3 | Dulce "Hola"
—La última—dijo colocando la copa vacía en la barra.
San no podía estar consciente, si lo estaba, entonces se pondría a pensar, llegaría a la conclusión que es un inútil drogadicto con el corazón roto y querría golpearse la cabeza unas mil veces.
—¿Sabe qué es lo peor? —arrastró las palabras y tomó un sorbo de su licor —que papá se haya ido por mi culpa, por... por ser un maldito desastre —hipó mirando al joven frente a él.
Tomó lo que restaba de su licor y le dedicó una sonrisa al joven.
—Quiero la última —ordenó soltando una risita inocente.
—Deberías volver a casa, no estás lo suficientemente bien como para tomar "la última".
San hizo un puchero capaz de derretir cualquier tipo de corazón, en ese entonces, pensó que no logró derretir el corazón de SeungYoun.
—La última —dijo el hombre ofreciéndole una pequeña copa con líquido azul y una cereza en el fondo.
San movió las caderas al ritmo de la canción y tarareo la melodía. Se había pasado toda la noche bebiendo, su cuerpo necesitaba relajarse, más bien, restregarse contra otro.
—A la mierda el amor, no es tan bueno como el licor —dijo alzando la copa y bailando con devoción.
A MinGi le pareció gracioso ver como el pelinegro cantaba torpemente una canción. Su turno estaba por acabar y lo único que había llamado la atención en su larga noche había sido el joven delgado que lloriqueaba cada tres segundos.
—Quiero otra —MinGi negó sabiendo que el pelinegro colocaría uno de sus pucheros —Quiero otra, quiero otra, quiero otra, ¡quiero otra!
San seguía golpeando la barra mientras que algunos de las personas lo miraban de manera divertida.
MinGi le ofreció una copa y esperó a que deje de golpear la barra.
—Sabe a agua —siguió bebiendo restándole importancia al contenido de su copa.
MinGi salió de la barra pidiendo cinco minutos para ir al baño, tomó al joven del brazo y lo llevó hasta la salida del bar.
Pensó que el chico ebrio tenía suerte, si MinGi hubiera sido un viejo pervertido, entonces, el pelinegro habría acabado sobre una cama de un motel barato.
—Llamaré a un taxi, ¿cuál es tu dirección? —cuestionó el más alto.
San se encogió de hombros. No quería volver a casa tan temprano, además, el recuerdo de su ruptura aún seguía fresco, necesitaba más licor para olvidar.
—Tus ojos parecen alcancías —comentó agitando su mano delante de su rostro —¿Me ves? ¿No me ves? ¿Me ves? ¿No me ves?
—Dame tu teléfono, llamaré a uno de tus familiares.
MinGi no podría enviar al chico en ese estado y mucho menos solo, sabía de los peligros a los que se exponía, no se arriesgaría. Además, le caía bien el chico, y le había dado propina.
San le tendió el teléfono y suspiró. Se sentía a punto de estallar en sollozos pero estaba frente a un desconocido, así que debía soportar un poco más a estar en casa, a salvo.
MinGi revisó en marcacion rápida y el primer número tenía a "Choi número dos"
—¿Quién es Choi número uno? —preguntó el pelirrojo sintiendo curiosidad a lo que el joven le respondió señalándose y sonriendo tontamente. Su hermano, supuso.
Marcó el número esperando que alguien conteste al otro lado. Sonó una, dos, y tres veces antes de llevarlo a la casilla de voz.
Volvió a marcar y esta vez sí recibió respuesta al llamado.
—¿Si?... Pasa que Choi número uno está demasiado ebrio como para dar dos pasos sin caer en el intento —MinGi miraba al pelinegro quién saltó frente a él e hizo un sonido con la boca moviendo sus manos a su costado justo como una bomba estallando para acto seguido entrar al bar — Bar "Good Night"... Sí, ese mismo... Trataré de mantenerlo en pie.
La llamada finalizó y el pelirrojo fue tras su invitado de honor.
San sintió la adrenalina correr por sus venas y siguió restregando su cuerpo junto al de la multitud de jóvenes. Todos estaban allí por un propósito, para olvidar su jodida vida, o por lo que San había ido, adormecer un corazón roto, fingir por una noche que él no es un completo desastre.
De pronto, alguien lo tomó de la cintura y haló de él hacia un cuerpo.
—A casa —dijo el dueño de ese cuerpo.
—Idiota uno —San soltó pequeñas risitas.
—Mi nombre es WooYoung —aclaró arrastrandolo hasta fuera del bar —y no soy nerd.
—Y a mí me gustan las chicas —estalló en carcajadas.
A WooYoung le pareció tierna la manera en la que reía y se formaban dos hoyuelos en sus mejillas. También recordó que aquel chico parecido al algodón de azúcar había sido el mismo que había colocado cara de "¿qué me ves, imbécil?" cuando había salido de casa de los Choi.
—Sube al auto, debemos llegar a tu casa antes de que otro desastre ocurra —suspiró formando una imagen mental de un desastre en casa de los Choi.
El mayor de su grupo era HongJoong, ¿y dónde estaba ahora? Con un libro bajo su cabeza, según él meditando después de tomar una botella completa de vodka, no se sorprendería si lo encuentra sobre su propio vómito.
Ambos estaban en el auto, WooYoung más incomoda que San, no había dejado de observarlo desde que salieron del bar.
—¿Qué me ves? —preguntó con seriedad, WooYoung.
—El rostro, idiota, qué más si no —siseó quitando la mirada de un pelinegro sonrojado —Quiero bajar, debo ir al baño. ¡Es urgente!
WooYoung hizo caso y paró en la primera gasolinera, vio al pelinegro salir con las manos cubriéndose la boca y supuso que había sido demasiado alcohol en su sistema.
San sonrío, si no fuera un drogadicto sería un buen actor de telenovelas. Entró a la pequeña tienda y miró todos los dulces en una estantería, su estómago comenzó a rugir, en toda la noche lo único que había tocado su estómago había sido puro alcohol y ahora sentía los efectos de tener hambre. Ignoró a su estómago y se apresuró a la entrada del baño sacando con cautela algo del bolsillo de sus jeans.
El pelinegro recordó las palabras de un JongHo ebrio: "No lo dejes entrar solo a un baño o a una habitación, en general, no lo dejes solo".
El mayor ya se estaba tardando y aquellas palabras flotaban en su mente, antes de darse cuenta, el pelinegro ya estaba dirigiendose hacia el baño.
Y allí estaba el chico, inhalando de un polvo blanco sobre el lavabo del baño.
—¡¿Estás loco?! —WooYoung se acercó a él y arrojó la droga por el lavabo, abrió la llave y lavó el rostro de un Choi San a punto de llorar.
—El alcohol está perdiendo efecto, no quiero sentirme así —San hizo un puchero haciendo que el corazón de WooYoung se encoja.
—No es la manera, San, hay mejores métodos —secó sus mejillas y unas cuantas lágrimas que comenzaban a brotar.
—Ni si quiera tengo la fuerza suficiente para caminar —resolló.
Era cierto, sus pies cada vez se hacían más pesados y aquellas voces se hacían más notorias, sus ojos escocian cada vez que miraba un punto de luz cerca y pronunciar una palabra ya se le complicaba.
—¿Ah sí? entonces te llevaré —sonrió de manera acogedora.
WooYoung se agachó de tal manera que San trepara por su espalda, esperó unos minutos y al fin sintió como el pelinegro envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y sus piernas en su cintura.
Su aliento chocaba contra su mejilla, un cálido cosquilleo recorrió su columna. Era sólo San, no había de qué preocuparse, nada saldría mal.
—Tengo hambre —susurró en la mejilla del pelinegro.
WooYoung volvió a sentir ese cosquilleo y lo ignoró, siguió caminado con San trepado en su espalda hasta llegar al auto gris.
Depositó a San sobre el asiento y colocó el cinturón sobre él.
Se veía tan vulnerable, como un frágil muñeco de porcelana. Y su rostro sonrojado le daba un aura de inocencia.
San colocó su rostro a centímetros del otro, y frunció el ceño. WooYoung sentía como su corazón latía más de lo normal, amenazaba con salirse de su pecho, ¿qué le pasaba?.
—¿Qué me ves? —cuestionó aún frunciendo el ceño.
—Nada —y se apartó.
Veía lo hermoso que era, pensando en la poca heterosexualidad que le quedaba y que él le arrebataría, no era posible, Choi San no lo haría.
—Me dijo que era un marica —sollozó, WooYoung conducía a un puesto de comida y a penas hoyó lo que dijo —Dijo que nunca me amó.
WooYoung prestó atención al pelinegro, sus ojos derramaban lágrimas y entonces sintió la necesidad de hacer que sonría.
—De pequeño solía ir a casa de mi abuela, decía que no coma el pastel bajo la barra de la cocina. Era de noche y tenía hambre, no había nada de comer y recordé que había pastel bajo la barra, lo comí hasta quedar satisfecho con mi estómago. Minutos después la abuela bajó y abrió demasiado los ojos al verme con la boca embarrada de chocolate, dijo que el pastel contenía veneno para ratas y fui llevado a un hospital de inmediato, no morí pero sí me dieron mucho medicamento.
—Supongo que sigues siendo un idiota pero con mayor edad —sonreía mostrando una hilera perfecta de dientes y esos hoyuelos que WooYoung empezaba a ver como su perdición.
—No hagas nada, iré por unas hamburguesas y algo de tomar —advirtió al pelinegro saliendo del auto después de aparcar frente a una tienda de comida, segundos después, volvió a advertir —En serio, no hagas nada estúpido como conducir por tu propia cuenta o colocar música a todo volumen.
—No me des ideas —rodó los ojos —No tengo cinco años, cuatro sí, pero cinco no.
WooYoung retomó su camino pensando en lo que había pasado con Choi San.
Sabía, por rumores de la escuela, que su adicción había iniciado a los dieciséis y que de vez en cuando era él quien se encargaba de difundir no sólo cocaina, sino también extasis y una que otra petición estudiantil.
Sabía que si llegaba a ser visto con el pelinegro, ya no sería "WooYoung", si no "amigo del drogadicto". Le molestaba cada vez más como la sociedad colocaba etiquetas en personas sin entrecerrar los ojos y al menos adivinar la historia tras la tragedia.
San se veía cada vez más en un hoyo gigante, un poco más perdido que ayer y desilusionado de lo que era. Veía a SeungYoun allí, sonriendole diciendo que era un hermoso desastre, que era su hermoso desastre.
—No sabía cuál te gustaba más así que... —logra sacarlo de su ensimismamiento ofreciéndole una hamburguesa.
—WooYoung, no me gusta el tomate —saboreó la primera mordida —pero tengo mucha hambre, y ¡mira! Me está sonriendo. ¿Por qué tu no me sonríes así?
—¿Así como? —dio un sorbo de su bebida.
—Como si realmente te importara, sé que me cuidas porque JongHo te lo pidió —arrastra las palabras sin cuidado —Soy el mayor, deberías estar cuidándolo a él.
—Termina de comer tu hamburguesa y no hables con la boca llena —sorbe otro trago de su bebida.
Mira como el chico de mechón azulado toma de su bebida y de inmediato la derrama por su camiseta negra.
—Está helada —apresura a sacarse la camiseta quedando su torso al descubierto.
—Por dios, San, afuera está incluso más helado —sacó su sudadera y se la tendió al chico desviando su mirada de su abdomen.
—Gracias, Idiota número uno —se sentía cálido dentro y la fragancia del pelinegro deleitaba su gusto masculino.
—Soy WooYoung.
—Choi San—dijo acurrucándose en su asiento y cerrando los ojos —San, Sannie... papá solía llamarme sanshine.
—Sanshine...—susurró para sí mismo.
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