capítulo 9


Addy comprendió cuando le expliqué y me pidió conocerle. Yo le dije que se lo presentaría algún día de estos y después me dijo de ir al pueblo en el que estuvimos la última vez.

— ¿No deberíamos avisar al alfa? —pregunté estremeciéndome al recordar sus gritos.

—Cierto. Vamos —concordó conmigo.

Salimos de mi casa y caminamos hacia la del alfa, es decir, la de Lucas; entramos y ahí estaba mi mate con el cabello revuelto y sus finos labios entreabiertos. Addy se acercó silenciosa y le movió ligeramente los hombros. Gruñó ligeramente antes de abrir los ojos e incorporarse.

— ¿Qué pasa? —le preguntó a su hermana.

—Gia y yo iremos al pueblo. Fue idea mía así que no te enfades con ella. Como dijiste que te avisáramos eso es lo que estamos haciendo —respondió. 

—No irán —negó.

— ¿Qué? ¡No! Sí iremos. ¡Es divertido, Lu! —se quejó Addy.

— ¿Tengo que recordarte que ahora soy el alfa, Addy? —preguntó aguantando los gritos.

—Por favor, señor. Déjenos ir. Puede venir con nosotras si no se fía o si quiere darle protección a su hermana —hablé yo. Lucas me miró por primera vez desde que entré; llevaba mis manos en los bolsillos traseros del jean y le suplicaba con la mirada.

—Está bien, pero iré con vosotras. Esperad aquí —ordenó.

Addy me abrazó feliz y esperamos a que Lucas bajara; se vistió con unos vaqueros oscuros, una camiseta de manga corta negra y unas ''Vans'' blancas. Tanto mi loba como yo nos derretimos en el sitio. ¿Por qué me había tocado un mate tan guapo? ¡No era justo!

Salimos de la casa del alfa, quien dejó al beta, Aaron, al mando. Dejé que Addy le guiara para no causar problemas y cuando llegamos al pueblo la mirada de sorpresa de Lucas era obvia. Cruzamos la calle y caminamos hacia el centro comercial para que el alfa lo viera; aún nos sobraba dinero del que cogimos de Cole así que no había problema. 

Primero le enseñamos al alfa el café latte y compramos tres para llevar. Después Addy le dio el dinero a Lucas, que se compró algo de ropa y yo me dividí del grupo para ir al baño. Cuando salí se me ocurrió la tonta idea de ir a la tienda de peluches y comprar uno de lobo cobrizo para Lucas. Sí, era idiota, pero tanto mi loba como yo teníamos la necesidad de regalarle algo. Cuando lo compré salí de la tienda y me dediqué a seguir el rastro, pero los perdí. 

Rendida me senté en un banco de los que había dentro del centro comercial y me terminé el café. Sentí que alguien se sentaba a mi lado y cuando me giré vi a un chico de unos diecisiete años con una gorra hacia atrás, una camiseta de tirantes azul oscuro y unos pantalones algo caídos junto a unas zapatillas blancas en las que había una especie de V alargada.

No es que me molestara que el chico se hubiera sentado ahí, lo que me molestaba era que me estaba mirando los pechos; así que me levanté incómoda y directa para irme cuando noté que me apretaban el trasero. Me volví rápidamente para ver como el chico me miraba insinuante y se levantaba dejando así a la vista que era más alto que yo. Me volteé de nuevo dispuesta a alejarme pero cuando había dado unos pasos noté que me tomaba del brazo fuertemente y su mirada era apagada. Admitiré que me asusté.

—Suéltame —dije.

—No. Ven conmigo —ordenó, aunque más bien no le hacía falta ya que me arrastró hacia un baño para minusválidos. ¿Qué estaba haciendo? ¡Yo solo recibía órdenes de mi alfa! Traté de soltarme de su agarre pero fue en vano. Al estar entre tantos humanos no tenía tanta fuerza; era algo extraño que nos pasaba a los licántropos.

Cerró la puerta y me pegó a una pared pegando su cuerpo al mío.

— ¿Qué quieres? —murmuré.

—Quiero tener tu cuerpo —susurró en mi oído. Después me pellizcó un pezón—No grites. Como grites te mato, ¿entendido? —bramó. Tragué saliva con temor a la vez que aquel hombre bajaba sus manos a mi trasero y lo apretaba. 

—Suéltame por favor —sollocé ya rendida. El chico me ignoró y siguió tocando— ¡ADDY! —grité con fuerza. Recé porque me hubieran escuchado a la vez que ese hombre me pegaba una bofetada.

—Te dije que no gritaras —gruñó.

—Por favor, por favor déjame en paz —lloriqueé.

El chico estuvo dos minutos más toqueteandome porque justo entonces la puerta se abrió y Addy entró corriendo.

— ¡Gia! —dijo. Cogió al tipo de los brazos y lo empujó hacia atrás, pero al igual que yo estaba débil. El alfa era el único que no se debilitaba entre humanos y en ese momento estaba observando la escena como si nada.

Mi loba lloriqueó, se retorció de dolor. Fue como si me mataran ahí mismo. Reaccioné y ayudé a Addy a quitarme al chico de encima.

— ¡Lucas ayúdame mierda! —gritó enojada Addy. Aquel chico estaba repartiendo golpes y yo por proteger a Addy me los comía todos.

Unos guardias entraron corriendo al baño y detuvieron al chico, esposándole. Se disculparon conmigo y por fin se lo llevaron. Addy estaba tomando aire pero yo solo podía mirar a Lucas que me devolvía la mirada. Le miraba con dolor, asco y odio. Pero sobretodo con dolor.

Vi como Addy se acercaba a él y le golpeaba la mejilla mientras le gritaba algo para después tomarme del brazo y sacarme de allí. 

La bolsa con el peluche que le había comprado a Lucas yacía ahora en el suelo junto al poco aprecio que le tenía.


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