xxxiii. Festín para los griegos

capítulo treinta y tres: festín para los griegos.

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FIONA DIRÁ LA VERDAD: estaba nerviosa.

Se quedó cerca de Percy mientras todos salían al foro para ver a los héroes griegos y Jason Grace llegar más allá de la Línea Pomerania. Había un mar de semidioses romanos, veteranos y sus hijos observando el descenso del buque de guerra, La escalera de cuerda cayó y la primera figura en bajar fue una adolescente alta con una ráfaga de rizos rubios dorados. Sus pies aterrizaron en el pavimento de piedra y Fiona vio que su piel bronceada brillaba como el bronce bajo el sol de la mañana de verano. Caminó a través del océano de semidioses que se separaron para que ella pasara. A medida que se acercaba, Fiona vio que sus ojos eran de acero, un gris calculador y analítico que le dio un vuelco en el estómago. Conocía esa mirada porque la veía cada vez que se miraba en el espejo. Estaba vestida con una polera similar con la que Percy había aparecido: naranja con las palabras Campamento Mestizo en sus pechos y un pegaso en pleno vuelo debajo. Llevaba una vaina en el brazo, peor ningún arma. Pero le hizo saber a Fiona que llevaba un cuchillo. Inmediatamente supo que se trataba de Annabeth Chase.

(Y estaba un poco intimidada por ella).

Detrás de ella estaban los que Fiona supuso eran los otros tres semidioses. Liderando la manada estaba una cara que no había visto en lo que parecían ser años. Jason Grace siempre tuvo una mirada majestuosa, lo que supuso que venía de ser hijo del Rey del Olimpo. Era alto, musculoso y con el pelo rubio muy corto, era un romano de libro de texto. El corte de cabello correcto, el dobladillo correcto de sus pantalones y polera, incluso su capa de pretor que usaba sobre su camisa naranja muy parecida a la de Annabeth. Sus ojos eran azul cielo, pero siempre parecían chisporrotear con electricidad cada vez que se enojaba. Y su labio, la cicatriz que le había dicho a Fiona que se había hecho después de morder una engrapadora cuando era niño. Tenía esa mirada triste en su rostro, como de costumbre. Ahora, Fiona siempre había estado muy asustada para decretar que los dos eran amigos, pero cuando Jason la miró a los ojos, vio que su rostro se iluminaba con una sonrisa. Tal vez... sólo tal vez... habían sido amigos.

Junto a él caminaba una chica. Observaba a los semidioses romanos con cautela, lo que Fiona decidió era muy sabio. Su piel era rica, con un trasfondo dorado, y como si alguien hubiera deslizado un suave glaseado marrón sobre ella, no tenía una mancha, una imperfección. Tenía una mirada agua, su nariz era puntiaguda y sus ojos, aunque cambiaban constantemente de color, eran como los de un águila. Ella era deslumbrante, pero lo atenuó. Su cabello era largo y castaño, pero desigual, como si hubiera sido cortado desordenadamente con un cuchillo en lugar de tijeras. Estaba texturizado con trenzas en miniatura. La chica vestía un atuendo muy combinada con la niebla, pero aún así parecía funcionar. Su polera era de Hello Kitty y sus pantalones cortos rasgados de tres cuartos que se deshilachaban en los extremos formaban una combinación extraña, junto con sus botas de combate marrones con cordones, pero todavía parecía que había salido de una pasarela. Gritó: no soy como las demás chicas, y Fiona lo encontró un poco molesto al principio, pero luego se recordó a sí misma, no juzgues de inmediato.

Finalmente, se adelantó el chico que habían visto en el mensaje holográfico, el chico cuyo nombre era Leo pero se parecía exactamente a Sammy Valdez. Era lindo, en una manera élfica, de sonrisa loca. Más bajo que sus amigos con el pelo tan salvaje como el fuego, Fiona inmediatamente se dijo que no le confiaría cerillas. No dejaba de juguetear con todo lo que podía, metiéndose el pelo detrás de las orejas, los botones de la chaqueta, alborotándose el pelo... tenía la cara cubierta de aceite, grasa y ¿eso era salsa Tabasco? Era delgado, escuálido y con orejas que sobresalían de su cabello como púas de puercoespín.

Al ver a Annabeth, Fiona sintió que Percy se tensaba a su lado, como si no pudiera creer exactamente que ella estaba allí. Trató de no estar celosa, pero lo estaba. Annabeth era bonita, tenía la piel bronceada y rizos rubios de princesa. Y era inteligente, Fiona había oído hablar mucho de ella. Cuando se detuvo para estudiar a Reyna, quien los saludó a todos con su habitual ceño fruncido, Percy sonrió.

Basta, se dijo Fiona. No hagas de esto una competencia.

Pero es bonita, dijo su voz.

Sí, pero le gusto.

(Oh, genial, se maldijo mentalmente a sí misma. Ya lo hice una competencia).

Reyna se puso rígida al ver a Jason y, con aparente desgana, lo saludó.―Jason Grace, mi antiguo colega...―hubo vacilación en sus palabras.―Te doy la bienvenida a casa. Y estos, tus amigos...

Annabeth se adelantó, al igual que Percy. Soltó a Fiona, y ella retrocedió y observó cómo la multitud se tensaba. Algunos alcanzaron espadas que no estaba allí. Los dos mejores amigos se abrazaron y Annabeth parecía estar llorando. El estómago de Fiona hervía. Basta, solo son amigos. Basta, basta, basta――

―Dioses, nunca pensé...―comenzó Percy, sonriendo, pero Annabeth simplemente lo agarró de la muñeca y lo volteó sobre su hombro. Percy se estrelló contra los adoquines y Fiona gritó, lista para pelear, pero Reyna gritó:―¡Esperen! ¡Retírense!

La chica, Annabeth, puso su rodilla sobre el pecho de Percy y empujó su antebrazo contra su garganta.―Si alguna vez me dejas de nuevo.―dijo furiosa.―Lo juro por todos los dioses――

Percy rio.―Considérame advertido.―dijo.―Yo también te extrañé.

Annabeth se levantó y lo ayudó a ponerse de pie. Fiona entrecerró los ojos, deseando tener su daga. Considérenla protectora, pero acaba hacer judo a su novio. (¿Incluso si han estado juntos por, cuánto, menos de un día?)

Jason se aclaró la garganta.―Entonces, sí... es bueno estar de vuelto.

Le presentó a Reyna a Piper, la chica con la polera de Hello Kitty, y luego a Leo, quien sonrió y mostró un signo de paz.―Y esta es Annabeth.―hizo un gesto a la chica rubia.―Uh, normalmente ella no le da vuelta al judo a la gente.

Fiona no pudo evitarlo, dijo en voz alta:―¿Normalmente? ¿Cómo lo hace a veces?

Percy miró hacia atrás, viendo la expresión ofendida en su rostro. Él le dio una pequeña sonrisa que decía: está bien, pero ella solo entrecerró los ojos. Cruzándose de brazos, le permitió arrastrarla más cerca de Annabeth y sus amigos, frotándole la espalda de manera tranquilizadora. Annabeth notó la acción y sus ojos se abrieron como si dijera, ¿oh...?

Los ojos de Reyna brillaron ante la hija de Atenea.―¿Estás segura de que no eres romana, Annabeth? ¿O una amazona?

Annabeth frunció los labios y extendió la mano.―Solo ataco a mi mejor amigo así.―prometió.―Encantada de conocerte.

Reyna estrechó su mano con firmeza.―Parece que tenemos mucho de qué hablar. ¡Centuriones!

Los oficiales superiores se precipitaron adelante. Hazel y Frank se unieron al lado de Fiona y Percy.

Inmediatamente, Annabeth también los analizó: su aspecto, sus expresiones, sus ropas, cuerpos, armaduras... Hazel mantuvo la mirada por encima del hombro, mirando al chico bajito, Leo. Fiona no pudo evitar mirarlo también, con el ceño fruncido. ¿Por qué se parecía exactamente al antiguo novio de Hazel? Era espeluznante.

Las cosas iban bien, supuso Fiona hasta que Octavian habló (ya saben, lo de siempre).―¿Estás dejando que estos intrusos entren al campamento?―cortó las órdenes de Reyna, y sus ojos oscuros brillaron con furia.―Reyna, los riesgos de seguridad――

―No los vamos a llevar al campamento, Octavian.―dijo Reyna con severidad.―Comeremos aquí, en el foro.

―Oh, mucho mejor.―se quejó Octavian.―Quieres que nos relajemos a la sombra de su buque de guerra.

―Estos son nuestros invitados.―Reyna cortó sus palabras.―Les daremos la bienvenida y hablaremos con ellos. Como aurgur, debes quemar una ofrenda para agradecer a los dioses por traernos a Jason a salvo.

Fiona miró a Octavian a espaldas de Percy sin que los demás se dieran cuenta para decirle: sí, toma eso. Él frunció el ceño.―Buena idea.―intervino Percy.―Ve a quemar tus osos, Octavian.

Fiona se esforzó por no sonreír. Reyna asintió y se dirigió a los centuriones.―Tienen mis órdenes. Vayan.

Los oficiales se dispersaron. Octavian lanzó a Fiona y Percy miradas de absoluto odio. Fiona levantó la mano para alzar su dedo, pero Hazel la detuvo rápidamente. Percy tomó la mano que iba a usar y entrelazó sus dedos y Fiona se calmó de inmediato. Era como si alguien acabara de verte un balde de agua sobre su ira y ahora ella era una margarita ruborizada y nerviosa.

Odiaba que realmente le gustara.

―No te preocupes por Octavian.―le dijo Percy a Annabeth.―La mayoría de los romanos son buenas personas, como Fiona, Hazel, Frank y Reyna. Estaremos bien.

Annabeth no parecía muy segura. Miró con cansancio el buque de guerra y fue entonces cuando Fiona escuchó un zumbido en sus oídos y sintió un escalofrío en la espalda. Fiona frunció el ceño, sorprendida.

―Estaremos bien.―repitió Annabeth, como si hiciera todo lo posible por creerlo.

―Excelente.―dijo Reyna. Se volvió hacia Jason y Fiona, viendo una especie de brillo hambriento en sus ojos.―Hablemos y tengamos una reunión adecuada.



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Annabeth decidió sentarse junto a Fiona. Teniendo en cuenta de que estaba reservando el asiento para Hazel, porque estaba segura de que Percy querría charlar con Annabeth, estaba sorprendida y un poco molesta. Cuando se sentó a su lado, Fiona arqueó una ceja.

Annabeth también arqueó una ceja. Fiona entrecerró la mirada. No, no hagas eso. Déjame ganar.

―Soy Annabeth.―saludó ella, extendiendo su mano.

―Lo sé.―respondió Fiona.

Ella frunció los labios y retiró la mano.―Mira, quería hablar contigo.

Bueno, eso es obvio, replicó Fiona en su cabeza. Cruzándose de brazos, se recostó sobre el sofá y murmuró:―¿Sobre qué? Porque me encantaría hablar sobre cómo le acabas de hacer judo a mi novio――

―Eso es de lo que quería hablar.―la interrumpió Annabeth, levantando una mano. Era mayor que Fiona, al borde de los diecisiete mientras que Fiona acababa de cumplir dieciséis un mes atrás. Eso hizo que sus celos crecieran.―Sé que Percy es demasiado idiota para abordarlo o incluso ver esto, pero puedo verlo, así que quiero decirte que somos amigos. No lo veo así, en absoluto.

Fiona volvió a arquear una ceja, un poco sorprendida.―¿Eso es de lo que querías hablar?

Annabeth le dirigió una mirada que decía: perra, por favor.―Me gustaba cuando teníamos once y doce años, pero luego se terminó.

No digas eso, se quejó Fiona. ¡Deja de ser amable y veraz, y deja de ser un objetivo para mi yo crítico, cerrado y distante!

―Bueno...

Fiona sabía que estaba haciendo esto mucho más incómodo de lo que debería ser, pero no pudo evitarlo. Ella no era la mejor persona con las personas. Llegó con ser la hija de Plutón. (Una vez más, gracias papá). Pero, decidió que podía intentarlo. Ella era la mejor amiga de su novio.―He oído hablar mucho de tu campamento.

Fue el turno de Annabeth de sorprenderse.―¿Oh?

―Sí... suena bien-―Fiona se inclinó hacia adelante y recogió una uva.―Me dijo que tienes un muro de escalada de lava. ¿Alguna vez llegaste a la cima?

―Muchas veces.―respondió ella.

Fiona asintió. Definitivamente no estaba sometiendo a Annabeth a un cuestionario para ver si le agradaba o no...―Bien. ¿Es difícil?

Annabeth resistió una sonrisa.―¿Estás tratando de ponerme a prueba?

Mordiendo la uva, Fiona le dirigió una mirada inocente.―¿Lo estoy haciendo?

Ella rio entre dientes y Fiona sintió que sus hombros tensos se elevaban. Annabeth no parecía tan mala. La mayoría de la gente simplemente no hablaba con Fiona, porque ella era tan distante que la evitaban. Pero Annabeth era obstinada, lo que podría llevarlas a tener algunas discusiones, pero también era la razón por la que podía hablar con Fiona sin sentirse intimidada, porque ella era exactamente igual. Los celos se desvanecieron por unos momentos y Fiona logró esbozar una pequeña sonrisa.

―Tal vez Percy y yo podamos mostrarte este lugar.―ofreció mientras el chico percebe regresaba y se sentaba a su lado.―Es genial. Eres hija de Atenea, ¿verdad? Eso es arquitectura... deberías ver el Templo Hill.

―¿Te gusta la arquitectura?

Fiona se encogió de hombros.―No sé. Solo sé muchas cosas. Me gusta ser la mejor en muchas cosas.

Sin siquiera darse cuenta de lo que sucedió, Fiona y Annabeth entablaron una discusión sobre la diferencia entre la arquitectura griega y romana. Continuaron mientras todos comían, y Fiona no pudo evitar disfrutar hablar con Annabeth. Se sentía raro hacer clic con alguien así, pero lo había hecho. Sin embargo, tuvieron que detenerse cuando Reyna hizo un brindis por la amistad. Después de las presentaciones de todos, los romanos y los griegos comenzaron a intercambiar historias. Jason explicó cómo llegó al campamento mestizo sin su memoria, y cómo había emprendido una misión con Piper y Leo para rescatar a la diosa Juno (o Hera, elige) del encarcelamiento en la casa del Lobo en el norte de california.

―¡Imposible!―Octavian interrumpió.―Ese es nuestro lugar más sagrado. Si los gigantes hubieran encarcelado una diosa allí――

―La habrían destruido.―dijo la chica, Piper―Y culpó a los griegos, comenzó una guerra entre los campos. Ahora, cállate y deja que Jason termine.

Octavian abrió la boca, pero no salió su voz. Fiona se quedó boquiabierta, impresionada. Miró a Piper e inmediatamente sintió mucho más respeto por ella. Ella calló a Octavian. Fiona quería callar a Octavian así.

―Entonces.―continuó Jason.―Así fue como nos enteramos de la diosa de la tierra Gea. Todavía está medio dormida, pero es la que está liberando a los monstruos del Tártaro y criando los gigantes. Porfirión, el gran líder con el que luchamos en la casa de lobo dijo que se retiraría a las tierras antiguas, Grecia misma. Planea despertar a Gea y destruir a los dioses por... ¿Cómo lo llamó? Arrancarlo de sus raíces

Percy asintió pensativo.―Gea también ha estado ocupada aquí. Tuvimos nuestro propio encuentro con la reina cara sucia.

Él contó su versión de la historia. Fiona, Hazel y Frank intervinieron cuando pudieron, explicando los momentos en detalle. Cuando terminaron, Jason silbó apreciativamente.―No me extraña que te hayan hecho pretor.

Octavian resopló.―¡Lo que significa que ahora tenemos tres pretores! ¡Las reglas establecen claramente que solo podemos tener dos!

―En el lado positivo.―dijo Percy.―Tanto Jason como yo te superamos en rango, Octavian. Así que ambos podemos decirte que te calles.

Octavian se puso morado y Jason le dio a Percy un golpe de puño.

Al ver a Fiona, Jason sonrió.―Además, buen trabajo, Fiona. Sabía que lo tenías en ti para la misión.

Ella se encogió de hombros, tratando de fingir que el cumplido no la había estado haciendo gritar por dentro.―No fue nada. Es bueno verte de regreso, Superman.

Reyna logró sonreír, aunque sus ojos estaban tormentosos.―Tendremos que resolver el problema del pretor adicional más tarde.―dijo.―En este momento tenemos problemas más serios con los que lidiar.

―Me haré a un lado por Jason.―Percy dijo fácilmente.―No es gran cosa.

―¡¿No es gran cosa!?―Octavian se atragantó con su bebida.―¿La pretura de Roma no es gran cosa?

Percy lo ignoró y se volvió hacia Jason.

―Eres el hermano de Thalia Grace, ¿eh? Wow. No se parecen en nada.

―Si, me di cuenta. De todos modos, gracias por ayudar a mi campamento mientras no estaba. Hiciste un trabajo increíble.

―Tú igual.

Fiona lo golpeó en la pierna con el pie. Ella no quería romper este romance en ciernes, pero Reyna tenía razón: tenían cosas serias de las que hablar.―Tenemos que hablar de la profecía de los ocho.

Reyna asintió.―Sí. Octavian, ¿lo memorizaste?

―Claro, pero, Reyna――

―Recítala, por favor. En español, no en latín.

Octavian suspiró.―Ocho mestizos responderán a la llamada. Bajo la tormenta o el fuego, el mundo debe caer――

―Un juramento que mantener con un último aliento.―continuó Annabeth.―Y los enemigos en armas ante las Puertas de la Muerte.

Rodos la miraron, lo que Fiona llamó dramático. ¿Pensó que ya había dicho que los griegos también conocían la profecía? Frank miraba a Annabeth con fascinación, como si le hubiera salido un tercer ojo.

―¿Es cierto que eres hija de Min... quiero decir, Atenea?

―Si.―contestó ella a la defensiva.―¿Por qué es una sorpresa?

Octavian se burló.―Si realmente eres hija de la diosa de la sabiduría――

Fiona quería arrojarle algo y se alegró de que Reyna lo interrumpiera.

―Suficiente.―espetó ella.―Annabeth es lo que dice. Ella está aquí en paz. Además...―le dio a Annabeth una mirada de soslayo.―Percy ha hablado muy bien de ti.

Annabeth arqueó una ceja y todavía se veía muy incómoda.―Uh, gracias...―le dijo a Reyna.―En cualquier caso, parte de la profecía se está aclarando. Enemigos armados hacia las puertas de la muerte... eso significa romanos y griegos. Tenemos que combinar fuerzas para encontrar esas fuerzas.

Hazel tomó un gran rubí de su plato y lo deslizó en el bolsillo de su camisa de mezclilla. Fiona sabía lo que iba a decir incluso antes de que abriera la boca. Fiona encontró la mano de Percy y la apretó con fuerza. Él apretó su mano también.―Nuestro hermano...―Hazel hizo un gesto hacia Fiona.―... Nico fue a buscar las puertas.

―Esperen.―parpadeó Annabeth.―¿Nico Di Angelo? ¿Él es su hermano?

Fiona y Hazel asintieron. Annabeth volvió a parpadear antes de seguir adelante.―Está bien. ¿Estabas diciendo?

―Ha desaparecido.―murmuró Fiona.―Creo... bueno... no estoy muy segura, pero creemos que le ha pasado algo.

―Lo buscaremos.―le prometió Percy, apretando su mano de nuevo.―Tenemos que encontrar las puertas de la muerte de todos modos. Tánatos nos dijo que encontraríamos ambas respuestas en Roma, como la Roma original. Eso está en el camino a Grecia, ¿verdad?

―¿Tánatos dijo eso?―Annabeth frunció el ceño.―¿El dios de la muerte?

Percy le dio un mordisco a su hamburguesa.―Ahora que la muerte es libre, los monstruos se desintegrarán y volverán al Tártaro como antes. Pero mientras las puertas estén abiertas, seguirán regresando.

Piper jugueteó con una de sus trenzas.―Como el agua que se filtra a través de una presa.―sugirió.

―Sí.―sonrió Percy.―Tenemos un agujero de presa.

Fiona frunció el ceño, confundida mientras Piper preguntaba:―¿Qué?

―Nada.―dijo.―Broma interna. El punto es que tendremos que encontrar las puertas y cerrarlas antes de que podamos dirigirnos a Grecia. Es la única forma en que tendremos una oportunidad de derrotar a los gigantes y asegurarnos de que sigan derrotados.

Reyna tomó una manzana de una bandeja de frutas que pasaba y la giró pensativamente entre sus dedos.―Propones una expedición a Grecia en tu buque de guerra. ¿Te das cuenta de que las tierras antiguas y el Mare Nostrum son peligrosos?

―¿Mary qué?―Leo habló, deteniéndose de jugar con su clip para unirse a la conversación.

―Mare Nostrum.―explicó Jason.―Nuestro mar. Es lo que los antiguos romanos llamaban el Mediterráneo.

Fiona asintió.―Sí, ese territorio, una vez fue el Imperio Romano y el lugar de nacimiento de los dioses, pero también fue el hogar ancestral de todos los monstruos, titanes y gigantes...

―Y cosas peores.―añadió Reyna deliberadamente.―Tan peligroso como viajar es para los semidioses aquí en América, allí sería diez veces peor.

―Dijiste que Alaska sería mala.―le recordó Percy.―Sobrevivimos a eso.

―Percy.―Fiona lo miró.―Alaska puede ser la tierra más allá de los dioses, pero viajar por el Mediterráneo es un nivel diferente de peligro en conjunto. El poder es mucho más fuerte allí. No solo el poder de los semidioses, sino también el poder de los monstruos. Ha estado fuera del alcance de los semidioses romanos durante siglos.

Reyna arrancó el tallo de su manzana con un giro y de un tirón.―Ningún héroe en su sano juicio iría allí.

―¡Entonces estamos bien!―Leo sonrió, luciendo muy enloquecido.―Porque todos estamos locos, ¿verdad? Además, el Argo II es un buque de guerra de primera línea. Nos ayudará a pasar.

Fiona entrecerró los ojos hacia el con curiosidad. No podía quitarse la idea de que él se parecía demasiado a Sammy...

―Tendremos que darnos prisa.―agregó Jason.―No sé exactamente qué planean los gigantes, pero Gea está cada vez más consciente del tiempo. Está invadiendo sueños, apareciendo en lugares extraños, invocando monstruos cada vez más poderosos. Tenemos que detener a los gigantes antes de que puedan despertarla por completo.

―Ocho mestizos deben responder a la llamada.―reflexionó Annabeth.―Tiene que ser una mezcla de nuestros dos campos. Jason, Piper, Leo y yo. Son cuatro.

―Y yo.―dijo Percy.―Junto con Fiona, Hazel y Frank. Son ocho.

―¿Qué?―Octavian se puso de pie.―¿Se supone que debemos aceptar eso? ¿Sin una votación del senado? ¿Sin un debate adecuado? ¿Sin...?

―¡Percy!―Tyson saltó hacia ellos con la señora O'Leary pisándole los talones y Ella atrás. Fiona saludó con la mano a la arpía y al cíclope, bastante contenta de que hayan venido a interrumpir a Octavian. Ver su rostro ponerse morado por la frustración fue muy entretenido.―Ella está asustada.

―N... n... no más barcos.―murmuró la arpía para sí misma, hurgando furiosamente en sus plumas.―Titanic, Lusitania, Pax... los barcos no son para las arpías.

El chico Sammy que no era Sammy entrecerró los ojos. Miró a Hazel, que estaba sentada a su lado.―¿Esa chica gallina acaba de comparar mi barco con el Titanic?

―Ella no es una gallona.―advirtió Hazel.―Ella es una arpía. Es sólo un poco... nerviosa.

―Ella es bonita.―dijo Tyson.―Y asustada. Tenemos que llevárnosla, pero no irá en barco.

―No barcos.―estuvo de acuerdo Ella. Miró directamente a Annabeth.―Mala suerte. Ahí está. La hija de la sabiduría camina sola――

―¡Ella!―Frank se levantó de repente.―Tal vez no es el mejor momento――

―La marca de Atenea arde en Roma.―continuó Ella, tapándose los oídos con las manos y alzando la voz.―Los gemelos apagarán el aliento del ángel, que posee la llave de la muerte interminable. El azote de los gigantes es pálido y dorado, obtenido con dolor en un presidio hilado.

Fiona se puso rígida. Nadie habló, y mientras todos miraban a Ella, los ojos de Fiona estaban fijos en Octavian para ver su reacción. Vio sus ojos, cómo fruncía el ceño y empezó a entrar en pánico. Percy fue el primero en recuperarse. Se puso de pie y tomó el brazo de Tyson.―¡Lo sé!―dijo con fingido entusiasmo.―¿Qué tal si llevas a Ella a tomar un poco de aire fresco? Tú y la señora O'Leary――

―Esperen.―Octavian agarró uno de sus osos de peluche, y el estómago de Fiona comenzó a revolverse.―¿Qué fue lo que dijo? Sonó como――

―Ella lee mucho.―espetó Fiona rápidamente.―La encontramos en una librería.

―¡Si!―dijo Hazel.―Es probable algo que leyó en un libro.

―Libros.―murmuró Ella amablemente.―A Ella le gustan los libros.

Parecía mucho más relajada ahora que dijo la profecía en su totalidad. Se sentó con las piernas cruzadas sobre la espalda de la señora O'Leary, acicalándose las alas. Annabeth miró a Percy y Fiona con curiosidad, sabiendo de inmediato que estaban escondiendo algo. Percy le devolvió la mirada con una expresión de ayuda.

―Eso fue una profecía.―insistió Octavian.―Parecía una profecía.

Nadie respondió. Annabeth frunció los labios antes de forzar una risa.―¿En serio, Octavian? Tal vez las arpías son diferentes aquí, en el lado romano. Las nuestras tienen la inteligencia suficiente para limpiar cabañas y preparar almuerzos ¿Las tuyas suelen predecir el futuro? ¿Las consultas para tus augurios?

Fiona le debía una a Annabeth. Sus palabras tuvieron el efecto deseado. Los oficiales romanos se rieron nerviosamente. Algunos evaluaron a Ella, luego miraron a Octavio y resoplaron.

―Yo, eh...―Octavian dejó caer su osito de peluche.―No, pero...

―Ella solo está soltando líneas de un libro.―dijo Annabeth.―Como sugirieron Fiona y Hazel. Además, ya tenemos una profecía real de la que preocuparnos.―luego se volvió hacia Tyson.―Percy tiene razón. ¿Por qué no llevas a Ella y la sra. O'Leary y viajas en la sombra a algún lugar por un rato? ¿Ella está de acuerdo con eso?

―Los perros grandes son buenos.―respondió Ella.―Old Yeller, 1957, guión de Fred Gipson y William Turnbeg.

Percy sonrió aliviado.―¡Genial! Les enviaremos un mensaje de Iris cuando hayamos terminado y nos pondremos al día con ustedes más tarde.

Todos se volvieron hacia Reyna, esperando su decisión. Fiona contuvo la respiración.―Bien.―dijo.―Vayan.

―¡Hurra!―Tyson rodeó los sofás y les dio a todos un gran abrazo, incluso a Octavian, quien no parecía feliz por eso. Fiona se rio entre dientes y le dio una palmada al tipo grande cuando la abrazó, su pequeña figura estaba absolutamente sofocada. Luego se subió a la espalda de la sra. O'Leary con Ella y el perro del infierno salió del foro. Se sumergieron directamente en una sombra en la pared y desaparecieron. Fiona se preguntó si podría hacer eso. Eso sería divertido y genial.

―Bueno.―Reyna se sentó con su manzana sin comer.―Octavian tiene razón en una cosa. Debemos obtener la aprobación del Senado antes de permitir que cualquiera de nuestros legionarios emprenda una misión, especialmente una tan peligrosa como la que sugieres.

―Todo esto huele a traición.―Octavian se quejó.―¡Ese tirreme no es un barco de paz!

―Sube a bordo, hombre.―ofreció Leo.―Te daré un recorrido. Puedes gobernar el barco y si eres realmente bueno, te daré un pequeño sombrero de papel de capitán para que te lo pongas.

Las fosas nasales del augur se ensancharon.―¿Cómo te atreves?

―Es una buena idea.―interrumpió Reyna.―Octavian, ve con él. Mira el barco. Convocaremos a una reunión del senado en una hora.

―Pero...―Octavian se detuvo ante la expresión de su rostro.―Bien

Él y Leo se pusieron de pie. Fiona volvió a sentir ese escalofrío y se le cortó la respiración. Alcanzó la mano de Percy, sosteniéndola con fuerza. Ella sabía que él estaba preguntando qué estaba mal, pero cuando Leo se dio vuelta, por un momento, algo más parecía estar parado en lugar de Leo, algo malvado. Y luego parpadeó y la sensación desapareció.

―Volveré pronto.―prometió.―Esto va a ser épico.

+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)

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AAA EL ACTO DOS HA COMENZADO, ESTOY EMOCIONADA. quisiera pedir disculpas por demorarme tanto en actualizar, pero como vieron, el capítulo es muy largo de traducir):: también les pido algo de paciencia, la necesito jaja

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