7 | Jaque Mate
—¿Estás bien? —el menor asintió, temeroso —¿Cómo llegaste hasta aquí?
Ahora todos tenían la atención en el menor, incluso un SeongHwa malhumorado.
—Creí haberte visto, me acerqué y vi las armas, tuve miedo de salir corriendo y uno de ustedes se acercaba así que solo me metí aquí —musitó.
—Perdemos tiempo, Choi, ¿qué mierda se supone que hagamos con él? —SeoHo suspiró sin querer darse cuenta que habían fallado incluso antes de intentarlo.
—WooYoung supone una variable más, el resultado varía si...
—Háblame con palabras, YunHo, con palabras, reprobé introducción a las variables y su resultado —MinHo frotó su frente.
—Él viene conmigo. SeongHwa, BangChan y HanGyul nos cubren, seguimos con el plan —San le tendió la mano a WooYoung y lo ayudó a salir.
—El camión ya está aquí, apresurate —ordenó YunHo volviendo al interior de la furgoneta.
Cada uno tomó un tapabocas y una gorra, su identidad debía permanecer en anonimato, estaba en riesgo quién eras y en quién te convertirían si lograban ver tu rostro.
Segundo cabo suelto. WooYoung no tenía tapabocas y mucho menos gorra, considerando que él no era parte del equipo, San vio justo ponérsela a él.
Con cuidado le colocó el tapabocas y luego la gorra, se aseguró que su rostro quede cubierto, incluso le entregó su gabardina, él tenía un Jersey debajo, cubría perfectamente su piel.
—No saldrás así —negó SeungYoun pasándole una gorra de lana, al menos lograba protegerlo del frío.
—San, tu rostro...
—Es demasiado perfecto para cubrirlo, lo sé —tomó un arma de gran calibre, una que otra daga y casquetes de bala. Estaba casi listo hasta que vio que las manos de WooYoung estaban completamente desnudas... y seguían temblando.
—Dame tus manos —ordenó, acunandolas con las suyas —estás temblando, WooYoung.
San sopló suavemente en las manos del contrario para luego encerrarlas con las suyas, trataba de proporcionar calor y hacer que el chico deje de temblar.
Abrió uno de los maletines negros, sacó un par de guantes de cuero negro y se los puso al menor. Se alejó y sonrió al ver a un WooYoung completamente camuflado, ni siquiera él podría reconocerse, incluso parecía uno de ellos.
—No te alejes de mí, ¿entendido? —WooYoung asintió viendo cómo San salía de la furgoneta.
—Todo listo, SeongHwa acaba de irse —YunHo subía al camión con las manos más húmedas de lo normal.
San haló de las dos manijas iluminando el espacio con las docenas de chicas tiradas en el suelo, tenían cuerdas en las manos y todas estaban amordazadas, ni una tenía consciencia, solo estaban tiradas desprevenidamente.
Ayudó a subir a WooYoung, luego lo hizo él. Con cuidado, ambos se ubicaron entre una que otra chica. Las puertas del camión fueron cerradas dejando todo completamente oscuro.
San sintió una pequeña mano cerrándose sobre la suya, estaba a punto de quitarla pensando que le pertenecía a una de las chicas inconscientes hasta que WooYoung soltó un largo suspiro.
—¿Estás enojado? —susurró con su mano aún sobre la del mayor.
—No —dijo a secas.
—Tengo miedo —aumentó el agarre en su mano —Solo quiero ir a casa.
—Solo serán unos minutos, cuando menos lo esperes estarás en casa viendo uno de esos juegos raros que ven tú y JongHo —el mayor ladeó una sonrisa sabiendo que el pelinegro no podía ver su rostro.
—¿Es malo? —musitó.
—¿Qué?
—Lo que harán, ¿es malo? —algo en la voz del menor hacía que San retrocediera cada vez más en sus pensamientos.
—Se le llama hacer justicia con tus propias manos —el mayor suspiró, tampoco estaba en sus planes el arrepentimiento.
El camión se detuvo, todo indicaba que estaban entrando a la boca del lobo. San esperaría la señal y saldría del camión con ambas manos sosteniendo un arma.
—Quédate siempre detrás de mí —advirtió relamiendo sus labios.
El camión ya se había detenido, el silencio aterrador envolvía la oscuridad del almacén, no fue por mucho, San reconoció lo que eran sonidos de pisadas.
Ambos bandos habían tirado sus cartas, todo parecía jugar a favor del negro contrario, al menos creerían que iban ganando.
Un disparo terminó con el silencio infernal del lugar haciendo que San salga de su escondite con una de sus mejores sonrisas macabras decorando su rostro.
Pateó la puerta del camión y sostuvo el arma entre sus manos; su sonrisa no desapareció al ver a su amigo, MinHo, con un brazo alrededor de su cuello y un arma apuntando en su cien, su rostro seguía cubierto.
—¿Una emboscada? —preguntó reacio el hombre que sostenía la vida de MinHo entre sus manos —Les hace falta volver a nacer para querer sorprenderme.
Sin más, el hombre empujó a MinHo frente a él, extendió su arma y el incomparable sonido de una bala se hizo presente.
—Espera, ¿de verdad creíste que lo matarías? —el pelinegro soltó una carcajada carente de diversión.
Saltó del camión y avanzó hacia un hombre con la súplica plasmada en sus ojos, habían movido su siguiente carta y habían bañado de rojo escarlata el juego.
YunHo y SeoHo aparecieron, el más alto sostenía una arma en cada mano y apuntaba al pequeño círculo de cinco personas que encerraba a Lee dentro, SeoHo sostenía un explosivo casero en su mano agitandolo suavemente a la par de la sonrisa que le mostraba a Lee.
—Tres contra siete —susurró el hombre mostrando una sonrisa manchada del rojo vivo sabiendo que vida era lo último que tenía.
SeongHwa apareció de entre la oscuridad al igual que BangChan y un HanGyul encogiendo su pierna derecha.
MinHo se levantó del suelo y mostró ambos puños, si no tenías un arma, te convertías en el arma.
Por último, SeungYoun apareció sosteniendo un pequeño aparato en su mano derecha aún con su rifle apuntando al pequeño círculo.
—Hemos vuelto a nacer —concluyó San.
—¿Qué es lo que quieren? —el miedo brillaba en los ojos del viejo hombre —Hagamos un trato, puedo ofrecerles el doble de lo que...
—Entrégate, confiesa cada uno de tus crímenes y paga el daño que has hecho —San siguió avanzando con el arma apuntando a su principal objetivo —O muere.
—Lo haré —atropelló las palabras en un intento de hablar.
—No, no lo harás... Pero tu cadáver sí —se detuvo estando frente a él.
—¡San! —si el pelinegro no había mostrado pizca de miedo, ahora lo estaba haciendo.
Giró sobre sus propios talones. Se habían concentrado en el grupo de seis personas tanto que habían dejado al hombre herido sin guardia, ahora sostenía una navaja alrededor del cuello de un WooYoung con el alma a sus pies.
—¡San! —esta vez el grito estaba completamente sumergido en pánico.
San podía jurar que esa no la vio venir, a penas había mirado al pelinegro una bala había impactado en su espalda dejándolo tirado sobre el falso piso desnivelado de un almacén en caos.
Ese fue el inicio de los disparos, en cuestión de segundos, lo único que se escuchaba eran las respiraciones agitadas y el impacto de balas amortiguado en la piel de algunos de los que se encontraban allí.
WooYoung logró soltarse, había pedido un arma a YunHo y había dado en el blanco con esta al hombre delante de él. Mentiría si dijera que no titubeó al disparar, ni sintió miedo al ver al pelinegro tumbado de lado con los ojos cerrados.
Había sido el causante del cambio de planes y del error en ellos, él era el error y en ese momento no sabía cómo enmendarlo.
San inhalo una última vez, de no ser por el chaleco antibalas estaría de camino al más allá, había perdido el aliento pero no las ganas de matar al bastardo delante de él. Y esas ganas aumentaron al ver a un WooYoung disparando a uno de sus enemigos, recordaba haberle dicho que se mantenga detrás de él, cuidaría del menor no al contrario.
Se levantó como pudo, la mayoría de sus enemigos ya estaban en el suelo, no muertos pero sí en el camino correcto para hacerlo. Avanzó paso a paso alzando el arma y con ello su guardia.
—San —musitó el hombre a sus pies —Puedo darte la vida que desees...
—¿A costa de qué? —espetó. Sabía lo que había hecho y su mirada no mostraba arrepentimiento.
La primera bala impactó en la rodilla izquierda, el hombre soltó un quejido de dolor juntando ambas manos hacia San.
El pelinegro quería acabar con todo lo más pronto posible, su cabeza martilleaba constantemente y lo único que quería hacer era descansar. Así que apuntó entre las cejas al hombre y posó la mirada a un lado, nunca había visto a los ojos a sus víctimas, eso le ocacionaba pesadillas innumerables veces.
Una mirada lo escrutaba de entre su equipo, chocó con aquella mirada y supo de inmediato a quién le pertenecía, llevaba su gabardina puesta y no dejaba de arrugar el borde con sus pequeñas manos.
—No mires, date la vuelta —ordenó al menor cuidando de perturbar su mente más de lo que ya lo había hecho.
El menor lo hizo, suspiró y espero a que el mayor terminara.
—Repite después de mí —se dirigió a Lee —Padre nuestro.
—Prometo dártelo todo —musitó entre llanto.
San presionó más el arma en su frente provocando que el hombre deje de moverse.
—Padre nuestro, te ruego por mi alma —su mirada se centró en los ojos brillosos del hombre.
—Pa-padre nuestro —otro sollozo —te ruego p-por mi alma.
—Perdona mis pecados y a los que he logrado persuadir de pecado. Tu castigo es mi salvación, perdoname, por favor.
El hombre repitió cada palabra entre lágrimas, ese era su final, después de haber sacrificado a tantos peones al fin habían logrado encontrar al rey.
—Amén —culminó.
El hombre pronunció aquella palabra y antes de mirar a los ojos a San, él ya había halado del gatillo y apartado la mirada del hombre.
El cuerpo cayó en un sonido seco al suelo, el casquete de la bala resonó en cada rebote haciendo eco en la estancia.
San sacó una bolsa térmica de dentro de su Jersey, extrajo los papeles dentro y, con cuidado, los colocó al lado del cuerpo inerte. Era la factura de todo el daño que había ocasionado estando vivo, desde las mínimas coimas hasta el usar chicas y niños contra su voluntad para beneficio propio.
San suspiró, que día para tan mierda, había visto los ojos de arrepentimiento del hombre, recordó que tenía familia y a un niño pequeño que esperaría a su padre para la cena.
—Lo siento —musitó al cadáver y sin decir más desapareció con YunHo detrás de él.
Último paso: huir.
La furgoneta estaba a pocos kilómetros, correr hasta poder localizarla no fue un problema. El equipo subió sintiendo como un peso caía de sus hombros, lo habían logrado, realmente lo habían hecho.
—YunHo, sacanos de aquí —ordenó SeoHo con los nervios a flor de piel.
WooYoung aún no podía apartar los ojos de un San con la mirada perdida e inexpresiva, el mayor respiraba con dificultad mientras la imágen del hombre se reflejaba en su memoria. El menor se sentó a su lado y posó su mano sobre la de él pasando de un San inexpresivo a un San sorprendido.
—WooYoung se la rifó, le salvó el trasero a SeoHo —fantaseó MinHo.
—¿Cuál? Si SeoHo no tiene trasero —el comentario de BangChan soltó una carcajada en más de uno cambiando el ambiente tenso a uno más radical.
—¿Dónde aprendiste a disparar con tal precisión? —YunHo se mantenía curioso al volante.
—Mi hermano carga un arma consigo, es en defensa propia, cuando fui de visita a su casa me enseñó a disparar y usar una en caso de situaciones extremas —aclaró el menor aún con la mano sobre la de San.
—Nos vendría bien una mano, ¿te nos unes? —YunHo logró captar la atención de San esta vez.
—No —respondió de inmediato el chico de mechón azulado —Y deja de preguntar estupideces, WooYoung sí tiene una vida y no es la de andar disparando a su antojo a quien se le venga en gana.
San rodó los ojos, se cruzó de brazos y reclinó su cabeza en el asiento. Decir que estaba enfadado era solo poco de lo que sentía, no lograba descifrar por qué se interesaba tanto en cuidar de WooYoung, quizá no quería la misma vida para él, quizá sea porque mantenía una estrecha relación con su hermano. No, no era ni una de esas, miles de personas se le habían cruzado en la vida y no le había interesado ni una como para entrometer sus narices en ellos por más cercanos que hayan logrado ser.
—Ya llegamos —susurró el pelinegro moviendo cuidadosamente al mayor.
San seguía dormido y WooYoung no quería interferir con lo único que le causaba tranquilidad y paz al mayor: dormir.
Fue SeungYoun quien removió esta vez a San, su mano acariciaba el cabello azabache del chico mientras sus labios se curvaban ligeramente.
—Sannie —dijo con dulzura dando tres toquecitos en la frente del chico.
WooYoung sintió como su mano se cerraba en un puño bajo la gabardina de San, sintió las inmensas ganas de apartar a SeungYoun de San y estampar su puño contra su perfecto rostro.
El pelinegro despertó, miró al castaño y, sin decir nada, bajó de la furgoneta con ambos chicos siguiéndole detrás.
—Irémos a por unos tragos —anunció un YunHo sonriente.
—Iré a casa —suspiró San arreglando su cabello y dejando al grupo solo.
—WooYoung ¿vienes? —escuchó el chico de mechón azulado estando ya a unos pasos de distancia.
Suspiró y regresó sobre sus propios pasos.
—Y tú vienes conmigo —tomó del brazo a un WooYoung a punto de aceptar la propuesta del alto.
Caminó hasta alejarse del grupo aún sosteniendo a WooYoung del brazo.
—JongHo dijo que habría una cena después del juego, ve con ellos —ordenó volviendo ligeros sus pasos y soltando al menor.
—Era a las ocho, son las nueve y algo más —aclaró con un tono de molestia en su voz.
—¿Tienes hambre? —debía preguntarlo, había perdido su cena por su culpa.
—Mucha —contestó ladeando una sonrisa —Vayamos a comer... juntos.
—Tenía en mente algo como pizza —debía recompensarlo por haberlo hecho pasar angustia, no era porque realmente quería comer con él, para nada.
Después de deambular sin rumbo por la ciudad habían dado con una pequeña pizzería. San estaba sentado frente a WooYoung tratando de disimular una sonrisa de satisfacción.
—Ya puedes quitarte la gorra —dijo divertido, el menor se había desecho del tapabocas dentro de la furgoneta pero aún seguía con la gorra de béisbol.
—Me gusta así, me hace ver intimidante —el menor se cruzó de brazos y colocó una mirada seria a lo que San soltó una carcajada como respuesta.
—Solo te hace ver más adorable —y en seguida se lamentó por haberlo dicho.
Había visto al menor de forma adorable, y ahora lo admitía frente a él como si andar diciendo lo que siente fácilmente sea algo de cada día, al menos no para San. Tenía dificultades incluso para decir que te odiaba.
—Mira y aprende —el menor llamó a una de las camareras aún con el semblante serio —Una copa de vino, por favor.
Esta vez no lo pudo evitar, soltó una carcajada más fuerte que la anterior, y al menor le fascinó, ver aquellos oyuelos traviesos y esa sonrisa juguetona, le encantó verlo sonreír y ver como sus ojos se curvaban ligeramente.
—Solo traenos dos coca y una pizza hawaiana —ordenó mirando la pantalla sobre la barra de pedido aún con una sonrisa asomándose entre sus labios.
—Esa no me gusta —WooYoung hizo un puchero como si de un niño al que no le gustase un caramelo se tratase.
—¿Cuál te gusta? —el mayor lo miró atento.
—Peperoni —le mostró una sonrisa a la camarera —con extra queso, por favor.
La camarera asintió y se retiro amablemente.
—Así que... intimidante ¿verdad? —trató de buscar su mirada.
San frunció el ceño al ver un rubor en las mejillas del menor ¿otra vez había subido su temperatura? ¿O era solo porque estaba nervioso? ¿Será porque habían caminado mucho?. Nada perdía comprobandolo.
El mayor se inclinó sobre la mesa y tomó el rostro del pelinegro con una de sus manos, elevó su mentón chocando ambas miradas y posó su mano sobre su mejilla, un leve rose que hizo que WooYoung titubeara bajo su toque, siempre que estaba cerca del mayor se sentía vulnerable y, a la vez, protegido.
—Tienes fiebre —su semblante había cambiado a uno inexpresivo —y mucha.
Posó su mano en la frente del chico comprobando lo dicho, el menor cerró los ojos y suspiró pensando en que tan bien se sentía el toque de San sobre su piel.
—San —llamó su atención elevando su mano con el líquido escarlata sobre ella —Me duele.
Lo único en lo que pudo pensar San fue en mantener al chico frente a él a salvo, se había empeñado en protegerlo dentro del atraco y ver una herida escarlata que teñía de rojo parte de su gabardina le dejaba en claro que no había hecho nada al respecto.
—Mierda —murmuró al ver el rostro del menor palidecer.
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