegaron al cabo de unos minutos, solo entonces se dio cuenta de que estaba muy nerviosa por tenerlas cerca. Con las manos temblorosas abrió la caja de cartón y apreció el brillo destellante; eran color rosa palo, el más popular entre todos y con razón pues era precioso.

Wonyoung se colocó una zapatilla, pero no pudo hacerle el nudo a los listones ya que su pierna derecha no podía flexionarse por el yeso y le impedía moverse sin que se pusiera en una posición incómoda tanto para ella como para el empleado al frente.

—Le ayudo. —El chico pareció comprender la situación y, a continuación, se arrodilló para atar los listones.

Solo era atar un nudo, algo muy sencillo y sin importancia, pero él lo hizo con paciencia y delicadeza. Se tomó su tiempo para ello, envolviendo su tobillo con ambos listones a los lados de la forma que creía que era correcta, dejando un pequeño moño al final. En todo el proceso Wonyoung lo miró determinadamente, quizás un poco admirada por la acción aunque no fuese gran cosa.

—Listo. P-por lo que veo no puede ponerse zapatos en el otro pie —tartamudeó, de un segundo a otro sus orejas estaban coloreadas de un furioso rojo, lo que hizo carcajear a Wonyoung.

—Así es, no puedo, el yeso no me lo permite.

—Bueno, aunque sea solo una, creo que le queda perfecta.

Wonyoung finalmente vio el reflejo de las zapatillas en el pequeño espejo en el suelo.

Se veía tan bien, se sentía bien.

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