xxiii. El legado lo es todo

capítulo veintitrés: el legado lo es todo

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UNA VEZ, CUANDO FIONA ERA una niña, algunos bullys mayores la habían perseguido lejos de su parque favorito en Nueva Roma. Ella quería jugar en el columpio, pero este grupo de chicas, al menos tres años mayores que ella, habían tomado el columpio en su lugar. Incluso la pequeña Fiona Midgrass no iba a enfrentar la pérdida. Ganaría ese juego de columpio, pero había subestimado su tamaño y habilidades. Querías lastimarla, por lo que ella comenzó a huir, agachándose debajo de sus piernas. De regreso a casa, Fiona había corrido tan rápido que no sabía cuánto tiempo la habían estado persiguiendo, porque en lo que pareció un latido, había ido de parque a la seguridad de su casa.

Momentos extraños como este solo habían sucedido muy pocas veces en la vida de Fiona. Una vez, ese día, en el parque cuando tenía cuatro años. En una fecha posterior, cuando tenía siete años y estaba huyendo de esas bullys nuevamente. Y luego, cuando tenía trece años y estaba de viaje de regreso al Campamento Júpiter, se mezcló con algunos desagradables híbridos de monstruos en el bosque y no tuvo más remedio que huir. Y corrió y corrió y en segundos, estaba lejos de ellos, estaba en la carretera que juró había estado mucho más lejos.

Pero esos fueron los únicos momentos en la vida de Fiona en los que pensó que tenía poderes extraños. Nunca pensó que podría susurrarle a un alma retornada y hacer que hiciera exactamente lo que ella quería. Le asustaba haber sido capaz de eso. Se sentía mal tener control sobre aquellos que habían regresado de entre los muertos, porque la propia Fiona era una de esas personas, y también lo era Hazel. Pero tal vez eso era lo que Plutón había querido decir cuando habló con ella en la orilla del río Styx. Eres mi hija, le había dicho.

Estaba destinada a recordar a los que regresaron a la vida que pertenecía a Plutón, no a Gea, pero pensó que era una especie de vínculo extraño e inspirador entre padre e hija, no literal. Fiona ni siquiera estaba segura de si merecía tales poderes. Ella era una cobarde, después de todo, su abuela lo había dicho muy claramente.

—Eres una cobarde.—le había dicho el día en que Jason desapareció.—Y sufrirás y perderás como uno.

Fiona tenía miedo de que las victorias que había obtenido hasta ahora en su misión solo se acumularan para convertirse en una pérdida mucho mayor que no podría afrontar. ¿Qué pasa si uno de sus amigos moría en la misión? Fiona odiaba perder, pero esa pérdida era algo completamente diferente, algo a lo que nunca se había enfrentado. No quería experimentarlo, porque sabía que sería diferente y mucho peor.

Mientras dormía, Fiona maldijo a su abuela, que era la primera vez que lo hacía. Salvé la vida de alguien, la vida de un héroe. Argumentó en su mente. Lo siento, pero, ¿no deberías estar orgullosa de que Jason esté vivo? Si no hubiera hecho eso, estaría muerto y hubiéramos perdido.

Fiona no esperaba a que respondiera.

Esas son excusas de cobarde, dijo Victoria. Su voz era áspera, tan afilada como la punta de pugio de Fiona. Harás bien aceptar, en huir.

A Fiona se le cortó la respiración y sintió que el agua en la que flotaba se movía de lado a lado. ¿Desde cuando estaba en el agua? No abrió los ojos, particularmente le gustaba el ligero balanceo, que también era nuevo para ella. Pero esto era un sueño, ¿verdad? Entonces, Neptuno técnicamente no podía ahogarla en el agua de los sueños, ¿o sí?

¿Por qué me hablas? le preguntó a su abuela. Dejaste claro que no querías volver a verme la última vez que hablamos. 

Para ver si tomé la decisión correcta al darte mi bendición a través de tu madre, respondió Victoria bruscamente. Hasta ahora, me arrepiento. Pero las profecías dicen que debes tenerla. Desearía que la usaras para correr a la batalla, no para huir de ella.

No huyo de los desafíos, dijo Fiona, ofendida de que su abuela pensara siquiera que lo hacía.

¿No lo haces? preguntó y Fiona se encontró abriendo los ojos, como si la obligaran. Estaba de regreso en la plaza y vio a su más joven, una mata de cabello rizado, gritando a los bullys que le permitieran tener un asiento en el columpio. ¿Recuerdas ese día?

Sí, respondió Fiona. Por supuesto que sí.

¿Sabes cómo escapaste? Victoria reprendió, sonando más como una serpiente que como una abuela, chasqueando la lengua a su nieta. Saliste corriendo. Huiste como una cobarde. Siempre has sido una cobarde, Fiona. Debes cambiar eso.

¡No soy una cobarde! Fiona le gritó, furiosa.  ¡Estoy en una misión, sabiendo que moriré de nuevo para salvar mi hogar! ¡No te atrevas a llamarme cobarde!

No te atrevas a hablar así, hija de Plutón, se burló Victoria, el veneno en su lengua pinchaba a Fiona como un millón de agujas. En la escena que Fiona observaba, si yo más joven acababa de agacharse para pasar a través de las piernas de las bullys y salir disparada, en un borrón, se había ido. Los ojos de Fiona se agrandaron. Mi punto está probado. Te escapaste, entonces eres cobarde. No eres digna de la legión y, sin embargo, tu padre piensa que lo eres. Plutón... dijo el nombre como si fuera la cosa más repugnante en la punta de su zapato. Le dije a tu madre que no era bueno para ella y, sin embargo, me ignoró. Valoro eso, pero le advertí que resultaría en un error. Ese error eres tú, al parecer. Estoy decepcionada, Fiona Midgrass.

Esas palabras golpearon a Fiona mucho más de lo que admitiría. Eran como una puñalada en el estómago, la punta de la hoja retorciéndose en sus entrañas, llenándola de dolor abrasador. Pasó toda su vida tratando de probarse a sí misma ante su abuela, y aquí estaba, diciéndole una vez más que no era nada. Era como Plutón, algo repugnante en la punta de su zapato. Para ella no se atrevía a demostrarlo. No le daría a su abuela la satisfacción de verla débil y tener otra oportunidad de llamarla cobarde.

—Si soy una decepción. Lola.—Fiona no sabía por qué la llamó por ese nombre, pero recordó que lo usaba de niña. Tal vez ser llamada abuela era algo más ofensivo.. Ella esperaba que si.—¿Por qué me hablas? ¿Por qué no me dejas en paz?

Te lo dije, Fiona, dijo Victoria. Dejarás de decepcionarme. Eres una de las hijas de la profecía de los ocho y no dejaré que mi legado sea una cobarde en la guerra que se avecina. ¿El legado no significa nada para ti?

El legado significaba mucho para Fiona y tenía la sensación de que Victoria lo sabía, lo que solo hizo que las palabras fueran aún más hirientes. Nenè, Fiona apretó los dientes ante el tono burlón de "niña". No era tierno como debía ser, era exigente, condescendiente. Un insulto a Fiona al igual que Lola era un insulto para Victoria. No quiero ser dura contigo, qué mentira, pensó Fiona con amargura. Pero era imprescindible parte una lección. Los romanos aprenden disciplina, no amor ni bondad. Las guerras se ganan con disciplina. Te disciplinarás para no huir, sino para correr o perderás mucho más que esta misión. Mucho más. Estás advertida, Nenè.

La próxima vez que Fiona abrió los ojos, no estaba en el carro. De hecho, el carro estaba no muy lejos de ella. En cambio, sintió algo suave, una ligera espereza, como unos jeans. Ella se movió, frunciendo el ceño y una voz rio entre dientes.

—Ahora sé quién tiene el sueño más pesado de los cuatro.

Fiona levantó la vista y se puso roja al ver que Percy la observaba con una sonrisa. Inmediatamente, se levantó de golpe, solo para experimentar un ligero dolor.—Oh, Santa Juno, ¿Qué pasó?

—Bueno.—dijo Hazel.—Estamos en Canadá, así que...

—¿Qué?—preguntó aturdida.—Dioses, ¿Cuánto dormí?

—¿Después de que ordenaras a Otrera que el ejército se retirara?—Percy tenía una mano sobre su hombro, manteniéndola forme desde donde estaban sentados en el césped.—¿Y simplemente corrimos a través de todo el país como un guepardo? Eh, no mucho.

—¿Cuándo nos ibas a decir que podías hacer eso?—entonces, Hazel preguntó, con los ojos muy abiertos y brillando con asombro.

El ceño fruncido de Fiona se profundizó.—Yo... no sabía que podía hacer todo eso... fue rápido... cuando corro rápido, siento eso. Siempre pensé que era mi TDAH que se estaba disparando.

Ella fue a ponerse de pie, pero todavía estaba mareada. Percy se apresuró en ayudarla.—Hey, espera... eso te quitó mucho. Vamos, date un respiro. Todos deberíamos descansar un poco.

El cerebro de Fiona estaba a toda marcha. Mientras se apoyaba en Percy, tentada a dejar caer su cabeza y volver a dormirse, pensó en lo que dijeron, en lo que recordaba y en lo que había dicho su abuela. Te disciplinarás para no huir, sino para correr. La madre de Fiona le había dicho eso cuando le dio su pugio.—Solo los guerreros más rápidos pueden empuñar un arma así.—había dicho. Se preguntó si se refería a algo más que ser ágil. Se preguntó si su madre quiso decir que Fiona era rápida, que Victoria la había bendecido cuando nació.

Parecía ridículo, de verdad. Siempre pensó que esos momentos en los que corría muy rápido eran simplemente porque no recordaba el viaje, porque estaba demasiado perdida en su cabeza. Pero después de su sueño, al ver lo que pasó cuando corría... era solo un borrón.  ¿Y luego todo eso de ordenarle a Otrera que hiciera lo que ella quería? Dioses, ¿Qué estaba pasando? ¿Qué monstruo era ella? Nada de esto tenía sentido. Fiona estaba demasiado cansada para darle sentido a todo. Ella solo quería tomar otra siesta...

—Estoy prácticamente en casa.—la casa de mi abuela está justo allí.

Hazel entrecerró los ojos.—¿Qué tan lejos?

—Justo al otro lado del río y a través del bosque.

Percy levantó una ceja.—¿En serio? ¿A casa de la abuela vamos?

Frank se aclaró la garganta.—Si, quizás.

Hazel juntó las manos en oración.—Frank, por favor dime que nos dejará pasar la noche. Sé que tenemos una fecha límite, pero, tenemos que descansar, ¿verdad?

—Descansar suena bien.—murmuró Fiona.

—Y Arion nos ahorró algo de tiempo.—continuó Hazel y Fiona se dio cuenta con un sobresalto de que el semental no estaba con ellos.—¿Tal vez podríamos conseguir comida real?

—¿Y una ducha caliente?—suplicó Percy.—¿Y una cama con sábanas y almohadas?

Frank parecía vacilante, muy vacilante. Pero al ver las miradas en los rostros de sus amigos, suspiró y asintió.—Vale la pena intentarlo. A la casa de la abuela vamos.


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Iban muy bien hasta que se toparon con el campamento de los ogros. Frank estaba a punto de caminar directamente a él, y tuvo suerte de que Percy estuviera allí para empujarlo hacia atrás y hacia abajo, detrás del tronco caído donde Fiona y Hazel miraban al claro.

—Malo.—murmuró Ella.—Esto es malo para las arpías.

Ahora estaba completamente oscuro, pero la fogata iluminaba la noche con chispas rojas, y vio media docena de humanoides de pelo desgreñado sentados alrededor del fuego. De pie, probablemente medirían unos dos metros, diminutos en comparación con Políbotes o los cíclopes, pero aún así daban bastante miedo. Su piel estaba roja por la insolación y estaban cubiertos de tatuajes de dragones, corazones y mujeres en bikini. Fiona arrugó la nariz. Colgando del asador sobre el fuego había un animal desollado, tal vez un jabalí y los ogros estaban arrancando los trozos de carne con sus uñas como garras, riendo y hablando mientras comían. Junto a ellos, habían varias bolsas de malla con esferas de bronce como balas de cañón, humeantes en el aire fresco de la tarde. A cien metros del claro, habían luces brillando a través de los árboles, que Fiona supuso debía ser la casa de la abuela de Frank. Los dedos de Frank se clavaron en la corteza del árbol y Fiona la miró preocupada. Su abuela bien podría estar sola en esa casa, atrapada.

—¿Qué son esos tipos?—susurró.

—Canadienses.—dijo Percy.

Frank se alejó de él.—¿Disculpa?

—Uh, sin ofender.—dijo Percy, poniéndose un poco rojo.—Así los llamó Annabeth cuando luché con ellos antes. Dijo que vivían en el norte, en Canadá.

—Si, bueno.—se quejó Frank.—Estamos en Canadá. Soy canadiense pero nunca había visto esas cosas antes.

—Son lestrigones.—explicó Fiona, entrecerrando los ojos amenazadoramente en la oscuridad. Su voz todavía era un murmullo somnoliento, pero había recuperado parte de su fuerza, no toda, lamentablemente, pero parte de ella.—Gigantes del norte.

—Sí, sí.—asintió Ella, arrancando una pluma de sus alas y girándola en sus dedos.—Caníbales. Gigantes del norte. Leyenda de Sasquatch. Sí, sí. No son pájaros. No son pájaros del América del Norte.

—Así es como se llaman.—estuvo de acuerdo Percy, mirando fijamente a Fiona.—Lestre, uh...

—Lestrigones.

—Si, eso.

Frank frunció el ceño a los gigantes en el claro.—Podrían confundirse con Pie gigante. Tal vez de ahí viene la leyenda. Ella, eres bastante inteligente.

—Ella es inteligente.—estuvo de acuerdo. Tímidamente le ofreció a Frank su pluma. Fiona lo miró con el ceño fruncido y se cruzó de brazos cuando él tomo la pluma.—Oh... gracias...—metió la pluma en sus bolsillos.—¿Qué?

—Un "Fiona eres inteligente", sería bueno, Zhang.

—¿Y qué, hacer que tu ego sea más grande de lo que ya es?

Fiona se quedó boquiabierta y le habría dado un puñetazo en el hombro, pero no era el momento para bromas. En cambio, Hazel se volvió hacia Percy y le preguntó:—¿Entonces tu memoria está volviendo? ¿Recuerdas cómo venciste esos tipos?

—Más o menos.—dijo Percy.—Todavía está borroso. Creo que me ayudaron. Los matamos con bronce celestial, pero eso fue antes... ya sabes.

—Antes de que encadenaran la muerte.—murmuró Hazel.—Así que ahora, a menos que Fiona los mate a todos, no morirán en absoluto.

Percy asintió. Fiona estaba a punto de decir: mírenme, lo haré, pero Percy habló antes de que pudiera hacerlo.—Esas balas de cañón de bronce... son malas noticias. Creo que usamos algunas de ellas contra los gigantes. Se incendian y explotan.

Fiona atrapó los dedos de Frank; el bolsillo de su abrigo le picaba... y entonces recordó algo.—Si provocamos una explosión.—dijo.—Los ogros de los otros campamentos vendrán corriendo, Creo que han rodeado la casa, lo que significa que podrían haber cincuenta o sesenta de estos tipos en el bosque.

—Entonces, es una trampa.—Hazel miró a Frank con preocupación.—¿Qué hay de tu abuela? Tenemos que ayudarla.

Frank tragó saliva y no fue capaz de mirarla a los ojos.—Necesitamos una distracción.—decidió.—Si podemos atraer a este grupo al bosque, podríamos colarnos sin alertar a los demás.

—Ojalá Arion estuviera aquí.—Hazel dijo.—Podría conseguir que los ogros me persiguieran.

Frank se quitó la lanza de la espalda.—Tengo otra idea.

Hazel lo miró fijamente, alarmada.—¡Frank, no puedes hacerlo!—exclamó.—¡Es un suicidio!

—No la lanzaré.—dijo él.—Solo... nadie grite, ¿de acuerdo?

Clavo la lanza en el suelo y la punta se rompió.

—Oops.—dijo Ella.—Sin punta de lanza. No, no.

El suelo tembló y Fiona jadeó. Una mano esquelética rompió la superficie. Percy buscó a tientas su espada, Fiona se congeló y Hazel emitió un sonido como el de un gato atragantado con una bola de pelo. Ella desapareció y se materializó en la copa del árbol más cercano.

—Está bien.—prometió Frank.—¡Está bajo control!

Todo un esqueleto salió del suelo. Fiona se sintió mareada de nuevo con los mirar la figura huesuda vestida con camuflaje y botas de combate, con carne gris traslúcida que cubría sus huesos. Volvió sus ojos fantasmales hacia Frank, esperando órdenes.

—Frank, es un espartus.—dijo Percy.—Un guerrero esqueleto. Son malvados. Son asesinos. Son——

—Lo sé.—Frank contestó con amargura.—Pero es un regalo de Marte. En este momento, es todo lo que tengo. Está bien, Gris. Tus órdenes: ataca a ese grupo de ogros. Dirígelos al oeste, provocando una distracción para que podamos——

Pero parecía que Gris perdió interés después de la palabra ogros. Cargó hacia hoguera.

—¡Espera!—Frank lo llamó, pero ya era demasiado tarde. Fiona observó horrorizada cómo el espartus se sacaba dos de sus propias costillas y corría alrededor del fuego, apuñalando a los ogros en la espalda con una velocidad tan cegadora que no tuvieron tiempo de gritar. Todos cayeron de lado con un círculo de fichas de dominó y se convirtieron en polvo. Gris luego pisoteó, apartando las cenizas que intentaban volver a formarse. Cuando estuvo satisfecho, se cuadró, saludó con elegancia en dirección a Frank y luego se hundió en el suelo del bosque.

Todo sucedió tan rápido que Fiona no se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración todo el tiempo.

Percy miró a Frank.—¿Cómo...?

—No lestrigones.—Ella revoloteó hacia abajo y aterrizó junto a ellos.—Seis menos seis es cero. Las lanzas son buenas para restar, si.

Frank apretó la mandíbula, mirando la punta rota de su lanza y las miradas atónitas y horrorizadas de sus rostros.—Vamos.—dijo.—Mi abuela podría estar en problemas.

Continuaron. Fiona se quedó cerca de Percy, temerosa de desmayarse, lo que la hizo enojar. ¿De que servían todos esos poderes si después se cansaba? ¿Era otro de los trucos de su abuela? ¿Una forma de disciplinarla? Muchas cosas le habían pasado a Fiona los últimos días, y todavía no sabía qué hacer con todo. Pasó de estar muy orgullosa de quién era, a ser una completa decepción en nombre de Victoria, una hija de Plutón con una maldición de muerte, que moría, que regresaba, que emprendía una misión que terminaría con su muerte y ahora encontró más cosas sobre sus poderes... No creía que haya tenido la oportunidad de procesarlo todo. Podría volver a desmayarse por lo rápido que se movía su cerebro y todavía estaba confundida.

Al detenerse en el porche delantero, pudieron ver un anillo de fogatas que brillaba en el bosque, rodeando por completo la propiedad. La casa en sí, no era solo una casa, Era una mansión. Parecía intacta. Las campanas de viento tintineaban con la brisa nocturna y las luces brillaban a través de las ventanas. Frank miró debajo de una estatua de elefante en una esquina y sacó la llave de repuesto, Vaciló en la puerta.

—¿Qué ocurre?—preguntó Percy.

No respondió y en su lugar se quedó mirando la puerta y la llave en su mano, ligeramente temblando. Hazel frunció el ceño.—¿Frank?—preguntó suavemente.

—Ella está nerviosa.—murmuró la arpía desde su posición en la barandilla.—El elefante... el elefante está mirando a Ella.

—Todo estará bien.—la mano de Frank temblaba con tanta fuerza que apenas podía meter la llave en la cerradura.—Solo quédense juntos.

La casa olía a cerrado y humedad. Examinaron la sala, el comedor, la cocina; habían platos sucios en el fregadero. En el salón, Fiona vio una estatua de Buda e inmortales taoístas y grandes jarrones de porcelana llenos de telaraña. Agarró su daga con fuerza, lista para pelear. La chimenea estaba oscura y fría.

Hazel abrazó su pecho.—¿Es eso...?

—Sí.—dijo Frank.—Es eso.

Fiona y Percy fruncieron el ceño.—¿Es qué?—ellos preguntaron.

Frank frunció los labios y rápidamente dijo.—Es la chimenea.—mentía pero Fiona no dijo nada.—Vamos a ver arriba.

Los escalones crujían bajo sus pies. Fiona llegó a ver la antigua habitación de Frank, que parecía una habitación normal de un chico, desordenada. Pero vio un montón de fotos de una mujer con un uniforme militar, sosteniendo a un niño que parecía un Frank con cara regordeta, todas en ella estaba sonriendo y lucía extremadamente hermosa.

—¿Tu madre?—Hazel preguntó—Ella es hermosa.

Frank no volvió a responder. Fiona sintió como si estuviera traspasando un hilo tan frágil como el vidrio, listo para romperse en cualquier momento. Este no era su hogar, este no era su lugar, ella no estaba destinada a estar aquí. Había dolor en el aire, Fiona podía verlo pesando sobre los hombros de Frank. Su madre había muerto, eso lo sabía y todavía era una herida fresca a la que ahora le habían echado un montón de sal directamente. De repente se sintió culpable de pedirle que los trajera aquí.

Revisaron los otros dormitorios. Los tres del medio estaban vacíos. Una luz tenue parpadeó debajo de la última puerta, Fiona supuso que esa era la habitación de su abuela. Frank llamó con cautela, nadie respondió. Abrió la puerta de un empujón y Fiona vio a una anciana de aspecto frágil y demacrado acostada en la cama, con el cabello blanco esparcido alrededor de su rostro como la corona de un basilisco. Una única vela ardía en la mesita de noche y Fiona sintió que se le subía el corazón a la garganta. Oh, dioses, Frank...

Sus ojos se entrecerraron.—Marte.

(¿Qué?) Fiona miró a su alrededor, preguntándose si no había visto al dios, pero no vio a nadie más que la frágil abuela de Frank en su cama.

—¿Frank?—Hazel susurró.—¿Qué quieres decir con Marte? ¿Tu abuela... está bien?

Frank se volvió hacia ellos, frunciendo el ceño.—¿No lo ven?

—¿Ver qué?—Percy agarró su espada.—¿Marte? ¿Dónde?

Fiona colocó su mano sobre la espada, no queriendo que comenzara a atacar el aire donde podría estar Marte. Él estaba aquí, en alguna parte, pero solo aquí por Frank, lo que significaba que tenían que irse y darle al chico un tiempo a solas. Él lo necesitaba.

Frank apretó los puños.—Chicos, no es... no es nada. Escuchen, ¿por qué no toman las habitaciones del medio?

—Techo.—dijo Ella.—Los techos son buenos para las arpías.

—Claro.—Frank, mirando aturdido.—Probablemente haya comida en la cocina. ¿Me darían unos minutos a solas con mi abuela? Creo que ella...—su voz se quebró.

A Fiona le dolía el corazón y Hazel puso una mano sobre su brazo.—Por supuesto, Frank. Vamos, Ella, Fiona, Percy.

Dejaron al hijo de Marte solo, sombrío y silencioso mientras descendían las escaleras. Fiona se dio una buena ducha, se vistió con ropa limpia que había empacado y puso la ropa sucia en la lavadora. Comió algo, tomó un buen vaso de leche y todavía no se sentía a gusto, ¿Cómo podría ella? Cuando habían monstruos afuera, y Frank estaba arriba junto a su abuela moribunda. No debería estar tranquila, estaría mal que estuviera tranquila. Cuando todos se dirigían a la cama, ella se quedó abajo, mirando afuera a través de las ventanas, viendo las llamas de las muchas fogatas parpadear en la noche. Ella debía descansar, ella sabía que debería hacerlo. Pero ella simplemente no pudo. Estaba demasiado tensa, su mente se movía demasiado rápido e incluso la leche tibia que había preparado no estaba ayudando.

Volvieron los pasos y Fiona levantó la vista. Debía ser muy temprano en la mañana, pero vio a Percy frotarse los ojos mientras caminaba hacia ella. Su cabello estaba más desordenado que de costumbre, alborotado en la parte de atrás y en todos los lugares.

—¿No puedes dormir?—le preguntó en voz baja y él la miró a los ojos. Sin una palabra, asintió y se sentó frente a ella en la mesa de comedor.—Toma...—le pasó su vaso de leche.—La leche tibia siempre me ayuda a dormir, bueno, ya no está tibia, pero ya sabes...

—Gracias.—murmuró Percy y lo tomó en sus manos. Con un suspiro, miró por las ventanas, observando los fuegos encendidos, que luego se dirigió a las escaleras y a la habitación de la abuela de Frank.—Eso tiene que ser duro. Regresar a casa solo por...

—Sí.—asintió Fiona con tristeza.—Él acaba de perder a su madre también...

Percy asintió. Luego arqueó una ceja hacia Fiona.—Deberías estar descansando. ¿Has estado despierta todo este tiempo?

Ella entrecerró los ojos.—¿Cómo puedo dormir cuando hay todos esos ogros esperando el momento para matarnos? ¿Cómo puedo dormir y descansar cuando Frank está allá arriba perdiendo a su abuela? No me sienta bien.—hubo un silencio, no era tenso, no realmente, solo sombrío.—Así que...—Fiona respiró hondo y lo miró a los ojos con una sonrisa cansada.—¿Qué te ha levantado, aliento de percebe?

—Sueños.—dijo, luciendo sombrío.—Sobre... sobre mis recuerdos.

Fiona trató de mostrar poca emoción, ocultando el hecho de que no estaba segura de si estaba feliz, molesta o cautelosa.—¿Qué recuerdas?

Percy parecía dudar en decírselo, y ella asintió, entendiendo. Fiona no sabía por qué dijo las siguientes palabras, tal vez porque estaba cansada y su impulsividad siempre era peor cuando lo estaba. De cualquier manera, tomó una respiración profunda y dejó escapar:—Eres un semidiós griego, ¿no?

Él la miró fijamente, un ciervo atrapado en los faros (¿o sería un pez atrapado en una red? Percy palideció a la luz de las velas.—¿Cómo...? ¿Cómo lo....?

—Tenía mis sospechas.—Fiona jugueteó con su collar y le resultó difícil mirarlo.—Todas las cosas relacionadas contigo. Juno dijo que tenías la bendición de Aquiles, que es una bendición griega. Entonces todos los fantasmas te llamaron graecus y aunque Octavian puede ser estúpido, tiene un don por la profecía y también te llamó griego. Luego está el asunto de la polera naranja, viniste con una polera naranja y esas cuentas...—hizo una seña al collar en su cuello.—Los símbolos en ellos. Tiene el tridente, el vellocino de oro... y lo que dice la profecía de los ocho: los enemigos llevan armas a las puertas de la muerte. Me hizo pensar que estamos destinados a trabajar juntos: griegos y romanos. Entonces, Juno hizo un intercambio. Te envió a nuestro Campamento, un semidiós griego para ganar nuestra confianza y en tu reemplazo, envió...—Fiona frunció el ceño.—Sé que es una posibilidad remota, pero tal vez Jason está en tu campamento, pasando por los mismos problemas. Ocho semidioses. Cuatro romanos, cuatro griegos. Los enemigos portan armas.

Otro silencio se estableció entre ellos, antes de que Percy finalmente tomara un sorbo de la bebida que ella le había pasado. Se limpió la leche de su labio superior.—Eres muy inteligente, ¿lo sabías? ¿Segura que no eres un legado de Minerva o algo así?

Fiona rio entre dientes, negando con la cabeza.—No. Minerva no puede tener hijos, aunque escuché que su contraparte griega si puede. Brotar de la cabeza como lo hizo de su padre, Zeus. Amor de la mente, no del corazón.

—Si, Annabeth es hija de Atenea, quiero decir, estoy bastante seguro.

Su agarre se intensificó ante la mención de la chica de su pasado. Basta, Fiona. Se dijo a sí misma.—No solo leo mucho. Como dije, he tratado de probarme a mi misma ante el senado durante mucho tiempo. Pero nunca he pertenecido. Incluso mi abuela piensa que soy una decepción.

Ante esas palabras, Percy frunció el ceño y Fiona decidió contarle de su sueño de camino hacia aquí. Una vez que terminó, él frunció el ceño nuevamente y parecía que deseaba poder arrojarle su vaso de leche a Victoria o algo peor.—Tienes una abuela encantadora.

—Si.—dijo y algo húmedo golpeó su mejilla y Fiona tardó un segundo en darse cuenta de que estaba llorando.—Oh, dioses.—rápidamente secó la lágrima. Ella no lloraba. Ella era Fiona Midgraass. Ella no lloraba.—Dioses, lo siento, es estúpido... No debería estar llorando...

Pero Percy se puso de pie y se sentó junto a ella en la mesa. Sin palabras, extendió la mano y tiró de su cabeza suavemente hacia su pechó, acunándola en un abrazo mientras unas cuantas lágrimas más recorrían sus mejillas.—Ella no te merece como su legado.—le dijo, decidió. Sus susurros le hicieron cosquillas en la oreja y Fiona sintió que se relajaba. Incluso después de ducharse, el chico olía a agua del mar, salado y calmante.—¿Me escuchaste? No eres cobarde. Si, escapaste un par de veces porque tenías miedo, nos pasa a todos. Algunas de las batallas más importantes fueron ganadas por un ejército en retirada. Toda la ciudad de Atenas una vez escapó, dejando su ciudad para ser saqueada, pero salvaron su armada para atacar a los persas en una fecha posterior, ganando la guerra. A veces es mucho más valiente darse cuenta de que se necesita huir en lugar de ser demasiado orgulloso y luchar e ignorar que se está perdiendo.

En su pecho, Fiona sollozó, sintiendo su estómago revolotear con mariposas.—Eres más inteligente de lo que pareces.—murmuró contra su polera.

—La Duodécima Legión se retiró, ¿no?—continuó Percy, frotándole la espalda.—Se retiraron  para mantener el Legado de Roma en marcha y no fueron cobardes, ¿verdad?

Ella sacudió su cabeza.

Percy asintió y presionó sus labios en su oreja para decirle:—Y tú tampoco. No me importa lo que diga Victoria. Puede castigarme por esto, pero se equivoca.

Fiona no sabía por qué, pero escucharlo decir eso la hizo llorar más. No de pena, sino de alivio. Alguien creía en ella. Alguien pensó que ella era valiente, que valía la pena. Alguien la abrazó y le dijo que había hecho lo correcto. Que otros han hecho lo que ella ha hecho antes. Que se merece lo que le dieron.

Una vez que sus lágrimas se calmaron, Fiona no dejó sus brazos. En cambio, dijo:—No me importa lo que Octavian diga sobre los griegos, no son gente terrible que quieren destruirnos. Confío en ti, Percy, mucho más de lo que confío en la mayoría.

Se despertaron la mañana siguiente muy temprano. Tan pronto como se levantaron, se cambiaron con ropa limpia o la ropa que habían lavado antes de encontrarse en el techo a través del ático. Frank todavía estaba dormido, pero Fiona, Hazel y Percy se abastecieron de armas en el ático, dejando a Ella allí abajo, porque no le gustaban las balas de cañón, y se colocaron en un terreno elevado cuando los lestrigones comenzaron su ataque. Había una manguera en el techo, lo cual era muy conveniente, ya que Percy lo usaba para hacer explotar sus balas de cañón en pleno vuelo con un fuerte estallido de presión.

Cuando Frank finalmente se unió a ellos, luciendo como si acabara de salir corriendo de la ducha, Percy lo saludó.—Buenos días. Hermoso día, ¿eh?

Frank gruñó.—Oh, claro.—mientras observaba todo a su alrededor. Observó a Percy con su espada y sus mangueras, una combinación extraña, a Fiona, que observaba al enemigo no muy lejos de su lado y a Hazel, que patrullaba el paseo de la viuda entre los dos tejados y el ático. Ella agarró su espada, sus ojos brillaban con preocupación hacia él.

—¿Estás bien?—ella preguntó.—¿Por qué sonríes?

—Oh, uh, nada.—respondió Frank rápidamente y Fiona compartió una mirada de complicidad consigo misma, o más bien, con el techo a sus pies.—Gracias por el desayuno. Y la ropa. Y... por no odiarme.

Hazel estaba desconcertada.—¿Por qué te odiaría?

La cara de Frank estaba roja.—Solo... anoche.—tartamudeó.—Cuando convoqué al esqueleto. Pensé... pensé que tu pensabas... que era repulsivo o algo así.

Hazel levantó las cejas antes de sacudir la cabeza consternada. Fiona no pudo evitar de estar de acuerdo. Si, su esqueleto de nombre Gris era un poco aterrador, pero lo había dominado de una manera que Fiona no estaba acostumbrada a ver hacer al chico voluminoso. La búsqueda había sacado a relucir un lado más fuerte y seguro de él, y ella estaba feliz por ello, orgullosa de ello. A ella le gustaban las victorias que él estaba obteniendo, wow, tal vez Fiona había cambiado.

—Tal vez tenía miedo de esa cosa.—dijo Hazel.—¿Pero repulsivo? La forma en que lo ordenaste, tan confiado y todo, como: oh, por cierto, chicos, tengo este espartus todopoderoso que podemos usar. No podía creerlo. No sentía repulsión, Frank. Estaba impresionada.

(Fiona se preguntó si Venus ya podría juntar a esos dos. Oh ya que estás en eso, hazme un sabor y asegúrate de que este idiota a mi lado esté soltero y se de cuánta de que tengo un crush en él, porque, como, él es tan hermoso y estoy tan cansada de los coqueteos sutiles porque tengo miedo de que tenga a alguien esperándolo en casa. Así que, ¿gracias?)

Frank la miró fijamente, con la boca ligeramente abierta.—¿Estabas impresionada... por mí?

Percy rio.—Amigo, fue bastante sorprendente.

—Si.—estuvo de acuerdo Fiona, dándole a Frank una sonrisa.—Me hace querer una lanza como esa.

—¿Están siendo honestos?

—Honestos.—prometió Hazel.—Pero ahora mismo tenemos otros problemas de los que preocuparnos, ¿de acuerdo?

Hizo un gesto al ejército de lestrigones que se estaba volviendo cada vez más audaz, arrastrando los pies más y más cerca de la casa. Percy volvió a preparar su manguera de jardín.—Tengo un truco bajo la manga.—dijo.—El césped tiene un sistema de rociadores. Puedo hacerlo estallar y causar cierta confusión, pero eso destruirá la presión del agua. Sin presión, sin manguera y esas balas de cañón se van a estallar contra la casa.

Todos estaban demasiado asustados para preguntarle a Frank sobre su abuela, y tal vez Fiona se alegró por la distracción mortal, porque no era buena con emociones complicadas como el dolor de perder a alguien tan cercano. Culpen a su TDAH, o lo que sea, pero simplemente apestaba en eso. ¿Mierda deprimente? Si, ¿hay que mantenerlo alejado de ella? Si, incluso la suya, simplemente lo ignoraba, gracias.

El ceño fruncido de Frank se acentuó mientras pensaba, antes de decir:—Chicos, tengo un plan de escape.—les contó sobre el avión que esperaba en el aeródromo y la nota de su abuela para el piloto.—Es un veterano de la legión. Nos ayudará.

—Pero Arion no ha vuelto.—dijo Hazel.—¿Y qué hay de tu abuela? No podemos simplemente dejarla.

Frank parecía estar ahogando un sollozo. A Fiona se le encogió el corazón.—Tal vez Arion nos encuentre. En cuanto a mi abuela... fue bastante clara. Dijo que estaría bien-

Fiona no pensó que fuera verdad, pero no dijo nada.

—Hay otro problema.—habló Percy.—No soy bueno con los viajes aéreos. Es peligroso para un hijo de Neptuno.

Poseidón, pensó Fiona para sí misma, todavía confundida con todo el asunto.

—Tendrás que arriesgarte... y yo también.—dijo Frank.—Por cierto, estamos emparentados.

Percy casi se cayó del techo.—¿Qué?

—Periclímeno. Ancestro por parte de mi madre. Argonauta, nieto de Poseidón.

Fiona lo miró sorprendida, Hazel estaba atónica, Su boca se abrió.—¿Eres descendiente de Neptuno? Frank, eso es——

—¿Loco? Si. Y existe la posibilidad de que tenga algún poder, pero no sé cómo usarlo. Si no puedo resolverlo——

Otra ovación masiva se elevó de los lestrigones. Miraban a Frank, señalándolo y riendo.—¡Zhang! ¡Zhang!

Hazel se acercó a Frank.—Siguen haciendo eso. ¿Por qué gritan tu nombre?

—No importa.—él dijo.—Debemos proteger a Ella, llevarla con nosotros.

Fiona frunció el ceño.—Si, por supuesto. Necesita nuestra ayuda.

—No.—negó con la cabeza.—Quiero decir, si, pero no es solo eso. Ella recitó una profecía en el piso de abajo. Creo... creo que se trataba de nuestra misión.—les habló las líneas y Fiona sintió que se le helaban los huesos al oír las palabras: el hijo de Neptuno se ahogará...

La mandíbula de Percy se tensó, A él también le preocupaba, Fiona se dio cuenta, tenía la habilidad de ser capaz de hacer eso. Tal vez todas sus conversaciones extrañas lograron que se conocieran bastante bien, eh, era un locura cómo sucedía esto. También podía decir que él lo estaba escondiendo, tratando de parecer fuerte y confiado frente a ellos. Percy tenía complejo de héroe, era fácil de ver, pero también asumía la enorme responsabilidad de cuidarlos a todos, cosa que Fiona no entendía. En ese momento, Fiona decidió asumir la responsabilidad de cuidarlo así que al menos estuvo allí para sostenerlo cuando se golpeó contra una pared de ladrillos.—No sé cómo un hijo de Neptuno puede ahogarse. Puedo respirar bajo el agua, pero la corona de la legión——

—Ese tiene que ser el águila.—dijo Hazel y él asintió,

¿Y Ella recitó algo nuevo esta vez, una línea de la antigua gran profecía?

Fiona parpadeó.—¿La antigua qué?

—Se los contaré más tarde.—dijo antes de girar la manguera de su jardín y disparar otra bala de cañón. Explotó en un estallido de fuego anaranjado y los ogros aplaudieron con aprecio, gritando:—¡Hermoso! ¡Bonito!

—La cuestión es.—prosiguió Frank.—    Ella recuerda todo lo que lee. Dijo algo acerca de que la página se quemó, como si hubiera leído un texto dañado de profecías.

Los ojos de Fiona se abrieron como platos y se le cortó la respiración.—No estás diciendo——

—¿Libros de profecías quemados?—Hazel jadeó.—¡No lo pienses, es imposible!

—¿Los libros que Octavian quería en el campamento?—Percy preguntó y Hazel asintió.

—Los libros sibilinos perdidos que describen todo el destino de Roma. Si Ella leyera una copia de alguna manera y la memorizara...

—Entonces sería la arpía más valiosa del mundo.—dijo Frank.—Con razón Fineas quería capturarla.

—¡Frank Zhang!—gritó el ogro desde abajo. Era más grande que los demás, vestía una capa de león como un portaestandarte romano y un babero de plástico con una langosta, Sería hilarante sino fuera preocupante.—¡Baja, hijo de Marte! Te hemos estado esperando. ¡Ven, sé nuestro invitado de honor!

Hazel agarró el brazo de Frank.—¿Por qué tengo la sensación de que invitado de honor significa cena?

—Probablemente sea por los baberos.—Fiona trató de bromear.

Frank se volvió hacia Percy.—¿Puedes conducir?

—Claro, ¿por qué?

—El auto de la abuela está en el garaje. Es un viejo cadilac. Es como un tanque. Si puedes ponerlo en marcha——

—Aún tendremos que atravesar toda la línea de lestrigones.—señaló Fiona.

—El sistema de rociadores.—se dio cuenta Percy.—¿Usarlo como distracción?

—Exactamente.—dijo Frank.—Te ganaré todo el tiempo que pueda. Traigan a Ella y súbanse al auto, Trataré de reunirme con ustedes en el garaje, pero no me esperen.

A Fiona no le gustó eso, Estaba a punto de discutir.—Oye, espera un segundo...

—¡Danos una respuesta, Frank Zhang!—ese gran ogro gritó, interrumpiéndola.—Baja y perdonaremos a los demás, tus amigos y tu pobre abuela. ¡Solo te queremos a ti!

—Están mintiendo.—susurró Percy.

—Si, lo entendí.—coincidió Frank.—¡Vayan!

Fiona no tuvo más remedio que irse, correr hacia la escalera y escuchar a Frank gritarles a los ogros:—¡Hey, aquí abajo! ¿Quién tiene hambre?


+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)

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comenten mucho porque el capítulo fue muy largo y me costó mucho traducirlo):

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