vii. Cartas de referencia

capítulo siete: cartas de referencia.
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—TÚ LO CONOCES. SÉ QUE LO HACES.

Ante el comentario de Fiona, Nico frunció el ceño. Se sentaron en el techo del santuario de Plutón, que estaba cubierto de huesos y diamantes. Los huesos siempre habían estado allí, pero los diamantes eran obre de Hazel. Si se sentaba en cualquier lugar por mucho tiempo, o simplemente se ponía ansiosa, creaba su propia mina de oro. La espada de hierro de Nico yacía a su lado, junto al spatha de Hazel. El pugio de Fiona estaba en sus manos, pues estaba trazando los patrones de la empuñadora con el dedo. Nico miró al otro lado del valle, donde el equipo de construcción estaba trabajando en el campo Marte, construyendo fortificaciones para el juego de esta noche.

—Percy Jackson.—dijo el nombre como un encantamiento.—Fiona, Hazel... debo tener cuidado con lo que digo. Hay cosas importantes en juego aquí. Algunos secretos deben permanecer en secreto.

Más diamantes aparecieron cerca de la rodilla de Hazel.—Pero él no es como... ¿Cómo yo?

—No.—respondió él.—Lamento no poder decirles más. No puedo interferir. Percy tiene que encontrar su propio camino en este campamento.

—Es peligroso, ¿no es así?—murmuró Fiona y Nico le dedicó una sonrisa de labios apretados.

—Mucho.—respondió.—Para sus enemigos. Pero no es una amenaza para el Campamento Júpiter. Pueden confiar en él.

—Como confiamos en ti.—Hazel dijo con amargura.

Nico retorció su anillo de calavera. A su alrededor, los huesos comenzaron a temblar como si estuvieran tratando de formar un nuevo esqueleto. Era lo que sucedía cada vez que se ponía de mal humor: Nico tenía ese efecto en los muertos, al igual que Hazel tenía con las riquezas de la tierra. Fiona no sabía qué podía hacer, no realmente. Podía sentir cuando alguien había muerto, al igual que Nico, pero no podía invocar piedras preciosas o esqueletos del suelo. Estaba destinada a ser extremadamente poderosa, ya que tenía un collar y una semilla que se lo decían, pero hasta ahora, no había encontrado su poder. Lo mejor que podía hacer era luchar y ganar, pero incluso eso se había ido.

—Mira, sé que es difícil.—Nico habló suavemente.—Pero tienes una segunda oportunidad, Hazel. Puedes arreglar las cosas.

—Nada de esto está bien.—argumentó.—Si descubren la verdad sobre mi——

—No lo harán.—dijo Fiona.—No si me salgo con la mía——

—Convocarán una misión pronto.—prometió Nico.—Tienen que hacerlo. Confía en mí, Bi——

Se contuvo, pero Fiona sabía que casi llamaba a Hazel Bianca, como había llamado a Fiona por casualidad muchas veces. La verdadera hermana de Nico, con la que había crecido. Nico podía preocuparse por Fiona y Hazel, pero ellas nunca podrían ser Bianca. Fiona estaba compitiendo con un fantasma y lo odiaba absolutamente.

—Lo siento.—él dijo.

Hazel frunció los labios. Respiró hondo y dijo:—Entonces, ¿es cierto lo de la muerte? ¿Es Alcioneo el culpable?

—Creo que si.—contestó Nico.—Las cosas se están poniendo feas en el Inframundo. Papá se está volviendo loco tratando de mantener las cosas bajo control. Por lo que dijo Percy sobre las gorgonas, las cosas también están empeorando aquí arriba. Pero mira, es por eso que estás aquí. Todas esas cosas en tu pasado, puedes hacer que algo bueno salga de el. Perteneces al Campamento Júpiter.

Hazel se miró los dedos. Fiona la miró, preguntándose si iba a decir algo, antes de caer hacia adelante. Se había desmayado.—Oh, mierda...—Fiona la atrapó antes de que pudiera caerse y la acercó a su pecho, dejándola descansar mientras revivía su pasado. La sacudió suavemente con la ayuda de Nico, tratando de despertarla. Le tomó un poco de tiempo, pero finalmente, sus párpados se abrieron suavemente y sus ojos dorados brillaron.

—Lo hiciste de nuevo.—Fiona le dijo, ayudándola a sentarse.

Parpadeó y sus ojos se llenaron de lágrimas. Hazel las secó rápidamente.—Lo siento.—murmuró.

—No lo estés.—habló Nico.—¿Dónde estabas?

—El apartamento de mi madre el día que nos mudamos.

Fiona era la única hija de Plutón que no era del pasado. La hacía sentir un poco incómoda, incapaz de razonar con los recuerdos que Hazel y Nico tenían de la década de 1940. Ella solo sabía cosas de las imágenes que había visto y lo que había leído en los libros de historia.

—Tienes que trabajar en el control de esos recuerdos.—advirtió Nico.—Si un recuerdo sucede cuando estás en combate——

—Lo sé.—ella lo interrumpió.—Lo estoy intentando.

Nico le apretó la mano y Fiona le frotó el hombro.—Está bien.—dijo.—Creo que es un efecto secundario de... ya sabes, tu tiempo en el Inframundo. Con suerte, será más fácil.

—Tiene razón.—agregó Fiona.—Lo superarás.

Pero Hazel solo los miró con miedo.—No puedo ir al norte de nuevo.—susurró.—Nico, Fiona, si tengo que volver a donde pasó——

—Estarás bien.—prometió.—Tendrás amigos esta vez. Estoy seguro de que Fiona estará allí contigo, a través de todo esto.—Nico dijo y Fiona arqueó una ceja ante esto, alarmada. Espera, ¿qué?—Y Percy Jackson, él también tiene un papel importante que desempeñar en esto. Puedes sentir eso, ¿verdad? Es una buena persona para tener a tu lado.

Fiona no sabía si estaba hablando con Hazel o con las dos, pero lo pensó de todos modos. Tenía ese sentimiento: que podía confiar en él, que era una buena persona para tenerlo a su lado. Sus dedos alcanzaron su collar, y torció el colgante de un lado a otro con nerviosismo. Pero al mismo tiempo, ella no sabía nada sobre él, Percy ni siquiera sabía nada sobre sí mismo. Todos los fantasmas junto a Octavian llamándolo griego... mencionó los nombres griegos de los dioses... Juno dijo que tenía una bendición griega...

—¿De donde vino él?—entonces decidió preguntar, sosteniendo su collar.—¿Por qué los fantasmas lo llaman griego? Hay algo en él que tiene que ver con esto, simplemente lo sé.

Antes de que Nico pudiera responder, los cuernos sonaron. Los legionarios se estaban reuniendo.—Será mejor que bajemos.—dijo en su lugar.—Tengo la sensación de que los juegos de guerra de esta noche van a ser interesantes.

Fiona frunció los labios y se metió el collar bajo la polera, susurrando una plegaria en voz baja a su padre, a Victoria e incluso a Proserpina, asegurando de que regara su planta para que la mantuviera con vida.


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Llegaron justo a tiempo. Fiona y Hazel se colocaron en su lugar segundos antes de que un chico de diecisiete años llamado Dakota gritara sus nombres. Así que, técnicamente, no llegaron tarde, ¿verdad?

Nico se unió a Percy Jackson, que estaba parado a un lado con un par de guardias. El cabello de Percy estaba mojado por la ducha. Se había puesto algo de ropa limpia, pero aún se veía muy incómodo. Ahora que no estaba cubierto de tierra y con ropa que no estaba rota, Fiona se encontró mirándolo fijamente. Dioses, es bonito como un dios romano, dijo esa voz molesta. ¡Oh, por el amor de... dije basta! El sentido común de Fiona respondió.

Los Lares fueron los últimos en llegar. Sus formas moradas parpadearon mientras competían por lugares. Tenían la molesta costumbre de pararse dentro de personas vivas, de modos que las filas parecían una fotografía borrosa, pero finalmente los centuriones lo resolvieron.

—¡Colores!—Octavian gritó.

Los portaestandarte dieron un paso adelante. Llevaban capas de piel de león y sostenían postes decorados con los emblemas de cada cohorte. El último en presentar su estandarte fue Jacob, el portador del águila de la legión. Sostenía un palo largo sin absolutamente nada encima. Se suponía que el trabajo era un honor, pero Jacob obviamente lo odiaba. Incluso a pesar de que Reyna insistían en seguir la tradición, cada vez que se levantaba el poste sin águila, Fiona podía sentir la vergüenza que se extendió por toda la legión, zumbando como abejas enfadadas.

Reyna detuvo a su pegaso.—¡Romanos!—ella anunció.—Probablemente hayan oído hablar de la incursión de hoy. Dos gorgonas fueron arrastradas al río por este recién llegado, Percy Jackson. La propia Juno lo guio hasta aquí y lo proclamó hijo de Neptuno.

Los chicos de la última fila estiraron el cuello para ver a Percy. El pelinegro levantó una mano y dijo torpemente:—Hola.

Qué idiota.

—Él busca unirse a la legión.—continuó Reyna.—¿Qué dicen los augurios?

—¡He leído las entrañas!—Octavian exclamó, como si hubiera matado a un león con sus propias manos en lugar de un oso de peluche de un panda. Fiona rodó los ojos.—Los augurios son favorables. ¡Está calificado para servir!

Los campistas dieron un grito:—¡Ave! ¡Viva!

Frank se retrasó un poco con su "ave" por lo que salió como un eco agudo. Los otros legionarios rieron. Reyna indicó a los oficiales superiores que avanzaran, uno de cada cohorte. Octavian, como el centurión de más alto rango (ugh), se volvió hacia Percy.

—Recluta.—preguntó.—¿Tiene credenciales? ¿Cartas de referencia?

Fiona recordó cuando le habían preguntado eso, y ella le había entregado torpemente la referencia de su madre para que se uniera a la Quinta Cohorte, lo que provocó que Octavian se riera con lástima. Percy se removió en su lugar.—¿Cartas? Um, no.

Octavian arrugó la nariz y Fiona quiso salir y declarar que eso era injusto. Percy había llevado a una diosa al campamento, destruyó a esas gorgonas sin otra arma que el agua que siguió su voluntad. ¿Qué otra mejor recomendación que esa? ¡Solo mírenlo! ¡Él es material para la primera Cohorte! ¡Es casi molesto!

—Nada de cartas.—dijo Octavian con pesar.—¿Algún legionario lo defenderá?

—¡Yo lo haré!—Frank dio un paso adelante.—¡Él me salvó la vida!

Inmediatamente hubieron gritos de protesta por parte de las otras cohortes. Fiona suspiró, sabiendo exactamente lo que le esperaba a su amigo mientras Reyna levantaba una mano para pedir silencio y miraba a Frank.—Frank Zhang.—dijo.—Por segunda vez hoy, te recuerdo que estás en probatorio. Tu piadoso padre ni siquiera te ha reclamado todavía. No eres elegible para representar a otro campista hasta que hayas ganado tu primera raya.

Frank parecía que iba a morir de vergüenza. Fiona y Hazel no podía dejarlo así. Con un asentimiento de su hermana menor, las dos hijas de Plutón dieron un paso adelante, sorprendiendo a algunos legionarios. Especialmente cuando vieron a Fiona representando a un nuevo recluta, considerando su reputación de: a. ser tan competitiva que no defendía a nadie y b. bueno.. sí... ella era demasiado competitiva y ambiciosa para ser amable con los recién llegados, especialmente con uno tan prometedor como Percy Jackson.

—Lo que Frank quiere decir es que Percy nos salvó la vida a los tres.—habló Hazel.

Fiona asintió.—Hazel y yo somos miembros de pleno derecho de la legión. Representamos a Percy Jackson.

Frank las miró agradecido, sus ojos brillaban especialmente hacia Hazel. Fiona sabía que le gustaba, era obvio, ella desearía que él fuera menos obvio para que no siguiera haciendo el ridículo. Era casi como si ni siquiera lo intentara.

Pero la cosa es que Fiona y Hazel no le estaban haciendo mucho favor a Percy. Eran hijas de Plutón y miembros de la Quinta Cohorte, la deshonra. Reyna arrugó la nariz, pero se volvió hacia Octavian. El augur sonrió y se encogió de hombros, divertido. Fiona reconoció esa mirada de ambición. Vio a Percy como una amenaza, y ponerlo en la Quinta Cohorte lo hacía menos una: a Octavian le gustaba tener a todos sus enemigos en un solo lugar donde pudiera mantenerlos controlados.

—Muy bien.—anunció Reyna.—Hazel Levesque y Fiona Midgrass, pueden representar al recluta. ¿Su cohorte lo acepta?

Las otras cohortes comenzaron a toser, tratando de no reírse. Fiona les disparó daga con los ojos a todos. Oh, deseaba poder invocar esqueletos del suelo, o hacer una grieta tan grande que se los tragara a todos. Pero todo lo que tenía era su daga y un temperamento furioso.

Frank golpeó su escudo contra el suelo. Los otros miembros de la Quinta siguieron su ejemplo, aunque no parecían muy emocionados. Sus centuriones, Dakota y Gwen, intercambiaron miradas de dolor, que decían: Aquí vamos de nuevo.

—Mi cohorte ha hablado.—dijo Dakota.—Aceptamos al recluta.

Reyna miró a Percy con pena.—Felicitaciones, Percy Jackson. Estás en probatio. Se te otorgará una tabilla con tu nombre y cohorte. Dentro de un año, o tan pronto como completes un acto de valor, te convertirás un miembro de pleno derecho de la Duodécima Legión Fulminata. ¡Sirve a Roma, obedece las reglas de la legión y defiende el campamento con honor, Senatus Populusuqe Romanus!

El resto de la legión se hizo eco de los vítores.

Reyna empujó a su pegaso lejos de Percy, como si estuviera contenta de haber terminado con él. Skyppy, el pegaso, extendió sus hermosas alas.—Centuriones.—dijo Reyna.—Ustedes y sus tropas tienen una hora para cenar. Luego nos reuniremos en el Campo Marte. La primera y la segunda cohorte defenderán. La tercera, cuarta y quinta atacarán. ¡Buena suerte!

Se elevó una ovación más grande —por los juegos de guerra y por la cena, claro—. Las cohortes rompieron fulas y corrieron hacia el comedor. Hazel saludó a Percy, quien se abrió paso entre la multitud con Nico a su lado. Para sorpresa de Fiona, Nico les sonreía.

—¡Buen trabajo!—él les dijo.—Eso requirió agallas, el defenderlo.

Uno de los guardias le había dado a Percy su placa de probatio. Percy la ensartó en su collar de cuero con las otras cuentas extrañas.—Gracias Hazel, Fiona.—dijo.—Um, ¿Qué significa exactamente? ¿Qué me representan?

—Le garantizamos tu buen comportamiento.—explicó Hazel.—Te enseñamos las reglas, respondemos a tus preguntas, nos aseguramos de no deshonrar a la legión.

—¿Y... si hago algo mal?

—Entonces nos matarán junto a ti.—sonrió Fiona, disfrutando de un poco de humor negro y la forma en que los ojos de Percy brillaron con un repentino disparo de miedo.—¿Hambre, aliento de percebe? Vamos, deberías probar el pan de mazorca.

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