28 | Stay With Me Pt2
San no entendía lo que había sido una figura paterna en su vida, papá nunca estaba y cuando lo estuvo, fue para empacar sus cosas e irse por la puerta trasera, sin hacer ruido, sin decir nada. San pensó que era un simple viaje de trabajo, que volvería los siguientes días, que llegaría agitado a encerrarse en su habitación para volverse a ir a penas el sol ilumine el cielo.
Solía escribir la mayoría de cartas para él, se escabullía en su habitación y las dejaba sobre la mesita de noche, regresaba corriendo por el pasillo y se metía junto con JongHo a la cama. Sus risas los delataban, al igual que las cortas pisadas que cruzaban el pasillo.
Lo amaba, pasado. Lo odia, presente.
Lo único que recordaba era el falso sentimiento de que volvería, el ridículo apodo que le había colocado, y las cartas plasmadas con sentimientos de un pequeño temeroso.
—¿Por qué? —indagó, su voz pendiendo en un hilo de desesperación y locura.
—San, yo...
—¡¡¡¿Por qué te fuiste y nos abandonaste?!!! —gritó acercándose un par de pasos al hombre que algún día se hizo llamar padre —¡¿Por qué nunca volviste?!
—No lo puedo explicar —por inercia, dejó de mirarle a los ojos y fijó la mira en un punto de luz. Estaba seguro que mirar un foco sin parpadear era menos doloroso que mirar a su hijo a los ojos.
—Y un carajo —San apretó los puños a su costado, el hombre frente a él colmaba su paciencia —Preferiste esta mierda que a tu familia, ¿cuánto valimos? ¿Miles? ¿Millones? ¿Una nueva familia?
—San, nunca los dejé —su voz sonaba débil, se sentía débil, incluso todo a su alrededor perdía color y el único con brillo allí era su pequeño San.
—¿No nos dejaste? —soltó una risa carente de gracia —Nunca estuviste, MinHyuk.
—Traté de volver, créeme, traté de recuperarlos —su voz bañada en súplicas agridulces —Pero ustedes ya habían hecho su vida... sin mí.
—¡Maldito egoísta! —San ocultó sus ojos brillosos fijando su mirada al suelo —JongHo te necesitaba, te necesitaba tanto... —sollozó, sus sentimientos cada vez más difíciles de ocultar —Tuvo problemas en la escuela, dejó de jugar por un tiempo y no hacía más que llorar por las noches suplicando que regreses. JongHo te necesitaba...
Sollozó por segunda vez al recordar lo frágil que se veía su hermano en pijama, abrazado a un oso de peluche y con lágrimas resbalando de sus mejillas. JongHo lo necesitaba, pero él aún más.
—Tu madre lo entendía, San.
MinHyuk recordó las veces que había hablado con la mujer que alguna vez amó, siempre le mostraba una sonrisa, una falsa sonrisa.
—¡Mamá trató de suicidarse!
—Sannie, vámonos —suplicó el pelinegro detrás de él. Su pequeña manó se cerró sobre la suya tranquilizando y acorazando sus sentimientos.
—San, arreglemos esto —su padre suspiró —Hay muchas cosas que aún no comprendes. Por ahora, solo ve a una habitación y cálmate, la cena estará lista en algunos minutos...
—¿Terminaste? —suspiró, el enojo aún presente en el matiz de su voz.
—Nunca más volveré a aparecer en tu vida si solo me escuchas —le dedicó una mirada parecida a la de un hombre pendiendo de un hilo sobre un abismo.
—Tengo una condición, WooYoung debe ir a casa y no confío en la mierda de gente que tienes, llamaré un taxi y...
—No me iré —anticipó el pelinegro —San, no te dejaré aquí solo.
El pelinegro se aferró a ambas manos entrelazadas. Había visto la expresión en su rostro, había visto el dolor tras sus ojos, la tristeza teñida de falsedad sobre sus labios curvos y sus temblorosas manos buscando refugio en las suyas.
—San, por favor —susurró su padre ante la frívola mirada del menor —Ellos te dirigirán. Escúchame por última vez, por favor.
Suspiró dejándose llevar por el cansancio mental que le provocaba ver el rostro de su padre.
Tomó la mano del menor y siguió al hombre que había permanecido detrás de ellos.
Tras cruzar un par de pasillos y salones de doble altura, el hombre abrió una de las tantas puertas dejando entrever una lujosa habitación con ropa encima del cubrecama.
—No lo entiendo —suspiró cubriendo su rostro con sus manos —Se supone que... él no.... mamá no dijo nada y...
—Se veía sincero, Sannie, incluso te miró con devoción...
—No lo entiendes —maldijó entre dientes, avanzó hasta la cama y se sentó sobre ella. Sus piernas temblaban y su corazón también. Por más que quería odiarlo, sentía alegría de volver a ver su rostro de nuevo, como si el pequeño San amara ver de vuelta a papá, pero el adulto sabía que no existía más que resentimiento hacia él —Yo no lo entiendo. Pasó mucho desde que... y no podía ni siquiera ver a mamá... y ella... fue tan cruel conmigo. Mis adicciones, mis errores, el caos que soy es gracias a él. Yo solo quería tener un padre en quien confiar. Mi primera graduación, mi primer amor, el primer error... se supone que él debería estar allí... pero nunca más volvió y yo solo quiero des...
Los labios del menor rozaron los suyos, sus manos se posaron sobre sus incoloras mejillas acariciando hasta el dolor que daba punzadas en su corazón. Tal como la última llama avivando su fulgor en la completa oscuridad, WooYoung encendió la luz que se iba apagando dentro de San.
—Te amo —susurró besando sus temblorosos labios y acariciando su mejilla con su pulgar —¿me escuchaste, Sannie? Te amo.
—No deberías hacerlo —sus manos se posaron en su cintura acortando la distancia entre ambos cuerpos.
—¿Alguna vez te he escuchado? —ladeó una sonrisa desafiante, apoyó su cuerpo en las piernas de San y se sentó sobre su regazo enredando sus manos en su cabello desordenado.
El dolor, la tristeza, el asombro e incluso el rencor se habían esfumado dando paso a un solo sentimiento que consigo llevaba un nombre peculiar: WooYoung.
—Te amo, WooYoung —confesó ruborizandose al instante.
°°°
—Se hace tarde, no tengo todo el tiempo del mundo —cruzó sus brazos sobre su pecho y dedicó una mirada neutra al hombre canoso sentado frente a él.
—Felicidades —sonrió, dos oyuelos aparecieron en sus mejillas, era igual a como las recordaba de pequeño —Sé que audicionaste para un concurso de canto, la canción con la que ganaste me hizo querer abrazarte. Pero estaba oculto entre la gente, observando como mi pequeño salía adelante.
—Eso fue hace cinco años, ya ni si quiera sé como se hace —fijó su mirada en el ventanal.
Afuera, el inmenso jardín estaba decorado con flores de distintos colores, en el centro reposaba una pileta con una estatua medieval en el centro. Luces iluminaban el etereo ángel de prendas grises, mientras que este observaba a San con ojos apabullantes y despectivos, aquellos ojos, aquella mirada era la misma que su madre colocaba cuando llegaba a casa, era la misma que los padres de WooYoung habían colocado al verlo, y era la misma que veía al mirarse en el espejo.
—¿San? —reprendió el hombre.
—¿Qué?
—¿Cómo van los estudios?
—Los dejé, ahora asesino a gente, lo cual ya lo sabes —suspiró agotado del inútil rodeo de preguntas —Dilo de una vez, me estás haciendo perder tiempo.
—Ven conmigo. Reprogramaré tus estudios, llevarás clases de canto, lo que sea que te guste. JongHo puede...
—¿Estás bromeando? —le mostró una sonrisa de hoyuelos mientras reía a carcajadas —Te convertiste en un buen comediante, quien diría.
—San, hablo en serio —la rigidez de su mirada silenció la leve risa del pelinegro.
—Ya veo —miró por última vez a su alrededor, analizando cada rincón del lugar. Incluso su padre había tenido una vida acomodada mientras que JongHo y él trabajaban a medio tiempo para saldar cuentas de casa —¿Eso es todo?
—Por favor, San...
—JongHo te odia, dudo que acepte ir contigo —se levantó del sofá —Mamá nunca volvería con el hombre que la abandonó, si sucede una vez sucederá una vez más.
—¿Qué hay de ti? —se estaba rindiendo, se notaba en su voz, en su forma de mirar a su hijo mayor y en la manera en que sus piernas flaqueaban sin control alguno.
—Prefiero verte muerto que frente a mí.
Dejó al hombre solo y se dirigió a la sala en la que había dejado a WooYoung con cinco hombres más. Le ponía nervioso dejar al pelinegro con completos desconocidos y el daño que podrían causarle a este. Para su sorpresa, WooYoung no huía ni lloraba solo en un rincón, estaba riendo a carcajadas gustoso de la compañía del hombre que minutos atrás había amenazado con quitarle la vida a ambos si no subían al auto. ¿De qué me perdí?
—WooYoung, nos vamos —llamó su atención.
¿Qué de gracioso tenía ese hombre? Sea lo que sea que estaba haciendo San podría hacerlo mejor. ¿Y por qué estaba tan cerca de su WooYoung? parecía que ambas mejillas rosaban.
—¿Podemos quedarnos a ce...?
—Nos vamos —lo interrumpió. Su mirada se posó en la de resentimiento de quien estaba al lado de WooYoung.
—Choi San —reprendió el mayor con una copa en manos —¿Qué se supone que haga contigo después de la muerte de Lee? ¿Acaso no conspiraste con tu padre para ambos quedarse al mando de Wonderland?
—¿Wonderland? —recordó a YunHo diciéndole sobre el patrón de números y letras, la palabra de la tarjeta dorada en números era "Wonderland" pero con WooYoung rondando su mente, todo aquel pensamiento fue olvidado.
—Nuestra mafia. Esto somos, Wonderland —extendió sus manos como si un abrazo de bienvenida le fuera a dar —Y tú mataste a nuestro antiguo líder.
—Estaba...
—¿Haciendo justicia? ¿Matando a uno de los corruptos más grandes de Corea? ¿Uno de cientos e incluso miles? —una carcajada brotó de sus resecos labios —No me jodas ¿Crees que se erradicaría la maldad mágicamente?
—Estaba haciendo mi trabajo al igual que ustedes —San pensó en el rostro del hombre que nunca vio pero que siempre obedeció, el único recuerdo que tenía de él era la áspera voz a través de un intercomunicador —¿O acaso no son marionetas? maté a su anterior titiritero por órdenes del mío.
WooYoung se levantó del sofá aterciopelado para susurrar un suave “Vamonos, Sannie" en los oídos del mayor
Cruzaron la puerta de madera maciza ambos tomados de la mano. Recorrieron el jardín en silencio y salieron a la ciudad después de cruzar las rejillas de seguridad.
—¿Qué tanto hablabas con el alto? —indagó en la escena que minutos antes había contemplado.
—Asuntos de hombres adultos —contestó tranquilo.
—¿Y yo soy...?
—Mi novio —sus ojos contemplaron los suyos, su mirada cálida le hacía sentir a San que todo podría estar bien si su mano no dejaba de sujetarlo —y un niño a quien debo proteger también.
El menor se inclinó para depositar un casto beso en su mejilla, sonrió al ver el leve arrebol teñir de rosa la piel en donde acababa de besar.
—Hace calor ¿verdad? —trató de disimular su sonrojo.
—¿Quién se pone caliente ahora, eh? —pellizcó su mejilla y siguió caminando en compañía del mayor.
Las horas pasaron, WooYoung había comido más de lo debido pero se sentía satisfecho y esa sonrisa que le dedicaba de alegría nadie podría arrancarla de su mente. San había colocado un recuerdo feliz en el pequeño cofre que guardaba en su interior, ya no estaba vacío y roto, la mayoría de grietas habían sido reparadas con las sonrisas de un chico menor a él, tal como si WooYoung fuera lo único bueno en su vida.
WooYoung habría querido evitarlo al inicio, los pensamientos de sus padres hacia San lo alejaban de sus sentimientos, confundían a su corazón y terminaba llorando en su habitación. Pero en ese instante, con San riendo a gusto junto a él, y sus manos entrelazadas, su mirada que ahora parecía tener color, y su mundo en completo fulgor, en ese instante se habría dado cuenta que su corazón pertenecía a aquel chico con sonrisa de hoyuelos, mirada discreta y alma nostálgica.
—Sannie, cárgame, estoy muy cansado como para caminar —un puchero catalogado por San como el más hermoso que haya visto, apareció en los labios del menos —Por favor, Sannie.
El pelinegro mayor asintió y, con delicadeza, acomodó su cuerpo para cargar en su espalda al menor.
—Recuérdame comprarte comida más seguido, has perdido un poco de peso últimamente —caminó sintiendo la respiración del chico cosquilleando en su cuello.
—Es para la empresa de modelaje, tengo que hacer dietas si quiero ser la imágen principal de la compañía —bufó colocando otro puchero que San supuso aparecería decorando sus labios.
—¿Y quieres serlo? —preguntó tras cruzar una calle, la casa de WooYoung quedaba a unas cuadras.
—Yo... Aún no sé qué quiero hacer. Me gusta la danza y el fútbol, pero, el modelaje no es lo mío, puedo lucir bien en revistas...
—Luces perfecto —le interrumpió. Si lo pensaba bien, WooYoung había ganado reputación desde que su imágen se dio a conocer en las revistas, recordaba haberse sorprendido la primera vez que lo vio en su casa, un modelo en su casa junto a JongHo, ¿qué seguía?
—¡Sannie! —dio un leve golpe en su cabeza —No es lo que me gusta.
—Sigue a tu corazón, cariño —giró su rostro y depositó un beso en su mejilla —Un día a la vez.
Una que otra charla trivial había dejado a WooYoung dormido aún sobre la espalda de San. Su casa estaba a pocos metros y tenía el vago presentimiento de que algo malo pasaría al llegar.
Tocó un par de veces la puerta sin darse cuenta que tenía un timbre al lado, en segundos un hombre no tan mayor lo recibió con una cálida sonrisa. Si no eran su padre, debía ser el hijo mayor de los Jung.
—Oh, ¿se durmió? —el chico sonrió al ver la tierna escena de su hermano menor junto al joven, ¿Cómo le había dicho WooYoung que se llamaba? ¿Acaso él era el famoso Choi San? —Entra, si lo despiertas tendrá un mal temperamento y nadie quiere ver a WooYoung mentando madres.
San entró y mostró una sonrisa que le costó idealizar. Subió hasta su habitación escuchando el “Oh vaya" de su hermano. ¿Cómo sabía cuál era su habitación?
Tal como lo Recordaba, la habitación de WooYoung mostraba su esencia por donde mirase, desde los cuadros de su quipo de fútbol y los trofeos de campeonatos sobre el escritorio hasta las revistas de cómics tirados en un pequeño sofá y las envolturas de golosinas en el suelo.
Retiró las mantas sobre la cama y, cerciorandose de no despertar al menor, recostó al chico sobre esta. Sonrió al escuchar los quejidos que propinaba entre balbuceos.
Había sido un largo día, y WooYoung había llegado a él como si de él dependiese la vida de San, y quizá así sea, San ya no imaginaba un futuro sin las caricias y los malos chistes del menor.
Del bolsillo de su jean extrajo dos anillos dorados, sonrió al tenerlos en su mano y al ver al chico de sus sueños perdido en ellos frente a él.
Se arrodilló frente a la cama y tomó su mano con delicadeza, se sorprendió al sentir el drama de una pedida de mano, pero ambos habían creado un amor que era prohibido ante los ojos de Dios. Colocó el anillo en su dedo índice y sonrió al ver como le quedaba en su mano, hizo lo mismo con el suyo cerrando una promesa que, para él, era más importante que su propia vida, una vida que muchas veces había deseado no tener, y ahora agradecía por permanecer y haber conocido a WooYoung.
Susurró "te amo" cerca a sus labios y depositó un beso casto en estos. Volvió a sonreír, la luz de la luna iluminaba a la perfección su rostro y, allí, en la oscuridad, pensó que nunca había visto persona más hermosa y brillante que Jung WooYoung.
Se levantó del suelo y antes de salir de la habitación, cubrió al chico con la manta y le sacó las zapatilla que le incomodaba al dormir.
Cerró la puerta con cuidado y bajo escalón por escalón aún con la imágen de WooYoung adormeciendo su mente.
—Creí que nunca más te volvería a ver —en su voz se notaba el desprecio.
La madre de WooYoung esperaba bajo las escaleras, de brazos cruzados y con una foto en sus manos llenas de crema humectante.
Estaba igual a como San la recordaba, tan recatada e inexpresiva, sin ni una imperfección a la cual San pueda criticar.
—¿Disculpe?
—Conozco a todos los amigos de WooYoung y, extrañamente, tú no figuras en ellos —tendió la fotografía frente a San —mucho menos siendo un delincuente y adicto.
San se quedó paralizado al verse así mismo sosteniendo un arma con sus manos bañadas en líquido escarlata.
—¿Qué crees que piense la gente al ver a un adicto junto a un modelo de una compañía reconocida? —la mujer le arrebató la fotografía de sus manos —Jung WooYoung no puede ser amigo de gente como tú, solo te aprovecharás de él como todos ustedes, buscando amistad por dinero.
—Me alegra que WooYoung no piense como usted —sonrió, le había hayado un defecto, a decir verdad, miles de defectos habían saltado a la vista —¿Acaso los flashes quemaron su cerebro?
—No tienes ni idea de lo que es la vida, niño —volvió a cruzarse de brazos —Por las buenas te pido que dejes de frecuentar a WooYoung, ustedes dos tienen algo extraño y no quiero que piensen mal de mi hijo.
—¿Se ha puesto ha pensar en lo que él realmente quiere?
—No, le damos lo que realmente necesita. Y ahora tú eres nuestro mayor obstáculo. ¿Crees que ganará estatus social contigo al lado? Nadie querrá como modelo al amigo del drogadicto —la mujer lo miró de pies a cabeza, y San fingió que aquellas palabras no le hirieron —De todos modos, WooYoung se dará cuenta lo que es mejor para su futuro. Lo he criado diecinueve años como para saber que se elegirá a él antes que a amistades mediocres.
—Lo que usted piense me importa una mierda —su voz tembló, ¿que le pasaba?
Salió de aquella casa con el rencor y la duda nublando sus pensamientos.
WooYoung no pensaba de esa manera, no era como ellos, no lo dejaría, él no lo haría. Si lo repetía varias veces quizá se podría cumplir, quizá la preocupación que sentía era cosa de nada y WooYoung ni siquiera pensaba en abandonarlo. Él le prometió que los prejuicios no cambiarían su manera de pensar y que jamás tomaría decisiones basándose en los criterios de sus padres.
¿Pero por qué dudaba? ¿Por qué la pequeña corazonada seguía apretujando su endeble corazón? ¿Por qué se sentía en la cima de la montaña rusa a punto de caer en picada?
Al llegar a su casa y después de refugiarse bajo las mantas, tecleó con sus manos temblorosas un único mensaje.
WooYoung <3
No te alejes nunca de mí, por favor
°°°
1. Tengo un grave problema con la cacofonía :( alguna falla ortográfica es porque tengo sueño :(
2. No sé si seguir con el ff o eliminarlo, me inclino más por la segunda opción
3. Tengo hambre
4. Estoy triste
5. Stan Ateez
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