xiv. Esteriotípico

capítulo catorce:  esteriotípico.

✿✼:*゚:༅。.。༅:*・゚゚・⭑

FIONA DESPERTÓ ABRUPTAMENTE. Alguien la estaba sacudiendo, y ella estaba a punto de atacar a quien se atrevió, pero cuando vio la mirada preocupada en el rostro de Percy, frunció el ceño. Sin embargo, no necesitaba preguntar, porque escuchó a Frank tratando desesperadamente de despertar a Hazel con palabras de pánico y desesperación.

—Ella no despierta.—dijo Percy.—Lo estamos intentando, pero...

Fiona no necesitó que se lo dijeran dos veces.—Llévanos a tierra.—le ordenó al hijo de Neptuno. Él quiso interrogarla, pero ella simplemente agregó:—¡Ahora!

Cuando el bote giró bruscamente a la izquierda y se precipitó a través del agua, Fiona superó su miedo y subió al segundo asiento. Tomó a Hazel de Frank y la sostuvo en sus brazos. La sacudió suavemente, susurrando:—Hazel, vamos, despierta. Vamos. Estás bien, solo despierta. Todavía estás aquí...

—¿Qué le pasa?—Frank preguntó, preocupado.—¿Ella está bien? ¿Es el mareo...?

—No.—respondió Fiona. ¡Maldita sea, Hazel! ella no pudo evitar pensar. ¡Deja de desmayarte! (Era más fácil decirlo que hacerlo, ella lo sabía, pero se preocupaba demasiado cuando se desmayaba).—¿Por qué no me dijeron que se había desmayado?

—¡Pensé que se había quedado dormida!—Frank respondió de nuevo.—Y estabas dormida——

—¡Bueno, debieron haberme despertado!—Fiona puso a Hazel más erguida y le apartó el cabello rizado del rostro.—Vamos, Hazel. Es hora despertar.

—Ella va a estar bien, ¿no es así?

—Sí... sí, ella estará bien...—murmuró Fiona, todavía sacudiéndola ligeramente para despertarla. No dijo nada más hasta que Percy los llevó a tierra firme para desembarcar. Con la ayuda de Frank, sacó a Hazel del bote y la llevó a la orilla.

El cielo resplandecía de estrellas. Fiona sabía que los demás la miraban con el ceño fruncido, preguntándose qué escondían ella y Hazel, pero en ese momento no le importaba. Todo lo que le importaba era despertar a Hazel de su pesadilla.

Y cuando finalmente abrió los ojos, dejó escapar un suspiro de alivio y se recostó.

Hazel se incorporó aturdida. Estaban en un acantilado con vistas a la playa, el océano brillando a la luz de la luna a unos treinta metros de distancia. El oleaje azobata suavemente la popa del barco varado.

A su derecha, pegado el borde del acantilado, había un faro.

—¿Dónde estamos?—ella preguntó.

Frank suspiró, aliviado.—¡Gracias a los dioses que estás despierta! Estamos en Mendocino, a unas ciento cincuenta millas al norte del Golden Gate.

—¿Ciento cincuenta millas?—Hazel gimió.—¿He estado fuera tanto tiempo?

Percy se arrodilló a su lado, su hombro rozando el de Fiona mientras ponía su mano en la frente de Hazel para saber si tenía fiebre.—No pudimos despertarte. Finalmente decidimos traerte a tierra. Pensamos que tal vez era mareo——

—No fue el mareo.—respiró hondo.

—Si...—murmuró el hijo de Neptuno, mirando de reojo a Fiona.—Fiona dijo lo mismo...

Advirtió su mirada, enfocándose en Hazel mientras sus ojos dorados se oscurecían por la verguenza. Su hermana asintió levemente y Fiona frunció los labios.—Yo... no he sido honesta con ustedes.—susurró.—Lo que pasó fue un desmayo. Los tengo de vez en cuando.

—¿Un desmayo?—Frank tomó la mano de Hazel, lo que la sobresaltó.—¿Es una condición médica? ¿Por qué no me habías dicho antes?

—Trato de ocultarlo.—admitió.—Fiona lo sabe, Nico también... He tenido suerte hasta ahora, pero está empeorando. No es una condición médica... no realmente. Nico dice que es un efecto secundario de mi pasado, de donde me encontró.

Los intensos ojos verdes de Percy eran difíciles de leer. Fiona no estaba segura si estaba preocupado o cauteloso.—¿Dónde te encontró Nico exactamente?—preguntó.

Fiona observó a Hazel, preocupada. No quería que volvira a perder el conocimiento solo describiendo su viaje desde los Prados Asfódelos hasta la vida.—Les explicaré.—prometió. Ella miró a su alrededor en busca de su mochila antes de preguntar:—¿Hay... hay algo para beber?

—Si.—Percy dijo y luego murmuró una maldición en griego. ¿Qué pasaba con él y el griego?—Eso fue tonto. Dejé los suministros en el bote.

Hazel se frotó la frente, avergonzada.—No importa. Puedo caminar...

—Ni siquiera pienses en eso.—dijo Frank.—No hasta que hayas comido y bebido algo. Yo traeré los suministros.

—No, bíceps de percebe y yo iremos.—Fiona miró la mano de Frank sobre la de Hazel, se merecían tiempo a solas y ella no quería ser la tercera rueda entre los dos.—Ustedes dos quédense aquí, regresaremos enseguida.

Se puso de pie y tiró de Percy con ella.

—¿Estás segura?—Hazel dijo débilmente.—No quiero que——

—Está bien.—dijo Percy.—Frank, solo mantén los ojos abiertos. Algo sobre este lugar... no sé...

—La mantendré a salvo.—prometió Frank.

Fiona asintió y ella y Percy regresaron al bote. Hicieron su camino en silencio por unos minutos. Fiona no estaba segura de qué hacer o decir a Percy. No eran cercanos y, sin embargo, él era una de las primeras personas con las que Fiona quería estar cerca, y no era solo porque le gustaba en secreto. Tenía que ignorar eso, porque era injusto para él. Tenía amnesia, podría haber dejado atrás a alguien que realmente le importaba, a alguien que amaba incluso. Fiona no quería competir con otro fantasma. Ella recordó lo que le dijo: me recuerdas a alguien.

Ella frunció los labios y jugó con su pugio.—Hey, ¿puedo preguntarte algo?

Percy parpadeó, sorprendido por su voz. Pero pronto se recuperó y asintió.—Si, claro, adelante.

Fiona trazó el intrincado diseño de su pugio.—Tú... dijiste ayer que te recordaba a alguien. ¿Era ese... ese alguien esta chica Annabeth?

Percy frunció el ceño, teniendo que pensar en ello.

—Sí... estoy bastante seguro. No todo, solo... algunas cosas. Como, ambas son muy inteligentes y muy buenas peleando con una daga... creo que ustedes dos serían amigas si se conocieran...

—Claro...—murmuró ella. Llegaron a la orilla. En el reflejo de la luz de la luna en el agua, Fiona pudo ver un mechón gris en el cabello de Percy.—Entonces... ¿ustedes dos estaban, como, juntos o...?

—No lo creo.—Percy se volvió hacia ella ligeramente confundido por la pregunta.—Al menos, no recuerdo que fuéramos... claro, apenas recuerdo algo... así que...—Fiona asintió, sin decir nada.—¿Por qué?

Ella se encogió de hombros, esperando en que bajo la luz de la noche, él no notara su sonrojo. Ella agarró su mochila y la de Hazel y las cargó en sus hombros mientras que Percy tomaba la suya y la de Frank.—Solo quiero saber algo de ti.—no estaba mintiendo exactamente.—Vamos a emprender uns búsqueda peligrosa juntos y todo lo que sé es que tu nombre es Percy Jackson, que eres más inteligente de lo que pareces, que eres hijo de Neptuno y tienes un deseo incontrolable de muerte al faltarle el respeto a los dioses.

—También me gusta el color azul.—agregó sin rodeos y Fiona arqueó una ceja, sin poder evitar reir.

—Oh, wow, eres un hijo tan esteriotípico de Neptuno.—sonrió.—Déjame adivinar, ¿también te encanta la comida azul?

Percy le dedicó una sonrisa nerviosa y ella se burló. Qué idiota. El semidiós más poderoso que Fiona había visto aparte de Nico, era un idiota que le gustaba el color azul. La hizo sonreír y sacudir la cabeza suavemente.

Juntos, comenzaron a hacer su camino de regreso. Fiona observó cómo sus pies dejaban huellas en la arena.—Me gusta el color rosa.

Él la miró, sorprendido. Fiona sabía lo que se avecinaba y lo miró con los ojos entrecerrados.—Sí, lo sé. Hija de Plutón, personita enojada, agresiva, le gusta el color rosa. Adelante, sácalo, ríete de mi.

Percy negó con la cabeza, sofocando su risa.—No me estoy riendo.

—Si que lo haces.—Fiona lo empujó a un lado, pero no pudo evitar reír.


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