𝟬𝟮. BOSTON QUARANTINE ZONE
CAPÍTULO DOS:
«ZONA DE CUARENTENA DE BOSTON»
♬ song: world gone mad
━━ bastille
INVIERNO ─ FEBRERO 20, 16:30
cleveland, ohio
El equipaje se amontonaba en uno de los coches militares, anteriormente pertenecientes a FEDRA. A diferencia de éste, los otros dos coches tenían la responsabilidad de transportar dos equipos: uno que sería liderado por el capitán Purnell y el segundo por Sebastian. Partirían antes de la puesta del sol.
Mientras los demás estaban ocupados despidiéndose de sus familiares u organizando su equipo, Reeves se encontraba cargando las últimas cajas en el vehículo después del almuerzo. Birdie lo ayudaba tomando lo más ligero o dando algunas sugerencias para la organización de las maletas.
Normalmente, era común que no dejara de hablar ni siquiera un minuto. Era como una radio AM que nunca dejaba de hablar, charlando sobre cosas al azar. Sebastián no se molestaba; mientras estuvieran dentro del campamento, ella podía actuar de esa manera. Pero en el exterior era diferente, y Birdie lo sabía.
──Sabes, Ghost ──Comenzó ella, tratando de actuar de manera casual al entregarle na mochila──, estaba pensando...
──Yo diría que eso es una mala señal ──Reeves murmuró, empujando un cofre negro hasta el fondo del maletero.
──Rude ──Birdie afirmó, haciéndole una mueca mientras se detenía junto a la puerta abierta del coche──. De todos modos, estaba pensando que ahora que Leon ya no va, hay un lugar vacante en el equipo, ¿verdad? Podría ir contigo.
──No ──Respondió sin pensarlo dos veces. Continuando con lo qué hacía, Sebastian no noto la mirada indignada de la joven.
──A ver, ¿cómo? Dices que no te gusta dejarme sola, y ahora que tienes la oportunidad de llevarme ¿no quieres?
──Es diferente. El hecho de que no me guste dejarte sin mi supervisión, no significa que creo que es mejor llevarte a las misiones ──Respondió el teniente──. Por mucho que odie admitirlo, estas más segura aquí.
Sebastian levanta la última caja sobre su hombro, gruñendo por lo bajo mientras levanta el objeto pesado y flexiona los músculos.
──Siempre dices que estoy más segura a tu lado ──Birdie cruza los brazos.
──Cuando solo somos nosotros dos, sí. Pero la situación es diferente ahora; No puedo molestarme en cuidarte y liderar todo un equipo.
──¡Pero sé defenderme!
──No estas lista.
──Pero Ghost...
──¡Ya basta, Birdie! ──Exclama el hombre interrumpiendo a la chica. Sebastian detiene sus movimientos y mira directamente a la menor. Ella no puede ver su rostro, al menos no completamente, pero la reprimenda esta grabada en sus ojos──. Es suficiente. No vas a ir conmigo, ¿comprendes?
Birdie lo observa con los ojos abiertos. En cuestión de segundos, sus rasgos cambian y la joven comprime sus labios, tragándose todas sus quejas. La castaña gira sobre su eje, dandole la espalda a Sebastian, y se va haciendo una rabieta silenciosa.
El hombre la observa partir, desapareciendo en medio del campamento. Sebastian suelta un suspiro cansado, moviendo la cabeza de un lado a otro y volviendo a su tarea poco después.
──Tienes que tomarlo a la ligera, Sebastian ──Comenta la mujer de cabello rubio al acercarse a él──. La chica solo quería ayudar.
──No necesito su ayuda ──Respondió sin mirar a Shepherd. Continuo apretando las tiras que mantienen las maletas pegadas, garantizando la seguridad de las mismas.
──Tal vez no ahora, pero puede que un día la necesites ──Grace responde──. Mientras no, no tienes porque ser tan duro con ella. Birdie sigue siendo solo una niña.
──Ningún niño que nace y vive en un mundo como este es simplemente un niño, Grace ──Replicó Reeves. Al concluir su intervención, se dirigió hacia la mujer──. Ya no hay lugar para esas comodidades. No podemos permitirnos intentar aliviar la situación. Birdie necesita comprender su posición en medio de todo esto.
──Entonces, ¿por qué no se lo explicas?
──Yo la instruyo. Eso es lo que siempre hago, pero hay cosas que aún no esta lista para manejar.
──¿Como la verdad? ¿La verdad que nunca le cuentas?
──Eso es... no es importante, es desechable. No cambia nada.
──Eso es lo que tú piensas ──Afirma Shepherd──. Para ella, la verdad puede significar todo. No se esconde la verdad de las personas que amas.
Sebastian permanece en silencio, mirando a Grace que está frente a él en unos pocos pasos. Se siente inquieto.
──La instruyes muy bien, has hecho mucho por ella durante estos años. Pero aún así, no la dejas acercarse a ti de verdad ──Dijo Grace, continuando su discurso──. No confías en ella lo suficiente para que realmente conozca a Sebastian, no a Ghost. Por eso, a veces no te entiende ni a ti ni a tus motivaciones.
──No eres la primera persona que me dice esto hoy, Grace ──Sebastián suspiró, dejando pasar el desánimo por su rostro cubierto, una acción que se ha convertido en una costumbre.
Shepherd inclina ligeramente la cabeza hacia un lado y lleva una mano hacia el hombro del sujeto, apretándolo. Él es más alto que ella, por lo que su brazo permanece levantado.
──Significa que no soy la única que intenta poner un poco de sensatez en tu cabeza ──Ella dice, sonriendo de forma sencilla──. El mundo ha terminado, teniente. Deberías haber enterrado esa máscara hace mucho tiempo.
Grace hace todo lo posible para consolarlo después de sus palabras, siendo amable como solo ella sabía ser. Ella era una de las únicas personas que habían sobrevivido del equipo de Milo, además de Sebastian y Leon. Todos los demás murieron o continuaron en la antigua base, sirviendo al gobierno, uniéndose FEDRA. Reeves no sabía cuál era el destino correcto.
Cuando Sebastian decidió seguir a Don y a los demás fuera de la zona de cuarentena, Grace no pensó dos veces en hacer lo mismo. Ella aceptó esa idea, incluso sabiendo que podría ser un gran error. La confianza que Shepherd tenía en Reeves era grande. Se conocían desde hace mucho tiempo y él la tenía como una amiga de confianza.
Grace fue la persona que más le ayudó con Birdie en los primeros días. Estaba ahí en cada momento, sin hacer preguntas sobre quién era esa niña y qué estaba haciendo Sebastián con ella, manteniéndola a salvo todos estos años. Sobre todo, Grace respetaba su espacio. Ella era una de las muchas personas que no sabían la mitad de lo que Reeves había vivido y aun así permanecía cerca.
A diferencia de Sebastian, quien no era capaz de contar muchas cosas de sí mismo, Grace siempre compartía sobre su vida con él. Hablaba de su hermana que vivía en Tennessee y como nunca supo lo que le sucedió después del brote, deseando inmensamente que Jessie estuviera viva y a salvo en algún lugar, incluso si esta posibilidad no fuera posible.
Reeves fue la primera persona a la que Grace le contó sobre su atracción por las mujeres, confiándole gran parte de su experiencia en el ejército y como fue ser la única mujer en el escuadrón, además de ser lesbiana. Sebastian era un buen oyente. Así como era naturalmente callado, también era hábil escuchando a los demás. En esos momentos, él también fue un buen apoyo para ella.
Alguien se aclara la garganta llamando la atención de los dos. La mano de Grace cayó del hombro de Sebastian al instante.
──Espero no estar interrumpiendo a la pareja ──Bromea Leon, adornando su rostro con una sonrisa maliciosa.
──Velázquez ──Saludo Shepherd. La simpática sonrisa que había mostrado hacia tan solo unos segundos atrás se desvaneció de su rostro, dejando solo una mueca de mal humor que divertía a Leon──. Lo único que interrumpiste fue una conversación privada.
──Sí, una que seguramente terminaría con ustedes dos revolcándose seguro ──Respondió el hombre.
──Cállate, Leon ──Lo reprendió Grace.
──¿Qué fue? ──Pregunto Velázquez luego de que Shepherd decidiera alejarse. El hombre se volvió completamente hacia Reeves──. ¿Dije algo inapropiado? Lo siento, no quería arruinar el momento.
──¡Vete a la mierda! ──Soltó una irritada Grace a lo lejos. Sebastian lo enfrentó con dureza.
──Sabes perfectamente que no hay nada entre Grace y yo. Ella es mi amiga y esta en una relación con otra persona. Deberías respetar eso y no hacer insinuaciones ──Dijo Reeves. Cruzo los brazos y observo fijamente a su hermano mayor, quien no parecía verse interesado en lo que su hermano menor acababa de decir.
──Vamos, solo digo lo que todo mundo piensa. Ustedes dos han estado bailando en esta cosa que llaman amistad durante mucho tiempo. Es claro que estas loco por llevarla a la cama ──Velázquez sonrió ladino──. Si privacidad es lo que necesitas, puedo cuidar a Birdie por ti.
──Ya es suficiente ──La respuesta de Sebastian es aguda, y pronto, está cara a cara con su hermano en segundos, enfrentándolo──. Basta de esa mierda. No pongas a prueba mi paciencia, Leon. Hoy no.
León levantó las manos en una falsa rendición, pero manteniendo la misma expresión de provocación que antes. Era dos o tres centímetros más alto que Sebastian y tan fuerte como él. Los dos no tenían mucho en común en cuanto se trataba de características físicas. Pocas personas dirían que son hermanos. Además, era mucho más complicado saberlo ya que Leon utilizaba el apellido de su madre.
──No es necesario crear un problema por esto, hermanito ──El mayor dio dos pasos atrás──. Te estas irritando por nada.
──Nada contigo no tiene un propósito. Te gusta sacar a la gente de quicio, ese es el problema.
──No tengo la culpa de que alguna de mis bromas te ponga de mal humor ──Respondió él──. No es necesario volverte loco. Lo que falta en este campamento es un poco del sentido del humor y las mujeres ──Una sonrisa ladina crece en los labios de Leon.
Sebastian bufó, optando por ignorar el discurso de su hermano. Conocía a León desde hacía bastante tiempo. Siempre intentaba ser comprensivo y no se preocupaba tanto por su comportamiento, pero a veces resultaba difícil. Reconocía que León había mejorado mucho; Sebastian lo había visto en situaciones mucho peores que las actuales, por lo que trataba de apoyarlo un poco más.
Sin embargo, muchas veces era complicado mantener esa postura, especialmente en momentos como ese, donde León se esforzaba por ser provocador, llevando la paciencia de la gente al límite. Normalmente, eso no afectaba tanto a Sebastian, pero ese día en particular no estaba de muy buen humor.
──Es suficiente, ¿entiendes? ──Pregunta Reeves. Se giro hacia algunas mochilas en la esquina, debajo de un lugar cubierto con una lona──. Tengo que preocuparme por cosas más importantes que lo que piensas o dejas de pensar de mi.
──Como quieras, hermano ──Velázquez se rindió. Y, por un momento, Sebastian realmente pensó que el asunto entre ellos había terminado. Continuo con su inspección en silencio, esperando escuchar los pasos de su hermano mayor alejándose, pero en cambio, escucho su voz una vez más──. Pero, ya sabes, necesito comentarte que... por un momento, te volviste igual que papá. Es impresionante como ustedes dos son tan parecidos, especialmente cuando estan enojados.
Las manos de Sebastian se cerraron, deteniéndose a centímetros de la correa de una mochila. Sus puños estaban apretados, su mente aún absorbía las palabras de León, repasando cada detalle. Estaba concentrado en ellas, en todo lo que había dicho Velázquez.
Sebastián no respondió. Optó por mantenerse en silencio, guardando para sí sus propias palabras, sabiendo que no debería preocuparse por algo tan trivial. Las palabras de León no deberían importarle tanto, no deberían tener tanto peso.
──Solo quería decirte eso, Sebastian ──Continuo el hermano de Sebastian──, para que tengas cuidado. Sabes que nuestro padre no era de los mejores hombres en el mundo. Dudo que quieras terminar como él, ¿verdad? Seria bueno que controlaras tu temperamento. Solo es un consejo.
El tono de voz de León dejaba entrever el resentimiento. Aún había un rastro de ello en su discurso, un residuo de las penas pasadas cuando su padre lo abandonó para empezar una nueva familia. Para León, la ausencia de su padre era algo terrible, una carencia de la que seguía resintiéndose. Sin embargo, para Sebastián, tener una figura paterna ausente fue lo que más anhelo durante su etapa adolescente.
León haría todo lo posible por captar la atención de Alejandro, mientras que Sebastián desearía haber hecho todo lo posible para que ese hombre se hubiera ido de su vida antes. Solo él sabía lo difícil que era vivir con Alejandro, presenciar el sufrimiento de su hermana y su madre a causa de él era una situación horrible y Sebastián siempre había deseado borrar los recuerdos de ese hombre de su mente.
Ser comparado con él era lo último que Reeves quería, sin embargo, a veces se ponía a pensar en las grandes similitudes qué tenían y se cuestionaba si algún día terminaría convirtiéndose en lo que más odiaba.
Al escuchar los pasos de León alejándose de al auto, dejándolo solo con su silencio, las manos de Sebastián descansan sobre el suelo de la cajuela del vehículo, donde suspira pesadamente y repasa los recientes acontecimientos, haciendo que su mente naufrague en un mar de incertidumbre. No era lo que necesitaba para un día como ese, donde su único deber debería ser la misión.
Balanceando la cabeza para alejar esos pensamientos y poner su mente en su lugar, Sebastián se enfocó en lo que realmente importaba: finalizar su trabajo de organización. Los tres vehículos robados a FEDRA estaban listos para salir en cualquier momento. Cuando todo estuvo hecho, Sebastián se alejó de las camionetas y caminó de vuelta a la escuela. Varias personas pasaron junto a él, dirigiéndose hacia los vehículos, listas para acomodarse. Algunos lo saludaron mientras pasaba, al igual que aquellos que estaban en sus carpas montadas alrededor del edificio, con pequeñas hogueras crepitantes.
Sebastian se traslada por los pasillos de forma automático, conociendo cada rincón de ese edificio como si fuera la palma de su mano. Se dirige hacia su habitación. El edificio es lo suficientemente grande como para que tengan sus propias habitaciones, y la de Sebastián y Birdie estaba al lado de la de Grace y Lauren.
La habitación en sí era una de las antiguas aulas, donde la mayoría de las cosas estaban rotas y se habían descartado, dejando espacio para que los dos pusieran sus cosas. La cama consistía en sus dos colchones en el suelo, y había algunos armarios pequeños donde podían colocar sus objetos personales. Sebastián no solía sacar nada de la mochila, pero Birdie tenía un cierto placer en decorar el lugar a su manera.
Sebastián la encuentra sentada en la silla frente al escritorio, que ha sido movida desde su ubicación original frente al pizarrón hacia la ventana. Birdie está de espaldas a él. El teniente golpea la madera con la parte trasera de la mano para anunciar su llegada, pero ella no se mueve ni se voltea hacia él. Sigue pintando algún dibujo en su cuaderno.
──Ya nos vamos ──Sebastian le informa, pero Birdie continua en silencio. Todo lo que puede llegar a los oídos del hombre es el sonido del lápiz sobre la hoja de papel──. Vuelvo en unos días. Obedece a Lauren mientras estoy afuera, como hemos acordado.
El trato de silencio persiste. Sebastián espera un momento, permaneciendo en el mismo lugar que antes, observando la espalda de la chica. Su cabello castaño cae liso sobre su espalda, algunos mechones aún húmedos y desordenados. Birdie se ha quitado uno de sus abrigos, llevando solo una blusa de manga larga de algodón color burdeos y sus guantes negros, que dejan al descubierto sus dedos.
Sebastián recuerda la primera vez que ella uso unos guantes como esos. Ella quería dejar de usar unos guantes tradicionales para usar unos similares a los que él solía llevar, solo porque quería ser como él.
Ella seguía intentando ser como él.
──Birdie, yo... ──Abrió los labios, buscando las palabras, pero los cerró después de unos segundos. En ese momento, sintió que el pasamontañas que llevaba era muy incómodo mientras dejaba morir cada palabra en su garganta, eligiendo seguir el camino que consideraba más seguro──. Nos vemos pronto, niña.
Mientras murmuraba esas palabras, Sebastian saco una cinta de su bolsillo y la dejo en el buró a lado de la cama, antes de darse la vuelta y salir, caminando por el pasillo hasta el ala médica.
La tensión no lo había abandonado y algo todavía le molestaba, pero Sebastián se resistió a ello. Se dijo a sí mismo que Birdie lo superaría; como lo hizo las tantas veces anteriores. Pronto volvería y seguirían adelante, como siempre lo habían hecho.
Al girar al final del pasillo hacia la izquierda, Sebastian finalmente llego a la enfermería de la escuela, donde Lauren Connors trabajaba como doctora junto a otras tres personas del campamento. Dos de ellos se unirían a los equipos de ese día, dejando solo a Lauren y a una segunda persona para atender las demandas medicas del campamento. En ese momento, noto que la chica se encontraba sola en esa habitación, arreglando un pequeño botiquín de primeros auxilios sobre una mesa.
El ambiente no era el más limpio ni mucho menos espacioso, pero cumplía con su trabajo cuando era necesario. Lauren miro a Sebastian tan pronto como noto su presencia en la puerta y le otorgo una pequeña sonrisa. La mujer tenía el cabello trenzado y una gorra azul en la cabeza que cubría la mitad de su frente. Lauren era delgada, por lo que la mayoría de su ropa le quedaba un poco grande cuando la usaba. La chica era de piel ligeramente oscura y sus ojos eran de un color café profundo.
──Teniente, es bueno verlo ──Lo saludo Lauren cerrando la caja y girándose hacia él──. ¿Necesita algo?
──Lo de siempre, pidiéndote que cuides a la chica ──Él responde──. Ella esta... un poco enojada conmigo, y sabes como lidiar con ella mejor que yo, así que... si puedes...
──Hablare con ella, no te preocupes ──Dijo Connors amablemente. Sebastian asintió──. Pero tu también eres bueno tratando con ella. Siempre te escucha.
──Cuando quiere, sí.
──Los desacuerdos son naturales, especialmente cuando se trata de un niño ──Lauren afirmó──. Independientemente de cual haya sido el motivo de su desacuerdo, sé que pronto lo olvidara.
──Espero que sí ──El hombre relajo los hombros e instintivamente cruzo los brazos frente a su pecho──. ¿Cómo van las cosas aquí abajo?
──Tranquilo. Actualmente, lo único que tengo que afrontar son los resfriados. Lo que es mucho más fácil que los cortes o las heridas de bala.
──Eres buena en tu trabajo, sabes como manejarlo bien.
──Sí olvidas que soy veterinaria y no médico, sí ──Ella río y Sebastian dio una pequeña sonrisa detrás de la mascara.
──Eso es solo un detalle.
──Por supuesto. ¿Listo para la misión, teniente? ──Cuestiono la mujer, apoyando una mano sobre la mesa de madera──. Grace me dijo que han cambiado un poco los planes. A ella no le gusto mucho la idea.
Lauren y Grace habían estado en una relación por más de dos años. Era de esperarse que Shepherd compartiera todo con ella.
──La mayor parte del equipo irá esta vez, así que estarán un poco desprotegidos. Hay posibles enemigos cerca, no es bueno. Pero tampoco podemos posponer más este trabajo. Es importante para que podamos salir de aquí apenas termine el invierno.
──¿Sabes a donde quiere llevarnos Don esta vez?
──Quiere alejarse más de las áreas de FEDRA, así que posiblemente busquemos un lugar con más recursos donde podamos estabilizarnos. Wyoming, Montana, Idaho... cualquier lugar lejos de aquí.
Sebastian no expuso una de las principales razones para esto, pero también estaba el hecho de que Don estaba preocupado por la posibilidad de que fueran descubiertos por FEDRA. Si eso sucediera, tendrían muchos problemas. Fue bueno que se alejaran de la gran ciudad, antes de que las cosas se volvieran más serias.
──Grace me habló de Montana unas cuantas veces. Dijo que era un estado muy bonito antes de la infección. No seria una mala idea vivir de allí.
──Sí, bueno, creo que a ustedes dos les gustaría. Tal vez podamos convencer a Don de que vayamos a Montana.
──Será un largo viaje.
──Nos estamos preparando precisamente para eso ──Reeves respondió──. Solo unos días más y estaremos listos para partir de nuevo.
──Eso espero ──Lauren murmura──. Sinceramente, teniente, estoy cansada de este lugar. Cada día que pasa en esta escuela, viendo estos dibujos en las paredes, las pequeñas mesas y sillas diminutas... es una tortura.
El discurso de Lauren conlleva angustia. Esa escuela tenía mucha historia. Historia de los niños que asistieron a ese lugar, que estudiaron y jugaron allí. Sus marcas estaban en todas partes, algo que iba más allá de los objetos del pasado abandonados, también había las consecuencias de la pandemia.
El primer día que llegaron a ese lugar, durante la primera inspección, Sebastian encontró con Murray varios cadáveres en el sótano y una carta perteneciente a una de las maestras. En ella contaba los días de angustia que pasó con sus alumnos, esperando que alguien apareciera para buscarlo.
Cuando esto no sucedió y no tenían a dónde ir, ella, enloquecida, los mató a todos y a sí misma después de meses viviendo de forma precaria. Sebastian nunca pudo alejar ese recuerdo de su cabeza. Principalmente mientras descartaba cada cadáver, cada hueso, en una hoguera, borrando todos los rastros de la muerte que residían allí.
Aun así, parecía que la podredumbre que rodeaba ese lugar nunca se había ido. Permanecía por los pasillos, persiguiendolos en cada paso. Y Lauren también se sentía así.
──Solo unos días más y estaremos fuera de aquí ──Aseguró──. Solo tienes que esperar un poco más.
──Para aquellos que ya han esperado un mes entero, creo que una semana más no es nada ──Se rió débilmente──. Espero que todo vaya bien en esta misión.
──Yo también ──Dijo Sebastián. Sus ojos bajaron hasta el reloj en su muñeca, observando la hora──. Ya es hora, tengo que irme.
──Esta bien ──Respondió Lauren, mientras Sebastián se alejaba de la puerta──. Y no te preocupes por Birdie, la vigilaré.
──Gracias, Lauren ──Se lo agradeció──. Prometo mantener a Grace a salvo por ti.
──Sé que lo harás ──Connors se apoyó en la puerta con los brazos cruzados, mirando al teniente mientras se alejaba──. Sé que me la traerás de vuelta sana y salva.
──Me aseguraré de que eso suceda ──Afirmó Sebastian. Ella sonrió y él se alejó de la oficina, haciendo el camino de regreso a los coches fuertes del exterior, donde todos los demás lo esperaban.
INVIERNO ─ FEBRERO 23, 14:00
boston, massachusetts
El viaje en carretera parecía pasar más rápido de lo que Sebastián había previsto. Partieron rápidamente esa tarde de febrero, dejando atrás el lugar seguro que tenían y aventurándose en un mundo peligroso, que ahora era la nueva realidad de los que aún vivían en él.
Las marcas dejadas por quince años de pandemia eran persistentes, visibles en cada kilómetro recorrido. Edificios semi-demolidos por las bombas lanzadas en septiembre, la vegetación apoderándose de casas y edificios, ahora extendiéndose más allá de los límites impuestos por la civilización, y muchos coches abandonados en las carreteras. Y, sobre todo, aún persistían los infectados.
Comenzó con los Corredores: bestias frenéticas que vivían llorando de pura agonía. Se les podía escuchar a distancia y siempre corrían desesperadamente hacia cualquier persona que vieran. Al avanzar, hacían todo lo posible por morder a su objetivo, listos para compartir el hongo e infectar a otro huésped.
El tiempo de transformación varía dependiendo del lugar de la mordedura; a veces puede tardar minutos o incluso un día entero, pero lo habitual es que tarde alrededor de doce horas. Los síntomas de la infección incluyen tos, espasmos y cambios de humor, y la apariencia es más similar a la de un zombie, como se conoce en las películas y series de televisión.
De ahí, le siguen los Acechadores, quienes forman parte del grupo más común de infectados. Están en una etapa más avanzada que la de los Corredores y la transformación se hace más visible a medida que los hongos crecen en sus cuerpos. Aunque no son tan rápidos y suelen estar "atrapados" en las paredes debido a los organismos infecciosos, siguen siendo un alto peligro porque siempre están al acecho de ataques sorpresa.
La tercera etapa de la infección son los Chasqueadores. En este caso, los hongos también son visibles y el infectado ya ha estado durante un tiempo considerable, -posiblemente años-, con la "condición". Lo que los distingue de los demás es que la cabeza es similar a un hongo, lo que les impide tener visión. Sin embargo, aunque son más lentos, los Chasqueadores tienen una audición precisa y se comunican e identifican a través de un sonido parecido a un "click".
Sebastián aprendió a analizar cada uno de ellos con el tiempo, a conocer el modus operandi de cada uno antes de actuar. Como soldado, era normal que estuviera listo para todo; sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, la mutación del cordyceps también era capaz de progresar y evolucionar. Durante los viajes del grupo por otros puntos del país, hubo informes de diferentes formas de infecciones, ambas demostrando etapas más avanzadas del hongo. Infectados con la cara y el cuerpo hinchados, llenos de esporas y deformaciones. Las historias eran infinitas.
Durante los años pasados, Sebastián tuvo la suerte de no encontrar nunca infectados como esos. Los mercenarios lograron evitar, durante mucho tiempo, dificultades como esas. Lo que fue una gran bendición a sus ojos. Sin embargo, para todo, existía una primera vez.
Esa mañana, los tres vehículos estaban saliendo de Nueva York. Después de dos días en la carretera, lograron recoger a todas las personas. Las seis luciérnagas estaban distribuidas dentro del trío de coches, siendo llevadas hacia Boston junto con todos los recursos que debían llevar a la Zona de Cuarentena. El camino hasta allí había sido tranquilo. Montaron campamentos en edificios abandonados o lugares cerca de la carretera donde podían tener una visión amplia de los cuatro rincones. Las noches fueron tranquilas, silenciosas. Pero la inquietud que había en Sebastián nunca se fue. Era como si su cuerpo siempre estuviera esperando algo. La primera noche, durmió solo tres horas, pasando el resto de la madrugada en vela.
Por la mañana, se encontraban con pequeñas turbulencias, como vías obstruidas o infectadas a lo largo del camino. Debido a esto, los vehículos que utilizaban estaban reforzados, listos para avanzar con brutalidad contra cualquier obstáculo. En el segundo día, se encontraron con saqueadores en la carretera, pero lograron lidiar con los dos pequeños grupos sin mayores problemas.
Sebastian conducía el tercer coche en la pista. Murray estaba sentado a su lado, mientras que Grace, Ronan y Matthew, el médico del equipo, estaban en la parte de atrás con tres de las luciérnagas. En el vehículo de delante estaban el capitán Purnell y otros tres sargentos, seguidos de los otros miembros del grupo separatista. En el primer automóvil militar, conducido por Barney y a veces por Luke, estaba el equipaje tanto de los mercenarios como las mercancías que debían dejarse en Boston para los contrabandistas. Todo encubierto para que pudiera pasar por la inspección.
──Dios, no puedo esperar a llegar ──Murray murmura, acurrucándose en el asiento y frotando sus manos enguantadas──. Necesito un lugar cálido.
──No nos quedaremos en la Zona de Cuarentena por mucho tiempo, Murray ──Replicó a Sebastián.
──Lo sé, pero vamos a pasar la noche ──Respondió el sargento──. Para mí, eso es suficiente. Una cama solo para mí, por una noche. Llevo días soñando con eso.
──¿Con una cama? ¿En serio?
──Ay, por favor. Puedes ser un muro sin sentimientos que no se preocupa por los pequeños placeres de la vida, pero yo no soy así.
──Somos soldados.
──Éramos soldados. Ahora somos mercenarios, nómadas, supervivientes, cualquier mierda de ese tipo ──dijo Wiggins, encogiéndose de hombros al corregir a Sebastián──. Esta idea de vivir vagando sin un lugar fijo no es de las mejores. Espero que esta vez nos quedemos en un lugar, construyamos una comunidad o algo así. Estoy cansado de vivir vagando, no soy Gandalf. No todos los que vagan están perdidos, pero nosotros seguro que lo estamos.
Sebastian sacudió la cabeza de un lado a otro, de buen humor. La pequeña ventana que dividía la parte del conductor de la parte trasera del camión se abrió al instante.
──Deja el drama, Wiggins ──Grace se entrometió, solo sus ojos a la vista──. Pronto tendrás tu casita frente a la playa. Tu jubilación se acerca, compañero.
──¿Estabas escuchando nuestra conversación, Shepherd? ──Preguntó Murray──. Concéntrate en tu vida, mujer ──Grace se rió.
──Lo haría si no estuviera muriendo de aburrimiento aquí atrás. Enciende la radio, joder. El silencio me esta matando ──Dijo la rubia, en una exclamación estridente.
──¿Es demasiada tortura quedarse con tus propios pensamientos, Shep? ──Murray se rió, extendiendo la mano hacia el portaobjetos, buscando entre las cintas guardadas allí.
──La radio es una distracción ──Comenta Sebastián, desaprobando completamente el querer encenderla.
──Solo una canción, teniente. Cualquier cosa para llenar el resto del camino ──Dijo Shepherd, casi suplicando.
──Además, estamos a punto de llegar ──Argumentó el sargento en el asiento del pasajero──. Ahora, sí. ¡Eso es una buena música!
Wiggins puso la cinta en la radio, esperando con expectativa a que empezara a sonar. Sebastian mantuvo su enfoque en la pista, sin prestar mucha atención a los dos que estaban a su lado. La nieve estaba empezando a disminuir a medida que el invierno llegaba a su fin, pero aún se podía ver el blanco que cubría parte de la carretera, dejando solo trozos de naturaleza visible.
Cuando escuchó la canción, identificó "Me Against The World" de Tupac. Murray era un gran fan y conocía todas las letras, cantando la canción mientras estaban en la carretera, moviendo la cabeza al ritmo. Grace rodó los ojos y se alejó sin quejarse. Cerró la escotilla y regresó a su lugar.
Los muros de la Zona de Cuarentena de Boston se perfilaban a lo lejos, a pocos metros de distancia. Aún no eran visibles debido a lo que quedaba de la vegetación y las finas capas de nieve que aún persistían. La confianza de Sebastián en la carretera comenzó a disminuir; el silencio mortal a su alrededor parecía susurrarle algo indescifrable. Mientras la música seguía sonando, la voz de Murray se convirtió en un murmullo distante y amortiguado, y un frío indescriptible recorrió la columna vertebral de Sebastián.
Sebastián fue meticuloso al mirar a su alrededor como si estuviera buscando algo, sus instintos le gritaban. Finalmente, sus ojos captaron el movimiento en un pequeño edificio comercial frente a ellos: dos personas caminando de un lado a otro. Sin embargo, era demasiado tarde para gritar una advertencia.
Un cable de cobre se estiro en medio de la carretera. Su fuerza sostiene las ruedas del primer automóvil que no lo ve a tiempo. En cuestión de segundos, el vehículo se detiene, la parte trasera se levanta y el mismo lado cae boca abajo en un gran estallido. El segundo coche, el que pertenece al equipo de Don, se detiene bruscamente, necesitando girar de lado para que no lo golpeara de frente. Sebastian pisa el freno con fuerza y engancha la marcha atrás para regresar, tratando de escapar de esa emboscada.
Volviendo al cruce por el que acaban de pasar, Sebastian tiene tiempo de hacer un regreso cuando el vehículo es golpeado por el costado. Un camión rojo, mucho más grande que el coche militar que usan, y protegido con trozos resistentes de metal y latón, los hace volcar por la pista, mientras aprieta una bocina pesada como forma de señalización. No es un accidente cualquiera, había sido premeditado.
El mundo parece dar un giro y la mente de Sebastián se fragmenta. Jura haber escuchado gritos antes, pero las voces se silencian. Sus oídos están sordos, experimenta un apagón momentáneo. Es difícil comprender todo lo que está sucediendo. Su cuerpo no reacciona lo suficientemente rápido a los eventos recientes. Reeves necesita esforzarse para salir de la neblina. Abre los ojos, observa el daño y jadea por aire como si hubiera estado bajo el agua durante mucho tiempo.
Se siente la sangre correr de su sien. Todos los sonidos que lo rodean regresan de golpe, y escucha disparos y gritos. Parece que Sebastián está en la guerra de nuevo, reviviendo sus años como teniente en Irán. Si se esfuerza lo suficiente, podría jurar escuchar la voz de Milo gritando órdenes a sus soldados, instándolos a no retroceder, a no bajar la guardia. "¡No te rindas!"
Sebastian se quita el cinturón de seguridad. Su cuerpo cae, su espalda choca contra el techo del coche, haciéndole gruñir de dolor. La puerta del conductor se abre desde el exterior, una mano enguantada se extiende hacia él y Sebastian la acepta, siendo arrastrado hacia afuera por Murray. El olor a fuego y hollín se intensifica. La claridad alrededor lo golpea.
──¡De pie, teniente! Estamos rodeados, nos han emboscado ──Murray informa, exclamando por encima del ruido. Sebastián se pone de pie con rapidez y retira una glock de 9 mm del fólder atrapado en su muslo. Hay infectados alrededor, él y Wiggins, que sostiene una ametralladora, disparan a los Corredores que se acercan y retroceden mientras lo hacen──. Estos sinvergüenzas soltaron un camión lleno de ellos sobre nosotros.
Sus ojos captan el momento en que una de las luciérnagas recibe un disparo y cae al suelo. Dos hombres enemigos lo incapacitan, desenfundando un machete y cortando la cabeza del chico. Están protegidos de la cabeza a los pies por armaduras hechas a mano, piezas de ropa que pertenecían a jugadores de fútbol americano, con placas de hierro en los pechos. No son los saqueadores normales con los que están acostumbrados a lidiar.
──¿Dónde están los demás? ──Preguntó Sebastián. Había una gasolinera abandonada cerca y los dos buscaban esconderse en ella──. Grace, Don, Matt...
──No lo sé, hombre ──Respondió Murray. Hizo una pausa para disparar a un Corredor en la cabeza, luego se recargó mientras el teniente le daba munición──. He perdido a todos en medio de este caos. Tendremos mucha suerte si salimos de aquí vivos.
Los dos fueron detrás de un sedán gris cerca de las gasolineras.
──La Zona de Cuarentena no está lejos. Si logramos salir de aquí y correr hasta allí... posiblemente... ──sugiere el teniente, analizando su entorno y también las municiones que tiene──. Estamos con la ropa de FEDRA, nos cubrirán si atraemos a los infectados.
──O nos van a metrallar.
──Tu eliges, ser devorado por infectados o correr el riesgo de convertirte en un tamiz con FEDRA ──Dijo Sebastián, entre dientes. Wiggins bufó──. Eso pensé.
Había muchos cuerpos en el suelo. Sebastian identificó a algunos como de personas de su grupo, sin embargo, también noto que todos los integrantes pertenecientes a las Luciérnagas estaban muertos. El primer coche derribado estaba en llamas, un humo ennegrecido subía al cielo. Aparecerían más infectados, siendo llamados por los que fueron liberados del camión desconocido.
En medio del humo, Reeves encontró a Grace a distancia, cerca del camión. La vio con una ametralladora en la mano, disparando contra los enemigos. Sebastian pensó en llamarla para que se reuniera con ellos, pero las palabras murieron en su garganta cuando una bala le atravesó el muslo. Ella se cayó. La sangre brotó de su herida. Sebastian la vio arrastrarse hacia atrás mientras los infectados se acercaban.
Sebastian se deslizó sobre el auto, gritó su nombre mientras Murray gritaba el suyo, diciéndole que regresara. Los infectados fueron asesinados, pero un hombre grande con una máscara de payaso se acercó a ella. Era uno de los saqueadores. El hombre estaba protegido como los demás y sostenía un arma mk 47 en la mano, además de un pesado martillo atrapado en su espalda. El arma de Grace estaba vacía, ella estaba a merced de él.
Sebastián se desvió de los enemigos y derribó a los que se interpusieron en su camino, sin embargo, su munición estaba al borde de agotarse. Vio el momento exacto en que ese hombre disparó contra Shepherd varias veces, divirtiéndose mientras lo hacía.
──¡Grace! ──Él gritó su nombre en vano. Su arma estaba levantada hacia el hombre, y sus balas golpeaban en la protección de latón alrededor de los hombros, hasta que finalmente un tercer disparo golpeo la máscara de payado.
La cabeza del saqueador sufrió una inclinación hacia atrás. Sus ojos captaron los de Sebastián y podrían haberse enzarzado en una pelea, claro, si el vehículo no hubiera explotado en ese momento, lanzando parte de los restos contra el saqueador. Sebastián se protegió con los brazos.
El humo gris llenó el lugar, dejando todo el ambiente aún más confuso. El payaso saqueador se ha ido. Pero en ese instante, todo lo que le importa a Sebastian es correr directamente hacia Grace, quien estaba escupiendo y ahogándose en su propia sangre. La tomo por su chaleco y la arrastró lejos de la pista, llevándola detrás de algunos objetos que podrían obstruir la visión de los enemigos.
El hombre se agachó y de pronto Reeves sintió su estómago revolverse. Había tanta sangre que ni siquiera sabía dónde presionar para detener el sangrado.
──Aguanta, Grace ──Un líquido viscoso color escarlata escapo de los labios de la mujer. Su cara estaba manchada de suciedad y una cortada permanece un poco arriba de su ceja, pero lo único que atravesó la mente de Sebastian, fue llevar sus manos al estómago de su mejor amiga en un intento por detener la sangre──. Aguanta. Voy a arreglarlo, ¿okay? Voy a... voy a sacarte de aquí.
Grace mira fijamente a Sebastian, atenta a sus palabras.
Su voz no temblaba, era como si todo lo que decía fuera automático. Sebastian no sabía si buscaba tranquilizarla a ella o a sí mismo en ese momento, pero no había nada coherente que pudiera decir. La toma en sus brazos, haciéndo posible para mantenerla cómoda cuando llora de dolor.
Sus ojos azules están vidriados en él, brillando como si Grace le suplicara algo al teniente, algo que no podía poner en palabras en ese momento. Su mano se levanta y se dirige hacia su cuello donde, temblando, logra exponer el collar que estaba dentro de su uniforme. La identificación de Shepherd. Ella lo sostiene con la mano ensangrentada.
Sebastian toma su mano derecha, donde envuelve la suya, entendiendo lo que la mujer quiere decir. Sostiene firmemente, mientras que sus ojos están dirigidos únicamente a su rostro.
──Yo... Lo siento mucho ──Tragando el seco, Sebastián murmura al ver la vida comenzar a desvanecerse de su rostro.
La respiración de Shepherd está perdiendo su ritmo y se está convirtiendo en arcos superficiales. Su mano libre toca el pecho de Sebastián, ella sostiene su ropa con los restos de su fuerza.
──Laur... Casa... ──Grace tartaudea, sollozando. El teniente estrecha la mano de la mujer, sosteniéndola en sus brazos──. D-dile a ella... que lo intente... ──La mujer adorno su pálido rostro con una pequeña sonrisa. Sebastian acaricio su cabello y la mano de su mejor amiga comienza a deslizarse por la suya.
──Se lo dire. Lo prometo ──Shepherd suspira una última vez. Y lo próximo que sabe Reeves, es que la mano de Grace ha chocado secamente contra el suelo, inmóvil. Los ojos de la mujer perecieron abiertos, paralizados. Su corazón se había detenido. Oficialmente, Grace había muerto en sus brazos──. Lo prometo...
Sebastian cerro sus ojos, dejándola finalmente tener el descanso que se merecía.
Sintió en sus hombros, una vez más, el peso de la muerte de aquellos en los que confiaba. Sebastián siente que debería llorar, que debería sentir algo... pero hace frío. Todo de pronto se vuelve terriblemente frío. Está parado ahí, en el mismo lugar, retirando las identificaciones de un compañero de equipo como lo hizo años antes.
Podría morir. Parecía correcto irse también. Todos se han ido, ¿por qué debería quedarse? ¿Por qué debería ser el único en deshacerse del alivio de la muerte?
Ese ritual le era familiar. La guerra era un campo donde la muerte era algo normal. Los soldados vivían corriendo ese riesgo. Vivían sabiendo que la muerte llegaría un día, que ese día podría ser su último. Sebastián endureció su corazón para eso, endureció su corazón para el mundo, pero eso nunca hizo nada más fácil.
En un abrir y cerrar de ojos, la cara de Birdie vino a su mente y entendió por qué.
Él levanta la mirada lentamente, sosteniendo el collar de Grace entre los dedos. Cuando mira a su alrededor, Sebastián ve que no hay nada que salvar allí. Todos están muertos. Hay varios cuerpos en la pista. Una carnicería que parece no tener fin.
Los saqueadores parecen haberse dispersado, pero los infectados todavía están cerca. Es en ese momento que Sebastian ve el mayor infectado por el cordycerps que jamás haya visto; Su cuerpo está deformado, las burbujas y la grasa espesa lo rodean y el mismo cojea al caminar. Ruge y golpea contra los Corredores cercanos. Aquellos que ven a Reeves a distancia, corren hacia él.
Sebastian tiene la glock en la mano, pero no tiene suficiente munición y sabe que no hay a dónde correr. Disparo todo lo que pudo, pero ese parece ser su fin.
Se esconde detrás de la obstrucción. Su paso está bloqueado por el fuego y su único camino sería hacia adelante, de donde vienen los enemigos. Aunque era un buen momento para aceptar la realidad, Reeves escucha disparos de la derecha.
──¡Ey! ¡Tu, inútil de mierda! ──Por encima de un alto automóvil, Murray grita y dispara hacia los infectados para llamar su atención──. ¡Ven a buscarme pedazo de escroto!
──Murray, no ──Sebastian murmura──. No hagas eso, idiota, no lo hagas...
──Eso es todo, estúpidos. ¡Quiero verlos conseguir que me atrapen! ──Exclama, aventándoles un peine que por un segundo, Reeves se cuestiona de donde el hombre lo saco──. ¡Hora de correr, teniente! ¡Será mejor que salves tu vida, antes de que me arrepienta de esto!
Sebastian mira en su dirección, y es espectador del momento exacto en el que Wiggins saca dos granadas de una pequeña caja. Una sonrisa aparece en sus labios y se dirige a su teniente.
──Fue genial servir con usted, señor ──Murmura.
Murray quita el seguro de ambas granadas y las arroja en dirección a los infectados, pero estos siguen subiendo. En cuanto el moreno se levanta, los observa escalar apunto de llegar hasta Murray. Es ahí cuando las bombas explotan. El sujeto se debate si debería ir, pero para cuando toma una decisión ya es demasiado tarde. No hay nada que pueda hacer. No cuando el zombie gigante lo arrastra por los pies y lo destroza hasta la muerte.
Reeves aprovecha ese momento para huir, desviando la mirada de la escena. Escuchando los gritos de Murray, mientras los infectados lo devoran. Ese sonido, que reverbera por la carretera mientras Sebastián se obliga a sí mismo a continuar, resuena dentro de él.
Por el camino regado por la muerte, encuentra el cuerpo de Don debajo de un automóvil, rodeado de sangre, sus ojos aún abiertos como los de Grace hace minutos. Sebastian identifica a más personas, pero no se detiene. Siente que está llamando la atención. Los Corredores gritan y lloran estridentemente cuando lo ven. No puede detenerse para permitirse intentar luchar contra ellos, incluso si son pocos.
Sebastián corrió por la carretera. Sus pulmones se queman, su cabeza palpita y su corazón se acelera. Seguir firme requiere mucho esfuerzo y casi se olvida de que todavía lleva la pasamontañas. Puede ver, por el movimiento por encima del muro, que los oficiales de FEDRA lo notaron acercándose. Como precaución, se arranca la máscara de la cara y la guarda en el bolsillo del pantalón.
Levate las manos, mostrando que no lleva un arma consigo. Tratando de demostrar que se rinde. Los oficiales levantan sus propias armas hacia él y, por primera vez en mucho tiempo, Sebastian reza para que ese no sea su fin. Para que Murray no hubiera dado su vida en vano por él. Ese sacrificio debería valer la pena.
Las identificaciones de sus amigos muertos, todavía envueltas alrededor de sus dedos, tiñen sus manos. La sangre ensucia sus guantes, pero Sebastian sigue com la mirada hacia delante, preocupado por lo que puede suceder en cualquier momento.
A mitad de camino, FEDRA dispara. Disparan alrededor de Sebastián y como instinto, este va al suelo. Cara sobre el suelo, las manos protegiendo la cabeza, mientras su mundo se limita a esa protección que puede darse a sí mismo en el momento, donde una lluvia de balas derriba a todos los infectados que intentan acercarse.
Un disparo ensordecedor golpea el suelo cerca de su cabeza, pero Sebastian no tiene otra opción, no hay que esperar a que se acabe. No había dónde correr ni dónde esconderse. Así que esperó a que todo se cerrara. Esperó a que los disparos cesaran y los infectados desaparecieran. Esperó hasta que se abrieron las puertas, sin saber si, a partir de ese punto, todavía viviría para ver un día más si cruzaba esa línea o si ese sería definitivamente su fin.
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