24 | Prejuicio
Habían pasado unos días desde la última vez que vio a WooYoung. Después de haber estado juntos en el hospital, YunHo llevó al chico a su casa y él volvió a acomodarse entre las sábanas de la habitación, le faltaba un poco más de reposo para volver a casa.
Esa misma tarde había llamado a WooYoung, pero, no contestaba sus llamadas, mucho menos sus mensajes. Le restó importancia y, junto a YunHo y SeongHwa, buscaron posibles sospechosos sin llegar a uno en concreto.
—¿Qué hacías con el amigo de MinGi? —preguntó YunHo dando un mordizco a la galleta que había sacado de un embase púrpura con iniciales SMG en la parte superior de la tapa.
—Larga historia.
—¿Crees que tenemos mejores cosas que hacer? San se irá a fumar un porro y yo... Pues también —el alto miró de mala gana al chico que acababa de tomar una de sus galletas.
—¿MinGi sabe hornear galletas? —San se sorprendió del sabor, pensó que sabrían a humo, pimienta y quemado pero, para su sorpresa, sabían bastante bien.
—Las compra en el supermercado y las coloca en embases —arrebató la galleta de las manos de SeongHwa para volver a colocarla en el embase —Y solo son para mí, dile a HongJoong que te compre galletas a ti.
—Él a diferencia de tu chico inútil las hornea y decora —elevó ambas cejas y sacó la lengua en son de burla.
—¿A ustedes les dan galletas? A mí ni me responde los mensajes —bufó y terminó de comer la galleta robada del embase.
—Casi lo matan ¿qué esperabas? ¿una carta de felicitaciones con una nota queriendo que se vuelva a repetir? —SeongHwa estiró las piernas sobre la cama.
—Volviendo al tema, ¿qué hay entre tú y HongJoong? —YunHo prestó atención al chico que evitó su mirada.
—Es complicado.
—Lo miras de manera distinta. Ayer no dejabas de regañarlo por ponerse en peligro sin tener un solo rasguño, pero tu amigo estaba desangrandose al lado tuyo y a ti no te importó en lo absoluto —YunHo estaba más que seguro que era más que atracción la de ambos.
—Además, siempre pones excusas para no dejarnos entrar a tu posilga. Pero llega el niño y hasta lo dejas dormir en tu habitación —San entrecerró los ojos y acusó con un dedo al pelinegro —Te gusta HongJoong.
—Y el licor, y las fiestas, y el sexo, y el tabaco -suspiró —Y HongJoong.
Habían pasado tres meses y se había vuelto muy cercano al peligris. Pasaban tiempo juntos, les gustaba tomar licor y fumar los fines de semana, hablaban de mil y una cosas, y en todo ese tiempo, SeongHwa le prestó más atención a los sentimientos que a un simple chico arrogante con bonito cuerpo.
—Sea lo que sea, piénsalo dos veces. El chico parece estar muy a gusto contigo y, por más que seas mi amigo, sé que tú no buscas algo serio y mucho menos con un niño como él.
—¿Te estás escuchando? —San rió con sarcasmo —Lo dice el idiota que cayó enfermo de amor por otro idiota.
—San, no me hagas hablar —le lanzó la pequeña almohada —A ti ni te responden las llamadas.
—Gracias por recordarmelo, volveré a llamar.
San había pasado lo que quedaba de la mañana junto a los dos chicos, se había reído demasiado al descubrir que YunHo no siempre era el que mandaba en la relación, algunas veces complacía al chico de ojos rasgados y era sumiso solo para él.
Miró los dos boletos en su mano y los guardó en su bolsillo. La feria acababa de abrir y sabía que WooYoung quería subir a la rueda de la fortuna, se lo había dicho entre dormido una vez.
Las conversaciones con sus amigos habían ocurrido hace más de dos días y seguía sin comunicarse con WooYoung. Sin llamadas, sin mensajes, sin saber absolutamente nada del pelinegro.
Sintió nervios al estar frente a la puerta de su casa, tocó un par de veces, sonrió y esperó a que la puerta se abriera. Para su sorpresa, no fue WooYoung quien apareció, una mujer recatada y con vestido azulino apareció en su lugar.
—¿Se encuentra WooYoung? —preguntó, mirando tras la mujer.
Se escuchaba a un número considerable de personas hablando y copas chocando. No sabía lo que pasaba dentro y no le importaba saberlo.
—¿Y tú eres... ? —la mujer lo miró de pies a cabeza esperando una respuesta del pelinegro.
—Un amigo.
—¿De la escuela? No lo pareces —elevó una ceja perfectamente pintada.
—Mi hermano estudia con él —dijo, arrugando los tickets bajo el bolsillo de la sudadera gris. No había necesidad de mentir.
La mujer cerró la puerta y San pensó que había dicho algo impropio, repasó sobre sus propias palabras hasta que la puerta volvió a abrirse.
—Entra —la mujer mostró una sonrisa falsa y dejó pasar al chico.
San siguió a la mujer y, a penas entró, fue el causante de risas sin nada de gracia. Había mucha gente en la sala y todos susurraban cosas a la persona que se encontraba a su lado.
Dahyun estaba allí, ella no sonreía pero tampoco lo miraba. A su lado, un WooYoung pálido lo miraba incrédulo.
—WooYoung ¿lo conoces? —su madre elevó una ceja a la espectativa de lo que el chico diría.
—Es el hermano de JongHo, mamá —el chico sonrió, pero no a San, le sonrió a su madre y caminó hacia el chico.
WooYoung sabía que su madre lo había dejado entrar solo para ridiculizarlo, era su manera de actuar frente a sus amigos.
Tomó al chico del brazo y lo arrastró hasta fuera de casa.
—Compré tickets para...
—Estoy ocupado. Te llamo después ¿si? —no esperó una respuesta, cerró la puerta casi en la cara del otro chico y regresó fingiendo una perfecta sonrisa.
—...para la feria, pero estás ocupado con tu vida, la cual yo no tengo porque soy un maldito... —suspiró.
Necesitaba aire, necesitaba respirar y no el mismo aire que aquellas personas prejuiciosas. Quizá... No, WooYoung no era igual a toda esa gente, él dijo que no lo juzgaría, pero... ¿No fue eso lo que hizo?
Había planeado ese día, subiría a la rueda de la fortuna y en lo más alto le daría lo que había comprado desde que eran novios, un par de anillos dorados reposaban en su bolsillo. No tenía sentido ahora que WooYoung lo había botado de su casa.
No se había fijado en el gentío que esperaba para cruzar la calle, mucho menos en el chico que acababa de chocar con él.
—Disculpa. Soy nuevo y creo que me acabo de perder —el chico sonrió de manera agradable —Soy Lee JunYoung.
—No te pregunté —extendió su mano hacia el chico —Pero soy Choi San. Y no vayas diciendo tu nombre a cualquier persona, es molesto.
—¿Conoces el lugar? —su sonrisa seguía radiante y a San le irritaba la sola idea de tener que lidiar con ese chico.
—Nací aquí, supongo que sí —se arrepintió al decirlo, sabría que el chico le diría que le muestre el lugar y San ya tenía bastante con lo que lidiar —Pero soy ciego, sordo y mudo para ti. Sigue perdido.
—Por favor... -su mano se aferró a su brazo imbolizando su andar —No conozco a nadie aquí.
—Te regalo dos boletos de feria si desapareces de mi vista —sonrió sarcástico.
—¿Hay una feria? —la emoción del chico se hizo notable con tan sólo hablar, en cualquier momento parecía que iba a dar pequeños saltitos y aplaudir. A San le recordaba al hámster que tuvo de pequeño, le dio mucho azúcar y se puso igual de energético, después murió —Siempre he querido ir a una.
—Pues anda ¿no? Cojo no eres, tienes buenas piernas para ir —trató de seguir caminado pero sentía al chico siguiéndole cerca suyo.
—Por favor, no conozco a nadie.
San terminó rindiendose, no quería discutir y llevar al chico a esa estúpida feria era lo único que podría hacerlo callar y dejarlo de seguir después.
—Sígueme y no hables —caminó como solía hacerlo, pero, al voltear para asersiorarse que el chico aún lo seguía, no lo encontró allí.
Fue más fácil de lo que creí.
—Hey, ve más despacio —el chico jadeó y San no pudo evitar reír de lo rojo que su rostro estaba.
Ambos caminaron a paso lento hasta llegar a la gran feria. Al chico le brillaban los ojos y San no puedo evitar pensar que podría ser WooYoung quien estuviera emocionado de ver tanto dulce y juegos en un solo lugar, pero era un completo desconocido en su lugar.
—Quiero subir a la rueda de la fortuna —el chico haló de la mano de San y lo arrastró hasta la rueda más alta que San haya visto.
—Suerte con eso. Debo irme —suspiró, antes de dar la media vuelta, había sido arrastrado hacia el pequeño lugar para dos.
La rueda comenzó a moverse y San sintió su corazón latir a mil por hora.
Mierda.
—¿Qué pasa?
—Le tengo miedo a las alturas —respiró con dificultad, el chico a su lado rió levemente, pero después, entregó un broche con unas iniciales en él.
—Presionalo, te ayudará a liberar el estrés. Tengo unos caramelos en el bolsillo, te ayudarán a mejorar —el chico a su lado dio palmadas en la espalda de San tratando de tranquilizarlo de su miedo.
—Sigue haciendo eso, de lo contrario, te tiraré por la ventana. Todo es tu culpa, te lo recuerdo —respiró pesadamente sintiendo su presión bajar y subir de manera impredecible.
—San, mira la vista, es hermosa —el chico a su lado dejó de dar palmadas en su espalda y se centró en la ciudad a sus pies —Mira las luces, se ve toda la ciudad desde aquí.
San dejó de mirar el suelo, con el rostro pálido observó las luces que bañaban de brillo la ciudad, parecían interminables y eran realmente hermosas.
Un segundo después vomitó lo poco que había comido en la bolsa que el chico a su lado le había entregado. Todo iba de mal a peor.
Las horas habían pasado, podría mentir que había sido una carga, pesado, aburrido, pero se había divertido con el castaño, había jugado un par de veces y había ganado las tontas apuestas que hicieron.
Descubrió que el chico venía del extranjero y se alojaba en el hogar de su padre quien hace poco había muerto, había heredado el negocio familiar y se quedaría allí por un buen tiempo. También dijo que San le recordaba al hombre que trabaja junto a él, sus rostros eran casi iguales, tenía los mismos rasgos y los mismos hoyuelos en las mejillas.
—¿Aquí vives? —preguntó asombrado después de ver la mansión frente a él.
—Yo y unas cien personas más, sí -el chico sonrió —Aún te falta mostrarme la ciudad, Choi San.
—Existen los GPS, mapas, guías turísticas, incluso el internet, ya sabes, donde puedes buscar donde se encuentra cada sitio.
—Idiota.
—Entraste rápido en confianza. Vaya vaya, Lee JunYoung —sonrió prestando atención una vez más a la mansión frente a él —Ya entra, es tarde y debo ir a casa. Adiós.
—Te veo después.
Salió del lugar y revisó su teléfono solo para encontrarlo tal como estaba, sin ni un mensajes, ni una llamada, absolutamente nada.
Lee JunYoung entró a la mansión, tan solo dio dos pasos y se encontró con una figura masculina de complexión ancha.
—¿Quién era y por qué llegas tan tarde?
—Creí que eramos socios.
—Eres como mi hijo, JunYoung —el hombre palmeó la mesa con comida en ella, el chico se sentó junto a él y antes de comer, respondió las preguntas del hombre.
—Estuve en una feria. El chico que me trajo se llama Choi San, es buena persona, deberías conocerlo.
—¿Choi... Choi San? —el rostro del hombre palideció, se veía más débil de lo que realmente aparentaba, sus ojos se perdieron en un recuerdo lejano y, antes de darse cuenta, estaba recordando a su pequeño SanShine.
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Seiv mi dijeron los bities :u ddd
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