xl. Belleza sureña
capítulo cuarenta: belleza sureña.
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ANNABETH ESTABA HACIENDO que Fiona se sintiera mejor contándole historias de todas las veces que Percy había sido un "cerebro de alga marina", como ella lo llamaba. Se sentaron juntas en la litera, con Hazel y Piper entre ellas, las chicas se tomaron un tiempo a juntas a solas en un buque que parecía asfixiarlas con la cantidad de adolescentes idiotas.
―Él babea cuando duerme, ¿no es así?―Fiona no pudo evitar reír con la mano sobre la boca.
Annabeth asintió, riéndose.―Él abre mucho los ojos y está como...―ella puso su mejor imitación de Percy.―¿Qué...?―Hazel rio esta vez y Piper sonrió. Envolvió un brazo alrededor de Fiona y la atrajo a un abrazo lateral.
―Eso es muy exacto.―se rio Piper.
Annabeth asintió, diciendo: ¡Lo sé!
Pasar tiempo con ellas hacia que Fiona casi olvidara lo que que había pasado en el comedor con Jason y Leo hablando sobre Nico. Conocía a Jason, sabía lo cauteloso que era, cuánto tenía que planear, y luego planear dos veces y luego tres veces. Creció en el Campamento Júpiter, se convirtió en el mejor semidiós romano que el campamento quería. Un verdadero hijo de Júpiter, príncipe de cielo. Había cambiado desde la última vez que lo vio. Su tiempo en el Campamento Mestizo lo había relajado, permitiéndole tomar decisiones más arriesgadas y de última hora, pero esa parte de él todavía estaba allí, luchando contra ese nuevo lado. Todavía estaba enfadada con él, pero lo comprendía, porque lo comprendía a él.
¿Leo, por otro lado? Esa fue una historia diferente. Tal vez era porque él era tan ruidoso y desagradable hasta el punto en que Fiona no quería conocerlo, pero él sabía cómo hacer hervir su sangre. Eran polos opuestos y seguramente chocarían más en el futuro.
Pero en este momento, Fiona estaba feliz de estar rodeada de chicas. Apenas conocía a Annabeth y Piper y, sin embargo, aquí estaban, asegurándose de que ella y Hazel estuvieran bien. Piper se había enfrentado a su propio novio y mejor amigo. Fiona nunca había experimentado una amistad con una chica, excepto con su hermana, tal vez porque siempre fue muy competitiva. Pero ella también había cambiado. La competencia seguía siendo importante pero ¿hasta el punto de que se encerraba a sí misma, alejándose de los demás? No tanto. Le permitió reírse y sonreír con estas heroínas griegas y tal vez sentirse en paz, como si hubiera sido amiga de ellos durante mucho tiempo.
Eso fue hasta que el momento se desvaneció y Frank irrumpió.―¿Dónde está Leo?―jadeó.―¡Quítate! ¡Quítate!
Las cuatro chicas se pusieron de pie.―¿Dónde está Percy?―preguntó Fiona, la preocupación acumulándose en su estómago.―¿Y el entrenador Hedge?
Frank se agarró las rodillas y se dobló para tratar de respirar. Su ropa estaba rígida y húmeda, como si hubiera sido lavada con almidón puro.―En cubierta. Están bien. ¡Nos están siguiendo!
Fiona pasó junto a él y subió los escalones tres en tres, Annabeth, Hazel y Piper justo detrás de ellas con Frank detrás, todavía sin aliento. Percy y Hedge se acostaron en la cubierta, luciendo exhaustos. Al fauno le faltaban los zapatos, sonreía al cielo y murmuraba: impresionante, impresionante.
Corriendo a su lado, Fiona se dejó caer al lado de Percy. Estaba cubierto de muescas y rasguños, como si hubiera saltado a través de una ventana. Parecía pálido, cansado, exactamente como cuando estaba en la isla cuando vio a Polibotes. Fiona le puso el dorso de la mano en la frente y se sobresaltó al notar que ardía. Percy no dijo nada, pero simplemente le quitó la mano de su frente y la agarró débilmente, como diciendo: estaré bien, tan pronto como el mundo deje de girar.
Leo, Sam y Jason, que todavía estaban comiendo en el comedor, subieron corriendo las escaleras.
―¿Qué? ¿Qué?―Leo gritó, sosteniendo un sándwich a medio comer.―¿Puede un chico siquiera tomar un descanso para almorzar? ¿Qué pasa?
―¡Estamos siendo seguidos!―Frank volvió a gritar.
―¿Seguidos por qué?―preguntó Jason, ya alcanzando su arma.
―¡No lo sé! ¿Ballenas? ¿Monstruos marinos? ¡Tal vez Kate y Porky!
―¿Kate y Porky?―Sam se rascó el cuero cabelludo.
Annabeth parecía lista para estrangular a Frank, pero se calmó.―Sam, baja.―su hermano le frunció el ceño, a punto de discutir, pero ella le frunció el ceño.―¡Ahora!―el hijo de Atenea apretó los dientes, pero se apresuró a bajar, refunfuñando para sí mismo. Con eso manejado, se volvió hacia Frank.―Eso no tiene ningún sentido. Leo, será mejor que nos saques de aquí.
El maquinista se metió el emparedado entre los dientes y corrió hacia el timón. El Argo II pronto estuvo en el aire, y Annabeth manejaba la ballesta de popa. Fiona se quedó con su novio, ayudándolo a levantarse con un brazo sobre su hombro. Él entrenador Hedge y Frank no comenzaron a recuperarse hasta que el horizonte de Atlanta fue una mancha borrosa en la distancia.
―Charleston.―logró decir Percy, agarrándose de Fiona en busca de apoyo. Todavía sonaba conmocionado, y su preocupación solo aumentó.―Pon rumbo a Charleston.
―¿Charleston?―el nombre parecía traerle malos recuerdos a Jason.―¿Qué encontraste exactamente en Atlanta?
Frank abrió la cremallera de su mochila, aún respirando con dificultad y comenzó a sacar cosas.―Algunas conversas de durazno. Un par de camisetas. Un guante de nieve. Y... um... estas no... en realidad... unas esposas chinas.
Annabeth resopló por la nariz como para decirse a sí misma: mantén la calma.―¿Qué tal si comenzamos con la historia y no con la mochila?
Reuniéndose en el alcázar para que Leo pudiera escuchar la conversación mientras navegaba, Frank y Percy se turnaron para explicar lo que había sucedido. Sam se había reunido con ellos desde debajo de la cubierta, luciendo muy molesto por haber sido enviado abajo por nada. Se paró tan lejos de su hermana como pudo, con los brazos cruzados y mirando la madera a sus pies.
Cuando Percy explicó acerca de las criaturas marinas cautivas en el acuario, Fiona entendió por qué estaba tan molesto. Incluso ella estaba lívida, apretando los puños.―¿Cómo se atreven? Necesitamos ayudarlos.―se volvió hacia Annabeth, su líder por su aporte.
―Lo haremos.―Percy dijo en su lugar.―Con el tiempo. Pero ahora tengo que averiguar. Ojalá...―negó con la cabeza.―No importa. Primero tenemos que lidiar con esta recompensa por nuestras cabezas.
Ahora que no se hablaba de la lucha que soportaron, el entrenador Hedge estaba aburrido y caminó hacia la proa del buque, practicando sus patadas giratorias y felicitándose por su técnica.
Annabeth agarró la empuñadora de su daga, molesta.―Una recompensa por nuestras cabezas... como si no hubiéramos atraído suficientes monstruos ya.
―¿Tenemos carteles de SE BUSCA?―Leo preguntó, arriesgándose a mirar hacia atrás desde donde navegaba el barco.―¿Y tienen nuestras recompensas, como, desglosadas en una lista de precios?
Hazel arrugó la nariz hacia él.―¿De qué estás hablando?
―Solo tengo curiosidad por cuánto estoy siendo buscado estos días.―Leo se encogió de hombros.―Quiero decir, puedo entender que no sea tan caro como Percy o Jason, tal vez... pero, ¿valgo como dos Franks o tres Franks?
―¡Ey!―Frank se quejó.
Fiona estuvo de acuerdo, frunciendo el ceño hacia Leo.―Frank valdría más que tú, confía en mí. ¿Y por qué no valgo lo mismo que Jason? Quiero decir, puedo controlar――
―Basta ya.―ordenó Annabeth y los tres se quedaron en silencio.―Al menos sabemos que nuestro próximo paso es ir a Charleston, para encontrar este mapa.
Piper se apoyó contra el panel de control. Su mirada era distante y Fiona se preguntó si había visto algo en su daga recientemente.―Un mapa.―murmuró.―¿Pero un mapa de qué?
―La marca de Atenea.―Percy miró con cautela a Annabeth. Ella apretó la mandíbula y miró hacia otro lado.―Sea lo que sea.―continuó.―Sabemos que conduce a algo importante en Roma, algo que podría cerrar a brecha entre romanos y griegos.
Esto hizo que Fiona entrecerrara los ojos mientras pensaba, tratando de filtrar su conocimiento de la mitología para descubrir lo que podría ser.
―La perdición de los gigantes.―agregó Hazel con suave realización y Percy asintió.
―Y en mis sueños, los gigantes dijeron algo sobre una estatua.
El ceño fruncido de Fiona se profundizó. ¿Una estatua? Se le ocurrió una idea y se le revolvió el estómago. No, no puede ver... Nadie vio sus ojos agrandarse y pronto lo ocultó. No, por supuesto que no lo es, se reprendió a sí misma. Nadie sabe dónde está eso, probablemente ya ni siquiera exista.
―Um...―Frank hizo rodar sus esposas chinas (esperen, no, no tan exactamente chinas) entre sus dedos con nerviosismo.―Según Forcis, tendríamos que estar locos para encontrarlo. Pero, ¿Qué es?
Todos miraron a Annabeth en busca de respuestas, peor ella no parecía querer darlas, lo supiera o no. Fiona la estudió, preguntándose si tal vez podrían estar pensando lo mismo. Se miraron a los ojos y hubo un atisbo de sospecha en los tonos grises de Annabeth antes que desapareciera, como si se regañara a sí misma por pensar lo que pensaba.―Estoy cerca de una respuesta.―dijo en su lugar.―Sabré más si encontramos este mapa. Jason, la forma en que reaccionaste ante el nombre de Charleston... ¿has estado allí antes?
La mirada de Jason miró con inquietud a Piper, pero fue tan rápido que Fiona pensó que se lo había imaginado.―Si.―admitió.―Reyna y yo hicimos una misión allí hace aproximadamente un año. Estábamos recuperando armas de oro imperial del CSS Hunley.
―¿El qué?―Piper arqueó una ceja.
―Fue el primer submarino militar exitoso.―dijo Fiona mientras Leo soltaba un:―¡Vaya! Es el primer submarino militar exitoso.―los dos se miraron, un aire incómodo se apoderó de ellos, ya que ambos habían dicho la respuesta al mismo tiempo. Fiona levantó la nariz, ew, tenía algo en común con él. Rápidamente apartó la mirada y lo dejó continuar.―Uh... es de la Guerra Civil. Siempre quise ver eso.
―Fue diseñado por semidioses romanos.―dijo Jason.―Contenía un alijo secreto de torpedos dorados imperiales, hasta que lo rescatamos y lo trajimos al Campamento Júpiter.
Hazel se cruzó de brazos.―¿Así que los romanos pelearon del lado confederado? Como una niña cuya abuela era una esclava, ¿puedo decir que... no está bien?
Jason puso sus manos frente a él en señal de rendición.―Yo personalmente no estaba vivo entonces. Y no estaban todos los griegos en un lado y los romanos en el otro. Pero sí. No genial. A veces los semidioses toman malas decisiones.―su mirada se volvió tímida, mirando entre Hazel y Fiona.―Como que a veces somos demasiado desconfiados... y hablamos sin pensar.
Fiona tardó un momento en darse cuenta de que se estaba disculpando. Oh... ¿Cómo reaccionaría ella a eso?
Jason le dio un codazo a Leo.
―¡Ay!―gritó pero entendió.―Quiero decir, sí... malas elecciones. Como no confiar en los hermanos de las personas que, ya sabes, podrían necesitar ser salvados, eh, hipotéticamente hablando.
Hazel frunció los labios. Las dos hermanas compartieron una mirada, antes de decidir perdonarlos.―Bien.―dijo Fiona, cruzando los brazos.―Pero volvamos a Charleston. ¿Estás diciendo que deberíamos revisar ese submarino de nuevo?
Jason se encogió de hombros.―Bueno... se me ocurren dos lugares en Charleston en los que podríamos buscar. El museo donde guardan el Hunley, ese es uno de ellos. Tiene muchas reliquias de la guerra civil. Un mapa podría estar escondido en una. Yo conozco el diseño. Podría liderar un equipo adentro.
―Iré.―dijo Leo.―Eso suena genial.
Jason asintió, dándole a su amigo una pequeña sonrisa. Se volvió hacia Frank, que intentaba sacar los dedos de las esposas chinas con el ceño fruncido.―Tú también deberías venir, Frank. Puede que te necesitemos.
Frank parecía sorprendido.―¿Por qué? No es como que fuera muy bueno en ese acuario.
―Lo hiciste bien.―le aseguró Percy.―Nos tomó a los tres romper ese vidrio.
―Además, eres un hijo de Marte.―dijo Jason.―Los fantasmas de las causas derrotadas están obligados a servirte. Y el museo Charleston tiene muchos fantasmas confederados. Necesitamos que los mantengas a raya.
Frank frunció los labios. Volvió a manipular las esposas.―Está bien.―finalmente cedió.―Claro...―frunciendo el ceño ante sus dedos, trató de sacarlos de la trampa.―Uh, ¿cómo...?
Leo se rio entre dientes.―Hombre, ¿nunca los has visto antes? Hay un truco simple para sacarlos de la trampa.
Frank tiró de nuevo sin suerte. Apretó los dientes, concentrándose. Luego, para su alarma, desapareció y se redujo a una pequeña iguana verde agazapada junto a un juego vacío de esposas chinas.
―Bien hecho, Frank Zhang.―dijo Leo secamente.―Así es exactamente cómo la gente vence las esposas chinas. Se convierten en iguanas.
Los semidioses se echaron a reír. Fiona esbozó una sonrisa pequeña y se encontró con la mirada de Frank para asegurarle, que se estaban riendo con él, no de él. El chico volvió a su forma normal y esbozó una sonrisa avergonzada.―De todos modos.―dijo, ansioso por cambiar de tema.―El museo es un lugar para buscar. Pero... uh... Jason, ¿dijiste que habían dos?
La sonrisa se desvaneció de su rostro.―Sí.―dijo Jason con rigidez.―El otro lugar se llama Battery, es un parque justo al lado del puerto. La última vez que estuve allí... con Reyna. Vimos algo en el parque. Un fantasma o algún tipo de espíritu, como una belleza sureña de la guerra civil, brillando y flotando. Tratamos de acercarnos, pero desaparecía cada vez que lo intentábamos. Entonces, Reyna tuvo ese sentimiento, ella dijo que debería intentarlo sola. Como si tal vez solo le hablaría a una chica. Se acercó al espíritu sola y, efectivamente, le habló a ella.
Todos esperaron en silencio a que continuara, pero no lo hizo.
―¿Qué dijo?―preguntó Annabeth.
―Reyna no me dijo.―admitió Jason.―Pero debió haber sido importante. Ella parecía... conmocionada. Tal vez recibió una profecía o alguna mala noticia. Reyna nunca actuó de la misma manera conmigo después de eso.
Fiona frunció el ceño. A ella no le gustó el sonido de eso. Annabeth frunció los labios.―Una aventura de chicas entonces.―dijo.―Piper, Fiona y Hazel pueden venir conmigo.
Fiona asintió, solo para darse cuenta de que sin Leo, Jason y Frank más ellas también, Percy se quedaría solo con el entrenador Hedge y Sam... lo que probablemente no era lo mejor que podía hacer como novia cariñosa... Pero por otro lado, parecía como si necesitara un momento a solas para descansar. Se miraron a los ojos y él asintió tranquilizadoramente, diciendo: sí, todo irá bien.
Annabeth observó el intercambio y asintió ella misma.―Entonces está resuelto.―se volvió hacia Leo, que estaba estudiando su consola, escuchando los crujidos y chirridos de Festus.―Leo, ¿Cuánto tiempo tardaremos en llegar a Charleston?
―Buena pregunta.―murmuró.―Festus acaba de detectar un gran grupo de águilas detrás de nosotros: el radar de largo alcance aún no está a la vista.
Piper se inclinó sobre la consola, sus ojos se volvieron sombríos.―¿Estás seguro de que son romanos.
Leo puso los ojos en blanco.―No, Pipes. Podría ser un grupo aleatorio de águilas volando en formación perfecta, por supuesto, ¡son romanos! Supongo que podríamos dar la vuelta al buque y pelear.
―Sí, mala idea.―dijo Fiona.―Eso eliminaría cualquier duda de que somos enemigos de Roma.
―O, tengo otra idea.―Leo levantó un dedo para decirle: no me dejaste terminar.―Si fuéramos directamente a Charleston, podríamos estar allí en unas pocas horas. Pero las águilas nos alcanzarían y las cosas se complicarían. En cambio, podríamos enviar un señuelo para engañar a las águilas. Tomamos el buque en un desvío, vamos por el camino largo a Charleston y llegamos mañana por la mañana...―Fiona fue a protestar, pero Leo levantó el dedo más alto para callarla.―Sí, lo sé, lo sé. Nico está en problemas y tenemos que darnos prisa.
―Es el veintitrés de junio.―Sam levantó la mano, hablando por primera vez en todo el rato.―Después de hoy, son cuatro días más. Luego muere.
―¡Sí, lo sé! Pero esto podría desviar a los romanos de nuestro rastro. Todavía deberíamos tener suficiente tiempo para llegar a Roma.
Hazel frunció el ceño.―Cuando dices que deberíamos tener suficiente...
Leo hizo una mueca.―¿Cómo se sientes acerca de apenas lo suficiente?
Fiona volvió a apretar los puños. Quería cortarle la garganta, pero se calmó. Tomando una respiración profunda, ella asintió.―Está bien, está bien. Leo, ¿de qué tipo de señuelo estás hablando?
Él le envió una sonrisa traviesa.―¡Estoy contento de que hayas preguntado!
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