🥀- PEQUEÑO LUCAS

❁⋆Capítulo XXII⋆❁
❁⋆Pequeño Lucas⋆❁

Lucas Reis

Un peso en la nuca me hace soltar un jadeo de dolor, llevo mis manos por inercia a mi cabeza que late como si mi corazón se encontrase ahí pero estás no ceden.

«¿Qué mierda?»

Mis manos están encadenadas por encima de mi cabeza y un dolor punzante me atraviesa los brazos por haber sostenido todo este tiempo mi propio peso. Si continúo así me podré desgarrar los brazos.

Intentar moverlos no es una opción, así que solo intento enfocarme en la imagen de la habitación donde me encuentro y en intentar recordar algo sobre cómo llegué aquí.

«Había acompañado a Alana a comprar algodón de azúcar porque ella se moría por comprar uno. Listos para comprar mi teléfono comenzó a sonar con una melodía muy especial, a quién se la había puesto a una persona en específico.

Después de decirle a mi novia que me alejaría para responder, descuelgo la llamada donde Kaylee me había pedido que fuese a su casa. A punto de darle la respuesta un golpe en la nuca me hizo perder la conciencia»

Y ahora me encuentro aquí, en una habitación oscura por la que mínimamente entra luz, con las paredes llenas de humedad y desgastadas por el tiempo.

Me encuentro desnudo en la parte del torso, y también puedo notar una herida al costado de mi abdomen.

Muerdo mi labio inferior intentando no gritar por las punzadas que me da la herida, la cual no parece muy grave o profunda.

Se que no dejará una marca muy fea, pero en caso de no curarla y cerrarla a tiempo puede ser que muera desangrado o la herida se me infecte.

No hay nada en este espacio que me haga reconocer el lugar en dónde estoy, solo hay una cómoda que tiene una vela encendida y otro objeto que parece ser un portaretrato.

Gritar o intentar sacarme los grilletes de las manos no es una opción. Y más cuando estoy sediento y con una herida de la cuál no para de brotar sangre.

—Vaya, vaya. Despertó el principito.— una voz masculina y desconocida hace acto de presencia.

Levanto mi cabeza con esfuerzo y enfoco mi mirada en el chico que se encuentra en la puerta.

La luz fría del foco me hace entrecerrar los ojos hasta adaptarme y solo así puedo detallarlo.

Tiene ojos verdes, piel bronceada y cabello castaño casi rubio. En su rostro hay una expresión seria junto al enojo.

No lo conozco de nada pero al mismo tiempo me parece conocido. Aunque la pregunta aquí es ¿Qué demonios hago aquí?

—¿Q-quién eres?— mi voz a penas se puede escuchar y mi garganta seca me hace tragar.

Sus ojos verdes me observan con burla y con cínismo.

—La pregunta aquí es. ¿Quién demonios te crees para tocar lo qué es mío?— con grandes zancadas se acerca a mi y me toma el rostro para hacerme mirarlo fijamente.

Sus dedos se entierran en la piel de mi cara y el impulso de soltar un quejido me pasa por la cabeza, pero aún así no emito sonido alguno.

—Responde— su mandíbula se aprieta tanto, que llega a causar miedo.

Me niego a responderle y él sabe que no lo haré porque siento como una de sus manos van hasta mi herida y entierra ahí sus dedos.

Cierro los ojos con fuerza al sentir cómo sus dedos abren más la herida provocando que un líquido caliente recorra mi piel, pero aún así me niego a gritar.

—Quiero que respondas. ¡¿Quién carajos te crees para tocar lo que es mío?!

—¡No sé a que te refieres!— termino por decir al no aguantar más.

Siento como la herida sangra y arde en el momento en que retira sus dedos. Mis ojos se inunda de lágrimas por el dolor pero me niego a soltar alguna.

—¿No sabes a qué me refiero?— pregunta y pasa las manos por su cabello jalándolo.

Su actitud parece la de alguien que está frustrado por no tener lo que quiere.

—¡Besaste a lo que es mío!— su puño impacta contra la piel de mi abdomen y siento como todo dentro de mi se retuerce—¡Y lo mío no se toca!

Recibo un golpe tras otro hasta que siento como la sangre sale por mi boca, casi ahogándome.

Siento como cada parte de mi cuerpo arde y duele por cada golpe y como mi cabeza da vueltas, pero me niego a cerrar los ojos.

Sus ojos parecen inyectados de sangre, y el dolor, la rabia y la impotencia se refleja a través de ellos.

No sé a que se refiere cuando dice que toqué lo que es de él, pero me parece que eso lo vuelve loco.

Sus pasos resuenan por la habitación, así que abro los ojos después de recuperar considerablemente la conciencia.

—¿Aún no sabes quién soy, pequeño Lucas?.

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Fresita. Sabes que puedes contarme lo que te sucede ¿no?— intento buscar los ojos azules que tanto me gustan, pero ella aparta la mirada.

—Lo sé— murmura sin más.

El sol que ilumina el día va callendo, y parece que va a caer una torrencial de lluvia por las espesas nubes grises que se van formando en el cielo.

Siento la mirada de la rubia en mí, así que dirijo mi mirada hacia ella encontrándome con sus perfectos ojos azules que parecen perdidos.

¿Cómo en cuestión de semanas unos ojos perfectos y brillantes pasan a nada?

Ese color azul, que se terminó convirtiendo en mi favorito con el pasar de los años me miran con dolor, me piden ayuda a gritos.

Kaylee ha aparecido aquí con varios moretones, ya sean en las manos, o piernas. Y aunque ella me diga que se los hace sin querer o porque es torpe, yo se que no se debe a eso.

Ella me miente, pero sé o me hago idea de lo que está pasando en su casa. Porque desde que se mudó a casa de su padre ha estado distante.

Simplemente parece vivir encerrada en una parte de su mente.

—¿Ese no es tú hermano?— Kaylee se gira de inmediato hacia el auto que se detiene en la entrada del instituto.

Su pequeño cuerpo se tensa al ver a su hermano bajando del auto y caminando en nuestra dirección. Sus suaves manos comienzan a temblar y unas ganas de tomarlas, acariciarlas y calmarla se aglopa en mi cuerpo.

Pero a pesar de todo no lo hago, no quiero que me vuelva a apartar o asustarse como hoy. Quiero creer que su miedo se debe a que no le gusta estar en esa casa y no a que dentro de esa casa le suceden cosas.

—Voy a buscar mis cosas— murmura Kaylee cuando su hermano llega a nosotros y le da un beso en la mejilla.

—Pequeño Lucas.

—Aiden.

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—Aiden— a penas mi voz es audible— el hermano de Kaylee.

—El hermano y el amor de Kaylee— rectifica.

Aiden camina hasta la cómoda para sacar de unos de los cajones un objeto que apenas puedo identificar.

—¿Por qué me tienes aquí?— mi boca está tan seca que apenas puedo murmurar palabra alguna.

—Ya te lo dije pequeño, tocaste lo que es mío.

—No he tocado nada que sea tuyo. Se claro y dime a que te refieres.

Veo como se tensa ante mis palabras, y tengo miedo de lo que pueda hacer este maniático. Sus ojos se posan en mi con odio y algo más que no puedo identificar por mi debilidad.

—¡Tocaste a Kaylee! ¡Kaylee es mía y no se toca!.

A pasos rápidos se acerca a mi y siento como algo se clava en mi piel. Me ha apuñalado.

—¡Ah!— siento como empuña cada vez más el cuchillo con rabia.

—Kaylee es mía, pequeño Lucas, solo mía.

· — · — ❁ — · — ·

El suelo bajo mi cuerpo está frío, y el contraste hace que tiemble. Ya no me encuentro colgado de las manos, ahora estoy tirado en un rincón de la oscura y fría habitación.

Después de que el cuchillo se adentrara tres veces más en mi piel perdí el conocimiento. Mi cuerpo tiembla junto a unas incontrolables punzadas de dolor y mi piel está ardiente.

Posiblemente tenga fiebre, y posiblemente se deba a mis heridas y a la cantidad considerable de sangre que he perdido. Mi boca está seca, y apenas puedo articular alguna palabra.

—Despertaste justo a tiempo— murmura Aiden desde algún lugar de la habitación.— creo que es momento de contarte mi historia con tú fresita.

«Cuando mi madre me dijo que estaba conociendo a un hombre confieso que no estuve nada de acuerdo. Me volví loco.— un suspiro fingido sale de su boca— Tenía quince años y siempre habíamos sido, ella y yo. Cuando conocí a Jhon supe que él era el padre que a mí siempre me faltó; me dió su apellido, me consentía y amaba a mi madre más que a nada.

Cuando me enteré que mi papá Jhon tenía una hija quise volcar el mundo para que ella no se atreviera a interferir en nuestras vidas. ¿Pero qué crees, pequeño Lucas?— Aiden se mofa y lo siento sobar por la nariz. Está llorando— Mi mamá convenció a mi papá Jhon para buscarla y compartir. Cuando la ví. Demonios lo mejor que hice en mi vida fue verla.

Su pequeño cuerpo— el deseo que hay en su voz me hace estremecer.— sus ojos azules que me miraban con deseo. No aguanté. Por más que me repetía millones de veces que es mi hermana no aguanté. Y ella tampoco. La toqué y cada vez que la veía llorar más me excitaba. Su pequeño cuerpo siendo roto por mi virilid...»

—Para— murmuro con odio.

Él la tocó, él la dañó. Todos esos moretones, y la causa de que el brillo de sus ojos se haya apagado se debe a él.

La risa cínica y macabra que sale del fondo de su garganta hace que mis vellos se pongan de punta y que tenga unas inmensas ganas de golpearlo hasta partirle la cara, hasta que quede inrreconocible.

—Ojalá hubieses visto la manera en que la follaba en su habitación...

—¡Para maldita sea!—  el grito que sale de mi garganta, sale con dolor desgarrando todo a su paso.

Las heridas físicas que tengo en el cuerpo se que no se pueden comparar con las de su corazón, sé que ella aún no ha sanado porque sus ojos no brillan como una vez lo hicieron y que este sujeto que esté a metros de mi lo haya provocado me vuelve loco.

¿Lo peor?

No puedo hacer nada por la chica que amo, a pesar de intentarlo con cualquier otra persona no puedo olvidar a mi bella durmiente. Y mucho menos cuando sé que esta maldita basura la tocó sin su consentimiento.

La imagen de ella siendo arrebatada de su virginidad, llorando porque han tomado su cuerpo en posesión y que lo haya hecho un maldito cerdo me hace querer matar a todos los hombres que hayan hecho lo mismo con cualquier otra mujer.

—¡Eres un maldito cerdo! ¡Un asqueroso desgenerado!— grito después de lograr ponerme de pie.

Las heridas de mi abdomen sangran tanto que siento todo a mi alrededor dar vueltas, mi cuerpo tiemblan y la fiebre me hace sudar frío. Pero solamente tengo algo en mente.

Matar al maldito violador que tengo en frente.

—Tranquilo pequeño Lucas. Herido no vas a lograr hacerme daño, y no queremos que te mueras ¿cierto?— su figura aparece frente a mi con el mismo cuchillo que me apuñaló varias veces, manchado de lo que parece ser mi sangre— si mi princesita te ve muerto nunca querrá volver.

Mi mandíbula está tan apretada que siento mis dientes rechinar, mis manos  están cerradas en un puño donde intento retener la ira y el dolor que llevo dentro; y mis ojos, mis ojos lloran por la chica que he amado durante tanto tiempo.

Sus hermosos ojos me pedían a gritos que la ayudaran, que la salvara de ese infierno y yo no la ayudé. No pude evitar que este asqueroso la tocara.

Era tan pequeña que duele imaginarla derramando lágrimas, duele imaginarla pidiendo ayuda a gritos para que la salvaran, duele tanto imaginarla postrada en una cama desnuda y sin ganas de vivir.

—Eres tan repugnante que me encantaría verte en una prisión siendo violado por otros. ¡Una mujer no se toca sin consentimiento!— una nueva herida en mi abdomen me hace articular un gesto de dolor.

Pero no grito, no lo hago cuándo se que ella ha sido fuerte todo este tiempo.

Una, dos, tres veces más el filoso cuchillo se entierra

—Lástima que no me verás cuando me lleven preso, porque tú estarás muerto, y Kaylee estará junto a mi, para siempre, pequeño Lucas.

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Nota corta:

Posiblemente, después de todo pueda seguir actualizando con normalidad preciosuras, todo está en que mi vista y mi cell colaboren😂.

¡Díganme que opinan! Pudimos conocer un poquito a Aiden y a Lucas,  el capítulo es corto porque no puedo seguir revelando más... Así que hasta el próximo capítulo preciosuras 🦸🏽‍♀️

No olviden cuídarse muchísimo, comer sano, hidratarse, hacer ejercicio, sacar a esas personitas que no aportan nada sano a sus vidas y dormir 8 horitas. Solo para que ninguna hadita fallezca 🌸.

—᭢ꪗ🌸

Si te gustó el capítulo no olvides darle a la estrellita ☆ eso me ánima a seguir con la historia ❤️.

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