xiii. Y así comienza

capítulo trece: y así comienza.
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FIONA ESTARÍA MINTIENDO SI dijera que nunca estuvo nerviosa, porque en este momento se sentía aterrorizada. Mientras Bobby, uno de sus compañeros de cuarto, los llevó al borde del valle ne Hannibal el elefante, Fiona agarró su collar como si fuera su salvavidas (bueno, porque, técnicamente, lo era). No quería admitir que esta sería su primera misión. Y aunque estaba muy decidida a ganar (porque, ¿Cuándo no lo estaba?), sentía que también iba a fallar para todos los demás, lo cual era un patrón de pensamiento muy contradictorio y solo empeoró sus nervios.

No quería fallar a sus amigos, a sus compañeros legionarios, a su familia... este era su hogar y podía ser destruído en pocos días. Fiona no podía permitir que eso sucediera y, sin embargo, esa molesta voz en el fondo de su mente seguía susurrando: pero tal vez lo hagas...

No pienses así, se maldijo Fiona. Ganarás, triunfarás, triunfaremos.

Se bajaron del elefante. Bobby les deseó un buen viaje. Luego, el servicio de taxis de elefantes regresó al valle. Fiona respiró hondo, tratando de mantener una fachada fuerte, confiada y decidida. Ella ganaría esto.

Con los dedos trazando el colgante de hueso, vio a Percy volverse hacia ella, Hazel y Frank, como si buscara algo optimista que decir.

Pero una voz familiar los interrumpió:—Identificaciones, por favor.—Terminus apareció en la cima de la colina. El rostro de mármol del dios frunció el ceño con irritación.—¿Y bien? ¡Rápido!

Fiona rodó los ojos, pero hizo lo que le dijo. Percy, sin embargo, frunció el ceño ante la estatua y soltó.—¿Tú otra vez? Pensé que protegías la ciudad.

Este chico...

Terminus resopló.—También me alegro de verlo, señor Rule Flouter. Normalmente, sí, vigilo la ciudad, pero para las salidas internacionales me gusta brindar seguridad adicional en los límites del campamento. Realmente debería haber esperado dos horas antes de la hora de salida prevista. Ya sabes, pero tendremos que arreglárnoslas. Ahora, ven aquí para que pueda registrarte.

—Pero no tienes...—Percy se detuvo a sí mismo, lo cual fue una elección muy sabia.—Uh, seguro.

Se paró junto a Terminus y realizó un riguroso registro mental.—Pareces estar limpio.—dijo.—Y tienes algo que declarar.

—Si.—contestó Percy.—Declaro que esto es estúpido.

Fiona lo golpeó levemente en la nuca. Este estúpido, lindo y apuesto idiota...—¿Quieres que te conviertan en nada?

Percy dejó escapar un pequeño: "Ay..." mientras se frotaba la nuca.

Terminus volvió a hablar, ahora sonaba molesto.—¡Hm! Tablilla de Probatio: Percy Jackson, Quinta Cohorte, hijo de Neptuno. Bien, vete. Fiona Midgrass, hija de Plutón. Puedes irte. Hazel Levesque, hija de Plutón. Vete. ¿Alguna moneda extranjera o, ejem, metales preciosos?

—No.—murmuró ella.

—¿Estás segura?—preguntó Terminus.—Porque la última vez——

—¡No!

—Bueno, qué gruñones son todos en este grupo.—dijo el dios.—¡Viajeros en misión! Siempre apurados. Ahora, veamos, Frank Zhang. ¡Ah! ¿Centurión? Bien hecho, Frank. Y ese corte de pelo es reglamentariamente perfecto. ¡Lo apruebo! Vaya, entocnces, Centurión Zhang. ¿Neceitas alguna dirección?

—No. No, supongo que no.

—Solo hasta la estación BART.—dijo Terminus de todos modos.—Cambien de tren en la calle doce en Oakland y diríganse a la estación Fuitvale. Desde allí, pueden caminar o tomar el autobús hasta Alameda.

—¿Ustedes no tienen un tren mágico o algo así?—preguntó Percy.

—¡Trenes mágicos!—Terminus se burló.—Querrás tu propio carril de seguridad y un pase para el salón ejecutivo a continuación. Solo viaja con seguridad y vigila a Polibotes. ¡Hablando de burladores, bah! Desearía poder estrangularlo con mis propias manos.

—Espera, ¿quién?

Terminus hizo una expresión tensa, como si estuviera flexionando sus bíceps... excepto, ya saben, no existían.

—Ah, bueno, solo tengan cuidado con él. Me imagino que puede oler a un hijo de Neptuno a una milla de distancia. Adelante, ahora. ¡Buena suerte!

Una fuerza invisible los empujó a través del límite. Fiona miró hacia atrás para mirar a la estatua, peor él se había ido junto con el resto del valle.

Percy frunció el ceño hacia ellos.—¿Alguna idea de lo que Terminus estaba hablando? Cuidado con... ¿Político algo así?

—¿Po-li-bo-tes?—Hazel pronunció el nombre con cuidado.—Nunca escuché de él.

—Suea griego.—dijo Frank.

Fiona arqueó una ceja hacia él, mientras que Percy suspiró.—Eso reduce el número. Bueno, probablemente acabamos de aparecer en el radar de olores para cada monstruo en un radio de cinco millas. Será mejor que nos pongamos en marcha.

Llegaron a los muelles de Alameda a últimas horas de la tarde. Fiona, al igual que los demás, nunca había visto la armada del Campamento Júpiter y mucho menos sabía que tenían una. Con las manos jugando con su propio pugio. Fiona salió hacia el océano de la Bahía de San Francisco. El aire del mar golpeaba su piel, era una brisa fresca. Pero las aguas parecían peligrosas, como si estuvieran listas para tragársela entera. Fiona esperaba que al estar en una misión con el hijo de Neptuno, su padre no decidiera matarla al azar por estar viva... pero tenía miedo de tener esperanzas.

Al estar cerca de los dominios de su padre, parecía que Percy se había quitado un peso de encima. Respiró el aire salado y Fiona lo vio sin sombras en su rostro. Parecía tranquilo, relajado, en paz. Le gustó la mirada suave en su rostro, que era completamente diferente al ceño fruncido y la confusión que había tenido todo el día anterior.

Docenas de barcos estaban amarrados en los muelles, desde yates de quince metros hasta barcos de pesca de tres metros. Fiona escaneó las naves en busca de algún tipo de transporte mágico, pero tenía problemas para encontrar algo fuera de lo común.

—Um...—Percy la miró.—¿Sabes lo que estamos buscando?

—Ni siquiera sabía que teníamos una armada.—murmuró Hazel, que tampoco le gustaba el agua.

—Oh...—Frank señaló.—¿No crees...?

Al final del muelle había un pequeño bote, como un bote, cubierto con una lona púrpura. Bordado en oro desteñido a lo largo estaba SPQR. Fiona dejó escapar un suspiro... ¿por qué no le sorprendió?

La confidencia de Percy vaciñó.—De ninguna manera...

Destapó el bote y Fiona observó, bastante impresionada, cómo Percy trabajaba en los nudos, como si lo hubiera estado haciendo toda su vida. Debajo de la lona había un viejo bote de remos de acero. El bote había sido pintado de azul oscuro en un punto, pero el casco estaba tan cubierto de alquitrán y sal que parecía un enorme hematoma de náutica. En la proa, el nombre Pax todavía se podía leer, con letras doradas. Los ojos pintados caían tristes al nivel del agua, como si el bote estuviera a punto de dormirse. A borde había dos bancos, algo de lana de acero, una hielera vieja y un montículo de cuerda deshilachada con un extremo atado al amarre. En el fondo del bote, una bolsa de plástico y dos lastas de coca-cola vacías flotaban varias pulgadas de agua sucia y espuma.

—He aquí.—murmuró Fiona.—La poderosa armada romana...

—Viva.—añadió Frank débilmente.

—Tiene que haber un error.—dijo Hazel.—Esto es un pedazo de basura.

Percy apretó la mandíbula, pero saltó a bordo de todos modos. Recogió la basura en la hielera y la puso en el muelle. Deseó que el agua sucia fluyera por los costados y fuera del bote. Fiona exhaló, atónita al verlo señalar la lana de acero y esta voló por el suelo, fregando y puliendo tan rápido que el acero empezó a dar humo. Cuando terminó, el bote estaba limpio. Entonces, Percy señaló la cuerda y esta se desató sola del muelle.

—Esto servirá.—decidió.—Suban.

Fiona parpadeó, volvió a enfocarse e ignoró el hecho de que lo había estado mirando todo el tiempo y rápidamente subió al bote. Por favor, no me mates, Neptuno. Rezaba una y otra vez mientras el barco se inclinaba y giraba bajo su peso. No queriendo quedar como una tonta frente a Percy y los demás, Fiona apretó los dientes e hizo todo lo posible por no tropezar. Se sentó en el asiento delantero junto a Percy, sabiendo que si iba a estar más segura con alguien en el agua, sería él. Frank y Hazel se acomodaron en los asientos traseros y Percy cerró los ojos. Respiró hondo y el bote se alejó del muelle.

Fiona agarró los bordes del asiento con tanta fuerzas que sus nudillos estaban blancos cuando el agua los rodeó. El viento soplaba contra su cabello oscuro, haciendo que su cola de caballo estuviera mucho más desordenada de lo que ya estaba. El bote se balanceó de repente, y Fiona jadeó, mirando a Percy como si dijera: ¿perdón?

—Sal de mi nave.—en su lugar gruñó, concentrado en la nada.

Fiona pensó que estaba hablando con ella. La chica se quedó boquiabierta, sorprendida.—Espera, ¿qué?

Él se encontró con su mirada antes de sacudir rápidamente con la cabeza.—Nada.—le dijo.—Veamos qué puede hacer este bote.

Giró el Pax hacia el norte, y en poco tiempo estaban cruzando el agua a toda velocidad, en dirección al puente Golden Gate. Fiona trató de decirse a sí misma que estaba bien, que iba a estar bien, que no iba a morir... pero su collar parecía quemar contra su piel, burlándose de ella y diciéndole que, de hecho, podía morir en cualquier momento. De nuevo.

Pasaron los muelles a lo largo del Embarcadero de San Francisco, acelerando junto a una ola de mar holgazaneando en los muelles y Fiona juró ver a un viejo vagabundo sentado ahí. Desde el otro lado del agua, el anciano señaló con un dedo huesudo a Percy y articuló algo como: ni siquiera lo piensen.

(Eso no era peculiar en absoluto...)

—¿Vieron eso?—Hazel preguntó, frunciendo el ceño ne la misma dirección.

El rostro de Percy brillaba a la luz del sol, lo que puso a Fiona bastante celosa. Deseaba que su piel hiciera eso.—Si. He estado aquí antes.—dijo él.—Yo... no lo sé. Creo que estaba buscando a mi mejor amigo.

—Annabeth.—dijo Frank. Fiona arqueó una ceja, odiando cómo su estómago ante el nombre de otra chica de su pasado. ¿Por qué te debería importar? Se regañó a sí misma. Ni siquiera es tuyo.—¿Quieres decir, de camino al Campamento Júpiter?

Percy frunció el ceño.—No. Antes de eso.—examinó la ciudad como si todavía estuviera buscando a Annabeth. Fiona frunció los labios, no le gustó cómo sintió envidia de una chica de la que no sabía nada, no había razón para que ella la envidiara.

Pasaron debajo del puente Golden Gate.

Fiona, en cambio, pensó en otras cosas, como la conversación entre ella, Hazel y Nico antes de irse para empacar para la misión. Las había apartado desearles suerte. Fiona esperaba que se quedara en el Campamento Júpiter para ayudar a defenderlo, pero él dijo que se iría ya mismo de regreso al Inframundo.—Papá necesita toda la ayuda que puede obtener.—había dicho.—Los campos de castigo parecen un motín carcelario. Las furias apenas pueden mantener el orden. Además... voy a tratar de rastrear algunas de las almas que escapan. Tal vez pueda encontrar las Puertas de la Muerte desde el otro lado.

—Ten cuidado.—había dicho Hazel.—Si Gea está protegiendo las puertas...

—No te preocupes.—había sonreído.—Sé cómo mantenerme oculto. Solo cuídense. Cuanto más se acerquen a Alaska, Hazel... no estoy seguro de si los desmayos mejorarán o empeorarán.

Cuídense. Fiona encontró eso divertido. Esta misión no terminaría bien para ella o Hazel, ambas lo sabían. Si liberaban a Tánatos, las enviaría devuelta al Inframundo. Fiona moriría.

(Otra vez).

Fiona se había asegurado de despedirse de su madre. Le había dejado una carta explicándole todo. Ganaré esta misión por ti. Escribió. Una última vez ganaré, lo prometo. Te amo.

Sacando su cuchillo, comenzó a diseñar formas en la madera del bote, extrañando ya a su mamá.

La voz de Percy la hizo mirar hacia arriba.—Eso parece familiar,

Estaba mirando hacia tierra, señalando a una sola montaña que se elevaba.

—Monte Tam.—explicó Frank.—Los chicos en el campamento siempre hablan de eso. La gran batalla ocurrió en la cima, en la antigua base de Titán.

Percy frunció el ceño.—¿Alguno de ustedes ha estado allí?

—Fiona si.—respondió Hazel.

Las miradas de todos se posaron en Fiona y ella entrecerró la mirada. Miró hacia el Monte Tam y sintió un sabor amargo en la boca. Habían perdido muchas vidas ese día.—Dieciocho de agosto.—dijo.—La legión destruyó el palacio del enemigo y alrededor de un millón de monstruos. Jason tuvo que luchar contra Krios, un combate de cuerpo a cuerpo con un titán. Yo estaba luchando con la Quinta Cohorte no muy lejos de allí y...—tomó una gran bocanada de aire y sacudió la cabeza. Fiona logró esbozar una sonrisa forzada.—Fue una batalla.—decidió decir en lugar.—Eso es todo.

Percy la miró. Fiona frunció el ceño cuando vio un destello de reconocimiento y comprensión en sus ojos verde mar, como si supiera exactamente cómo era la batalla: dolor, el sufrimiento, la sangre y el caos. Sabía por qué ella no quería hablar de eso. Sabía cómo la hacia temblar y tener pesadillas cada vez que pensaba en ello. Sabía lo que era perder y tener pesadillas cada vez que pensabas en ello. Sabía lo que era perder a los que eran más cercanos a ti, justo frente a ti, dándote cuenta de que tal vez había una posibilidad de que pudieras haberlos salvado si lo hubieras visto antes.

Fiona no podía evitar un parecido entre Percy y Jason, no una físicamente, en eso no se parecían en nada. Pero tenían la misma aura de poder silencioso y un destello de tristeza que pesaba en sus frentes, como si hubieran visto su destino y supieran que era solo cuesión de tiempo antes de que se encontraran con un monstruo que no podrían vencer.

Ella entendía ese sentimiento. Sus dedos alcanzaron su collar y Fiona tuvo que apartar la mirada.

Hubo un silencio espeluznante, nada excepto el agua que golpeaba los costados del pequeño bote. Fiona miró las olas con cansancio.

—Deberías descansar un poco.—Percy le dijo de repente, y Fiona frunció el ceño, volviendo la mirada hacia él.

—¿Por qué?—ella preguntó. No pretendía sonar dura, pero Fiona era ese tipo de persona. Era contundente y aguda con sus palabras sin darse cuenta, tal vez porque había pasado la mayor parte de su vida defendiéndose y confiando en nadie más que ella misma.

Pero Percy no parecía afectado.—Literalmente moriste ayer y regresaste. Incluso tú necesitas descansar un poco después de eso, vuelve a la cima.

—Estoy bien.—Fiona entrecerró los ojos, sin saber cómo se sentía acerca de él diciéndole esas palabras. Y Fiona tampoco quería dormir, temía que Neptuno apareciera de la nada y los volcara. Volvió a mirar el agua.

Percy rio suavemente, lo que la sorprendió.—No dejaré que te caigas al agua, si eso te preocupa.

No queriendo admitir que tenía miedo de algo, Fiona le devolvió la mirada.—No estoy preocupada. Solo quiero asegurarme de que no nos ataquen. Hay cuatro semidioses en este bote, definitivamente vamos a llamar atención no deseada. Y además, no estoy cansada.

Él arqueó una ceja hacia ella, divertido.—De acuerdo.

—No lo estoy.

—¡Dije que está bien!—él rio de nuevo.

Fiona odiaba que él la encontrara divertida cuando, en cambio, quería que reaccionara de forma completamente opuesta. ¡Y ahora estaba aún más enojada porque sus risas le hacían revolotear el estómago! ¡Era tan molesto!—Si no fueras el hijo de Neptuno o no estuvieras tripulando este bote, te arrojaría el agua.

Percy asintió, sonriendo levemente.—Estoy seguro de que lo harías. Pero sigo pensando que deberías descansar.

Ella frunció los labios. Su ira vaciló y volvió a mirar el agua. Sus dedos juguetearon con su collar. Fiona todavía se sentía cansada por la noche anterior. No quería admitirlo, pero lo hizo. Entonces, respiró hondo y le dio a Percy una mirada tímida.—¿No dejarás que me caiga?

Él sonrió levemente.—No me tientes.

Fiona entrecerró los ojos de nuevo hacia él. Idiota, pensó para sí misma. Pero un tonto lindo. Un lindo idiota en el que definitivamente tengo un crush, ¡lo cual es molesto!

Pero de cualquier manera, Fiona asintió y apoyó su cabeza en su brazo. Cerró los ojos y suspiró profundamente.



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