xxvi. Aguas fangosas
capítulo veintiseis: aguas fangosas.
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FIONA SINTIÓ como si su estómago se hubiera hundido en el pantano con él.
—¡Tu arco!—le gritó a Frank, con el corazón acelerado. No hizo preguntas, dejó caer su mochila y se quitó el arco del hombro. Fiona no se dio cuenta de lo que era hasta que Hazel gritó: limo pantanoso y plantas descompuestas, que hacían que una superficie pareciera sólida, pero era mucho peor que arenas movedizas. Había leído sobre ellas una vez, y Hazel lo había experimentado viva aquí. Algunos podían medir veinte metros de profundidad o más y sería imposible escapar. Trató de no pensar en lo que sucedería si Percy se hubiera hundido más bajo que la longitud de la proa.—¡Sostengan hasta el final!—ordenó a Frank y Hazel.—¡Ustedes dos, no lo suelten!
Agarró el otro extremo, respiró hondo y antes de que pudiera pensar en que esto podría ser una idea estúpida, Fiona saltó directamente a, pantano. La tierra de cerró por su cabeza.
(Mientras la tierra la empujaba como un ratón, Fiona no pudo evitar pensar en que, por supuesto, Percy era el que caería. De todos ellos, sería él, ¿no?)
Pero antes de que pudiera hundirse más para encontrar a Percy, su visión se nubló y una voz susurró como viento frío a través de sus oídos.
Fiona supo de inmediato quién era cuando la escena de la fuente cerca de su casa en Nueva Roma se materializó a su alrededor. Sal de mi cabeza, le gruñó a Gea.
Oh, pero querida. Ronroneó Gea. Te estoy dando un regalo, querrás verlo.
No quiero ningún regalo tuyo.
Gea rio entre dientes, peor no dijo más mientras la escena rodeaba a Fiona. Estaba sentada en el suelo cerca de la fuente, observando cómo un grupo de niños jugaban adentro, se golpeaban unos a otros y se reían. Fiona recordó ese día, estaba sola, demasiado asustada para meterse al agua. Tenía cinco años y su madre había ido a comprar helados, un gesto muy lindo de su parte teniendo en cuenta su personalidad. Era una persona encantadora, pero se parecía mucho a su madre. Fiona esperaba que no la viera como una decepción como lo hacía Victoria.
Este era tu lugar favorito, ¿no? dijo Gea. Pero siempre tuviste miedo de meterte al agua. ¿Por qué?
¡No estoy aquí para una sesión de terapia, déjame salvar a mi amigo!
¿Fue por ellas? La visión de Fiona pareció dirigirse directamente al grupo de niñas que jugaban en la fuente, las misma que amenazaban con la lastimarla en el columpio. ¿Es aquí donde comenzó tu miedo? ¿Por que tu abuela te llamó cobarde? ¿Por que nunca pudiste vencer al grupo de chicas que te acosaba?
Tenía razón y Fiona lo odiaba. Su respiración se atascó en el recuerdo y recordó a su pequeño yo cuando vio a esas chicas mientras ella trataba de escapar, pero ellas ya la habían visto. ¡Oye! ¡Potra rara! ¡Vete! Nadie te quiere aquí para jugar, ¡eres extraña!
Eran insultos de niñas, pero habían dolido. Le habían hecho mucho daño a la pequeña Fiona. Pero tenía el mismo temperamento que tenía ahora, e inmediatamente respondió con un débil: ¡No, no lo soy!
Le tiraron agua a Fiona y ella levantó los brazos, gimiendo cuando todo su atuendo se empapó. Gea suspiró, como si estuviera compadeciendo. Mis hijos fueron intimidados por su padre, algunos fueron arrojados al Tártaro, otros avergonzados, así que hice que mi favorito cortara a su padre en pequeños pedazos. Quiero ayudarte, Fiona. Tu vida terminará una vez que termine la misión, ¿no quieres irte a casa después? ¿Ir a casa y nunca más tener que enfrentar esas chicas? Saldrás victoriosa en tu campamento, una pretor, respetada, admirada, por encima de todos los demás en tu rango, incluso la molesta chica Reyna.
Fiona odiaba cómo eso la tentaba. Ella lo odió mucho. Pero era su defecto fatal, la ambición. Dudó, preguntándose cómo sería finalmente ser reconocida, valorada y respetada en lugar de ser desechada. Pero luego se detuvo, dándose cuenta de que eso no era cierto. Si Gea ganaba, su campamento sería destruido. Ella no tendría hogar y Percy... tenía que ayudar a Percy.
¡Déjame sola! le gritó a Gea. ¡Vete!
Solo te devolvieron la vida porque tu padre tenía una tarea para ti. Pero tengo una tarea mucho mejor. Puedo salvarte a ti y a Percy Jackson, aquí, en la tierra y preservarte hasta el futuro. Estarás a salvo. Él estará a salvo.
No. Fiona trató desesperadamente de salir de ese lugar. Vete. ¡Tú también me vas a usar!
Podría usarte, pero los otros dioses te mantienen con vida como nada, no como yo, Fiona Midgrass. Ni siquiera Nico di Angelo te ve como mucho. Debería alegrarte de que lo haya capturado.
¿Capturado? El pecho de Fiona comenzó a subir de pánico. Le costaba respirar. ¡¿Qué quieres decir con capturado?!
Se preguntó si solo se lo estaría imaginando, pero a Fiona le pareció ver un rostro que le sonreía desde el pavimento de ladrillos debajo de ella. El chico debería haber sabido mejor que buscar las Puertas. Pero no importa, en realidad no es asunto tuyo. Una vez que liberes a Tánatos, serás devuelta al Inframundo para que te pudras para siempre. Tú y la chica Hazel. Frank y Percy no evitarán que eso suceda. ¿Los verdaderos amigos te pedirían que renunciaras a tu vida? Pero si te sueltas y vienes a mis brazos abiertos, tanto tú como Percy estarán a salvo hasta que estés lista para tu gran destino. Todo lo que tienes que hacer es dejarlo ir.
Fiona apretó con más fuerza el arco que tenía en las manos, tratando de volver a la realidad. Debajo de ella, algo agarró sus tobillos, pero no entró en pánico. Era Percy, se dio cuenta, aferrándose desesperadamente a una oportunidad de vida. Ella no lo dejaría morir. Ella nunca haría eso.
Así que Fiona cerró los ojos con fuerza y gritó: ¡Nunca cooperaré contigo! ¡Déjame ir!
Nueva Roma a su alrededor se disolvió en la oscuridad, y Fiona volvió a ahogarse en el barro, con una mano en el arco y las manos de Percy alrededor de sus tobillos. Reuniendo toda su fuerza, movió el extremo del arco frenéticamente. Frank y Hazel la levantaron con tanta fuerza que casi le sacaron el brazo de la articulación.
Cuando abrió los ojos, Fiona estaba tendida en la hierba, cubierta de lodo. Percy se tumbó a sus pies, tosiendo y escupiendo barro. Ella se acercó a él, feliz de que estuviera vivo. Sus dedos se encontraron con sus manos y ella agarró sus dedos con fuerza. Frank y Hazel se cernían sobre ellos, mientras Frank gritaba:—¡Oh, dioses! ¡Oh, dioses! ¡Oh, dioses!—Hazel los empujó fuera de barro. Frank sacó algo de ropa extra de su bolso y comenzó a limpiar la cara de Fiona, pero ella simplemente apartó su mano, tratando de vigilar a Percy para ver si estaba bien. Casi se había ahogado. El hijo de Neptuno-Poseidón casi se había ahogado.
—¡Estuviste ahí abajo por tanto tiempo!—Hazel dejó escapar, abrazando a Fiona con fuerza.—¡Estoy tan contenta de que estés bien!
—¡Sí!—asintió Frank.—¡Nunca vuelvas a hacer algo así!
—Deja de actuar como una madre, Zhang.—logró decir Fiona, pero su mente estaba en otra parte. Pensó en lo que Gea le había contado sobre Nico, sobre su captura... El pecho de Fiona se sentía pesado y apretó los dedos de Percy con más fuerza. No sabía si él también había oído lo que pasó, pero sabía que tenía que decírselo. Fiona se estremeció, pero no estaba segura de si era por la conmoción o por el frío. Se las arregló para explicar lo del barro y la visión que había visto mientras estaba debajo. Como Gea se había ofrecido a mantener a salvo el campamento Júpiter si se ofrecía a ayudarla. Cómo tenía planes más grandes para ella y Percy y que había capturado a su hermano, Nico. Hazel jadeó, sus manos volaron hacia su boca en estado de shock. Frank inmediatamente apretó sus hombros, pero eso no detuvo la desesperación que ambas hermanas sintieron repentinamente caer sobre sus hombros.
Percy se frotó los brazos, sus labios estaban azules.—Tú... tú me salvaste, Fiona.—dijo con su voz llena de gratitud.—Averiguaremos qué le pasó a Nico, lo prometo.
Fiona entrecerró los ojos hacia el sol, que ahora estaba en lo alto del cielo. El calor se sentía bien, pero ella no dejó de temblar.—Parece que Gea nos dejó ir con demasiada facilidad.
Percy se quitó un terrón de barro de su cabello oscuro.—Tal vez nos quiere como peones. Tal vez solo estaba diciendo cosas para jugar con tu mente.
—Ella sabía qué decir.—murmuró Fiona, avergonzada.—Ella sabía cómo llegar a mí. Yo... yo estaba tentada... yo... yo... lo siento mucho...
—Hey.—Percy se acercó a ella arrastrando los pies.—Me salvaste la vida, ¿de acuerdo? Eso es todo lo que importa. Te lo debo, lo que significa que no dejaré que mueras de nuevo, ¿de acuerdo?
—Si, tienes razón.—dijo Frank.—Ninguno de nosotros dejará que tú o Hazel muera de nuevo.
Parecían tan decididos. Fiona no quería discutir, pero no veía cómo podrían detener la muerte. Incluso si Percy le recordaba a algún tipo de dios cuando estaba cubierto de barro de pies a cabeza y temblando, la muerte era un dios real, alguien que era inmortal. Pero ella tenía sus propias preguntas que hacerle además de eso, porque cuándo le contó sobre que Gea quería que se uniera a ellos, él no pareció sorprendido.
Hazel suspiró con las manos en sus caderas.—Deberíamos irnos. Estamos perdiendo tiempo.
Fiona se obligó a ponerse de pie y luego ayudó a Percy a ponerse de pie también. El chico miró el camino, sus labios volvían a su color normal.—¿Algún hotel donde podamos limpiarnos? Quiero decir... ¿hoteles que acepten personas de barro?
—No estoy segura.—admitió Hazel. Miró hacia la ciudad de abajo durante unos segundos, luego se le ocurrió una idea, una con la que no parecía particularmente feliz.—Podría conocer un lugar donde podamos refrescarnos.
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Dicho lugar era un antiguo almacén abandonado. Flotó sobre el agua en muelles con incrustaciones de percebes (Fiona le hizo una pequeña broma a Percy diciéndole: "Hey, es tu familia"). El techo se hundió y las paredes estaban perforadas con agujeros como un montón de disparos. La puerta estaba tapiada y un letrero pintado a mano que decía:
H̶A̶B̶I̶T̶A̶C̶I̶O̶N̶E̶S̶, ̶A̶L̶M̶A̶C̶E̶N̶A̶M̶I̶E̶N̶T̶O̶ DISPONIBLE.
Al verlo, Hazel respiró hondo.—Vamos.—dijo.
—Uh, ¿estás segura de que es seguro?—preguntó Frank.
Hazel encontró una ventana abierta y entró de todos modos. El resto de ellos la siguió, entrando en una habitación llena de polvo que se arremolinaba en rayos de luz solar y cajas de cartón desmoronadas. Se quedó mirando el interior con una mirada fantasmal en el rostro.
—Hace más calor aquí, al menos.—murmuró Frank.—¿Supongo que no hay agua corriente? Tal vez Hazel y yo podamos ir de compras. No estamos embarrados como ustedes. Podríamos encontrarnos algo de ropa.
Hazel parecía estar apenas escuchando. Se subió a la pila de cajas en la esquina donde un viejo letrero estaba apoyado contra la pared detrás de ella. Cuando quitó el letrero, un flash back en tiempo cayó sobre ella. Al menos diez cuadros y dibujos estaban clavados en la madera, protegidos de la luz solar y de los elementos, sin haber envejecido ni un poco. Fiona se acercó más, con los labios entreabiertos de asombro a ver viejos dibujos hechos con lápices de colores, fotos de la pequeña Hazel y su madre con lo que parecía decir: LA ADIVINA REINA MADRE. SE VENDEN HECHIZOS Y SE LEE LA FORTUNA. Junto a eso había una foto que Fiona podía describir como un duende de santa latino con facciones raras, cabello negro rizado y una sonrisa loca. Hazel no hablaba mucho de su pasado, pero Fiona sabía lo suficiente como para distinguir caras. La mujer que sonreía era su madre muerta y el niño en la foto era Sammy Valdez.
Los dedos de Frank se cernieron sobre la foto.—¿Quién...?—al ver que Hazel lloraba, contuvo su pregunta. Fiona apretó rápidamente el hombro de su hermana, con cuidado de no mancharla de barro.—Lo siento, Hazel. Esto debe ser muy difícil. ¿Quieres algo de tiempo...?
—No.—graznó ella.—No, está bien.
—¿Esa es tu madre?—Percy señaló la foto de Hazel y Marie.—Se parece a ti. Es hermosa.—luego, estudió la foto de Sammy.—¿Quién es ese?
Fiona no podía entender por qué parecía tan asustado. Hazel también parecía confundida. Percy parecía como si hubiera visto a ese niño antes.—Ese es... ese es Sammy. Era mi... eh... amigo de Nueva Orleans.
—Lo he visto antes.
—No podrías.—dijo Hazel.—Eso fue en 1941. Probablemente está muerto ahora.
Percy frunció el ceño.—Supongo. Aún así...—sacudió la cabeza, como si la idea fuera demasiado incómoda. Fiona frunció los labios.
Frank se aclaró la garganta.—Miren, pasamos frente a una tienda la última cuadra. Nos queda poco dinero. Tal vez debería ir a buscar algo de comida y ropa y, no sé, cien cajas de toallitas húmedas o algo así.
Hazel volvió a colocar el letrero sobre sus fotos, sombría.—Eso sería genial.—dijo.—I-iré contigo. Creo que necesito... creo que necesito una bocanada de aire fresco.
(Fiona tenía la sensación de que Hazel realmente quería decir: necesito alejarme de mi pasado). Una vez que ella y Frank se fueron, Fiona y Percy acamparon temporalmente. Se quitaron las chaquetas y trataron de quitarse le barro, encontraron mantas viejas en un cate y las usaron para limpiar. Descubrieron que los letreros de tarjetas de felicitación eran lugares bastantes buenos para descansar si los colocaban como colchones.
Percy colocó su espada en el suelo y brilló con una tenue luz de bronce en la oscuridad. Se tendió en una cama de Feliz navidad de 1882, mirando a Fiona. Ella le devolvió una media sonrisa, incómoda, jugando con los cordones de sus botas.
—Gracias por salvarme.—dijo finalmente.—Debería haberte dicho eso antes.
—Lo hiciste.—se encogió de hombros, tratando de dejarlo pasar como si nada.—Me lo debes, ¿recuerdas?
—Creo que voy a deberte mucho para cuando termine esta misión.
—No te preocupes por eso, de verdad, tú hubieras hecho lo mismo.
—Si, lo habría hecho.—la forma en que Percy lo dijo, con una ferocidad, hizo que Fiona sintiera que él haría mucho más que saltar a un pantano si eso significaba salvarla. Se puso roja y rápidamente ocultó su sonrojo en su cabello. Como no le le había prestado mucha atención, los mechones oscuros se habían ondulado, volviendo a su estado natural. Por lo general, se alisaba el cabello, que probablemente era la única cosa de "peinado y maquillaje" que hacía. Pero desde que había estado rodeada de agua, pantanos y nieve, los rizos de Fiona volvían.
—Pero cuando estaba en el barro.—continuó Percy con nerviosismo y Fiona arqueó una ceja con ternura.—Recordé la profecía de Ella, sobre el ahogamiento del hijo de Neptuno. Pensé: "Esto es lo que significa. Me ahogaré en la tierra". Estaba seguro de que moriría.
Su voz temblaba como en su primer día en el Campamento Júpiter. Fiona sintió que se le encogía el corazón. Siempre admiraba a Percy, era difícil no hacerlo. Nunca parecía asustado o vulnerable. Pero estaba tan asustado como el resto de ellos, simplemente odiaba mostrarlo porque sentía que tenía que protegerlos a todos. Fiona se acercó a él arrastrando sus pies y se encontró justo a su lado.
En tan poco tiempo, Fiona sintió que conocía a Percy desde hace mucho. Gravitaba hacia él, se sentía cómoda con él, se abría a él... él simplemente le daba esa sonrisa y ella sentía que todo estaría bien. Claro, Fiona pensó que era guapo la primera vez que lo vio, un hombre digno de ser un dios romano. Pero ahora, veía mucho más que eso. Vio su humor, su lealtad, su valentía y amabilidad, pero también su miedo y vulnerabilidad, su necesidad de familia, de amor, de amistad, de consuelo. Y él había perdido eso. Sus recuerdos, su vida. Y ahora lo estaba recuperando, lejos de ellos. Por supuesto que se sentía solo y asustado.
—Percy.—dijo en voz baja.—Eso profecía podría no haber estado completa. Frank pensó que Ella recordaba una página de un libro o algo así. Tal vez ahogues a alguien más o... o podría significar algo completamente diferente. Hay otros hijos de Neptuno: monstruos, deidades menores y ahora tal vez almas que alguna vez se fueron.
Él la miró con cautela.—¿Tú crees?
Fiona se sintió extraña al tranquilizarlo, pero al mismo tiempo, también se sintió natural. Ella extendió su mano, dándole un apretón.—Vas a regresar a casa, ¿de acuerdo? Te prometí que encontrarías a tu madre, a Annabeth y a todos los demás, y una estúpida profecía sobre que un hijo de Neptuno se ahoga no nos harás perder.
—Creo que le agradarías a mi madre.—murmuró Percy.—Cuando regrese con ella, la conocerás.
Estaba sonrojada, pero se las arregló para hacer una broma en la situación.—¿No es un poco apresurado conocer a tu madre?
Luego, Fiona miró hacia arriba, preguntándose si él coqueteó, ella nunca se había atrevido antes, pero pensó: Voy a morir esta noche, y no quiero desperdiciar el tiempo. No quiero morir de nuevo pensando en las cosas que debí haber hecho.
Él le dedico una pequeña y divertida sonrisa. El pecho de Fiona se agitó cuando vio que el comenzaba a jugar con sus dedos. ¿Esto es un sí? ¿Él siente lo mismo? ¿Qué...?—Lo que quiero decir es que tú también regresarás, Fiona.—insistió Percy.—No vamos a dejar que te pase nada. No voy a dejar que te pase nada. Eres demasiado valiosa para mí, para el campamento, para Hazel y para tu madre...
Fiona frunció los labios, sintiendo que sus aleteos se desvanecían al pensar en su muerte inminente. Ella respiró hondo y bajó la mirada hacia sus manos, observando el lodo entre sus dedos.—No creo que tenga otra opción. La semilla en mi relicario está arrugada, Percy. Estoy en tiempo prestad. Pero... pero tal vez esté bien. ¿Quizás esto era lo que se suponía que debía hacer? Traer de vuelta la victoria al campamento Júpiter. Tal vez incluso entre en los campos de Elíseo por esto.
—No, no.—Percy negó con la cabeza, luciendo muy preocupado.—No morirás. Hay más en tu destino que eso.—se arrastró aún más cerca, y a Fiona se le cortó la respiración al sentir sus rodillas estrechándose.—Se supone que debes luchar contra Gea. Te necesitaré a mi lado mucho más tiempo que hoy. Yo... yo...—frunció el ceño y parecía que le costaba pronunciar sus próximas palabras.—Fiona, debería decírtelo. Yo... tú sabes cómo, quiero decir... puedo recordar, quiero decir, lo que dijiste——
Fiona de repente se mostró muy cautelosa. Percy se veía pálido, como lo había estado esa noche cuando vieron al ejército por primera vez.—¿Estás bien? Percy, te ves enfermo, ¿son tus recuerdos?
—No, yo solo...—respiró hondo y asintió para si mismo como si dijera: ¡solo hazlo!—Recuerdo lo suficiente. Sé que Annabeth... ella no es... nadie lo es... um...
La ventana se abrió. Frank subió con Hazel justo detrás de él, y como si hubieran sido electrocutados, Fiona y Percy se separaron. Fiona se llevó las manos al pecho, tratando de que no se notara lo acelerado que estaba su corazón. ¿Iba a decir lo que ella creía que iba a decir?
—¡Éxito!—Frank agitó algunas bolsas de compras hacia ellos y mostró lo que habían comprado. En una tienda de artículos de caza habían conseguido un nuevo carcaj de flechas, algunas raciones y un rollo de cuerda.—Para la próxima vez que nos encontremos con un pantano.—explicó.
Luego, en una tienda turística, él y Hazel compraron cuatro juegos de ropa limpia, algunas toallas, jabón, agua embotellada y sí, una enorme caja de toallitas húmedas (Fiona sonrió débilmente ante eso). En una esquina del lugar y con ayuda de Hazel, se limpió. (No tuvo mucha vergüenza, Hazel y ella tenían lo mismo y eran hermanas). No era exactamente una ducha caliente, pero Fiona se sintió mucho mejor y no podía dejar de pensar: ¿Qué iba a decir Percy' ¿Por qué me hace sentir así? ¿Iba a decir lo que pensé que iba a decir?
Y luego recordó: este es tu último día, no te pongas demasiado cómoda.
Fiona frunció el ceño a Percy cuando no estaba mirando, también recién aseado y vestido. La fiesta de la fortuna era esta noche, toda la suerte que tuvieron hoy, buena o mala, se suponía que era un presagio de todo el año por venir. De una forma u otra, esta misión terminaría esta noche y a pesar de lo que prometió Percy, Fiona se dio cuenta de que tal vez no debía prometer nada. Si ella iba a morir, no podía dejarlo con el fantasma de sentimientos que nunca podrían suceder. Eso estaba mal y era cruel con alguien cuyo defecto fatal era la lealtad.
Sintió que alguien la tomaba de la mano. Mirando a su lado, vio a Hazel. Fiona se preguntó qué estaría pasando por su cabeza y cuánto de eso sería similar. Estaba mirando a Frank, y Fiona pensó que quizás muchos de sus pensamientos eran similares. Al menos se irían juntas, ¿no? Podían estar juntas en los campos de Elíseo.
—Entonces.—dijo ella, tratando de sonar valiente.—Supongo que ahora tenemos que encontrar un barco hacia el glaciar hubbard.
Fiona era mucho menos valiente de lo que parecía. Quería estar en casa, abrazar a su mamá por última vez. Deseaba poder vivir apara que Jason regresara de alguna manera. Pero ella no lo haría. Esto era todo.
Frank se palmeó el estómago.—Si vamos a pelear a muerte, primero quiero almorzar. Encontré el lugar perfecto.
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