v. A nadie le agradada neptuno
capítulo cinco: a nadie le agrada neptuno.
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LAS PALABRAS DE REYNA PUSIERON nerviosa a Fiona. Siguió jugando con su collar, rastreando las pequeñas características del colgante de calavera. Gea era la diosa de la tierra, Terra. Era la diosa más antigua que había; la madre de los gigantes y titanes, esposa del Cielo y Tártaro. Era poderosa, peligrosa y nunca se le podía matar. Ella siempre dormiría. Pero... pero si estaba despierta... no, Fiona no podía pensar en eso. A pesar de lo que había dicho Nico. En cambio, se concentró en cómo Percy tragaba un pan de cereza y su café. Tenía miedo de que él comenzara a saltar por las paredes, pero tal vez el café funcionaba de la misma manera que funcionaba para ella: era un estímulo y la ayudaba a concentrarse, hasta que se desvanecía y Fiona era más agotamiento que persona.
A medida que se acercaban a la puerta principal, las barracas se hicieron más grandes y bonitas. Fiona resistió burlarse al ver las barracas de la Cohorte uno y dos. Percy vio pasar flotando a uno de los fantasmas.—¿Están divididos en diferentes cabañas?
—Más o menos.—Hazel se agachó cuando un niño montado en un águila gigante se abalanzó sobre su cabeza. Fiona envió su dedo medio en dirección del niño que acababa pasar cuando Hazel no miraba.—Tenemos cinco cohortes de unos cuarenta niños cada una. Cada cohorte está dividida en barracones de diez, como compañeros de cuarto.
—Espera, ¿me estás diciendo que hay doscientos niños en el campamento?
—Apenas.
—¿Y todos ellos son hijos de dioses? Los dioses han estado ocupados.
—No, no todos ellos son hijos de los grandes dioses.—Fiona contestó, aunque no pudo evitar que sus labios se estiraran ante su divertido comentario. Es lindo, de una manera tonta. Le murmuró esa molesta voz. ¡Cállate! Fiona le espetó. ¡No se nada de él!
—Hay cientos de dioses romanos menores. Además, muchos de los campistas son legados, de segunda o tercera generación, como yo. Tal vez sus padres eran semidioses. O sus abuelos.
—O hijos de un semidiós y un dios.
Fiona frunció los labios, sus dedos se envolvieron alrededor de su collar.—Em... no tanto, no tanto...
Percy parecía confundido, pero pronto negó con la cabeza, como si la idea lo desconcertara.—Hijos de los semidioses...
—¿Por qué? ¿Te sorprende?
Él no respondió. Él solo miró hacia otro lado y esa mirada triste regresó.—Estos legos——
—Legados.
—¿Tienen poderes como un semidiós?
—A veces.—Fiona se encogió de hombros.—A veces no. Supongo que depende de los genes y de lo avanzados que sean en la generación.
—Pero pueden ser entrenador.—agregó Hazel.—Todos los mejores generales y emperadores romanos, ya sabes, todos decían ser descendientes de dioses. La mayor parte del tiempo decían la verdad. El augur del campamento que vamos a conocer, Octavian, es un legado, descendiente de Apolo.
—También lo es Nero.—Fiona se burló.
Hazel le dirigió una mirada divertida.—Se supone que tiene el don de la profecía.
—¿Se supone?
—Lo verás.
Percy miró a Fiona con curiosidad.—Reyna dijo que no lo atacaras... ¿Qué se supone que significa eso?
Fiona rodó los ojos con tanta dureza que le dolieron.—Octavian es un cerdo molesto que cree que es el mejor del mundo solo porque es augur. A veces olvida de que es un legado y cree que es un verdadero hijo de Apolo.—ella negó con la cabeza, enojada con tan solo hablar de él.—Él es un estúpido hijo de——
Antes de que Fiona pudiera terminar la oración, alguien detrás de ellos gritó:—¡Esperen!
Un fantasma corrió hacia ellos, un anciano con barriga de balón y una toga tan larga que no dejaba de tropezarse con ella. Fiona dejó de escapar un suspiro de frustración, sus ojos volaron hacia el cielo.
—¿Este es él?—el fantasma jadeó.—¿Un nuevo recluta para la Quinta, tal vez?
—Vitelio.—Fiona lo miró fijamente.—Vete, tenemos prisa.
El fantasma la ignoró y frunció el ceño hacia Percy, caminando a su alrededor.—No lo sé.—refunfuñó.—Solo necesitamos lo mejor para la cohorte. ¿Tienes todos tus dientes? ¿Puedes pelear? ¿Limpias establos?
—Sí, sí y no.—dijo Percy.—¿Quién eres tú?
—Percy, este es Vitelio.—Hazel le lanzó una mirada que decía: solo complácelo.—Es uno de nuestros lares, se interesa por los nuevos reclutas.
En una procha cercana, uno de los fantasmas rió por lo bajo mientras Vitelio se paseaba de un lado a otro, tropezando con su toga y subiendo el cinturón de la espada.—Si.—dijo.—En los días de César, ese Julio César, fíjate, ¡la Quinta Cohorte era algo! ¡La Duodécima Legión Fulminata, orgullo de Roma! ¿Pero en estos días? Vergüenza en lo que nos hemos convertido. Mira a Hazel aquí, usando una espatha. Arma ridícula para un legionario romano, eso es para la caballería. ¡Y Fiona, ella tiene un pugio! Esos son para oficiales de alto rango, ¡no para una chica como ella! Y tú, chico, hueles como una cloaca griega. Dioses, ¿no te has bañado?
—He estado un poco ocupado luchando contra las gorgonas.—dijo Percy.
—Vitelio.—interrumpió Hazel antes de que Fiona intentara luchar contra un fantasma por su pugio.—Tenemos que leer el augurio de Percy antes de que pueda unirse. ¿Por qué no vas a ver cómo está Frank? Está en la armería haciendo el inventario. Sabes cuánto valora tu ayuda.
Las cejas peludas del fantasma se alzaron.—¡Marte todopoderoso! ¿Dejaron que el probatio revisara la armería? ¡Estamos arruinados!—echó a andar calle abajo, deteniéndose cada pocos metros para recoger su espada o arreglarse la toga.
—Bi—bien.—dijo Percy lentamente, observándolo irse con incredulidad.
—Lo siento.—Hazel habló.—Es excéntrico, pero es uno de los lares más antiguos. Ha existido desde que se fundó la legión.
—Llamó a la legión... ¿Fulminata?
—Armados con relámpagos.—tradujo Fiona.—ese es nuestro lema. La duodécima Legión existió en todo el Imperio Romano. Cuando Roma cayó, muchas legiones simplemente desaparecieron, ¿conoces la historia de la Novena Legión de Gran Bretaña?—ella preguntó y él solo la miró fijamente.—Cierto, cierto, sin recuerdos, um...—se aclaró la garganta, un poco avergonzada.—... Lo que digo es que no desaparecimos. La duodécima legión pasó a la clandestinidad, actuando bajo órdenes secretas de Júpiter: mantenerse con vida, reclutar semidioses y sus hijos, mantener a Roma con vida, bla, bla, bla. Entonces, hemos estado haciendo eso desde esos tiempos, mudándonos a donde sea que la influencia romana era más fuerte. Los últimos siglos, hemos estado en América.
—Y ustedes dos están en la Quinta Cohorte.—supuso.—¿Qué tal vez no sea la más popular?
Hazel frunció el ceño.—Sí. Me uní en septiembre pasado. Fiona se unió hace tres años.
—Septiembre... solo unas pocas semanas antes de que ese tipo, Jason, desapareciera.
Fiona apretó los dientes. Está vivo. Se dijo a sí misma. Él está vivo. Ella simplemente lo sabía. Podía sentir cuando alguien que conocía moría. Podía escucharlo en sus oídos como un zumbido distante, sentirle en su estómago como una subida de pavor. Ella no había sentido eso con Jason, por lo que sabía que estaba vivo.
—Vamos.—dijo Hazel al fin.—Te mostraré mi lugar favorito.
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Su lugar favorito consistía en el punto más alto del valle: fuera de las puertas principales. Juntos, los tres miraron al resto del campamento, y Fiona sintió que un soplo de paz la invadía. Su mirada se desvió hacia Nueva Roma y el suburbio en el que vivía su madre. Recordaba haber crecido ahí y que los fines de semana siempre salía y jugaba en las fuentes con otros niños. Bueno, ella no jugaba en las fuentes, los otros niños. Fiona simplemente recogía las piedras y las arrojaba al agua para que salpicara. Nunca se había sentido cómoda alrededor del agua. Era una cosa de Plutón, confíen en ella.
—¿Tienen familia aquí?—Percy preguntó.
Fiona asintió, sus hombros tensos desaparecieron mientras continuaba pensando en su infancia.—En la ciudad. Crecí allí. Mi mamá aún vive allí, trabaja como entrenadora de gimnasia para aquellos que se han jubilado.
—Cuando te aceptan en la legión.—comenzó Hazel.—Haces diez años de servicio. Después de eso, puedes retirarte cuando quieras. La mayoría de los semidioses van al mundo de los mortales. Pero para algunos, es bastante peligroso allá afuera. Este valle es un santuario. Puedes ir a la universidad en la ciudad, casarte, tener hijos, jubilarte cuando seas viejo. Es el único lugar seguro en la tierra para gente como nosotros. Entonces, sí, muchos veteranos establecen allí sus hogares, bajo la protección de la legión.
Percy parecía muy desconcertado por esa idea.—Pero, ¿Qué pasa si este valle es atacado?
—Tenemos defensas.—contestó Fiona.—Las fronteras son mágicas. Pero nuestra fuerza ya no es la que solía ser. Últimamente, los ataques de los monstruos han ido en aumento. Lo que dijiste sobre que las gorgonas no mueren... bueno, también lo hemos notado con otros monstruos.
—¿Sabes qué lo está causando?
Fiona se volvió a mirar con nerviosismo a su hermana, las dos hijas de Plutón se miraron mientras los mismos pensamientos inquietantes bailaban en sus mentes.—Es... es complicado.—finalmente decidió decir.—Nuestro hermano dice que la muerte no es——
—¡Abran paso!
Hazel arrastró a Percy fuera del camino y Fiona dio un paso atrás cuando un semidiós pasó cabalgando sobre un paquidermo adulto cubierto con una armadura negra de Kevlar. La palabra ELEFANTE estaba impresa en el costado de su armadura. Hannibal corrió por la carretera y giró hacia el norte, en dirección a un gran campo abierto donde los constructores estaban organizando los juegos de guerra de esta noche.
Percy escupió polvo de su boca.—¿Qué demonios?
—Elefante.—explicó Hazel.
—Si, leí el letrero. ¿Por qué tienen un elefante en un chaleco antibalas?
—Juegos de guerra.—Fiona dijo simplemente.—Ese es Hannibal. Si no lo incluyéramos, estaría molesto.
—Claro, no podemos tener eso.
Hazel rio. Fiona se encontró con la mirada de Percy, sus ojos brillaban por la broma. Idiota, pensó para sí misma. Cuando apartó la mirada, sintió que su mirada seguía sobre ella. Fiona se mordisqueó el interior de la mejilla, no acostumbrada a tanta atención. Parecía que estaba tratando de descifrarla como ella había estado tratando de descifrarlo no hace mucho tiempo. Entonces, decidió señalar al otro lado del río donde nubes oscuras se acumulaban sobre el Templo Hill. Los destellos rojos de los relámpagos bañaron los monumentos con una luz color sangre.
—Vamos, cara de barnacle, Octavian parece ocupado.—dijo.—Será mejor que vayamos.
En el camino, se cruzaron con algunos faunos que merodeaban al costado del camino. Al verlos, uno de los faunos —el más molesto, en opinión de Fiona—, Don, gritó:—¡Hazel!
Trotó hacia ellos con una brillante sonrisa en su rostro. Don vestía una camisa hawaiana desteñida y nada de pantalones, excepto una gruesa piel de cabra marrón. Su enorme afro se sacudía y sus ojos estaban ocultos detrás de unos pequeños y estúpidos anteojos redondos con tintes de arcoíris que lo hacían parecer un niño de cuarto grado. Sostenía un cartel de cartón que decía: T̶R̶A̶B̶A̶J̶O̶,̶ C̶A̶N̶T̶O̶,̶ H̶A̶B̶L̶O̶ , ME VOY POR UN DENARIO.
—Hola, Don.—dijo Hazel.—Lo siento, no tenemos tiempo——
—¡Oh, eso es genial! ¡Eso es genial!—Don trotó junto a ellos. Fiona respiró hondo para calmar su temperamento.—¡Hey, este chico es nuevo!—le sonrió a Percy.—¿Tienes tres denarios para el autobús? Porque dejé mi billetera en casa y tengo que ir a trabajar y——
—Don.—lo reprendió Hazel.—Los faunos no tienen billeteras. O trabajos. O casa. Y no toman el autobús.
—Correcto.—él dijo alegremente.—Pero, ¿tienes denarios?
Percy lo miró fijamente, un poco alarmado.—¿Tu nombre es Don, el fauno?
—Si. ¿Por?
—Nada.—Fiona sabía que había una broma ahí.—¿Por qué los faunos no tienen trabajo? ¿No deberían trabajar para el campamento?
Don bufó.—¡Faunos! ¿trabajando para el campamento? ¡Divertidísimo!
—Los faunos son... um...—Hazel trató de encontrar la palabra adecuada.—.... espíritus libres. Pasan el rato aquí porque, bueno, en un lugar seguro para pasar el rato y mendigar. Los toleramos, pero...
—¡Oh, Hazel es increíble!—Don exclamó.—¡Ella es tan amable! Todos los otros campistas dicen: ¡Vete, Don! Pero ella dice: Por favor, vete, Don. ¡La amo!
Percy parecía muy inquieto. Fiona deslizó las manos en sus bolsillos, preguntándose qué estaría pasando por su mente. Tenía esa mirada de nuevo. Siempre en angustia, siempre preocupado. Era como si tuviera un ceño permanente. Le dolió verlo así. (Y eso era algo, porque Fiona no solía simpatizar con la gente).
Don miró al suelo frente a ellos y jadeó.—¡Mío!
Iba a alcanzar algo, pero Hazel gritó:—¡Don, no!
Ella lo empujó fuera del camino y agarró un pequeño diamante antes de deslizarlo rápidamente en su bolsillo. Fiona miró a Percy, esperando a que él no lo hubiera visto. Su mirada se entrecerró para decirle que, si lo había visto, que lo olvidara.
—Vamos, Hazel.—se quejó Don.—¡Podría haber comprado donas para un año con eso!
—Don, por favor.—la voz de Hazel tembló.—Vete.
El fauno suspiró.—Aw, no puedo enfadarme contigo. Pero lo juro, es como si tuvieras buena suerte. Cada vez que pasas por aquí——
—Déjalo, Don.—Fiona le dijo al fauno rápidamente. Tomó el brazo de Hazel y la apartó.—Vamos, Percy.
Empezaron a trotar y Percy tuvo que correr para alcanzarlas.—¿Qué fue eso?—Percy preguntó.—El diamante en el camino——
Fiona lo fulminó con la mirada mientras Hazel decía:—Por favor, no preguntes.
Caminaron en un silencio incómodo hacia el resto del camino a Templo Hill. Un camino de piedra torcido más allá conducía a una loca variedad de altares diminutos y enormes bóvedas, Las estatuas de los dioses cubrían el lugar, todos observando a los que pasaban con una furia helada.
Hazel señaló el templo de Belona.—Diosa de la guerra.—dijo.—Esa es la madre de Reyna.
Pasaron por el templo de Marte: una enorme cripta roja decorada con cráneos humanos sobre púas de hierro.
—Por favor, díganme que no vamos a entrar allí.—dijo Percy.
Hazel negó con la cabeza.—Ese es el Templo de Marte Ultor.
—Marte... ¿Ares, el dios de la guerra?
Fiona frunció el ceño. ¿Qué había con él y el griego? Simplemente lo seguía como un olor.—Ese es su nombre griego.—le dijo.—Pero, sí. Ultor significa "el Vengador". Es el segundo dios más importante de Roma.
Percy no parecía muy feliz al escuchar eso. Él frunció el ceño pero no dijo nada. Señaló hacia la cima. Las nubes se arremolinaban sobre el templo más grande; una bóveda con un anillo de columnas blancas que sostenían un techo abovedado.—Supongo que es Zeus, uh, quiero decir, ¿Júpiter? ¿Hacia allí nos dirigimos?
—Sí.—murmuró Fiona con amargura, a ella no le agradaba Octavian. (¿No era obvio ya?).—Octavian lee los augurios allí, el Templo de Júpiter Optimus Maximus.
Las cejas de Percy se fruncieron mientras trataba de traducir.—Júpiter... ¿el mejor y el más grande?
—Sí.
—¿Cuál es el título de Neptuno?—preguntó Percy.—¿El más genial y el más increíble?
Fiona vaciló. Ella y Hazel compartieron una mirada de vacilación. Ninguno de las dos quería reventar la pequeña burbuja que Percy había hecho. Era extraño, Fiona normalmente decía la verdad sin preocuparse, pero como Percy ya se veía tan triste y desgarrado por sus recuerdos, no quería empeorar su día.
—Um... no del todo.—Hazel hizo un gesto hacia un pequeño edificio azul del tamaño de un cobertizo para herramientas. Un tridente cubierto de telarañas estaba clavado en la puerta.
Percy se asomó al interior. Los demás lo siguieron. En un pequeño altar había un cuenco con tres manzanas podridas y mohosas.—Qué popular...—murmuró.
—Lo siento, Percy.—habló Hazel.—Es solo que... los romanos siempre le han tenido miedo al mar. Solo usaban barcos si era necesario. Incluso en los tiempos modernos, tener un hijo de Neptuno cerca siempre ha sido un mal augurio. La última vez que uno se unió a la Legión... Bueno, fue en 1906, cuando el Campamento Júpiter estaba ubicado al otro lado de la bahía en San Francisco. Hubo un gran terremoto——
—¿Me estás diciendo que un hijo de Neptuno causó eso?
—Eso dicen.—Hazel se disculpó.—De todos modos... los romanos temen a Neptuno, pero no lo aman mucho.
Percy se quedó mirando las telarañas en el tridente. Fiona observó que se le caían los hombros. Ella no sabía qué hacer o qué decir. Fiona no era exactamente una persona sociable (culpen a su padre). No mucha gente hablaba con ella tampoco, por su padre, pero también porque no era la mejor persona. Era competitiva, ruda y ambiciosa. Eso la hacía bastante distante con otras personas. Pero cuando vio a Percy meter la mano en su mochila y sacar un bagel rancio y dejándolo en el altar, quiso saber cómo hacerlo sentir mejor. Se sentía responsable por él, lo cual era extraño. Ella lo llevó al campamento, ella y Hazel le mostraron los alrededores... Fiona sintió que estaba siendo más amable de lo normal.
—Hey... uh, papá.—dijo en voz baja.—Si puedes oírme, ayúdame, ¿de acuerdo? Devuélveme la memoria. Dime...—su voz se quebró.—Dime qué hacer.
—Hey.—Fiona se encontró dando un paso adelante y poniendo una mano en su hombro, algo que la sorprendió.—Resolveremos esto, ¿de acuerdo? Estás aquí ahora, eres uno de nosotros. Ese es el primer paso.
—Ella tiene razón.—Hazel habló, Percy y Fiona miraron hacia atrás.—Todo estará bien.
Hubo un destello de gratitud en su mirada verde mar mientras asentía levemente. Por encima de ellos, retumbó un trueno. Un relámpago rojo iluminó la colina.
—Octavian casi ha terminado.—murmuró Hazel.—Vamos.
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