xlii. Shrimpzilla
capítulo cuarenta y dos: srimpzilla.
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FIONA HABÍA ACEPTADO QUE NUNCA dormirá bien en este buque. No es que alguna vez haya tenido una buena noche de sueño como semidiós, con malos sueños y todo, pero al menos finalmente podía pasar la noche. Aquí, era como que cada segundo que cerraba los ojos para descansar, un monstruo estaba dispuesto a matarlos, de alguna manera Octavian los encontró, a todos en el buque, que se inclinó hacia un lado mientras Leo gritaba:―¡LO SIENTO! ¡ESE FUI YO!
El buque se inclinó repentinamente a estribor y Fiona se despertó aullando, cayendo de la silla, con su rodilla hacia el suelo. Percy se sobresaltó, casi doblándose.―¿Qué? ¿Qué está pasando, eh?
Fiona se puso de pie, solo para que el buque retrocediera y ella se agachó, consiguiendo agarrarse al escritorio, respiró hondo, empujando a través de su dolor para alcanzar su pugio. Volviéndose hacia Percy, le preguntó:―¿Puedes pararte?
Frunció el ceño, todavía estaba muy confundido por todo el poder que había usado antes.―¿Yo... yo creo...?
Encontró su bolígrafo y se lo arrojó. Percy lo atrapó y le quitó la tapa. Contracorrientes saltó en toda su longitud y los dos corrieron hacia la puerta. Al abrirla Annabeth ya estaba corriendo por el pasillo, sin aliento.―¿Qué está sucediendo?―Fiona le preguntó, pero ella no tenía idea.
Sam le seguía y ni siquiera le dijo que se quedara abajo esta vez. Con Jason, Frank y Piper a cuestas, todos corrieron lo más rápido que pudieron hasta la cubierta superior. Fiona maldijo mientras rezagaba y se le doblaba la rodilla. Ella gruñó y siguió adelante, extendiendo la mano hacia las barandillas de la escalera y empujándose para correr.
Consiguieron subir las escaleras.
Percy gritó.―¿Qué está pasando? ¡GAH! ¡Srimpzilla!
No estaba equivocado.
El monstruo era tan largo como el Argo II, un cruce entre camarón gigantes y una cucaracha, lo que enfermó a Fiona. Tenía un caparazón rosa, una cola plana de cangrejo y muchas, muchas patas que raspaban el casco del Argo II. Su cabeza, una cara viscosa y rosada de un enorme bagre, los miraba boquiabierto con unas fauces desdentadas y tentáculos que brotaban de cada fosa nasal.
Frank inmediatamente corrió al lado de Hazel, quien se aferró al parejo. Fiona conocía esa mirada en sus ojos, como si acabara de salir de un flashback. Ella frunció el ceño. Pensó que habían terminado. Hazel hizo un gesto de que estaba bien, pero Frank no parecía convencido.
El monstruo envistió la nave de nuevo. El casco gimió. Annabeth, Piper y Jason cayeron a estribor y casi volcaron. Sam miró boquiabierto al monstruo, sus rodillas temblaban.―Um... hola, grandulón, ¿Cómo ha ido tu día?
―¡Sam, no hables con el monstruo!―Fiona tiró de él, sintiendo una extraña sensación de protección sobre el joven. Leo llegó al timón, sus manos volando sobre los controles. Movió los remos, pero maldijo: estaban atascados.
―¿Cómo llegó tan cerca?―Annabeth gritó, tirando de sí misma en uno de los escudos de riel.
―¡No sé!―Hedge gruñó, miró a su alrededor en busca de su bate que había rodador por el alcázar.
Percy seguía mirando tontamente a la bestia y ella suspiró y tiró de él hacia ella y Sam. Estaba cansado, más que cansado. Él no podía enfrentarse a este monstruo, pero ella tenía miedo de si sería más peligroso esconderse debajo de la cubierta.
―¡Soy estúpido!―Leo se regañó a sí mismo.―¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡Olvidé el sonar!
El barco se inclinó más hacia estribor y Fiona jadeó, cayendo hacia adelante y rodando por la cubierta. Golpeó el borde y su espalda saltó de dolor (genial, justo lo que necesitaba). Percy gritó su nombre y ella miró hacia atrás, su respiración se atascó en la parte posterior de su garganta para ver al monstruo acercándose. Se arrastró hacia atrás, y en ese momento, el dolor de su rodilla ni siquiera pareció golpearla. (¡Hurra, adrenalina!) Jason estaba allí para ponerla de pie, lo que consumió mucha energía y ella envolvió su brazo sobre su hombro, sacándolos a ambos de allí.
―¡¿Sonar?!―¡Mentiras, Valdez! Tal vez si no hubieras estado mirando fijamente los ojos de Hazel, tomados de la mano durante tanto tiempo――
―¿Qué?―Frank gritó.
―¡No fue así!―Hazel gruñó.
―¡No importa!―Piper les dijo y tenía razón. Tenían asuntos muchos más urgentes en este momentos.―Jason, ¿puedes llamar a algunos relámpagos?
Fiona lo miró a su lado y el levantó la cabeza.―Yo...―solo pudo sacudirla. Invocar la tormenta antes le había costado demasiado. Tenían a Jason y Percy fuera de acción.
―Está bien, Superman.―le aseguró Fiona, sabiendo que se culparía a sí mismo de inmediato.―No puedes estar chispeando todo el tiempo, nadie puede.
―¡Percy!―Annabeth dijo.―¿Puedes hablar con esa cosa? ¿Sabes lo que es?
El hijo del dios del mar sacudió la cabeza, claramente desconcertado.―Tal vez es curiosidad sobre el barco. Tal vez――
Los tentáculos del monstruo azotaron la cubierta. Fiona jadeó. Trató de correr hacia él, y sintió que el mundo a su alrededor se ralentizaba, ¡solo que algo en su rodilla explotó! y ella gritó:―¡Percy!―entre su dolor cayó al suelo.
Uno golpeó a Percy en el pecho y lo envió a estrellarse por los escalones. Otro envolvió las piernas de Piper y la arrastró, gritando, hacia la barandilla. Docenas de tentáculos más se enroscaron alrededor de los mástiles, rodearon las ballestas y rasgaron el aparejo. Jason sacó su espada y trató de liberar a Piper, pero aún estaba débil. Su espada dorara cortó los tentáculos sin problemas, pero reaparecieron más, ocupando su lugar. Sam fue a ayudarlo, usando su propia espada que era demasiado grande para él, lo hacía lento y torpe. Fiona se quedó mirando el caos, sintiendo que estaba en su propio mundo y dolor, no solo en la rodilla, aunque eso dolía como una perra. Pero un golpe en su estómago cuando se dio cuenta...
Ella no podía correr. Ella había sido demasiado lenta. Ella perdió.
Fiona había sido demasiado lenta.
Sentía como si fuera esa niña otra vez, enfrentándose a los bullys junto a la fuente en Nueva Roma, excepto que, esta vez, no podía huir. Ni siquiera podía moverse. Estaba atrapada, congelada por el miedo cuando un tentáculo se acercó a ella. Tal vez solo lo estaba imaginando, pero casi podía escuchar la voz de su abuela susurrando "cobarde" en su oído justo cuando el tentáculo se envolvió alrededor de su cuerpo y Fiona gritó cuando la arrojaron del buque al agua.
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Cuando Fiona volvió a abrir los ojos, pensó que estaba soñando. Las voces a su alrededor eran distantes, envueltas en plumas amortiguadas, como si estuvieran hablando a través de una pared para llegar a ella, pero ella estaba encerrada. Estaba flotando... así que tal vez el monstruo la había matado,. Hasta que sus ojos se acostumbraron a la tenue luz y vio a Frank y Leo mirándola.
Ella frunció el ceño.―Oh, genial... morí y ahora tengo que lidiar con Leo Valdez por el resto de mi vida después de la muerte.
El hijo de Hefesto arrugó la nariz hacia ella.―Ouch. Entonces, supongo que es bueno saber que has vuelto a tu alegre yo.
Frank lo ignoró y se arrastró más cerca de su amiga.―¿Estás bien, Fiona?
―No.―soltó.―Me acaba de arrojar agua un Shrimpzilla, estoy lejos de estar bien.
Hizo una broma al respecto, pero fue más que eso. Fiona no podía correr. No pudo evitar que el monstruo lastimara a sus amigos, que lastimara a Percy... se había congelado, se le había doblado la rodilla y se dejó llevar por ella como la cobarde que su abuela siempre decía que era.
Se sentó.... o mejor dicho, se incorporó. Estaban bajo el agua, en una cueva del tamaño de los establos del Argo II. El musgo cubría el techo, fosforescente y bañando la habitación con un brillo azul verdoso. El suelo era una alfombra de erizos de mar y Fiona jadeó, acurrucándose lejos de ellos. Se alegró de estar flotando. Sin embargo, cuando se movió, su rodilla volvió a doblarse de dolor.
―Mierda.―odiaba cómo gemía de dolor, alcanzando el aparato ortopédico alrededor de su rodilla, especialmente frente a Leo Valdez. Ella no era lo suficientemente cercana a él como para que la viera débil. Pero después de todo lo que había pasado, Fiona no pudo contenerse. Sus manos temblaron alrededor del color que palpitaba en su rodilla y reunió algunas lágrimas, no podía correr.
―Oye, tienes que dejar de moverla todo el tiempo.―le dijo Leo.―Su tuviera mi cinturón de herramientas, podría agarrar un poco de cinta adhesiva y atarlo, pero――
―No necesito que lo aten.―dijo Fiona con los dientes apretados, pero la ira se desvaneció como el agua a su alrededor, reemplazada por un débil intento de ser su habitual distansiamiento.―Lo que necesito es una forma de salir de aquí, una forma de volver con todos los demás, aún podrían estar en peligro.
―Hasta donde yo sé, no podemos.―se quejó Frank.―Hasta ahora, solo estamos tú, yo, Leo y Hazel aquí abajo. Los chicos del caballo pez se llevaron a Hazel hace una hora.
No parecía herido, lo que fue un alivio para Fiona, pero sobresaltada, notó que su arco y carcaj habían desaparecido, así como el cinturón de herramientas de Leo. Presa del pánico, buscó su vaina: su pugio había desaparecido.
―Nos registraron.―dijo Frank.―Tomó cualquier cosa que pudiera ser un arma.
―¿Quién?―Fiona estaba furiosa, ¿Cómo se atrevían a quitarle la daga de su madre?―¿Quiénes son estos...?
―Chicos caballos-pescados.―aclaró Frank, lo cual no fue de mucha ayuda. Fiona frunció el ceño, tratando de buscar en la mitología para averiguarlo por sí misma.―Deben habernos agarrado cuando caímos al océanos y nos arrastraron... donde sea que estemos.
Se pellizcó el puente de la nariz.―Dioses, el monstruo camarón. Percy... ¿Percy está bien?
Leo frunció el ceño.―¿Es él todo lo que te importa?
Fiona sintió como si le hubieran golpeado cara. Ella lo miró y estalló de ira.―¿Qué?―chasqueó.―¿Como tú solo te preocupas por tu buque y nada más?
Sus ojos se pusieron lívidos.―¿Qué clase de estupidez...?
―Ella tiene un punto.―dijo Frank mirando a Leo con una mirada que rara vez había visto en él. El ingeniero vaciló y, de repente, le resultó difícil mirarlos a los ojos.
Tragó saliva y suspiró, jugueteando con sus manos.
―Mira... siento habernos metido en este lío. Lo arruiné totalmente.
―Pareces hacer eso mucho.―se burló Fiona.―¿Primero Nueva Roma, luego esto?
―Nueva Roma no fue...―se detuvo de nuevo y simplemente se dio por vencido. Al ver la mirada derrotada de su rostro, Fiona casi se sintió mal por lo que dijo, pero se lo merecía después del comentario que hizo sobre ella y Percy. Ella se preocupaba por los demás. Se preocupaba por todos ellos, incluso por Leo Valdez, incluso si nunca lo admitiría o demostraría.
Miró a Frank, tomando una respiración profunda.―Mira, Frank, Hazel y yo tomados de la mano... no es lo que piensas. Ella me estaba mostrando un flashback de su pasado, tratando de descubrir mi conexión con Sammy.
Fiona recordó la foto en Alaska, el chico al que Leo se parecía sorprendentemente, si no exactamente igual. La expresión de enojo de Frank comenzó a desatarse, reemplazada por curiosidad. Fiona también sintió curiosidad, ladeó la cabeza y escuchó.―¿Ella... lo descubriste?
―Si.―murmuró Leo.―Bueno, más o menos. No tuvimos la oportunidad de hablar de eso después debido al Shrimpzilla, pero Sammy era mi bisabuelo.
Les contó lo que Hazel y él habían visto. Era extraño, el hecho de que a Hazel le hubiera gustado el bisabuelo de Leo, que se parecía a él. Pero lo que parecía dolerle más, era que Hera (Juno, lo que sea), había estado moldeando su vida incluso antes de que naciera. Leo apretó los dientes.―Oh, hombre...―dijo una vez que terminó la historia.―No me siento muy bien. Pero juro por Styx que eso fue lo que vimos.
La boca de Frank estaba abierta como un pez gomoso.―Hazel... ¿A Hazel le gustaba tu bisabuelo? ¿Por eso le gustas tú?
―Frank, sé que esto es raro. Créeme. Pero no me gusta Hazel, no de esa manera. No me voy a acercar a tu chica.
Fiona de repente se sintió incómoda en esta conversación.
Frank frunció el ceño.―¿No?
Leo negó con la cabeza, pero miró hacia otro lado, distraído por otra cosa, o tal vez ancioso por distraerse para evitar la conversación. Fiona descubrió que él hacía eso mucho, especialmente cuando se trataba de Hazel, Frank y él.
Se aclaró la garganta y cambió de tema.―Bien, entonces...―miró a su alrededor.―Necesitamos hacer un plan. ¿Cómo estamos respirando? Si estamos bajo el océano, ¿no deberíamos ser aplastados por la presión de agua?
Frank se encogió de hombros.―Magia del chico pez-caballo, supongo. Recuerdo que el tipo verde me tocó la cabeza con la punta de una daga. Entonces pude respirar.
Leo estudió la situación.―¿Puedes sacarnos? ¿Convertirte en un tiburón martillo o algo así?
Frank negó con la cabeza con tristeza.―Mi cambio de forma no funciona. No sé por qué. Tal vez me maldijeron, o tal vez estoy demasiado desordenado para concentrarme.
―Está bien si no puedes, Frank.―le dijo Fiona.―Encontraremos otra forma.
―Eso es inusualmente amable de tu parte.―murmuró Leo.
Ella puso los ojos en blanco.―¿Has terminado con tus bromas molestas? Hazel podría estar en peligro, tenemos que salir de aquí.
Leo nadó hasta la puerta y pasó los dedos por el abulón. Frunció el ceño, concentrándose y sintiendo cada rincón y grieta, Fiona se preguntó si podía sentir los mecanismos (si los había).
―Ya lo he intentado.―dijo Frank.―E incluso si salimos, no tenemos armas.
Pero Leo solo levantó los dedos, tarareando en cuestión.―Huh... me pregunto...―el fuego de repente parpadeó sobre sus dedos. Por una fracción de segundo, parpadeó, sorprendido de que su plan hubiera funcionado, hasta que el fuego subió por su brazo y sobre su cuerpo hasta que estuvo completamente envuelto en un fino velo de llamas, asfixiándolo.
―¡Leo!―Frank se agitó hacia atrás, desesperado por alejarse del fuego. Fiona no sabía cómo ayudar, se congeló de nuevo, sintiendo que el corazón se le subía a la garganta. Ella no podía moverse, ella no podía moverse...
Leo logró ocultar su llama, deseando que se fuera y pudiera respirar de nuevo. Frank lo miró fijamente, todavía cauteloso.―¿Estás... estás bien?
―Si.―les gruñó Leo.―Gracias por la ayuda.
Fiona apartó la mirada, avergonzada. Se miró la rodilla y sintió la necesidad de llorar de nuevo. No lo hagas, se dijo a sí misma. Hazel podría estar en problemas.
―Lo... lo siento.―Frank parecía una mezcla entre horrorizado y avergonzado, hasta el punto de que la ira de Leo se disipó.―Yo solo... ¿Qué pasó?
―Magia inteligente.―dijo Leo.―Hay una fina capa de oxígeno a nuestro alrededor, como piel extra. Debe ser auto-regenerante. Así es como respiramos y nos mantenemos secos. El oxígeno le dio combustible al fuego, excepto que el fuego también me asfixió.
―Realmente no...―Frank tragó saliva.―No me gusta eso de invocar fuego que haces.
Fiona frunció el ceño con empatía, pero no se atrevió a decir nada con Leo cerca. No creía que Frank quisiera que él lo supiera, especialmente cuando el hijo de Hefesto soltó una carcajada.
―Hombre.―se rio entre dientes.―No voy a atacarte.
Fiona le lanzó una mirada y él se detuvo.―Fuego.―repitió Frank, como si esa palabra lo explicara todo... y lo hizo.
Leo se desplomó, dándose cuenta de lo falto de tacto que había encontrado. El frunció los labios.―Siento haberme reído.―dijo y Fiona pudo ver que hablaba en serio.―Mi... eh... madre murió en un incendio. Yo... yo entiendo lo que es tener miedo a eso.―su mirada cayó, sin saber qué decir o cómo actuar. Todo en lo que podía pensar era en la ironía de que Leo tenía poderes de fuego si experimentaba eso, y no creo que era bueno decirlo en voz alta. Pero eso también le dio un nuevo respeto por él. Aquí estaba él, usando este poder de fuego que mató a su madre... eso fue extremadamente valiente y si no un poco desinteresado.―¿Pasó, eh... pasó algo contigo?
Frank parecía estar sopesando qué decir. Fiona se quedó callada, pero asintió hacia él para decirle, está bien, estoy aquí.―Mi casa... la casa de mi abuela. Se quemó. Pero es más que eso...―miró los erizos de mar en el suelo.― Annabeth le dijo que podía confiar en la tripulación. Incluso en ti.
―Incluso yo, ¿eh? wow...―dijo Leo arrastrando las palabras.―Grandes elogios.
―Mi debilidad...―esta conversación hizo que Fiona alcanzara su collar, frunciendo los labios. Se preguntó si lo que sucedía a su rodilla podría ser solo otro juego, igualar las escalas del universo, o lo que sea...―Ahí está este trozo de leña...
La puerta se abrió y su conversación se interrumpió de forma abrupta.
En efecto, entraron dos chicos pez-caballo, como había descrito Frank. De cintura para arriba, eran más o menos humanos, con dagas en sus cinturones y piel verde, así como pinzas de langostas que sobresalían de sus cabezas como cuernos. De la cintura para abajo, tenían las patas delanteras de un caballo verde azulado, pero el cuerpo de caballo se transformó en una cola de unos tres metros de largo.
Los ojos de Fiona se agrandaron.
―¡Oh!―ella soltó.―¡Ustedes son los ictiocentauros!
Leo se detuvo, mirándola con incredulidad.―Ici... ¿qué?
―Ese es el término griego.―le dijo, esperando a que él lo supiera.
―Soy griego, sí, pero eso no significa que entiendo lo que Hades estás diciendo.
―Soy Bythos.―dijo el primer pez-centauro.―Interrogaré a Frank Zhang.
Su voz era tranquila y majestuosa, pero también firme, no había lugar para debate. Lo que obviamente significaba que uno de los dos semidioses con TDAH suplicaba demostrar que estaba equivocado.
―¿Por qué nos capturaste?―exigió Leo antes de que Fiona tuviera la oportunidad.―¿Dónde está Hazel?
Bythos entrecerró los ojos hacia Leo, como si dijera: ¿este pequeño humano se atreve a hablarme.―Tú, Leo Valdez, irás con mi hermano.
―¿Tu hermano?
Miró a la figura mucho más grande que se cernía detrás de Bythors con una sombra tan amplia que llenaba toda la entrada de la cueva.
―Si.―dijo Bythos con una sonrisa seca.―Trata de no hacer enojar a Afros.
Finalmente, sus ojos se posaron en Fiona.―Y tú, Fiona Midgrass, visitarás a Ethos en nuestra enfermería.
(Fiona no quería ir con los peces-centauros, pero se dio cuenta de que no tenía elección...)
+5 COMENTARIOS PARA PRÓXIMO CAPÍTULO :)
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