🥀CAP| 04

04|Mensaje desconocido

Kaylee Felling

—¿Qué me pongo?— miro la ropa separada en perchas dentro del armario con duda.

Entiendo que solo voy a un lugar con Ryan, y que no debería de arreglarme tanto. Pero por primera vez en mucho tiempo me dan ganas de cambiar mis faldas y suéteres de vieja.

—Dios que difícil—paso las manos por mi cara frustrada.

—¿Hija, estás ahí?

La voz de mi madre al otro de la puerta me hace fruncir el ceño. Normalmente ella llega más tarde.

—Si, pasa.

—Hola mi vida, ¿Cómo te fue la consulta con la doctora?—mamá pasa y se sienta en la cama, observa el closet abierto y algunas ropas en la cama. Frunce el ceño—¿Vas a salir?

—Si, con un amigo—me siento a su lado y le sonrío.

—¿Un amigo?

Asiento con una sonrisa.

—¿Tú?

—Si mamá, ¿Qué pasa?—pierdo la paciencia.

—No nada, me alegro que estés volviendo a relacionarte con chicos de tú edad—acaricia mi rostro y me da una pequeña sonrisa—No sabes que ponerte ¿cierto?

—La verdad —hago un mohín — No.

—Tranquila, que mamá te ayuda— me da un beso en la frente y camina hasta el armario. Mamá tiene buen gusto así que confío en ella.

  Pasan dos minutos en lo que mamá rebusca en el armario y me termina lanzando un vestido de tiras finas de color blanco y adornos de flores amarillas. Enarco una ceja al observar el vestido.

—Mamá, no me gusta, ¿No hay algo que me cubra más?—la miro suplicante.

—Póntelo ¿si?, Si no te gusta te puedes poner unos jeans, pero primero mira como te queda, por favor—me suplica con la mirada.

¿Qué más dá? si lo que quería era cambiar mi vestimenta de vieja por una de adolescente, debería empezar por esto.

Resignada me levanto de la cama con un suspiro. Entro al baño y voy directo a la ducha.

¿Será que verdaderamente estoy haciendo bien en confiar en Ryan?. Lo conozco hace solamente dos días y ir a un lugar totalmente desconocido no me hace mucha gracia.

Quién no se arriesga no gana.

Termino de darme bañarme y me visto dentro del baño y dejó mi cabello húmedo. Mi figura en el espejo no se ve nada mal. El vestido es lo suficiente largo como para no sentirme incómoda y lo suficiente corto para no parecer una mojigata.

De regreso a mi habitación mi madre ya no estaba, así que me encamino al tocador que hay a un lado de mi habitación. Hay brochas de distintos tamaños y colores, paletas de sombras oscuras y vivas además de delineados, rubores, rímel, labiales, bases, correctores y iluminadores.

Tenía todas estas cosas por mi fanatismo por el maquillaje. Desde los catorce años me introducí a este mundo por lo fantástico y maravilloso que me resultaba crear arte en mí. Es una etapa maravillosa para mí, o bueno, lo fue hasta el momento en que me mudé a aquella casa.

—¿Qué haces princesita?— pregunta cerrando la puerta de mi habitación con llave.

—Me estoy maquillando— respondo cortante intentando calmar el temblor de mi cuerpo.

—¿Para qué?, ¿Para disimular lo sucia que estás?...

Muevo mi cabeza en una negativa y aparto todo pensamiento relacionado con él y solo me rocío un poco de perfume de vainilla con coco.

Sonrio mirándome al espejo complacida con mi apariencia.

Estás bien Kaylee, estás mejorando.

Suspiro y bajo con una sonrisa las escaleras con mi móvil en mano.

—¿Cómo me veo?—pregunto deteniéndome frente a la entrada de la cocina con una sonrisa que hace mucho tiempo no veía en mi.

—Muy hermosa cariño— mi abuela pasa por mi lado y da leves toques a  mi mejilla.

Paso la mirada por la habitación limpia y oliendo a comida buscando a mamá

—Abuela ¿Y mamá?—camino detrás de ella hacia el patio delantero.

—¿Amelia?, Amelia tuvo que ir de vuelta a su trabajo, la llamaron— responde mientras saca una planta de su maseta para colocarla directo a la tierra. Ana pudo notar la tristeza en mis ojos azules, así que agrega:—pero me dijo que te deseaba muchísima suerte, que la llamaras si sucedía algo.

Sé que cuando mamá parte para su trabajo se le olvida decir algo como eso, así que de inmediato reconocí la mentira. La vibración en mi mano me hace observar el teléfono.

Ryan:
Estoy en el auto, ya puedes venir

Yo:
Vale

—Abuela, ya me voy — no doy tiempo a que me responda, y corro en dirección al auto de Ryan que estaba aparcado en la esquina que me dejó ayer.

Al llegar lo primero que observo del pelinegro recostado a su auto es la combinación de su ropa. Un pulóver blanco y un pantalón deportivo negro.

Una elección de ropa fresca para este clima tan primaveral dónde por la tarde había un calor soportable –por la cerca estación de verano– y una brisa fresca por la noche.

—Hola pecesita— sonrio al entender la proveniencia de mi nuevo apodo.—¿A qué se debe tú sonrisa?

—A mi nuevo apodo, pecesita.

—A ves, ¿Y tú pez?—sonríe burlón.

—Pues bien, bien—le sigo la corriente.

Me dedica una nueva sonrisa y sube al auto después de indicarme que hiciera lo mismo.

—¿A dónde vamos?—le pregunto al verlo subir al asiento del conductor y mientras yo me coloco el cinturón de seguridad.

—Es una sorpresa—y sin decir más arranca.

Ya llevábamos diez minutos en carretera cuando decidí poner un poco de música en el estero del auto para no aburrirme entre conversaciones banales.

En este corto tiempo había averiguado cosas de Ryan, como que tiene dos hermanas, le gusta el color azul, ama el sabor y los batidos de banana y su banda favorita es Oasis y una de las canciones que más le gusta es Stand by me.

También noté que Ryan no es un chico para desconfiar. Es agradable, directo y sin maldad alguna, así que me relajé en cuanto conocí más de él.

—¿Qué te parece si jugamos a algo?—pregunto al cambiar la música por una de Billie Eilish - ocean eyes.

—¿A qué?—me dedica una mirada fugaz volviendo su mirada a la carretera.

Todo este tiempo nos lo habíamos pasado entre bosques y más bosques. Me tensé al ver la carretera de la salida del pueblo pero no pregunté. Si iba a matarme o secuestrarme no quería saber. Me estremecí de solo pensar lo último.

—Al juego de las cien preguntas— respondo moviendo la cabeza al ritmo suave de la canción. Ryan asiente sin remedio.

Ya me había contado casi la mitad de su vida, no había nada que no me hubiese contado...

—¿Quién te gusta?— pregunto emocionada por hacer shipeo entre el pelinegro y alguien más.

—Nadie. Mi turno, ¿Qué sientes por tú amigo el que el que tiene el cabello color marrón?.— fue rápido y directo.

Lo miré unos segundos analizado la pregunta y la manera tan directa de hacerla.

Por Lucas no sentía algo especial, o por lo menos eso quiero creer. No voy a negar que mis sentimientos de amistad hacia él eran más fuerte de los que sentía por Fredd, pero no me gusta de una manera romántica... creo.

—Amistad— respondo simplemente y sin entrar en detalle.

—¿Tanto tuviste que pensar para esa respuesta de siete sílabas?— niega con un risa burlona.

—¡Oye!— golpee su hombro y solté una risita— Es que estaba pensando en otra cosa.

—¿Tal vez en como él chico se pone celoso por qué tú y yo hablemos?— callo de golpe.

¿Había dicho... que cosa... qué?

—¿Disculpa?

—Disculpas aceptadas.— no pude evitar reír nuevamente. Realmente Ryan me hace sentir cómoda estando solamente los dos solos.

—Hablo en serio, ¿de qué hablas?— esta vez pregunto confundida.

—Tú amigo, por el que solo sientes amistad, por poco me saca los ojos cuándo pregunté por tí.— no pude ver si hizo alguna mueca porque mi vista estaba fija en la ventanilla a su lado analizando sus palabras.

¿En serio Lucas se puso así de celoso?

—Y el otro por poco me baja al infierno— agrega.

—¿Qué otro? ¿Fredd?— pregunto ahora más curiosa.

Si es él en ese caso mis amigos me están protegiendo más de la cuenta... y eso significa que les importo.

—¿Ese tiene los ojos de color miel y anda con una pelirroja de mano?— enseguida sentí mi corazón bajar al suelo.

Harry. ¿Celoso?. O bueno la celosa ahora soy yo al escuchar a Ryan mencionar a su noviecita.

—No. Él es... mi ex.

—Oh.

No hubo más conversación hasta que recordé que aún seguíamos jugando y que nos habíamos desviado por un tema que me iba a dejar pensando, si es posible, todo el mes.

—¿Me dirás a donde vamos?— pregunté esperanzada.

—No.

Bueno, las esperanzas se fueron por el retrete. Solo me quedaba aceptar que él iba a vender mis órganos en el mercado negro. Así que hice otra pregunta para no morir de aburrimiento en ese auto en el que iba a pasar posiblemente más horas de las que quería y podía imaginar.

—¿Como te gustan las chicas, Ryan?.

—Como tú.

Ryan Stev

—¿Como te gustan las chicas Ryan?

Sin titubear, respondo con dos palabras:

—Como tú.

Pude apreciar por el rabillo del ojo como su piel perdía color hasta llegar aún tomo tan pálido como las hojas y después pasar al rojo como su sangre.

Sonrío complacido por obtener ese efecto en ella.

—¿Entonces porque dijiste la otra vez que no era tú tipo?— intentó no sonar a reproche pero su tono de voz no pareció desapercibido.

—La verdad no tengo preferencias— me encojo de hombros en el asiento, sin darle importancia.

La siento bufar antes de verla lanzarse a su asiento, resignada. Mejor darle una explicación más detallada.

—Me gustan como tú— La veo mirar con interés la ventanilla a su lado. Posiblemente intentando ocultar la rojez de su cara— reservadas y misteriosas.

La miro de reojo y esbozo una pequeña sonrisa que me encargo de retener cuando la noto ¿decepcionada?

—Es mi turno—digo para tratar de no hacerla sentir mal—¿Qué te sucedió, Kaylee? ¿A qué se deben tus ataques de pánico?—esa pregunta parece incomodarla un poco porque la siento retorcerse en el asiento a mi lado.

—Nada importante. ¿Falta mucho?—pregunta con la voz un poco débil evitando mi pregunta.

No insisto más y le respondo con un simple «casi llegamos». Algo muy malo le pasó a Kaylee, algo que le afectó demasiado. He observado bastante a Kaylee, ha sido una chica que llamó mi atención, casi al instante. Justo cuando la ví, me pareció la chica más dulce, ingenua y bonita que haya visto jamás y ayer pude ver como en una pequeña parte seguía siendo esa misma chica pero triste y atormentada, y para nada ingenua.

La había estado observando, ayer antes de entrar al salón la ví abrazando a sus amigos con incomodidad y tensura. En el momento en que se iniciaron las clases Kaylee se perdió en su mundo.

De lejos se notaba su dolor y su miedo, solo un tonto no podría notarlo. Y por suerte, no soy uno.

Kaylee rotó su cuerpo hacia la puerta del auto acomodándose, así que entendí que no quería hablar más. Me quedé conduciendo mirándola de vez en cuanto mientras uno de los álbumes de Billie Eilish sonaba bajo y suave en los parlantes.

No tardé en apagar el motor cuando arribamos en una tienda de abertura las 24 horas. Me aseguré de que Kaylee estaba bien dormida y de que no habrían curiosos merodeando y bajé del auto para comprar algunas cosas.

No me había dado mucho tiempo preparar comida en casa porque mamá no estaba, y darle indicaciones a mi hermana para que no hiciera un desastre en nuestro hogar me tomó más tiempo del necesario. Así que me resultó más fácil tomar dinero y comprar las cosas en alguna tienda de camino para acá.

Al lugar al que vamos, es a uno que frecuento con regularidad, en general cuando estoy estresado y necesito un descanso. Nunca antes había llevado a alguien a un sitio que considerada secreto para mí. Pero Kaylee lo necesita más que yo.

Realmente no es una sorpresa muy espectacular, pero la vista si que lo era.

Dentro de la pequeña tienda hay varios compartimientos con alimentos de consumo rápido. No quería pasar tanto tiempo aquí si quería llegar a tiempo a mi lugar favorito, así que caminé entre los estantes y agarré:  chocolates, varitas de vainillas, sodas, sándwiches y agua mineral. Luego, paso a la caja, donde una chica me miraba de manera aburrida. Un mensaje en el móvil dentro de mi pantalón me hace despegar la mirada de la joven.

Milton.
Ya estoy.

Suspiro y guardo mi teléfono. Después de apresurar a la chica me dirijo al auto para seguir mi travesía con la chica de cabellos dorados.

Iba entretenido cuando siento unos gritos femeninos ahogados por algo. Kaylee. Suelto las bolsas de plástico en  el suelo y corro hasta mi auto con el pulso a mil por hora.

No. no. Estaba imaginado lo peor y ni siquiera había llegado a ella.

—¡No por favor, déjame!, ¡Auxilio!— comienza a sollozar—¡Por favor no me toques!

Cuando llego a su lado del auto la encuentro recostada a su asiento moviéndose inquieta, sudando, llorando y temblando. Desabrocho su cinturón para abrazarla y siento como su cuerpo deja de temblar de apoco.

—Tranquila. Shh no pasa nada, estás bien.— acaricio su cabello rubio y esponjoso liberando una ola de olor a vainilla.

Esto solo era una pequeña parte que me confirmó que sufría por cualquier cosa que le habían hecho.

Kaylee siguió durmiendo después de su pesadilla de la cuál no había abierto los ojos. Pasé junto a la carretera unos 20 minutos hasta llegar a mi lugar favorito. Ella sigue aún dormida pero esta vez dándome la cara. Así que tengo una vista espectacular de su rostro angelical.

Verla llorar y pedir ayuda en sus sueños me hizo querer quedarme siempre con ella. ¿Por qué le hicieron tanto daño a alguien que no lo merece?. Quería quedarme siempre con ella, juntar la piezas de su rompecabezas y mantener junto todos los pedazos.

Llevo mirándola más del tiempo recomendado, pero me es imposible no contar las pecas que se ven de cerca y dos pequeños lunares; uno en la parte alta de pómulo y otro bajo su labio.

El segundo más tentador que el primero.

Tiene la nariz recta y respingada en la punta, la cara redondeada y las mejillas ligeramente sonrosadas. Sus labios, el inferior ligeramente más carnoso que el superior. Y su cabello ¡Madre mía! era como estar bajo los rayos del sol en un día nublado. ¿Como en una simple persona podía haber tanta belleza?.

Kaylee es tan linda, pero ella no siquiera lo nota. Cualquier chico se podría enamorar de ella, de sus pecas, de sus labios, de su cabello... y ella simplemente no lo notaría.

¡Demonios!. Expresándome así cualquiera pensaría que ella me gusta. Pero ni siquiera la noto para mí, y lo único que siento por ella es curiosidad.

—Pecesita, ya llegamos— la muevo suavemente por el hombro para que se despierte. Se estira en el asiento y mueve su rostro de un lado a otro hasta dejarlo nuevamente en mi dirección.

Me acerco a su rostro con la intención de gritar en su oído par que se despertara, pero su aroma inunda mis fosas nasales. Me siento consumido por un momento. Sus labios se ven suaves y de manera inevitable pienso en la sintonía de sus labios sobre los míos

¿Pero en que piensas Ryan?, ella es tan diferente, ella... es tan ella.

—¿Ryan?—me alejo rápidamente de su rostro haciendo que mi espalda choque con la puerta del auto a mis espaldas.—¿Por qué paramos?.

—He...— carraspeo intentando que mi voz regrese—es que ya llegamos.

—Bueno entonces veamos a donde me trajiste—y con solo decir eso baja, del coche, dejándome soltar todo el aire de mis pulmones, ni siquiera sé cuando contuve la respiración.

Estamos en una montaña a las afueras de la ciudad de Forgam, donde puedes apreciar perfectamente la puesta de sol. En la parte inferior de la montaña puedes ver la playa, y un pequeño restaurante al aire libre donde los turistas vienen a disfrutar.

Kaylee se ve impresionada con la vista, cosa que me hace sonreír, lo sabía, sabía que le iba a encantar.

—¿Te gusta?—pregunto al acercarme a ella, aunque ya me sabía la respuesta.

—Mucho—observa hacia el horizonte, donde el sol se empieza a ocultar lentamente.

—Ahora vuelvo—le digo mientras corro al auto.

—¡¿A dónde vas?!—la escucho gritar, cosa que me hace reír.

Saco las cosas del maletero y las llevo a donde está ella.

—¿Qué es todo eso?—señala las dos bolsas de plástico que llevo en las manos.

—Comida, vamos sígueme—camino hasta donde está un árbol gigante y de hojas muy verdes.

—¿Esto vendría siendo un picnic?— pregunta Kaylee sentándose a mi lado.

—Algo así, te traje para que disfrutaras de la vista...— Saco las cosas de la bolsa para acomodarlo todo—este es mi lugar seguro en el mundo, cuando estoy mal, o enfadado. Siempre que no me encuentren, estaré aquí.

—¿Y por qué me lo enseñas a mi?— me mira fijamente a los ojos. Maldito sea el color azul.

—No lo sé—me encojo de hombros —tal vez confío en ti.

Kaylee me sonríe y dirige la mirada al cielo, saco los sándwiches, y los refrescos para después comer en silencio.

Disfrutamos de la puesta de sol y de los hermosos colores en silencio, mientras los últimos rayos del sol nos calentaban. Ahora estamos acostados, con nuestra espalda tocando el césped y nuestros ojos observando las estrellas.

—¿Crees que las personas dañadas puedan sanar?—pregunta Kaylee aún mirando fijamente al cielo estrellado.

—Claro pecesita, todas las personas sanan, lleva tiempo, pero sanan, tal vez sea gracias a una persona, un animal, un objeto u otra cosa—observo a Kaylee de reojo.

—Yo... —se queda unos segundos en silencio —tengo hambre—Tengo la sensación de que Kaylee no me quería decir que tenía hambre sino otra cosa pero igual no digo nada.

Quiero ganarme su confianza, quiero hacerla sentir segura.

—¿Te apetece bajar al restaurante que está allá abajo?—me acuesto de lado sosteniendo mi cabeza con mi brazo izquierdo para verla mejor.

—¡Pues claro!—se levanta emocionada y corre en dirección al auto.

—¡Espérame!—grito al ver que me deja atrás.

 Kaylee sube al auto de primera al asiento del copiloto ya que no tenía el seguro puesto y luego yo. Pongo en marcha el auto para dirigirnos al restaurante.

—¿Qué vas a pedir?—pregunto al llegar a el aparcamiento del restaurante.

—Una hamburguesa con...—se pone un dedo en la mejilla pensando en que va a acompañar la hamburguesa.—un batido de fresa, ¿Y tú?

—Una hamburguesa, acompañando de papas fritas con un refresco de Coca-Cola—el mío no tuve que pensarlo, siempre pido lo mismo a cualquier lado.

Aparco el auto en un lugar libre el cual pasé buscando varios minutos.
El restaurante se llama "ForgamFood" supongo que aparte de comida rápida venden comida típica de Forgam.

—Hola—saludo a la chica morena detrás del mostrador.

—Hola ¿Qué desea?—pregunta la chica mirándome con detenimiento, es linda, si. Alta, ojos grandes y marrones, cabellera larga, buen cuerpo, todo lo en una noche de fiesta me querría llevar a la cama, pero hoy no es un día de fiesta.

—Una mesa al aire libre para dos por favor—le sonrío falsamente y me dedico a observar el lugar.

Luces de neón para resaltar el nombre, una recepción bastante amplia, amueblada con tres sofás blancos y largos, paredes azul celeste, una barra para las personas que están en espera, varios cuadros de artistas reconocidos como, David Hockney, Peter Doig, Jasper Johns, Ed Ruscha, entre otros más.

—¿Qué miras con tanto detenimiento?—pregunta Kaylee haciendo que mi atención se centre en ella.

—Las obras de arte—señalo las obras y le sonrío de medio lado.

—A mi me gusta la de Bricen Marden.—señala la pintura a nuestras espaldas.

—¿Sabes de pintura?—frunzo el ceño ligeramente y ella esboza una sonrisa.

—Ryan, hay tantas cosas de mi que no sabes—niega con la cabeza repetidamente como si no la conociera de nada. Y si, no la conozco mucho, pero cuando observas a una persona de lejos puedes conocerla mucho más que las personas que están a su alrededor.

—¿Y por qué no me enseñas esas cosas de tí?— mi pregunta hizo que su rostro se tornara de un color rojizo.

Fácilmente me podría acostumbra a esto.

—Listo, su mesa ya está lista, síganme —Kaylee mira con una ceja enarcada a la chica que me mira sin disimúlo alguno.

Comenzamos a seguir a la chica a la terraza del local donde se encuentra nuestra meza. Al sentarnos la chica pregunta que vamos a pedir.

—Yo quiero una hamburguesa, con papas fritas y una Coca Cola—le sonrío a la chica que me miraba atenta. Kaylee pone los ojos en blanco al verme sonreírle.

—Yo solo quiero una hamburguesa y un batido de fresa, gracias ya te puedes ir—Kaylee le habla a la chica con cierto fastidio y esta se marcha.

—¿Vas a la fiesta de Stefan?—pregunto bebiendo el agua de la botella que compré en la tienda anteriormente.

—¿Yo?—volteo los ojos, en serio está chica no parece haber nacido aquí. Suspiro.

—No. Le pregunté a la recepcionista —le digo con sarcasmo.

—Ja Ja, muy gracioso—torce la nariz, un gesto que me hace reír—¿De qué te ríes?

—Nada, nada, ¿Por fin vas?—le pregunto después de dejar de reír.

—No lo sé, tal vez vaya con Camille—se encoje de hombros.

—Ah...

—Aquí tienen su orden, ¿Algo más?— la chica me vuele a sonreír y Kaylee la mira de mala manera.

—Oye—Kaylee llama la atención de la recepcionista y esta asiente con al cabeza ante su llamado—¿Cómo te llamas?.

—Laura.

—Laura, ¿Eres recepcionista o mesera?—Laura y yo nos quedamos extrañados por la pregunta de la chica rubia sentada a mi lado.

—Recepcionista.

—Entonces me puedes explicar ¿por qué no nos atiende un mesero?— Kaylee le da una probada a su batido haciendo un ruido al aspirar por la pajilla.

—Eh...—Laura se queda pensativa un segundo—no lo sé.

—Ya... ¿Y tampoco sabes por qué le sonríes tanto al chico sentado a mi lado?

Sonrío mirando a la rubia, impresionado. A parte de bonita, malhumorada. Salir con Kaylee es una odisea.

—Discúlpeme,—y dicho esto, la chica cuyo nombre no recuerdo por estar mirando a Kaylee, sale de ahí avergonzada, a paso apresurado y con la cabeza gacha.

—¿Qué ha sido todo eso?

—Nada. Solo que esa chica es muy molesta, ¿No viste como te sonría a cada instante?, que fastidio.

—Está bien, pero la hiciste sentir mal—le doy una probada a la hamburguesa. Casi gimo de lo deliciosa que está

—A pues lo siento—y dicho esto se pone a comer.

Después de unos segundos de silencio observo a Kaylee comer, y me fijo en la comisura de sus labios, está manchada de salsa de tomate. No controlo mi impulso y paso mi dedo por su boca para limpiar la mancha. Kaylee mira mi gesto pero no se mueve, solo mira un lugar fijo y los ojos se les humedecen.

—Kaylee—la llamo y esta cuando me mira una lágrima le resbala por la mejilla—¿Kaylee qué sucede, por qué lloras?—pregunto preocupado mientras limpio su lágrima, cuando abre la boca para responder, una notificación la corta.

Kaylee revisa su móvil y se queda atónita, inexpresiva. Y mis nervios ahora los tengo hasta la punta del dedo gordo por no saber que pasa o quién es.

Por un momento me pregunto si se trata de algún problema familiar.

Kaylee Felling

Iba a responderle a Ryan. No se que se supone que le debería decir, ¿tal vez que estoy traumada de por vida?. Maldita sea, ahora solo quisiera llorar.

Cuando mi teléfono suena, le agradezco a todos los dioses por salvarme.

Número desconocido:
¿Me extrañas Kaylee Felling?

⋆———❁———⋆
Nota corta:

Hola preciosuras pregunta rápida:
¿Quién creen que sea el desconocido?

No olviden cuídarse muchísimo, comer sano, hidratarse, hacer ejercicio, sacar a esas personitas que no aportan nada sano a sus vidas y dormir 8 horitas. Solo para que ninguna hadita fallezca 🌸.

—᭢ꪗ🌸

Si te gustó el capítulo no olvides darle a la estrellita ☆ eso me ánima a seguir con la historia ❤️.

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