9 | Ilusión
WooYoung se levantó entre quejidos, la luz del sol se colaba por su ventana y molestaba sus ojos, quería seguir durmiendo por un rato más. Palpó el sitio a su lado tratando de encontrar un cuerpo delgado, pero en el espacio junto a él ni había nadie.
¿Se había ido tan rápido? Idiota, ni siquiera esperó a que amanezca. Y no es como si esperara que lo hiciera, es San, capaz y decidió irse a las tres de la madrugada.
Fastidioso.
Gruñó mientras se levantaba de la cama, su boca se sentía más seca de lo normal así que bajaría por un vaso de agua.
Frotó sus ojos para después soltar un ligero bostezo, aún tenía sueño. ¿Qué hora era? ¿las ocho? Los domingos acostumbraba dormir hasta las doce.
—¿Ya te sientes mejor? —preguntó alguien desde la cocina.
—Sí, gracias —contestó con los ojos entreabiertos —Espera ¿qué?
Reaccionó al ver al mayor mover algo en un sartén.
Así que no se había ido, sólo había bajado para preparar algo de comer. Lo segundo en lo que pensó fue en que podría haber sido un ladrón preguntadole ¿Te puedo matar? Y él habría respondido a toda gracia "Sí, por favor". Si ese ladrón era San, todo bien.
—Ya mismo termino aquí —giró sobre sus propios talones, sus ojos se fijaron en el menor —tomé tu temperatura esta mañana, ya no tienes fiebre.
"Quiero que me tomes pero no la temperatura" se dijo mentalmente sorprendiendose del atrevimiento de esa pequeña cajita pensante.
—Tus besos si fueron de gran ayuda —murmuró acercándose a la barra.
El mayor se tomó la delicadeza de observarlo por segunda vez en el día, la primera lo había visto dormir y habría pensado inmediatamente que era la primera vez que veía a alguien dormir y lucir bien al mismo tiempo. Esta vez observó como la camiseta sin mangas resaltaba los músculos de sus brazos, su cabello desordenado le daba un aura de inocencia e iba descalzo, sonreía mientras su rostro reposaba entre sus manos y un puchero apareció en sus labios. Etéreo, pensó, realmente hermoso.
—¿Ya vas a dejar de mirarme? —preguntó curvando sus labios.
—Cuando dejes de desearme —le mostró una sonrisa ladina.
—Idiota —WooYoung chasqueo con su lengua, no le parecía divertido que jugaran la misma carta en su contra.
—Fastidioso —San siguió moviendo el sartén dándole la espalda al menor.
El sonido tintineante del timbre alarmó a los dos chicos, los padres de WooYoung no llegarían hasta la tarde y su hermano trabajaba hasta el turno de la noche ¿quién era?
—¡WooYoung! ¡Soy JongHo! ¡Abre la puerta! ¡Traigo snacks y películas! —gritó la fuerte voz del menor de los Choi.
—Escondete —medio gritó y susurró el menor corriendo hacia la puerta —¡Ya voy!
San miró a su alrededor, no le daba tiempo de subir hacia la habitación del menor, en un rápido movimiento abrió la nevera y como pudo se metió dentro. Su complexión delgada más lo grande que era esa nevera ayudaron a San a no sentirse tan estrecho.
Podría morir de pulmonía, pero nunca jamás atrapado en la casa del amigo de su hermano.
—¿Qué demonios te pasó en el cuello? —JongHo se había percatado de la marca roja bajo la mandíbula de su amigo.
El pelinegro sintió sus mejillas quemar, ahora entendía por qué San no había quitado la mirada de su cuello, maldito idiota.
—Me picó un bicho —sonrió para sonar convincente.
—Que bonito, un bicho con dientes —comentó YeoSang dirigiéndose a la cocina.
Los nervios de WooYoung aumentaron, mientras nadie encuentre a San dentro de su casa y a él con un chupetón en su cuello, todo bien.
—Iré a buscar que hay de tomar, JongHo sólo trajo snacks, no nos alcanzó para las bebidas —YeoSang se dirigió a la nevera mientras JongHo le mostraba las películas que acababa de comprar.
—Tenemos coca cola, cerveza, agua, a San...
—¿San? —JongHo dejó las películas en manos de WooYoung y se asomó a la nevera viendo como su hermano salía cuidadosamente de esta —¿Qué haces...?
La mirada de JongHo cambió a una cómplice y pícara, alternaba la mirada entre ambos chicos mientras elevaba su cejas.
—Ni en mil años pensé que te encontraría aquí, menos dentro de una nevera —YeoSang estaba sorprendido más por el hermano de su novio que por su amigo, San era el tipo que se acostaba contigo y desaparecía mientras dormías, eso pensaba YeoSang.
—¡Cariño! —esta vez fue una voz femenina quien esperaba fuera.
El timbre sonó otra vez.
—¿Acaso es el día de todos a casa de WooYoung a ver qué está haciendo? —bufó haciendo un puchero, todo iba de mal a peor.
Se dirigió a abrir la puerta y miró sonriente a la chica frente a él. Dahyun llevaba puesto un vestido crema apretado hasta la cintura.
San había olvidado que el chico tenía novia, y que era mil veces mejor que él. Si tan solo su mente hubiera funcionado de forma razonable la noche anterior entonces no habría besado al menor y mucho menos se habría quedado a dormir junto a él.
—Felicidades —rodeó sus hombros y besó sus labios frente a los tres chicos —HongJoong me contó que ganaron, también me preguntó si no había estado contigo anoche.
—No, tuve malestar y... San cuidó de mí —respondió tratando de no mirar al chico de mechón azulado.
—Y mi trabajo ya está hecho aquí —se acercó a la estufa y la apagó sin siquiera mirar el contenido dentro del sartén, ya no importaba, supuso —Te veo luego, JongHo.
Sin dedicar una mirada a alguien más, salió de la casa del menor forzando una sonrisa desganada. El menor lo notó, notó que había esquivado su mirada, notó sus pasos fuertes resonando en el silencio de la casa.
San pensaba en llamar a YunHo y hacer lo que mejor sabe hacer: perderse en la adicción. Su mente era un barullo de pensamientos y el principal allí era las caricias del menor bajo su camiseta.
Se había sentido tan completo cuando minutos atrás había pensado en WooYoung, se había sentido una mejor persona sabiendo que personas como él tienen un puesto de condena en el infierno. Pero no le importaba si el chico le miraba de una forma dulce y acogedora. Si WooYoung lo miraba como si fuera la mejor persona del mundo entonces San creería que es la mejor persona del mundo.
Caminó pensando en lo perdido que estaba al haberse dejado besar por el menor, pensó en la vida que estaba llevando y las desiciones que había tomado, caminó pensando que quizá en otra vida sea una estrella a punto de estallar en esplendor y no una a punto de apagarse.
Miró el bar frente a él, la música se escuchaba dentro y también uno que otro siseo, una sonrisa ladina apareció en su rostro mientras saboreaba la diversión con su mirada. Había dicho que no volvería a usar cualquier tipo de droga, y allí estaba de nuevo, con un sentimiento roto y pensamientos muertos.
—Un Vodka —le dirigió la mirada a MinHo —doble.
—Tranquilo, gatito —comentó el chico tras la barra moviendo una que otra botella y sacando un pequeño frasco con cápsulas blancas dentro —doble para el príncipe de la noche.
San observó como aquellas dos cápsulas desaparecían en su bebida para luego adormecer los susurros de sus pensamientos. Estaba drogado... otra vez.
El chico de mechón azul había perdido la cuenta de cuantas copas de vodka doble había tomado, ¿eran ocho o nueve? ¿a quién le importaba? Ya no sentía su corazón doler y el peso de sus pensamientos eran tan ligeros como una pluma. Se sentía con vida otra vez, como una muñeca bailarina a la que le vuelven a dar cuerda.
Una canción motivó al chico a levantar su cuerpo y dirigirlo al gentío de personas, una que otra chica restregó su trasero contra la entrepierna del chico tratando de insinuarse, San solo las alejaba con una mueca de asco. Ni una de esas personas lucían como WooYoung, ni una tenía su sonrisa deslumbrante y ni una le contradecía tanto como lo hacía él, ni una tenía un lunar bajo el ojo y mucho menos un puchero en su bonita boca.
El bar en el que se encontraba era más propiedad de adictos que de otra persona, un guardia de seguridad se encargaba de reconocer a cada chico que un fin de semana anhelaba perderse, chicos como San que quieren escapar pocos minutos de una vida en llamas.
Tras un par de bebidas más el mayor perdió la noción del tiempo, había llegado casi al mediodía, muy temprano para que el licor resbale por su garganta, ¿ya era de tarde? ¿de noche, quizá?
Le dio una última calada al polvo blanco y salió del baño, se iría a casa a dormir hasta que el sol de paso a un nuevo día.
Sus pies se dirigieron a la salida, tambaleaba a medias y sus ojos amenazaban con cerrarse de la nada. Afuera, la brisa helada golpeó su rostro, el sol estaba por esconderse y las luces en la calle ya se habían encendido.
Sacó su teléfono, en ese estado no podría dar un paso más, se apoyó sobre una pared tratando de contener las ganas de vomitar, llamaría a YunHo y le diría que vaya a recogerlo. Después de dos timbres el más alto contestó.
—Yun, nece...
Su teléfono cayó al suelo antes de completar la oración. Una mano se cerró sobre su boca y haló de él hacia un auto, antes de poder gritar y revolverse entre esos pesados brazos, su vista se nubló dejándolo completamente inconsciente.
YunHo sabía que algo andaba mal, había escuchado un grito ahogado y después un sonido hueco sobre el suelo, ¿se habría caído?. Ahora el teléfono lo mandaba directo a la casilla de voz ¿Qué había pasado?.
Se levantó de la cama y marcó una vez más su número en vano, volvió a mandarlo al contestador.
Lo iría a buscar a su casa, lo más seguro es que los Choi sepan algo de él. YunHo soltó una risita, a la última persona que le diría algo San era a su familia, irónico. Cambió de planes, a esas alturas era más probable que lo encuentre en el departamento de SeungYoun.
°°°
Las horas habían pasado y el licor ya se había disipado de su sistema; su cuerpo se sentía como plomo, incluso articular una palabra era doloroso.
Sus manos estaban atadas tras una silla, al igual que sus pies, una bolsa reposaba sobre su cabeza mientras un trapo amortiguaba sus quejidos.
Los susurros habían desaparecido a cambio de unos fuertes dolores de cabeza, la parte razonal de su cerebro le obligaba a luchar contra las cuerdas sobre él y la parte irracional de su mente lo obligaba a seguir con los ojos cerrados.
—Despierta, maldito bastardo —al parecer no podía disfrutar un poco más de su siesta.
La bolsa fue removida, ahora podía ver a cada una de las personas frente a él, su sorpresa fue mayor al reconocer a uno de ellos, era el mismo imbécil que había tomado a WooYoung como rehén.
—¿Ahora los muertos hablan? —escupió sobre el suelo mientras removía sus manos tras las cuerdas.
—Choi San, haré que pagues una por una las muertes de mi gente —acercó su rostro al del menor —Grabate bien mi rostro, soy el hombre que arruinará tu vida.
San rió sin gracia, parecía un demente a punto de perder la poca cordura que le quedaba. Al hombre le molestó la osadía del menor.
—Ese puesto ya le pertenece a alguien más, sé más original —su rostro volvió a tornarse serio y de mirada filosa.
—Nombres, quiero los nombres de cada uno de ustedes —se alejó para sostener algo que el otro hombre tenía —Empieza por el bastardo al que estuve a punto de cortarle la garganta.
—Soy Choi San, es el único nombre que escucharás —ladeó una sonrisa fogosa de odio.
—No me molesta un poco de diversión —mostró el pequeño aparato que sostenía en sus manos.
Los hombres de ambos lados volvieron a colocar la bolsa sobre su cabeza, uno tomó su rostro manteniéndolo firme con la mirada en alto, San no entendía que era lo que harían, no hasta que sintió ahogarse con el agua que cayó directo a su rostro empapando cada centímetro de su piel. Los hombres volvieron a sacar la bolsa mostrando a un chico tosiendo frenéticamente.
—Choi JongHo —San miró la foto que sostenía en alto —San, es tu familia o un grupo de tarados osados a acabar con una jerarquía.
—Vete a la mierda —masculló negándose a decir una palabra más.
El hombre colocó el aparato en su pierna provocando una ola de energía en el cuerpo de San, se retorció bajo la silla gimiendo de dolor y maldiciendo al hombre frente a él, debió haberlo matado desde un principio.
—Nombres, San, de tu boca deben salir nombres —espetó.
—Un grupo de niños mató al jefe de tu... sea lo que sea la porquería que lleves con ellos, patético —ladeo una sonrisa carente de gracia —Que tú hayas sobrevivido es pura suerte, sigue metiendote en mi camino y el siguiente serás tú.
—¿La electricidad quemó tu cerebro? ¿Al menos sabes quién soy yo? —se le acababa la paciencia con el menor.
—Déjame adivinar, unos de esos tíos ricachones que se creen blindados solo por tener unos que otros fajos bajo su manga, nada más que dinero sucio robado de gente inocente. A parte del dineral que se cargan, no tienen nada más que soledad, mueren con una bala atascada en su cerebro pensando en haber disfrutado más sus días como persona que como un Dios falso —escupió y relamió sus labios —Escuchame bien, pedazo de mierda, te puedes limpiar el culo con ese dinero, cuando mueras, ni uno solo se irá allí abajo contigo, me encargaré que así sea.
El rostro del hombre era todo un poema, su cara estaba enrojecida y sus puños estaban apretados a cada lado de su cuerpo, uno de ellos impactó en la mandíbula del menor dejándolo anonadado por segundos.
—¡Maldito bastado! —seguido de otro golpe encajado en la mandíbula.
—Acaba conmigo, no querrás verme acabar contigo —masculló ganándose un golpe en el pómulo.
San sabía que era mejor cerrar la boca, pero él nunca lo hacía, y en ese punto de su vida, él mismo quería acabar con todo.
Los golpes del hombre sólo eran excusas, esperaba con ansias que sus golpes lo dejen inconsciente, si el alcohol no lo había hecho entonces los puños de aquel hombre impactando en su rostro lo harían.
No luchó, no habló, sólo sonrió. Su cuerpo dolía, no sabía en qué parte de la historia el hombre lo habría desatado para ponerse encima de él y pegarle hasta que el menor dejara de sonreír.
Antes de dejarse llevar por la inconsciencia, San se dijo a si mismo que era un buen día para morir.
°°°°°°°°°
Voten y hagan stream a los videos individuales de ateez o se les colgará el internet en el momento exacto del concierto online :))
Para las Atiny que sí votan, los tqm.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top