26 | Insomnia

Mientras el sol ilumine su rostro, WooYoung podría fingir perfectamente que todo estaba de maravilla, que no extrañaba aquella sonrisa de hoyuelos y mucho menos que se sentía asfixiado con su propia vida. Pero, el peso de sus desiciones hacía eco en la habitación de cuatro paredes vacías, resplandecía frente a la luz de la luna y atormentaba bajo las frívolas sábanas de seda fina.

La noche se había convertido en su mayor enemigo, y el insomnio era su aliado. Tal como un caset de un film antiguo, su mente rebobinaba cada recuerdo y lo convertía suyo una vez más. Secretos susurrados, el recuerdo de dos amantes apasionados, cicatrices rotas, el amor a orillas de sus bocas, San amando a WooYoung y WooYoung amando a San.

El reloj en su móvil marcaba las dos de la mañana, solo había parpadeado un par de veces y cinco horas habían pasado en cinco minutos. Su habitación estaba completamente a oscuras y serena, a excepción de la suave melodía que de sus labios brotaba. Una melodía que iniciaba como canción de cuna, se precisaba al final y terminaba en un suspiro, una melodía de amor no correspondido, un amor prohibido. San.

El único pensamiento que había cruzado su mente tenía por nombre San, una sonrisa deslumbrante y un alma tan oscura como sus pensamientos.

El cumpleaños de su madre no fue todo un éxito, no cuando vio al chico parado justo a su lado. Sus ojos brillaron al verlo, notó como toda la atención se la dedicó a él, como si fuese el único allí. Pero, por más contradictorios que fuesen sus sentimientos, él muy al contrario de San, veía a un sinfín de personas, todas posando la atención en ambos chicos. No tuvo opción, él solo lo rechazó, volvió a la celebración y sonrió a los invitados.

Debemos mantener las apariencias susurró su madre cerca de él. Minutos después, le presentó un sin número de personas, todas dedicadas al mundo del modelaje.

Su madre esperaba que la imagen de WooYoung fuera de prestigio, ellos ya contaban con más que reconocimiento, solo faltaba el hijo menor de los Jung, el mayor no era considerado "útil". Con la arrogancia de su madre y la altanería de su padre, Jung Hae In se negó a ser el naipe en la cima, renunció a la agencia de modelaje y dejó más que claro que lo único que él quería era hacer lo que le gustaba, no lo que a otros les gustaba.

WooYoung era la única solución para que los Jung sigan siendo personas "respetadas". O eso pensaron.

Su belleza era innegable, cuerpo esbelto, piel casi perfecta y la simpatía de caerle bien a todo el mundo, no demoró en ser modelo principal de la compañía de modelaje de sus padres. Pero, hasta ese día, no se había preguntado si realmente disfrutaba hacerlo.

Disfrutaba más entrenando con el equipo de JongHo, pasando tiempo en las clases de baile que San le había aconsejado ir. No posar frente a miles de cámaras con un rostro que no era suyo.

¿Qué debo hacer?

Su teléfono iluminó la habitación, brilló un mensaje nuevo en la pantalla. Rodó su cuerpo con pesadez, estiró el brazo y tomó el artefacto sobre la mesa.

Sannie <3
No entiendo qué fue lo que hice

Enamorarme, pensó, cambiar por completo mis planes y causar un dilema en mi vida.

Deslizó la yema de sus dedos por la pantalla y escribió lo que su mente no dejaba de repetir.

"Te necesito"

Tan pronto como lo escribió, lo borró, tiró el móvil en la mesita de noche y se cubrió de pies a cabeza, quizá así se asfixie y deje de hacerse un mundo por una cosa tan simple como el amor y el futuro.

°°°

— ¿A qué nombre anoto su pedido? —miró al chico de gorra gris y sonrió tiernamente al ver una silueta más pequeña detrás de él.

—Choi San.

–Y Lee JunYoung.

San pagó el pedido de ambos chicos, salió de la cafetería caminando con el chico pisándole los talones. Pensó que una mejor idea hubiera sido quedarse en casa y esperar el mensaje de WooYoung, pero estaba en las calles de Nam-Gu junto a un niño molestoso y pasado de azúcar.

—No bebas eso demasiado rápido, está helado —advirtió alejando la bebida de su boca. El castaño lo miró enojado, minutos después, volvió a beber de su jugo de frambuesas y caminó a la par del chico.

La tarde estaba dando paso a la noche, las personas mantenían el ritmo de sus caminos y el mundo seguía girando. Un día tan normal como cualquier otro, pensó San. Un día más sin saber absolutamente nada del pelinegro.

—Sabías que... —el castaño sorbió de su bebida y relamió sus labios —sería un rapero si no hubiese heredado los negocios de mi padre.

—Sabías que... —posó la atención en el chico —no me importa en lo absoluto.

—También prefería las matemáticas, hubiese sido un buen profesor, pero...

—Pero estás en Corea, para ser exactos, Daegu, y estás confiando tu vida a un completo desconocido —suspiró con anhelo —más idiota no podrías ser, pequeño Jun.

—¿Qué hay de ti?

—¿Yo qué?

—¿Cambiarías tu vida y viajarías al otro lado del mundo por tu familia? —pregunta retórica, era lo que él había hecho, pero, ¿qué hubiese pasado si las cosas hubieran surgido en un plano distinto con decisiones distintas?

—No, sería muy estúpido hacerlo. Dejar tu vida por una nueva... no es lo que yo haría. Empezar de cero es como volver a pasar por el mismo infierno, al menos aquí sé en quién debo confiar y en quién no. Sé cuidarme porque sé el tipo de gente con la que me rodeo, al menos conozco la mayor parte de Daegu.

—¿Me estás diciendo que debo dar media vuelta y regresar a América? —suspiró, es lo que quería hacer.

—Te estoy diciendo que no hay persona más estúpida que Lee JunYoung.

Se detuvo frente al semáforo, esperó a que cambie de color y miró frente a él.

No sabía si su mente había inventado la viva imagen de WooYoung o si era él en realidad quien estaba al otro lado de la calle.

Contempló su sonrisa unos segundos más, sus habituales gestos y la manía de pasar su mano por su cabello alejando los mechones sueltos de su rostro.

—Camina —el castaño se permitió mermarlo de su ensimismamiento. San, confuso, caminó junto al chico sin perder de vista a WooYoung.

El chico siguió caminando, charlando a gusto con una chica que no paraba de sonreírle. Se veían bien juntos, incluso parecían una pareja sacada de las revistas, esas que su madre compraba para distraer la mente.

—San, ¿me estás escuchando? —el castaño posó una mano frente a él y la agitó energéticamente llamando su atención.

—¿Crees que lo estoy haciendo? —sonrió a regañadientes.

Solo había dejado de ver al chico por efímeros segundos, y ahora no lo encontraba con la mirada. Estoy perdiendo la cabeza.

—Te estaba diciendo que mi padre era conocido aquí. ¿No has escuchado de él? ¿Lee MinHee? –pasó su antemano por su nariz, parecía que iba a coger un resfriado.

—No conozco a ni un Lee —miró entre las tantas personas dándose por rendido. Quizá sí había imaginado todo.

Ambos chicos continuaron caminando, JunYoung no dejaba de hacer preguntas al azar y San le respondía pensando que no había persona más parlanchina que el chico junto a él.

La luz de la luna había bañado de un azul resplandeciente las calles de Nam-Gu, lo único que San lograba escuchar era el viento chocar entre las hojas meciendo rama en rama. Y, curiosamente, las pisadas a una corta distancia de ellos. Aquellas pisadas que tenían más de veinte minutos tras ellos.

—Choi San —reprendió una conocida voz, la misma que atormentaba en sus pesadillas y pensamientos –Nos volvemos a encontrar.

El chico sonrió tal como habría hecho lucifer al ver el infierno. Respiró un par de segundos, y giró sobre sus propios talones. El odio que le tenía desde que lo había torturado hasta el momento en que trató de matar a WooYoung había aumentado a escala monumental.

Deseaba colocar sus manos alrededor de su cuello y ver como la vida se le escapaba de los ojos, tener el poder de elegir si se iba al infierno o torturarlo para tener más placer.

Y lo hizo.

Se abalanzó con tal agilidad y rapidez que el otro hombre no tuvo tiempo de quitarle el seguro a su arma y disparar. San disfrutaba el placer de verlo retorcer bajo sus manos.

—Suéltalo o él correrá con la misma suerte.

Demasiado bueno para no tener sus errores. Casi olvida por completo a su acompañante, la mujer del tatoo.

—¿Por qué mierda no corriste? —espetó.

Soltó al hombre bajo su cuerpo, se levantó y mostró ambas manos a la mujer que amenazaba al castaño con un arma en su cien.

El otro hombre tardó unos minutos en recuperarse, y al hacerlo, imitó la acción de su compañera.

—¡Maldito mocoso! —masculló masajeando su cuello.

Arrastró al chico hasta un callejón y se dispuso a maldecirlo antes de matarlo.

JunYoung había visto más de una vez aquellos rostros, los mismos que trabajaban para su padre. ¿Acaso no lo conocían? ¿Qué hacían apuntando un arma a su cabeza?

—Es gracioso ¿sabes? —miró a la mujer, tanteó tras su espalda y desenfundó un arma de calibre —No me matarás, y lo curioso es que yo sí a ti.

Los roles cambiaron en un parpadear del pelinegro, ahora ambos se apuntaban, y al parecer, la chica sería quien terminaría con una bala incrustada en el cráneo.

—¡Tú no sabes nada! —gritó eufórica.

—No, ustedes no saben. Puedo chasquear los dedos y ambos amanecerían tras un basural.

—¡Él mató a tu padre, él nos lo quitó todo! —la mano de la joven tembló, y la de Lee JunYoung perdió firmeza —Le rogó porque lo dejara libre y él le pegó un tiro en la frente. No tuvo compasión.

—Mató a todos. Por desgracia, yo sigo aquí —el arma se apretó aún más a su cien, el sudor perlando su frente, los nervios matizando tristeza en su mirada.

San recordó la imagen de dos gemelos y un niño mayor al lado de la fotografía de Lee MinHee, aquel niño era JunYoung y él no había tenido ni la menor idea.

—¿Es cierto? —preguntó en un hilo de voz.

—Sí.

El arma cambió de objetivo, donde antes apuntaba a una mujer ahora lo hacía a un pelinegro sonriente. Aquella epifanía había sido la aguja que hacía explotar el globo, ahora, la persona en la que fue digno de confiar, era la misma que había dado fin a su familia y a una vida tranquila en América.

—Temo no haber sido invitado a su fiesta —alguien más apareció de entre la oscuridad —Pero tres contra uno es demasiado injusto.

Sonreía con la serenidad escarchando sus ojos. No titubeó en apuntar el arma, que había robado de su hermano, al castaño; acercarse a él y mostrar su rostro bajo la tenue luz.

San se sintió más débil de lo normal, siempre que el pelinegro estaba junto a él en aquellas circunstancias, sentía como la energía abandonaba su cuerpo, se sentía letárgico.

—Sigues siendo igual de valiente. Creo que así me gustas más, WooYoung.

°°°

Bless
Prometo actualizar más seguido :( si es que no me entra otra crisis, obvio.

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