xxxvii. Hija de plutón

capítulo treinta y siete: hija de plutón.

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CUANDO REGRESARON, FIONA podía decir que los demás estaban un poco sorprendidos de que ella y Piper regresaran con dos semidioses inconscientes. Mientras Frank y Hazel atendían a Blackjack, Annabeth, Sam y Leo ayudaron a Piper y Fiona a llevar a los chicos a la enfermería.

―A este ritmo, nos vamos a quedar sin Ambrosía.―el entrenador Hedge gruñó mientras atendía sus heridas. Fiona hizo una mueca al ver la pasta en el corte de su mejilla.

Se sentó al lado de Percy, pero no se preocupó por si misma, sino por los chicos.

―Leo.―dijo.―¿Estamos listos para navegar?

―Si, pero――

―Pon rumbo a Atlanta. Te lo explicaremos más tarde.

―Pero... está bien....―se apresuró.

Annabeth no discutió con Fiona. Estaba demasiado ocupada examinando la abolladura en forma de herradura en Percy.

―¿Qué lo golpeó?―preguntó.

Fiona frunció los labios. Ella misma lo examinó de nuevo e hizo una mueca.―Blackjack.

―¿Qué?

Ella y Piper trataron de explicar mientras el entrenador Hedge aplicaba un poco de pasta curativa en la cabeza del chico. Fiona realmente no pensó que un sátiro agresivo con problemas de altura sería bueno para curar, pero debió haber hecho algo bien. Eso o los espíritus los habían vueltos más resistentes. Ambos gimieron y abrieron los ojos.

Fiona se movió para poder ayudar a Percy a sentarse. Parpadeó, tratando de volver a enfocarse. Cuando lo hizo, sus ojos se abrieron y murmuró:―Fiona, dioses, Fiona, lo siento mucho, ¿estás bien?―sus dedos alcanzaron su corte pero ella simplemente tomó su mano y la apartó.

―Estoy bien.―le prometió.―Está bien.

No quería que él se sintiera culpable por casi lastimarla, pero Fiona sabía que él se aferraría a eso, sin importar cuánto le dijera que no importaba. En unos minutos, Jason y Percy pudieron explicar sus recuerdos borrosos de lo que había sucedido. Cuando Fiona y Piper describieron el duelo en la carretera, Jason hizo una mueca.

―Noqueado dos veces en dos días.―murmuró. Miró tímidamente a Percy.―Lo siento, hombre. No quise enviar ese rayo a ti.

La polera de Percy estaba salpicada de agujeros de quemaduras. Su cabello estaba más despeinado de lo normal. Y olía a huevos quemados. Sin embargo, a pesar de ello, consiguió soltar una sonrisa débil.―No es la primera vez. Tu hermana mayor me hizo lo mismo en el campamento.

―Sí, pero... podría haberte matado.

―O yo podría haberte matado.

Jason se encogió de hombros.―Si hubiera habido un océano en Kansas, tal vez.

― No necesito un océano――

―Chicos.―interrumpió Fiona.―Todos sabemos que los habría matado a ambos si hubiera sido yo, pero eso no importa. En este momento, necesitan descansar.

―La comida primero.―Percy negó con la cabeza. Ella frunció el ceño.―¿Por favor? Y realmente necesitamos hablar. Baco dijo algunas cosas que no――

―¿Baco?―Annabeth levantó la mano.―Está bien, está bien. Necesitamos hablar. Comedor. Diez minutos. Se lo diré a los demás.

―Ah y cerebro de Percebe.―Fiona frunció los labios a su novio.―Por favor, cámbiate de ropa. Hueles como si te hubiera atropellado un caballo eléctrico.

Ella le dio un rápido beso en la mejilla a pesar de eso, contenta de que estuviera bien. Sin mirar a los demás, sabiendo que se sonrojaría como una remolacha, se apresuró a salir de la enfermería. Cuando se difundió la noticia de la reunión, Leo le dio el timón al entrenador Hedge nuevamente (después de asegurarse de que él sátiro prometió que no los llevaría a la base militar más cercana por diversión. ¿En serio? ¡¿Cómo es que esta cabra era chaperona de ellos?!

Se reunieron alrededor de la mesa del comedor, y Piper y Fiona explicaron lo que había sucedido en Topeka 32, su conversación con Baco, la trampa lanzada por Gea, los eidolones que habían poseído a los chicos.

―¡Por supuesto!―Hazel exclamó, asustando a Frank, que dejó caer su burrito.―Eso fue lo que le pasó a Leo también.

―Entonces, no fue mi culpa.―exhaló Leo, sonando bastante sarcástico.―Yo no comencé la Tercera Guerra Mundial. Solo fui poseído por un espíritu maligno. ¡Es un alivio!

―Pero eso significa que podemos descubrir cómo bloquearlos para que no vuelvan a entrar en ustedes, ni en nadie más.―dijo Fiona.―Los eidolones son espíritus fugitivos, lo que significa que debería poder controlarlos...

―Por supuesto que puedes.―le aseguró Percy a su lado, dándole una sonrisa.

―Sin embargo.―Annabeth levantó un dedo.―Los romanos no lo saben. ¿Y por qué confiarían en nuestra palabra?

―Podríamos contactar a Reyna.―sugirió Jason.―Ella nos creería.―se volvió hacia Piper con un brillo de esperanza en los ojos.―Podrías convencerla, Pipes. Sé que podrías.

Fiona se encogió internamente. Chicos...

Se encontró con la mirada de Piper que le decía: oh, lo siento mucho, es un idiota. Incluso Sam, al otro lado de Annabeth, colocó la cabeza entre sus manos.

―Podría intentarlo.―dijo Piper a medias.―Pero Octavian es de quien tenemos que preocuparnos. En la hoja de mi daga, lo vi tomando el control de la multitud romana. No estoy segura de que Reyna pueda detenerlo.

Los ojos de Jason se oscurecieron, parecía más una tormenta que un cielo despejado. Fiona odiaba que le reventaran la burbuja, pero Piper tenía razón.

―Ella tiene razón.―asintió Frank.―Esta tarde, cuando estábamos explorando, vimos águilas de nuevo. Estaban muy lejos, pero se acercaban rápidamente. Octavian está en pie de guerra.

Hazel hizo una mueca.―Este es exactamente el tipo de oportunidad que Octavian siempre ha querido. Intentará tomar el poder. Si Reyna se opone, dirá que es blanda con los griegos. En cuantos a las águilas... es como si pudieran olernos.

―Es porque pueden.―dijo Fiona con naturalidad, la información fluyó naturalmente de sus labios antes de que pudiera detenerse y pensar.―Las águilas romanas pueden cazar semidioses por olor mágico como monstruos, incluso mejor.

―Pero esta nave podría ocultarnos un poco.―agregó Jason.―Aunque no completamente.

Leo tamborileó los dedos contra la mesa.―Genial. Debería haber instalado una cortina de humo que hiciera que la nave oliera como un nugget de pollo gigante. Recuérdenme que invente eso la próxima vez.

Hazel frunció el ceño.―¿Qué es un... nugget de pollo?

―Oh, hombre...―Leo la miró boquiabierto, sacudiendo la cabeza con asombro.―Así es. Te perdiste los últimos, como, setenta años. Bueno, mi aprendiz, un nugget de pollo――

―No importa.―interrumpió Annabeth.―El punto es que tendremos dificultades para explicar la verdad a los romanos. Incluso si nos creen――

―Tienes razón.―Jason se inclinó hacia adelante.―Deberíamos seguir. Una vez que hayamos cruzado el Atlántico, estaremos a salvo. Al menos de la legión.

Sus hombros se hundieron y Fiona supo por qué. Sería sincera, no pensó en las consecuencias en casa de cruzar el Mare Nostrum, y ahora que lo hizo, su apetito pareció no existir más. Fiona pasó mucho tiempo construyendo la poca reputación que tenía, pero la sostuvo con fuerza porque le tomó mucho tiempo llegar a donde estaba, y ahora sería en vano.

(Es para salvar el mundo, se dijo a sí misma, pero Fiona todavía sintió que su corazón se desplomaba cuando pensó en ser llamado traidora por su madre).

―¿Cómo puedes estar tan seguro?―Piper le preguntó a Jason.―¿Por qué no nos seguirán?

Negó con la cabeza.―Escuchaste a Fiona hablar sobre las tierras antiguas. Son demasiado peligrosas. A los semidioses romanos se les ha prohibido ir allí durante generaciones. Incluso Octavian no puede eludir esa regla.

Frank tragó un bocado de burrito como si de repente se hubiera convertido en piedra.―Entonces, si vamos allá...

―Seremos forajidos además de traidores.―confirmó Jason los temores de Fiona.―Cualquier semidiós romano tendría derecho a matarnos en cuanto nos viera. Pero no me preocuparía por eso. Si cruzamos el Atlántico, dejarán de perseguirnos. Supondrán que moriremos en el Mediterráneo, el Mare Nostrum.

Percy apuntó su porción de pizza a Jason.―Usted, señor, es un rayo de sol.

Fiona lo miró con el ceño fruncido y, al darse cuenta de que ella también estaba preocupada por eso, Percy rápidamente se aclaró la garganta y cambió de tema:―Así que planifiquemos con anticipación y asegurémonos de no morir. ¿Tengo que llamarlo señor B ahora? De todos modos, mencionó a los gemelos en la profecía de Ella. Dos gigantes. Otis, y... uh... ¿Algo que comenzaba con F?

―Efialtes.―dijo Jason.

―Gemelos gigantes, como Piper vio en su hoja...―murmuró Annabeth, pasando su dedo por el anillo de su taza.―Recuerdo una historia sobre gigantes gemelos. Intentaron llegar al Monte Olimpo amontonando un montón de montañas.

Los ojos de Sam se agrandaron.―¡Dioses, eso es genial!―al darse cuenta de repente de lo que dijo, rápidamente cambió su expresión a una seria.―¿Gigantes que pueden usar montañas como bloques de construcción? Terrible.

Frank frunció el ceño, un poco confundido. Fiona era igual para ser honesto.―¿Y dices que Baco mató a esos tipos con una piña en un palo?

―Algo así.―dijo Percy.―No creo que debamos contar con su ayuda esta vez. Quería un tributo, y dejó bastante claro que no sería algo que pudiéramos manejar.

El silencio cayó por la mesa, silencio completo excepto por el entrenador Hedge arriba que cantaba Blow The Man Down, excepto que no sabía la letra, solo estaba cantando sonidos aleatorios que iban juntos como: "blah-blah-hum-de-dum-dum".

Fiona no sabía cómo eso le hizo darse cuenta de algo, pero lo hizo e inmediatamente tomó la mano de Percy debajo de la mesa. Él frunció el ceño y la miró:―¿Qué ocurre?―él susurró.

―Ella quiere a dos de nosotros.―murmuró Piper en su lugar, y todos los ojos se volvieron para mirarla. Pareció retroceder, como si no le gustara la atención, pero apretó los dientes y dijo de todos modos:―Hoy en la carretera. Gea nos dijo que solo necesitaba la sangre de dos semidioses, una mujer y un hombre. Ella le pidió a Fiona que eligiera cuál chico moriría.

Fiona compartió una mirada con Percy, esperando que él estuviera pensando lo mismo que ella, y tenía la sensación de que así era, solo por el fruncimiento de sus labios.

―Pero ninguno de nosotros murió.―aseguró Jason  a Piper.―Tú y Fiona nos salvaron.

―Lo sé. Es solo... ¿por qué querría ella eso?

Leo silbó suavemente.―Chicos, ¿recuerdan la casa de lobo? ¿Nuestra princesa de hielo favorita, Khione? Ella habló sobre derramar la sangre de Jason. cómo contaminaría el lugar por generaciones. Tal vez la sangre de los semidioses tienen algún tipo de poder.

Fiona se inclinó más cerca de Percy para susurrar:―¿Recuerdas lo que dijo Polibotes? ¿Y Gea? ¿Sobre...?

―Oh, sí...―Percy dejó su tercera rebanada de pizza. Inclinándose hacia atrás, se quedó mirando a la nada cuando la realización lo golpeó. A Fiona se le encogió el estómago, pues recordó precisamente que a Gea le había gustado bastante la idea de quedarse con, específicamente, Fiona y Percy para su sacrificio...

―¿Percy?―Annabeth frunció el ceño.

―Oh, que mal.―murmuró.―Malo. Malo.―miró a través de la mesa a Frank y Hazel.―¿Recuerdan a Políbotes?

―El gigante que invadió el campamento Júpiter.―dijo Hazel.―¿El anti-Poseidón que golpeaste en la cabeza con la estatua de Terminus? Si, creo que lo recuerdo.

Percy y Fiona compartieron otra mirada, una conversación silenciosa entre los dos. Al final, Percy asintió con la cabeza y continuó:―Tuve un sueño cuando volábamos a Alaska. Polibotes estaba hablando con gorgonas y dijo, dijo que quería que me tomaran de prisionero, que no me mataran. Dijo: "Yo quiero a ese encadenado a mis pies, para poder matarlo cuando llegue el momento. Su sangre regará las piedras de Monte Olimpo y despertará a la madre tierra." No solo eso, sino que Gea a dicho varias veces que tiene planes para Fiona y yo...

―Creo que quiere sacrificarnos...―las cejas de Fiona se fruncieron mientras pensaba. Se le revolvió el estómago y se sintió bastante enferma. Un escalofrío recorrió su espalda y se congeló.

A Fiona se le cortó la respiración, pero pensó que nadie se había dado cuenta. Con cuidado, deslizó su mano lejos de la de Percy y se concentró en el frío. Sí, era el mismo escalofrío, como si un muñeco de nieve estuviera respirando en su cuello. Escuchó menciones de dirigirse a Atlanta para ver a Forcis, un antiguo dios del mar con el que Baco les sugirió que hablaran, escuchó a Leo hacer un comentario al respecto, pero cuando todos se pusieron de pie para irse, Fiona inmediatamente habló:

―Esperen.―todos se giraron para mirarla y ella entrecerró los ojos.―Nadie se vaya. Los eidolones, todavía están aquí, en esta habitación.

Todos se congelaron, como el escalofrío que le recorrió la columna. El zumbido en sus oídos parecía crecer, como si los eidolones en esta habitación estuvieran nerviosos porque ella los había sentido.―Todos, siéntense.―no pretendía sonar dura, pero estos espíritus estaban poseyendo a su equipo, y ella no iba a aceptar nada de eso.

El resto de los semidioses hicieron lo que se les dijo, compartiendo miradas nerviosas mientras Fiona explicaba. Una vez que terminó, la miraron incómodos. En la cubierta, el entrenador Hedge cantó algo que sonaba como In The Navy mientras Blackjack pisoteaba, descontento con esa elección de canción.

Finalmente, Hazel exhaló.―Fiona tiene razón.

―¿Cómo puede estar segura?―preguntó Piper.

―Porque puede sentir las almas devueltas.―dijo Hazel.―Si ella dice que todavía están aquí, todavía están aquí, y no solo eso, sino que he conocido eidolones. En el inframundo, cuando yo estaba... ya sabes...―muerta.

―Entonces...―Frank se pasó la mano por el pelo corto como si algunos de los fantasmas pudieran haber invadido su cuero cabelludo.―Crees que estas cosas están al acecho en el barco o....

―No, están dentro de algunos de nosotros.―dijo Fiona, cerrando los ojos y tratando de concentrarse en el zumbido en sus oídos. Eran ruidosos, habían varios a su alrededor. Ella maldijo a los dioses.―Están nerviosos, puedo oírlo. Puedo oír en quiénes están dentro... no sé...

Jason apretó los puños.―Si eso es cierto....

―Entonces los sacaré.―Fiona inclinó la cabeza hacia la izquierda, escuchando.―Cállense y escúchenme.

Sam frunció el ceño y se rascó la nariz.―¿Cómo se supone que haré eso?

―Solo hazlo, Sam.―le dijo Annabeth, y ambos se quedaron en silencio.

Los ojos de Fiona se apretaron en su concentración, y trató de canalizó todo el poder que sentía desde el interior de sus entrañas, latiendo por su garganta y su lengua. Dicho esto, sus ojos se abrieron de golpe, y los miró a los ojos, una persona a la vez.―Eidolones.―comenzó, su voz no sonaba más fuerte que un susurro.―Levanten sus manos.

Hubo un silencio tenso.

Leo rio nerviosamente.―¿Qué se suponía que iba a hacer eso? ¿De verdad pensaste que eso iba a hacer...?―su voz se apagó y su rostro se aflojó. Levantó la mano. Jason y Percy hicieron lo mismo. Sus ojos se habían vuelto vidriosos y dorados. Hazel contuvo el aliento. Junto a Leo, Frank se levantó de la silla y apoyó la espalda contra la pared. Los ojos de Piper se agrandaron y se lanzaron de un lado a otro entre los tres. Fiona no se sorprendió. Ella solo se enojó. ¿Cómo se atrevían esos espíritus a apoderarse de Percy? Se arrepentirán.... se arrepentirán... ella los enviaría a las profundidades del pozo más oscuro del Tártaro.

―Oh, dioses.―murmuró Annabeth, mirando a Fiona con importancia.―¿Puedes curarlos?

Fiona levantó un dedo para decirle, llegaré a eso. Manteniendo su energía en un solo lugar e ignorando la necesidad de dejar caer su cabeza sobre la mesa y quedarse dormida, dirigió su mirada hacia Leo. Ella encontró su mirada vidriosa y dorada y preguntó:―¿Hay más de ustedes en el barco?

―No.―respondió con voz hueca.―La madre tierra envió tres. Los más fuerte, los mejores. Viviremos de nuevo.

―No en mi guardia, no lo harás.―gruñó.―Aquí no. Pertenecen al Inframundo, los tres. Así que escuchen con atención. Soy la hija de Plutón y voz los sostiene.

Los tres ojos dorados se posaron en ella, y trató de ignorar lo escalofriante que era sentarse junto a uno. En cambio, usó la ira hirviendo en la boca de su estómago para ordenar:―Dejarán estos cuerpos.

―No.―dijo Percy.

Leo dejó escapar un suave siseo.―Debemos vivir.

―Eso no es espeluznante en absoluto.―susurró Sam a Annabeth.

―¡Marte Todopoderoso, eso es espeluznante!―asintió Frank, buscando a tientas su arco.―¡Fuera de aquí, espíritus! ¡Dejen en paz a nuestros amigos!

Leo se volvió hacia él.―No puedes matarnos, hijo de la guerra. Tu propia vida es frágil. Tu alma podría arder en cualquier momento――

Frank se tambaleó como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Sacó una flecha, sus manos temblaban.―Yo... he enfrentado cosas peores que tú. Si quieres una pelea――

―Frank, no lo hagas.―advirtió Hazel, poniéndose de pie. Junto a ella, Jason desenvainó su espada.

―¡Deténganse!―Piper ordeno, y su encanto los inundó, incluso si su voz vaciló. Miró a Fiona a los ojos al otro lado de la mesa y asintió. Fiona respondió con su propio asentimiento de agradecimiento.

―Escucha a Fiona.―Hazel señaló a la espada de Jason. La hoja de oro pareció volverse pesada en su mano. Chocó contra la mesa y Jason se hundió en su silla.

Percy gruñó, sonando muy diferente a él. La ira y la determinación de Fiona crecieron. Ella enviaría a estos monstruos más allá del pozo oscuro. Ella los enviaría al Nyx.―Hija de Plutón, puedes controlar las gemas y los metales. No controlas a los muertos.

Annabeth se acercó a él como para contenerlo, pero Fiona hizo un gesto para que se fuera. Se encontró con sus ojos dorados y les exigió que se volvieran verde mar.―No.―se aseguró de que su voz no temblara, aunque su interior si.―Pero yo si, te controlo, y me escucharás. Me obedecerán.

Sus palabras superaron el escalofrío en su columna, y los tres chicos se aflojaron una vez más. Se volvieron hacia ella y dijeron con voz monótona:―Te obedeceremos.

―Bien.―dijo ella. Levantando la mano, Fiona apretó los dientes y apretó la mano en un puño apretado, los chicos se congelaron. El oro de sus ojos se apagó. La frente de Jason estaba perlada de sudor.―Dejarás estos cuerpos.

El rostro de Jason se apagó.―Nosotros dejaremos estos cuerpos.

―Prometerás en el río Styx no volver nunca a este buque ni a esta tierra viva.―continuó Fiona.―Y nunca poseer a ningún miembro de esta tripulación.

Leo y Percy sisearon en señal de protesta, y Fiona alzó la voz.

―Lo prometerán por el río Styx.―insistió ella.

Un momento de tensión, podía sentir sus voluntades luchando contra la de ella, peor se negó a dejarlos. Apretó el puño con más fuerza, apretando su vínculo con este mundo. Luego, los tres eidolones hablaron al unísono:―Lo prometemos por el río Styx.

―Están muertos.―dijo Fiona.

―Estamos muertos.―coincidieron.

―Ahora, váyanse.―ella soltó su mano y los tres chicos se desplomaron hacia adelante.

Percy cayó de cara en su pizza.―¡Percy!―Annabeth lo agarró, pero Fiona no tenía energía para ayudarlo. Se tambaleó en su asiento, sintiéndose mareada. Piper y Hazel agarraron los brazos de Jason cuando se deslizó de su silla. Pero Leo no tuvo tanta suerte, cayó sobre Frank, que no hizo ningún intento de interceptarlo, y Leo cayó al suelo.

―¡Ay!―gimió.

―¿Estás bien?―preguntó Hazel.

Leo se incorporó. Tenía un trozo de espagueti en forma de tres pegado en la frente.―¿Funcionó?

―Sí.―murmuró Fiona.―Y... creo que sólo... buenas noches...―se dejó caer hacia atrás y se desmayó.

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