10 | Utopía
Cha SeungYoun miraba el reloj que colgaba de su pared color café, marcaba las ocho con treinta y cinco minutos, demasiado temprano para desayunar. Después de la llamada de YunHo no había podido dormir, salió a buscarlo y volvió de madrugada al no encontrar rastro de él, su teléfono seguía apagado y no había rastro de su paradero.
Quizá había cometido un error al dejarlo, ahora más que nunca anhelaba protegerlo, tal como lo había hecho con el pasar del tiempo. Aún recordaba los sollozos del menor en su brazo, sus manos aferradas a su abrigo y el susurro que días después había marcado su pasado: "Papá se fue".
El timbre provocó que sus pensamientos se disiparan tal como un fantasma ante la luz.
Caminó hasta el comando de voz, y dio luz verde a la voz fuera de su apartamento.
—Se-seung-Youn —musitó aquella voz.
La piel del castaño se heló, no era difícil adivinar a quien le pertenecía la voz, pero se oía tan débil, casi como el susurro de un fantasma.
No tardó en ir corriendo hacia el elevador, rogaba porque no sea el menor, de lo contrario confirmaría que algo malo le había pasado. También rogaba que fuera él, llevaba un día desaparecido, la preocupación había teñido de desesperación sus actos.
Suspiró y tragó en seco al ver al menor allí, moribundo. Un hilillo de sangre se escurría de su nariz y bajaba hasta su mandíbula, su rostro estaba completamente lleno de moretones, la ropa rasgada revelaba heridas en su cuerpo y respiraba con dificultad.
—¿Quién te hizo esto? —trató de buscar la mirada del menor, una mirada perdida en recuerdos y pensamientos.
Cargó al chico al igual que cargaría a un bebé, sintió el rostro caliente del menor en su hombro y su respiración entrecortada cosquilleando en su piel, sus brazos se cerraron sobre la espalda del menor y fue hacia el elevador con la rabia e impotencia tiñendo su rostro.
—San... —suspiró
—Creí que moriría —una mueca de dolor apareció en su rostro —Yo... creí que ya no volvería a verte.
—Te llevaré al hospital después de curar algunas de tus heridas —acarició su espalda —Te tengo, San, te tengo.
San suspiró, la debilidad de su cuerpo junto a la fragancia que más de una vez lo había vuelto loco provocó que sus ojos se cerrarán completamente.
SeungYoun seguía acariciando la espalda del chico mientras caminaba hacia el dormitorio, lo recostó con cuidado sobre ésta y observó su rostro una vez más, una punzada de dolor arremetió en su pecho, se veía tan vulnerable, tan débil.
Salió de la habitación para volver con una pequeña caja blanca, sacó lo necesario y se sentó junto a la orilla de la cama. El chico se había dormido con los puños cerrados a su lado, su boca entreabierta donde sangre seca se exponía y la respiración entrecortada; parecía que un auto lo había arrollado, hubiera creído eso a no ser de la marca roja alrededor de su cuello.
El castaño se dispuso a curar cada una de sus heridas, limpió su rostro y cambió su ropa rasgada por la de él, lo despertó con cuidado y le llevó el desayuno a la cama.
—Termina eso, te llevaré al hospital —ordenó sin recibir quejas del menor.
—Marcale a YunHo y dile que traiga a su hermano, sabe mucho de heridas —un puchero apareció en sus bonitos labios.
—¿Es médico?
El menor asintió comiendo lo que el castaño le había preparado. SeungYoun sacó el teléfono de su bolsillo y marcó el número del alto.
—YunHo —observaba al menor beber del té que había preparado.
—Aún no hay rastro de él. Su hermano llamará a la policía, ya están por pasar las veinticuatro horas
—Él está aquí
—Dijiste... ¿qué? San... ¿San está allí?
—Sí, necesito de la ayuda de tu hermano, que traiga lo necesario, su estado es crítico.
—Voy con él... Y dos bultos más.
—SeungYoun, ¿recuerdas al hombre que trató de usar como rehén a WooYoung? Está vivo —dio un sorbo a su bebida —trató de averiguar sus nombres, quiere matarlos a toda costa.
—¿Aún no sabe quiénes somos? —soltó una pequeña carcajada —se lo dejaré bien en claro.
—Aún no, tiene a mi familia en sus manos —el menor suspiró —sabe sobre JongHo.
—Digamosle a SeongHwa que lo vigile, mientras tanto, puedes quedarte aquí —se acercó a la cama —San, yo...
—¿Aún tienes vodka? Me urge una copa —interrumpió.
—San, te sigo queriendo... incluso más que ayer —acercó su rostro al pálido de San —Déjame explicarte todo, no quiero esta vida para ti.
—Fuiste tú quien lo inició —acercó más su rostro al castaño —tú me otorgaste esta vida...
—Y nunca me perdonaré por eso, déjame remediarlo. San, si terminé contigo fue para que dejaras toda esta mierda, no para que dependieras de ella —acarició su rostro —en tus ojos aún destella el San que ama la música, el San que ama bailar y escribir sus propias canciones, el San del que me enamoré.
—El San del que te enamoraste es el mismo San que escapa de su realidad por medio de las drogas, es el mismo San drogadicto y... asesino.
San apartó su rostro pero SeungYoun fue más rápido, su mano se posó en su mejilla y volvió a conectar ambas miradas.
—Seung... —no terminó de pronunciar su nombre, los labios del contrario cellaron los suyos en un casto beso.
San pensó que volvería a sentir las miles de mariposas revolotear en su estómago, pensó que vería estrellas, pensó que enloqueceria tal como la primera vez. Pero simplemente sintió una punzada en el corazón y el nombre del pelinegro flotar en sus pensamientos, y como arte de magia, como si sus pensamientos lo reclamaran, el pelinegro junto a otras tres personas entraron en la habitación provocando que San alejé al castaño.
—Dijiste dos bultos —comentó el castaño mirando a los otros tres chicos invadir su espacio personal.
—Esos dos bultos trajeron otro bulto más —señaló con la mirada a WooYoung.
Tras tomar la presión del chico, apuntar cosas en su agenda y colocar suero para San, salió de la habitación hablando con el mayor y explicándole lo que debía hacer por los siguientes dos días.
En la habitación solo se encontraba San y WooYoung, el menor no dejaba de mirar las heridas pensando que hubiera sido mejor que él se quede un rato más en su casa, si tan solo lo hubiera impedido...
—¿Qué me ves? —espetó enarcando una ceja.
—Mi ropa te quedaría mejor —hizo un puchero —¿Por qué sigues evitando mi mirada?
—¿Qué te importa? —cerró sus ojos y se acomodó en la cama.
—¿Es tu... novio? —preguntó mirando sus propias manos entrelazadas.
—No —suspiró —y si así fuera, eso a ti no te incumbe.
WooYoung sentía las palabras como filosas cuchillas rasgando su piel, aún no le terminaba de convencer la idea de que se quedara allí, con SeungYoun, JongHo le había dicho que él era el causante de su adicción, él era quien lo había arrastrado al agujero negro llamado "perdición".
—¡A la mierda! ¡Me lo llevo conmigo! ¡Estoy seguro que estará mejor conmigo que contigo! —espetó el menor de los Choi entrando a la habitación y mirando a ambos chicos con furia —Nos vamos, San.
—Sé razonable y mira sus heridas, es mejor que pase la noche aquí...
—Y una mierda —interrumpió JongHo —No dejaré a mi hermano aquí contigo ni un minuto más.
—No seas idiota, no está en condiciones de moverse.
—No lo obligaré a hacerlo, lo cargaré.
—¿Acaso no escuchaste las indicaciones del médico? San no se moverá de aquí.
—¡Callense todos la puta boca! —se levantó despacio apoyándose en la mesa de noche y los bordes de la cama —Par de idiotas, mejor me voy a un hotel y muero en paz allí.
—Vayamos a casa, mamá está preocupada —suspiró el menor de los Choi —Pensó que habías huido de casa.
—Solo por esta vez estoy de lado de JongHo, San debe volver a casa, su madre y su hermano cuidarán de él —el alto avanzó hasta el castaño —Además, tengo unos recados para ti.
El castaño asintió, sabía de que trataban aquellos asuntos, debía ponerse en marcha y encontrar al causante de las heridas en el cuerpo de San.
—Quítate, idiota, yo puedo solo —el otro chico hizo ademán de sostenerlo pero San quitó el brazo de WooYoung en un golpe débil —No me toques.
—Te pones peor que chica con hemorragia de úteros —YeoSang se inclinó sobre el marco de la puerta, había observado y fisgoneado en las cosas del castaño tratando de averiguar quién realmente era.
—¿Desde cuándo la menstruación se convirtió en "hemorragia de úteros"? —elevó una ceja el menor de los Choi.
WooYoung volvió a cargar cuidadosamente al mayor hasta el auto de YunHo, no dijo nada sobre las quejas silenciosas que San había susurrado y mucho menos de su mano aferrándose en su camiseta y del cosquilleo en el estómago que el toque había provocado.
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